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Esta mañana regresamos en nuestro estudio a Mateo 18. Me di cuenta en el boletín que dice que el tema es “Aprendiendo a Perdonar”. Y voy a enseñar acerca de ese tema, pero no hoy. Eso es para la próxima semana, porque si usted recordará hace dos semanas atrás, no terminamos el pasaje en los versículos 15-20. Y quiero regresar a ese pasaje. Y no sólo terminar el pasaje, sino expresar mi corazón acerca de algunos asuntos en los que he estado pensando y orando en las últimas dos semanas.

Veamos juntos, Mateo 18:15, y se lo voy a leer conforme sigue en su Biblia: “Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano. De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo. Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.

Ahora, este pasaje en particular habla del mandato del Señor por la santidad de Su iglesia. Yo creo que Jesucristo desea que la iglesia sea pura, y aquí está Su instrucción en cuanto a cuál es nuestra parte en esa pureza. En Apocalipsis, capítulo 1, vemos un retrato interesante de Cristo. Él se está moviendo en el versículo 12 y 13 entre los siete candeleros, los cuales representan las siete iglesias, las cuales representan a toda la iglesia. Y Él está vestido con la vestimenta de sacerdote, y el rey y profeta. Él ahí está en Su gloria plena.

Versículo 14 dice: “Su cabeza y Sus cabellos eran blancos como la lana, y blancos como la nieve”; y eso habla de Su pureza “y después Sus ojos como llama de fuego”; Él está escudriñando para encontrar alguna mancha o alguna impiedad, “y Sus pies eran como bronce bruñido, como en un horno, y Su voz como de muchas aguas”. Ahora, usted lo ve en términos de juicio, listo para pisar el pecado y hablar una palabra de juicio que sale –como dice más tarde en Apocalipsis– como una espada de dos filos. Entonces, usted ve al Señor moviéndose en Su iglesia y Él se caracteriza puro por Su blancura. Y Sus ojos son penetrantes, buscando el pecado y el pecado que debe ser enfrentado.

¿Cómo es que el Señor enfrenta el pecado en Su iglesia? Ese es un retrato en Apocalipsis 1, pero ¿cómo es que Él de hecho lo hace? Creo que hay tres elementos. El elemento número uno es el ministerio de la Palabra. La Palabra es un instrumento de santidad. Efesios 5, habla de ser lavados por el agua de la Palabra. Es un purificador.

En segundo lugar, el Espíritu Santo, Romanos 1:4, es llamado “el Espíritu de santidad”. Y el ministerio del Espíritu es esencial para la santidad de la iglesia. Entonces, el ministerio de la Palabra y el ministerio del Espíritu.

Pero en tercer lugar, yo creo que usted debe enlazar Apocalipsis 1 a Mateo 18. Y yo creo que el Señor se está moviendo en Su iglesia con la pureza en Su mente, penetrando, buscando el pecado y listo para enfrentarlo, no solo mediante el ministerio de la Palabra y el ministerio del Espíritu, sino mediante el ministerio de la gente.

Yo creo que la implementación de Apocalipsis 1 está en Mateo 18, conforme Cristo está involucrado en la limpieza de Su iglesia mediante aquellos que lo representan en el mundo. Y esa es la razón por la que al terminar el pasaje, Él dice que cuando están “congregados en mi nombre, yo estoy en medio de ustedes”. En otras palabras, cuando la iglesia se está moviendo para buscar su pureza, Cristo está ahí en medio de ella, entre los candeleros, llevando a cabo Su obra purificadora.

Permítanme hacer una afirmación y después lo voy a decir más adelante otra vez. Nunca, nunca es la iglesia más parecida a Jesucristo que cuando está involucrada en enfrentar el pecado. Nunca usted como individuo se parece más a Jesucristo que cuando usted está buscando la pureza de Su iglesia. Sin embargo, en una escala amplia, en la iglesia, en nuestra tierra, en la actualidad, esto no está en la mente de la gente. Y me sorprende eso.

Cuando me fui hace dos semanas atrás, tuve que ir a Chicago y después me llevaron por auto a otra ciudad para una conferencia bíblica. Tuve que ser llevado por auto porque he estado escribiendo un libro por casi un año y he estado preparando los pensamientos durante diez años, pero he estado escribiendo un libro acerca de la adoración, titulado: “La máxima prioridad”. Y realmente es la expresión de mi corazón acerca de la cuestión de la adoración. Y lo he estado escribiendo en partes y en segmentos.

Cuando usted escribe un libro, usted escribe un capítulo y lo envía para ser editado. Usted lo recibe de regreso y usted lo edita. Y usted lo envía de regreso y después hace otro capítulo. Y usted lo envía, y es cambiado. Ell capítulo 2 se vuelve el capítulo 7, el capítulo 8 se vuelve el capítulo 3. Y realmente yo lo había escrito, y enviado y editado por tanto tiempo que no lo podía ver de manera panorámica en mi mente y había perdido el sentido de lo que todo decía.

Pero antes de que el libro pudiera ser impreso para el 1º de junio, la casa de publicaciones insistió en que me sentara y leyera toda palabra de toda página de una vez, y terminara con las correcciones finales. Y, entonces, amablemente dijeron que me llevarían por auto para que tuviera las siete horas que necesitaba en lugar de que volara para que me pudiera sentar ahí todo el tiempo y pudiera cubrir esto. Y eso es exactamente lo que hice durante siete horas, divididas únicamente por un chocolate caliente, y fue de un grado, estaba afuera frío.

