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Regresamos a Marcos capítulo 15 y la crucifixión de nuestro Señor Jesucristo. Quiero volver a leer el pasaje que estamos viendo hoy, comenzando en el versículo 22 y leyendo hasta el versículo 41. Marcos 15, versículo 22.

Y le llevaron a un lugar llamado Gólgota, que traducido es: Lugar de la Calavera. Y le dieron a beber vino mezclado con mirra; mas él no lo tomó. Cuando le hubieron crucificado, repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes sobre ellos para ver qué se llevaría cada uno. Era la hora tercera cuando le crucificaron. Y el título escrito de su causa era: EL REY DE LOS JUDÍOS. Crucificaron también con él a dos ladrones, uno a su derecha, y el otro a su izquierda. Y se cumplió la Escritura que dice: Y fue contado con los inicuos. Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza y diciendo: ¡Bah! tú que derribas el templo de Dios, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo, y desciende de la cruz.

De esta manera también los principales sacerdotes, escarneciendo, se decían unos a otros, con los escribas: A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar. El Cristo, Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, para que veamos y creamos. También los que estaban crucificados con él le injuriaban. Cuando vino la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. Y a la hora novena Jesús clamó a gran voz, diciendo: Eloi, Eloi, ¿lama sabactani? que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? Y algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: Mirad, llama a Elías. Y corrió uno, y empapando una esponja en vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber, diciendo: Dejad, veamos si viene Elías a bajarle. Mas Jesús, dando una gran voz, expiró.

Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. Y el centurión que estaba frente a él, viendo que después de clamar había expirado así, dijo: Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios. También había algunas mujeres mirando de lejos, entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo el menor y de José, y Salomé, quienes, cuando él estaba en Galilea, le seguían y le servían; y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.”

Esta mañana volvimos a repetir el horror de la blasfemia que está pasando aquí. Todo lo que está siendo dicho a Jesús es falso. Todo es, como leímos en el versículo 31, escarnio. Todo es insulto, como leemos en el versículo 32. Todo en esto tiene la intención de mostrar a Jesús mofa y desprecio y ridículo y burla y la noción de que Él no es ningún tipo de rey en absoluto.

La blasfemia es tan grande, sin paralelos, y sin igual en la historia que esta mañana hicimos la pregunta, ¿En dónde está Dios? ¿No debería Él haber consumido a los blasfemos y haber detenido el ridículo de Su Hijo amado? ¿No debería Él haber descendido inmediatamente y haber destruido a estos blasfemos y haber protegido a Su Hijo? Y descubrimos que la respuesta a eso es no, Dios no desciende para destruir a los blasfemos, y no desciende para proteger a Su Hijo.

Y eso es por lo que dice en Isaías 53:10, que Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Fue la voluntad de Dios que Él fuera tratado de esta manera y que fuera matado. Sabemos por qué, para que pudiera ser un sacrificio por el pecado, para que pudiera morir en el lugar de los pecadores, para que pudiera llevar la maldición por nosotros, para que pudiera llevar el castigo por nuestros pecados. Entonces Dios no descendió, ni para destruir a los blasfemos ni para proteger a Su Hijo.

Y usted podría pensar, si estaba escuchando cuando leí la sección que vamos a ver en esta noche, que Dios nunca descendió porque Jesús dijo, Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Es esa una indicación de que Dios no estuvo ahí? ¿Que Dios no estuvo ahí para castigar a los blasfemos? ¿No estuvo ahí para proteger a Su Hijo? ¿No estuvo ahí en absoluto? Bueno, la respuesta a esa pregunta es, Él estaba ahí. En el momento en el que Jesús dijo eso, Él estaba sintiendo la ausencia de Dios. Pero Dios estaba ahí. Y Dios estaba ahí de una manera en la que usted no sospecharía.

En todo el tiempo que he enseñado esto y visto esto, realmente nunca he oído explicado lo que le voy a explicar a usted. Sí, Dios estaba ahí. Y Él estaba ahí no para castigar a los blasfemos, y no para proteger a Su Hijo, sino para castigar a Su Hijo. Veamos el pasaje. Tres características salen de este relato, tres características separadas. Primero, vemos al Salvador y la consumación de Su sacrificio. Después vemos al centurión y la confesión de su fe. Y después vemos a las mujeres y la confusión en sus mentes.

En primer lugar, el Salvador y la consumación de Su muerte en los versículos 33 al 38. Aquí está el punto alto de la historia de salvación. Esta es la muerte de Cristo. Este es el Cordero de Dios esperado por mucho tiempo muriendo por los pecados del mundo. Entendemos la teología de la cruz, y esta noche quiero que vea algunos de los detalles de la cruz que informan esa teología en su punto inicial mismo.

