Llegamos de nuevo esta mañana. Nuestro texto en Mateo, capítulo 28, versículos 16 al 20. Les confieso cierta cantidad de frustración en mi corazón porque podría pasar semanas en este pasaje y extraer todo tipo de verdad y enseñanza de otras áreas de las Escrituras para explicarlo, pero realmente lo voy a mantener muy simple y directo, y no tratar de cubrir demasiado para que tenga un impacto condensado y excepcional en nuestros corazones.
Ahora, permítame decir inicialmente, siempre ha sido el deseo de Dios alcanzar al mundo entero. Y entonces, cuando llegamos a Mateo, capítulo 28, y vemos esa gran afirmación en el versículo 19: “Haced discípulos de todas las naciones”, no estamos bajo ninguna idea de que esto es algo nuevo. No es algo nuevo, es algo muy antiguo. Porque Dios, en el comienzo mismo, quiso de traer a la humanidad a la comunión y relación consigo mismo.
De hecho, no fue sino hasta que el hombre en pecado se alejó de Dios, que Dios incluso diseñó separar a las naciones. No fue sino hasta que Él necesitó una nación testigo, una nación misionera, que Él llamó Israel, para alcanzar al resto del mundo. No fue sino hasta que Israel fracasó en hacer eso, que Dios tuvo que llamar a un remanente pequeño de personas para hacer lo que la nación no quería hacer, y es eso que nos lleva a Mateo 28, y a las palabras de Jesús: “Haced discípulos de todas las naciones”, les fueron dadas a 500 discípulos, ahí en un monte en Galilea, quienes fueron el remanente creyente de la Israel apóstata. Fue a ellos y para todos aquellos que serían de una fe semejante a la de ellos, una fe igualmente preciosa la de ellos, incluyendo nosotros, que este mandato sigue.
Pero esto es solo un eco, esto es solo un eco de la intención original de Dios de alcanzar al mundo. Inclusive al llamar a Abraham, Él dijo: “De ti vendrá una simiente, y mediante esa simiente, todas las familias de la tierra serán benditas”. Y fue a la nación de Israel que Dios dijo: “Declarad su gloria entre las naciones”. 1ª Crónicas 16 y Salmos 96: “Sus maravillas entre todos pueblos”. Y en Isaías 42 e Isaías 43, y después en Isaías 52, y en Isaías 66, oímos al profeta quien habla, por así decirlo, expresando el corazón de Dios, diciéndole al pueblo que esparza el mensaje al mundo.
Siempre ha sido el deseo de Dios, alcanzar al mundo de personas perdidas y traerlos a la comunión consigo mismo. En 1ª Timoteo 2: 3 y 4 dice: “Dios nuestro salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad”. Entonces, el corazón de Dios siempre ha sido un corazón por alcanzar al mundo. En ese versículo el cual es más conocido que cualquier otro versículo, simplemente se afirma: “Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree no se pierda, más tenga vida eterna”.
Entonces, no nos sorprende oír un mandato como este: “Haced discípulos de todas las naciones”, porque esto es lo que Dios quiso desde el comienzo mismo. Y ahora Dios tiene un remanente de personas congregados en ese lugar en Galilea, y todos aquellos que van a venir de su ministerio, incluyéndonos a nosotros, a quienes este mandato es dado para alcanzar al mundo.
Se nos recuerda que la afirmación “haced discípulos” es el corazón de nuestro llamado, que estamos en el mundo para hacer eso; que enseñar y predicar, y alabar, y tener comunión, todas esas cosas que disfrutamos y son queridas para nosotros, únicamente son medios para alcanzar un fin. Únicamente son elementos de preparación para la tarea real, la cual es evangelizar al mundo, lo cual es alcanzar a los perdidos para Cristo.
Y entonces debemos estar concentrados en hacer discípulos de todas las naciones, todos los pueblos, todos los grupos étnicos, todas las tribus, todas las razas. La idea de hacer un discípulo es un término hermoso, hermoso. La palabra mathēteuo, el verbo que es usado aquí, conlleva la idea de un creyente y un aprendiz. Supongo que podríamos decir que es un aprendiz creyente, o un creyente que está aprendiendo. “Haced creyentes aprendices de todas las naciones”, “haced creyentes que aprendan”.
No es simplemente uno que cree o usted tendría otra palabra; no es simplemente uno que aprende o tendría otra palabra. Es un aprendiz creyente, uno que coloca la fe en Cristo, y uno que sigue en una vida de aprendizaje. Como Jesús lo expresó en Juan 8:31: “El que continúe en mi Palabra, es el mathētēs aletos”, el discípulo real, el discípulo genuino, en contraste al falso. Entonces, la misión de la iglesia en el mundo puede ser definida de manera singular como hacer aprendices creyentes, o creyentes que aprenden, de todas las naciones. Estamos aquí para buscar a aquellos que están perdidos.
El Padre primero buscó adoradores verdaderos; Él envió al Hijo, entonces, a buscar y a salvar lo que se había perdido; y después al Espíritu, para capacitarnos para dar testimonio como dice en Hechos 1:8, para lograr la misma meta. Jesús en Juan 17:18 dijo: “Padre, como Tú me has enviado al mundo, Yo envío a mis discípulos”. Por la misma razón, esto es para buscar y salvar a los que están perdidos. Y Jesús dijo: “Después de que el Espíritu venga, recibiréis poder, y seréis mis testigos en Jerusalén, Judea, Samaria, y hasta lo último de la tierra”. Entonces, estamos en línea con ese llamado y comisión que siempre ha estado en el corazón de Dios.
Incluso cuando Jesús inicialmente llamó a los discípulos, Él dijo: “Síganme”, en Mateo 4:18 al 20: “Y os haré pescadores de hombres”. Nada ha cambiado. Desde el llamado de Mateo 4 hasta la comisión de Mateo 28, ha habido un proceso de preparación de tal manera que aquellos que fueron llamados a ser pescadores de hombres, cuando son comisionados a ser pescadores de hombres, sabrán lo que eso involucra y serán fieles en cumplirlo. La tragedia de la iglesia de Jesucristo es que tantas personas han perdido de vista esa comisión y han estado cómodos en un tipo de cristianismo egoísta, cómodo, que es poco más que una membrecía de un club social. Esa no es la intención de Dios.
Me dio gusto el domingo pasado después de que entregué mi corazón en el servicio de la mañana, que hubo una gran respuesta. La respuesta inmediatamente fue que las personas estaban hablando del mensaje el domingo por la noche. Para mostrarle la realidad tangible de la respuesta, la ofrenda del domingo por la noche, la cual fue la primera vez que la gente, de hecho, podía responder a lo que dije en la mañana; en la ofrenda del domingo por la noche fue cinco veces más de lo de una ofrenda normal, y eso fue seguido por una semana de cartas interesantes. Una pareja querida escribió y dijo: “Ora por nosotros. Estamos vendiendo nuestra casa para que podamos mudarnos a algo menos caro y usemos nuestros recursos para la obra del Señor”.
