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Abra su Biblia en Lucas, capítulo 9, si es tan amable. Y quiero llevarlo al versículo 26. Hemos tomado varias semanas para ver un párrafo en particular. En Lucas 9, comenzando en el versículo 23 y llegando hasta el versículo 26. Está en el corazón mismo de la enseñanza de Jesús, está en el corazón mismo del evangelio.

El versículo 23 dice, “Y decía a todos: si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, este la salvará. Pues, ¿qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí mismo? Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria, y en la del Padre, y de los santos ángeles.”

Antes de que podamos dejar este pasaje, quiero hablar de las palabras de Jesús en el versículo 26. “Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria, y en la del Padre, y de los santos ángeles.” Quiero concentrarme en el término ‘avergonzar’. Cuando hablamos del peor tipo de conducta humana, con frecuencia decimos que alguien no tiene vergüenza, que se comportan como alguien sin vergüenza. Ciertamente muchas personas que no tienen vergüenza, cuando hablamos de su propia conducta. Y francamente cubren un espectro amplio. Hay personas sin vergüenza que son muy malas, muy inmorales. Viven el tipo de vida más impío, aparentemente teniendo su conciencia cauterizada, de tal manera que no sienten culpabilidad ni remordimiento, sin importar cuantas leyes de Dios quebrantan, o con qué frecuencia las quebrantan. Estas son personas sin vergüenza.

Pero en el otro extremo del espectro, hay otro tipo de persona sin vergüenza. No una persona abiertamente impía, y mala, sino una persona impía de manera encubierta, quien a nivel superficial es religiosa y se presenta como una persona buena por sí misma. convencidas en sus propias mentes, estas personas creen que por su propia bondad humana son aceptables a Dios, que no quebrantan las leyes de Dios, entonces también no tienen vergüenza, no sienten culpabilidad ni remordimiento debido a su éxito en engañarse a sí mismas, por su condición verdadera.

Hay entonces, personas miserables que no conocen la vergüenza, y hay personas religiosas que no conocen la vergüenza. Existen esas personas que son abiertamente impías, que no sienten culpabilidad porque se han entrenado a sí mismas a negarla. Y están esas personas religiosas que son impías de manera encubierta, que no sienten culpabilidad, porque se han entrenado a sí mismas a confiar en su propia justicia personal.

Como en todo lugar y todo momento, Israel estaba llena de ese tipo de gente sinvergüenza. Estaban los reprobados, estaban las prostitutas, estaban los criminales superficiales, estaban lo más bajo de la sociedad humana. Estaba la escoria, los publicanos, la gente abiertamente miserable que vivía vidas sin vergüenza. Peores en muchas maneras y más difíciles de alcanzar estaba la élite religiosa, los escribas y los fariseos, y los principales sacerdotes. Y aquellos que moldeaban la institución religiosa, quienes también no tenían vergüenza porque creían que no tenían culpabilidad delante de Dios, que ellos por su propia bondad personal habían borrado su culpabilidad. En ambos casos, estas personas se enorgullecen de cosas de las que deberían avergonzarse. La gente externamente miserable, debería avergonzarse de su conducta miserable. Los hipócritas deberían avergonzarse de su hipocresía.

Pablo en Filipenses 3:19 describe a personas que se enorgullecen por lo que deberían estar avergonzadas. Sea inmoralidad desenfrenada, o hipocresía refrenada. Los pecadores son muy buenos en engañarse a sí mismos. Muy buenos por sentirse bien de sí mismos, y eso es particularmente verdad en nuestro día. Cuando nuestra sociedad trabaja muy duro en convencer a la gente en que debería sentirse bien por lo que sea que escoge ser o hacer, porque después de todo tienen autonomía y un derecho de escoger lo que quieren. Los pecadores se van a entrenar a sí mismos a no sentir vergüenza.

En el sexto capítulo de Jeremías, hay un buen principio en esto. Y describe al pecador en palabras inescapablemente claras. Escuche esto, Jeremías 6:15, “¿Se avergonzaron por la abominación que han cometido? No se avergonzaron, ni siquiera se avergonzaron en absoluto. Ni siquiera supieron como sonrojarse. Ni siquiera sabían que eran algo terrible. Ni siquiera sabían que eran una causa de desgracia. Ni siquiera sabían que se estaban avergonzando a sí mismos. Se habían entrenado a sí mismos para no sentir.