Las palabras son inadecuadas para capturar la realidad sobrenatural de lo que está pasando en la cruz. Y, de nuevo, lo que le leí describe hechos, y es tan simple. Una afirmación, por ejemplo, en el versículo 33, “Cuando vino la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena,” está tan cargada de verdad que es casi más de lo que podemos llegar a soportar.

Cuando la hora sexta vino, sería el mediodía, según el día judío el cual comenzaba a las 6 AM, o alrededor de este tiempo, a la salida del sol. Una hora en el mundo antiguo sin relojes variaba en longitud en un mundo sin segundos y minutos y en estaciones diferentes. Pero la sexta hora siempre se consideraba como el mediodía cuando el sol estaba en su cenit. Y entonces era la hora sexta.

El Señor para este momento ya había hablado tres veces. Él ya había dicho: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen,” lo cual informaba al ladrón en la cruz que el perdón estaba disponible si lo pedía, lo cual hizo, y lo recibió. Y después le dijo a Juan, el apóstol, “He aquí tu madre,” indicando que Juan iba a tener que cuidar de María porque él ya no podía hacer eso y porque sus hermanos eran incrédulos en Él.

A Juan se le dio la responsabilidad de cuidar de María y después desde la cruz le dijo a Su madre, “He aquí tu hijo,” refiriéndose a Juan. Él los colocó en el cuidado el uno del otro. La tercera cosa que dijo fue al ladrón penitente cuando dijo, “Hoy estarás conmigo en el paraíso.” Y entonces era el mediodía.

El sol refulgente en cielo alrededor de este tiempo del año indica la luz más brillante que el día experimenta, y es precisamente en ese momento que la oscuridad cayó sobre toda la tierra hasta la hora novena. ¿Qué es esto? Algunos han sugerido que este es un eclipse natural. Difícilmente. Otros han sugerido que esta es oscuridad satánica. Pero la realidad del asunto es que este es Dios entrando en la escena. Quizás nunca había escuchado eso. Le voy a mostrar eso en la Escritura.

Si usted lee el Antiguo Testamento, como los judíos leían el Antiguo Testamento, usted conocería lo que ellos conocían, de que se habla de Dios con frecuencia como luz, con frecuencia se habla de Él como luz. Salmo 27:1, “Jehová es mi luz y mi salvación.” Pero es no es el único lugar. Salmo 18, Salmo 26, Isaías 2, Isaías 60, en muchos lugares se habla de Dios como luz y eso en el sentido de la verdad y la sabiduría y la santidad y la justicia. Su presencia es luz. Su presencia es la Shekinah. Cuando se manifestó a Sí mismo a Moisés en el monte, se manifestó como luz resplandeciente.

Sin embargo, cualquier lector del Antiguo Testamento también sabe que hubieron ocasiones cuando se habla de Dios como tinieblas, como oscuridad. Y se remonta hasta Génesis 15, versículos 12 al 15, y Éxodo 10, versículos 21 y 22, y Éxodo 19 en el Monte Sinaí, versículos 16 al 18, cuando Dios aparece en oscuridad, y Éxodo 20, versículos 18 al 21, e Isaías 5, e Isaías 8, y otros lugares, Dios también estaba asociado con la oscuridad. La presencia de Dios podía estar manifestando luz y la presencia de Dios podía estar manifestando oscuridad.

En particular, hay un tema en el Antiguo Testamento que necesita ser entendido por todo lector de la Escritura, y ese tema tiene que ver con el Día del Señor, el Día del Señor, una expresión técnica para juicio, una expresión técnica para juicio divino. Y si vamos a pasajes del Antiguo Testamento que hablan de juicio divino, leemos cosas como esta, “Ay del día,” Joel 1:15, “porque cercano está el día de Jehová, y vendrá como destrucción por el Todopoderoso.”

¿Cómo será? Capítulo 2, versículo 10, “Delante de él temblará la tierra, se estremecerán los cielos, el sol y la luna se oscurecerán.” Versículo 11, “Y Jehová dará su orden delante de su ejército, porque muy grande es su campamento, fuerte es el que ejecuta su orden. porque grande es el día de Jehová, y muy terrible, ¿quién podrá soportarlo?”

Mismo capítulo, Joel en el versículo 30, “Y daré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, y fuego, y columnas de humo. El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día grande y espantoso de Jehová”. Todo eso se está refiriendo al Día del Señor final, el Día del Señor escatológico que es el juicio final sobre este mundo. Y es un tiempo en el que Dios es revelado en tinieblas y no en luz.

