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Nos gustaría que tome su Biblia ahora, si es tan amable, y vea el capítulo 18 de Mateo. Mateo capítulo 18. Este gran capítulo tiene un solo tema realmente, la semejanza del creyente a un niño. Trata con temas relacionados con los hijos de Dios, aquellos que están en Su familia redimida. Y como hemos estado diciendo en esta serie en particular, la designación más común para el pueblo de Dios es niños. Comúnmente se nos llama niños. Y creo que Dios nos llama así, no solo porque somos linaje de Dios, sino porque somos dependientes, porque somos débiles, porque somos ignorantes, porque somos humildes, porque somos inmaduros. Todas esas características que son ciertas para los niños físicamente son ciertas para nosotros espiritualmente. Y cada sección del capítulo 18 habla del tema del pueblo de Dios como hijos.

Por ejemplo, en los versículos 3 y 4, Jesús dijo entramos en el reino como niños pequeños. En los versículos 5 al 9, debemos ser protegidos del pecado como niños pequeños. En los versículos 10 al 14, debemos ser cuidados como niños pequeños. En los versículos 15 al 20, debemos ser disciplinados como niños. En los versículos 21 al 35, debemos ser perdonados como niños.

Ahora, ya hemos visto el hecho de que debemos entrar al reino como niños. En los versículos 3 y 4, y también la semana pasada, examinamos la idea de que debemos ser protegidos del pecado como niños pequeños, en los versículos 5 al 9. Y esta mañana, llegamos a los versículos 10 al 14. Y solo una nota para algunos de ustedes. Hay una declaración familiar en este pasaje, en el versículo 11, en una versión: “Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido”. Los manuscritos más tempranos de Mateo no incluyen ese versículo, creemos que algún escriba lo metió.

Permítame agregar que es verdad, y pertenece a Lucas 19:10. Simplemente, no sabemos cómo llegó a Mateo 18, porque en todos los primeros manuscritos no está allí. Cuando algo no está en los primeros manuscritos y aparece en los manuscritos posteriores, pensamos que alguien más tarde lo metió. Entonces no estamos negando la verdad. Está en Lucas 19:10 y es verdad. Simplemente, no está en este texto en particular y no sabemos cómo logró colarse. Un escriba bien intencionado pensó que realzaba quizás lo que Mateo estaba diciendo. Entonces, en caso de que se pregunte por qué, sigo adelante como si no estuviera allí. No está allí.

Ahora, nos enfocamos la última vez en la advertencia muy fuerte de nuestro Señor contra cualquiera que haga que Sus hijos pequen. Una palabra muy fuerte de Él en los versículos 5 al 9. Ahora, en la misma línea general de pensamiento, estamos viendo esta mañana el lado positivo de ese negativo. En otras palabras, no sólo no debemos permitir o inducir a los cristianos a pecar, sino que debemos cuidarlos positivamente. Y veo que emerge eso de este pasaje, aunque comienza con algo negativo, termina con un enfoque muy positivo. Y por eso, me gusta pensar que los versículos 10 al 14 tratan sobre el cuidado de los hijos de Dios. El cuidado de los hijos de Dios.

Ahora, tenga en mente que el pasaje no está hablando de niños físicos. No se trata de infantes y niños pequeños físicamente. Está hablando de la semejanza del creyente a un niño, del que conoce a Jesucristo, que ha venido como niño, que es hijo de Dios. Y el niño pequeño, simplemente es una analogía para definir la naturaleza del que sigue a Dios, que ama al Señor Jesucristo. Así que está hablando de cristianos bajo la analogía de los niños pequeños.

Ahora, el texto básicamente nos dice que Dios cuida de Sus hijos. Esa es la verdad básica fundamental en este texto. Dios cuida de Sus hijos. Y usted puede verlo bastante bien en el versículo 14: “Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que uno de estos pequeños se pierda”, o sea estropeado, o sea arruinado, o sea llevado al desastre. El Padre, entonces, cuida de Sus hijos. Dios es un Dios que se preocupa por los Suyos.

Otro principio subyacente es este, que Dios los cuida por igual, que Él los cuida por igual. Él dice: “Uno de estos pequeños”, en el versículo 14. Él dice: “Uno de estos pequeños”, en el versículo 10. Y en ambas ocasiones, ese numérico “uno” se pone ahí para que nadie sea eliminado. Es muy importante que cada cristiano individual sea considerado como importante en el más alto sentido para el cuidado de Dios Padre.

Ahora, con eso en mente, veamos básicamente el texto. Versículo 10: “Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños, porque os digo que en los cielos sus ángeles ven siempre el rostro de mi Padre, que está en los cielos. ¿Qué pensáis si un hombre tiene cien ovejas y se descarría una de ellas, no deja las noventa y nueve y va a los montes a buscar la que se había descarriado? Y si acontece que la encuentra, de cierto os digo que se alegra más por aquella oveja que por la noventa y nueve que no se descarriaron. Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños”.

La idea que el texto nos sigue hablando como pequeños, como niños, enfatiza nuestra humildad. Enfatiza nuestra debilidad. Enfatiza nuestra condición baja, nuestra mansedumbre, nuestra dependencia. Y este es un elemento muy esencial para entender el plan redentor de Dios.

Por ejemplo, vea 1 Corintios capítulo 1 por un momento. Versículo 26. Recuerda que Jesús dijo: “Nadie entra en el reino sino como un niño pequeño”, uno que es humilde, dependiente, débil y manso, y así sucesivamente. Los altos y poderosos, los encumbrados, los soberbios y todos esos simplemente, no entran. Ellos no entran, no están interesados, no necesitan ayuda. La persona que entra viene cuando siente su propia insuficiencia, indignidad, bajeza, semejanza a un niño en necesidad, desesperada, y que uno haga lo que no puede hacer por sí mismo. Y así encontramos en 1 Corintios 1:26: “Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles”.

¿Ha notado eso en el cristianismo? En primer lugar, vea que dice “no muchos sabios”, no mucha intelectualidad de clase alta. Ahora, este es el gran intelectual. No hay muchos intelectuales, solo hay unos pocos, pero no muchos, no muchos, porque a menudo se satisfacen con su propia inteligencia.

Y luego, dice: “No hay muchos poderosos”. Eso tiene que ver con los grandes, los poderosos, los famosos, los influyentes. Y luego, dice: “No hay muchos nobles”. Eso tiene que ver con los de buena cuna, los de alto rango, los de la realeza. Las personas de clase alta básicamente no son las que dominan el reino de Dios.

