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Estamos regresando en nuestro estudio del evangelio de Mateo al capítulo 18. Mateo, capítulo 18. La semana pasada, comenzamos a examinar los versículos 15 al 20 y queremos regresar a ese pasaje para nuestro estudio una vez más esta mañana. Permítanme leerlo para que usted lo tenga en mente conforme estudiamos la Palabra. Comenzando en Mateo 18, versículo 15:

“Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano. De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo. Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.

Como compartí con usted la semana pasada, este es un pasaje que trata con la disciplina entre el pueblo de Dios. Ahora, cuando uso la palabra “disciplina” simplemente quiero recordarle que disciplina no es una palabra negativa. Es una palabra positiva. Es una palabra acerca de entrenamiento. Es una palabra que está relacionada con la palabra “discipular”. Disciplinar es conformar a alguien a un estándar. Y cuando hablamos de disciplina en la iglesia, estamos hablando de traer a personas en línea con el estándar de Dios. Esto es para la gloria de Dios, la continuidad de Su reino y la bendición del individuo también.

Entonces “disciplina” es una buena palabra. Es una palabra acerca de entrenamiento y esa es su intención conforme la uso. Ahora, este pasaje nos ayuda a entender que básicamente hay dos maneras en las que la gente es preparada. Dos maneras en las que la gente es disciplinada. Esto definitivamente es verdad de los niños. Y debido a que este capítulo entero trata con la semejanza a un niño del creyente, debemos extraer nuestra analogía de la niñez.

Recuerde que este es un contexto de enseñanza en Mateo 18, Jesús aquí tiene un niño en sus brazos, un infante. Y con ese infante como Su ilustración viva, Él habla de Su Reino. Y Su punto principal es que la gente en Su reino son como niños. Entran como niños, eso está en los versículos 3 y 4. Deben ser protegidos como niños, eso está en los versos 5 al 9. Deben ser cuidados como niños, eso está en los versículos 10 al 14. Y ahora, en los versículos 15 al 20, deben ser disciplinados como niños. Y después, en los versículos 21 al 35, Él nos recuerda que deben ser perdonados como niños.

Somos niños. Y los niños necesitan ser disciplinados, y básicamente son disciplinados de dos maneras. Mediante lo que llamamos implementación positiva y mediante implementación negativa. Ahora, la implementación positiva simplemente dice que, si haces esto, te voy a recompensar. Si te conduces de esta manera, te voy a dar esto, te voy a dar aquello. Y usamos eso todo el tiempo con nuestros hijos, ¿no es cierto? Limpia tu recámara y te voy a llevar a McDonald's, o lo que sea. ¿Quieres esa nueva bicicleta que has estado pidiendo? Bueno, quiero verte cumplir esta obligación en particular, eleva tus calificaciones o lo que sea. En otras palabras, usamos el refuerzo positivo con nuestros niños y también usamos el refuerzo negativo.

Y las Escrituras nos han dicho que si evitamos la vara, vamos a echar a perder al niño. Y entonces, también está ese tipo de refuerzo que dice, si no haces esto, aquí están las consecuencias. Ahora, descubrimos que lo mismo es verdad en la familia de Dios. Hay afirmación positiva en la Biblia en la que Dios dice: “Si haces esto, te voy a bendecir. Si haces esto, te voy a recompensar. Si haces esto, voy a llenar tu vida de gozo, y paz y todas las cosas que cualquiera persona podría desear”.

Y después, está ese refuerzo negativo que viene, “si no haces esto, habrá castigo. Porque a todo aquel a quien el Señor ama, disciplina y azota”. Y entonces, tenemos estos dos tipos de refuerzo y en varios puntos en la Escritura, uno o el otro puede ser presentado. Y en este texto en particular, nuestro Señor nos está diciendo de la importancia del lugar del refuerzo negativo. Que en donde usted tiene a personas que están pecando contra Dios, se vuelve la responsabilidad de la asamblea del pueblo de Dios alinearlos, traer a sus vidas ciertas consecuencias, para traerlos de regreso a donde Dios quiere que estén.

Ahora, le mencioné también la semana pasada que en la mayoría de los casos la iglesia ha descuidado esta área. Ahora, eso no quiere decir que no ha habido iglesias que lo han hecho en todo periodo del tiempo, incluso en nuestra época. Porque hay iglesias que lo hacen, pero parecen estar en la minoría. Pero esto no es algo nuevo. Cuando presenta un pensamiento como Jesús lo hace en este pasaje, en particular a nosotros, a esta generación, la gente en cierta manera se asombra y dicen: “Bueno, no podemos involucrarnos en confrontar a la gente por su pecado. Y no podemos estarles diciendo a la iglesia entera que han hecho algo mal, y no podemos estarlos sacando. Después de todo, queremos ser amorosos, y tolerantes y demás; y encontramos que esto es muy difícil de aceptar en nuestra manera de pensar en particular”.

No obstante, es la palabra de Cristo a Su iglesia. Y es una palabra que la iglesia ha encontrado difícil de aceptar por mucho tiempo. Estaba leyendo esta semana los escritos de Jonathan Edwards. Él predicó un sermón en los 1700s y en él dijo esto: “Si usted tolera la impiedad visible en sus miembros, usted va a deshonrar grandemente a Dios, a nuestro Señor Jesucristo, la religión que usted profesa, la iglesia en general y a ustedes en particular. Conforme esos miembros de la iglesia que practican la impiedad traen deshonra sobre el cuerpo entero, así también lo hacen aquellos que los toleran en ellos.”

Y después, él procedió a decir esto: “Si la disciplina estricta y, por lo tanto, las leyes morales estrictas fueran mantenidas en la iglesia, sería uno de los medios más poderosos de convicción de pecado y conversión hacia aquellos que están afuera”. Y después, él hizo esta pregunta definitiva: “¿Cómo pueden ser ustedes los discípulos verdaderos de Cristo si viven descuidando estos mandamientos positivos y claros?”, fin de la cita. Entonces, esta no es una palabra nueva para la iglesia.

El gran hombre de la iglesia en los 1700s, Jonathan Edwards, enfrentó el mismo descuido que enfrentamos en la actualidad. Es un ministerio esencial estar concentrados en ministrar a la iglesia del Señor buscando su pureza y su santidad. Ahora, el capítulo entero, como dije, trata con la semejanza del creyente a un niño, y usted y yo sabemos muy bien que los niños deben ser conformados a la obediencia mediante algún tipo de disciplina, algún tipo de regla impuesta, algún tipo de consecuencias por su mala conducta. Lo mismo es verdad espiritualmente. El descuido de tratar con el pecado no sólo permite que la persona que esté pecando se aleje aún más y más, sino que establece un estándar que le permite a otros el caminar en el mismo camino de pecado pensando que ninguna consecuencia va a venir a sus vidas.