Amós capítulo 5, versículo 20, “¿No será el día de Jehová tinieblas, y no luz, oscuridad, que no tiene resplandor?” Amós de nuevo, el profeta, capítulo 8, versículo 9, “Acontecerá en aquel día, dice Jehová el Señor, que haré que se ponga el sol a mediodía, y cubriré de tinieblas la tierra en el día claro.” ¿En qué día hace eso el Señor? En el día de juicio divino.

En Sofonías capítulo 1, “Cercano está el día grande de Jehová,” versículo 14, “cercano y muy próximo, es amarga la voz del día de Jehová, gritará el valiente. Día de ira aquel día, día de angustia y de aprieto, día de alboroto y de asolamiento, día de tinieblas y de oscuridad, día de nublado y de entenebrecimiento.” Y de esta manera los profetas hablando de eventos cataclísmicos de juicio divino como tiempos de tinieblas. Las tinieblas simbolizan furia divina. Las tinieblas simbolizan ira justa, furia final siendo desatada. Las tinieblas, entonces, son la forma definitiva de la presencia de Dios en el juicio.

Esa es la razón por la que el infierno, el cual es sujeción eterna al juicio divino, es un lugar del que Jesús dijo, en Mateo tres veces, “son las tinieblas de afuera, en donde hay lloro y crujir de dientes en oscuridad eterna sin alivio.” Y son las tinieblas de la presencia de Dios. Él es el que está presente en juicio en el infierno del mediodía hasta las tres en punto.

Con ese entendimiento, en el versículo 33, el infierno vino a Israel. Desde el mediodía hasta las tres en punto, el infierno vino a Jerusalén. Durante tres horas, el infierno vino al Gólgota conforme Dios desató el castigo eterno a la intensidad máxima sobre Su Hijo. La ira, en las palabras de Isaías, en ardor de ira, Isaías 13:9. Como Dios es el poder verdadero detrás de la experiencia de castigo del infierno, Dios es el poder verdadero detrás de las tinieblas del Calvario, porque aquí desata el infierno sobre Su Hijo.

Esta fue la copa que Jesús esperaba en el Jardín, la copa de ira. Esto es por qué fue una expectativa tan despreciable que lo hizo sudar gotas de sangre porque en esas tres horas, piénselo, Jesús sufrió el infierno eterno de toda la gente a lo largo de la historia humana que sería salva. Él llevó todos sus castigos eternos juntos y lo hizo en tres horas. Dice usted: Si el pecador en una eternidad de castigo nunca puede pagar el precio y es eterno, ¿cómo podía Jesús en tres horas recibir la ira eterna completa por todos los pecadores que creen? Y la respuesta es que podía recibir una cantidad de ira infinita y eterna porque Él es una persona infinita y eterna. Su capacidad para todo es ilimitada y eterna.

Las tinieblas, entonces, escuche, no son la ausencia de Dios y no son la presencia de Satanás. Las tinieblas no son la ausencia de Dios, son la presencia de Dios. Es Dios en venganza de juicio completo, Dios en furia de juicio completo. Es ira, infinita movida por justicia infinita, liberando castigo infinito sobre el Hijo infinito, quien puede absorber todas las torturas de eternidades del infierno y hacerlo en tres horas.

Es en esas tres horas que Él llevó en Su cuerpo nuestros pecados. Es en esas tres horas que Él fue hecho pecado por nosotros. Es en esas tres horas que Él llevó la maldición. Y en la hora novena, terminó. A las tres en punto, terminó. Y Marcos registra la cuarta afirmación de nuestro Señor, “Eloi, Eloi, ¿lama sabactani? que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”, lo primero que dijo después de que las tinieblas terminaron.

¿Cómo debemos entender eso? ¿Qué significa eso? ¿Acaso no acabamos de decir que Dios estaba ahí? Esto es muy difícil de entender, obviamente, hablando de una persona divina. Estoy convencido de que lo que nuestro Señor está diciendo ahí es que está expresando el sentido de que el juicio ha terminado, y Él está deseando el consuelo. Después de que la ira se agotó, cuando Dios en presencia completa y venganza completa la ha derramado, la copa entera ha sido consumida, y las tinieblas se acabaron, también Dios. Quizás por ese momento, Él sabía que Dios estaba ahí en el castigo, pero cuando el castigo terminó, ¿en dónde estaba Dios?

Él parece estar experimentando la separación de Dios inmediatamente después de que ha llevado toda la furia de Su presencia. Él sabía quién estaba explotando juicio sobre Él. Y quizás por tan solo ese momento, cuando él pudo haber esperado consuelo y compasión y comunión dulce en el agotamiento inconcebible, incomprensible de apenas haber sufrido eternidades del infierno, en ese momento, Él dice, ¿en dónde está Dios?

