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Abra su Biblia en el 9º capítulo de Juan. Y para aquellos de ustedes que no han estado con nosotros en nuestros estudios anteriores del 9º capítulo, nos disculpamos porque se van a perder las dos sesiones de apertura de este gran 9º capítulo. Entonces, permítame ver si puedo condensárselo de manera muy breve.

Jesús está en Jerusalén. Él está pasando por una de las entradas del templo, las puertas del templo, y Él se encuentra con un hombre ciego que nació ciego, él nunca ha visto. Él tiene algún tipo de ceguera de nacimiento. Él ha quedado reducido a ser un mendigo. Entonces, él se sienta ahí con el resto de los mendigos en la entrada del templo, porque allí es en donde la mayoría de la gente vienen y se van, esas personas que están preocupadas por honrar a Dios y que pueden ser más sensibles a hacer lo que deben hacer, a hacer lo correcto y dar limosnas a los mendigos. Y entonces, esas entradas y salidas estaban ocupadas por mendigos. Jesús se encuentra con este hombre que es ciego, que obviamente no lo puede ver. Jesús se acerca a él, le da ojos, le da nuevos ojos, crea nuevos ojos. Porque como Juan nos dice: “Nada fue hecho excepto por lo que Él hizo. Todo lo que fue hecho, Él lo creó y Él todavía es el creador”. Él crea ojos para que este hombre ciego. Él inmediatamente puede ver. Y después, algunos encuentros comienzan, en primer lugar, sus vecinos están tratando de entender cómo es que esto pasó, cómo es que este hombre que conocen que es ciego, ahora puede ver.

Entonces, él pasa por una interrogación con sus vecinos, y él realmente no puede responder quién hizo esto, porque él nunca lo vio. No sabe simplemente exactamente cómo pasó esto. Pero él está convencido que quien hizo esto es de Dios. Después, Él es traído a los fariseos, quienes supuestamente deben emitir algún tipo de explicación, algún tipo de explicación espiritual o explicación religiosa, o algún tipo de explicación divina para saber cómo esto pudo pasar, porque como el hombre ciego dice: “Nunca se ha oído de esto en la historia del mundo, que alguien que es ciego pudo ver”. Y entonces, hay una interrogación llevada a cabo por los fariseos.

Ellos ya han llegado a su veredicto antes de que comiencen el cuestionamiento. Creen que Jesús está loco, poseído por demonios, un impostor satánico. Y con esa conclusión, su investigación no va a ir a ningún lugar. Entonces, rechazan el testimonio del hombre, rechazan el testimonio de los vecinos, y eventualmente, terminan expulsando al hombre que ahora puede ver, y lo expulsan del edificio, y realmente lo expulsan de la vida de la nación, de la vida de Israel. Él ya ha sido un paria, porque cualquier persona que nacía ciega se creía que había sido maldecida por Dios por pecado, quizás el pecado de sus padres, quizás su propio pecado. Y entonces, él ya ha sido expulsado. Y entonces, él ya ha estado afuera de la sinagoga, no ha podido interactuar con la sinagoga. Él ha sido un paria y un alguien de afuera, y como consecuencia, un mendigo. Su propia familia está avergonzada por él. Sabemos que él tiene una madre y un padre, se aparecen en la historia, y realmente se distancian de él para protegerse a sí mismos.

Pero piénselo, si hubieran tenido algún amor hacia un hijo ciego, no habría sido él un mendigo. Habrían cuidado de él, como cualquier padre normal sensato lo haría. Entonces, este es un hombre que ha sido completamente rechazado por todo mundo. Y ahora, cuando puede ver, él está luchando porque la gente acepte lo que ha pasado. Aquellos que son sus vecinos lo ven, pero no lo pueden explicar. Los fariseos lo ven, pero se rehúsan a verlo por lo que es. Sus propios padres lo menosprecian. Y finalmente, cuando la interrogación se acaba, versículo 34, las últimas palabras de los fariseos: “Tú naciste del todo en pecado y nos enseñas a nosotros”. Y le expulsaron. Rechazan a Jesús, rechazan al hombre, rechazan el milagro.

