En el estudio de la Palabra de Dios, el cual es nuestra gran oportunidad y privilegio en esta mañana, somos llevados al capítulo 9 de Mateo. Mateo, capítulo 9. Les confieso que es un gozo cada semana cuando puedo apartar tiempo e involucrarme en el estudio de este tremendo Evangelio. Lo espero. Me encanta. Alimenta mi corazón y alma. Después, el privilegio doble de venir aquí con ustedes y compartir su contenido, es un gran gozo. Pero debo admitir que si nadie viniera y no hubiera un sermón que predicar, el estudio en sí valdría la pena, todo el esfuerzo por la riqueza que expresa de la persona de Jesucristo.
Ahora, estamos viendo Mateo 9, y para esta mañana quiero que examinemos los versículos 27 hasta la primera parte del versículo 33. Mateo 9:27-33. Y hemos titulado esta sección “Milagros de vista y sonido”.
Cuando Dios creó al hombre, le dio dominio sobre la tierra. Adán era el rey de la tierra. Él tenía el derecho de gobernar, de nombrar a los animales, de dominar el orden creado. Él era rey y su reino era una creación increíble, asombrosa, sorprendente de la mente infinita, incomparable de Dios. Un reino de luz. Un reino de gloria. Un reino de asombro y belleza. Pero el hombre pecó y perdió su corona. Perdió su dominio. El reino de la luz fue reemplazado por un reino de oscuridad en esta tierra. El dominio del hombre fue usurpado por Satanás. Y debido a esta usurpación, y debido al reino de las tinieblas iban a haber lágrimas, dolor, tristeza, sufrimiento, sudor, enfermedad, heridas, putrefacción, peleas, caos, asesinato, guerra, mentira y finalmente muerte.
Y así ha sido para el hombre en su mundo, en su vida…pero casi así como fue de instantánea la caída, así Dios prometió que Él algún día restauraría el reino. Algún día, el hombre sería el rey de la tierra de nuevo. Algún día, el dominio sería quitado de Satanás. Algún día, el reino de las tinieblas terminaría y el reino de la luz y Su gloria regresarían. Algún día y para siempre.
De hecho, en Génesis capítulo 3, poco después de que el hombre había caído, Dios dio la promesa de que vendría Uno que será llamado la Simiente de la mujer. Y Él aplastaría la cabeza de la serpiente. Y entonces, desde ese entonces el Antiguo Testamento estuvo lleno de promesas de que Dios traería a un Libertador. Que Dios traería a un Rey; y ese Rey restauraría el Reino y establecería de nuevo el gobierno de Dios. Quitaría la enfermedad y la muerte y el dolor y la tristeza y la guerra. Y los profetas una y otra y otra vez repiten que Él viene. El Hijo ungido. El Rey de reyes. El Conquistador de Satanás. El Derrocador de la muerte. El Destructor del pecado. El Sanador. Los Judíos lo conocen como el Mesías. El Ungido. El Profeta. Sacerdote. El Rey sobrepasando a todos los demás. “Algún día” dice el Antiguo Testamento, “Él vendrá. Algún día Él establecerá Su trono. Algún día será como Dios quiso que fuera en este mundo”.
El propósito de Mateo al escribir, es decirnos que Jesús es ese Mesías. Que ese algún día ha llegado. Que Cristo es el Rey prometido. Que Él es el que puede corregir lo que está mal. Que puede revertir la maldición. Que puede establecer el Reino. Que puede destruir al enemigo. Él es. Y para convencernos de que Cristo tiene el poder de hacer eso, en los capítulos 8 y 9, Mateo identifica Su poder milagroso. Y no lo hace al azar. Él identifica Su poder milagroso, creo yo, en lo que el Antiguo Testamento concierne. Esto es, mostrando cómo estaba asociado con la profecía del Antiguo Testamento.
Hubo muchos milagros que Jesús hizo. Mateo escoge 9 de ellos en los capítulos 8 y 9. Tres conjuntos de tres. Y en estos milagros, veo el cumplimiento de la profecía del Antiguo Testamento. Y Mateo estaba diciendo: “éste es el Mesías. Él cumple la profecía. La profecía dice que Él hará todo esto en el Reino. Y Él les ha dado un adelanto de todo esto. El Reino evidenciará Su poder sobre la enfermedad. Su poder sobre la muerte. Su poder sobre los elementos. Su poder sobre la tierra. Y en Su Primera Venida, Él dio adelantos de todo eso. Ahora, recuerde que de los nueve milagros, los primero tres tienen que ver con la enfermedad. El segundo grupo de tres con el desorden. Y el tercero, primordialmente con la muerte. Y hay cierto solapamiento, pero en cierta manera, ése es el enfoque general.
Ahora, recuerde conmigo. Usted recordará que cuando comenzamos en el capítulo 8, los primeros tres milagros tenían que ver con sanar enfermedades. Ahora, permítame colocar esto en contexto para usted. El profeta Isaías dijo en el capítulo 33 versículos 22 al 24…, no lo tiene que buscar, solo escúchelo conforme sigo a lo largo de estas profecías rápidamente. El profeta dijo, “hablando del reino venidero Jehová el Señor es nuestro Rey. Él nos salvará y los habitantes no dirán, ‘estoy enfermo’”. En otras palabras, va a ser una realidad en el Reino eterno de Cristo que no habrá enfermedad.
En Isaías 57:19 el profeta vuelve a decir: ‘“En el Reino habrá paz para el que está lejos y el que está cerca,’ dijo el Señor, y yo lo sanaré”’. Entonces, el judío esperaba que el Mesías trajera el fin a la enfermedad en Su Reino glorioso. Y así como no hubo enfermedad antes de la caída, no habrá enfermedad después de la restauración. Ahora, si Jesucristo es el que tiene el poder de hacer eso, Él debe ser capaz de demostrar dicho poder; y esa es la razón por la que Mateo nos muestra que Él tiene poder sobre la enfermedad.
En segundo lugar, los siguientes tres milagros que vimos en el capítulo 9 tienen que ver con Su poder sobre el desorden. Ahora, el desorden en el mundo físico; desorden en el mundo espiritual, en relación a los demonios; y desorden en el mundo moral, en relación al pecado. Si va usted a leer el profeta Isaías, particularmente el capítulo 35, va a leer por ejemplo al lidiar con el mundo físico, que cuando el Reino venga, el Mesías cambiará la tierra. El desierto florecerá ¿cómo qué? como una rosa, y ríos y arroyos aparecerán en el desierto. La topografía cambiará. La geografía cambiará. Conforme Él enfrenta, Él trata con los elementos físicos y naturales. Si el Mesías va a hacer eso, Él debe demostrar dicho poder. Y esa es la razón por la que en Mateo capítulo 8, Mateo apunta al milagro de Jesús de calmar el viento y las olas como evidencia de Su poder sobre el mundo físico.