Otra pareja envió un cheque por $5,000 dólares y dijo: “Hemos estado ahorrando para un sistema de televisión vía satélite. Queremos que esto sea para la obra del Señor”. Eso es cambiar su perspectiva, en lugar de recibir al mundo e ir al mundo con el Evangelio, en lugar de recibir su mensaje, enviar el nuestro. Pero muchas cosas maravillosas han sucedido en respuesta a lo que dijimos la semana pasada conforme comenzamos a ver ese pasaje. Necesitamos salirnos de ese molde cómodo, necesitamos alejarnos de ese tipo de perspectiva cristiana egoísta, y seguir y poseer, y hacer nuestro este llamado de Dios que tenemos en este pasaje.
Ahora, ¿cómo lo hacemos? ¿Cómo hacemos discípulos de todas las naciones? ¿Cómo? Bueno, la semana pasada le sugerí, en primer lugar, que tenemos que estar disponibles. La disponibilidad es lo primero. En el versículo 16 leemos que los once discípulos se fueron a Galilea y a un monte que Jesús los había determinado, y eso quiere decir que estaban disponibles; estaban en donde debían estar, cuando debían estar ahí, y allí es donde comienza, comienza estando disponible. No comienza con saber a dónde va usted, no comienza con tener un llamado claro a cierto país, no comienza con toda la impresión, la letra pequeña terminada, y editada, y completa. Comienza simplemente estando ahí, diciendo: “Dios, no sé qué es y dónde es, pero estoy disponible, estoy aquí; tú dijiste: Estén aquí; y aquí estoy. Estoy escuchando tu voz, estoy leyendo tu Palabra, estoy congregándome con tu pueblo. Háblame, Señor, estoy disponible”.
La segunda cosa que vimos fue adoración. En el versículo 17 cuando lo vieron, y Él finalmente les apareció a primera vista, a distancia, y después se acercó y lo adoraron; cayeron sobre sus rostros, postrados, por así decirlo, ante Él. Algunos de ellos dudando hasta que Él se acercó, porque no lo habían visto después de su resurrección; pero cuando Él se acercó ciertamente su duda fue disipó. Y ellos también adoraron.
Y sugerimos la última vez que es necesario para va a cumplir la gran comisión tener un corazón adorador. Esto significa, su corazón está totalmente concentrado en Jesucristo, todo lo demás está perdido, todo lo demás se desvanece. Cuando ellos en ese lugar vieron a Jesucristo resucitado, todos sus sueños despedazados fueron recuperados, toda su decepción instantáneamente se acabó, su tristeza se convirtió en un gozo increíble; fue una inversión de toda emoción que estaban sintiendo y quizás hubo adoración que ocurrió en ese día, que es equiparada por pocas otras ocasiones de adoración en toda la historia humana.
Vieron al Cristo resucitado y todo en ellos volvió a nacer. Tuvieron un enfoque que fue singular en Cristo, como Pablo ha dicho: “Porque he determinado saber nada entre vosotros sino de Jesucristo, y Éste crucificado”, quien dijo: “Porque para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia”. Su enfoque fue tan claro, quien dijo: “A fin de conocerle y el poder de su resurrección y la participación de sus padecimientos, siendo conformado a su muerte”. Ese enfoque singular hizo la diferencia. Ellos, como David, habían colocado al Señor ante ellos, y todo lo demás había desaparecido. Eso es lo que se necesita. No es solo un corazón dispuesto, es un corazón adorador.
Y después, en tercer lugar, y aquí es en donde llegamos a nuestra lección hoy. El tercer elemento de cumplir la gran comisión que vemos en el pasaje es sumisión, sumisión. En el versículo 18, nuestro Señor cuando Él se acerca, habla y dice: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra”. Y Él hace una afirmación francamente que sacude mis pensamientos y va más allá de mi capacidad de concebirlo o expresarlo. Él está haciendo una afirmación de autoridad soberana consumada, Él tiene toda autoridad.
Ahora, la palabra autoridad es la palabra exousia. Básicamente es una palabra que significa privilegio, derecho, poder o autoridad. Esencialmente, usted podría definirla como la libertad de hacer lo que usted quiere, es libertad sin límites. Jesucristo, con toda la autoridad, tiene la libertad de hacer lo que Él quiere, cuando Él quiere, en donde Él quiere, y con lo que Él quiere, a quien Él quiere. Es libertad absoluta de acción y decisión. Esa es la esencia de autoridad soberana.
Ahora, conocemos algo de esa autoridad, y su rango al estudiar los Evangelios. Sabemos, por ejemplo, en Mateo 4, versículo 23, y en otros lugares, Él mostró autoridad sobre la enfermedad y autoridad sobre otras cosas. Sabemos también, en Mateo 4:24, Mateo 8:32, Mateo 12:22, Mateo 17, pienso alrededor del versículo 18, Él mostró autoridad sobre los demonios; lo vemos en varias ocasiones desplegando autoridad sobre la muerte; de manera particular en Juan 11, cuando Él resucito a Lázaro de los muertos. En Mateo 7:29, al terminar el Sermón del Monte, dijeron que Él habló como uno que tiene autoridad, lo cual significaba que Él demostró una autoridad que sobrepasaba al resto de los líderes y maestros en Israel.
Él tuvo autoridad de comisionar y delegar el poder sobre la enfermedad y demonios a sus apóstoles, lo cual Él hizo en el capítulo 10, versículo 1. Y en Lucas, capítulo 10, también dio esa misma autoridad a los 70 cuando Él los envió. Él tuvo autoridad, según Mateo 9:6, para perdonar pecado. En Juan 5, dice que Él tuvo autoridad de juzgar, Él tuvo autoridad de resucitar a los muertos, Él tuvo autoridad de traer a todos los hombres ante el tribunal de Dios para su juicio eterno. En Juan 10:18 Él dice: “Tengo autoridad para poner mi vida y para volverla a tomar”.
Todas estas son indicaciones de lo que está incluido dentro del rango de su autoridad. Él tiene autoridad que algún día le permitirá tomar el título de propiedad de la tierra y tomar posesión del mundo, y el universo y todos los hombres. Él tiene autoridad sobre Satanás, Él tiene toda autoridad en el universo, y Él tiene la libertad de ejercer esa autoridad como Él quiere. Toda esa autoridad es de Él. Él afirma eso aquí. Usted recuerda cuando Satanás vino a tentarlo, Satanás dijo: “Te voy a dar esto y te voy a dar aquello y te voy a dar lo otro, te voy a dar todos los reinos del mundo”.
Él no tenía necesidad de recibir eso de Satanás, Él los habría recibido del Padre y poseer autoridad sobre todos ellos. Él poseyó autoridad en el cielo y autoridad en la tierra para hacer con ellos lo que Él quería. Y esa autoridad se vuelve consumada en Su reino, cuando todos los reinos de este mundo, según Apocalipsis 11:15, estén sujetos a Él, y los reinos de este mundo se vuelvan los reinos de nuestro Señor y de su Cristo. Esa autoridad de la que se habla en el Salmo 2, en donde Él va a aplastar al resto de las potencias y recibirá para Sí mismo la autoridad del universo que solo Él poseerá.