Jesús no está ahí en este punto. Él había curado al hombre, y después, Él se desvanece de la historia y el hombre es llevado a los fariseos por los vecinos para esta interrogación, la cual termina con qué él sea expulsado, y continúa como un paria, aunque él ahora puede ver. Jesús entra a la escena después en el versículo 35, y leemos esto: “Oyó Jesús que le habían expulsado; y hallándole, le dijo: ¿Crees tú en el Hijo de Dios? Respondió él y dijo: ¿Quién es, Señor, para que crea en él? Le dijo Jesús: Pues le has visto, y el que habla contigo, él es. Y él dijo: Creo, Señor; y le adoró. Dijo Jesús: Para juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven, sean cegados. Entonces, algunos de los fariseos que estaban con él, al oír esto, le dijeron: ¿Acaso nosotros somos también ciegos? Jesús les respondió: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; mas ahora, porque decís: Vemos, vuestro pecado permanece”.

Ahora, estamos avanzando de la ceguera física a la ceguera espiritual. La curación, eso es físico. Esta sección que lleva a su clímax, esta historia sorprendente es acerca de ceguera espiritual y de vista espiritual. Y a lo largo de la Biblia, realmente a lo largo de la Biblia entera, la ceguera es usada de manera metafórica para representar la condición humana de corrupción y caída, y la incapacidad de comprender a Dios y la verdad divina. De hecho, en Isaías 43:8, leemos de la gente que está ciega, aunque tienen ojos. En Jeremías 5:21, la gente que es necia, insensata, que tiene ojos, pero no ve. En Isaías 56:10, los líderes corruptos de Israel son descritos como atalayas que son ciegos, y ninguno de ellos puede ver algo. Jesús llamó a los fariseos hombres ciegos, y después, los llamó guías ciegos. El Apóstol Pablo, según Hechos 26, fue enviado con el Evangelio a las naciones para abrir sus ojos para que se vuelvan de las tinieblas a la luz. Eso le había pasado en el camino a Damasco, ¿no es cierto? Él había sido ciego espiritualmente. Él fue cegado físicamente, y después recibió vista tanto física, como espiritualmente en esa experiencia del camino a Damasco.

Todos los pecadores, dice el Apóstol Pablo en Efesios 4, tienen el entendimiento entenebrecido. En Juan 3, nuestro Señor dijo que los pecadores aman las tinieblas más que la luz, porque disfrutan sus obras malas. Apocalipsis 3:17, caracteriza al mundo de pecadores como miserables, desnudos, pobres y ciegos. Entonces, la Biblia habla de ceguera como una metáfora para ignorancia espiritual, tinieblas espirituales, corrupción espiritual, la incapacidad de conocer a Dios o conocer la verdad. Esa ceguera natural debido al pecado es multiplicada por el poder y engaño de Satanás, lo cual hace una especie de doble ceguera de lo que se habla en 2 Corintios 4, el dios de este siglo, Satanás, ha cegado la mente de los incrédulos para que no pueden ver la luz del Evangelio de la gloria de Cristo, quien es la imagen de Dios. Ciegos naturalmente, cegados satánicamente.

Cuando esta ceguera es persistente, impenitente, cuando esta ceguera continúa de manera era imparable, hay un tercer tipo de ceguera, una ceguera de juicio divino que produce una ceguera final. Isaías dijo, Isaías 44:18: “No saben ni entienden – ¿por qué? – porque Dios ha oscurecido sus ojos para que no puedan ver, y sus corazones para que no puedan comprender”. Eso es exactamente lo que Dios le dijo a Isaías en la visión en el capítulo 6: “Van a oír, pero no van a entender. Van a ver y no van a percibir”. No van a creer porque han sido endurecidos como un juicio de Dios. En Juan 12:39-40, aquellos que persisten en incredulidad no pueden creer, porque como Isaías dijo, Él ha cegado sus ojos, endurecido sus corazones para que no vean, perciban y sean convertidos. En ese punto, judicialmente cegados por Dios no pueden ver, no pueden percibir, no pueden ser convertidos.