Todos los pecadores, sean religiosos o no religiosos, sean morales o inmorales, tienen suficiente porque avergonzarse, suficiente. Y la Biblia habla mucho de esto. Las palabras asociadas con la vergüenza están a lo largo de las Escrituras, vergüenza, avergonzados, vergonzoso, sin vergüenza, aparecen en las Escrituras conectadas con el pecado. Sea el pecado hipócrita de justicia personal o sea el pecado de inmoralidad abierta o cualquier cosa en medio de estos dos puntos. Es una causa de vergüenza, culpabilidad, pena, desgracia, o inclusive esa palabra antigua mortificación.

Mi madre solía usar esa, me acuerdo que ella me decía como niño, “Deberías mortificarte por hacer eso. Estoy mortificada porque dijeras eso.” Y esa era la manera más severa para que ella expresara sobre mí, vergüenza. Me da gusto que fui criado por padres que me dijeron con frecuencia, “deberías estar avergonzado de ti mismo.” Me sirvió mucho más que tener a padres que me dijeran, “deberías estar orgulloso de ti mismo, o sentirte bien por ti mismo,” porque tenemos suficiente de que avergonzarnos. Debemos enseñarles a nuestros hijos a estar avergonzados de sí mismos, no solo delante de la gente, pero lo que es más importante, delante de Dios. Eso les va a servir bien al llevarles al arrepentimiento.

En realidad, simplemente para hacerlo de manera muy simple esta mañana, en el tiempo breve que tenemos, la salvación se reduce al asunto de la vergüenza, se reduce al asunto de la vergüenza. Para aquellos que están avergonzados de sí mismos hay esperanza de salvación, para aquellos que no lo están no hay esperanza. En eso se reduce. Esta la gracia y el perdón, y hay vida eterna para gente que se avergüenza de sí misma. No hay gracia y no hay perdón y no hay vida eterna para aquellos que no lo están. Y esa es la alternativa.

De hecho, Jesús presentó la alternativa de manera clara cuando él dijo, “porque el que se avergonzare de mí, y de mis palabras, de este se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria.” Como puede ver, cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, él va a tener que enfrentar a los pecadores. Y la única actitud que un Dios santo podría tener hacia el pecado no perdonado, es tratar al pecador con vergüenza consumada permanente. Para esas personas que no se van a avergonzar de sí mismas, Cristo estará avergonzado de ellas.

Hay personas, obviamente que se rehúsan a estar avergonzadas de sí mismas, y entonces se avergüenzan de Jesús y de su mensaje. Están avergonzadas del evangelio. Están avergonzadas de llamar a Jesús Señor y Mesías, eso sería una desgracia para ellas. Esa sería una admisión de su condición miserable, y se rehúsan a hacer eso. Eso fue característico de la institución religiosa. Observe Lucas 9:22, “El Hijo del Hombre debe sufrir muchas cosas y ser rechazado por los ancianos, y principales sacerdotes y escribas y ser matado, después ser resucitado en el tercer día.”

Jesús no iba a ser su Mesías, él no iba a ser su Señor, no iba a ser su Salvador, Jesús no iba a ser su Rey, no querían que este hombre reinara sobre ellos, dijeron. Estaban avergonzados de Cristo. Todo acerca de Jesús era una piedra de tropiezo para ellos, y una ofensa para ellos. No solo la cruz, sino todo lo demás. Lo colocaron en una cruz porque estaban avergonzados del hecho que él decía ser su Mesías. Les ofendía que uno tan humilde, uno tan manso dijera ser el Mesías.