Y fue una experiencia que me llevó a examinar mi alma. Con mucha frecuencia, cuando usted escribe algo, en cierta manera lo hace a un lado y no quiere volverlo a ver, porque en cierta manera ha sido una carga por mucho tiempo. Pero me encontré arrastrando mi propia alma a lo largo de toda la información bíblica acerca de la adoración, y fue una experiencia muy profunda para mí. De hecho, en cierta manera me pregunté qué fue lo que el hombre que me estaba llevando pensaba acerca de mis reacciones a mi propio libro. Pero realmente no fue mi reacción hacia mí, como lo fue hacia Dios. Y fui traído cara a cara con la santidad de Dios y la pecaminosidad del pecado. Entonces, fue un tiempo en el que me estuve examinando en el silencio de ese viaje.

Llegué a este lugar en particular, en donde debía hablar en la conferencia bíblica y había preparado un mensaje que iba a predicar esa noche, y un miembro de la facultad me llamó y me dijo: “No sé qué estás dando esta noche, pero ¿podrías dar un mensaje de la santidad de Dios?”. Yo dije: “Claro que si”. Él dijo: “Esto es lo que necesitamos y llamé. He estado orando por mucho tiempo que Dios colocara eso en tu corazón. Y simplemente, pensé que llamaría y sugeriría eso”.

Antes de que saliera del cuarto de hotel, recibí una segunda llamada. Otro hombre llamó y dijo: “¿Qué estás haciendo en un lugar así? ¿No sabes esto, y esto, y esto y esto del lugar al que vas?”. Y él describió y dije: “Suena exactamente como el lugar en el que debería estar”. Yo dije: “Hace mucho tiempo, decidí que no iba a pasar mi vida entera diciéndole cosas a personas que ya creían eso. Si no que las iba a decir a personas que quizás necesitaban oírlas”.

Y le expliqué que se me había pedido hablar de este tema y dije que voy a confiar en que el Señor, confiar en que Él me tiene aquí por un propósito. Y así fue. Y realmente no tenía notas, simplemente tomé mi Biblia y tenía mi cabeza llena de todas esas cosas de la adoración; y la santidad de Dios y la pecaminosidad del pecado; y simplemente entregué mi corazón. Y había mucho silencio. No sé, unas 4.000 o 5.000 personas quizás o algo así. Muy, muy callado. Y era como si estuviera callado por la convicción de pecado, hasta cierto punto. Puede haber sido quizás el silencio de ¿de dónde salió este hombre? Usted sabe, no sé si estaban muy acostumbrados a ese enfoque. Pero fue muy interesante.

Entregué mi corazón hablando de la santidad de Dios, la pecaminosidad del pecado, y hablé de que si realmente iba a haber una renovación verdadera, si iba a haber un avivamiento real en la iglesia, sería cuando volviéramos a ver la santidad de Dios, la pecaminosidad del pecado, y en quebrantamiento cayéramos ante un Dios santo y lo adoráramos. Y terminé y me tomó una hora y quince minutos llegar a la puerta, porque tuvimos tiempo para hablar con tantas, tantas personas.

Y finalmente, había una persona allá al final esperando. Y esta persona se acercó y me dijo: “Soy un alumno en el seminario, estoy por graduarme, y simplemente tengo que decirte que no me gustó tu mensaje en absoluto. Estabas fuera de órbita”. Y yo le dije: “¿Por qué dices eso?”. “Bueno, porque te faltó amor. Nuestro mensaje es amor y no encontré nada de amor en tu mensaje”.

Bueno, entristeció mi corazón. Entonces, le dije a este alumno, le dije: “¿Entendiste qué pasajes estaba enseñando?” “Sí.” “¿Acaso esos pasajes eran de amor?” “Bueno, no.” “¿Es legítimo enseñar un pasaje de la Biblia y simplemente enseñarlo como Dios lo escribió o tenemos que imponer en todos pasaje el mensaje de amor? Digo, si hacemos eso, entonces, realmente no estamos siendo fieles a la Palabra de Dios, ¿verdad? Y quizá el hecho de que te sentiste así es una demostración del exceso o la falta de equilibrio en tu propio entendimiento de la santidad de Dios en contraste a Su amor”. Le dije: “Creo que probablemente necesitabas este mensaje y eso es evidente por tu respuesta al mensaje”.

Bueno, traté de ser tan amoroso como pude al decirle eso, pero confieso que solo fue una especie de un momento triste porque más adelante un miembro de la facultad me estaba preguntando de qué fue la plática. Yo creo que estaba pasando y le dije, bueno, repetí algo de la plática, y su respuesta fue: “Bueno, como puedes ver, el problema real no fue que no tuviste suficiente amor en tu mensaje. El problema de fondo fue que desde el punto de vista del alumno no tuviste todo amor en tu mensaje, porque no hay lugar para nada más”.

Amor. No hay nada de malo con el amor. Y soy la primera persona que está agradecida por ello, ¿no está usted también agradecido por ello? ¿Agradecido por el amor de Dios? Pero creo que el tipo de amor que algunas personas tienen en mente ni siquiera es el santo amor de Dios. No estoy seguro qué tipo de amor es. Y realmente, me temo que si los seminarios producen a personas y lo único de lo que quieren hablar es amor, nunca en la iglesia va a llevarse a cabo la obra de Jesucristo como Él quiere hacerla.

Y también estoy interesado en darme cuenta de que tantas personas que son así como este alumno, quizás algunos de los que influyen esa institución, quizás no son así en absoluto, ni esa institución ni otros. Pero me parece interesante que las mismas personas que siempre están hablando de esto, siempre parecen estar hablando de avivamiento, y renovación y restauración en la iglesia.