Pero en donde usted actúa contra el pecado, usted no sólo saca a la persona que está pecando de ese curso, de esa dirección, sino que usted restablece el tipo correcto de modelo de virtud. En el Antiguo Testamento, cuando Dios buscó castigar al pueblo de Israel por su desobediencia a Su palabra, Él dijo en Deuteronomio 13:11: “Y todo Israel oirá, y temerá, y no hará más impiedad como esta entre vosotros”. En otras palabras, usted castiga a unos cuantos y el resto entiende el mensaje. Y entonces, debe haber disciplina. La iglesia debe ser pura.

Ahora, comenzamos en el texto y usted puede verlo por un momento, y dijimos que hay varios elementos de la disciplina que salen de este texto. Primero, está el lugar de la disciplina. Y si usted observa en el versículo 17, es en la ἐκκλησία (ekklēsia), la iglesia. La palabra es usada dos veces aquí. La ἐκκλησία (ekklēsia), no tiene un significado técnico aquí, no la iglesia bautista o la iglesia presbiteriana o ninguna otra denominación. Ni siquiera la iglesia post-Pentecostés como la conocemos, sino cualquier asamblea del pueblo redimido de Dios.

En este caso, Jesús les está hablando a los apóstoles que están reunidos ahí en torno a Él, sentados a sus pies en una casa en Capernaum. Y aunque la iglesia, como la conocemos en la actualidad, todavía no ha nacido y no nacerá hasta después de Su resurrección en su naturaleza oficial. Lo que vemos aquí es la asamblea del pueblo redimido de Dios, y en ese contexto, la disciplina debe ocurrir. Y claro, Él se adelanta a la iglesia a la cual también somos parte. Pero en dondequiera que el pueblo redimido por Dios se reúne, debe estarse enfrentando el pecado.

En segundo lugar, vemos el propósito de la disciplina y se nos indica al final del versículo 15: “Has ganado a tu hermano”. La intención de la disciplina no es sacar a la gente, sino mantener a la gente adentro. La idea, como la vimos la última vez, es que cuando una persona se mete en pecado y desobediencia a Dios, están perdidos para la comunión. Están perdidos para la intimidad. Están perdidos para el ministerio. Están perdidos para la comunión del pueblo de Dios. Y es que deseamos ganarlos de regreso, y la palabra ahí es una palabra comercial. Tiene que ver con perder un tesoro y querer recuperarlo, y no estar felices por la pérdida, debido a su valor. Entonces, estamos esforzándonos por recuperar a un hermano de valor. Ese es el propósito. Siempre mantenga eso en mente. La disciplina de la iglesia no es para sacar a gente. Es para traer de regreso a personas.

En tercer lugar, señalamos la semana pasada la persona en la disciplina. El lugar y el propósito y después, la persona. ¿Quién es la persona? Bueno, si usted ve el versículo 15: “Si tu hermano peca contra ti, ve, y repréndele estando tú y él solos. Si te oyere, has ganado a tu hermano”. Ahora, es bastante claro quién es la persona. Es usted y yo. Es algo individual. No hay servicio secreto espiritual. No hay miembros de inteligencia en la iglesia. No hay un comité de búsqueda en particular y de personas que aprenden. No hay unidades de comando. Esto es todo mundo.

Todos estamos involucrados en salir a buscarnos unos a otros para restaurarnos unos a otros para recuperar al hermano que está pecando que se ha desviado de la comunidad del pueblo de Dios. Por cierto, le señalé la última vez que hay algunos prerrequisitos. Primero, está la disposición. Usted tiene que estar dispuesto a ir y estos mandatos implican que usted tiene que actuar en base a su voluntad. Jesús está diciendo: “Tú búscalo y dile”. Y eso indica que usted necesita tener una voluntad que responde para hacer eso.

En segundo lugar, debe haber celo por Dios. David dijo en el Salmo 69:9: “El celo por tu casa me ha consumido; los vituperios de los que te vituperan han caído sobre mí”. David tuvo un sentido tan tremendo de la gloria de Dios que cuando Dios fue herido, David sintió el dolor. Y necesitamos ese mismo tipo de respuesta para que cuando Dios sea deshonrado, sintamos el dolor. Nuestro corazón está tan ligado al corazón de Dios.

Y la tercera cosa es santidad personal. Usted no puede ir, como Jesús dijo en Mateo 7, a sacar la paja del ojo de alguien más si usted tiene una viga en el suyo. Entonces, disposición, celo por Dios y santidad personal. Pablo lo resume de manera maravillosa en Gálatas 6 cuando él dijo: “Si un hermano es sorprendido en alguna falta, vosotros, que sois espirituales, restauradle”. Y entonces, usted es la persona. Yo soy la persona. Todos debemos estar involucrados en esto. Y he pensado en esto con tanta frecuencia en estos días recientes, en cuán maravilloso sería si toda la asamblea del pueblo de Dios estuviera totalmente comprometida con la recuperación de todo hermano y hermana que peca. Nos volveríamos ministros de santidad.

Y como dije la semana pasada, tenemos ministros de esto, y ministros de aquello y ministros de lo otro. Y todo el mundo quiere ser preparado para enseñar, y predicar, y discipular, y evangelizar y demás, pero ¿en dónde están los ministros de santidad que buscan la pureza de la iglesia?

Bueno, eso me lleva a un cuarto punto. Ahora, vamos a entrar a nuestro estudio para hoy. La provocación en la disciplina. ¿Qué es lo que la echa a andar? ¿Cómo sabe usted cuándo hacer esto? ¿Cómo sabe usted cuándo buscar a alguien, abordar a alguien?

Versículo 15: “Por tanto”, comienza con las palabras “por tanto”. Básicamente, significa “ahora”. En otras palabras, habiendo dicho todo lo que acabamos de decir sobre el cuidado y la protección del pueblo de Dios, habiendo establecido todo eso, que son como niños y tienen que ser protegidos, y tienen que ser cuidados, y a algunas veces, tienen que ser buscados cuando se desvían, como los versículos 12 al 14 señalan; el buen pastor buscando a la oveja perdida. Habiendo dicho todo eso, ahora específicamente ¿qué hacemos si tu hermano peca contra ti? Ahora, ¿qué vamos a hacer?

Ahora, observe lo que dice. Aquí está la provocación. “Si tu hermano peca,” ἁμαρτάνω (hamartano), la palabra básica del Nuevo Testamento para pecado. Significa “perder el blanco”. Dios establece el blanco y los hombres lo pierden. Es violar Su ley. Es la palabra ἁμαρτάνω (hamartano), de la cual obtenemos nuestra palabra teológica hamartiología, la cual es el estudio del pecado. Y entonces, ¿qué hacemos si tu hermano peca contra ti? Ese es el punto.