Y no fue la ausencia de virtud noble que los ofendió, no fue el poder divino que los ofendió. Eso no los ofendió. Lo que los ofendió fue Su mensaje. Lo que los ofendió fue que él los llamó pecadores, que él llamó a su ayuno hipocresía, que él llamó a sus oraciones hipocresía, que él llamó a lo que ellos daban, hipocresía. Y él dijo, de hecho, eran los pobres y los prisioneros, los ciegos y los oprimidos. Que su condición espiritual verdadera fue una de pobreza espiritual. Que estaban en bancarrota espiritual. Estaban encarcelados a su propia iniquidad, y se dirigían al juicio. Estaban ciegos a la verdad espiritual. Y literalmente estaban cargados con el peso de la culpabilidad y no quisieron recibir ese mensaje.

De hecho, cuando él predicó ese sermón en su propia sinagoga, en su propia ciudad de Nazaret, la primera vez que jamás regresó a predicar ahí en la sinagoga en la que él fue criado, en donde él pasó treinta años de su vida, donde todo mundo lo conocía. Él predicó ese sermón y fueron sus vecinos y sus amigos y su familia extendida, después de un sermón, que lo tomaron a un risco y trataron de aventarlo y matarlo. Así odiaban su mensaje. Y la médula era, que él los llamaba a avergonzarse de sí mismos. Se habían convencido en sus propias mentes de su propia justicia, de su propia justicia a tal grado que su mensaje los llenó de furia, al grado que se esforzaron por ejecutarlo después de un sermón.

Y realmente, ahí es a lo que eventualmente se reduce todo, este asunto de quien va al cielo. Es si usted está avergonzado o no, de usted mismo, avergonzado de Jesús y su evangelio. Ese es el punto. Y usted tiene por cierto, suficientes cosas de que avergonzarse, suficientes. Usted tiene un registro de por vida de pecado, no mitigado, sin refreno, y no mezclado con nada que sea verdaderamente justo. Todo pecador debería estar totalmente avergonzado de sí mismo, o de sí misma.

Pero quiero decirle, que hay alguien de quien no debería avergonzarse, y ese es Jesús. ¿Qué hay en el de que avergonzarse? Santidad perfecta, justicia perfecta, virtud perfecta, bondad perfecta, conocimiento perfecto, sabiduría, compasión perfecta, amor perfecto, misericordia perfecta, gracia perfecta, poder perfecto, justicia perfecta, ¿qué hay en él de que avergonzarse? Decir que usted se avergonzaría de Jesús es condenar su propia condición miserable, la de usted. Es decir, estoy avergonzado de lo que es santo, estoy avergonzado de lo que es correcto, estoy avergonzado de lo que es bueno, estoy avergonzado de lo que es honesto y verdadero y justo. Estoy avergonzado de eso. Y eso hace que su condición, la de usted, sea clara.

Esa es la razón por la que el apóstol Pablo dijo, “Me gloriaré solo en Cristo Jesús, mi Señor.” Los cristianos son personas que no están avergonzadas de Jesucristo, sino que están avergonzadas de sí mismas, y viene a él en vergüenza, para ser perdonados. ¿Debo estar yo avergonzado del que murió en la cruz para librarme del pecado? ¿Debería estar yo avergonzado del que me amó con un amor perfecto, desde antes de que el mundo comenzara?  ¿Debería estar yo avergonzado del que escogió ser mi amigo y mi redentor? ¿Debería yo estar avergonzado del que ha ido al cielo a preparar un lugar para mí en la casa del Padre, y para recibirme a Sí mismo, y permitirme morar en Su presencia santa por los siglos de los siglos? ¿Qué hay de que avergonzarse?

En Hebreos, capítulo 2, hay una afirmación muy, muy contundente en el versículo 11. Es una breve, pero es francamente una afirmación contundente. Dice de Jesús, hablando de los creyentes, “Él” –versículo 11, Hebreos 2, - “no se avergüenza de llamarlos hermanos.” Él no se avergüenza de llamarlos hermanos. “Él es el autor de nuestra salvación”- versículo 10 dice. “É está llevando a muchos hijos a la gloria.” Mediante su sufrimiento él compró nuestra salvación y “Él no se avergüenza de llamarnos hermanos.”