Y entonces, el Señor Jesucristo tiene libertad de acción completa y soberana, no hay nadie que pueda resistir su autoridad, no hay nadie quien pueda cuestionar lo que Él hace, no hay nadie de quien Él busque consejo para hacer lo que es lo correcto. Autoridad total completa, soberana, toda potestad.
Ahora, observe esta frase: “Me es dada”. ¿De dónde la obtuvo? El primer vistazo de eso viene del Antiguo Testamento, en la profecía de Daniel, en el capítulo 7, en el versículo 13. Y en la visión, Daniel dice: “Vi en las visiones de la noche, y he aquí uno como el Hijo del Hombre”, eso, claro, es Cristo: “Vino con las nubes del cielo”, él ve a Cristo en su segunda venida, casi una descripción exactamente paralela a Mateo 24:30, en donde Cristo describe su segunda venida, como el Hijo del Hombre viniendo en las nubes del cielo. “Y el Hijo del Hombre vino con las nubes del cielo, y Él vino primero al Anciano de días”. Ese es un título del Antiguo Testamento para Dios Padre.
Entonces, el Hijo viene a Dios Padre, y es traído cerca de Él, y ahí le es dado dominio y gloria y un reino para que todo pueblo, naciones e idiomas le sirvieran. Su dominio, es un dominio eterno, que no pasará, y su reino no será destruido. Ahí está la escena del Hijo glorioso en su gloria de segunda venida, acercándose a Dios Padre quien le da todo dominio, y toda autoridad, y todo poder, y todo privilegio, y todos los reinos. “Toda potestad me ha sido dada”. Hacemos la pregunta: ¿De dónde la obtuvo? ¿Vino a Él de quién? Del Padre. El Padre le ha encomendado todo juicio al Hijo, dice Juan 5. El Padre le ha dado toda autoridad al Hijo, dice Daniel, capítulo 7. Eso es repetido en muchos lugares diferentes.
En Isaías 9, dice que el gobierno está sobre sus hombros. Dios le ha encomendado todo juicio, todo poder. Dios dice en Hechos 2:36: “Lo ha hecho Señor y Cristo, Mesías Rey”. “Dios”, dice en Filipenses 2: “Le exaltó hasta lo sumo, y le ha dado un nombre, que es sobre todo nombre, para que ante el nombre de Jesús toda rodilla se doble en la tierra y debajo de la tierra. Y toda lengua confesará que Jesús es Señor para gloria de Dios Padre”. Filipenses 2 dice eso en los versículos 9 al 11. Cristo es hecho Señor. Y viene un día cuando Él viene con la plenitud de esa autoridad, y Él recoge a los reinos del mundo y los congrega a Sí mismo; limpia todo lo que es malo, y vil e impío, y que rechaza a Cristo, y envía al infierno a aquellos que van al infierno, y aquellos que van al cielo eterno, glorioso, que pertenecen ahí. Y los reinos del mundo llegan al fin y todo se resuelve en Cristo.
Y en ese día cuando Él haya reunido al reino entero del mundo y el universo para Sí mismo, haya limpiado de todo lo que es impuro, y redimido a todos lo que deben ser redimidos, dice en 1ª Corintios 15:27, que Él habiendo hecho todo eso, va a tomar eso, y se lo va a devolver al Padre en un acto de adoración. Entonces, a Él se le da toda autoridad para tomar de regreso al mundo y al universo del enemigo usurpador Satanás, y se lo va a devolver al Padre. Él, entonces, tiene toda autoridad. Lo que eso dice es esto: Él está a cargo, Él es soberano, y debemos someternos a Él.
Ahora, ¿por qué dice Él esto? Porque es en base a nuestra sumisión a su autoridad que nos colocamos en el lugar de obediencia, ¿verdad? Debemos entender que su mandato es obligatorio antes de que lo obedezcamos, porque el mandato en sí es sorprendente, alcanza todo, es casi paralizador; “Haced discípulos de todas las naciones”. Y si nos parece difícil, imagínese lo que les pareció a ellos. Quinientos más bien discípulos impotentes, comunes y corrientes, en el costado de un monte en Galilea, recibiendo un mandato casi inconcebible, lo cual ellos tenderían a desobedecer por la mera naturaleza ridícula del mandamiento, si no fuera por el hecho de que Jesús estableció que Él tenía tanta autoridad, que no tuvieron alternativa más que obedecer.
Y entonces cuando llegamos a cumplir la Gran Comisión, en primer lugar, con una actitud de disponibilidad; en segundo lugar, con una actitud de adoración; y en tercer lugar, con una actitud de sumisión. Solo son personas que se somete. Ahora, permítame decirlo de otra manera. Si usted está esperando algún tipo de señal o sentimiento espiritual, antes de que sienta usted la responsabilidad de alcanzar al mundo, está equivocado; no es cuestión de emoción, es cuestión de sumisión.
No es cuestión de esperar hasta que usted reciba alguna señal del cielo. No es cuestión de esperar hasta que usted caiga a la mitad de la calle, y su nariz aterrice sobre un mapa de Sudamérica, y diga: “Oh, lo veo”. No es hasta que usted escuche una voz de Dios, es cuestión de sumisión a un mandato ya expresado. Toda autoridad le es dada a Él. Y a muchos les encantaría venir a Cristo, como su abogado para que rogara por ellos a favor de sus pecados, pero lo rechazan como el soberano para que los gobierne; pero esto es Él. Sus términos son que Él es Salvador y Señor, y Él llama a que seamos sumisos.
Su Palabra y sus mandatos son absolutos. Y esa es la razón por la que en el versículo 19 dice: “Por tanto”, “Por tanto”, ¿qué quieres decir “por tanto”? “Debido a que estoy a cargo, debes hacer esto, haced discípulos de todas las naciones”, “¿Por qué?”, “Porque Yo estoy a cargo y Yo digo que hagan eso”. Debe haber un espíritu sumiso. Y cuando usted busca a alguien en quien quiere invertir su vida, cuando yo busco a alguien en quien quiero invertir mi vida, que pienso que tiene potencial espiritual, busco a alguien que tiene un espíritu sumiso, alguien quien es, expresado en otro término, moldeable, que está dispuesto a aprender. Él es el Señor soberano, esto no es negociable. La Gran Comisión, la misión de la iglesia, entonces, depende de tres actitudes: la actitud de disposición, la actitud de adoración y la actitud de sumisión.
Ahora escúcheme. Esas tres actitudes indican una preocupación del corazón centrada en Dios, indican un enfoque en Dios, que mi corazón está dirigido a Dios, que hay un corazón disponible, devoto. Me encanta en el Antiguo Testamento cuando habla de un corazón dispuesto; Éxodo 25, Éxodo 35, Jueces 5, Jueces 8, Nehemías 11, Esdras 1, Esdras 3, versículo 5, otros lugares, habla de que el pueblo tuvo un corazón dispuesto, ese es el tipo de corazón que usted ve aquí, un corazón dispuesto, un corazón adorador, un corazón sumiso para hacer lo que Él dice.