Ahora, hicimos la pregunta porque es muy importante. Dice aquí: “Si tu hermano peca, ve y repréndele”. La pregunta es ¿qué constituye un pecado que necesita disciplina? ¿Cuál es la respuesta? ¿Qué pecados necesitan ser corregidos? ¿Cuáles? Todos. Esa es la razón por la que el texto es general. Todos. Sabe una cosa, no hay pecados buenos y pecados malos. Y no hay una especie de escala a la mitad con extremos en cada punto. El pecado es pecado y es la antítesis de la santidad absoluta de Dios. Cualquier pecado mancha a la comunión. Distorsiona la comunión. Y entonces, cualquier pecado es un pecado que debería ser corregido. Si algún miembro de la comunión cristiana peca al violar el estándar de Dios en cualquier manera, el proceso inmediatamente entra en vigor. Ese es el deseo de Dios. Y debe ser inmediato. Lo que importa es la santidad; cualquier pecado.

Ahora vea aún más este texto. Observará que dice: “Si tu hermano peca contra ti”. Ahora, esto es algo interesante, pequeño este “contra ti”. Algunos manuscritos lo tienen y algunos no lo tienen. Y entonces, pasé algo de tiempo esta semana, porque parecía que nadie realmente podía estar de acuerdo en que si estaba dentro o fuera; y leí lo más que pude acerca del tema para determinar si esto pertenece al texto o no. Y mi conclusión es que nadie sabe. Algunos manuscritos antiguos son dignos de confianza y lo tienen. Otros manuscritos antiguos, igualmente dignos de confianza, no lo tienen.

Y entonces, no podemos saber, en términos de ver lo que es llamado la crítica baja, al analizar textos, si pertenece o no al texto. Dice usted: “Bueno, ¿qué piensas que debemos hacer?”  Dejarlo dentro. Digo, si hay alguna duda, déjalo adentro. Y realmente, no creo que haya ninguna duda a pesar de lo que los manuscritos dicen. Si usted ve el versículo 21, creo que podría ayudarle a aclarar el punto. Pedro aquí responde a lo que Jesús dice. Y él dice: “Señor, ¿cuántas veces pecará mi hermano – ¿qué? – contra mí, y lo perdonaré?” Y por el hecho entonces, de que, por cierto, no hay problemas de manuscrito en ese. Entonces, por el hecho de que Pedro recoge el “contra mí”, estoy asumiendo de que eso es lo que él entendió de Jesús.

El pasaje comparativo en Lucas 17:3, en donde Lucas registra la enseñanza de nuestro Señor acerca del mismo tema, dice: “Mirad por vosotros: ‘Si tu hermano peca contra ti, repréndele y si se arrepintiere, perdónale’”. Entonces, en la palabra de Lucas, ahí nos está citando a Jesús es “contra ti”. Entonces, me gustaría pensar que pertenece al texto.

Ahora, algunas personas inmediatamente dicen, si está ahí, es un problema. Porque lo que significa es que la única persona responsable que debe salir y buscar esta persona es aquella persona contra la cual él pecó. ¿Ve usted eso? En otras palabras, ese es el debate. Si dices, “si tu hermano peca contra ti vete”, entonces yo sólo soy responsable por alguien si ha pecado contra mí.

¿Quiere saber algo? Es correcto. Eso es absolutamente correcto. Si no pecan contra usted, usted no es responsable. Pero permíteme decirle lo que eso significa. Hay dos maneras en las que pueden pecar contra usted: de manera directa e indirecta. Hablemos de la manera directa. La manera directa en la que usted podría ser objeto del pecado de alguien sería si alguien le pegara en la nariz porque estaba enojado contra usted. Si alguien le robó. Si alguien le engañó. Si alguien le mintió. Alguien abusó de usted. Alguien lo calumnió. Alguien cometió un crimen de inmoralidad contra usted, quitando la pureza de usted. Estos son pecados directamente en contra de usted.

Y el texto dice, si una persona peca un pecado contra ti, ve y dile. ¿Por qué? Para ganar a tu hermano. No es que usted va y dice, “hombre sucio, quiero decirte lo que me hiciste. Y hombre, voy a trabajar el resto de mi vida para asegurarte de que no sobrevivas”. Ese no es el punto. Este es un pensamiento maravilloso. Cuando usted es objeto del pecado de alguien más, lo engañan, le mienten, es abusado usted, calumniado, sea cual sea el pecado, y este es un hermano, estamos hablando de la familia ahora, un cristiano hace esto, usted va y le dice el pecado, y hace que lo confiese y se arrepienta, para que usted lo pueda ganar de regreso o ganarlo como hermano o como hermana en Jesucristo.

En otras palabras, usted le está mostrando la actitud de corazón más magnánima que dice: “Has pecado contra mí, pero ese no es lo que importa. Lo que importa es que te he perdido como mi hermano, y te he perdido como mi hermana, y mi corazón anhela restaurarte a eso”. Digo, eso va a sacudir a alguien que está esperando usted se vengue de él, que está esperando la amargura de usted.

Pero nuestra tendencia es que alguien hace algo que no nos gusta, alguien nos toca en nuestra vida de alguna manera y nos hiere o peca contra nosotros o comete un acto de desobediencia contra Dios que nos afecta directamente, y los colocamos en nuestra lista de amargura, ¿no es cierto? Y dejamos que la amargura se cultive en nuestros corazones, y el resentimiento y el enojo. Y Jesús dijo: “Si pecan contra ti, ve y gana a tu hermano, recupéralo con una actitud de perdón”. Y si compara el pasaje de Lucas, él dice eso. “Ve, repréndelo, y si se arrepintiere, perdónalo”. Maravilloso.

En cuántas personas puede pensar usted contra las que usted está amargado, que simplemente no quiere hablar. Usted no quiere tener nada que ver con ellas. Cada vez que sale el tema en conversación su boca se tuerce de una manera rara. ¿Usted tiene enojo contra ellos, amargura? Porque han hecho algo contra usted. Escucha, Efesios 4:32, “Perdonaos unos a otros como Dios en Cristo os ha perdonado”. ¿Quién piensa usted que es para amargarse cuando Dios le ha perdonado tanto usted? Entonces vaya, y usted confronte, y busque ganar a su hermano.

Pero, ¿qué tal si es indirecto? Y esto es muy importante. No todos los pecados contra mí directamente son contra mí. Pueden ser indirectamente contra mí. Ahora escuche con cuidado. Este es un punto muy importante. Cualquier pecado en la asamblea del pueblo de Dios es contra cualquier persona del pueblo de Dios, porque nos mancha a todos nosotros.

Me acuerdo de Sam Erickson, cuando estuvo aquí antes de que fuera a la Sociedad Legal Cristiana en Washington, me dijo en una ocasión: “Acabo de tener una experiencia conmovedora”. Él dijo: “Invité a un abogado en la ciudad de Los Ángeles, un colega, para que me acompañara a la iglesia”. Y él dijo: “Bueno, ¿a qué iglesia vas?”  Él dijo: “Voy a Grace Community Church”. Él dijo: “Oh”, dijo, “Yo conozco esa iglesia”. El abogado más tramposo en la ciudad va allí. Y yo no iría a ese lugar”.