Pablo escribió de dicho juicio en Romanos 11:8: “Dios les dio espíritu de estupor, ojos que no vean y oídos que no oigan hasta este día mismo”. Esta es una realidad peligrosa. La ceguera natural es condenadora. La ceguera satánica multiplicada es incluso más condenadora. La ceguera final es un juicio de Dios, es la remoción de toda esperanza. Según Proverbios y Eclesiastés, los pecadores andan en los caminos de las tinieblas. Según Isaías 5:20 sustituyen la luz por las tinieblas y las tinieblas por la luz. Según Efesios 5:11, el mundo entero está lleno de personas que participan en las obras infructuosas de las tinieblas, porque como Colosenses 1:13 dice: “Son parte del dominio de las tinieblas”. Ceguera, tinieblas, metáfora para la condición de los pecadores. Y en el Antiguo Testamento cuando Dios comienza a hablar acerca del Mesías, Él habla acerca del Mesías que viene para traer la luz, Isaías 9, Isaías 29, Isaías 42, Isaías capítulo 60, todos esos lugares.

El Mesías es visto como el que trae luz espiritual al mundo en medio de las tinieblas. Una luz va a brillar cuando el Mesías venga. Y conforme el Nuevo Testamento abre, ¿qué oímos? “En el principio era el Verbo y el Verbo era con Dios y el Verbo era Dios. Todo lo que ha sido hecho fue hecho por Él. Y en Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”. De tal manera que la presentación del Señor Jesucristo en su realidad, son naturales, como luz. Y más adelante en Juan capítulo 8, Él dice: “Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. Y en Juan 12:46: “He venido como luz al mundo para que todo aquel que cree en Mí no permanezca en tinieblas”. En Mateo, recuerde usted el capítulo 4, el pueblo que estaba sentado en tinieblas ha visto una gran luz, y aquellos sentados en la tierra de la sombra de muerte, sobre ellas una luz brilló. Ese es el Mesías que llegó para traer luz a las tinieblas.

Entonces, cuando Pablo le escribe a la iglesia en Tesalónica, lo cual es verdad de todos los creyentes, él dice: “Todos vosotros sois hijos de luz, no de la noche ni de las tinieblas”. Primera de Pedro 2:9, habla del Señor como aquel que os ha llamado de las tinieblas a su luz admirable. Muy bien. Todo eso para darle a usted el sentido de que Dios en sus propósitos divinos ha diseñado usar la ceguera y las tinieblas como una metáfora para la condición espiritual. Como consecuencia, cuando llegamos a este texto en Juan 9, usted lo puede ver. Todo esto está preparado para los versículos de conclusión que le acabo de leer, versículos 1 al 34 tratan de la luz física, la vista física. Pero también, hay tonos de ceguera espiritual y tinieblas espirituales manifestadas por los fariseos.

Cuando llegamos a los versículos 35 al 41, el tema cambia de vista y luz físicas completamente a vista y luz espirituales y ceguera y tinieblas espirituales. Ahora, conforme vemos estos versículos breves, directos y simples, solo quiero dividirlos en dos secciones; vista espiritual, versículos 35 al 38, ese es el mendigo; ceguera espiritual, versículos 39 al 41, esos son los fariseos. Usted tiene aquí una comparación, que es edificada sobre este milagro entre la vista espiritual, la cual el mendigo recibe; y las tinieblas espirituales, en las que los fariseos permanecen.

Ahora, veamos la vista espiritual y al mendigo. Los versículos de apertura 35 al 38, simplemente para darle algo de un patrón a seguir. Cuatro cosas definen esta vista espiritual, muy bien, cuatro cosas. Él va a hacer una ilustración de uno que no solo ve físicamente por primera vez, sino que verá espiritualmente por primera vez. Hay cuatro elementos: en primer lugar, y esto es muy importante, el primer elemento es la vista espiritual demanda iniciativa divina, la vista espiritual demanda iniciativa divina. Este hombre no tiene ninguna capacidad para hacer que él mismo vea físicamente, ni tiene él alguna capacidad de hacer que él vea espiritualmente. Esa es la razón por la que esta transición es hecha, porque es una ilustración tan vívida.

Él no puede hacer algo para ayudarse a sí mismo. No existe algo tal en esos tiempos antiguos, como un cirujano que puede arreglar algo en su ojo y capacitarlo para ver. No hay manera alguna en la que él pueda tener vista espiritual por sí mismo, no puede suceder. Humanamente hablando, no puede suceder a nivel natural, físico, temporal. Si él va a ver, el cielo tiene que descender y encontrarlo, ubicarlo, y eso es exactamente lo que sucede. Versículo 35, todo lo que estaba pasando ahí en torno al área del templo y dondequiera que fuera que esta interrogación se llevó a cabo, todavía se está llevando a cabo.