También, en el área del desorden, el Mesías va a venir a derrotar a Satanás y a sus demonios. Daniel 9, Daniel 10 y Daniel 11 hablan de este conflicto y esta interacción entre los ángeles santos y los demonios caídos. Y habla de cómo al final Dios y Sus ángeles serán victoriosos. Y si Jesús va a poder hacer eso al final, Él debe demostrar dicho poder. Y entonces, Mateo escoge el milagro en el cual Jesús expulsa a la mayor cantidad de demonios, una legión de demonios del maniaco de Gadara como demostración de Su poder de cómo Él lo puede hacer así en el Reino.
Y en la tercera área de desorden vemos el desorden moral, pecado. Y entonces el Señor es retratado en el capítulo 9, versículos 1 al 8 echando, expulsando el pecado. ¿Por qué? Porque dice en Isaías 33:24 que “en el Reino será perdonada toda su iniquidad.” Ahora, el Mesías debe perdonar la iniquidad, conquistar demonios. Él debe lidiar con el mundo físico y sanar enfermedades. Y si Jesús va a decir que es el Mesías, Él debe probarlo; y entonces Mateo cuidadosamente selecciona estos milagros para afirmar eso.
El tercer conjunto de milagros que son los que estamos viendo ahora, lidia primordialmente con Su poder sobre la muerte. Y hay algunos milagros que están al margen en esto. Pero el primordial que hemos estado viendo, está en los versículos 18 al 26. Lo vimos la semana pasada. Él resucita a la hija de Jairo de los muertos. Ahora, esto es precisamente lo que Isaías 65 dice. El Mesías tendrá poder de extender la vida. Y Daniel 12:2 dice que Él tendrá el poder de resucitar a los muertos. Y si Jesús es el Mesías, entonces Él debe demostrar ese poder; y eso es precisamente lo que Él hizo al resucitar a la hija de Jairo de la tumba.
Él no solo tiene poder sobre gente muerta, sino inclusive sobre factores muertos de un ser humano vivo, tal como sus ojos, y sus oídos y sus lenguas. Y eso es demostrado en nuestro pasaje hoy. Y permítame leerle dos profecías del Antiguo Testamento. La primera está en Isaías 29:18, y puede verla. Isaías 29:18 habla de manera directa de lo que veremos el día de hoy. Y habla del Reino y del día venidero cuando el Mesías venga y dice: “y en ese día…ahora, escuche…los sordos oirán las palabras del Libro, y los ojos de los ciegos verán a partir de la oscuridad y de las tinieblas.” Y después en el capítulo 35, versículos 5 y 6 de Isaías: “cuando el Reino venga, entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos serán destapados, entonces el cojo brincará como un ciervo o un venado, y la lengua del mudo cantará.”
Entonces, el Antiguo Testamento dijo que el sordo oiría y el mudo hablaría y el ciego cantaría y el cojo caminaría…que el Mesías traería de regreso la vida a facultades muertas. Milagros de vista y sonido. Y eso es precisamente lo que usted tiene en los versículos 27 al 33 de Mateo 9. Otra afirmación, otra demostración del hecho de que Jesús es el Mesías porque Él cumple las profecías explícitamente.
Ahora permítame añadir un comentario al margen. Entre más estudie usted el Nuevo Testamento, es más evidente para usted el hecho de que Jesús en Su primera venida literalmente presentó un despliegue asombroso de adelantos, de probadas de lo que estaba por venir en Su Reino. Por ejemplo, cuando Él fue llevado al monte y transfigurado, Él hizo a un lado Su carne y les mostró Su gloria. Hubo en un microcosmos o en una pequeña perspectiva, un pequeño panorama de lo que sucedería en Su Segunda Venida. Más adelante, cuando en el día de Pentecostés todos fueron llenos del Espíritu y comenzaron a hablar en otros idiomas se dijo: “esto es lo que fue hablado por el profeta Joel.” En otras palabras, esta fue una muestra de lo que en últimas estaba por venir en la plenitud de la forma final de Su Reino glorioso. De tal manera que Su vida se volvió una serie de vistazos del poder definitivo que iba a ser demostrado cuando Él estableciera Su gobierno eterno en la tierra y en el nuevo cielo y en la nueva tierra.
Mateo no escoge estos milagros de manera aleatoria o al azar, él no los incluye simplemente porque le gustó la historia, sino que están de manera explícita y para darnos el rango amplio de cumplimiento profético y afirmarnos que Jesús no es ningún otro que el Mesías prometido.
Y ahora venimos a los milagros de vista y sonido. Observe el versículo 27: “pasando Jesús de allí.” Y puede detenerse ahí. ¿De dónde? Simplemente de la casa de Jairo, ahí donde estaba el lugar de la casa de Jairo. Mismo día. Ya es la tarde para entonces. Un día ocupado resucitando a los muertos, sanando a la mujer con un flujo de sangre, y quizás involucrándose en diálogo con los discípulos de Juan el Bautista y los fariseos. Un día muy, muy ocupado. Es la tarde. Él se va de la casa de Jairo. Y recuerde que hay una masa de humanidad que está rodeándolo, aplastándolo. Él tiene dos multitudes, realmente: la multitud que lo ha estado siguiendo todo el tiempo. Y la multitud que llegó ahí, que iba empujándose ahí por las pequeñas calles de Capernaum hasta la casa de Jairo. La multitud que estuvo ahí cuando Él sanó a la mujer con el flujo de sangre. La multitud que está buscando Sus milagros, que está fascinada con Él.
Y ahora otra multitud ha sido añadida, y es la multitud de llorones y músicos pagados que tocan las flautas y mujeres que lloran que tenían el funeral, que estaban ahí en el servicio del funeral para la hija. El funeral fue interrumpido cuando Él la resucitó de los muertos y ahora Él tiene toda esta multitud y Él se va moviendo de ese lugar, de regreso de la casa en la que Él estaba. Y conforme lo hace, la historia se desarrolla. Y quiero que vayamos avanzando a lo largo de la historia, con un pequeño bosquejo. Y quiero que vean este hermoso, maravilloso milagro que el Señor hace.
En primer lugar vamos a hablar de la curación, de la sanidad de dos ciegos. Y lo primero que queremos notar es la condición de los hombres. La condición de los hombres en el versículo 27. Dice, que “pasando de allí le siguieron dos ciegos dando voces.” La ceguera era algo común, un desorden común en Egipto, en los países árabes y en Israel. Y de hecho, los registros de los Evangelios incluyen más sanidades de ciegos que de cualquier otro tipo de sanidad. Eso podría indicar lo común que era.