Algunas veces usted oye a gente decir, “Bueno, él es mi hermano, pero no quiero que nadie lo sepa. Me avergüenza. Me avergüenza estar asociado con una persona así. Bueno, yo tendría que decir que el Señor mismo, el Cristo perfecto y sin pecado, tiene suficiente de que avergonzarse de mí. Es un acto de gracia sorprendente que el Señor dijera, “No estoy avergonzado de llamar a John MacArthur, mi hermano.” No estoy avergonzado de llamarlo mío. Pero me pregunto, ¿cuán vergonzoso debería ser para él llamarme suyo? Pero él no se avergüenza de llamarnos hermanos.

En el onceavo capítulo de Hebreos, esta misma realidad entra en mayor profundidad en la Trinidad porque en el versículo 16, a la mitad del versículo de Hebreos 11 dice, “Dios no se avergüenza de ser llamado su Dios.” Sabe una cosa, me acuerdo leer un artículo hace años atrás en la revista New West. Y estaban escribiendo un artículo crítico del cristianismo y la manera en la que los cristianos se conducen en público, particularmente el tipo de cristianos que son celebridades. Y nunca olvidare la frase, el autor del artículo dijo, “Me parece que Jesús debe tener mucha más clase que la mayoría de sus agentes.” ¡Que verdad! ¿Por qué es que Jesús querría llamarnos hermanos? ¿Por qué es que Dios querría levantarse delante de las huestes celestiales y decir: “No me avergüenzo de llamarlos míos? Me pertenecen” 

Esa es gracia maravillosa porque nosotros con tanta facilidad traemos vergüenza al nombre de Cristo y pena al nombre de Dios. Sin embargo, Cristo y Dios, el Hijo y el Padre no se avergüenzan de identificarse con nosotros. Sin embargo, el mundo avergonzó a Jesús. Pero Hebreos 12:2 dice, que él fue a la cruz, él soportó la cruz y menospreció el oprobio, la vergüenza. El mundo acumuló, amontonó vergüenza sobre él. Todavía lo hacen, todavía lo crucifican de manera fresca, lo avergüenzan de manera abierta. Todo pecador que rechaza el evangelio avergüenza a Jesús, lo desgracia. Le da pena inclusive de relacionarse con él, pero él menospreció la vergüenza del mundo para soportar la cruz, para que él fuera el autor y el perfeccionador de nuestra fe.

Usted sabe, cuando el Señor estuvo en el cielo antes de que viniera a la tierra, descendiera a la tierra, él esperaba y después experimentó lo que era sufrir vergüenza, algo que él nunca había conocido jamás en su existencia eterna entera. Pero Jesús menospreció eso, menospreció la vergüenza, para que él pudiera alcanzar nuestra redención. Y entonces, él recibió vergüenza, fue tratado como si fuera nada, para que él no estuviera avergonzado de llamarnos hermanos, para que Dios no estuviera avergonzado de decir que le pertenecemos.

¿Qué es un cristiano, entonces? Alguien que no está avergonzado de Cristo, alguien que no está avergonzado de Dios, sino alguien que está avergonzado de sí mismo. Pablo da nuestro testimonio en nuestro lugar, en Romanos 1:16, “Porque no”- ¿qué? - “me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree, al judío primeramente y también al griego.” Pablo dice, porque no me avergüenzo. Y sabemos que eso era verdad a donde quiera que iba él proclamaba a Cristo. Él simplemente era como esos ángeles que le aparecieron a los pastores y cantaron, “Gloria a Dios en las alturas”. Él no se avergonzó del Hijo que nació siendo Salvador y Redentor. De hecho, en Filipenses 1:20, él dice, “Según mi expectativa más ardiente y esperanza, que no será avergonzado en nada, sino que con todo denuedo Cristo ahora, inclusive ahora, como siempre será exaltado en mi cuerpo sea por vida o por muerte.”

Viviré una vida entregada a Cristo, no me avergonzaré de Cristo y nunca seré avergonzado por Cristo. Él avergonzará a aquellos que se avergüenzan de él. Nunca habrá vergüenza alguna para aquellos que no se avergüenzan de él. Ese fue Pablo y así vivió su vida. En 2 Timoteo 1:12 él dijo, “Sufro.” Y sufrió. “Pero no me avergüenzo, porque se en quien he creído, y estoy persuadido que él es poderoso para guardar aquello que le he encomendado hasta aquel día.” No me avergonzaré de Cristo, viviré mi vida siendo fiel a él, lo glorificaré, lo honraré, y lo proclamaré sin vergüenza. Y él le recuerda a Timoteo, “Nunca te avergüences del Señor.” Pedro, en 1 Pedro 4:16, “Si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino que en ese nombre”- en el nombre de Cristo – “glorifique a Dios.”