Y esa es la antítesis de estar inmerso en los asuntos triviales de nuestro mundo moderno, de pasar nuestras vidas y nuestro tiempo, y nuestro talento, y nuestra energía, y nuestro dinero, y nuestros recursos en nosotros mismos. Entonces, vea su propia vida, y si usted no desea cumplir la Gran Comisión, no es que usted necesita que Dios lo sacuda a usted, y no es que necesita algún lugar directo a donde ir; es que usted necesita ver la actitud de su corazón y preguntarse, ¿está usted disponible? ¿Realmente estoy disponible? ¿Realmente estoy adorando? ¿Tengo un enfoque singular en mi vida? ¿Soy sumiso de tal manera que cuando encuentro un mandato de Dios, lo obedezco de manera pronta?
Ahora, esa son tres actitudes de cimiento. Él tiene toda autoridad, y si Él tiene toda autoridad, eso significa que Él tiene autoridad que se extiende a todo. Él gobierna sobre el cielo y la tierra, Él gobierna sobre lo físico y lo espiritual, Él gobierna sobre los hombres y los ángeles, Él gobierna sobre los ángeles santos y los demonios caídos. Él gobierna sobre Satanás mismo. Él controla la enfermedad, Él controla las circunstancias, Él controla el viento y las olas, Él perdona pecado; todo está bajo su control. Y cuando Él dice que debemos hacer esto, entonces, debemos hacerlo, y eso nos lleva al cuarto. Ese es el principio de obediencia, o el elemento de obediencia, lo cual es necesario para hacer la Gran Comisión.
Y aquí en el versículo 19, es donde tenemos el mandato: “Haced discípulos de todas las naciones”, y llama a la obediencia. ¿Cómo está haciendo usted eso? ¿Cómo está usted haciendo eso? ¿Cómo está usted haciendo discípulos de la gente que los rodea a usted? La gente alrededor del mundo, ¿cómo lo está haciendo? ¿O lo está haciendo? Le podría parecer a usted algo no natural o imposible, como debió haberle parecido a ellos, pero fue mandado. ¿Está usted involucrado en hacer creyentes aprendices o aprendices creyentes? ¿Está en las palabras de Marcos 16:15, yendo a todo el mundo y predicando el Evangelio a toda criatura? ¿Está usted en las palabras de Lucas 24:47, llevando el arrepentimiento y perdón de pecados y predicándolo en Su nombre entre todas las naciones? ¿Cómo es que usted se está volviendo un pescador de hombres? Bueno, debemos ser obedientes.
Dice usted: “Bueno, ¿obedientes a qué?”. Él le dice a usted cómo hacerlo aquí en el versículo 19, con tres participios. El verbo principal es “haced discípulos de todas las naciones”, los tres participios son: yendo, bautizando, enseñando. Así es como usted lo hace: yendo, bautizando, enseñando; así es como usted hace un discípulo. No es solo que deben creer, es que deben creer y ser instruidos. No solo que son instruidos, también incluye su acto de fe, lo cual es simbolizado en el bautizo; y ninguno de esos puede llevarse a cabo hasta que usted va a esas personas. La comisión de la iglesia es no esperar hasta que el mundo se aparece, la comisión de la iglesia es ir al mundo, ir a ellos.
Ahora, hablemos de ese primer participio, “yendo”, poreuthentes. De hecho, en el griego podría ser traducido mejor “habiendo ido”, habiendo ido. No es un mandato, “vayan”, no es un mandato en el griego. En una versión lo expresaron en el modo imperativo, pero en el griego es una suposición, “habiendo ido”; digo, es básico que si usted va a hacer discípulos de todas las naciones, habrá tenido que ir; “habiendo ido”, se da por sentado, es obvio, es natural, es un corolario. Ahora, recuerde que al principio del ministerio del Señor, Él le dijo a sus discípulos: “No vayan, más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel”, usted puede leer eso en Mateo 10, versículo 5 y 6, usted lo vuelve a ver en Mateo 15, versículo 24; Él les dice: “No vayan”.
Ahora, Él dice: “Vayan”, ¿cuál es la diferencia? La diferencia es que inicialmente – “la salvación es de los judíos”, dice en Juan 4. Inicialmente, Pablo dijo en Romanos 1:16: “Porque no me avergüenzo del Evangelio porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío”, ¿qué?, “Primeramente”, no solo, pero primeramente. El diseño de Dios fue darle el ofrecimiento del reino a Israel, llamar a Israel a la salvación, después usar a Israel; y qué llamado tan bendito este habría de sido alcanzar al mundo. Entonces, Él estaba diciendo: “Por ahora, vayan a Israel. Vamos a Israel primero; no solo, pero primero”.
Israel fue apóstata, Israel fue incrédula. La tragedia de esa nación está diseñada en una parábola hermosa, hermosa en Mateo 22, en donde un rey tiene una boda para su hijo, y el rey sale a llamar a los invitados, que ya habían sido invitados, esa es la nación Israel. Sabían quiénes eran, eran el pueblo de Dios; sabían que su Mesías venía, sabían que tenían la invitación en la mano; y él salió a decirles: “Ustedes que han sido invitados, ahora es el momento”, y se rehusaron a venir. Algunos simplemente fueron indiferentes y algunos fueron hostiles, y entonces el rey dijo: “Vayan a las carreteras y caminos. y encuentren a cualquier persona que puedan encontrar e invítenlos para que vengan, y van a venir y ser los invitados del matrimonio del hijo”.
Y el retrato fue de una Israel apostata que rechazó a su Mesías, perdió la celebración planeada para ellos, y entonces se le dio a otro pueblo. Y entonces, al principio Dios, en su gracia, trajo salvación a Israel, no para que fuera solo de ellos, pero para que ellos, habiendo creído, se volvieran los testigos privilegiados para alcanzar al mundo. Rechazaron y Dios se quedó con este pequeño grupo de personas, congregados ahí en Galilea y unos cuantos otros discípulos allá en Jerusalén, y a través de ellos, Él llevaría a cabo la obra, la tarea de alcanzar al mundo, la cual la nación de Israel se rehusó a hacer. Debido a que Israel ya no quiso el Evangelio, Él dice ahora: “Vayan al mundo, vayan al mundo. Ya no más solo al pueblo de Israel”.
Oh, no serán excluidos, ciertamente no lo serán, porque el primer lugar en el que la primera iglesia predicó fue en Jerusalén, y 3.000 judíos fueron salvos, y 3.000 – no debería de decir que todos ellos que eran judíos, 3.000 fueron salvos; muchos de ellos sin duda alguna fueron judíos como también peregrinos de otras tierras. Y la iglesia en Jerusalén creció y floreció, hasta que la doctrina del Evangelio había llenado la ciudad, y ahí hubo una gran iglesia, y los judíos a lo largo de la historia de la iglesia han sido redimidos y han respondido al Evangelio. No los excluyó en absoluto.