La pobreza y las condiciones insalubres iban de la mano con esto. La luz del sol brillante. Calor excesivo. La arena que llevaba el aire. Accidentes. Guerra. Organismos infecciosos. Todo esto contribuyó a la ceguera. Muchas de las personas eran ciegas de nacimiento. Y algo que era muy común, es que su ceguera de nacimiento era causada por una forma de gonorrea. Algunas veces, ni siquiera se sabía que existía en la madre. Sin embargo, cuando ese pequeño bebé pasaba, salía del útero, esos gérmenes en particular, que estaban en el vientre de la madre, encontraban su residencia o establecían su residencia en la parte de la conjuntiva del ojo, y conforme lo hacían, comenzaban a multiplicarse y sólo dentro de tres días el niño quedaba ciego de manera permanente. Y esa es la razón por la que el día de hoy las gotas antisépticas son colocadas en los ojos de un bebé recién nacido; y hemos eliminado ese problema.
También puede ser que eso estaba en la mente de la pregunta, en el corazón de los discípulos en Juan 9:2, cuando vieron el hombre que había nacido ciego y dijeron “¿Quién pecó? ¿Este hombre o sus papás?” Pudo haber habido una teología en esa pregunta. Pero también pudo haber habido algo de medicina en esa pregunta, o algo de lo físico. Pudieron haber estado diciendo: “¿Está ciego por el pecado de sus padres?” porque con frecuencia la enfermedad venérea contraída en una situación pecaminosa era la causa de la ceguera del hijo. Entonces eso era algo común. Era algo común que la gente naciera ciega.
También había organismos infecciosos y virus que eran la causa común de tracoma. Y había medicinas que realmente han eliminado hoy en día eso. Pero todas esas cosas crearon el problema de la ceguera y parecía ser un problema serio, y la gente ciega pasaba tiempo junta. No era raro ver un par de personas ciegas que estaban colgándose la una a la otra. Y entonces, nuestro Señor les dijo a los fariseos en una ocasión “ustedes son como los ciegos, guiando a los ciegos. Ambos se caen en el hoyo”.
Entonces, vemos la condición del hombre. En segundo lugar, vemos el clamor de los hombres. Y éste es un punto muy importante. Los dos hombres lo siguen. Están en la multitud. Ahí tratando de avanzar, tratando de quedarse con el grupo en su ceguera. Empujando junto con todo mundo conforme dejan allí lugar donde estaba la casa de Jairo. Y ellos están clamando y están diciendo “ten misericordia de nosotros, Hijo de David”. Ahora, fueron valientes, ellos no fueron tímidos. No están ahí escondiéndose en una esquina, sino que están ahí abriéndose paso y gritando. Sin duda alguna habría oído de Jesús. Sin duda eran parte de la multitud que estuvo en la casa de Jairo.
Y debieron haber estado conscientes de la resurrección…y yo me detengo aquí para hacer un comentario. Siempre son los que están quebrantados de corazón. Siempre son los privados. Siempre son los que están sufriendo, los que son los rechazados, los desanimados, los tristes, los solos, los solitarios, los pecaminosos, los culpables, los que siguen a Jesús. Nunca encuentra usted a la gente auto-suficiente. Nunca encuentra a la gente que cree que tiene los recursos. Nunca encuentra a la gente que realmente no tiene preguntas.
Hablé con un hombre esta semana y le dije. “yo puedo presentarte a Cristo. Puedo hablarte de Cristo. Puedo contarte de Cristo, si realmente quieres saber”. Y él dijo: “no, no quiero saber. No tengo ninguna necesidad de eso”…lo que hay que hacer en esa situación es orar para que Dios lo traiga al punto en el que tenga una necesidad desesperada, porque solo la gente desesperada es la que viene.
Ahora, este hombre y su amigo estaban clamando. Y la palabra es una palabra interesante. Dando voces. Es una palabra que tiene un rango amplio de interpretación posible, pero la palabra en esencia quiere decir gritar o hacer un ruido. Y en los Evangelios es usada de una persona que carece de su capacidad de juicio cabal. Que simplemente está gritando y haciendo ruidos incoherentes. Es usado de un epiléptico. Es usado en Marcos 5 del maníaco de Gadara que estaba poseído por demonios y estaba gritando y haciendo ruidos. Es usado en Marcos 15:39 de nuestro Señor en la cruz, y dice: “Él clamó y entregó Su espíritu”. Es usado en Apocalipsis 12:2 de una mujer que está gritando en los dolores del parto. Es una palabra que no necesariamente tiene que referirse a palabras inteligentes, a expresión inteligente, expresión verbal inteligente.
Puede ser el clamor que no se comprende, incoherente, en agonía, que vemos en esas ilustraciones. Y me llama la atención que dice que no solo estaban gritando y clamando, sino que de hecho estaban diciendo algunas cosas coherentes en esto, como, “Hijo de David, ten misericordia de nosotros.” Pero no fue algo académico, frio, calculado. Estaban clamando en agonía y desesperación y en una necesidad profunda. Y rogando y clamando. Esa es la desesperación, a partir de la cual se hace la regeneración.
Ahora, además de su clamor y de sus ruidos mezclados con esto, estaban diciendo esto. Mire el versículo 27. De nuevo, una declaración muy importante. “Hijo de David. Hijo de David.” ¿Por qué dicen eso? ¿Por qué llaman a Jesús de Nazaret, ‘Hijo de David’? ¿Ellos conocían Su linaje a partir de José, quien era de la línea de David? ¿Ellos conocían Su linaje a través de María que también de acuerdo con Lucas 3, creo yo, era del linaje de David? Bueno, no estoy seguro de que sabían eso. ¿Qué sabían? El término ‘Hijo de David’, era la designación Judía común para el Mesías. Este era el título judío común para referirse al Mesías. Hijo de David.
Mateo sabía que ése era el punto de reconocimiento judío. Y esa es la razón por la que en el primer capítulo y el primer versículo del Evangelio de Mateo él comienza de esa manera. Él escribe “libro de la genealogía de Jesucristo, el Hijo de David.” ¿Qué es eso? Esa es una afirmación mesiánica. Él es el prometido. Y en ese título, Hijo de David, está todo el concepto de dominio y realeza del cual hablaban los profetas. Como puede ver, el Antiguo Testamento dijo que el Mesías sería, en primer lugar, de la simiente de una mujer. Esto es un hombre, un ser humano. El Mesías sería de la simiente de una mujer. Una mujer virgen. No obstante, humana.