Y sus palabras fueron profetizadas del Salmo 22:1. El Salmo 22 comienza, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” No es que Dios no está ahí en el castigo, es que Él está diciendo, ¿Dónde estás Tú en el consuelo? Este es un recordatorio muy, muy importante para nosotros de que el infierno es la furia completa del castigo personal de Dios, escuche, pero él nunca estará ahí para consolar. ¿Acaso a nuestro Señor aquí se le da un adelanto del infierno? ¿Castigo sin consuelo? ¿Castigo sin compasión? ¿Castigo sin empatía? ¿Castigo sin alivio? Eso es el infierno.

Entonces incluso esto para Jesús es sufrir todo lo que es el infierno, toda la ira, toda la presencia de ira divina y toda la ausencia de consuelo divino. Cuando Jesús dijo, “Dios mío, Dios mío,” esta la única vez en el Nuevo Testamento en la que Él se refirió a Dios de una manera que no fuera Padre. en las demás ocasiones que le habló a Dios, lo llamó Padre. Pero Él está sintiendo Su ausencia. Hay más que eso. Una expresión doble como esa es una manera de decir lo que usted quiere decir para identificar a la persona a la que se está dirigiendo con afecto.

Por ejemplo, el ángel dice: “Abraham, Abraham,” Génesis 22. En Éxodo, Dios dice en el capítulo 3, “Moisés, Moisés.” David en Segundo de Samuel 18 y 19, dice: “Absalón, Absalón.” Jesús, en Lucas 10:41, dice: “Marta, Marta,” y Jesús en Lucas 22:31 dice: “Simón, Simón.” Y Jesús dice en Hechos 9, “Saulo, Saulo,” y en Lucas 13, Él ve la ciudad y dice: “Jerusalén, Jerusalén,” y aquí, “Dios mío, Dios mío.” Afecto divino.

Quiero que note que Él clamó a gran voz. Después de la cantidad masiva de dolor físico y la dificultad en respirar que se le había ocasionado, después del abuso horrendo, mental, en la blasfemia imparable, y después de que Dios ha agotado infiernos infinitos de castigo sobre Él, Él todavía está fuerte y clamó con voz alta, y pregunto en dónde estaba el Padre en ese momento cuando necesitaba consuelo.

Su clamor, sorprendentemente, con la oscuridad apenas desvaneciéndose, parece no producir cuestionamientos con la gente o cambiar algo porque en el versículo 35, cuando algunos de los que estaban allí lo oyeron, decían: “Mirad, llama a Elías.” Y la comedia vuelve a ser encendida. Aquí hay una repetición del sarcasmo. Al oírlo, y lo oyeron, porque habló fuerte, “Oh,” dijeron, “está llamando a Elías.”

Escuche, oyeron lo que dijo en el idioma de ellos, en arameo, “Eloi, Eloi, Dios mío, Dios mío.” Ellos sabían eso. Pero en burla dijeron: “Oh, está llamando a Elías.” ¿Por qué dirían eso? Porque el Antiguo Testamento enseñó, Malaquías 4, versículos 5 y 6, que cuando el Mesías viniera, Elías estaría presente. Él está llamando a Elías. Más ridículo.

Y, por cierto, la tradición, la tradición judía, siempre enseñó que debido a la profecía que Elías vendría al final y que Elías estaría ahí cuando el Mesías llegara, la tradición enseñaba que Elías regresaba frecuentemente. Recuerden, él no murió. él fue al cielo en un carro. Entonces la tradición decía que Elías regresa en tiempos de crisis para proteger y rescatar a los justos.

Entonces esto era más combustible para su burla, su sarcasmo. “Oh, le está hablando a Elías para que venga y lo rescate porque es justo. Está hablándole a Elías, el que va a acompañar al Mesías que viene llegando.” Entonces siguen con más burla, y las tinieblas acaban de terminar, y están de regreso burlándose. Usted pensaría que esas tinieblas por tres horas acabarían con la burla. Pero ¿qué tan profunda es esta blasfemia? ¿Qué tan profunda es esta blasfemia?

Empeora. Versículo 36, Y corrió uno, y empapando una esponja en vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber, diciendo, Dejad, veamos si viene Elías a bajarle. No sé lo que usted ha pensado de eso en el pasado, pero eso es simplemente más del mismo ridículo. Eso es simplemente más del mismo abuso, más de la misma burla y blasfemia.

Este es un vinagre de vino barato consumido por soldados, normalmente mezclado con agua. Oh, démosle algo de tomar. Eso va a prolongar su vida un poquito. Y si prolongamos su vida un poquito, quizás Elías se aparecerá y lo rescatará. Él sí dijo: “Tengo sed,” como el Salmo 69:21 dice que lo haría. Y a Él se le ofreció esta bebida, pero solo en burla. Veamos si podemos extender Su vida un poco más, y quizás Elías se aparecerá.