Y se reduce a eso. O usted va a estar avergonzado de Cristo, o avergonzado de usted mismo y no avergonzado de Cristo. ¿Cómo puedo estar yo avergonzado del que murió por mí? ¿Cómo puedo estar yo avergonzado del Dios del cielo, quien quiso ser mi Dios? ¿Cómo podría estar yo avergonzado del Hijo (el Hijo de Dios) quien vino al mundo para morir por mis pecados, para que él pudiera llevarme a mi hogar en el cielo, y llamarme para siempre su hermano?

Pero los pecadores impenitentes, pecadores incrédulos, están avergonzados de Jesús, están apenados, les da pena aceptarlo. No porque él carece de virtud noble, no porque él no demostró poder divino y prueba de quien era él, sino porque no avergonzarse de él demanda estar avergonzados de sí mismos. Demanda, si regresamos a Lucas 9, exactamente lo que nuestro Señor dice aquí, “Si vas a venir en pos de mí” –esto es lo que es requerido- “niégate a ti mismo.” Eso esencialmente significa avergüénzate de ti mismo, humillación personal. Hemos hablado de esto en las últimas semanas, vergüenza personal u odio personal, esa es la esencia del arrepentimiento. El negarse a uno mismo, el llevar la cruz, tomar su cruz cada día. Estar dispuesto seguir a Cristo, avergonzado por su propio pecado, emocionado porque el Salvador ha venido y ha perdonado sus pecados. Y a partir de la emoción de eso, dispuesto a entregar su vida por él, inclusive si significa la muerte, y ciertamente significa seguirlo.

Los pecadores perdonados entonces, son los que con un sentido fuerte y abrumador de vergüenza hacia sí mismos, llaman a Cristo a que los salve de su vergüenza, de la de ellos. El pecador no perdonado, el que tiene un sentido fuerte abrumador de vergüenza hacia el evangelio, porque él se rehúsa a verse a sí mismo como él en realidad es. Si usted se va al infierno para siempre, es porque usted se avergonzó de Cristo. Si usted se va al cielo para siempre es porque usted se avergonzó de sí mismo.

Ahora en este texto, simplemente viéndolo de manera breve, esto es hecho claro. Primero usted ve a los pecadores que están avergonzados del Hijo del Hombre, y después usted ve al Hijo del Hombre siendo avergonzado de los pecadores. Versículo 26 comienza, “Porque el que se avergonzare de mí, y de mis palabras.” Juan 1 dice, “Él vino al mundo, el mundo fue hecho por él, y el mundo no lo conoció. A los suyos vino y los suyos no le recibieron.” Sin embargo, él fue la gloria manifiesta de Dios, Juan 1:14 lo presenta de manera tan clara que no puede perderse. “El Verbo fue hecho carne, moró entre nosotros, habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.”

La revelación de Jesús fue clara, fue manifiesto que él era Dios, de manera clara, inequívoca. Su revelación fue clara, su mensaje fue verdad, fue en contra del pecado. Él merecía honor, él merecía gloria, él merece adoración, no hay nada en él de que avergonzarse. De hecho, usted tiene un vistazo del cielo en Apocalipsis 5 y todas las huestes angelicales del cielo, y santos glorificados también están diciendo, “Digno es el Cordero que fue inmolado, de recibir gloria, y honra y riquezas y poder y sabiduría y fortaleza.” Y toda la eternidad en el cielo será un tiempo de alabar, y alabar a Cristo en toda la gloria de su perfección absoluta. No hay nada en él de que avergonzarse.