Me sorprende que siempre haya personas que quieren estar ahí afuera, pensando que pueden ganar esas personas para el Señor. “Oh, si pudiéramos ganar estos intelectuales, y si pudiéramos ganar estos políticos, atletas, estrellas de cine, o líderes influyentes, famosos y poderosos. Si tan solo pudiéramos conseguir aquí a la gente de la realeza, a la gente de clase alta y demás, y ganar a esa gente para Cristo. Hombre, justo lo que Dios podría hacer en el mundo”. Y se olvidan que siempre ha sido así. No hay muchos sabios, y no hay muchos poderosos, y no hay muchos nobles. En lugar de los sabios, dice el por qué, versículo 27: “Tiene a los necios”. Y en lugar de los poderosos, tiene a los débiles. Y en el versículo 28, en lugar de los nobles, tiene a la gente común, lo bajo.

Ahora, esto es muy importante, porque lo que nos dice es que Dios se preocupa por la gente común. Dios cuida de los pequeños. Es por eso que en Mateo 25 dice: “Todo lo que hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”. Y creo que hay una razón muy clara por la que Dios ha hecho esto; está en el versículo 29: “Para que nadie se jacte delante de Dios”. Y luego en el versículo 31: “El que se gloría, gloríese en el Señor”.

Usted no entra en el reino de Dios por su intelecto. Usted no entra en el reino de Dios por su poder, influencia. Usted no entra en el reino de Dios por su nacimiento o su derecho de nacimiento. Esas personas parecen de alguna manera tan desinteresadas. Parecen carecer del tipo de humildad y desesperación de un niño pequeño que es necesario para que cualquiera entre en el reino. Dios ha escogido a los humildes.

Cuando Jesús vino a predicar en Lucas 4, se levantó y tomó el texto Isaías 61 y dijo que había venido y había sido ungido para predicar el evangelio a los pobres. A los pobres. A los ricos les cuesta entrar en el reino de los cielos. Es más fácil que los camellos pasen por el ojo de las agujas. En su mayoría, son los pobres.

Entonces, lo que usted tiene —téngalo en mente— es una gran cantidad de personas humildes en el reino. Muchos pequeños, muchas personas insignificantes. Todavía hay estratos y hay algunas de esas personas de nivel superior, pero la mayoría son solo personas comunes. Y el texto está diciendo que debemos cuidar de la gente común. Cada uno de estos pequeños. Porque cada uno de estos pequeños, dice el versículo 14: “Es objeto del cuidado especial del Padre”.

Ahora recuerde, los discípulos estaban discutiendo sobre quién iba a ser el más grande. Quién iba a ser el más exaltado entre ellos en el reino cuando viniera a la tierra. Y Jesús realmente les está dando más una respuesta de lo que esperaban. Les está diciendo que el más grande es el más humilde. El más grande es el más bajo. Y les dijo: “Ni siquiera pueden entrar en mi reino a menos que sean humildes. Y si quieren ser grandes en mi reino, deben ser humildes. Cuanto más humilde, más grande. Y en vez de provocarse unos a otros a la soberbia, y a la ambición, y al egoísmo, y a los celos y a la envidia, e inducir unos a otros al pecado” —ahora, entramos a nuestro texto versículos 10 al 14— “Deberían llevarse unos a otros a la justicia. Y en lugar de menospreciarse unos a otros y pensar que son dignos de elevación, deberían mirarse unos a otros hacia arriba, ya que Dios considera que cada uno es igual".

En otras palabras, aunque se presenta sólo como un pasaje de enseñanza, su contexto enriquece su impacto inmediato. Estos discípulos necesitaban saber que, si iban a impulsarse a sí mismos hacia arriba, tendrían que hacerlo a expensas de empujar hacia abajo a alguien más. Y eso fue en violación del corazón del Padre mismo, porque todos en Su reino son grandes, porque todos en Su reino son humildes, porque si no fueran humildes nunca habrían entrado en Su reino.

Entonces, en lugar de su soberbia y el egoísmo que creó los celos, la envidia y la soberbia y los llevó unos a otros al pecado, en lugar de su actitud descuidada que dice: “Quiero lo que quiero, ya sea que lo consigas tú o no”, deberían haber estado buscando el bienestar de los demás. Ese es el corazón de este texto.

Y para que no piense que es una nueva lección para nosotros, que estudiamos el Nuevo Testamento y que no ha sido dada hasta ahora, la hemos dado muchas veces. Cada vez que aludimos a Filipenses capítulo 2, vemos la misma verdad, donde el apóstol Pablo les dice a los creyentes filipenses: “Quisiera que vosotros tuvierais el mismo amor”. ¿Qué quieres decir con eso, Pablo? “Simplemente deseo que amen a todos por igual, que se preocupen igual por los demás”.

“¿Cómo haces eso, Pablo?” “Bueno, no miras tus propias cosas, sino las cosas de los demás. Dejas que cada hombre estime a los demás mejor que a sí mismo”. Filipenses 2 dice: “Porque esa es la mente de Cristo, quien cuando era Dios no pensó que era bueno aferrarse a esas cosas, sino que se humilló a sí mismo, y se hizo hombre y murió por nosotros”. En un sentido, Él nos miró como mejores que Él mismo. Estaba dispuesto a sacrificar todo lo que tenía —todo el honor, toda la gloria— y humillarse por nosotros.

Y ese es el espíritu de este texto. Pablo está diciendo en Filipenses 2: “No se miren unos a otros desde arriba, mírense unos a otros hacia arriba, mírate a ti mismo como en el fondo”. Y aquí, nuestro Señor está diciendo lo mismo en el versículo 10: “No menosprecien a estos pequeños”. Dios los ve en términos de estar debajo de ellos para considerar sus necesidades. Un principio muy importante.

Ahora, veamos el texto con sólo dos pensamientos: La regla y la razón. La regla y la razón. La regla está en el versículo 10: “Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños”. Deténgase ahí. Esa es la regla, ese es el principio, la norma, el estatuto, el mandamiento. “Mucha atención”, es simplemente una frase que significa “tenga cuidado”. “Mire que no lo haga”. “Tenga cuidado”, un mandato muy importante.

Nuevamente, tiene la sensación de que esto es una advertencia, que si no lo haces estás en problemas. La última vez dijo: “No guíes a un cristiano al pecado más te valdría que te pusieran una piedra de molino al cuello y te ahogaran en lo más hondo del mar”. Y aquí, él está diciendo: “Tengan cuidado”, y es una fuerte advertencia que implicaría que algo semejante podría ser mejor que hacer esto.