Ahora el pecado no fue directamente en contra Sam por ese abogado, pero le afectó, y me afectó a mí y afectó a toda nuestra iglesia. Afectó a todo mundo porque tuvimos a un abogado que estaba viviendo una vida impía y diciendo que iba a esta iglesia. Todos nosotros fuimos afectados por eso. El cuerpo de Cristo fue manchado. Me acuerdo al domingo siguiente, me puse de pie y conté esa anécdota y dije, no sé quién eres, pero me gustaría o que corrigieras tu vida o te fueras porque no estás dando un muy buen testimonio para nuestra iglesia.

Como puede ver, cuando alguien peca, son perdidos para nuestra comunión y nos toca a todos nosotros. Cuando alguien está viviendo una vida desobediente, manchan a Cristo, y somos Cristo, y nosotros llevamos el vituperio de tal manera que indirectamente todo ese pecado es contra nosotros. Y si sabemos del pecado, es contra mí, porque estoy dispuesto a respaldar la santidad del nombre de Dios y el celo por Su gloria.

Viéndolo de otra manera sería, por ejemplo, si sólo debemos reaccionar a pecados directamente contra nosotros. Entonces, ¿eso significa que no tenemos responsabilidad cuando alguien le miente a una persona no salva fuera de la iglesia? ¿O acude a una prostituta? ¿O calumnia a alguien más? ¿O abusa de alguien más? En otras palabras, si usted aplica esto de manera estrecha de tal manera que solo debemos responder a aquellos que pecan directamente contra nosotros, entonces la gente podría estar pecando por fuera con personas en el mundo que no son parte de la asamblea y no tendrían absolutamente nadie que fuera a ellos. Como puede ver, eso no tiene sentido.

El punto es que cualquier pecado es un pecado que mancha la comunión, sea directo o indirecto. Y eso está resumido en las palabras del apóstol Pablo. Él dijo dos veces, una en 1 Corintios 5 y una vez en Gálatas 5. “Un poco de levadura leuda toda la masa”. Usted no puede aislar el pecado. Leuda. Y la levadura es la ilustración en la Biblia siempre de influencia, de influencia. Esa es la razón por la que tenían que sacar el pan sin levadura de Egipto. No se lleven ese pedazo de masa que salió de la última masa que cocinaron en Egipto. No se lleven nada del remanente de Egipto para que penetre su vida nueva. Nada de influencia. Corten el cordón. Crucen el mar. Se acabó. No traigan un pedazo de masa que está ya agrio para su nuevo pan. Usted tiene pan sin levadura con nada de la pasada en ella. Y entonces, la levadura es influencia, y un poco de pecado va a influenciar a todo mundo.

Entonces, somos llamados a disciplinar cualquier pecado. En nuestra iglesia, hemos enfrentado el error doctrinal. Estoy pensando en algo de la disciplina en la que hemos estado involucrados. Hemos enfrentado inmoralidad, adulterio, fornicación, homosexualidad, divorcio, deshonestidad, falta de sumisión, crueldad, el ser divisivos, el ser chismosos, blasfemias, calumni, y supongo que incluso más; cualquier pecado para la gloria de Dios y la pureza de la comunión, y cualquier pecado en cualquier lugar va a tocarlo a usted. Entonces, si usted sabe de él, eso debería provocar el proceso.

Eso nos lleva al punto cinco, el proceso en la disciplina. ¿Qué hace usted? ¿Sabe usted lo que debe suceder en la asamblea redimida de Dios? Usted sabe que es la persona. Usted conoce el propósito es ganar a su hermano de regreso. Usted sabe que cualquier pecado califica. ¿Ahora qué hace usted? ¿Cómo procede? Cuatro pasos, cuatro pasos delineados y bosquejados de manera muy clara.

Paso uno, versículo 15: “Ve y repréndele, dile su pecado estando tú y él solos”. Eso es bastante simple, ¿no es cierto? Ve y dile su pecado. “Ve”, presente imperativo. Empieza a moverte. Busca, la idea del presente imperativo es la idea de que continúes yendo. Busca esto. No te distraigas. Búscalo. Y después dice, “repréndelo”, y eso es un aoristo imperativo, lo cual tiene la idea de que sea tu punto, sé convincente, haz que entienda el punto.

El verbo, ἐλέγχω (elegcho), significa “exponer a la luz”. En otras palabras, quédate ahí hasta que realmente lo vea. Usted no sólo va y dice: “Oye, tú sabes, no te he visto en la iglesia y sólo me estaba preguntando ¿te estás desviando?”. No, vaya usted, y confronte, y que sea claro, y abra el pecado, y ayúdele a ver ese pecado. Exhíbalo. Esa es la idea de ese aoristo imperativo ahí. Muéstreselo para que no se escape de él. Tome el tiempo y el esfuerzo que sea necesario. Es una tarea difícil. Es una tarea delicada. Es difícil con la gente que usted conoce, porque lo conocen a usted, y cuando usted va y comienza a hablar del pecado de ellos, podrían tener algo que decirle a usted.

Es difícil con la gente que usted no conoce, porque usted va a decir ¿quién soy yo para decir eso? No los conozco. Tendemos a temer a la gente que conocemos. Tendemos a ser indiferentes hacia la gente que no conocemos, pero es una responsabilidad que Jesús nos ha dado. ¿Sabe usted qué sucede cuando usted hace esto? Hay una unión maravillosa de dos almas que se unen, si usted va con la actitud correcta. ¿Y cuál es la actitud correcta? Aquí está la actitud correcta.

Gálatas 6:1, seguimos regresando a esto. “Si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales” –aquí viene– “restauradle con espíritu de mansedumbre; considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado”. Lo primero es mansedumbre. Usted va en humildad reconociendo que podría ser usted, que usted podría haber sido tentado. Usted va en la mansedumbre, y después dice, va llevando su carga y cumpliendo la ley de Cristo. ¿Y cuál es la ley de Cristo? Es la ley real, es la ley de la libertad, la ley del amor. La ley del amor.

Entonces, usted va con amor y usted con un sentido de querer ayudarle a cargar la carga y usted va en mansedumbre. Esa es la actitud. Usted no va a ir como un pontífice. Usted no va de una manera pía. Usted no va de manera en la que se siente superior, como si fuera más alto que él. Usted no va buscando la satisfacción personal. Usted no va buscando la venganza. Usted va motivado por un cuidado humilde, amoroso, para traerlo de regreso, para restaurarlo.

Y observe que dice que usted debe ir solo, solo ustedes dos. Tú y él solos, cara a cara. Todo esto para ganar a un hermano perdido. Usted va solo. ¿Sabe usted cuál es nuestra tendencia? Tan pronto como usted oye del pecado de alguien más, le dice a todo mundo. “¿Oíste de esto? Oh, es tan triste. Estamos orando por el hermano tal y tal”. Y se empieza a esparcir eso.