Y como dije antes, si usted está avergonzado de Cristo, ese es un comentario de usted, de cuan torcida y depravada y pecaminosa es la mente de usted. La cruz es una piedra de tropiezo y una ofensa, para aquellos que están pereciendo, 1 Corintios 1 dice. Jesús es ofensivo para aquellos que quieren aferrarse a su pecado. Sea inmoralidad o moralidad. ¿Por qué hacen eso? ¿Por qué están avergonzados de Cristo? Amor de sí mismos, amor de pecado, amor de la aceptación. No quieren vivir una vida santa y pura sin son inmorales, porque perderían sus amigos quienes son inmorales. Sus amigos se burlarían de ellos, y los menospreciarían si tuvieran religión.

Y, por otro lado, los que son justos en sí mismos, no quieren admitir su pecado. No quieren llamarlos pecadores, no quieren llamarse a sí mismos pecadores, de lo contrario van a ser rechazados por sus amigos hipócritas. La preservación de sí mismos, la preservación de sea cual sea el modo de pecado en el que usted ha encontrado su comodidad. El amor por ser aceptado en su grupo escogido de pecadores, es lo que mantiene aferrado al pecador, que hace que el pecador se avergüence de Cristo. Avergonzados del evangelio que los desenmascara, como miserables y condenados al juicio eterno.

Esas personas que son descritas ahí en el versículo 26, como aquellos que se avergüenzan de mí, y de mis palabras. Y eso va al fondo, usted no puede separar a Jesús de Su evangelio. De mí y de mis palabras, van juntas. No es nada más estar enamorado de Jesús, es abrazar el evangelio que él predicó, pero en donde el temor del aislamiento, el rechazo por parte del grupo de usted, o el amor por usted mismo, o el amor por el pecado domina el corazón, el pecador no se va a negar a sí mismo, él no va a estar dispuesto a tomar una cruz, él no va a seguir, por lo tanto, el versículo 24 dice, “él perderá su vida.” Él perderá su vida en el sentido eterno.

Bueno, se reduce a de quien se va a avergonzar usted. Y nunca nada jamás podría acercarse a la seriedad de estar avergonzado de Jesucristo y de su evangelio. Eso es eternamente desastroso. Y la segunda parte del versículo señala eso. Primero usted tiene a los pecadores que están avergonzados del Hijo del Hombre. Y después tiene usted al Hijo del Hombre avergonzándose de los pecadores. Él dice, “De este”-este es el que se avergonzara de mí y de mis palabras, - “de este se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria, y en la del Padre, y de los santos ángeles.” Eso está viendo a la segunda venida. Cuando Jesús venga en gloria plena, refulgente, la gloria del Padre, su propia gloria y la gloria de los ángeles que lo acompañan, escenas descritas en las secciones proféticas de las Escrituras, en Daniel, en Mateo, más adelante en Lucas, en Apocalipsis, cuando Jesús regrese para sentarse en el trono de juicio, él no va a tener nada más que vergüenza que arrojar sobre aquellos que se avergonzaron de él.

Las palabras de Jesús aquí en el versículo 26, están ligadas directamente a un texto del Antiguo Testamento que era conocido por los judíos que lo oyeron diciendo estas cosas. Estaban muy conscientes de que Daniel había profetizado la venida del Hijo del Hombre el Mesías. Y cuando él venga será con la gloria del Padre, y la gloria de los ángeles que lo acompañan. Y será un trono de juicio. Y quiero que usted vea eso al pasar al Antiguo Testamento a Daniel capítulo 7. Daniel capítulo 7, este es el texto que Jesús tenía en mente, sin duda alguna.

Aunque él se refirió a Sí mismo como el Hijo del Hombre en manera rutinaria, en este caso el Hijo del Hombre directamente se remonta a Daniel 7. Y quiero que vea en primer lugar, los versículos 9 y 10. En la visión de Daniel, él dice, “Seguí viendo hasta que tronos fueron levantados, y el Anciano de días se sentó.” Él ve a Dios en el trono, “su vestimenta era como nieve blanca,” simbolizando pureza. “El cabello de su cabeza como lana pura,” simbolizando sabiduría. “Su trono estaba lleno de flamas, sus ruedas eran un fuego ardiente, un río de fuego estaba fluyendo, y saliendo delante de él,” simbolizando la furia del juicio.