“Mirad que no menospreciéis”. La palabra “menospreciéis” en griego es muy interesante, katafroneo. Froneo tiene que ver con la mente y el pensamiento y kata es abajo. No vea hacia abajo a la gente, no se coloque usted aquí arriba y los vea como si estuvieran debajo de usted, como si estuvieran debajo de usted, mirándolos con desdén, mirándolos con indiferencia, como si no tuvieran valor, o si no sirvieran, o si no tuvieran algún tipo de estima, reteniéndolos en desprecio, no digno de su consideración.

Así que el mandato es muy simple. Y si usted toma el verbo subjetivo con una prohibición negativa, podría decir esto: “Sean advertidos. Esto nunca, nunca, nunca debería suceder, que ustedes menosprecien a uno de estos pequeños como si no tuvieran valor”. Eso es lo que dice. “Jamás hagan eso”.

Observe que dice: “Uno de estos pequeños”. Y de nuevo, le recuerdo que los pequeños tienen que ver con los cristianos, no con los infantes. Lo sabemos por el versículo 6: “Uno de estos pequeños que creen en mí”. Y esa es la clave que interpreta a los pequeños para nosotros, porque los pequeños no pueden creer en Jesucristo. Ellos no lo conocen. Así que los pequeños a quienes él se refiere es el grupo de los creyentes. Así que no menosprecies a un creyente, ni a uno. Esa suma numérica es muy importante. “No menosprecies a uno, ni a uno”.

Y usted sabe, el mundo ha hecho esto. El mundo ha hecho esto. El mundo ha menospreciado a los cristianos. Basta que el mundo menosprecie a los cristianos. Es suficiente que sean menospreciados, ridiculizados, despreciados, desdeñados y considerados como inútiles y sin valor. “Es suficiente que el mundo haga eso a estos pequeños que me pertenecen. Usted no debería hacer eso”. El Señor está principalmente interesado aquí en cómo los cristianos tratan a los cristianos.

Ahora creo que la iglesia ha captado el espíritu del mundo, lamentablemente. Parece que encontramos las enfermedades del mundo tan fácilmente. Y en el mundo, ya ve, desprecia usted a los simples y desprecia a los humildes y desprecia a los mansos, e inevitablemente exalta a los grandes y eleva a las estrellas y a los héroes. El Señor en el cielo se preocupa por los más pequeños, por los más pequeños de ellos. Él se preocupa por ellos —escuche esta palabra— igualmente, igualmente. Así que las palabras de Jesús son enfáticas. Él establece una advertencia constante en contra de menospreciar a uno solo de los hijitos de Dios, sin importar cuán aparentemente sin valor él o ella pueda parecer. No lo haga.

El salmista en ese Salmo 15 monumental, que habla de corazón del adorador verdadero dice: “El verdadero adorador” —me encanta esto— “honra a los que temen a Jehová”. Y así, debemos honrar a todos aquellos que temen a Jehová, sin importar dónde se encuentran en los estratos sociales. Nunca sea culpable usted de menospreciar a los hijos de Dios, sin importar quiénes sean. Usted sabe, somos muy buenos criticando. Somos muy buenos para reírnos de las debilidades de las personas, para reírnos de sus debilidades, ridiculizar sus fracasos.

Permítame describirle, por ejemplo, las formas en que menospreciamos a otros cristianos. Y ahora, sabremos qué evitar. Muy bien. Le voy a dar algunas formas en las que tendemos a menospreciar a otros cristianos.

Primero, al alardear nuestra libertad, al alardear nuestra libertad. Estudiamos esto un poco en Romanos la semana pasada, cuando aludimos a los capítulos 14 y 15. La implicación del capítulo 14 es que había algunos cristianos que habían sido cristianos por un tiempo, tal vez bastante maduros, y hacía mucho tiempo que habían cortado el cordón con el judaísmo. Ya no estaban aferrados al día de reposo, no estaban obsesionados con ciertas leyes dietéticas, eran libres y comían carne de cerdo, por así decirlo, y vivían en violación de la ley antigua tradicional del día de reposo. Realmente, ya no estaban obligados por ello, se sentían muy libres. La primera parte de Romanos 14 dice eso.

Y luego, venía un grupo nuevo de cristianos que acababan de salir de eso y todavía estaban atados en su conciencia debido a años de lealtad. Estaban obligados al día de reposo y estaban obligados a las festividades, estaban obligados a cierto tipo de leyes dietéticas. Y Pablo dice: “Tú que has sido librado de eso, tú no uses tu libertad para oprimir a esas personas y hacerlas tropezar, y entristecerlas, y dañarlas y lastimarlas”.

Y eso es exactamente de lo que estoy hablando. Menospreciamos a otros cristianos cuando hacemos alarde de nuestra libertad con la actitud: “Bueno, no me importa lo que le haga a él, a quién le importa cómo se siente al respecto. Esta es mi libertad; soy libre de hacerlo, que me importa lo que me digan”. Y puede que no lo digamos tan audazmente, pero a menudo podemos actuar de esa manera.

Y eso es lo que Pedro dice en 1 Pedro 2:16, es “usar tu libertad como un manto de maldad”. En otras palabras, la persona que dice: “Mira, no me importa lo que piensen esas personas, soy libre de hacer esto si quiero. No está prohibido en la Biblia. Voy a hacer esto, incluso si los hace tropezar. No van a hacer que me ajuste a su estándar”.

Algunas personas me han dicho: “Bueno, escucha, no puedo pasar toda mi vida tratando de adaptarme al problema de todos. Digo, simplemente van a tener que superar el mío”. Algunas personas me han dicho: “Sabes, sé que le molesta a tal y tal que yo beba, pero ese es su problema, soy libre en Cristo y lo voy a hacer”. Pero Pablo dice en Romanos 14: “No destruyas el reino de Dios en la vida de esa persona a causa de algo que bebes o algo que comes”.

Digo, hay un sentido en el que usted está menospreciando a esa persona. Está diciendo: “Mira, voy a hacer lo que quiero hacer, porque soy más importante para mí que tú”. Tengan cuidado, amigos. Usted no debe vivir así porque no debe vivir con las consecuencias de vivir así y ciertamente, no debe violar los principios del Salvador que dice que usted ama. Entonces, una forma en la que menospreciamos a otras personas es haciendo alarde de nuestra libertad.