Pablo incluso predicó a los judíos en cualquier ciudad a la que iba; él primero fue a la sinagoga para ganarlos para Cristo. Los judíos están incluidos, pero hay un nuevo plan. Dios ya no va a usar a la nación de Israel para que sea su testigo, se rehusaron. Él va a usar al remanente que cree para que sea su pueblo que es testigo. Entonces, ahora Él dice: “Vayan a todo mundo. Israel ya no va a ser mi pueblo testigo, ustedes que son de la fe vuélvanse a ese pueblo y vayan al mundo entero a predicar el mensaje de gracia salvadora”. Cuando Pablo fue llamado a ser un ministro y un testigo, en Hechos 26:16, él reitera su testimonio, y dice que: “Dios lo libró del pueblo y de los gentiles a quienes ahora te envío para que abras sus ojos y se vuelvan de las tinieblas a la luz, del poder de Satanás a Dios, para que reciban el perdón de pecados y herencia entre los que son santificados por la fe que es en Mí”.
Y Pablo es un ejemplo perfecto de uno que es enviado al mundo, así como estos en el versículo 19, así como usted y yo. Y todavía debemos estar concentrados en esa tarea, debemos ir, debemos ir. Y entonces, la suposición del versículo 19, es “habiendo ido”, porque este es el mandato, “habiendo ido”, estamos involucrados en hacer discípulos de todas las naciones.
Y usted recordará en Hechos 1:8, dice que: “Cuando el Espíritu venga, serán testigos en Jerusalén, Judea, Samaria, el mundo”; fueron dispersos. El primer elemento esencial de hacer discípulos entonces, es ir; eso significa en donde quiera que estén que no conozcan a Cristo, en donde quiera que usted pueda ir, en donde Cristo no es nombrado, podrá ser su escuela, o su oficina, o donde vive, o lo que sea, quizás alrededor del mundo en algún lugar. Pero habiendo ido, se da por sentado si vamos a cumplir con la tarea de ir por todo el mundo.
El segundo elemento, el segundo participio que modifica al verbo principal, es bautizando. Bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Baptizo, un término conocido, significa “sumergir en agua”, sumergir en agua, zambullir en agua. Y nuestro Señor está diciendo: “Cuando vayan, deben estar bautizando”. Ahora, ¿qué importancia tiene esto? ¿Por qué es que Él enfatiza esto? Porque el bautizo fue la señal externa de un acto interno en Cristo, el bautizo fue sinónimo de la salvación, aunque el bautizo de ninguna manera salva; fue el símbolo externo, visible, de lo había sido hecho en el corazón.
Y fue un acto externo de obediencia mediante el cual una persona podía demostrar la realidad del milagro de la salvación. No hay manera en la que usted pueda ver a alguien siendo salvo. Nunca he visto una salvación. ¿Usted sí? Yo no podía verla. Es una transacción sobrenatural–espiritual, nunca he visto una salvación. Lo único que he visto es el fruto de una, ¿verdad? Lo único que he visto es el resultado de una. Y si no veo el resultado, entonces tengo que cuestionar si hubo en realidad una salvación. Y en la primera iglesia, era esencial que la salvación fuera demostrada por el fruto de la obediencia, y ese fruto inicial de obediencia fue el bautizo, mediante el cual un individuo daba testimonio de su unión en la muerte, sepultura y resurrección de Cristo, simbolizada de manera tan hermosa en la inmersión.
Ahora, el bautizo de Juan el bautista fue diferente, fue un bautizo de arrepentimiento, de un grupo de personas arrepintiéndose de su pecado, para purificarse internamente y mostrarlo, debían mostrarlo por su bautizo externo para prepararse para el Mesías. Pero aquí hay nuevo tipo de bautizo. Por primera vez, desde que Jesús murió y resucitó para ahora, la gente puede ser bautizada como una demostración de su identidad con Cristo, en su muerte y resurrección. Esa es la razón por la que la inmersión es el único modo viable de bautizo, porque refleja la muerte y resurrección de Cristo en la ceremonia misma. El bautizo, entonces, fue mandado como lo vemos aquí, y esa es la razón por la que fue hecho. Jesús dijo: “Bautizándolos”.
Ahora, cuando usted entra al libro de los Hechos y la gente se convierte, usted los ve siendo bautizados y usted sabe por qué, porque fueron obedientes a un mandato. Aquellos que colocaron su fe en Cristo, debían ser bautizados por el mandato. Aquí es para aquellos que prediquen el Evangelio, que bauticen, lo cual significa que al darle el Evangelio, amados, debemos decirle a la gente que no es solo algo en lo que usted cree, y eso es todo; es algo que usted cree y confiesa públicamente en este acto de bautizo. Y cuando usted encuentra a alguien que se rehúsa a hacer eso, usted tiene razón para cuestionar la legitimidad de su fe, porque Jesús dijo: “El que me confiesa delante de los hombres, a éste lo confesaré ante mi Padre, que está en el cielo”.
Esto es confesión pública. Nadie es salvo mediante el bautizo mismo, el agua no lo puede salvar a usted, ningún rito religioso o acto es potente para salvarlo. Pero este es un acto de obediencia, este es un símbolo. Y esta es la razón por la que la Escritura enfatiza el bautizo tantas veces. En Marcos 16:15: “Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura”, después el versículo 16: “El que cree y es bautizado será salvo”. Y algunas personas han dicho: “Bueno, espere un minuto. ¿Eso significa que el bautizo es parte de la salvación?”. No. La siguiente parte del versículo dice: “Pero el que no cree será condenado”. El punto es creer. Usted cree, es salvo; usted no cree, usted es condenado. No dice: El que no es bautizado es condenado”.
Pero el bautizo está ahí, así como en Efesios 4: “Un Señor, una fe, un bautizo”. Y así como en Hechos 2:38: “Arrepentíos y bautícese cada uno para el perdón de pecados”. Y así es aquí: “Id y haced discípulos de todas las naciones”, y mientras que van bautizándolos – porque es un elemento intrínseco en la confesión y demostración de la fe genuina de corazón. ¿Entiende usted eso? Por las obras de la ley o las obras de la carne, nadie será justificado; somos salvos por la fe, y eso es repetido una y otra vez, “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe, y eso no de vosotros, es un regalo de Dios, no por obras para que nadie se gloríe”, Efesios 2:8 y 9.
Pero el bautizo se vuelve ese acto que se identifica, que dice que algo ha pasado, que usted se está identificando con Cristo. Y el bautizo fue un paso de fe, sí, también fue un paso tremendo de confesión y valentía. Usted estaba haciendo una afirmación pública de su identificación con Jesucristo. Ahora, para usted aquí que está en el bautisterio cómodo de Grace es una cosa, pero para un judío viviendo en la ciudad de Jerusalén era otra cosa, había un precio que era muy alto. Y entonces, usted podía separar a los verdaderos y a los falsos en cierta manera con mayor prontitud, creo.