Y viven bajo una ilusión de que para renovar la iglesia, y revitalizar la iglesia, y restaurar a la iglesia, y traer avivamiento y realmente ganar a los perdidos, simplemente debemos hablar de amor, y amor, y amor y amor todo el tiempo en algún tipo de nivel sentimental. Y todos estamos hablando de renovación y todo lo que se quiere esto en la iglesia, pero simplemente no entienden que nunca va a tener reavivamiento, y renovación y restauración hasta que usted tenga un sentido de la santidad de Dios y la pecaminosidad del hombre, a partir de lo cual el quebrantamiento verdadero viene y el avivamiento verdadero viene. El tipo de sentimentalismo tolerante nunca va a renovar a la iglesia y todo el mensaje de amor, amor, amor, usted sabe, no va a hacer eso.

Usted sabe, usted puede regresar al gran despertar en los 1700s, particularmente bajo el ministerio de Jonathan Edwards, y usted va a descubrir características del avivamiento. El primer gran despertar fue un gran avivamiento, y cualquier otro avivamiento, sea bíblico o después de los tiempos bíblicos, y usted va a encontrar dos cosas que caracterizan esos avivamientos, incluyendo el gran despertar de los 1700s. Uno fue una predicación poderosa de la santidad de Dios, y dos una predicación poderosa de la pecaminosidad del pecado. De hecho, las invitaciones ni siquiera habían sido inventadas en la época de Jonathan Edwards. No vinieron hasta Finney más tarde, y no creo que tenemos un gran sentido de la deuda hacia lo que Finney estaba haciendo en cierta manera al manipular a la gente mediante su sistema de invitación.

Pero en el tiempo de Edwards dijeron que él predicaba, y él predicaba sobre la santidad de Dios y la pecaminosidad del pecado, y no solo no tenía que invitar a la gente a hacer algo, sino que en la mitad de sus sermones la gente estaba gritando y rogándole que se detuviera porque estaban bajo tanta convicción. Y un verdadero avivamiento sucedió. Ahora, bien pudo haber sido que vieron algunos excesos y quizás fue demasiado fuerte y algo extremo. Y hubo un movimiento que se distanció conforme usted llega al siglo XVIII y llega al siglo XIX, hubo un alejamiento de la firmeza, y la rigidez y el poder de la predicación acerca de la santidad de Dios y la pecaminosidad del pecado; y la gente comenzó a hablar más del amor. Y en cierta manera, comenzaron a querer mitigar eso; y en cierta manera, quisieron callar eso porque temían algunos de los extremos.

Richard Lovelace, de Gordon-Conwell, escribe: “la Iglesia entera estaba evitando el retrato bíblico del Dios santo y soberano que estaba enojado con el impío diariamente y cuyo enojo permanece sobre aquellos que no quieren recibir a Su Hijo. Quitando eso y visitando un rincón que no había sido visitado de su conciencia, la iglesia sustituyó a un nuevo Dios, quien fue la proyección de una bondad como de una abuela, mezclada con una gentileza y atractivo de un Jesús que difícilmente necesitaba morir por nuestros pecados. Y muchas congregaciones estadounidenses estaban, de hecho, pagándoles a sus ministros para protegerlas del Dios real”.

Y después, él de manera sabia dice: “Es parcialmente responsable no sólo por el colapso espiritual general de la iglesia en este siglo, sino también por mucho de la debilidad evangelistíca. Porque en un mundo en el que el Dios santo y soberano regularmente emplea plagas, hambres, guerras, enfermedad y muerte como instrumentos para castigar el pecado y traer a la humanidad al arrepentimiento, la imagen idólatra de Dios como benevolencia pura y amor, realmente no puede ser objeto de fe, mucho menos de temor y ser adorado de la manera prescrita tanto por el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento”.

Ahora, lo que él está diciendo es esto. Cuando usted simplemente tiene esta especie de perspectiva sentimental del amor, uno, nunca va a renovar a la iglesia, porque nunca realmente causa que la gente enfrente su pecado. Realmente nunca renueva a la iglesia. Dos, nunca va a evangelizar, y ese es el peor engaño de todos. La gente piensa que si usted tan sólo habla del amor, el amor de Dios, y cómo Dios ama a todo mundo, usted va a evangelizar. Pero, de manera apologética, usted tiene un problema tremendo, porque, por un lado, está proclamando un Dios que es todo amor y, después, por otro lado, usted tiene un problema al tratar de definir a la gente cómo un amor así puede permitir que existen cosas como plagas, y enfermedad, y desastre, y guerra, y hambre y el horror.

Y esa es la razón por la que debemos proclamar a un Dios santo que tiene un odio santo hacia el pecado para que todo eso tenga sentido. ¿Entiende usted? Y a menos de que la iglesia regrese a un mensaje de la santidad de Dios y la pecaminosidad del pecado, nunca será renovada, y su evangelismo será superficial, e ineficaz e incapaz para explicar lo que es obvio. Para un incrédulo que oye sólo un mensaje de amor, ¿cómo es que un Dios amoroso puede permitir lo que Él permite? Quitar el odio santo de Dios del pecado literalmente inutiliza a la iglesia y estorba en lugar de ayudar al evangelismo.

Ahora, creo que hay muchas personas que piensan que hay avivamiento cuando podría ser poco más que emociones. Jonathan Edwards estaba muy consciente de esto. En su tratado acerca de los afectos religiosos que escribió en 1746, él estaba muy preocupado por dar a conocer que la naturaleza humana caída es tierra fértil para una religión carnal que es espiritual pero impía, pero en últimas está cimentada en el amor propio.

“Las experiencias fuertemente emotivas”, dijo él, “la manera expresiva religiosa de hablar, incluso alabar a Dios y experimentar amor hacia Dios y el hombre, puede estar centrado en uno y motivado por uno mismo. En contraste a esto, las experiencias de renovación genuina del Espíritu Santo están centradas en Dios, en su naturaleza, basadas en la adoración y tienen un aprecio por la dignidad de Dios, y la grandeza divorciadas del interés personal”. Y Edwards quería señalar que experiencias genuinas como esas crean humildad en el convertido en lugar de soberbia, y dan lugar a una nueva creación y un nuevo espíritu de mansedumbre, gentileza, perdón y misericordia. Dejan al creyente teniendo hambre y sed de justicia, en lugar de estar satisfecho con la satisfacción personal.