Hay una segunda forma. Creo que menospreciamos a otras personas no sólo al hacer alarde de nuestra libertad —y creo que eso es tan importante que lo enfatizaría más. Permítame recordarle Romanos 14:3: “El que come no menosprecie al que no come”. Y allí, usa el mismo término. Usted menosprecia a alguien cuando usted usa su libertad contra la conciencia del otro.

Pero hay una segunda manera, y veo esto en Santiago, capítulo 2. Véalo allí. Santiago 2: “Hermanos, no tengáis la fe de nuestro Señor Jesucristo, el Señor de gloria, con la acepción de personas”. En otras palabras: “Si usted es cristiano y está en la fe, no mantenga esa fe, sea parte de la familia de Dios, y tenga en su corazón respeto hacia las personas,” —en otras palabras— que piense en algunas personas como mejores que otras.

“Y si en vuestra congregación entra un hombre con un anillo de oro, vestido con ropa lujosa, y entra un hombre con ropa sucia y abominable, y tiene respeto por el que lleva la ropa fina, y le dice, siéntate tú aquí en buen lugar, y les dice a los pobres, párate tú allí, o siéntate aquí debajo de mi estrado, quítense del camino, ¿sí? ¿No son parciales en ustedes mismos si se están convirtiendo en jueces con malos pensamientos? Escuchen, amados míos. ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman? Pero habéis menospreciado a los pobres. ¿Acaso los ricos no los oprimen y los llevan ante los tribunales? ¿No blasfeman ellos ese nombre digno por el cual sois llamados?”

Digo, ciertamente no querría atender a los ricos únicamente, han sido un problema para la iglesia durante mucho tiempo. “Si cumplís la ley real, según la escritura, amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis, pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado”. Versículo 6. “Han menospreciado a los pobres”.

Hay una segunda forma en la que usted menosprecia a las personas, al menospreciar a los bajos, al menospreciar a las personas bajas, de condición baja, considerando a la gente bajo su posición social en la vida como indignas de su preocupación o atención. Nosotros hacemos eso. Hombre, hacemos todo lo que podemos para acolchar el asiento del de arriba y simplemente, no nos gusta que los de abajo ni siquiera nos interrumpan. Eso es menospreciar a uno de los pequeños.

Hay una tercera forma en que menospreciamos a los cristianos, 1 Corintios, capítulo 11. Primera de Corintios. No sabía que había tantos de estos en las escrituras hasta que llegué a buscarlos todos; y revisando las Escrituras, y 1 Corintios, capítulo 11. La iglesia se había reunido regularmente para una fiesta de amor y la cena del Señor. Y en el versículo 20 de 1 Corintios 11, Pablo dice: “Cuando reunís por lo tanto en un solo lugar, esta no es la cena del Señor que ustedes comen. Ustedes podrían pensar que están comiendo la cena del Señor, pero no es la cena del Señor. Realmente, la han echado a perder”. Y así es como lo han hecho versículo 21: “Porque al comer, cada uno toma antes que el otro su propia cena”. Ahora, qué le parecería a usted ir a una comida compartida como esa, donde todas las personas que trajeron la comida llegaron una hora antes; y cuando llegó la multitud, la gente que lo trajo, se lo había comido todo.

Es por eso que Pablo dice en el siguiente versículo: “¿No tienen casa para comer? Si todo lo que quieren hacer es comer, quédense en casa”. El resultado de esto es que uno tiene hambre. O sea, la gente que no tenía nada, los pobres de la iglesia venían esperando encontrar algún alimento que les trajeran los que tenían alimento, pero la gente que lo tenía todo, se lo comió todo. De hecho, se emborracharon. Entonces, tiene a la mitad del grupo borracho y la otra mitad, hambriento. Y les dice en el versículo 22: “¿Menospreciáis a la iglesia de Dios y avergonzáis a los que no tienen?”

Usted menosprecia a una persona a retener lo que necesita esa persona. Menospreciamos a las personas haciendo alarde de nuestra libertad, menospreciando a los de condición baja y negándonos a los necesitados, consumiendo todo, sin pensar en los que no tienen, por exceso de satisfacción personal, materialismo, consumismo.

Hay una cuarta forma en 2 Corintios capítulo 10. Me gustaría poder dedicar más tiempo a cada una de éstas. En 2 Corintios capítulo 10. Es un capítulo muy, muy fascinante. Estos representantes de Dios autodenominados, egoístas, soberbios, autoproclamados, estaban condenando a Pablo. Realmente, lo menospreciaron. Y lo menospreciaron por una razón interesante. Versículo 10, 2 Corintios 10: “Porque sus cartas”, dicen ellos, “son pesadas y poderosas, pero su presencia corporal es débil y su palabra, menospreciable”.

Hay una cuarta forma: al ridiculizar las características físicas de alguien. Al ridiculizar las características físicas de alguien, al burlarse de su apariencia o de su forma de hablar. Y llegamos a hacer esto. Y hacemos esto. La clase alta, ya sabe, queremos a toda la gente rica, hermosa y encantadora. Y los medios continuamente lanzan un torrente de esas cosas, que son las únicas personas con las que vale la pena hablar, ellos son las únicas personas cuyas opiniones importan.

Recuerdo que alguien me estaba contando cuando Moody fue a Cambridge. Cambridge, el lugar más educado académicamente del mundo. Él iba a hablar, y dijo al comienzo de su mensaje: “No dejes que nadie te diga que Dios no te ama, porque te ama”. Hombre, llamó su atención. Él había sido objeto de burla en los periódicos por su falta de inglés adecuado.

Menospreciamos a la gente con tanta frecuencia debido a su apariencia física, o debido a su vocabulario sencillo, o debido a su ropa sencilla, o su estilo de vida sencillo, sus condiciones de vida modestas. No debemos hacer eso. Eso está mal.

Permítame darle otra: Gálatas 6. Gálatas 6, versículo 1: “Si a alguno fuera sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo. Porque si un hombre se cree ser algo cuando no es nada, se engaña a sí mismo”.

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¿Sabe qué? Otra forma en la que podemos menospreciar a las personas: al ver con indiferencia a un cristiano que ha caído, al ver con indiferencia a un cristiano que ha caído. Usted sólo quiere empujarlo fuera del camino. “Bueno, digo, tuvo su oportunidad, tomó su decisión, así es como él decidió vivir, y sólo le vamos a decir se acabó. Amigos, eso es todo. Nos limpiamos las manos, nos limpiamos”.