Y entonces, Dios iba a redimir al hombre a través del hombre. Pero después, de todos los hombres que Él podría haber escogido, Él lo hizo más estrecho; y Él se centró en Génesis 22 y dijo: “no solo la simiente de la mujer, sino la simiente de la mujer, y después la simiente de Abraham”. Y Él todavía lo hizo aún más específico inclusive a Abraham. Y de todos aquellos que salieron de Abraham, no solo cualquiera, sino de la simiente de Judá. Y de todos aquellos que salieron de los lomos de Judá, Génesis 49:10 dice: “lo voy a hacer aún más particular, a la simiente de David”.
Entonces, el Mesías vendría a través del hombre, a través de Abraham, a través de Judá, finalmente a través de David. Y esa es la razón por la que en 2 Samuel 7 usted tiene esa declaración tan importante en el versículo 12, en donde la promesa de Dios es dada a David, “y cuando tus días sean cumplidos y duermas con tus padres, Yo estableceré, levantaré a tu simiente después de ti, la cual procederá de tu propio cuerpo y estableceré Su Reino, y Él me edificará una casa para Mi nombre, y Yo estableceré el trono de Su reino para siempre. Yo seré Su padre, y Él será mi Hijo”. Y eso no fue cumplido en Salomón…ese es Cristo, el Hijo de David. Y todo judío sabía cómo interpretar 2 Samuel 7. Él sabía en últimas que vendría un Hijo de David.
En Lucas, capítulo 1, la Biblia nos dice en el versículo 32 que el ángel dijo: “Él será grande, y será llamado Hijo del Altísimo. Y el Señor Dios le dará el trono de Su padre, David”. En el versículo 69: “y había levantado un cuerno de salvación para nosotros en la casa de Su siervo David”. Capítulo 2 versículo 4 dice: “José salió de Galilea de la ciudad de Nazaret, a Judea la ciudad de David, porque él era de la casa y linaje de David”. Y en Hechos capítulo 2, identifica a Cristo como el cumplimiento de la promesa a David. Y Pablo lo hace en sus epístolas. Y Juan lo hace en Apocalipsis. Una y otra vez, Cristo es llamado el Hijo de David.
Observe conmigo por un momento un par de Escrituras que creo que son muy importantes. Mateo 21:9. Quiero que esté esta verdad firmemente en su mente; y aquí usted tiene el momento en el que Jesús hizo Su entrada triunfal a la ciudad y la multitud estaba reconociéndolo, alabándolo y aventando hojas de palmera a los pies, y después decían, versículo 9 “la multitud que iba delante de Él, clamaba diciendo, ‘Hosanna al Hijo de David’…y después estaban diciendo… ‘bendito el que viene en el nombre del Señor! Hosanna en las alturas!’” Estaban diciendo, éste es el Mesías. Hosanna quiere decir salva ahora. Que Él está viniendo en el nombre del Señor y que Él es el representante del Altísimo. Era Dios mismo.
Entonces la multitud misma, y por cierto, eran bastante, bastante inestables, estaban dando a Jesús títulos mesiánicos, y de esos títulos mesiánicos ningún otro es más directo que el título Hijo de David. Vaya al capítulo 22 de Mateo, y lo que estoy diciendo es que inclusive la multitud inestable sabía que el Hijo de David era el título correcto del Mesías. No solo eso, también los fariseos, quienes nunca creyeron en Cristo. Y en Mateo 22 los fariseos estaban congregados y Jesús les preguntó diciendo: “¿Qué es lo que piensan de Cristo, el Mesías? ¿De quién es hijo?” Y los fariseos dijeron: “El Hijo de David.” En otras palabras, puede regresar a Mateo 9 ahora, los fariseos, la multitud inestable, todo mundo sabía que el Hijo de David era un título por el cual el Mesías mismo era designado.
Ahora, cuando estos dos ciegos vienen en el versículo 27 y dicen: “Hijo de David”, creo que están afirmando, sin duda alguna, que creen que éste es el Mesías a quien habían estado esperando por mucho tiempo. Éste es el heredero legítimo del Rey de Israel. Y quizás ellos habían recordado Isaías 35, que Él sanaría a los ciegos cuando viniera. Y por cierto, tienen que recordar que Juan el Bautista tuvo un ministerio bastante amplio y eficaz; y su ministerio consistía en elevar la espera de la venida del Mesías, y a la luz de esa espera que ya se había incrementado, la gente de su época estaba viviendo con la expectativa. Y cuando Jesús vino y podía hacer las cosas que hacía inclusive al punto de resucitar a los muertos, fue evidente para algunos, incluyendo estos dos, que éste era el que cumplía su expectativa; y entonces le dieron el título Mesiánico.
Dice, bueno, “también, así la multitud inestable.” Correcto. Y vamos a tener que esperar un tiempo para ver si fueron más genuinos de lo que fue la multitud. Pero también claman algo más que nos ayuda a conocer algo más de su legitimidad. Ellos dijeron, “Hijo de David” ¿qué? “Ten misericordia de nosotros!” Ir con su conocimiento. Ellos fueron con su conocimiento pero también tuvieron la actitud correcta. Sintieron una necesidad profunda. Y yo creo que sintieron una necesidad espiritual tan profunda como sintieron una física o probablemente más profunda. Ellos creían que Jesús era el Mesías. Ellos creían a partir de lo que habían experimentado que Él tenía el poder de traer las bendiciones del Reino. Sin embargo, ellos sabían que no merecían eso.
Y esa es la razón por la que ellos pidieron misericordia; y eso es algo que nunca oyes pedir a un fariseo, porque eran auto-suficientes. Ellos pensaban que eran todo lo que Dios esperaba. Ellos pensaban que se habían ganado todo lo que Dios había dado. Por lo tanto, no había misericordia. Y como puede ver, la misericordia es darle a usted lo que no merece y no puede ganarse o retener de lo que usted merece.
Usted se acuerda del fariseo en Lucas 18 que entró al templo a orar, y dijo: “te doy gracias porque no soy como los otros hombres. Hago todo lo que debo hacer. Yo doy, yo diezmo, yo oro, yo ayuno y hago estas cosas.” Y el hombre ahí que estaba en la esquina golpeándose el pecho dijo: “Señor ten misericordia de mí… ¿qué? pecador” y Jesús dijo, “ese hombre se fue a su casa justificado antes que el otro”. El fariseo nunca pidió misericordia porque él nunca pensó que la necesitaba. Pero estos dos vinieron no solo con un entendimiento correcto de quién era Cristo, sino con un entendimiento correcto de lo indignos que eran. Ellos buscaron misericordia. Ellos vinieron a la persona correcta. Realmente. Y Él fue tan misericordioso.