En otras palabras, el avivamiento verdadero no es que la gente dice: “Hemos llegado a la cúspide espiritualmente”. Es la gente estando quebrantada por el sentido de que no han llegado. Entonces, cuando usted ve lo que estamos viendo en nuestra sociedad y usted se hace la pregunta ¿es esto un avivamiento genuino? Puede hacer aún más preguntas. ¿Se caracteriza por un sentido abrumador de la santidad de Dios? ¿Por un sentido amplio de la profundidad de pecado? ¿Y por una especie de experiencia espiritual que resulta en quebrantamiento en lugar de satisfacción personal? Eso es lo que constituye un avivamiento verdadero.

Y cuando usted tiene, como lo tiene en la actualidad en la iglesia, este amor incesante del amor, y aceptación y tolerancia; este deseo por la autoestima, y por sentirse bien por usted, y Dios quiere que usted esté con salud, y rico, y feliz y todo esto, usted realmente está en el polo opuesto de los elementos del avivamiento genuino.

Y la razón es que la iglesia no entiende la santidad de Dios y no enfrenta la pecaminosidad del pecado, y nunca de hecho se limpia a sí misma. Y como dije al principio, eso es lo que Cristo quiere hacer en Su iglesia. Nunca la iglesia se parece más a Jesucristo como cuando está actuando, Mateo 18:15 al 20, al enfrentar el pecado.

Lovelace también dice: “La mayoría de las congregaciones de cristianos profesantes en la actualidad están saturadas de una especie de bondad muerta y de respeto ético que tiene sus raíces motivacionales en la carne en lugar del Espíritu Santo. La justicia superficial que no emana de la fe y la acción renovadora del Espíritu, sino de una soberbia religiosa y una conformidad externa a la tradición como una forma de piedad que niega su poder”. Y él procede a amar la piedad falsificada.

Tenemos que regresar a los elementos verdaderos del avivamiento. Juan Owens dijo: “El vigor y el poder de la vida espiritual depende de hace morir el pecado. El pecado tiene que ser enfrentado, exhibido y tratado”. Ahora, creo que esto es lo que Cristo quiere hacer en Su iglesia. Creo que Cristo vino al mundo para hacer una cosa. Él dice eso en Juan 5:19, 5:30, 6:38, 7:16 y en otros lugares, y esto es lo que dijo: “No he venido a hacer mi voluntad, sino –¿qué?– la voluntad del que me envió. La voluntad de mi Padre”. Él dice eso una y tras otra vez, y la voluntad del Padre puede ser reducida a una afirmación. Vaya a 1 Pedro 1. 1 Pedro 1: “Si no como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir”, y todo en ustedes sea santo. Y aquí está el porqué, y él cita Levítico, “Sed santos, porque yo soy santo”.

Ahora, si usted quiere tomar la voluntad de Dios en su punto más amplio posible y condensarlo a una afirmación, ahí está. Dios quiere que Su pueblo sea santo. Ese es el mensaje. Y esa es la razón por la que Cristo está moviéndose en su iglesia con ojos que escudriñan, con una presencia santa, con el juicio listo para limpiar y purificar. En el reino, Isaías 35:8 dice que: “Dios está preparando un camino y el camino es el camino de la santidad”.

En Santiago, usted recuerda el capítulo 4, en donde él dice: “Acercaos a Dios, y Él se acercará a vosotros. Limpiad vuestras manos, pecadores. Purificad vuestros corazones, vosotros los de doble ánimo. Afligíos, lamentad y llorad; vuestra risa se convierte en lloro, y vuestro gozo en tristeza. Humillaos delante del Señor, y Él os exaltará”.

Dios está llamando a purificación y limpieza. La voluntad del Padre es que su pueblo sea santo. Esa es la obra de Cristo en la Iglesia. Él lo hace a través de la Palabra, el Espíritu y la obra de la gente. La Palabra hace su parte conforme es proclamada. El Espíritu hace su parte conforme Él se mueve en el corazón. Pero nosotros debemos unirnos a la Palabra y al Espíritu en carne humana y debemos actuar en nombre de Cristo en la presencia de Su iglesia para buscar su pureza. Y la prescripción de eso está en los versículos 15 al 20. Debemos ser Cristo moviéndose en Su iglesia.

Ahora, descubramos de nuevo cómo. El lugar de la disciplina. Regresemos al texto. El lugar de disciplina en el versículo 17, la iglesia. Lo dice ahí: “Dilo a la iglesia... Dilo a la iglesia”. El lugar es la iglesia. ¿Qué significa eso? La asamblea del pueblo redimido de Dios. Ese es el lugar de la disciplina. Ahí es donde el Señor se está moviendo para limpiar.

En segundo lugar, el propósito. Al final del versículo 15: “Si te oyere, has ganado a tu hermano”. Restauración. Uno que peca se pierde para la comunión. Él se ha perdido del ministerio aquí y necesita ser recuperado como un tesoro que fue perdido.

La persona de la disciplina. ¿Quién debe estar involucrado? Versículo 15 de nuevo:  “Tu hermano peca contra ti, ve y repítele estando tú y él solo. Si te oyere, has ganado a tu hermano”. Eres tú. Es usted, y yo y todos los creyentes. Todos somos responsables. Todos debemos ser ministros de santidad. Gálatas 6:1: “Vosotros, que sois espirituales, vayan y restauradle en espíritu de mansedumbre; considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.” Hebreos 10: “Ustedes se congregan para estimularse al amor y a las buenas obras entre los hermanos y hermanas”. Entonces, necesitamos ser aquellos que están dispuestos a ser obedientes y a hacer eso, que tenemos un celo santo por el nombre de Dios, y que han purificado sus propios corazones para que hagan esta obra. Necesitamos ministros de santidad.