Eso está mal. Esa no es la manera de tratar a esa persona. Usted debe restaurarlo en mansedumbre, en humildad. Se necesita humildad para estar dispuesto a hacer eso. Tiene que bajarse. “Bueno, soy demasiado bueno para ensuciarme las manos con este tipo que manchó su vida de esta manera”. Y está diciendo, de hecho: “Yo voy a descender ahí, mi hermano, y te voy a levantar, te voy a llevar tu carga y voy a cumplir la ley de Cristo”. ¿Y qué es la ley de Cristo? Que debe amar. Esa es la ley de Cristo. Y si usted es demasiado bueno para eso, versículo 3, ¿a quién está engañando? No a Dios, sólo a usted.

¿Cómo menospreciamos a otros? Al hacer alarde de nuestra libertad, al menospreciar a los humildes, al menospreciar a los de condición baja, al negarnos a los necesitados, al ridiculizar las características físicas de alguien, al mirar con indiferencia a un cristiano que ha caído. Y ya sabe, a veces decimos: “Bueno, él está recibiendo el juicio de Dios”.

Allá en el cuarto capítulo de Gálatas, a Pablo le pasó esto. Él dice en el versículo 13: “Vosotros sabéis que por flaqueza de la carne os anuncié el evangelio al principio”. Y él tenía una enfermedad tremenda de la carne, tenía una enfermedad grave, vino allí, predicó y aparentemente fue un problema para ellos, porque el versículo 14 dice: “Y vuestra prueba que estuvo en mi carne no la despreciasteis”. “Digo, no me menospreciaste cuando les estaba predicando el evangelio, aunque debió haber sido difícil para ustedes. No me despreciaron y no me rechazaron, y ahora, me están rechazando”.

Versículo 16: “¿Me he vuelto vuestro enemigo porque os digo la verdad?” Ahora él dice: “No me despreciaron cuando les di el evangelio. Ahora cuando regreso a ustedes y les digo, ‘corrijan su vida espiritualmente’, ¿me van a despreciar?”.

Esto me lleva a un sexto principio: Menospreciamos a la gente cuando rechazamos a aquellos que confrontan nuestra pecaminosidad. Despreciamos a otro creyente cuando rechazamos a la persona que confronta nuestra pecaminosidad. Decimos: “¿Quién se cree que me está confrontando?” “¿Quién cree que es al confrontarme?”.

En el proceso de disciplina eso sucedió muchas veces cuando me acerqué a una persona y le dije: “Mira, tu vida está fuera de lugar y esto es lo que necesitas hacer para enderezar tu vida”. Y su respuesta fue: “Bueno, ¿quién crees tú que eres?”. Y desprecian al que busca ayudar.

Pablo tuvo la misma situación en la iglesia de Corinto, 1 Corintios 4:10. Él dice en términos sarcásticos: “Nosotros somos necios por amor de Cristo, pero vosotros sois sabios. Somos débiles, pero ustedes son fuertes, son honorables, pero nosotros somos menospreciados”. Había venido a los corintios con un mensaje de arrepentimiento y un mensaje de “arreglen las cosas”, y lo menospreciaron.

Al final de 1 Corintios, vea el 16:10, 1 Corintios 16:10 él dice: “Si viene Timoteo, mirad que esté con vosotros sin temor, no lo asusten”; —Los corintios eran un grupo duro— “porque él hace la obra del Señor como yo, y que nadie por lo tanto lo menosprecie. No lo vean hacia abajo, él va a venir y los va a confrontar. Él va a venir y les va a decir lo que necesitan saber. No lo vean hacia abajo, no lo menosprecien”.

¿Sabe lo que Pablo le dijo a Tito en Tito 2:15? “Estas palabras, esto habla, exhorta y reprende con toda autoridad y ninguno te menosprecie”. Y le dijo a Timoteo: “Ninguno menosprecie” —¿Qué?— “tu juventud”, solo porque eres joven. No dejes que te menosprecien si dices la verdad de Dios. Escuche, menospreciamos a otros cristianos si vienen con amor y vienen preocupados y nos confrontan sobre nuestro pecado, y si no los aceptamos, los estamos menospreciando. Eso está mal.

Le voy a dar otra manera, 1 Tesalonicenses capítulo 4: Menospreciamos a un creyente cuando lo usamos para nuestro propio beneficio egoísta —esto sucede mucho— cuando lo usamos para nuestro propio beneficio egoísta. Primera de Tesalonicenses 4:6: “Que nadie llegue a defraudar” —literalmente significa aprovecharse— “de su hermano en cualquier asunto” —ni sexualmente, ni económicamente, ni socialmente. Jamás, de ninguna manera debemos aprovecharnos, o en otras palabras, beneficiarnos de su pérdida de ninguna manera— “porque el Señor es el vengador de todo esto”.

Ahora, aquí estamos amigos. Cuando menospreciamos a otro creyente, aprovechándonos de él, el Señor va a pagarnos. “Porque no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación. Y por tanto, el que desprecia a ese creyente al hacer eso, no desprecia al hombre, sino a Dios, quien plantó al Espíritu Santo en él”. Así que realmente estás tratando con Dios, quien es uno con ese creyente.

Ahora, ¿cómo menospreciamos a otros cristianos? Al hacer alarde de nuestra libertad, al ser desconsiderados con los humildes o los de baja condición, al negarnos a los necesitados mientras nos complacemos a nosotros mismos, al ridiculizar los rasgos físicos de alguien, al mirar con indiferencia a un cristiano que ha caído, al rechazar a quienes confrontan nuestra pecaminosidad y al aprovecharse de un creyente para beneficio personal.

Ahora, regresemos a Mateo 18. Y, escuche, el versículo 10 dice: “Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños”. No lo haga. Todas estas maneras deben ser rechazadas. Esa es la regla. Aquí vienen las razones. Tres razones: Versículos 10, 12, 13, 14. Muy rápido, aquí vienen.

Versículo 10, razón número uno: “Porque os digo que sus ángeles en los cielos siempre ven el rostro de mi padre que está en los cielos”. ¿Por qué no debemos menospreciar a otro cristiano? Debido a su relación con los ángeles —¿entendió eso?— Su relación con los ángeles. Esa es una declaración maravillosa.

Cuando llegué a esto, quería volver a enseñar la serie que hicimos hace algunos años sobre el ejército invisible de Dios, y volver a toda la angelología —un gran, gran estudio de los ángeles santos de Dios. Pero me resistí a eso por el bien de cubrir el texto.