Esto es como Ezequiel capítulo 1, esta es la máquina de guerra del trono de Dios comenzando, siendo echado a andar. Esto es destrucción divina, pureza absoluta. La santidad es ofendida. La sabiduría absoluta responde de manera apropiada con juicio absoluto. La furia de la máquina misma de guerra de Dios. Y si usted quiere una descripción más amplia de esto, usted lo ve en Ezequiel capítulo 1. Y también hay un retrato de esto en el cuarto capítulo de Apocalipsis. Este es el tiempo de juicio. “Miles de miles estaban sirviéndolo, y muchísimos estaban de pie delante de Él.” Y esos son los ángeles, los ángeles santos.

Ya hemos visto la gloria de Dios, el Anciano de días en Su gloria pura, blanca, refulgente. Y ahora vemos la gloria de los ángeles que están ahí en ese juicio. Y el versículo 10 termina al decir, “la corte se sentó.” Este es un salón de una corte. “Y los libros fueron abiertos.” ¿Cuáles son los libros? Los libros son el registro de la vida de toda persona. Y todo lo que jamás pensaron, jamás dijeron, y jamás hicieron, está en esos libros.

Apocalipsis capítulo 20, versículos 11-15 da la misma escena con palabras diferentes. De hecho, conforme usted cierra la Biblia, ahí en Apocalipsis 20, llegando al fin mismo esta escena es presentada, y los libros fueron abiertos y todo mundo es juzgado a partir de los libros. Esa es la escena que nuestro Señor tenía en mente cuando él habló en Lucas 9:26. Está por venir un tiempo cuando él regresará, y él tomará su lugar como Juez. Dios estará en el trono, en ese gran juicio del trono blanco, como el escritor del Apocalipsis lo describió. Cristo será el Juez. Juan 5 dice, “El Padre ha encomendado todo juicio a Cristo, él se levantará al trono, junto con el Padre, esa es la razón por la que hay más de un trono ahí en el versículo 9. Y desde ese trono él juzgará.  

El versículo 13 describe eso. “Y seguí viendo en las visiones de la noche, y he aquí, con las nubes del cielo, uno semejante a un Hijo del Hombre venía. Y él vino al Anciano de días.” Aquí viene el Hijo del Hombre, él se acerca al trono en dónde el Anciano de días está sentado. “Y él fue presentado delante de Él. Y a él,”- por Dios Padre, como Juan 5 lo describe, - “le fue dado dominio, gloria y un reino para que todos los pueblos naciones y hombres de todo idioma le sirvieran. Su dominio es un dominio eterno que no pasará, y su reino es uno que no será destruido.” Su reino es uno que no será destruido. Este es el Padre entregándole al Hijo el reino, conforme él viene a emitir el juicio. A él le es dado dominio, soberanía, dominio eterno, gloria y el reino. Esa es la escena del juicio.

El Hijo viene para emitir juicio y para recibir por parte de Dios Padre, su reino. Ese juicio es descrito aún más en el capítulo 12 de Daniel. Al final del versículo 1 habla de otro libro, y todo que fue hallado escrito en ese libro será rescatado, librado, escapando al juicio. De tal manera que “muchos de los que duermen en el polvo de la tierra, despertarán. Estos a vida eterna, pero los otros a vergüenza y menosprecio eterno.”

Viene un día, cuando el Hijo del Hombre viene al trono de Dios para emitir juicio. Todos aquellos cuyos nombres están escritos en el libro, el cual conocemos como el libro de la vida del Cordero, la lista de aquellos que han sido perdonados mediante la fe en Cristo, serán rescatados de ese juicio. El resto serán levantados del polvo, sus espíritus ya con Dios. Habrá cuerpos que saldrán del polvo para unirse a ellos, para que sufran para siempre en el infierno en un algún tipo de cuerpo apto para ese castigo.  

Y serán avergonzados, es la palabra. Esto es exactamente de lo que Jesús estaba hablando. En aquel día él se avergonzará de ellos, se avergonzarán, será una vergüenza para él, y recibirán menosprecio eterno. Mientras que los santos brillarán en la gloria de la vida eterna. Entonces Jesús estaba diciendo eso. Usted puede ahora regresar a Lucas capítulo 9. Jesús estaba describiendo aquí, en palabras muy breves, esa misma escena. Y diciendo, el tiempo va a venir. Ustedes, que se avergüenzan de mí y de mis palabras, Yo me voy a avergonzar de ustedes en ese juicio glorioso.