Y he presentado esto de manera enfática. Sólo quiero enfatizarlo sin excederme. Necesitamos en la iglesia ministros de santidad que llevan a cabo la obra de Cristo, la cual es la obra de mantener a la iglesia pura, lo cual significa confrontar y tratar con el pecado.

Entonces, el lugar de la disciplina es la iglesia; el propósito, ganar a tu hermano; la persona, usted; la provocación de la disciplina, ¿cuándo lo hacemos? Versículo 15: “Si tu hermano peca”. Y todo pecado es un pecado contra nosotros, sea directa o indirectamente, como vimos en nuestro estudio anterior.

Entonces, cuando hay un pecado no arrepentido, no confesado, cuando hay un pecado continuo, sea cual sea el pecado, hay una provocación para la disciplina. El proceso de disciplina, entonces, vimos en los versículos 15 al 17. Cuatro pasos. Paso uno, ve y dile su pecado solo, en privado. Si responde ahí, es el final del proceso. Si no responde, paso dos, versículo 16, toma uno o dos para que su actitud y su respuesta puedan ser confirmadas por dos o tres testigos, lo cual según la ley de Deuteronomio era el estándar legal.

Ahora, si él no responde en ese contexto, entonces tres, versículo 17, dile a la iglesia entera. Y eso significa la iglesia entera entonces busca tratar de restaurarlo. La iglesia entera entonces va a tratar de traerlo de regreso. Uno no tuvo éxito, dos y tres no tuvieron éxito, ahora, todo mundo va. Ahora, el punto hasta el cual se le ha dicho a la iglesia puede variar. Usted quizás le dijo a la iglesia entera. Usted quiere decirle a un grupo de la iglesia o la iglesia como es constituida en sus líderes. Pero en otras palabras, usted abre el círculo de personas que están buscando al hermano o hermana que está pecando para traerlos de regreso, para traerlos al arrepentimiento, a la confesión, a que deje el pecado de regreso a la pureza.

Y si aun así no oyen, entonces paso cuatro, trátelo como gentil o publicano. Y señalamos que esas son dos personas que son identificadas o simbolizaban la idea de estar afuera. Trátelos como usted trataría a alguien que está afuera de su grupo. Sáquelo y cubrimos esto en algunas escrituras. Sáquenlos. No los dejen que se unan a la comunión. No dejen que se asocien con la congregación. No dejen que se sientan en casa. Háganlos sentir miserables. Entréguenlos a Satanás, como lo llamó Pablo. ¿Pero el segundo punto fue qué? Sácalos. Llámalos de regreso. Llámalos de regreso.

Entonces, el lugar de la disciplina es la iglesia; el propósito, ganar a tu hermano; la persona, usted; la provocación, cualquier pecado; el proceso, cuatro pasos. Ahora, llegamos a la última parte. El poder de la disciplina, el poder. Si usted quiere usar otra palabra, use la palabra autoridad.

Sabe una cosa, cuando usted llega al final del versículo 17, en cierta manera tiene que enfrentar siempre el hecho de que existe ese sentido de ineptitud en esto. Si usted es como yo, usted dice: “Bueno, ¿quién soy yo para acercarme a alguien más y confrontarlo con su pecado?” Digo, este es un mundo privado y todo mundo en cierta manera es una persona privada. No puedes entrar a la vida de alguien y decir: “Estás pecando”. Digo, ¿qué derecho tenemos? No soy un apóstol. No soy perfecto. Y después, la gente quiere malinterpretar Mateo 7: “No juzguéis para que no seáis juzgado”. ¿Qué derecho tenemos de hacer eso? ¿Cómo es posible que publiquemos el pecado de la gente a la iglesia entera y mandemos a todo mundo buscándolos? ¿Y cómo podemos sacar a la gente de la iglesia públicamente? Digo, esto parece que estamos yendo mucho más allá de lo que se nos permite nosotros que somos débiles y pecadores que fracasan.

¿Cuál es nuestra autoridad? ¿Con qué poder hacemos esto? ¿Qué derecho tenemos de hacer esto? Y lo que encontramos en los versículos 18 al 20, y este es el clímax absoluto de este texto, es difícil hacer esto. Es una labor difícil, pero debe ser hecha. Y amados, debe ser hecha si la iglesia va a llegar a conocer el avivamiento real y la renovación real. Y todo el esfuerzo por tener renovación sin llegar a confrontar el pecado, y sin llegar a proclamar la santidad y el temor de Dios, es simplemente un esfuerzo absolutamente desperdiciado. Debemos hacer esto aunque es difícil. Pero, ¿cuál es nuestra autoridad?

Dos razones por las que tenemos autoridad. Dos razones. Número uno, el Padre en el cielo actúa con nosotros. ¿Escuchó eso? Debería escribir eso en el margen de su Biblia en algún lugar. El Padre en el cielo actúa con nosotros.

Simplemente, me senté, coloqué mi espalda en el respaldo de la silla cuando llegué a esta parte de mi estudio y simplemente, pensé en esto. Sé que no puedo expresar con palabras lo que mi corazón siente. Va más allá de lo que se puede concebir, que yo pueda estar actuando en línea con el Dios infinito santo. Pero eso es lo que está diciendo. Observe el versículo 18: “De cierto os digo” –es bueno que Él colocó ahí la palabra “de cierto” porque es tan difícil de creer, “de cierto –todo lo que atéis en la tierra ya habrá sido atado en el cielo. Lo que desatéis en la tierra, habrá sido desatado en el cielo”.