Entonces, Jesús oye que lo habían sacado, y me encanta esto: “Y hallándole”, hallándole. Este es el paralelo. Recuerde usted, de regreso en el capítulo 5, el hombre en el estanque de Betesda, ahí tomó su lecho y camino, corrió a los fariseos, el mismo tipo de interrogación, el mismo tipo de encuentro. Y dice ahí en ese mismo capítulo, capítulo 5, y creo que es el versículo 14, Jesús lo halló, Jesús lo encontró. Así es como usted recibe vista espiritual. Todo comenzó en una iniciativa divina. Todo comenzó por un propósito soberano en la mente de Dios.

Lucas 19:10. Jesús dice: “El hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que se había perdido”. No solo el salvar, sino el buscar. Romanos 3: “No hay quien busque a Dios”. No sabríamos a dónde acudir. No sabríamos qué buscar o a quién buscar. Entonces, Él es el buscador. Él les dice a sus apóstoles en Juan 15:16: “No me habéis elegido a Mí, Yo os he elegido a vosotros”. Mateo 18: “El hijo del hombre ha venido a salvar lo que se había perdido”. Esa es la razón por la que Él vino. Él ese el buscador. Él es el que nos está buscando. El Señor la inicia la vista espiritual, así como él inició la vista física con este hombre, había muchos mendigos, había muchas personas enfermas, le dije que había muchas personas ciegas en el mundo antiguo.

Él buscó este hombre para sus propios propósitos, sus propias intenciones soberanas del reino. Él lo buscó cuando este hombre nunca lo pudo hallar, totalmente ciego. Cristo siempre es el iniciador de la salvación, siempre el Salvador buscador. De nuevo, el hombre ciego no tiene poder para darse a sí mismo vista física, tampoco el pecador tiene algún poder para darse a sí mismo vista espiritual. Tiene que ser iniciada, inaugurada en el cielo.

Y entonces, Jesús encuentra al hombre. Aquí es en donde la vista espiritual comienza. Esta es una ilustración poderosa de esto, una ilustración muy poderosa, porque este es un hombre sin esperanza, inútil, y así lo es todo pecador; así lo es todo pecador. Entonces, Él lo encuentra y Él inicia una conversación muy corta. Aquí, de nuevo, hay poca información, estos relatos en el Nuevo Testamento están condensados, no pensamos que la conversación fue limitada a esto, pero esta es la esencia que Dios nos ha revelado. Él dice: “¿Crees en el Hijo del hombre?” Esa es una pregunta realmente importante, una pregunta muy importante.

Este hombre está bien adiestrado en el Antiguo Testamento, aunque no ha estado en una sinagoga. Este hombre ha absorbido la verdad del Antiguo Testamento, aunque no puede leer. No sabemos cómo, pero él es muy sabio. Él sabe por ejemplo que no hay registro jamás en la historia de que alguien fue sanado de ceguera, él sabe eso. Él también sabe lo que caracteriza a un profeta. Y entonces, él ya ha dicho de Jesús, Él es Dios. Él ha dicho, Él es uno que hace la voluntad de Dios. Él es uno a quien Dios oye. Él es un profeta. Entonces, Él es un nombre muy astuto. Él también conoce el título “Hijo del hombre”. Él está familiarizado con Daniel 7, en donde ese título mesiánico sobresale.

Escuche lo que Daniel capítulo 7 dice, a Daniel se le da una visión, y es en la noche, capítulo 7:13: “Seguí mirando en las visiones de la noche, y he aquí con las nubes del cielo, uno semejante a un hijo del hombre venía”. Ese es un título mesiánico. Esto presenta la venida del Mesías para establecer su reino. Se acercó al anciano de días, ese es Dios Padre, y fue presentado delante de Él. A Él se le dio dominio, gloria y un reino para que todos los pueblos, naciones, hombres de toda lengua puedan servirle. Su dominio es un dominio eterno que no pasará, y su reino es uno que no será destruirlo. Este no es Dios, porque este es uno que viene a Dios. Este es uno a quien Dios le da a este reino eterno universal. Este es el Mesías, y Él es el hijo del hombre, lo cual es una profecía de que Él será encarnado.