No, si usted sabe de un pecado, usted va, uno a uno. Jamás necesita ir más allá de eso. Usted va. Si, por otro lado, usted simplemente comienza a hablar de eso, usted va a crear una situación que podría hacer imposible incluso llegar a tener una relación significativa con esa persona, incluso si ella regresa. Le prometo que si usted va a esa persona sin decirle nada a nadie más, y usted va a nivel individual, y usted confronta ese pecado, en amor y humildad, y esa persona se arrepiente, usted va a tener un vínculo de intimidad que nada jamás va a poderlo romper. Si usted realmente ha restaurado a su hermano. Es algo maravilloso.

Así es como la intimidad en el cuerpo es protegida. Así es como el secreto en el cuerpo es protegido. Dios no dice grítalo desde los techos de las casas. Él dice, simplemente ve y que sea entre ustedes dos, y usted conoce la naturaleza humana lo suficiente como para saber que todos somos pecadores, y usted tiene incorporado en esa relación uno a uno un vínculo profundo de compromiso a otros. Así debe ser, uno a uno solos. Ahora, no siempre podría ser posible. Podría haber alguien más escuchando cuando usted lo hace, pero, aun así, debe ser hecho de uno a uno.

Y dice en el versículo 15: “si te oyere, has ganado a tu hermano”. Y eso es lo que usted está buscando. No le diga a nadie más de eso. Vaya a la persona. ¿Cuándo fue la última vez, pregúntese, la última vez en la que usted acudió a alguien que estaba pecando, uno a uno, nunca le dijo nada a nadie, cuando usted se enteró y simplemente fue? ¡Oh que cosa tan importante es esto! Sabe una cosa, las cosas flotan por todos lados y todas estas opiniones acerca de lo que está pasando con la vida de alguien y mucho tiempo antes eso pudo haber sido detenido uno a uno.

¿Y qué si se rehúsa a escuchar? Bueno, vamos a entrar a eso en un minuto. Su responsabilidad es ir. ¿Hay alguna ilustración en el Nuevo Testamento de esto? Sí, la hay. Gálatas, capítulo 2. Gálatas 2. Pedro pecó. Él pecó en aislarse de la asamblea del pueblo de Dios para identificarse con algunos legalistas cuando estuvo en Antioquía. Gálatas 2:11. “Pedro había venido a Antioquía”, Pablo dice: “Yo lo resistí a la cara, porque era digno de ser condenado”. Ése es el paso uno de la disciplina. Ahí hay una ilustración perfecta en el Nuevo Testamento. ¿Acaso Pedro respondió? Sí, respondió. Él respondió tanto a eso.

En 2 Pedro, escuche lo que dice. Segunda de Pedro 3:15: “Aún como nuestro amado hermano Pablo...” ¿Qué piensa usted que quiso decir con eso? Bueno, por un lado, él quiso decir que Pablo era su hermano amado. ¿Cómo es que él llego a tener un vínculo de amor así? Probablemente, porque Pablo estuvo dispuesto a confrontarlo con su pecado, se preocupó lo suficiente, lo amó lo suficiente y nació entre esos dos hombres un vínculo maravilloso de intimidad. Usted confronta a una persona uno a uno y sus corazones van a unirse.

Pero, ¿qué si se rehúsa a oír? Regresemos y veamos. Entonces pasa usted al paso dos. Versículo 16: “Más si no te oyere, toma contigo a uno o dos, para que por boca de dos o tres testigos conste toda palabra”. Y claro, la gente del pueblo judío conocía bien que Dios había establecido esa ley en Deuteronomio 19:15. Que todas las cosas debían ser confirmadas “por boca de dos o tres testigos”. Esto era para protección, para que nadie estuviera esparciendo información de calumnia acerca de alguien que no había sido confirmada. Tenía que haber la afirmación de dos o tres testigos.

Y entonces, el texto dice, este es el paso dos. Si se rehúsa de manera definitiva a ser convencido, si como Lenski dice: “El Diablo lo ha hundido en el foso de la impenitencia”. Si no responden, entonces paso dos. Tome uno o dos más con usted. Ahora, esto comienza a colocar la presión. Usted toma a un par de personas con el mismo objetivo en mente. Usted quiere ganar a su hermano. Entonces, lo está buscando de nuevo. Usted ahí está otra vez. Y la idea es mostrarle su pecado, para que realmente lo entienda, y usted lo ha abierto de tal manera que es muy claro y muy obvio, y que pueda haber confesión genuina, y arrepentimiento genuino y restauración. Este es el segundo ataque en la batalla para este hermano o hermana que se ha desviado.

Ahora, ¿por qué uno o dos más? Bueno, creo que intensifica la situación. Multiplica la preocupación, el amor, pero hay una razón inclusive que va más allá de eso dada aquí: “Para que” –aquí está el propósito– “Para que por boca de dos o tres testigos conste toda palabra”. Muy importante. Escuche cuidadosamente. Estas no son una o dos personas que vieron el pecado o que supieron del pecado. No creo que esa es la intención. Son testigos de la confrontación que pueden regresar y confirmar las palabras que fueron habladas ahí.

En otras palabras, realmente es tanto una protección para el que está siendo confrontado como para el que está confrontando. De tal manera que cuando viene un reporte, una persona influenciada no dice: “Bueno, traté de confrontarlo, pero es impenitente y su corazón está duro, y demás y demás”, como si una persona pudiera hacer esa determinación definitiva. Especialmente, una persona que podría haber sido objeto de pecado y podría estar algo amargada. Y entonces, para protegerse contra eso, usted toma uno o dos, que pueden ser testigos de la segunda confrontación. Y pueden regresar y reportar: sí, hubo un corazón de arrepentimiento; sí, hubo un corazón de confesión; sí, hubo un corazón de dejar el pecado; o no, no lo hubo. En otras palabras, ahora usted puede actuar porque usted sabe que este es el caso. Usted tiene los testigos para verificarlo más allá de tan sólo un individuo.

Entonces, no es tanto dos o tres testigos del pecado, como lo es dos o tres que van a ir a él en ese grupo y afirmar lo que él dijo. Y después, si él llega a decir: “Yo no dije eso. Esa no fue mi actitud real. No pienso eso”. Pueden afirmar que, de hecho, lo es porque fueron testigos de eso. Entonces, Dios quiere que se confirme o el arrepentimiento o se confirme la impenitencia por boca de dos o tres testigos. En otras palabras, Él quiere estar seguro. Esta es una manera de estar seguros de la actitud.

Dios está preocupado por esto. Él no quiere que reportes equivocados se den de Su pueblo. Él no quiere que digan que no se están arrepintiendo si se están arrepintiendo. Él no quiere que se diga que se están arrepintiendo si no es así. Y entonces, los dos o tres protegen contra eso. Bueno, y esperamos que él responda a eso. Esperemos que cuando los dos o tres vengan y de nuevo el pecado sea expuesto rogándole que se arrepienta, y lo deje y regrese, esperamos que él responda. Ese es el deseo. Si no lo hiciera, entonces harían el reporte, y él nunca podría discutir porque hubieron dos o tres testigos que lo pueden afirmar.