Lo han visto todo. Han visto Sus milagros. Han visto que expulsó demonios. Han visto que resucitó a los muertos. Todos saben que Lázaro fue resucitado de los muertos porque esa es una familia que está muy cerca de la ciudad, bien conocida por la gente en la ciudad. Los gobernantes de la ciudad y los líderes fueron a Betania para ver a Lázaro después de que regresó de los muertos. Han oído la enseñanza de Jesús. De hecho, la han oído durante esta misma semana. No tuvo efecto en ellos. Han visto Su compasión y Su bondad. Ellos ahora han visto como muere. No los mueve, y siguen con la comedia.

Después en el versículo 38, tenemos estas palabras muy simples, “Mas Jesús, dando una gran voz, expiró.” ¿Por qué un grito fuerte? Porque Él ha dicho, como los evangelios lo registran, “Nadie me quita mi vida. Yo la pongo de mí mismo.” Él no murió porque no podía respirar. Él no murió porque se le acabó la fuerza, Él dio una gran voz, gritó con una voz fuerte. En Juan 19:28, después de que se le dio a Jesús el vinagre, dice en el versículo 30, Juan 19:30, “Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo, y esto es lo que gritó: “Consumado es.”

Tetelestai, una palabra, “Ha sido logrado.” “Ha sido logrado.” Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu. Un grito fuerte. Sorprendente si estaba muriendo de asfixia. Sorprendente si no tenía aliento, sin fuerza si apenas podía cuchichear. Pero Él está fuerte, Él está fuerte.

En el evangelio de Juan, es en el capítulo 10 en donde nuestro Señor afirma esto. Versículo 18 del capítulo 10, “Nadie me quita la vida, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.” Y después hay una afirmación final. Lucas 23:46 la registra, y es esta, “En tus manos encomiendo mi espíritu.” Él dijo tres cosas antes de las tinieblas, y nada durante las tinieblas, cuatro afirmaciones después de las tinieblas, y expiró.

Ahora de regreso a Marcos. Expiró. Lo que sucedió es sorprendente, y Marcos nos habla de dos eventos inmediatos. El primero está en el versículo 38, Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. Había como una docena de cortinas en el templo, pero esta era la cortina más importante porque separaba el Lugar santísimo del Lugar santo. El lugar santísimo, al que nadie podía entrar más que el sumo sacerdote una vez al año, para rociar sangre sobre el propiciatorio, sobre el arca del pacto, para hacer expiación por la nación en Yom Kippur, el Día de la expiación.

Esto simbolizaba la separación del pecador de Dios. Sin acceso a Dios, al sumo sacerdote solo se le permitía entrar una vez, para rociar la sangre, entrar rápidamente y salir de regreso. Pero el Nuevo pacto de salvación en el momento en el que Jesús murió fue ratificado. Él había pagado completamente el castigo, la paga, justamente para todos los que creerían en la historia. Y oficialmente, a las 3 de la tarde en punto, en ese viernes en abril en el año 30 después de Cristo, el Antiguo Pacto fue abolido. El templo fue anulado. El sacerdocio fue invalidado. Y todos los sacrificios dejaron de tener sentido porque el único sacrificio verdadero y salvador había sido ofrecido.

Y cuando el velo fue rasgado de arriba a abajo, no pudo haber sido hecho por el hombre, tuvo que haber sido hecho por Dios. Fue el signo de exclamación de Dios de la muerte de Su Hijo. Y lo que dijo fue que el camino a la presencia de Dios está abierto de par en par para cualquiera. ¿Qué logra la muerte del Señor Jesús? Abre el camino. Anula los símbolos y las ceremonias y trae la realidad de la salvación para toda persona que escoge entrar.

La presencia santa, gloriosa de Dios, está disponible. El camino ha sido abierto por la muerte de Cristo. Es el fin del sumo sacerdocio, es el fin del sacerdocio levítico. Es el fin del sistema sacrificial. Es el fin del templo. Es el fin del lugar santísimo. Es el fin del lugar santo. Todo el sistema es, en ese momento, nulo e invalidado.

Y todo, básicamente, estaba estructurado en torno a ese lugar santísimo, el cual estaba aislado y escondido, en donde Dios moraba, y nadie tenía acceso a Él, nadie, y todas las capas más allá de eso protegían esa área interior. Y ahora fue totalmente abierto precisamente en el momento, a las 3 de la tarde, cuando los sacerdotes comenzaban a matar a decenas de miles de corderos de la Pascua para que la gente pudiera comer la comida de la pascua esa tarde. En esa hora misma, el cordero de la pascua mismo había sido matado por Dios, y todos los demás sacrificios no tuvieron sentido, no tuvieron sentido.