Pero los judíos, todos entendían el título mesiánico, el Hijo del hombre, por cierto, aparece 13 veces en el Evangelio de Juan, porque es familiar en la plática de los judíos, porque conocen Daniel 7 como refiriéndose al Mesías. Entonces, nuestro Señor le dice: “¿Crees en el Hijo del hombre? ¿Crees en el Mesías? ¿Crees en teología mesiánica? ¿Crees que el Mesías va a venir para establecer su reino? ¿Crees eso?” Entonces, aquí está el primer paso al traer vista espiritual. Un hombre espiritualmente ciego, entenebrecido, es hallado por Cristo para los propios propósitos salvadores de Cristo. Toda la vista espiritual inicia desde el cielo porque Dios es el buscador.

La segunda cosa que quiero que vea aquí en este caso de vista espiritual, es que la vista espiritual no solo comienza en la iniciativa divina, sino que demanda fe, demanda fe. Versículo 36, esta es simplemente una afirmación asombrosa, respondió y le dijo: “¿Quién es Señor para que crea en él?” ¡Qué afirmación tan asombrosa! Aquí hay un hombre que está listo para creer. Él simplemente quiere saber en quién creer. Me gustaría tener tiempo de desarrollar eso como una teología, porque lo que usted está viendo aquí es la esencia de la doctrina de la regeneración en operación. Este hombre está listo para creer. Él simplemente quiere saber qué creer.

Esto no es fácilmente entendido. No es debido a lo que decimos que la gente cree, es debido a lo que Dios ha hecho para abrirlos para creer, que responden a lo que decimos. Esto es algo sorprendente. Aquí hay un hombre que está diciendo: “Estoy listo para creer. ¿En quién creo? Muéstrame en quién creer”. Ahí hay un corazón preparado, esa es tierra buena.

Entonces, ¿quién es, señor? ¿Ve la palabra Señor ahí? Él no sabe quién es, entonces él no está llamando a Jesús Señor en el sentido de Señor con mayúscula, sino en señor con minúscula. La palabra kurie, puede ser usada como señor, como usted lo vería en alguna versión, los señores y las damas, en ese tipo de idea. Entonces, aquí creo que él todavía lo está usando en el sentido común. ¿Quién es él, señor – con “s” minúscula – para que pueda creer en él? Algo ha estado sucediendo en su corazón.

Esta iniciativa divina no solo es física, no solo Jesús lo encuentra, sino Dios por el poder del Espíritu Santo está abriendo su corazón para creer. Y todo lo que necesita es como Lidia, cuyo corazón el Señor abrió. ¿Se acuerda en el libro de los Hechos? El corazón de este hombre está abierto. Lo único que él quiere saber es quién. ¡Qué sorprendente milagro divino! Este no es algún tipo de acto racional en donde usted es convencido de que este hombre necesita creer en base a hechos. El Espíritu Santo lo ha capacitado para creer incluso antes de que los hechos se vuelven claros. Entonces, la iniciativa divina y una respuesta de fe, ¿quién es para que pueda creer en él?

Hay una tercera característica en la vista espiritual, comienza en iniciativa divina, demanda fe. En tercer lugar, la vista espiritual confiesa a Jesús como Señor. En donde está el milagro de vista espiritual, habrá una confesión de Jesús como Señor. Observe el versículo 37: Le dijo Jesús, él le había dicho: ¿En quién creo? “Pues le has visto”. Le has visto. Lo estás viendo, “y el que habla contigo, Él es”. Guau. Me parece interesante, que no sé cuánto este hombre había oído a Jesús enseñar. Ciertamente, él no había visto ningún milagro. Algo, había muchas personas que vieron milagros. Toda la población vio milagros. No podían superar las tinieblas espirituales. Pero Dios, está superando sus tinieblas espirituales al darle fe. Y lo único que él quiere saber es en quién debe colocar esa fe. Jesús dice, “Pues le has visto, y el que habla contigo, Él es. Soy Yo.”