¿Alguna vez ha ocurrido esto en el Nuevo Testamento? ¿Hay alguna ilustración aquí como la hubo del primer paso? Sí, creo que la hay. Observe 2 Corintios, capítulo 13. Ahora, este es un pasaje algo difícil de traducir. Y básicamente voy a compartir esta idea con usted. En 2 Corintios 13, dice: “Esta es la tercera vez que vengo a vosotros”. Pablo le está escribiendo a los corintios. “Por boca de dos o tres testigos será confirmada toda palabra”. Ahora él incluye aquí ese principio de Deuteronomio 19:15, y sabemos que estamos en una situación de disciplina. “Les dije antes, y les digo por adelantado, como si estuviera presente, la segunda vez; y estando ausente, ahora les escribo a quienes han pecado, y a los demás, que si regreso, no voy a perdonar “.

Ahora, ¿qué está diciendo él? Aquellos de ustedes que están pecando en la asamblea corintia, les he dicho una vez. Les he dicho dos veces. Ha sido confirmado - versículo 1 dice - por boca de dos o tres testigos. Y si yo vengo y aún no se han arrepentido, no voy a perdonar la disciplina. Ahí hay una ilustración en la que Pablo llama a los corintios a responder al segundo paso a su pecado, a aquellos que están pecando. Ahora, regresemos a Mateo capítulo 18. Es tan útil que el Nuevo Testamento nos da esa ilustración de este principio en operación.

¿Qué sucede si no oyen a los dos o tres que vienen? Versículo 17: “Y si no los oyere, dilo a la iglesia”. Díselo a la asamblea entera. Ahora esto podría significar una proclamación pública a todo mundo. Podría significar que usted le dice a suficientes personas que representan a la iglesia de tal manera que la palabra se esparce, vi que esta persona está pecando y no regresa, pero la intención es la clave aquí. Cuando usted se lo dice a la iglesia, y ciertamente para este punto el liderazgo de la iglesia, hasta cierto punto, está involucrado porque esta palabra ha regresado de los testigos. Esta es una persona impenitente. Debemos decirle a la iglesia. Y entonces, sea cual sea el medio que sea escogido, se le dice a la iglesia. Algunas veces, los líderes lo diseminan ahí entre los grupos. Así es como lo hacemos aquí. Algunas veces, podemos decirlo en un servicio de comunión. Algunas veces puede ser dicho en una clase o un estudio bíblico o un grupo en donde la persona es conocida. Pero la afirmación es esta: están pecando. Nuestro hermano ha sido perdido. ¿Dícelo a la iglesia con qué propósito? ¿Cuál es siempre el propósito de la disciplina? Restauración.

Entonces, ¿qué le dices a la iglesia? Iglesia, búscalo. Un individuo fue, no hubo respuesta. Dos o tres fueron, no hubo respuesta. Ahora, todos vamos. Es correcto y simplemente lo ahogamos. ¿No sería eso maravilloso? ¿Podría imaginarse, usted sabe, en tantas ocasiones, en la vida de una iglesia, en la que la gente se desvía? Y he examinado mi corazón en los últimos años y he dicho cuántas personas que conozco que se han desviado, se han metido al pecado y los he perdido, porque no di seguimiento al paso uno, habiendo dado el paso uno simplemente dije, “No se van a arrepentir”. Y quizás, di el paso dos y después simplemente, los dejé.

Y usted oye a personas diciendo: “Oh, bueno, se fueron. De cualquier manera, no ayudaban mucho” o todo tipo de personas. El punto es que, si un hermano se aleja y se mete en el pecado, usted va. Usted no solo deja que eso suceda. Usted no simplemente los ve. O si usted sabe que algo está mal en su vida, usted va; y después, toma a alguien, y después, necesitamos decirle a todo mundo que vaya. Y simplemente, hacemos que la vida sea miserable para ellos, porque estamos rodeándolos. Esa es la idea. Simplemente, vamos con un amor, que los persigue un amor manso, llamándolos a que dejen el pecado, llamándolos a que regresen a la comunión.

Por cierto, como una nota a pie de página aquí, no hay un estándar diferente para los ancianos o pastores. Primera de Timoteo 5:19 y 20, dice que los ancianos deben ser disciplinados de la misma manera. Cualquier acusación contra ellos debe ser confirmada por boca de “dos o tres testigos”, le dice Pablo a Timoteo. Y cuando pecan, también, y continúan pecando, deben ser reprendidos delante de todos para que los demás también teman, para que otros no sigan el mismo patrón de pecado porque van a saber de las consecuencias públicas.

Entonces, cuando caen en el pecado, el patrón se echa a andar. Uno va, dos o tres van, después todos vamos. Todos estamos buscándolo. Todos queremos restaurarlo. Realmente no sé si la iglesia llega a pensar en hacer esto. Iglesias, no sé si lo hacen. Le dije a alguien el otro día que el Señor trajo a mi camino después de muchos años, yo dije, “Te fallé. Y te fallé porque no te busqué. Te dejé. Te fallé, y le fallé al Señor en eso”.

Ahora, esta no es la tarea de una persona. No tenemos una persona que está a cargo de esto. Tenían una persona a cargo de esto en solo una iglesia de la que yo conozco y fue un desastre. ¿Quiere conocerlo? Su nombre es Diótrefes. Juan escribió de él en su tercera epístola. Él dice: “Escribí a la iglesia” ¿Puede imaginarse esto? “Escribí a la iglesia” –este es Juan el apóstol– “pero Diótrefes, quien ama tener la preeminencia entre ellos, no lo recibió”. Ahora, este es un hombre con un ego sorprendente. Él ni siquiera va a recibir a Juan el apóstol. Claro, él está intimidado por él.

“Por tanto, si yo vengo, voy a recordar sus obras que él hace, parloteando contra nosotros con palabras malas; y no contento con eso, ni recibe a los hermanos, y les prohíbe a aquellos que quieren, y los expulsa de la iglesia.” Aquí estaba un hombre autodesignado, expulsando a personas de la iglesia. Esta no es la tarea de un hombre. Esto, no es un hombre el que decide esto. Si tenemos que sacar a una persona de la iglesia –escuche– si llegamos a tener que sacar a una persona de la iglesia, no es después de que una persona acudió a ellos si no se arrepintieron. No es después de que dos o tres fueron y no se arrepintieron. Es después de que todo mundo fue y no se arrepintieron. De tal manera que no hay nadie que está decidiendo unilateralmente esto. Todos estamos ahí afuera tratando de restaurar a esa persona, y si aun así no responden, entonces, se echa andar el proceso. Los saca, pero no hasta que toda la iglesia entera los ha buscado.

Ahora, ¿hay un caso en el Nuevo Testamento de esto? ¿Vemos algún tercer paso de disciplina? Creo que lo vemos. Observe 2 Corintios, capítulo 2. Segunda de Corintios 2:5 dice esto; y lo voy a leer de una versión que creo que es mucho más clara: “Pero si alguien ha causado tristeza”, esto es traído tristeza a la asamblea debido al pecado, “él ha causado tristeza no a mí, sino hasta cierto punto –para no decir demasiado– a todos vosotros”. El pecado, está diciendo él, no solo me afecta a mí, afecta a todo mundo. Y eso de nuevo nos lleva de regreso a nuestro punto que dijimos que usted puede ser objeto de pecado indirecto. Y cualquier pecado toca al cuerpo entero.