En el libro que escribí acerca de la Vida en el Reino, el cual es el único libro que jamás escribí que leí una y otra vez, porque las bienaventuranzas simplemente lavan mi corazón. Hay una sección que incluí ahí de lo misericordioso que fue el Señor. Y en cierta manera habló a mi corazón de nuevo. Permítame leerle un par de líneas de él. “Él fue el ser humano más misericordioso que jamás vivió. Él buscó a los enfermos y los sanó. Él busco a los que no podían caminar y les dio piernas para caminar. Él sanó los ojos de los ciegos, los oídos de los sordos y las bocas de los mudos. Él encontró a prostitutas y recaudadores de impuestos, y a aquellos que estaban en estado de embriaguez y los jaló al círculo de Su amor, los acercó al círculo de Su amor; y los redimió. Y los colocó a Sus pies.
Él tomó a los que estaban solos y los hizo sentir amados. Él tomó a los niños pequeños y los congregó; y los llevó a Sus brazos y los amó. Nunca antes hubo una persona en la faz de la tierra con la misericordia de este hombre, de este Hombre - Dios. Una vez, una procesión de un funeral pasó y vio a una madre llorando porque su hijo había muerto. Ella ya era una viuda y ahora no tenía hijo que cuidara de ella. ¿A quién le importaría? Jesús detuvo la procesión del funeral, puso Su mano sobre el ataúd, resucitó al niño de los muertos, porque Él se preocupaba.
Bueno, ese es el Señor. Misericordioso. Hebreos 2:17 dice que “Él fue hecho en todo como sus hermanos, para que se pudiera volver un Sumo Sacerdote misericordioso y fiel”. Tito 3:5 dice: “Él los salvó según Su misericordia”. Efesios 2: “Él es rico en misericordia”. Daniel 9 dice: “al Señor nuestro Dios pertenecen las misericordias y el perdón”. Y en Lamentaciones dice el más hermoso de todos los pasajes de misericordia, “es por las misericordias del Señor que no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana. Grande es Su fidelidad”.
Él es un Dios de misericordia. Él tiene misericordia para sanar. Misericordia para salvar. Y estuvo disponible a estos dos hombres, para estos dos hombres desesperados. Y entonces lo siguen, tienen el conocimiento correcto. Tienen la actitud correcta. Están gritando que creían que Él era el Mesías y rogándole que Él les extendiera la misericordia que realmente ni siquiera merecían. Y lo que me parece interesante es que Jesús no les pone atención. En absoluto. Él los deja seguir derramando su corazón y derramar su corazón manifestando de manera persistente su honestidad como una manera de sacarlos de la multitud inestable, de los superficiales. Y si la fe es real, van a persistir. No se van a dar la vuelta hasta que los sane. Lo van a seguir y entonces prueban su fe. Y los hace llevar a lo extremo para probar su legitimidad. Y entonces, vemos la condición de clamor.
En tercer lugar vemos la confrontación. Versículo 28. Finalmente, Él les responde. Pero observen lo que sucede. “Y llegado a la casa,” no solo cualquier casa, sino la casa, ¿qué casa? No sé qué casa. Pero la casa, la cual probablemente significa la casa en la que Él se quedó. ¿En qué casa se quedó? No estoy seguro, pero creo que pudo haber sido la casa de Pedro en Capernaum. Todavía están en la ciudad de Capernaum en la costa norte del mar de Galilea. Y están de regreso ahí. Van de regreso ahí. Él va a casa. Ahí es a dónde Él va, Él va a casa. Él va de regreso al lugar en el que Él se quedó. Él tenía una casa, quizás la casa de Pedro en Galilea. Él tenía una casa en Judá. Esta era la casa de María y Martha y Lázaro. Y está lo más cercano que jamás ha estado a tener una casa propia. Y Él finalmente llegó a casa, y había sido un día ocupado de enseñar y predicar y sanar…y caminar y lidiar con una masa de humanidad. Y ellos entraron a la casa.
Y observen lo que dice: “vinieron a Él los dos ciegos.” Me impacta la carencia total de privacidad que tuvo nuestro Señor. La presión incansable. La multitud de gente incansable que estaba ahí a Sus pies. Y Él entró en la casa y ellos entraron en la casa después de Él. Y no creo que alguno de nosotros podamos ni siquiera comenzar a concebir lo que debió haber sido el que estas personas en esa situación trágica se aferraran a Él a lo largo de Su ministerio, sin que Él conociera ningún momento de privacidad. A menos de que fuera ya tarde en la noche, cuando Él se iba a orar a un lugar privado.
Finalmente, en la casa, no puede evitarlos. Y hay una verdad importante aquí. Cada una de las sanidades que hemos visto en éste capítulo involucra persistencia; y así es como Jesús extrajo la fe verdadera. Esa es la razón por la que todas las curaciones que hemos visto hasta aquí no solo son sanidades físicas, sino también conversiones espirituales. Porque Él extrae, lleva su fe tan lejos. El paralítico, sus amigos para poder verlo sanar, literalmente tuvieron que destruir el techo. Eso es persistencia. Ellos no dijeron: “No, está muy lleno aquí, ¿sabes qué Carlos?, vamos de regreso, regresemos otro día.” No, deshicieron el techo. Y el líder de la sinagoga dijo: “Mi hija está muerta;” y Jesús comenzó ahí, y Él se detuvo, y toda la multitud estaba ahí. Y Él sanó a una mujer con un flujo de sangre y Él habló con ella. Y se puede imaginar que el líder realmente está preocupado y ansioso. Su hija está muerta. Y el tiempo está pasando y Jesús tiene este interludio.
Y después, tenemos ahí a la mujer con el flujo de sangre que se aferró a su borla y no lo soltó y Él dijo: “¿Quién me tocó?” y Él extrajo ese pequeño diálogo con ella. Y Él hizo que ella afirmara su fe. Y Él aquí hace que estos hombres ciegos lo sigan hasta la casa. Y en la casa, entonces se vuelve a ellos y Jesús les dice, versículo 28: “¿Creéis que puedo hacer esto?” Ésta es una pregunta simpática. “¿Creen que puedo hacer esto?” “Hombre, hemos estado aquí, hemos atravesado la multitud... si no creyéramos”…Diría usted, ¿por qué pregunta eso? Bueno, no creo que el propósito de la pregunta era negar su fe. Que Él era el Mesías. Lo cual ellos habían afirmado en la declaración “Hijo de David.” Ni siquiera creo que era para cuestionar si ellos creían o no que Él tenía el poder para hacerlo. Él sabía que ellos creían. Yo creo que la razón por la que les preguntó eso, en primer lugar, fue para oír la afirmación de su fe, en su propia confesión.