Se acuerda ahí atrás en el capítulo 4, cuando la mujer en el pozo, la mujer samaritana dijo: “Bueno, sabemos que Cristo va a venir”. Y Jesús responde a decir: “El que habla contigo Yo soy. Yo soy”. Y ella creyó y la aldea entera       de Sicar creyó. Este es un milagro divino. Él dijo: “Señor, creo”. Él no dijo: “¿Podrías darme alguna evidencia de por qué debo creer eso?” No sé lo que él había oído, lo que él había conocido, fue suficiente para él, que Jesús le había dado la capacidad de ver, que ya había declarado acerca de Jesús todas esas cosas que dije, Él es de Dios. Él viene de Dios. Él es oído por Dios. Él es un profeta.

Ahora, él sabe que es un profeta de Dios. Y si un profeta de Dios dice: “Yo soy el Hijo del hombre. Yo soy el Mesías que ha sido esperado por mucho tiempo”. Eso es suficiente para este hombre. Corazón preparado. Y él dijo: “Señor, creo”. Y ahora, el Señor recibe una – “s” mayúscula, es Kurie con “s” mayúscula. Él ha pasado de señor con "s" minúscula a Señor de señores. Este es el Señor en su plenitud y en el sentido más elevado y sublime: “Señor, creo”. Y aunque, la palabra es la misma, hay una diferencia enorme, cuando él dice “Señor” en el versículo 36, él está haciendo una pregunta: “¿En quién creo?”. Ahora él cree y él dice: “Señor”, en un sentido totalmente diferente, porque él inmediatamente hace, ¿qué? Adora.

¿Cómo sabe usted cuando la vista espiritual le viene alguien? Bueno, es iniciada por Dios, el corazón es preparado, el corazón es abierto para aceptar la verdad y confiesa a Jesús como Señor. Simplemente, es un milagro sorprendente y maravilloso, como el milagro de la vista física. Estamos comenzando a acumular aquí una lista de creyentes, ¿no es cierto?

Ahí atrás, cuando comenzamos el Evangelio de Juan, fue Pedro y Andrés, y Felipe y Nataniel, y después puedes Nicodemo se apareció, y quizás todavía no un creyente, pero él va en esa dirección. Y eventualmente, se vuelve un creyente, se aparece en la sepultura de nuestro Señor. Pero hasta ahora, tenemos que limitarlo a Pedro, Andrés, Felipe, Nataniel, y después esa mujer samaritana en el capítulo 4, y después la gente de la aldea de Sicar, y después algunos discípulos verdaderos en el capítulo 6. Y ahora,a podemos agregar al hombre ciego nuestra pequeña lista de creyentes verdaderos. Cada uno de ellos es un milagro divino y sobrenatural.

Cuando nuestro Señor le dijo a Pedro: “Carne y sangre no te ha revelado esto, sino mi Padre que está en el cielo”. Eso no solo fue verdad de Pedro, eso fue verdad de cualquier persona que jamás ha sido llevada a la fe, toda persona. Un mendigo pobre que no había visto nada en toda su vida, ahora ve físicamente, y lo que es más importante, ve claramente al hijo del hombre, se le ha dado vista. Él está viendo la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. Se le ha dado vista.

Y finalmente, la vista espiritual básicamente demanda iniciativa divina, responde con fe, reconoce a Jesús como Señor, y, en cuarto lugar, resulta en adoración. Así es como el versículo 38 termina, le adoró. Todo está en esa afirmación simple, él lo adoró. Que el todo de lo que es un creyente está ahí, todo está ahí. Toda parte de eso está ahí. Juan 4, ¿se acuerda de los versículos 20 al 24? El Padre busca adoradores verdaderos que lo adoran en espíritu y en verdad. ¿Cómo sabe usted cuando alguien es un creyente? Porque él se vuelve, ¿un qué? Un adorador.

¿Cómo sabe usted que usted es un cristiano? No porque usted repitió una oración. No porque usted le pidió al Señor que hiciera algo por usted. No porque usted fue conmovido emocionalmente en una reunión y se sintió sentimental por Jesús. ¿Cómo sabe que usted es un creyente? ¿Cómo sabe que usted ha sido transformado? Porque usted se ha vuelto un adorador, un adorador. Esa es la razón por la que le dije a usted antes. Esta perspectiva narcisista, sentimental, centrada en uno mismo hacia el Evangelio, crea una dependencia interminable de que el sistema que fue ofrecido originalmente, es la respuesta a lo que toda persona quiere que se le siga dando a esa persona, y que se le dé lo que la persona quiere. Es imparable.