Ahora, eso podría parecerle oscuro, pero hemos estudiado los mismos términos en Mateo 16:19 y en Juan 20:23 hace algunos años atrás, porque aparecen ahí. Estos son términos rabínicos muy conocidos para la audiencia judía, términos muy comunes para Mateo y para nuestro Señor viviendo en esa época. Simplemente, se refiere a los rabinos o atando los pecados de alguien a ellos o desatando los pecados de alguien de ellos. Y básicamente, es la idea de qué o usted le está diciendo a alguien: “Tus pecados están amarrados a ti o tus pecados están desamarrados de ti”. En otras palabras, todavía estás bajo la esclavitud del pecado o estás libre de pecado.

Y el versículo dice: “Lo que atéis en la tierra”, en otras palabras, cuando en la tierra le está diciendo a alguien: “Todavía estás atado al pecado”. Cuando usted dice eso en la tierra, ya ha sido atado en el cielo. Ahora, en la tierra, cuando le dice a alguien, “Tus pecados están desatados”, en otras palabras, libre, estás libre de ellos, el cielo ya habrá hecho eso también. Esa es una forma de perfecto pasivo, lo cual significa que ya se hizo con resultados continuos.

En otras palabras, cuando la iglesia finalmente llega a decir tus pecados están amarrados a ti o tus pecados están desatados de ti, la iglesia entonces está comenzando a actuar en línea con el Padre que está en el cielo, que ya ha dicho o están desatados o atados en base a que la persona respondió a la convicción de pecado o no.

Ahora, el punto es este, un punto muy simple, el cielo ratifica lo que es hecho en la tierra cuando la iglesia sigue este proceso de disciplina. Eso es exactamente lo que significa. Ahora, eso es autoridad. Escuche. Si usted es una persona que peca en la iglesia y alguien se acerca a usted y usted no se arrepiente, y dos o tres se acercan a usted y no se arrepiente, y la iglesia entera está buscándolo y no se arrepiente, podemos decir: “tus pecados están amarrados a ti”. Y podemos decir eso porque hemos pasado por el proceso para determinar eso en base a la revelación de la Palabra de Dios, y cuando decimos eso, simplemente estamos diciendo lo que el Padre ya ha dicho en el cielo. En otras palabras, la iglesia está actuando en representación de la voluntad de Dios. El Padre en el cielo está actuando con nosotros. ¡Qué pensamiento tan tremendo!

Por otro lado, si usted está en pecado y nos acercamos a usted, y usted no se arrepiente a la primera, y dos o tres van, y no se arrepiente, y su corazón está quebrantado, y usted se entristece, y deja su pecado, y decimos: “Tus pecados están desatados. Bienvenido a la plenitud de la comunión”. Meramente, estamos haciendo en la tierra lo que ya ha sido hecho en el cielo. Entonces, la autoridad es que estamos actuando en nombre del Padre que está en el cielo, quien ya ha hecho lo que es correcto en el caso de usted.

Decimos en la iglesia que queremos hacer la voluntad de Dios. Oramos. ¿Cuántas iglesias dicen los domingos, y la gente se pone de pie: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad –¿qué? ¿En dónde?– en la tierra como en el cielo,” y nunca hacen lo que este pasaje dice. ¿Quiere hacer usted Su voluntad en la tierra como se hace en el cielo? Entonces, haga esto y el cielo ya habrá hecho lo que usted hizo aquí. Esta es una respuesta a esa oración en Mateo 6:9-12, la oración de los discípulos.

Y entonces, lo vuelvo a decir. Nunca, nunca la iglesia se parece tanto a Jesucristo. Nunca la iglesia cumple más la voluntad de Dios como cuando actúa los principios de este pasaje. Esto es tomar el reino en el cielo y traerlo a la tierra. Esa es nuestra autoridad. El cielo está de pie junto con nosotros. Dice usted: “Bueno, ¿cómo puede ser nuestra autoridad?”. Porque hemos seguido el patrón bíblico. Cuando yo me acerco a una persona y le digo: “Tus pecados están atados a ti”, dice usted: “MacArthur, ¿qué derecho tienes de decirle eso a esa persona?”. Porque la persona no se ha arrepentido. Por otro lado, si le digo a una persona, “Tus pecados te han sido desatados,” o si se lo dice a una persona, ¿qué derecho tiene de decirle eso? Porque se han arrepentido, ¿verdad?

Recientemente, conocí a un hombre y me dijo: “Bueno, como puedes ver, creo que esto es lo que debes hacer cuando llegas al cielo”. Y él describió esto raro. Y él dijo, “Sabes una cosa, he estado en esta 'organización cristiana' por años,” y entonces, simplemente le coloqué mi dedo de manera tan gentil como pude y le dije, “Amigo mío, estás perdido en tu pecado.” Dice usted, “¿Qué te dio…, quién crees que eres tú?” Ahora, tuve la autoridad de amarrarle sus pecados, porque él no cumplió con la condición bíblica de arrepentimiento, ¿verdad? Yo dije: “Estás perdido. No conoces a Dios. No tienes perdón de pecados. No conoces a Jesucristo, amigo mío”.

Y le expliqué el Evangelio. Entonces, usted tiene el derecho de decirle a un cristiano que peca, “Tú, mi amigo, estás atado en tu pecado,” y el Padre en el cielo está actuando con usted cuando usted dice eso. ¿No es eso algo maravilloso? Digo, usted se vuelve el embajador del cielo en la tierra. Esta es la razón por la que la iglesia debe hacer esto. Escuche, como dije al principio, si la voluntad de Dios en su extremo pudiera ser condensada en una cosa, “sed santos, porque Yo soy santo,” entonces, nunca estamos cumpliendo la voluntad de Dios más como cuando estamos buscando la santidad de Su pueblo, ¿no es cierto?