El apóstol Pablo dijo “si confesares con tu boca que Jesús es el Señor y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos serás salvo.” Y yo creo que Él está extrayendo una confesión verbal. Una afirmación de esa fe. Ellos pudieron haber dicho: “Bueno, pensamos que a lo mejor puede.” Pero Él quiere afirmar la legitimidad de su fe para que pueda mostrarse como un testimonio de lo que es necesario para la conversión genuina. Él dijo: “¿Creen que puedo hacer esto?” Y ellos dijeron: “Sí,” ¿qué? “Señor”.
“Si confesares con tu boca que Jesús es el” ¿qué? “Señor”. Esa fue la afirmación de su fe. Y yo creo también que Él quería separarlos de aquellos que estaban buscando un libertador político. Y Él realmente está diciendo ¿creen que estoy aquí como el que expresa poder Divino, no solo un líder político? No solo un hombre con carisma. No solo un ser humano competente. Pero ¿creen que Yo represento el poder de Dios para sanar su ceguera? ¿Qué estoy aquí como un emisario de Dios mismo? ¿Qué Mi Reino es divino y están dispuestos a afirmar Mi Señorío?
Ahora, como dije antes, la fe no es necesaria para sanar. Los Evangelios están cargados con ocasiones en las que Jesús sanó y la gente ni siquiera tuvo fe. No dice nada de que tuvieron fe. Pero la fe es necesaria para la conversión. Él quería llevar a estos hombres adonde su fe los llevaría. Y cuando un hombre dice “necesito misericordia,” cuando un hombre dice “Tú eres el Mesías prometido” y un hombre dice “creo que Tú tienes el poder divino de Dios” y un hombre dice “sí” y usa el título Señor, ésa es una fe salvadora consumada. Y Jesús estaba llevándolos ahí. Y creo que cuando ellos dicen “Sí, Señor” - aunque el Señor podría significar simplemente un término de dignidad, señor, o algo así - creo que en este caso, debido a todas las cosas que vemos aquí, que tenía el significado de lo que podría tener. Y creo que estaba lleno de todo el asombro y reverencia que podía incluir. Y creo que llenaba, estaba lleno de amor y adoración y sumisión y devoción. Fue una afirmación salvadora.
“Sí, Señor.” Y entonces pasamos de eso al cuarto lugar, a la conversión de los hombres. Vimos su condición, estaban ciegos; Su clamor, “ten misericordia de nosotros, Hijo de David”. La confrontación, “¿creen que puedo?” “Sí, Señor”. Y ahora la conversión. Y creo que tienen que usar esa palabra porque es mayor que una sanidad. Versículo 29: “Entonces les tocó los ojos, diciendo, ‘Conforme a vuestra fe os sea hecho.’ Y los ojos de ellos fueron abiertos”. Y creo que a ellos no solo se les abrieron sus ojos físicos, sino que en ese momento la flor de fe llegó a florecer de manera plena; y se volvieron hijos de Dios.
Con frecuencia, Jesús tocó a la gente. Con frecuencia, Él expresa ternura divina. Él tocó sus ojos. Me encanta eso. Tan simple. No hay fanfarria. Él no dice: “Ahora muévanse hacia atrás porque el poder va a volar en un minuto”. Él no les dice “súbanse a una roca grande” y les dice, “vean”. No, ustedes saben, no. No necesitas gastar mucha energía cuando eres Dios y lo único que tienes es un par de hombres ciegos. El que puede resucitar a todos los que han muerto de todas las tumbas que han sido excavadas, ciertamente puede manejar un par de hombres ciegos; y lo que hace es tocar sus ojos.
Y versículo 30: “los ojos de ellos fueron abiertos”. El tiempo aoristo declara este hecho en un instante asombroso. El gozo inimaginable conforme la vista se vuelve consciente. Y noten la frase final del versículo 29. “Conforme a vuestra fe os sea hecho”. ¿Qué quiere decir, “conforme a vuestra fe os sea hecho?” Bueno, ¿cuánta fe tienen? ¿Tuvieron suficiente fe para ser sanados? Sí. Y, ¿tuvieron suficiente fe para ser salvos? Sí. Si tuvieron suficiente fe para ser salvos, y eso es lo que tienen, porque fue de acuerdo con su fe lo que recibieron. No creo que la fe sea el asunto aquí en la sanidad. Creo que la fe es el punto en la salvación. “Tu fe es lo suficientemente grande como para incluir la redención. Y así se ha hecho para ti.” Ahí estaba su fe. ¿Saben? La fe en sí misma es nada. ¿Sabían eso? No es nada.
El arzobispo Trench escribió esto en 1902; y creo que es algo maravilloso. Él estaba escribiendo acerca de este mismo relato en Mateo y dijo esto: “La fe, la cual en sí misma no es nada, sin embargo el órgano para recibir todo”... Ahora escuche esto… “Es el eslabón de conducción entre la vaciedad del hombre y la llenura de Dios. Y aquí yace todo el valor que la fe tiene”…ahora escuche…”la fe es la cubeta que metemos en la fuente de la gracia de Dios, sin la cual el hombre nunca podría sacar el agua de vida de los pozos de la salvación. Porque los pozos son profundos y de sí mismo el hombre no tiene nada con qué sacarla. La fe es la bolsa, la cual en sí no puede hacer a su dueño rico. Sin embargo, enriquece de manera eficaz, mediante la riqueza que contiene.”
Ahí hay una gran declaración de la fe. “La fe es la cubeta que se mete en los pozos de la salvación. La fe es la bolsa, la cual en sí, no son las riquezas, sino lo que contiene las riquezas. Es aquello mediante lo cual recibimos lo que Dios en Su gracia nos da,” y Él dice “su bolsa es lo suficientemente grande para recibir todo lo que tengo que darle. Su cubeta es lo suficientemente grande como para sacar agua de los pozos de salvación”.
‘“Conforme a vuestra fe, os sea hecho.’ Y sus ojos fueron abiertos”. ¡Qué cosa tan increíble! Sí, Él tiene el poder para dar vista. Y Él tiene el poder para salvar. Vemos la condición, el clamor, la confrontación, la conversión. Ahora, escuche el mandato que da en el versículo 30. Él les dice: “Y los ojos de ellos fueron abiertos. Y Jesús les encargó rigurosamente diciendo, ‘Mirad que nadie lo sepa’”. ¡Oh no!, eso es terrible. Que nadie diga. ¿Cómo vamos a hacer eso? ¿Vamos a andar con nuestros ojos cerrados, chocando con todas las cosas, nada más para fingir? La gente que nos conoce va a saber. ¿Qué está diciendo aquí?