¿Cómo convierte usted a esa persona en uno que es un adorador totalmente abnegado? Este hombre cae de rodillas en adoración, lo opuesto, de regreso en el versículo 59 del capítulo 8, cuando Jesús declaró quién era Él a los fariseos. Tomaron piedras para apedrearlo. Eso es lo que la ceguera espiritual produce. Esto es lo que la vista espiritual produce. Entonces, si usted se está haciendo la pregunta, ¿cómo sé si soy salvo? Pregúntese si ama a Cristo, si ama a Dios, si ama al Espíritu Santo, si desea ser obediente, si desea honrar, agradar al Señor, si usted es un adorador.

Estábamos hablando en la reunión de ancianos la otra noche acerca de algunas cuantas personas que no vienen a la iglesia, y los hemos buscado y dan todo tipo de – usted sabe de excusas, usted sabe, tengo otras cosas y tal y tal, me molesta y demás. El meollo es, esas personas lo más probable es que no son creyentes, porque los creyentes adoran, esa es la prioridad de su vida. Y no estoy diciendo, que el único lugar en el que usted adora es en la asamblea colectiva de la iglesia, no es así. Pero esto es lo que lo levanta a usted y lo fortalece y lo alienta para el resto de esas horas cuando usted adora como una persona independiente. Esto es crítico. Esto satisface el anhelo de nuestro corazón, honrar al Señor, oír del Señor, exaltar al Señor, alabar al Señor; adoradores.

Entonces, aquí hay un nombre con dos biografías. Él es ciego físicamente, él es ciego espiritualmente, él es buscado por el Señor físicamente, él es buscado por el Señor espiritualmente. Se le ha dado vista espiritual, se le ha dado vista física, se le ha dado una oportunidad de dar testimonio acerca del Señor. Él es abandonado por su familia. Él es odiado por los enemigos del Evangelio. Él es expulsado del sistema de su día debido a su asociación con Cristo. Él en cierta manera es un retrato de lo que es ser un cristiano. Él toma su lugar a los pies del Salvador. Se vuelve un adorador como todos los creyentes se vuelven.

En contraste a eso, simplemente rápidamente, la ceguera espiritual en el caso de los fariseos, versículo 39, dijo Jesús: “Para juicio he venido yo a este mundo, para que los que no ven, vean”, como el hombre ciego, como los pecadores que se arrepienten. “Y los que ven,” como los fariseos, pensaban que veían como Jesús dice: “No he venido a llamar a los justos”, la gente que piensa que es justa. “He venido a este mundo para que los que no ven, vean, y los que ven, no vean”. Obviamente, un juego de palabras en todo este concepto de ceguera, lo cual, como dije, está por toda la Escritura.

Cuando Jesús ve a este hombre adorándolo, Él compara a este corazón del mendigo humilde que confía, que cree, con el odio hostil, obstinado de los fariseos. Y Él admite: “Así va a ser en Mi venida. Aunque el hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar a los perdidos, aunque Él no viene a juzgar”. Como dice en Juan 3, Él no vino a juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. Aun así, aunque Él vino en su encarnación para salvar, su salvación en sí misma se vuelve una realidad que divide. Hay un juicio encerrado en ella. Como Simeón dijo: “Este hijo es para levantamiento y caída de muchos”. Él es el divisor. Este no es el juicio final. Esta es una especie de juicio inmediato que sucede en el punto en el que el Evangelio es presentado, en el que Cristo es presentado. Hay una división que se lleva a cabo entre el creyente y el incrédulo. Sí, Él no vino para juzgar en el sentido de juicio final, Él vino para salvar. Él vino para ser humillado y para ir a la cruz y resucitar de los muertos para salvar, pero incluso eso es un juicio pronunciado.

De hecho, en Juan 3 él dice: “Si lo rechazas, te juzgas a ti mismo”. Usted se juzga a sí mismo. Usted ya es juzgado. Si una persona ve en Jesús, quien murió en la cruz para salvación, nada deseable, nada que esa persona quiere, ese es un juicio sobre esa persona, esa es una auto condenación. Si un pecador ve en Jesús nada deseable, nada que anhelar, nada que quiere de Él, nada en que colocar su confianza, esa es una auto condenación. Esos son los fariseos, no necesitaban nada. Podían ver claramente. Lo vieron todo. Conocían a Dios. Conocían la verdad. Sabían que Jesús era un pecador vil, un hombre satánico, demoníaco, loco, porque, aunque pensaban que veían, están totalmente ciegos. Entonces, ese es el punto del versículo 39. La primera cosa, entonces, de la ceguera espiritual es: la ceguera espiritual trae juicio. La ceguera espiritual trae juicio, trágico juicio ahora y en el futuro.