¿Por qué? ¿Por qué esa vergüenza? Porque los libros están ahí. Los libros están ahí. Y cuando los libros son abiertos, como Apocalipsis 20 dice, como Daniel 7 dice, cuando los libros son abiertos, todo pensamiento que usted tuvo, todo acto que usted cometió, toda palabra que usted habló, toda cosa correcta que no hizo, todo motivo impuro, menos que glorificar a Dios todo está ahí, y todo eso está en el libro y todo lo que está en el libro es razón para desgracia eterna. Vergüenza eterna.

Y algunos van a protestar. Y algunos dirán como en Lucas capítulo 13, creo que es, “Pero estuvimos ahí en las calles contigo, y comimos contigo. Y estuvimos ahí, y tú sabes, te oímos, y fuimos amables contigo.” Y él va a decir, “Apártense de mí, hacedores de maldad.” Y otros dirán, “Bueno, fuimos más allá de eso Señor, Señor, hicimos cosas maravillosas en tu Nombre, y profetizamos.” Y él les dirá, “Apartaos de mí, hacedores de maldad, nunca os conocí.” Van a haber protestas en ese día.

Van a haber protestas de personas que van a decir, “Pero fuimos religiosos y fuimos lo suficientemente buenos.” No obstante, el registro es preciso. Y van a ser arrojados inmediatamente a desgracia eterna, y menosprecio, y su respuesta de acuerdo con lo que nuestro Señor dijo será, lloro y crujir de dientes. Simplemente es horrible pensar en eso, Lucas 13:28. Cuando él dice, “Apartaos de mí, hacedores de maldad. Habrá lloro y crujir de dientes.” ¿Qué es eso? lo voy a decir de manera simple. Es esto. Usted se avergüenza de Jesús ahora, él se avergonzará de usted en ese entonces. El registro de la vergüenza de usted será mostrado en el juicio, y usted va a pasar el resto de la eternidad, con el tormento molesto, doloroso, en reconocimiento pleno de la vergüenza de usted. Se avergüenza de usted ahora, será perdonado. O se avergüenza de usted para siempre sin alivio.

Esta es la primera mención en el evangelio de Lucas, del regreso de Cristo, pero no la última. Y Lucas lo menciona con frecuencia como un día de juicio. Usted no lo va a enfrentar en ese entonces como usted lo quiere. Usted lo va a recibir como Dios lo determina, como justo. Inclinémonos juntos en oración.

Padre, el llamado es simple. Si venimos a Ti somos perdonados, tenemos que avergonzarnos de nosotros. Eso es la negación de uno mismo. Y es tan total que estamos dispuestos a tomar una cruz cada día y seguirte, sea lo que eso signifique. Como oro Dios, que los pecadores se avergüencen de sí mismos, que estén dispuestos a admitir su pecado, dispuestos a ser rechazados por el mundo, dispuestos a abandonar los engaños de la libertad personal, dispuestos a perder su vida para encontrarla para siempre.

Como oro Dios, que los pecadores sientan vergüenza a cambio de gloria, sufrimiento a cambio de bendición, sumisión a cambio de vida eterna. Y recordamos las palabras de Romanos 9:33, “He aquí, coloco en Sion una piedra de tropiezo y roca de ofensa. Y todo aquél que cree no será avergonzado.” Avergonzados de nosotros ahora, y nunca avergonzados a lo largo de todos los gozos de la eternidad, o avergonzados de Cristo ahora, y avergonzados de nosotros para siempre.

Oro Dios que tu Espíritu motive una respuesta correcta, y para siempre es la clave, un día de juicio, de rendición de cuentas es inevitable. Padre, simplemente oro porque Tú lleves a cabo una obra en los corazones de aquellos que oyen este mensaje, para que lleguen a un juicio correcto, para que se avergüencen de sí mismos, y ciertamente no de nuestro redentor bendito. Oramos para Su gloria, y en Su Nombre. Amén.

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