Entonces, él dice: “Miren, si alguien ha pecado, no es solo contra mí, sino contra todos ustedes”. Pero después, él asume que toda la iglesia está consciente de esto, y toda la iglesia está preocupada por esto. Versículo 6: “Entonces, suficiente es para tal hombre, es este pecado que ha sido aplicado por la mayoría”. En otras palabras, aparentemente la iglesia entera dijo: “Este hombre está en pecado”. Y la Iglesia entera sabía, y fueron tras el hombre, y se arrepintió.

Y entonces, el versículo 7 dice: “por el contrario” –por otro lado– “más vale, deberían perdonarlo”; lo cual asume que él se ha arrepentido en respuesta a que toda la iglesia lo buscó” y después lo confrontaron, no sea que uno sea ahogado con demasiada tristeza”. Y después, él dice en el versículo 8, “confirmaos vuestro amor a él”.

Ahora, aquí está el caso en el que la iglesia entera sabía, y la iglesia entera fue, y aparentemente el hombre respondió, y él dice: “Ahora que él ha respondido, no dejen que se quede afuera. No lo mantengan a distancia por lo que hizo. Vuélvanlo a abrazar, y perdónenlo y ámenlo”.

Así es como la iglesia debe hacerlo. Dice usted: “Bueno, ¿por cuánto tiempo hacemos eso?”  No sé. Creo que hasta que usted piense que él se está endureciendo más y más. Algunas veces cuando hemos buscado a alguien así, de esta manera, usted puede ver que se empieza a desmoronar. Usted puede ver: “No voy a dejar mi pecado. No voy a dejar mi pecado. Voy a seguir haciendo lo que estoy haciendo. Voy”. Y a veces, usted ve que se están suavizando. Algunas veces, se están endureciendo más, me imagino que el Espíritu de Dios tiene que darle a usted esa especie de sabiduría subjetiva para determinar cuándo es el momento de decir simplemente: “Se acabó. No están respondiendo”. Creo que normalmente es un tiempo más corto del que pensamos, porque Dios quiere respuesta.

Entonces, ¿qué pasa si no responden? Observe el versículo 17 de nuevo: “Mas si no oyera a la iglesia”, y esa frase está entre cada paso. Está después del paso uno, después del paso dos y después del paso tres. Si no oyera a la iglesia entera. ¿Estamos haciendo eso como iglesia? ¿Sabe usted de alguien que usted necesita usted buscar? Quizás, alguien lo ha buscado. Quizás, dos o tres lo han buscado, y dice usted: “Bueno, esa no es mi área”. Muchas personas están haciendo eso. La iglesia entera debe ir. Si usted sabe de eso, debería ir. Quizás simplemente escribirle una tarjeta. Quizás, escribirle una nota. Quizás usted los ve, y usted tiene la suficiente valentía como para confrontarlos.

Pero, ¿qué tal si no responden? Entonces dice, paso cuatro: “Tenlo por gentil y publicano”. Dice usted: “Hombre, en el Nuevo Testamento, los publicanos realmente, se habla mal de ellos”. En un sentido, es verdad. En Israel, estaba el pueblo del pacto. Y básicamente, un gentil era alguien que estaba afuera de la comunidad del pacto. No era que no querían incluirlo, simplemente, no sería incluido, estaba afuera. No se podían asociar con ellos. No se reunían con ellos. No adoraban con ellos. No eran parte de ellos.

Pero el otro tipo de persona que estaba afuera del pueblo del pacto, en muchas maneras incluso podían ser peores, era la persona judía que se había vendido al gobierno romano para extraer impuestos de su propio pueblo. Él no solo era un alguien que estaba afuera por nacimiento, él estaba afuera por decisión personal. Él había desertado al enemigo. Y entonces, cuando usted habla de un gentil y un publicano en el tiempo del Señor Jesucristo, la gente habría entendido que estuviera hablando de aquellos que estaban afuera de la comunión, afuera de la sinagoga, afuera del pacto. Y eso es exactamente lo que Jesús quiere decir aquí. No que a usted no le preocupan esas personas. Mateo, quien escribió este pasaje en este evangelio, era un publicano y Jesús estaba ocupado en salvar publicanos y pecadores.

Piense en la historia maravillosa de Zaqueo. No es que aquí está menospreciando a esas personas. Simplemente, está diciendo que usted los debe tratar cuando pecan como si estuvieran afuera de su comunión. ¿Qué significa eso? Significa dos cosas, y voy a llevar esto a una conclusión aquí. Escuche cuidadosamente, porque lo que voy a decir en los siguientes cinco a siete minutos es clave. Lo primero, ¿qué sucede cuando el proceso entero no es productivo? Paso uno, sáquelos. Sáquelos. ¿Sáquelos de qué? Sáquelos de la comunión. Sáquelos de la asamblea. No deje que se asocien con la asamblea. No deje que tengan las bendiciones y los beneficios. Sáquelos de la congregación.

Primera de Corintios capítulo 5 presenta esto de manera muy clara. En la iglesia corintia hubo un hombre que estaba teniendo relaciones sexuales con la esposa de su padre, su madrastra, una forma de incesto, abominable para Dios. Y en lugar de estar quebrantados de corazón por el incesto, la congregación estaba orgullosa por esto. Y Pablo dice: “Están envanecidos y no han llorado”. En lugar de estar tristes, están contentos. Piensan que es algo digno de desfilar el que tenga una relación con su propia madrastra. Eso es bastante nauseabundo.

Él dice esto, versículo 4: “En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, cuando estén ustedes congregados, y mi espíritu, con el poder del Señor Jesucristo”; la próxima vez que se reúnan en su asamblea, “entregad al tal a Satanás”. Sáquenlo. Y esa es la razón por la que en la Mesa del Señor, cuando nos reunimos en el nombre del Señor Jesucristo y en el poder del Señor Jesucristo, si una persona ha sido resistiendo todos esos procesos, usted nos va a oír mencionando su nombre, y lo sacamos. Ya no pueden tener comunión aquí. Ya no pueden conocer la bendición del pueblo de Dios, la gracia santificadora de la asamblea de Sus escogidos si van a seguir viviendo en pecado continuo. Usted los ha “entregado a Satanás para destrucción de la carne, para que el Espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús”.

En otras palabras, su espíritu puede ser redimido al final. Dios puede aferrarse al espíritu, pero pueden enfrentar la destrucción de esa carne, esa carne que los jala a su pecado. El pecado es de la carne, como hemos estado viendo en Romanos 6. Y eso va a tener que ser devastado. Y al sacarlos, pueden incluso descender aún más. Y usted lo tiene que hacer. El versículo 6 dice: “Porque un poco de levadura leuda toda la masa. Limpien, por lo tanto, la levadura antigua”. Sáquenlo. Tiene que ser sacado.