Marcos no nos dice, pero Mateo sí, que hubo otro milagro que sucedió en el momento en el que el velo fue rasgado. Mateo 27:51 dice, la tierra tembló, y las rocas se partieron. Este es un terremoto lo suficientemente poderoso como para partir rocas, una experiencia aterradora. Y, por cierto, los terremotos en la Escritura con mucha frecuencia son como las tinieblas. Se lo leí antes, que el Día del Señor está asociado no solo con las tinieblas sino con terremotos grandes.

Cuando Moisés se reunió con Dios en el Sinaí para recibir la ley, el monte entero se sacudió mucho, Éxodo 19:18. El Salmo 18:7 dice: “La tierra fue conmovida y tembló. Se conmovieron los cimientos de los montes, y se estremecieron, porque se indignó Dios.” Salmo 68:8, La tierra tembló ante la presencia de Dios. El Sinaí mismo fue movido ante la presencia de Dios, el Dios de Israel. El profeta Nahúm escribe, Nahúm 1:5, “Los montes tiemblan delante de él. Y los collados se derriten. La tierra se conmueve a su presencia. y el mundo, y todos los que en él habitan.”

Los judíos sabían, si conocían su Escritura, que las tinieblas significaban juicio y el terremoto significaba juicio. Esa es la razón por la que cuando usted entra al libro de Apocalipsis y usted llega al Día final del Señor, el Día del Señor escatológico, hay mucha descripción acerca de terremotos globales masivos y un terremoto que va a ser más allá de cualquier cosa que el mundo ha experimentado jamás. Otro milagro sucedió, según Mateo 27:52 y 53, y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron, y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de Él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos, muchos. Esto prefigura la resurrección.

Entonces ¿se apareció Dios en el Calvario? Sí, se apareció. Se apareció en el Calvario. Se apareció en las tinieblas. Se apareció en el terremoto. Se apareció en la rotura del velo, y se apareció en la apertura de las tumbas dando vida a los santos muertos. Él dio a conocer Su presencia.

El versículo 39 nos lleva a la segunda escena aquí, la confesión del centurión, la confesión del centurión. Cuando el centurión que estaba frente a él, viendo que después de clamar había expirado así, dijo: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios.” El centurión, está involucrado en la ejecución, tiene que estarlo, él es un comandante de cien hombres. Esa es la razón por la que es llamado un centurión. Él es un soldado de carrera, él es un buen soldado, él es un soldado confiable, él es un soldado endurecido por la batalla. Él es un tipo de soldado de botas en el suelo, que conoce la muerte, sabe lo que es matar y sobrevivir.

Él ha estado vigilando a Jesús. Él está supervisando el escuadrón de ejecución. Probablemente tuvo una función clave en el arresto y todo lo demás que pasó, los azotes. Él es un testigo ocular de todo, lo más probable desde el arresto de Jesús en las primeras horas del viernes en el jardín hasta este momento final, él lo vio todo, los juicios falsos, el abuso, el escupirle, los golpes, las bofetadas, el menosprecio, la burla, el ridículo, él vio a Jesús recibirlo, él no vio venganza.

Él oyó lo que Jesús dijo. Quizás lo oyó decir, Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen. Quizás él oyó porque estuvo cerca de la cruz, Hoy estarás conmigo en el paraíso, él oyó todo, él oyó a Pilato declarar repetidamente que Jesús era inocente. Y concluyó, este no es un hombre común y corriente. Y él ahora llega a la conclusión correcta de que Él es el Hijo de Dios.

Dice usted, ¿cómo llegó a esa conclusión? Bueno, somos ayudados un poco por Mateo 27. “Jesús habiendo otra vez clamado,” versículo 50 de nuevo, “a gran voz, entregó el espíritu.” Eso es lo que acabamos de leer, junto con esto, “Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo, y la tierra tembló y las rocas se partieron.” Ahora, eso lo convencería de que algo especial estaba pasando. “Y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron, y saliendo de los sepulcros,” después de la resurrección de Él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos.

Ahora, el centurión, y los que estaban con él guardando a Jesús, visto el terremoto, y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera y dijeron: Verdaderamente éste era Hijo de Dios. Temieron por las tinieblas, temieron por el terremoto. En Lucas 23, Lucas nos da su relato. Versículo 47. Cuando el centurión vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios, diciendo, Verdaderamente este hombre era dikaios, la palabra griega para justo. Entonces él alaba a Dios. Él declara que Jesús es justo y afirma que es el Hijo de Dios.