Déjame decirle lo que significa. Véanlo: “Yo os digo”, eso es enfático, “con toda mi autoridad, solemnemente les afirmo que en el cielo sus ángeles”. Ahora, eso es genial. Eso significa que arriba en el cielo el pueblo de Dios tiene algunos ángeles. ¿Lo ve? “Sus ángeles”. Pertenecen a los creyentes. Son nuestros ángeles. Son para nosotros.

Hebreos 1:14. ¿Conoce ese pasaje? Un pasaje tremendamente importante, hablando de los ángeles y él dice: “¿No son todos espíritus ministradores enviados para servir a los que han de ser herederos de salvación?” Los ángeles en el cielo son espíritus ministradores enviados para servir al pueblo de Dios.

Entonces, él dice: “¿Cómo podría llegar a menospreciar a estos pequeños cuando son cuidados de manera especial por los ángeles? Los ángeles santos. Los ángeles eternamente santos. ¿Qué ángeles? “Los que siempre contemplan el rostro de mi Padre”. ¿Qué significa eso? Eso significa que son santos, porque si no lo fueran, no podrían acercarse tanto, ¿verdad? “Aquellos que viven en la presencia de Dios. Aquellos que tienen acceso al trono eterno del Padre en los cielos, esas criaturas santas, son los ángeles especiales entregados al cuidado de mis pequeños”. Por eso, más vale que tenga cuidado con cómo trata a los pequeños. No quiere tener un montón de esos ángeles santos en su cuello. ¿Verdad?

Ahora, permítame decirle lo que este versículo no significa. No significa que todo bebé pequeño tenga un ángel guardián por dos razones. La primera, no dice eso. En segundo lugar, no se trata de bebés físicos. Tampoco significa que cada cristiano tenga su propio ángel personal. Tampoco dice eso. Simplemente, dice: “Sus ángeles colectivamente están en el cielo parados en la presencia misma de Dios. Ellos son los ángeles de su presencia. Son los santos ángeles que tienen acceso a su trono”. Ellos contemplan el rostro de Él, y esos ángeles tienen como su misión especial el cuidado de los pequeños de Dios. Eso es todo lo que dice.

Usted no puede concluir a partir de ese texto que todo bebé tiene su propio ángel, que todo cristiano tiene su propio ángel. Esa teoría creció, pero es una tontería porque los ángeles pierden el tiempo cuando estábamos dormidos, simplemente sentados jugando con sus pulgares celestiales. Digo, no tendría ningún sentido en absoluto. Además, hay momentos en que algunos de nosotros necesitamos un montón de ellos y tendríamos que pedirlos prestados a otra persona. Eso no se enseña en las Escrituras.

Sin embargo, se hizo creer en el judaísmo, la tradición judía y la superstición. Aparece en la hermosa historia llamada Tobías, donde todos, cada niño pequeño tiene su propio ángel. De hecho, los judíos sí creían en esto en el tiempo de nuestro Señor. Y por eso en Hechos 12 y 15, recuerda cuando estaban orando para que Pedro saliera de la cárcel y el Señor libró a Pedro y él tocó la puerta y la niñita vino a la puerta, regresó y dijo, “es Pedro”. Dijeron: “No, no, está en la cárcel”. Estaban orando para que saliera, simplemente no creen que pasaría.

Entonces, alguien dice: “Oh, es su ángel”. Ahora, eso no necesariamente fue teológicamente correcto. Lo que hizo fue expresar una superstición en ese momento; y la superstición era que todos tenían un ángel y que cuando moría era muy probable que su ángel se apareciera a las personas que lo amaban a usted después de su muerte para hacerles saber que usted se había ido. Y entonces, dicen: “No, esto significa que Pedro está muerto”.

Así que expresan esa superstición común que no se enseña las Escrituras en absoluto. Todo lo que dice en ese versículo es que Dios tiene a todos estos ángeles parados en Su presencia, indicando Su santidad infinita y que son enviados para el cuidado de Sus pequeños. Es un gran pensamiento.

Es una especie de reminiscencia de la costumbre oriental, donde había personas que estaban en presencia del rey. Primero de Reyes, capítulo 10, 2 Reyes, capítulo 25, habla de aquellos que están en presencia del rey. Y este rey, el rey de todos los reyes tiene en su presencia, estos santos seres, especialmente apartados y son para el cuidado de sus hijos. Entonces, cuando te estás metiendo con los hijos de Dios, incluso con los más pequeños y humildes de ellos, estás jugando con aquellos a quienes los ángeles se dedican a cuidar. Y bien puede ser que cuanto más débiles, y más humildes y mansos sean, más ángeles ministrarán en su favor.

Hay un segundo principio muy importante aquí. La primera razón por la que debemos cuidar a los hijos de Dios es por su relación con los ángeles. Permítame meter una segunda, su relación con Cristo, su relación con Cristo. Y quiero llevar eso de regreso al versículo 5, porque el versículo 5 realmente encaja en el flujo de pensamiento aquí.

Recuerda en el versículo 5 Jesús dijo: “Cualquiera que recibe en mi nombre un niño como éste, a mí me recibe”. Recuerda cuando estudiamos eso, entramos en gran detalle sobre el hecho de que el creyente es uno con Jesucristo. De modo que cuando usted menosprecia un creyente, ¿a quién está menospreciando de hecho? A Jesucristo.

Para que no piense que eso es exagerar, vea por un momento Lucas 10:16. Lucas 10:16. Aquí, nuestro Señor dice esto: “El que a vosotros oye, a mí me oye, y el que a vosotros desprecia, a mí me desprecia”. Jesús estaba enviando a los setenta, de dos en dos. Él dijo: “Miren: si los menosprecian ustedes, me menosprecian a mí”. Hombre, qué declaración, qué declaración.

Cristo es uno con sus pequeños. Cuando usted menosprecia a uno de ellos, no importa cuán bajo, cuán humilde, cuán poco atractivo, cuán simple, cuán desprovisto de comida terrenal, y ve a esa persona como si no tuviera valor, sin utilidad, sin valor, usted menosprecia a Jesucristo. Él pensó que no era algo a qué aferrarse para mantener su gloria, pero Él descendió por el bien de ese humilde y compró a ese humilde con Su propia sangre preciosa. Gran precio.

Los fariseos y los escribas, cuando encontraron a alguien que era humilde, a alguien que era insignificante o sin educación, sin preparación, sin ser intelectual, sin buena cuna, sin influencia, sin dinero, menospreciaron, aplastaron, pisotearon a ese tipo de personas.