Eso es lo que el versículo significa. Dios estará haciendo lo mismo. Eso es muy consolador para mí, porque muchas veces la gente piensa, usted sabe, si usted busca esto, y trata de atacar el pecado, mostrar iniciativa y trata de confrontar el pecado y llamarlo lo que es, y que está no siendo amoroso y todas estas cosas. Y lo que usted realmente está haciendo es que realmente está peleando la batalla de Dios. Usted realmente se está alineando con el cielo. Es tan difícil convencer a la gente de eso en el día de hoy, porque sea cual sea el tipo de amor que piensan que es, está fuera de control.

Hay una segunda razón, pero antes de que lleguemos a eso debemos ir al versículo 19. Y el versículo 19 básicamente, en cierta manera, repite lo que es dicho en el versículo 18, porque es difícil de creer. Es tan difícil creer que el Padre en el cielo está actuando con nosotros. Entonces, Él dice “De nuevo os digo que si dos de vosotros os pusiereis de acuerdo en la tierra acerca de algo” –bueno, ¿de qué cosas estamos hablando aquí? ¿De qué cosas estamos hablando? Disciplina, pecado. Bueno, ¿cuáles son los dos aquí? Bueno, ese es el número más bajo de personas que pueden confirmar a una persona en un pecado.

Entonces, cuando usted ha ido, y usted ha confirmado a la persona, y está de acuerdo, y usted ve la voluntad, la voluntad de Dios, será hecho por ellos por mi Padre que está en el cielo. En otras palabras, Dios está actuando con usted. Los dos de aquí son los dos testigos que confirman el corazón no arrepentido o quienes, por otro lado, confirman el corazón arrepentido. Él comienza con el número más bajo posible. Si dos de ustedes están de acuerdo. En otras palabras, confirman el hecho de que esto de hecho es verdad, entonces Dios está actuando en el cielo de acuerdo con eso.

Eso es gran autoridad. Somos embajadores del cielo en la tierra. Simplemente un pensamiento incomprensible, glorioso, glorioso. La palabra “ponerse de acuerdo” allí es digna de señalar, συμφωνέω (sumphóneó), de la cual obtenemos la palabra “sinfonía”. Significa “producir un sonido juntos”. Cuando todos ustedes que están viendo la vida de esta persona estuvieron de acuerdo que su pecado todavía está allí o su pecado ya lo dejó, se arrepintió, lo que sea, cubriendo cualquier cosa, el Padre estará de acuerdo con ustedes.

No creo que este versículo está hablando de un cheque en blanco para la oración y ha sido usado de manera terrible. Simplemente, arrancado de su contexto y estas dos personas –la mayoría de las personas creen que simplemente se refiere a dos personas, y si tan solo se ponen de acuerdo dos personas, Dios tiene que darles aquello en lo que se pusieron de acuerdo. He oído eso dicho tantas veces. Ese no es el punto.

Los dos aquí son los dos testigos en el caso de disciplina de la iglesia, una persona que peca, y realmente quieren que se haga la voluntad de Dios, y realmente quieren lo que es correcto, pero si están de acuerdo en esto y siguen el patrón bíblico, pueden tener la confianza de que al buscar la voluntad de Dios van a recibirlo; y Dios va a hacer lo que es correcto.

Y esa es una confianza muy importante, porque cuando usted entra a la disciplina, usted puede llegar a dudar y decir: “Hombre, espero que estoy haciendo lo que es correcto. Hombre, simplemente me preocupo, quizás estoy haciendo lo incorrecto. Quizás, estoy juzgando”. Y he tenido ese sentimiento. He entrado en una situación con un cristiano que está pecando y digamos –de hecho, hablaba con Patricia así a veces y le he dicho: “Quizás, estoy siendo demasiado fuerte. Quizás, no estoy siendo sensible. Quizás no está bien, pero no veo el arrepentimiento ahí. No veo el quebrantamiento ahí. No veo la contrición ahí”.

Y en su sabiduría simple, ella dice: “Bueno, tú sabes lo que dice la Escritura”. Y yo digo: “Sí. Que si ha sido confirmado y todos estamos en sinfonía, y todos estamos leyendo las mismas señales de la misma manera, y estamos pidiendo la sabiduría de Dios, podemos saber que el Padre está actuando en acuerdo con nosotros.” ¿No es esa una confianza maravillosa? Entonces, no tememos hacer eso porque estamos cumpliendo la voluntad del Padre porque Su pueblo sea santo.

Segunda razón. No solo el Padre en el cielo actúa con nosotros, sino que el Hijo en la tierra actúa con nosotros. Esta es una autoridad divina doble. El Hijo en la tierra actúa con nosotros, versículo 20. Y aquí hay otro versículo que es aplicado mal de manera terrible. “Porque en donde hay dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy en medio de ellos”. Ahora, usted probablemente ha oído eso en una docena de reuniones de oración en las que usted ha estado. Si tan solo podemos reunir a dos o tres personas, Dios va a estar ahí. Escuche, si tan solo usted tiene una persona ahí, Dios está ahí, ¿verdad? Solía preocuparme por eso cuando era un niño porque oía a algunas personas predicar eso en el sermón. “En donde dos o tres están congregadas, allí estoy en medio de ellos”. Y yo pensaba, bueno, ¿qué pasa cuando una persona ora?