En 1 Timoteo 1:20, Pablo dice, “Tomé a Himeneo y a Alejandro y los entregué a Satanás, para que aprendan a no blasfemar.” Eso es entrenamiento remedial. Necesitaban aprender. No podían hacer eso. Necesitaban enfrentar la consecuencia plena de su pecado. Lo que sucede, como puede ver, cuando usted saca a alguien, las gracias santificadoras de la asamblea de Dios ya no están allí, y se quedan sin eso, y cuando no tienen todo eso y no se pueden acercar a eso, entonces comienzan a pensar en cuánto realmente significaba para ellos. ¿Entiende usted eso? Pero si una persona puede tener al pueblo de Dios y la iglesia de Dios, y ser aceptado y tener su pecado también, pueden continuar más en su pecado. Entonces, usted dice, como le he dicho a la gente –odio pensar en todas las personas a las que le he dicho esto– tienes una alternativa o es el mundo y el Diablo o el pueblo de Dios y Dios, pero no los dos. No los dos.

Segunda de Tesalonicenses 3:6, habla de este mismo asunto: “Os mandamos, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que os apartéis de todo hermano que anda desordenadamente, y no siguiendo la tradición que recibisteis de nosotros”. La palabra “alejar” significa “evitar”. Evítelos. Usted no los deje entrar a su comunión. No los deje entrar a su asamblea. No los deje entrar en su comunión. Usted no los deja tener esa gracia santificadora que viene de Cristo. Ahora, no estamos hablando de personas que no conocen al Señor. No estamos hablando de personas de afuera. Queremos que estén expuestos a esto. Estamos hablando de miembros de la familia que están pecando.

Segunda de Tesalonicenses 3:14: “Si alguno no obedeciere nuestra palabra por esta epístola, al tal señaladlo, y no os asociéis con él, para que se avergüence”. Déjelo a su vergüenza. Déjelo a su pecado. Dios, si le pertenece a Él, no lo va a dejar, pero quizás tenga que arrastrarlo muy bajo. De regreso a 1 Corintios 5:9, Pablo dice: “Os he escrito en una epístola que no os asociéis con los fornicarios”. “Y no”, dice, “no con los fornicarios del mundo”, no los de afuera, ni los avaros, extorsionadores, idólatras, no con aquellos, de lo contrario tendrían que dejar el mundo”. No estoy diciendo que no se reúnan con esas personas. No tengan comunión con esas personas, los necesitan a ustedes. “Pero os escribo”, versículo 11, “para que no mantengan compañía con alguien que llamándose hermano sea fornicario o avaro o idólatra o calumniador o borracho o extorsionador”, y aquí viene, “con él tal ni aun comáis”. No coma con él. Eso simbolizaba comunión, hospitalidad, cordialidad, tener un momento social. Nada de eso. Cuando usted saca a alguien, usted lo saca. No los invita a comer. No lo trate como a un hermano. Los trata como a alguien de afuera. Usted los saca.

En segundo lugar, ¿está listo para escuchar esto? Llámelos de regreso. Sáquelos. Llámelos de regreso. Segunda de Tesalonicenses 3:15 dice: “Mas no lo tengáis por enemigo, sino amonestadle como hermano”. Y entonces, hay un sentido en el que usted realmente nunca lo deja. Usted lo saca de la asociación, pero usted sigue llamándolo de regreso. La gente me dice: “Bueno, tú sabes, me voy a reunir con mi hermano y se divorció de su esposa, y ha estado viviendo en adulterio, y voy a verlo. ¿Está bien si lo veo? ¿Está bien?” Y siempre digo: “Está bien si lo ves, siempre y cuando todo el tiempo que estás con él, simplemente lo estás amonestando, amonestando, amonestando, ‘Regresa. Corrige tu vida. Confiesa tu pecado. Arrepiéntete de tu pecado’”. Esos son los únicos términos en los que puedes estar con él. Para que al final de la reunión él sepa lo que viene, pero esos son los términos.

¿Alguna vez ha pasado esto? Seguro. ¿Es este el paso cuatro en el Nuevo Testamento? Se lo acabo de leer, 1 Timoteo 1:20. Pablo dice: “Entregué a Himeneo y a Alejandro a Satanás”. En Romanos 16:17, Pablo dice: “Os ruego, hermanos, que identifiquen a aquellos que causan divisiones y ofensas contra la doctrina que habéis aprendido; y que los evitéis. Porque ellos no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a su propio vientre; y por buenas palabras y palabras suaves engañan los corazones de los inocentes.” Seguro, paso cuatro, está en el Nuevo Testamento.

Y entonces, hay un equilibrio. Usted los saca, y usted los llama de regreso. Ahora, cuando llega a este punto en el texto, usted se está diciendo a sí mismo, “hombre, esto es pesado. Digo, esto es pesado. ¿Quién soy yo para hacer esto?” ¿Sabe usted cuál es la autoridad que usted tiene? Y esto es absolutamente impresionante. Si usted quiere saber regrese en dos semanas porque no voy a estar la semana próxima, pero voy a estar de regreso en dos semanas y le voy a decir lo que es la cúspide absoluta de este pasaje entero que nos habla de por qué debemos hacer esto. Inclinémonos en oración.

Padre, esta es una buena palabra y una importante para nuestros corazones. Tenemos sentimientos hacia Ti. Nos sentimos con emociones hacia Ti. Nos gusta cantar las canciones. Nos gusta sentirnos bien, y oír la música agradable y todo eso. Pero realmente, no nos gusta confrontar el pecado. Quizás a veces, ni siquiera nos gusta aquello en lo que nos hace volvernos. Pero Señor, ayúdanos a hacer esto. Ayúdanos a saber que realmente no quieres que cantemos las canciones, y nos sintamos bien, y tengamos tiempos agradables, y disfrutemos del estudio bíblico y lo dejemos ahí. Tú quieres que estemos tan ansiosos por ser ministros de santidad, buscando a las ovejas que se han desviado.

Y que actuemos en nombre de Ti, porque Tú eres el buen Pastor, el que busca a la oveja perdida, que deja a las 99 para traer de regreso a la que está perdida. Danos algunos de esos. Que coloquemos a esa oveja sobre nuestros cuellos y la traigamos de regreso al redil. Ayúdanos a estar tan ansiosos por hacer lo difícil mediante la energía de Tu Espíritu bendito como lo estamos por recibir la bendición. Ayúdanos a tener el celo como David lo tuvo, como Jesús lo tuvo, por Tu casa. Tu pueblo.

Y Padre, ayúdanos a buscar la santidad en nuestras propias vidas para que seamos instrumentos de santidad en las vidas de otros, para que Tú seas glorificado en todas las cosas. Gracias por bendecirnos, aunque hemos sido desobedientes en estas áreas. Que no abusemos de esa gracia, sino que busquemos ser todo lo que quieres que seamos. Oramos en el nombre de Cristo, amén.

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