Muy opuesto al Mesías. Uno de los grandes versículos de Mateo es el capítulo 12, versículo 20. En comparación con la desolación miserable de los fariseos contra los pobres y los débiles, se dice del Mesías, en Mateo 12:20: “La caña cascada no quebrará, y el pábilo que humea no apagará”. Una caña cascada tratando de mantenerse erguida en el viento, pero magullada al punto ya de doblarse y caerse, un pábilo humeante tratando de mantenerse encendido, el fuego tratando de estar vivo, pero todo lo que queda es un pequeño, pequeño indicio de luz. Y viene el humo que indica su parpadeo.

Cuando Jesús se encuentra a alguien que está quebrantado y cuya luz de vida está parpadeando, él no lo rompe más y pisotea la llama que queda, como lo hicieron los fariseos. Él no quebranta la caña cascada y no apaga el pábilo que humea. Más bien, fortalece la caña cascada y alimenta al pábilo que humea.

A los débiles y los indefensos, los impotentes, los destruidos por el pecado y el sufrimiento, los doblados con preocupación, los que carecen de recursos, los que el mundo aparta y pisotea, y desprecia, y aplasta y trata con menosprecio. El Señor ama y reúne a las personas quebrantadas en Su corazón. Él sana a los enfermos, Él levanta a los marginados, Él anima a los temerosos, Él fortalece a los que dudan, Él alimenta al hambriento, Él perdona a los pecadores. No sólo eso, Él asume su tristeza, asume sus aflicciones, asume su dolor, intercambia su amor. Ahora escuche, cuando usted menosprecia a un pequeño, usted lo hace contra los ángeles santos y contra el Señor Jesucristo mismo.

Finalmente, la tercera razón hermosa, hermosa. La relación de los creyentes con el Padre. La relación de los creyentes con el Padre. Se da una parábola, véala en el versículo 12: “¿Qué os parece?” En otras palabras, piense junto conmigo. Razone esto conmigo. Sea provocado a pensar.

“Si un hombre tiene cien ovejas”. Ahora, si un hombre tuviera cien ovejas, sería un hombre rico. Eso es un montón de ovejas. Le voy a decir otra cosa, “si un hombre tuviera cien ovejas, no perdería ninguna si se le extraviara una”. Digo, normalmente si todo lo que fueran, fueran cien ovejas.

“Pero digamos que este hombre tenía cien ovejas”, dijo Jesús: “Una de ellas se ha ido. ¿No deja a las noventa y nueve y va a los montes a buscar la que se había descarriado?” Ahora, sólo una forma en que un hombre haría eso, tendría que saber que la oveja se había ido. Pero digo, si está en el campo, y en el pasto y las ovejas están deambulando por todos lados, ¿cómo va a saber que la oveja se ha ido? ¿Va a tener que parar y tratar de contar esas ovejas serpenteantes por todo el lugar?

No me parece. Creo que la idea aquí es muy, muy hermosa. Creo que un pastor conocía tan bien a sus ovejas, que se perdió la presencia de una debido a su singularidad. No porque no cuadrara cuando se, matemáticamente se calculó. No era cuestión de contar todo el día, era cuestión de perder una, porque no había las características inimitables de esa única oveja que conocías bien representada en el escenario del campo.

El pastor realmente conocía todas las ovejas. De hecho, la mayoría de los pastores conocían cada pequeña idiosincrasia de cada oveja, cada pequeña peculiaridad, cada pequeña cosa que hacía la oveja, que era única de esa oveja, porque las inspeccionaban todas las noches, mientras las llevaban al redil para la noche, y así, el pastor echaría de menos a la única oveja.

En el versículo 13: “Si acontece que sale y la encuentra de cierto, os digo que se alegra más por aquella oveja que por las noventa y nueve, que no se descarriaron”. Esta es una parábola simple, quizás la parábola más simple que el Señor haya dado, muy fácil de entender. Todo lo que simplemente dice está envuelto en el versículo 14: “Así es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos. Él no quiere que uno de estos pequeños se aleje, perezca”. En otras palabras: “Dios se preocupa de Sus ovejitas”. Ese es el punto.

Esta parábola, por cierto, también se usa en Lucas 15, versículos 3 al 7. Allí se usa en referencia a los incrédulos, aquí se usa en referencia a los creyentes. En cada caso, encaja maravillosamente con el contexto y la intención del Señor.

En Palestina era fácil que las ovejas se descarriaran. Había pequeños valles, barrancos, colinas, salientes y precipicios por todas partes ;y podrían alejarse. Los pastores palestinos se convirtieron en expertos en rastrear ovejas perdidas, arrebatárselas a los leones, sacarlas de arbustos espinosos, sacarlas de las cornisas donde habían quedado abandonadas. Y si esa ovejita fuera devuelta viva y se enroscara con las patas alrededor del cuello de su pastor, habría más gozo en su corazón que las noventa y nueve que no fueron a ninguna parte. Este es el corazón de un pastor verdadero. Cada oveja era importante.

Creo que la implicación aquí es un cristiano que se desvía hacia el pecado, el pecado moral, el pecado espiritual, la falsa doctrina, del tipo que sea. Aquí está el cristiano que se está desviando, que se aleja del rebaño y es extrañado por el Padre. Esto no era cierto para los líderes espirituales en Israel. Podría haberles importado menos. Devoraban a las ovejas. Nunca las traían de regreso. Nunca vendaron sus heridas rotas, pero nunca vendaron sus heridas.

Pero el pastor verdadero lo hizo, siempre lo ha hecho. Pedro lo dijo: “Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él” —¿qué?— “Cuida de vosotros”. “Cuida de vosotros” —1 Pedro 5:7— “Él cuida de vosotros”. Y Él se preocupa por cada uno de ellos. La Biblia dice repetidamente: “No hay acepción de personas para con Dios”. No tiene ningún favorito. Él no dice nada acerca de las ovejas. Él no dice Su oveja más gorda, Su mejor oveja, Su oveja más valiosa, Su oveja mascota. No importaba, era sólo una de las ovejas. Pero cada una de ellas era igualmente importante para el Señor, porque no hay una valoración específica dada a uno sobre el otro.

Me encanta lo que dice en Job 34:19. Habla de Dios y dice: “Cuanto menos al que no acepta la figura de los príncipes, ni mira al rico más que al pobre, porque todos son obra de sus manos”. Los príncipes no son favorecidos particularmente por Dios, ni los considera mejores que los pobres. Incluso en Mateo 25, cuando los hombres son juzgados y enviados al infierno eterno por lo que han hecho, él dice: “Por cuanto no lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños”. No hay parcialidad con Dios.