Como puede ver, de eso no está hablando. ¿Cuáles son los dos o tres en este contexto? ¿Dos o tres qué? Dos o tres testigos en la disciplina. Usted puede ver por qué es tan importante enseñar el flujo de la Escritura. Dos o tres testigos, cuando se congregan en Mi nombre, ¿qué significa eso? Para hacer Mi obra, Jesús dice. ¿Cuál es Tu obra? Me estoy moviendo entre la iglesia. Y cuando se congregan en Mi nombre para reflejar Mi naturaleza y Mi voluntad, ahí estoy en medio de eso.

¿No es eso una gran confianza? No solo el cielo está actuando, el Padre está actuando en el cielo con nosotros, sino que el Hijo está ahí en la tierra con nosotros. Nunca está cumpliendo más usted la voluntad de Dios y la obra del Hijo, como cuando usted está actuando en la limpieza y purificación de Su propia iglesia. Todos tenemos que ser parte de eso, amados, ministros de santidad.

Al cerrar, simplemente una palabra de la víctima en esto. Realmente, necesitamos traer de regreso a ese hermano o hermana, ¿verdad? No nada mas podemos dejar que se vayan. No puede. Necesitan ser traídos de regreso.

Dietrich Bonhoeffer, un teólogo alemán de una persuasión más bien liberal, enfrentó algunos de los terrores de la Alemania nazi. Escribió un pequeño libro que leí hace muchos años atrás, como alumno de seminario, llamado La Vida Juntos. En él hay algunos pensamientos muy profundos que podrían ayudarnos con lo que estamos viendo. Escuche lo que dice:

“El pecado demanda tener a un hombre por sí solo. Lo aleja de la comunidad. Entre más aislada esté una persona, más destructivo será el poder del pecado sobre él. Y entre más profundamente se involucre en el pecado, más desastrosa será su situación de aislamiento. El pecado quiere permanecer desconocido. Evita la luz. En la oscuridad de lo no expresado, envenena el ser entero de una persona. Esto puede suceder incluso en medio de una comunidad piadosa.

“En la confesión, la luz del Evangelio irrumpe en la oscuridad y el aislamiento del corazón. El pecado es traído a la luz. Lo no expresado es reconocido y presentado de manera abierta. Todo lo que es secreto y escondido es hecho manifiesto. Es una lucha difícil hasta que el pecado es admitido abiertamente, pero Dios rompe las puertas de bronce y las barras de hierro”. Salmo 107:16.

Escuche esto: “Debido a que la confesión del pecado es hecha en la presencia del hermano cristiano, la última fortaleza de la justificación personal es abandonada. El pecador se rinde. Él rinde toda su maldad. Él entrega su corazón a Dios. Él encuentra el perdón de todo su pecado y la comunión de Jesucristo y su hermano. El pecado expresado y reconocido ha perdido todo su poder. Ha sido revelado y juzgado como pecado. Ya no puede destrozar la comunión.

“Ahora, la comunión lleva el pecado del hermano. Él ya no está solo con su maldad, porque él ha desechado su pecado en confesión y lo ha entregado a Dios. Ha sido quitado de él. Ahora, él está de pie en la comunión de los pecadores que viven por la gracia de Dios y la cruz de Jesucristo. El pecado encubierto lo separó de la comunión, hizo toda la comunión aparente, una farsa. El pecado confesado le ha ayudado a encontrar comunión verdadera con los hermanos en Jesucristo”, fin de la cita.

Qué ministro, el ministro de restaurar al hermano que está pecando. Es la clave de la pureza de la iglesia. Es la clave del avivamiento de la iglesia, la renovación de la iglesia y del alcanzar al mundo mediante una iglesia renovada. Debemos oír estas palabras de nuestro Señor. Inclinémonos en oración.

Padre, pedimos porque Tú avives a tu iglesia. Oh Dios, buscamos una renovación, una restauración verdadera del poder santo de Tu pueblo. Sabemos que viene mediante el mensaje de Tu santidad y nuestra pecaminosidad. Que la iglesia esté comprometida con eso. Y que al ver al Dios santo y al hombre pecaminoso, la iglesia quiera ser los instrumentos de santidad. Que seamos el cuerpo de Cristo moviéndose entre los candeleros, permitiendo que el espíritu de Cristo y la palabra de Cristo limpien la iglesia a través de nosotros. Haznos instrumentos de justicia para que hagamos la voluntad del Padre, para que el pueblo de Dios sea santo como Él es santo.

Padre, ayúdanos a comenzar con nosotros mismos, incluso conforme nos congregamos esta noche para la Mesa del Señor, que sea un lugar de comienzo conforme limpiamos nuestros propios corazones, confesando el pecado y permitiendo que el Espíritu lleve a cabo la obra que sólo Él puede hacer. Y después, Señor, que busquemos la pureza de Tu Iglesia, no como aquellos que se levantan de manera piadosa, falsa, sino como aquellos que buscan humildemente la restauración de un hermano, considerándonos a nosotros mismos, sabiendo que nosotros también somos tentados y pecamos. Ayúdanos, Padre, a encender la luz, para que el pecado no encuentre el aislamiento que anhela y lleve a cabo su obra mortal.

Te agradecemos por la claridad con la que nuestro Señor ha hablado y que la Iglesia oiga las palabras y las aplique. Padre nuestro, sabemos ahora lo que la Palabra nos dice. La única pregunta que queda es nuestra disposición a responder. Sabemos que este es Tu deseo. Que sea el nuestro el cumplir todo Tu propósito santo en Tu iglesia, en amor, para que el mundo, mientras que ve a un Dios santo que odia el pecado, entienda entonces verdaderamente la gracia y el amor del perdón. Haz que este sea un día especial para todos nosotros. Y te alabaremos por lo que Tú vas a hacer en todo corazón. En el nombre de Jesús, Amén.

Disponible sobre el Internet en: www.gracia.org 
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