Entonces, debemos ir a bautizar. ¿Qué significa eso? Guiar a la gente a Cristo, cuya salvación es lo suficientemente genuina como para que ellos deseen hacer una confesión pública de su unión con Cristo, en su muerte y resurrección. Y necesitamos predicar eso, y necesitamos enseñar eso, y necesitamos decirle a la gente eso. Entonces, les estamos diciendo: “Miren, no estamos pidiéndote simplemente que creas en Jesús, y consigas vida eterna, sin importar lo que quieras, sin importar cómo quieras vivir o lo que quieras hacer. No estamos ofreciendo gracia barata y una creencia fácil. Estamos diciendo, te llamamos a Cristo y te llamamos a Cristo, y llamarte a Cristo significa que te llamamos a la obediencia, lo cual es demostrado en ese acto del bautizo, mediante el cual declaras a un mundo que ve tu fe en el Salvador y sumisión a su Señorío”.
El bautizo aquí es sinónimo. Ahora, siga mi pensamiento con la salvación. Y la salvación aquí, por lo tanto, es sinónima con hacer discípulos. Observe eso. El bautizo es sinónimo con la salvación y la salvación es sinónima con hacer un discípulo. Entonces, usted hace un discípulo cuando usted lleva alguien a Cristo. Todo esto de lo que he estado leyendo hoy día que un discípulo es alguna generación de segundo nivel, o cristiano de segundo nivel, y más adelante usted se vuelve un discípulo; simplemente no cuadra con la Escritura. Hacer un discípulo significa guiar a alguien a le fe en Cristo, lo cual tipifica el bautizo.
Cuando usted viene a Cristo, lo confiesa como Señor y Salvador, cree en su corazón que Dios lo ha resucitado de los muertos, y demuestra eso en un acto de bautizo obediente. Usted es un discípulo. Usted no espera volverse un discípulo en algún tiempo futuro en su vida. Pero hay muchas personas hoy día que están diciendo que hay muchos cristianos que no son discípulos. Usted puede ser un cristiano y no un discípulo. Y la razón por la que quieren decir eso es porque saben que la Biblia enseña que para ser un discípulo usted tiene que entregar todo lo que tiene y seguir al Señor; si usted no está dispuesto a hacer esto, y hacer esto, usted no es digno de ser, ¿qué? Mi discípulo. Si no estás dispuesto a poner tu vida, tomar tu cruz, seguirme y demás, no puedes ser mi discípulo.
Entonces, la gente quiere permitir que la gente entre de una manera fácil, que quiere permitirle a la gente ser salva simplemente a levantar su mano, firmar una tarjeta o quererlo; quiere permitirle a la gente ser salva, que quiere no hacer un compromiso de obediencia con Cristo; y tener esta categoría cómoda de personas que son cristianos, pero no discípulos. Bueno, un problema muy, muy severo textual, que van a tener que enfrentar es este: ¿Cómo entonces es que un discípulo es hecho en el momento de la salvación en Mateo, capítulo 28, versículo 19? Usted no puede separar el discipulado de la conversión.
Cuando usted es salvo, usted entonces se vuelve un aprendiz de Cristo, y hay un espíritu sumiso en uno que verdaderamente es salvo, lo cual se manifiesta a sí mismo en una disposición por hacer una confesión pública, y una disposición a someterse a la enseñanza de lo que Cristo mandó. Y eso lo lleva a usted al tercer principio, al cual entraremos en tan solo un momento: enseñanza. Una persona que viene a Cristo está dispuesta a aprender. Entonces, la carga es nuestra de enseñarles lo que Cristo ha mandado. La suposición es que si verdaderamente son convertidos van a querer conocer; la persona verdaderamente convertida tiene un hambre por la verdad de Dios, un hambre por la Palabra de Dios, un deseo de ser obediente. Inclusive cuando somos desobedientes, sabemos que eso va en contra del deseo más profundo de nuestro corazón lo cual es obedecer.
Entonces, habiendo ido, Él dice: “Haced discípulos de todas las naciones”, y usted hace eso inicialmente al traerlos a la fe en Jesucristo, lo cual es demostrado en el acto de obediencia inicial en el bautizo. Ahora, observe que Él dice: “Bautizo es el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. En primer lugar, necesito decir que eso no necesariamente es una fórmula para el bautizo, esa es una manera común y con frecuencia usamos eso en nuestros bautizos. Te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, y es una manera hermosa de hacer eso.
No obstante, hay varias ocasiones en el libro de los Hechos, en donde la gente es bautizada en el nombre del Señor, bautizada en el nombre del Señor Jesús, bautizada en el nombre de Jesucristo. De hecho, no hay bautizo en el libro de los Hechos, en el que esta fórmula jamás es usada, solo aparece aquí. Todo bautizo específicamente, en donde alguna fórmula es dada o alguna afirmación es hecha en términos de en el nombre de quién es hecho el bautizo, es en el Señor, el Señor Jesús, Jesucristo. Ahora, concluimos a partir de eso, que realmente no hay una fórmula obligatoria. La gente quiere presentar esto con mucha fuerza, pero realmente no hay una fórmula obligatoria. Bautizar a alguien en el nombre de Jesucristo es simplemente bautizarlos, en cierta manera demostrando y retratando, e ilustrando su unión con Jesucristo, y eso es maravilloso, y eso dice suficiente.
Aquí simplemente tenemos la afirmación más completa posible, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, muestra no solo su unión con Cristo, sino su unidad con toda la Trinidad. Es una afirmación más rica, más completa y más amplia. Pero de ninguna manera debemos presentarla como algún tipo de fórmula absolutamente necesaria, debido a que hay otras afirmaciones que se hacen en el libro de los Hechos. Lo que es maravilloso que debemos señalar, no obstante, en el libro de los Hechos, es que fueron obedientes a esto, y a donde quiera que el Evangelio fue predicado, y a donde quiera que la gente creyó, la gente estaba siendo bautizada. Hechos 2:41, Hechos 2:38, Hechos 9:18; el décimo capítulo de Hechos con Cornelio, versículo 48; el capítulo 16 de Hechos, versículo 33, el carcelero de Filipo y su familia; usted llega a Hechos 18:8, Hechos 19:5, los seguidores de Juan el Bautista, ahí en Hechos 22, creo que por el versículo 10; bautizos, bautizos, bautizos, bautizos, bautizos, siempre llevándose a cabo, siempre pasando.
Y entonces, no estamos viendo algún tipo de rito ceremonial en el que la conversión se lleva a cabo mediante agua, y hay algún tipo de fórmula especial que debe decir. Simplemente es que nuestro Señor nos ha dado la afirmación más rica posible, de la unión amplia que ocurre cuando un santo viene a la fe en Jesucristo. Somos uno con el Padre, y el Hijo, y el Espíritu Santo; es un pensamiento maravilloso. Hay una gran afirmación también porque Cristo se coloca al nivel de los otros dos miembros de la Trinidad.