La ceguera espiritual, en segundo lugar, es obstinada. Versículo 40: “Entonces algunos de los fariseos que estaban con él, al oír esto, le dijeron: ¿Acaso nosotros somos también ciegos?” De nuevo, hablando metafóricamente, se rehusaron a admitir su ceguera. No. No somos ciegos en el sentido de que, dicen esto con menosprecio y arrogancia y burla. Tú no estás diciendo que nosotros, los más eruditos, más preparados, justos, santos, virtuosos, representantes de Dios, no estás diciendo que somos ciegos, ¿verdad? Bueno, eso es exactamente lo que Él estaba diciendo. Este hombre era espiritualmente ciego, pero ahora puede ver espiritualmente. Piensan que pueden ver espiritualmente, lo cual simplemente demuestra que están espiritualmente ciegos. La idea de ceguera espiritual para ellos es una burla, es una broma.

Hay un tercer punto, aquí rápidamente, la gente espiritualmente ciega recibe juicio, se rehúsa a admitir su ceguera, y, en tercer lugar: rechazan la vista cuando les es ofrecida. Versículo 41, al principio Jesús les dijo: “Si fuerais ciegos no tendríais pecado”. Esto continúa este pequeño juego de palabras en la noción de la ceguera. Pero Jesús está usando el término de una manera totalmente diferente. En el versículo 40, ustedes están ciegos. Ustedes están ciegos en el sentido de que no ven su pecado. Están ciegos, están ciegos. Pero en el versículo 41, no están ciegos. ¿Cómo haces eso? No están ciegos.

“Si fuerais ciegos no tendríais pecado”. ¿Qué quiere decir eso? No son ciegos en cuanto a la verdad. Si fueran ciegos a la verdad, si no tuvieran conocimiento de la verdad, ninguna revelación de la verdad, si no tuvieran la Escritura, si no tuvieran el Antiguo Testamento, la ley y todos los profetas y los escritos sagrados, no me tuvieran a Mí, no tuvieran toda la demostración de quién soy Yo, su pecado no sería tan severo. Esto sería como en los tiempos del pasado, cuando Dios pasó por alto el pecado de la gente, porque la revelación estaba incompleta. Hay menos castigo, un juicio menos severo que cae sobre aquellos que no tienen conocimiento. Pero ustedes no son ciegos. Ustedes son ciegos en el sentido de que no ven su propio pecado. No son ciegos en el sentido de que han sido expuestos a la verdad. Tienen la ley, los profetas, los pactos, todo, las promesas, el Antiguo Testamento. Me han tenido a Mí, han oído mis palabras, han visto los milagros. No tienen excusa. Sí, ciegos a su propio pecado; no, no ciegos a la verdad.

La ceguera espiritual entonces, recibe juicio, se rehúsa a admitir su ceguera, rechaza el ofrecimiento de luz y vista cuando le es presentada, así como ellos lo habían recibido. Finalmente, resulta en condenación al final del versículo 41: “Más ahora, porque decís, vemos vuestro pecado permanece”. Están condenados. Están aceptando la condición en la que están de ceguera espiritual como vista espiritual. Están condenados. Están sin esperanza. Si piensa que usted puede ver, está condenado. Un juego sorprendente de palabras. Su pecado permanece. Guau. Definitivo, definitivo.

Entonces, la luz brilla en las tinieblas, las tinieblas no pueden extinguirla, las tinieblas no pueden apagarla, pero las tinieblas la rechazan. A los suyos vino y los suyos no lo recibieron. Él está en el mundo y el mundo fue hecho por Él. El mundo no le conoció. Ellos son la elite religiosa, ellos están en las tinieblas. Y un mendigo ciego, quien es un paria total, ve físicamente, y lo que es más importante, ve espiritualmente.

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Desatando la verdad de Dios, un versículo a la vez
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