Él está hablando en serio. Él, dice aquí, “que les encargó rigurosamente”. Les encargó rigurosamente. Por cierto, ese es un verbo muy, muy fuerte. Inclusive es usado del ruido de un caballo. Él realmente les dijo: “que nadie lo sepa”. “Mirad que nadie lo sepa”. Tiene la idea de reprender a alguien en Marcos 14:5. Ahora, ¿por qué? Algunas personas dicen, “Bueno Él quiere esconder el hecho de que Él es un hacedor de milagros, obrador de milagros”. Bueno, claro, Él no quiere esconder eso. Lo estaba haciendo en público. Esa no es la razón por la que Él no quería que nadie supiera eso. Eso tampoco puede ser verdad. Porque sus amigos y parientes se van a dar cuenta inmediatamente, ¿no es cierto? Él va a entrar y va a poder ver.
Entonces, debe haber algo más grande aquí. Algo diferente que eso. No es que quería esconder Sus milagros, de lo contrario no los habría hecho en público. Y no es que no quería que nadie supiera, porque todo el mundo que está alrededor de este hombre va a saber. ¿Por qué les dijo que no esparcieran esto? ¿Que no le dijeran a todo el mundo?
Permítame decirle por qué creo que lo hizo. En primer lugar, la proclamación que los hombres ciegos habían hecho era que Él era el Hijo de David; y ese fue un título mesiánico. Y estar proclamando por todos lados a Jesús como Mesías, Hijo de David, heredero del trono, realmente podría producir, podría crear problemas. En primer lugar, los judíos no lo entenderían, porque Él no vino a través de la institución judía; y en segundo lugar, los romanos no lo entenderían tampoco porque César era el rey. Y en últimas, si usted conoce la historia de Cristo, fue esa afirmación misma de que Él era el Rey lo que lo llevó a la cruz. Y lo que está diciendo Él ahora es, “no es el momento de echar a andar eso todavía”. Dios está en una agenda divina. Y en segundo lugar, la gente tenía una tendencia de verlo, cuando oyeran estas cosas, simplemente como el obrador de milagros, lo cual le daba una publicidad algo peligrosa e innecesaria.
¿Usted se acuerda allá atrás en Juan 6 cuando lo vieron alimentar a los 5.000… inmediatamente lo querían hacer el rey? Y más adelante dice que Jesús les dijo, después de que lo siguieron por todos lados “Ustedes no me siguen por lo que digo, sino porque quieren comida gratis”. Entonces, Él tenía que enfrentar el problema de tratar de que ellos lo quisieran hacer rey. Y también tenía que enfrentar el problema de la publicidad por los problemas que pudiera causar. Él dijo: “No es momento de eso; entonces, simplemente no comiencen con eso”. No fue sino hasta el capítulo 10 que realmente comenzó a enviar a Sus apóstoles con el mensaje correcto, y no quería que alguien oyera un mensaje confuso, alguien que era nuevo como estos dos hombres. “Que quede claro, vamos a enviar a nuestros embajadores oficiales”.
Y creo, en tercer lugar, que Él todavía quería que la gente llegara a conclusiones por sí misma. Creo que todavía quería que la gente no oyera acerca de Él nada más por lo que alguien decía, sino que viniera y oyera por sí misma y viera y llegara a sus conclusiones. Y si estos hombres iban más allá del círculo de la gente que los conocía y comenzaban a publicarlo, la gente podría decir, ‘bueno, ¿cómo sabemos que realmente estaban ciegos? No creemos eso. No creemos eso.’ Hubiera sido mejor si la gente viniera por sí misma y lo examinara, y llegara a una conclusión.
Entonces, en esencia, esos son algunos pensamientos acerca de la razón. Él no quería un movimiento prematuro, inestable, que lo entronara, lo llevara al trono como rey. Él no quería mucha gente siguiéndolo que no estaba arrepentida y no entendía el Reino, simplemente buscando una atmósfera de circo. Él no quería comenzar una revolución para Él en el lugar equivocado y en el momento equivocado. Entonces Él dice: “No digan nada. Y lo digo en serio, no digan nada”. Muy fuerte. Y, ¿saben lo que hicieron? Versículo 31. “Pero salidos ellos divulgaron la fama de Él por toda aquella tierra”. Exactamente lo que Él no quiso que hicieran.
Bueno, se entiende. Digo, si has estado ciego y ahora puedes ver, habría una tendencia de contarle a la gente, de emocionarte por ello. La mayoría de nosotros, el Señor quiere que digamos cosas, y no lo hacemos. Pero hay ocasiones en las que Él no quiere que digamos cosas; y lo hacemos. Creo que es un pecado que sólo un corazón agradecido podría cometer, no obstante es un pecado. Y entonces lo llamo lo contrario de los hombres. Lo contrario de los hombres, la contrariedad de los hombres. Fueron mandados pero se comportaron de manera contraria al mandato.
Y no termina ahí. Y me da gusto que no termina. No puedo detenerme en el versículo 31. Por cierto, la próxima semana cubriremos el versículo 31 en otro contexto. Pero quiero pasar al versículo 32. La historia no termina ahí. Usted tiene la condición, estaban ciegos. El clamor, “Ten misericordia de nosotros, Hijo de David”. La confrontación, “¿Creen?” La conversión, “Conforme a vuestra fe”. El mandato, “No lo digan”. Y lo contrario, la contrariedad, “Lo dijeron por todos lados”. Y finalmente el compromiso, el compromiso de los hombres.
Podemos dudar si realmente eran hijos de Dios, si lo único que hicieron fue andar por todos lados desobedeciendo inmediatamente. Pero quiero mostrarles algo más que hicieron. Versículo 32: “Mientras salían ellos”…ahora pueden ver y salen de la casa… “mientras salían ellos,” he aquí…noten qué asombroso… “le trajeron un mudo, un hombre mudo”. La palabra es Kofas. Es traducida en Mateo 11:5 como alguien que no puede hablar. Probablemente significa sordo y mudo.
Ahora, este habría sido uno de sus amigos. Estaban ciegos. Y aquí está él, sordo y mudo, y juntos hacen una persona entera. ¿Se dan cuenta? Inmediatamente salen y van con su amigo, “le trajeron un mudo endemoniado.” Éste es el compromiso de los hombres. Uno de sus compañeros mendigos. Ser mudo era muy común en ese entonces. La infección en la parte media e interna del oído. Defectos congénitos.