Y esas personas que quieren decir que Jesús nunca dijo ser Dios, tienen algunos problemas en ese versículo. Él se coloca al mismo nivel con los otros dos miembros de la Trinidad. También es un gran versículo para probar la Trinidad. Las tres personas están ahí. Y observe, si es tan amable esto. No dice: “Bautizándolos en el nombre del Padre, y el nombre del Hijo, y el nombre del Espíritu Santo”, ni dice: “En los nombres del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo”, dice: “Es un nombre con tres personas”, el misterio de la Trinidad. El nombre significa todo lo que una persona es y hace, todo lo que encierra ese nombre. El nombre significa todo lo que es como una Trinidad, todo lo que Dios Padre, Dios Hijo, y Dios el Espíritu Santo son. Somos bautizados en, y la palabra eis podría significar “adentro”, podría significar “en”. Es simplemente la idea de que cuando somos bautizados entramos a una unión con la Trinidad mediante Jesucristo; y como dije antes, simboliza su muerte y resurrección.
Tenemos una unión completa con Jesucristo. Qué pensamiento maravilloso y glorioso. Y no solo con Él, sino con el Padre y con el Hijo también. Ahora el punto es este. Volverse un discípulo sucede en la salvación, e involucra una unión completa con el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo, lo cual es una realidad transformadora demostrada por la ceremonia hermosa del bautizo. ¿Qué somos llamados a hacer entonces? Mientras que vamos, o habiendo ya ido, debemos estar trayendo a los hombres al Salvador, bautizándolos como un testimonio externo de esta unión interna.
Y después, observe el versículo 20: “Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado”. No es solo un ministerio de conversión al que somos llamados, sino es un ministerio de enseñanza. Ahora, debemos seguir eso con un nuevo convertido quien ahora desea ser obediente y, por lo tanto, desea aprender qué es lo que él o ella debe obedecer, al enseñarle todas las cosas, todo el consejo de Dios, en términos de Hechos 20:27. Oh, eso es una cosa tan maravillosa. Debemos enseñarles todas las cosas que el Señor ha mandado. De por vida, un compromiso de por vida con la obediencia. Me encanta eso. Como puede ver, ser un discípulo es cuestión de obedecer mandatos.
Usted no puede ser un discípulo de Cristo, sin un corazón obediente; usted no puede ser un discípulo de Cristo, sin un deseo por seguirlo como su Señor. Ese es el punto entero del joven rico, cuando Él le dijo, usted sabe: “Toma todo lo que tienes, véndelo y dalo a los pobres y sígueme”, y el hombre se fue y dijo: “Olvídalo. No estás a cargo de mi vida”, él no pudo ser convertido. Venir a Cristo, es decir: “Estás a cargo de mi vida, me someto, quiero ser obediente”.
Y entonces, Él les dice a esas personas reunidas ahí: “Enséñenles todas las cosas que os he mandado”, y Él les mando mucho. Juan 14:26, Él les dijo: “Voy a enviarles al Espíritu Santo. El Espíritu va a traer a su memoria todo lo que he dicho”, y los escritores de la Biblia lo escribieron; el Espíritu de Dios nos las dio a todos nosotros. Tenemos los mandatos de Cristo, tenemos las palabras de Cristo, tenemos la enseñanza que Él dio, y eso es lo que debemos enseñarles a otras personas; debemos enseñarles todo, todo, me encanta eso, todas las cosas, no hay opciones, simplemente hay una gran, gran multitud de enseñanzas a la que debemos someternos.
No hay un discipulado verdadero fuera de la fe personal en Cristo, y no hay discipulado verdadero fuera del deseo de tener un corazón obediente. Esa es la razón por la que la Biblia habla de la obediencia de la fe, esa es la razón por la que dice en Hebreos 5:9, que las únicas personas que realmente son personas que han sido redimidas, Hebreos 5:9, son las que a quien Cristo realmente ha transformado; y creo que esto es tan claro, dice: “Son todos aquellos que lo obedecen, son los que han recibido salvación eterna”.
Romanos 6, Pablo dice: “Ustedes solían ceder como siervos de injusticia. Agradezco a Dios porque ahora ceden como siervos de la justicia; son obedientes a la fe, son obedientes a la verdad”. Entonces, nuestro ministerio consiste en hacer discípulos, lo cual significa hacer aprendices creyentes o creyentes aprendices, personas que creen y desean obedecer. Entonces, nuestra obediencia está edificada sobre actitudes de disponibilidad, adoración y sumisión. Y a partir de esas actitudes vendrá una obediencia a este llamado de Dios. Quiero decirle, es un gozo alcanzar al mundo de personas que no conocen a Cristo, y enseñarles, y enseñarles, y enseñarles. Alabo a Dios por los medios que esta iglesia tiene.
Y usted puede ser parte de eso. Usted tiene que llevar a cabo la enseñanza y necesariamente ir, sino que sus dones y su involucramiento en nuestra iglesia y nuestro ministerio de radio, y ministerio de cintas, y cosas así, nos permiten enviar materiales y enseñar alrededor del mundo, y podemos todos ser parte de esto. Escuche, usted tiene más oportunidad en esta iglesia de cumplir la extensión de la Gran Comisión que en la mayoría, o quizás incluso casi todas las iglesias que hay en este país. Por la gracia de Dios, a usted se le dado un gran privilegio de ver a personas venir a Cristo debido a sus oraciones, y su ofrenda, y su involucramiento. No solo en su propia vida personal, sino en un énfasis mundial; y después darles seguimiento con materiales de enseñanza y cosas que los van a llevar a los mandamientos del Salvador, los cuales desean obedecer.
Todas esas cuatro cosas son críticas, pero no significarían nada sin la última. Digo, no importaría que estuviera dispuesto, no importaría que tuviera un corazón adorador, y no serviría de nada si fuera sumiso y quisiera ser obediente, si no fuera por el número cinco, y eso es poder. Porque no podría hacerlo en mi propia fuerza, nada sucedería, todo sería cenizas. Y entonces, la conclusión dada de manera maravillosa es: “Y he aquí”, y eso es para llamar la atención, una afirmación de admiración. Piensen en esto, imagínense esto, piénsenlo, entiéndanlo: “Yo”, y el ego aquí, el “Yo” es enfático, “Yo, ningún otro menos que Yo, el Hijo de Dios vivo, resucitado, estoy con vosotros”. ¿No es eso maravilloso? Digo, no querría hacer esto yo solo. ¿Usted sí? Pero Él está con nosotros.
No sé usted, pero me apoyo en eso mucho, todo el tiempo hago una oración común en mi vida, “Señor, tú te preocupas más por esto que yo, entonces haz lo que quieras, Señor. Tú amas a estas personas más que yo, entonces alcánzalas. Señor, Tú estás más preocupado por la integridad de tu Palabra que yo, entonces, por favor, Dios, capacita mi corazón para ser fiel al texto”. Digo, yo me apoyo en el hecho de que es el poder y el propósito de Dios que está detrás de todo. Y la promesa de poder viene en la promesa de la presencia. ¿Ve usted eso? “Yo estoy con vosotros, yo estoy con vosotros. Ninguno menos que yo mismo”. Y cuando Él se fue, Él dijo: “Yo me voy, pero vendré a ustedes”, ¿se acuerdan de eso?, “En la forma del Espíritu, yo vendré a ustedes”.