No sé qué más sabía, pero realmente no tenía que saber mucho más, y no sé cómo consiguió toda esta información, pero Pablo, en el camino a Damasco, fue, por la intervención soberana y divina de Dios, regenerado y convertido en un momento del tiempo. Y al ladrón en la cruz le dio vida un Espíritu soberano en medio de su ridículo. Y aquí está éste soldado gentil, el primer convertido a Cristo después de Su resurrección. Y él no está solo, los otros soldados con él tuvieron la misma respuesta.

Algunas cosas maravillosas pasaron en el Calvario. Un judío, un judío blasfemo fue salvado, el ladrón. Un gentil, unos cuantos gentiles, los soldados blasfemos fueron perdonados y salvados, y el mensaje es que la gracia de Dios en el perdón y la salvación se extiende a los peores blasfemos. Los peores blasfemos no están más allá de la posibilidad de salvación.

Por otro lado, Lucas 23:48 dice, “Y toda la multitud de los que estaban presentes en este espectáculo, viendo lo que había acontecido, se volvían golpeándose el pecho”. Hmmm, ya no es tan chistoso. No fue tan chistoso después de la oscuridad y los terremotos horrendos que los asustaron. No tan chistoso cuando se enteraron de que el velo había sido rasgado de arriba a abajo. Se fueron. No dice nada acerca de que creyeron, pero creo que algunos de ellos creyeron.

En Hechos capítulo 2, algunos de ellos debieron haber estado ahí en el Día de Pentecostés, y tres mil se arrepintieron, creyeron, y fueron salvados y en unas cuantas semanas, miles, y miles más. Entonces lo que usted tiene ilustrado en el momento mismo de la muerte de Cristo es el propósito de Su muerte, salvar a pecadores penitentes, al judío primero y al gentil.

Entonces vemos la consumación acerca de Cristo, la confesión acerca del centurión. Tercer punto es la confusión de las mujeres, versículos 40 y 41. Este es un comentario interesante. También había algunas mujeres mirando de lejos. Aquí vemos un grupo pequeño de mujeres fieles. Estas son mujeres que comenzaron a seguirlo cuando estaba en Galilea, según el versículo 41, le seguían y le servían o le ministraban. y otras muchas que habían subido con Él a Jerusalén.

Sabemos todo acerca de los hombres, ¿no es cierto? Sabemos de los apóstoles y los conocemos, pero hubo un grupo de mujeres que había estado con Él desde Sus días en Galilea, desde el comienzo del ministerio galileo, ahí atrás al principio de Su segundo año de ministerio. Ahora estamos al final del tercer año, entonces había mujeres que lo habían seguido por dos años. Eran discípulas verdaderas. Amaban a Cristo. Son creyentes en el Salvador. Francamente, ahora están desconcertadas. Están desanimadas. Están devastadas. No encuentran explicación.

Juan de hecho dice que cuando Jesús fue crucificado, estaban de pie cerca de la cruz, Juan 19, estaban de pie cerca de la cruz. Estaban de pie ahí seguro cuando Jesús dijo: “He aquí tu madre, he aquí tu hijo,” y colocó a María bajo el cuidado de Juan y a Juan bajo el cuidado de María. Estaban ahí, paradas cerca, Juan dice. Pero para cuando llegamos al final, después de la oscuridad, leemos aquí, mirando de lejos, mirando de lejos, de lejos.

El mirando de lejos en esa frase, hay un verbo griego usado cuatro veces por Marcos, y cada vez que lo usa, expresa cierto tipo de observación distante. El centurión está viendo y está cerca de la cruz. Y él ve claramente quién es este. No está confundido. Él llega hacer esta gran confesión por el poder del Espíritu sobre su vida. Por otro lado, estas mujeres que nunca han estado confundidas acerca de quién es Jesús ahora de pronto están hasta atrás en la orilla de la multitud, distantes, expresando una especie de mirada algo indiferente, casi lo que diríamos, una mirada ciega al espacio. Están confundidas.

Marcos incluso identifica a unas cuantas de estas mujeres, había muchas. María Magdalena, quien más tarde se vuelve la primera testigo ocular de Jesús después de Su resurrección. María la madre de Jacobo el menor y José. María la madre de Jacobo el menor y José, eso serían dos hijos. Jacobo el menor también es llamado Jacobo, el hijo de Alfeo en Mateo 10:3, él era uno de los doce. Entonces esta señora llamada María, y hay muchas Marías, era la mamá de uno de los apóstoles, Jacobo el hijo de Alfeo, no Jacobo el hermano de Juan, hijos de Zebedeo, un Jacobo diferente.