Inclusive tenían unos problemas serio aquellos que no podían oír, de acuerdo con algunos escritores, por el hecho de que se acumulaba arena que era llevada por el viento y se acumulaba y se quedaba allí en la cerilla del oído porque no tenían una limpieza apropiada. Y entonces, de hecho, ellos llegaban a ser sordos de una manera muy simple como esa. Sin embargo, con este hombre no fue una de esas cosas. Su sordera y el hecho de que era mudo, se identifica de manera específica en el versículo 32. Estaba endemoniado. Él tenía una sordera y un estado de estar mudo causado por un demonio. Es posible, como vemos en las Escrituras, que los demonios puedan afectar a la gente de una manera física. Y habían afectado así a este hombre; pero nuestro Señor también tenía poder sobre ese reino.
Y entonces vemos en el versículo 33, “echado fuera el demonio, el mudo habló”. Eso no nos dice ni siquiera cómo el Señor lo hizo. De nuevo, no hay fanfarria por el poder, porque hay tanto de él. Es algo simple para Él. Él echa fuera el demonio y el hombre podía hablar. Ahora, escuche, no dice nada de la fe del hombre. No sabemos lo que estaba pasando. Aquí simplemente dice “sana.” Eso es todo. No hay nada de su fe, nada de su salvación. Pero lo que descubrimos es que los dos hombres ciegos inmediatamente se volvieron útiles para Cristo porque estaban involucrados a atraer a otros a Él.
Y me da gusto que la historia termina así. Sí, eran débiles y desobedientes, pero también estuvieron comprometidos, lo suficientemente comprometidos como para atraer a un compañero mendigo a Cristo. Ahora escuche, voy a terminar. Quiero que escuche con atención. La historia es simple, pero creo que es una de las analogías más hermosas de la salvación en todo el Evangelio de Mateo. Su ceguera se vuelve una analogía de ceguera espiritual. Estar perdido y cegado por nuestro pecado; y puede seguir a lo largo de la historia como si fuera una analogía de la salvación. Ahora, escuche, en primer lugar, tenían una necesidad. Estaban ciegos y lo sabían. Ahí es donde comienza la salvación. Nadie viene a Dios a menos de que perciba una necesidad. A menos de que sepa que no puede ver. Él está ciego. No tiene recursos. No tiene esperanza. No puede discernir la verdad. Hay un sentido de desesperación.
La necesidad después es seguida por conocimiento. Ellos descubrieron quién era Jesús. Sabían que era el Liberador, el Libertador, el Mesías, el Hijo de David. Su conocimiento era correcto. A partir de la necesidad, vino su conocimiento. Buscaron saber, buscaron la Verdad. Buscaron saber, encontraron la Verdad. Así es como se lleva a cabo la salvación. Primero hay una necesidad profunda. Y a partir de la necesidad profunda, viene una búsqueda de la respuesta correcta. Y después eso es seguido de un sentido de pecaminosidad. Ellos dijeron: “Ten misericordia. No estamos aquí para decirte que merecemos algo. Estamos aquí para decirte que necesitamos algo que no merecemos”. Y así es la salvación. Usted viene con un clamor de misericordia.
En cuarto lugar, hubo fe. Ellos dicen: “Sí, Señor, te seguimos persistentemente clamando a Ti. ¿Acaso eso no es evidencia de nuestra fe?” Búsqueda. El Antiguo Testamento dice: “Si me buscas con todo tu corazón me encontrarás”. Entonces, la salvación comienza con una necesidad; el conocimiento de la solución; un sentido de pecaminosidad, de que no mereces la solución; la fe que persiste en buscar; y después, viene la confesión. “¿Creen?” “Sí, Señor” La afirmación de Señorío. Sumisión, devoción, amor… “Sí, Señor, creemos.” Y después, viene la conversión. “Conforme a vuestra fe os sea hecho”. Y ¿saben lo que con frecuencia sigue a la conversión? Debilidad. Es cierto. Desobediencia. ¿Por qué? Porque cuando naces de nuevo, eres un bebé recién nacido en Cristo. ¿Verdad? Y los bebés no saben cómo discernir. Pueden ser echados de aquí para allá. No conocen las cosas profundas de Dios; y ahí hay cierta debilidad, cierta susceptibilidad a la desobediencia. A veces inclusive en su celo son desobedientes.
Pero finalmente la historia termina con utilidad. Mezclado con su desobediencia estaba su deseo de traer a alguien más a Jesucristo. Eso es con tanta frecuencia una realidad en un nuevo cristiano. No saben todo lo que está involucrado. Solo encuentran al sordo más cercano, al mudo más cercano y lo meten. Dicen: “Aquí está Señor” y no creo que el Señor sanó a ese hombre por la fe de ese hombre. No dice eso. Creo que sanó al hombre, para mostrarles a estos dos ciegos que iban a serle útiles en la extensión de Su Reino.
Entonces, es un retrato hermoso de cómo la salvación ocurre en una vida. Jesús es el Mesías. Si todavía no ha llegado usted a eso, está viviendo en oposición a toda la evidencia. Si usted todavía no ha llegado a la conversión que hemos visto en las vidas de estos hombres, usted todavía está en la oscuridad y ceguera de su pecado y de manera innecesaria, ya que Cristo se ofrece a Sí mismo como el que disipa la oscuridad.
George Lansing Taylor escribió esto: “¡Oh, Salvador, somos ciegos y mudos! A Ti venimos por vista y palabras. Toca nuestros ojos con los rayos brillantes de la verdad. Enséñale a nuestros labios a cantar Tu alabanza. Ayúdanos a sentir nuestra noche de lloro y buscar a través de todas las cosas para encontrar Tu luz, hasta que recibamos la feliz declaración “Conforme a vuestra fe os sea hecho”. Y después traeremos a Ti a los mudos, para que vean Tu gracia y te alaben.” Oremos juntos.
Padre, gracias por nuestro tiempo en esta mañana al examinar esta maravillosa historia. Gracias porque algún día conforme entremos a Tu presencia eterna, tendremos el privilegio de conocer a estos dos hombres que Tú redimiste ese día. Gracias porque Tú esperas igual por todo pecador que percibe una necesidad. Que sabe que es indigno. Que sabe que Tú eres la respuesta. Que persiste en fe. Que confiesa abiertamente. Tú estás esperando convertirlos Y después, aún en su debilidad, usarlo para la extensión de Tú reino. Señor gracias por todo lo que has hecho por nosotros y todo lo que has podido hacer a través de nosotros por Tu Espíritu. Y Padre, oramos porque Tú atraigas a ti a aquellos que Tú deseas que vengan. Gracias por Tu Palabra a nosotros el día de hoy. Traenos de regreso esta noche Señor en la maravilla del principio del libro de Romanos, conforme vemos al hombre que Tú usaste con tanto poder para escribir este libro y tantos otros. Prepara nuestros corazones aún para esta noche. Danos un gran día porque somos obedientes a Tu Palabra y a Tu voluntad, por causa de Jesús. Amén.
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