El Señor está con nosotros, Él está en nosotros y Él está capacitándonos. Oh, qué poder. “Yo, nadie menos que Yo, el Cristo resucitado con poder sobre la muerte, estoy con ustedes”, ¿no es eso maravilloso? Este es el que tiene poder sobre los demonios, poder sobre la enfermedad, poder sobre el pecado, poder sobre la muerte, Él está con nosotros. Dice usted: “Sí, pero ¿con qué frecuencia? Dígame usted, ¿con que frecuencia?”, “Todos los días”, dice el griego, todos los días, todos los días, días literales; todos los días, Él estará con nosotros todos los días hasta la consumación de la época.
No la palabra fin, fin, simplemente significa que algo se detuvo. Consumación es la palabra sunteleia, significa “consumación”. Esa es la consumación de muchos elementos diversos en un gran final. Ahora, ¿qué quiere decir por este sunteleia? ¿Qué es esto? Teleos, significa terminar; sun, significa unir. Entonces, la unión de todos los acontecimientos finales. Él la usa aquí y tres ocasiones más, esas otras tres ocasiones están en Mateo 13, y en Mateo 13 las tres veces que en las que Él la usa, siempre habla de la segunda venida. Entonces, lo que el Señor está diciendo es tan maravilloso, Él está diciendo: “Yo estoy con ustedes todos los días hasta mi segunda venida”. Dice usted: “Pero ¿qué pasa después de eso? ¿Qué pasa después de eso? Bueno, después de eso, ¿Él estará aquí?”, ese no es un problema. “Hasta que Yo esté aquí, Yo estaré aquí”, es lo que Él está diciendo. “No se preocupen por eso, yo voy a regresar, y hasta que Yo regrese voy a estar aquí”.
El fin de los siglos es la segunda venida, que será seguida por el reino de Cristo. Entonces, Él dice: “Hasta que Yo venga en mi reino, Yo estaré allí en mi presencia”. ¿No es eso maravilloso? Entonces, la tarea de alcanzar al mundo es una tarea que es hecha posible por el poder de Cristo que está presente en nosotros, en nosotros. ¿Y no es sorprendente que Pablo dice: “Y aquel que es poderoso para hacer mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros”? ¿Y no es sorprendente que en Mateo dijo: “Amen”, así sea?
Digo, yo podría meterme en esta Gran Comisión ahora; entiendo que lo que Dios quiere de mí es disponibilidad, lo que Él quiere de mi es un corazón adorador, que está totalmente centrado en Él y no la basura del mundo; que lo que Él quiere es un espíritu sumiso, que dice: “Lo que Tú pidas, Señor, lo haré”. Y después cuando lo oigo, Él quiere obediencia. Y lo que Él me da a cambio, no solo son todos los mandatos y todas las órdenes, y toda la instrucción correcta, sino el poder de su propia presencia para que lo pueda hacer. Así sea.
Inclinémonos en oración. Y con su cabeza inclinada, quiero que escuchen algo. Hace unos cuantos años atrás, compartí esto con ustedes y quiero que lo oiga otra vez porque creo que es tan profundo. Es una pequeña historia. En una costa peligrosa, en donde con frecuencia ocurren náufragos, en una existía una pequeña estación salvavidas. El edificio era simplemente una choza y solo había una barca. Pero los pocos miembros devotos mantenían una atención constante por el mar; y sin pensar en su seguridad, salían día y noche rescatando a los perdidos de manera incansable.
Muchas vidas fueron salvadas por esta pequeña estación salvavidas, entonces se volvió famosa. Algunos de los que fueron salvados y otros en el área que rodeaba la estación, querían asociarse con la estación, y dieron de su tiempo, dinero, y esfuerzo para apoyar su trabajo. Se compraron nuevas barcas y se prepararon más tripulaciones, y la pequeña estación creció.
Algunos de los miembros de la estación salvavidas no estaban contentos porque el edificio estaba tan feo y equipado de manera tan pobre. Pensaron que un lugar más cómodo debía ser provisto, como el primer punto de refugio, para aquellos que fueron salvados del mar. Entonces, reemplazaron las camas de emergencia y metieron muebles mejores en el edificio grande. Ahora la estación salvavidas se volvió un lugar de reunión popular para sus miembros y la decoraron de manera hermosa, y la amueblaron de manera elegante, porque la usaron en cierta manera como un club. Había menos miembros ahora que estaban interesados en salir al mar, en misiones salvavidas.
Entonces contrataron a tripulaciones para que estuvieran a cargo de las barcas, para que realizaran la tarea. El lema salvavidas todavía lo mantuvieron en las decoraciones del club. Y había una barca litúrgica ahí en el lugar en donde se realizaban las celebraciones del club. Alrededor de este tiempo, un barco grande terminó naufragando ahí cerca de la costa y las tripulaciones contratadas trajeron a muchas personas frías, mojadas, medio ahogadas, estaban sucias y estaban enfermas. El nuevo club hermoso se echó a perder de manera considerable. Entonces, el comité de la propiedad inmediatamente construyó una casa con regaderas afuera del club, en donde las víctimas de naufragios podían ser limpiadas antes de entrar.
En la siguiente reunión, hubo una división en la membrecía del club, y la mayoría de los miembros querían detener la actividad de salvar vidas porque eran un estorbo y era desagradables para la vida social normal del club. Algunos miembros insistieron en que el salvar vidas era su propósito primordial, y señalaron que todavía eran una estación salvavidas, después de todo. Finalmente, fueron expulsados mediante votos, y se les dijo que si querían salvar las vidas de diferentes de personas que naufragaban en esas aguas, podían comenzar con su propia estación salvavidas ahí cerca de la costa, lo cual lo hicieron. Conforme pasaron los años, la nueva estación experimentó los mismos cambios que ocurrieron en la de antes. Se convirtió en un club, y otra estación salvavidas fue fundada.
La historia continúo repitiéndose a sí misma, y si usted visita esa costa en la actualidad, encontrará un número de clubes exclusivos ahí por toda la playa. Los naufragios todavía son frecuentes, pero la mayoría de la gente se ahoga. Es fácil para la iglesia, ¿no es cierto?, perder de vista lo que es tan fácil. ¿Qué hay acerca de usted?
Padre, oro por toda persona aquí, que cada uno de nosotros debido a que hemos oído todos estos años del Evangelio de Jesucristo, que en fidelidad seamos en estar al lado de esas personas que estuvieron reunidas en Galilea, y oigamos la Gran Comisión, y vayamos con disposición como ellos fueron, y somos el fruto de que ellos fueron.
¡Oh Dios, que haya una generación que sea el fruto de que nosotros vamos! Ayúdanos a enfrentar nuestras vidas, nuestro tiempo, nuestro dinero, nuestras oportunidades; todo dedicarlo para el Salvador y la eternidad; y saber que estamos aquí por una razón. Y perdernos eso, es perderlo todo. Lleva a cabo Tu obra en toda vida. Oramos en el nombre de Cristo. Amén.
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