Hay otra dama aquí llamada Salomé. Ella es, sin embargo, la madre de Jacobo y Juan, la esposa de Zebedeo, según Mateo 27:56. ¿Por qué están ahí? Bueno, permítame decirle algo. Se puede decir mucho de la grandeza de los apóstoles, pero no estaban ahí, y estas damas estuvieron ahí. No mucha valentía masculina. Hay algo preciado en eso. Incluso en su confusión, estuvieron ahí. Lentamente comenzaron al pie de la cruz, quizás esperando algún milagro, que pasara algo que tuviera sentido en todo, y después Él murió. Y están hasta la orilla.

Ellas habían estado con él, dice el versículo 41, cuando estuvo en Galilea, le seguían. Eso significa que lo hicieron todo el tiempo, regularmente, y le servían, le ministran. Fueron testigos oculares de Su ministerio eterno en Galilea y después en Judea para el último año de Su vida. Habrían sido los testigos oculares, en primer lugar, de Su resurrección. Y son únicas porque no son apóstoles. No son los doce escogidos.

No son hombres, son mujeres creyentes que solían seguirlo, verbo imperfecto refiriéndose a una manera continua y solían ministrarle, otro verbo imperfecto, continuamente. Y, por cierto, en el evangelio de Marcos, solo se dice que dos personas le ministraron a Cristo. Una, estas mujeres, y la otra en el capítulo 1, versículo 13, los ángeles santos. Entonces funcionan como un tipo de ángeles terrenales.

No son líderes. No son capacitadas como los apóstoles para hacer milagros. No son llamadas a ser predicadores. Pero son las fieles, verdaderamente preciadas, que, mientras que los apóstoles lo han dejado, ellas no. Todavía están ahí. Y serán recompensadas porque serán las primeras en verlo el domingo por la mañana, y la tristeza de esas damas se convertirá en gran gozo.

Quiero cerrar al llevarlo de regreso al versículo 39 por un momento. Cuando Marcos comenzó este evangelio en el capítulo 1, versículo 1, él dijo: “es el principio del evangelio de Jesucristo, el Hijo de Dios.” Es el principio del evangelio de Jesucristo, el Hijo de Dios. Es solo un principio, es solo un principio, la historia tiene mucho más que contar, pero este es el principio. Pero es acerca del Hijo de Dios. Es la historia del Hijo de Dios. Finalmente, aquí en el versículo 39, un ser humano dice: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios.” Y ¿le gustaría saber que esta es la primera vez en todo el evangelio de Marcos que algún humano ha dicho eso?

Es casi como si Marcos se espera hasta la cruz para que alguien diga, “Este es el hijo de Dios.” Oh, el Padre lo dijo. El Padre lo dijo en el capítulo, versículo 11, en Su bautismo, “Este es Mi Hijo Amado.” El Padre lo dijo en Su transfiguración en el capítulo 9. El Padre lo dijo desde el cielo. “Este es mi Hijo amado.” Y, por cierto, los demonios lo dijeron, capítulo 1, versículo 24, 3, versículo 11, 5, versículo 9. Los demonios lo llamaron el Hijo de Dios.

Entonces el cielo lo ha dicho y el infierno lo ha dicho, y finalmente, un hombre lo dice, y qué hombre, un gentil, un soldado romano, la cabeza del escuadrón de ejecución. Y todos nosotros también lo decimos, ¿no es cierto? La historia de Marcos es escrita con el propósito mismo que Juan da. Éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre. Para todos los que creen que Él es el Hijo de Dios, del centurión en adelante, la promesa es que usted tiene vida en Su nombre.

Padre, no tenemos palabras para expresar la profundidad de nuestra gratitud a Ti por despertar nuestros corazones muertos y darnos vida, por abrir nuestros ojos ciegos, por dejarnos ver, por abrir nuestros oídos sordos para que pudiéramos oír y creer que este es el Hijo de Dios, el único Salvador.

Gracias porque nos diste ojos para ver más allá del ridículo y la burla y la broma hasta la verdad, nosotros que una vez, antes de que éramos salvos también éramos blasfemos. Porque cualquier que no ama al Hijo y confiesa al Hijo como Señor ha cometido un crimen atroz contra Ti, te ha blasfemado a Ti porque Tú eres el que dijo: “Este es mi Hijo amado. A Él oíd. Crean en Él, reconózcanlo.” Confesamos nuestra propia traición y nuestra propia blasfemia hasta ese día cuando nos despertaste.

Te agradecemos, Señor, por el regalo de salvación. Es un regalo, no puede ser ganado, solo puede ser recibido por la fe. Gracias por el testimonio de ese centurión. Finalmente, después de quince capítulo y 39 versículos, una persona dice lo que la historia entera busca probar. Verdaderamente este es el Hijo de Dios que vino a morir en nuestro lugar y resucitar para nuestra justificación.

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