Ahora, ¿qué vemos aquí sobre el amor del pastor? Primero, es un amor individual. Una oveja de cien. Sin embargo, el pastor no descansó hasta que la trajera a casa. Y ese es el amor del padre como pastor. Es un amor infinito. No ve rebaños. Ve ovejas individuales y cada uno tiene una relación especial íntima con Él.

He pensado en esto recientemente, que una de las cosas que me hace ser capaz de entender la eternidad en términos de su significado muy especial, es que a lo largo de toda la eternidad, seré en el cielo para Dios lo que nadie más será para él, porque soy un individuo. Eso hace que el cielo sea maravilloso. Durante años, pensé que el cielo era un montón de gente perfecta dando vueltas. ¿Y cómo podría Dios preocuparse por uno sobre otro?

Bueno, no es que a Él le importe uno más que otro. Es que cada uno de ellos es tan único que existe en la relación con el Dios eterno, a lo largo de todos los eones de la eternidad. Una intimidad que no puede ser conocida por nadie más que por quien la comparte. Y así, Él conoce a las ovejas. Y con conocimiento perfecto, extraña al que se extravía. Entonces, es un cuidado individual.

En segundo lugar, es un cuidado paciente. Él tiene más paciencia con Sus hijos necios que la que nosotros tenemos, creo yo. Las ovejas pueden ser tontas, pero el pastor aún las trae de regreso. Él no dice: “Vaya, esa fue una oveja torpe de cualquier manera. Déjala que se vaya”.

Digo, podría entender un pastor diciendo: “Mira, esta es la tercera vez en esta semana que la oveja hace eso. Espero que un león atrape esa oveja. No voy a salir una vez más por esa oveja. Es flaca de cualquier manera y para cuando sacrifiquemos la oveja, no va a significar nada para la carne. Y mientras tanto, tiene todo tipo de manchas por todas partes. Cuando cortas eso es prácticamente, déjala ir”. Ese no es el corazón de Dios. Es un cuidado paciente, paciente.

En tercer lugar, es una búsqueda de atención. Dios está buscando por ahí —me encanta esto. Persigue. No dice: “Bueno, estoy aquí. Cuando estás listo para regresar, dime”. No. No es una oveja arrastrándose hacia atrás y tirándose de espaldas, levantando las patas en el aire, diciendo: “Por favor, llévame de regreso”. Y si ofrece algún tipo de perdón a regañadientes, no. Un cuidado que busca, un cuidado que perdona. Hay restauración aquí. Es traído de regreso al redil. No veo palizas, ni castigos.

Y también es un gozo. No hay menosprecio, no hay rencor. Bueno, escuche, esto es una vez. Tres veces te fuiste. Nada de eso. Perdona y se regocija más por la que volvió que por la que se quedó. ¿Usted entiende? ¿Usted entiende eso?

Mire, una madre con muchos hijos se regocijaría más por el que se alejó del Señor y vivió una vida disoluta, y luego se arrepintió. Volvió y abrazó a Jesucristo, que por todos los demás que se quedaron en casa y nunca fue así. ¿Verdad? Claro. Una madre que tiene todo tipo de hijos, tal vez en su pequeña casa, y uno de ellos se enferma de muerte, sobrevive las enfermedades y recupera la salud. Ella va a tener un gozo mayor por la restauración de la salud de ese niño que la que tendría en ese momento por la salud de los otros que nunca se enfermaron. Eso es solo parte de la vida.

Digo, cuando usted es rescatado del mar, hay un regocijo más grande que si nunca hubiera estado en el mar para empezar. Cuando usted sobrevive un desastre, hay un regocijo más grande en la supervivencia que nunca hubiera habido en su vida si usted no hubiera tenido el desastre para empezar. Entonces, entendemos eso.

Me encanta lo que dice William Arnold: “Si no le agradara a él recuperarme, mi placer sería pequeño”. ¿No es un pensamiento hermoso? Después, dijo esto: “El anhelo de Cristo de llevar de nuevo al errante a su seno para la satisfacción de su propia alma es el ingrediente más dulce en la copa del gozo del penitente que regresa”. Gran declaración.

Bueno, versículo 14 y cerramos. “Así que no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños”. La palabra pierda, apólumi. A veces en la Biblia, significa “morir e ir al infierno”. A veces en la Biblia, puede significar “estar marcado o estropeado”. A veces puede ser estar “arruinado”, estar en un “desastre”.

Se usa en 1 Corintios 8:11 y Romanos 14:15 de creyentes que están arruinados en su vida espiritual. No en el sentido final de perecer en el infierno, sino que arruina su progreso espiritual, arruina su poder espiritual, destruye su utilidad a Dios. Y ese es su uso aquí. Será mejor decir, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos que uno de estos pequeños sea dañado espiritualmente, herido espiritualmente, arruinado espiritualmente. Entonces, Dios se preocupa, Cristo se preocupa y los ángeles se preocupan. Y por esto, amados, mirad que no menospreciéis a ninguno de estos pequeños.

Venimos a ti, Padre, en oración para cerrar en esta hora de adoración. Y percibimos que ha habido una convicción en nuestros corazones. Ayúdanos, Padre, para que sintamos tristeza, tristeza verdadera. Porque el mensaje me habla a mí, a cada uno de nosotros, porque hemos menospreciado de palabra, de obra o de indiferencia a algunos de Tus pequeños. No quiere decir que no debemos corregir su pecado. No quiere decir que no debemos evaluar y juzgar correctamente dónde están para que podamos ayudarlos y fortalecerlos. Es decir, que los menospreciamos, los despreciamos, los tenemos en poco de lo que son.

Ayúdanos, Padre, a estar tristes. Que siempre, cuando vengamos a Tu presencia para adorar, nos vayamos arrepentidos. Como Isaías, no podemos verte e irnos sin decir, ¡Ay de mí que soy inmundo! ¡Estoy destruido! Hemos fallado, Padre, en estas áreas. Y que nuestra tristeza sea la tristeza conforme a Dios que produce arrepentimiento. Y que podamos estimar a Tus pequeños como los ángeles los estiman. Como el Hijo los estima. Como Tú los estimas. Que podamos demostrarles el mismo cuidado paciente, buscando, perdonando y regocijándonos como Tú se los muestras.

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