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La Biblia es la autoridad, la única autoridad. El único libro que Dios escribió. Contiene 66 libros, 39 libros en el Antiguo Testamento, el cual es la revelación de Dios antes de Cristo. 27 libros en el Nuevo Testamento, la revelación de Dios desde la venida de Cristo. Juntos constituyen los 66 libros de la Biblia. En la Biblia Dios habla, es Su Palabra. Cuando nos congregamos, no nos congregamos para oír a hombres hablar, venimos a oír a Dios hablar. La responsabilidad entonces del pastor y del predicador es tomar el mensaje de Dios y traérselo a la gente. Siempre me he visto a mí mismo no como un chef, sino como un mesero. Mi responsabilidad no es crear la comida, sino tratar de llevarla a la mesa sin echarla a perder. Esa es la responsabilidad que trato de cumplir, como todo lo hacemos cada vez que abrimos las Escrituras.

Entonces al llegar al capítulo 15 de Juan, como a cualquier otro lugar en la Biblia, estamos escuchando a Dios. El escritor es el apóstol Juan, pero el escritor también es Dios el Espíritu Santo, quien inspiró toda palabra que Juan escribió. Debido a esto, la Biblia no tiene errores, es precisa, y tiene autoridad. Cuando la Biblia habla, Dios habla y cuando Dios habla escuchamos, porque Dios nos dice lo que nosotros debemos saber. La Biblia debe dominar toda vida, y toda la sociedad humana, ya que en ella se contiene toda verdad necesaria para la vida en el tiempo y la eternidad. Y cuando una nación, o una persona rechaza la Biblia, han rechazado a Dios, y las consecuencias son terribles, terribles. Aquellos que escuchan a Dios a través de Su Palabra, se les da vida y bendición, ahora y para siempre.

Y entonces llegamos al capítulo 15 de Juan. Simplemente para explicar el contexto un poco, el escenario, comenzando en el capítulo 13 y hasta el capítulo 16, nos encontramos el jueves por la noche de la Semana de la Pasión, la última semana del ministerio de nuestro Señor. La noche del jueves fue una noche importante. Él se reunió con los doce discípulos para celebrar la Pascua en esa noche del jueves, cuando los judíos galileos la celebraban. Se reunían en una especie de lugar secreto que llamamos el Aposento alto, y nuestro Señor pasó esa noche hablándole de muchas cosas maravillosas, dándoles muchas, muchas promesas. Conforme esa noche avanzó, nuestro Señor exhibió a Judas como el traidor y lo despidió. Y Judas se fue para reunirse con los líderes de Israel, para preparar el arresto y la crucifixión subsecuente del Señor Jesús.

Cuando llegamos al capítulo 15, Judas ya se fue. Y únicamente los once quedan, y son los discípulos verdaderos. Pero al llegar al capítulo 15, ya no están en el Aposento alto, están en la profundidad de la oscuridad de la noche. Pero el capítulo 14 termina con Jesús diciendo esto, “Levantaos, vayámonos de aquí”. Aparentemente en ese momento se fueron del Aposento alto, Jesús y los once. Y comenzaron a caminar por el medio de Jerusalén, dirigiéndose por la parte este de la ciudad, a un jardín en donde nuestro Señor oraría en una oración tan agonizante, que él sudó como si fueran gotas de sangre. Y mientras que él estaba orando, se quedaron dormidos. Y a ese jardín más tarde llegaría Judas y los soldados romanos, y los líderes judíos para arrestarlo. Y ahí Judas lo besaría, se llevaría a cabo la traición, y al día siguiente él sería crucificado.

Conforme se va del Aposento alto y caminan por el medio de la oscuridad de Jerusalén, nuestro Señor continúa hablándoles. Y lo que él les dice está registrado en los capítulos 15 y 16. De todas estas cosas que él dice, nada es más definitivo que los primeros ocho versículos del capítulo 15. Nuestro Señor aquí, realmente no da una parábola, aunque creo que en el sentido más amplio podría ser considerada una parábola, porque es una ilustración. Realmente es un retrato de palabras, una metáfora, un símil. Escuche lo que dice, voy a leer los versículos 1 al 8.

“Yo soy la vida verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto lo quitará; y todo aquel que lleva fruto lo limpiará para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.”

Ahora, debe ser bastante obvio, a partir de esa oración final, cual es el punto de esta analogía. Esto es acerca de una vid y pámpanos y dar fruto que prueba que alguien es un discípulo verdadero. Esto entonces, trata de la naturaleza de la salvación genuina. Esto es acerca de la naturaleza de la salvación genuina. Esta es una preocupación para nuestro Señor, una preocupación para todos los escritores de la Biblia, y una preocupación para todos los cristianos fieles, y lo ha sido a lo largo de la historia. ¿Cómo sabe uno, que, uno es un discípulo verdadero? ¿Cómo sabe uno, que, uno de manera genuina se dirige al cielo? ¿Cómo sabe uno, que, él o ella va a escapar del infierno? ¿Cómo sabemos? Nada es más importante que esto, nada es más importante que la salvación. Nada es más importante que la vida eterna, nada es más importante que el cielo. ¿Cómo sabe usted? En este retrato de palabras, tenemos todo lo que necesitamos saber.

Pero antes de que veamos la naturaleza de la salvación, simplemente un recordatorio. También en los versículos que le acabo de leer, hay afirmaciones que apuntan a la naturaleza de Cristo. Antes de que lleguemos a la naturaleza de la salvación, la realidad esencial de la salvación, tenemos que reconocer la naturaleza de Cristo, la realidad esencial de Cristo. La naturaleza divina del Señor Jesucristo está aquí declarada en el versículo 1. “Yo soy la vid verdadera” dice él. Y en el versículo 5 de nuevo, “Yo soy la vid”. ¿Cómo es esta una declaración de deidad? Debido al verbo, “Yo soy”.

Ahí atrás en Éxodo capítulo 3, cuando Moisés vino delante de Dios en el desierto, y le preguntó su nombre, Dios dijo, “Mi nombre es YO SOY EL QUE SOY”. El tetragramatón, el que existe eternamente. El Ser eterno, el que siempre es, y siempre fue y siempre será”. Los teólogos la llaman la “aseidad” de Dios, el Ser eterno de Dios. Él es el YO SOY. A lo largo de su predicación, enseñanza, sanidades, ministerio de discipulado, Jesús continuamente declaró que él es Dios. Él es Dios. Él dijo cosas como, “mi Padre trabaja hasta ahora, y yo mismo estoy trabajando”. En un contexto de discusión acerca del día de reposo, él les recuerda que el día de reposo no se aplica a Dios, porque Dios está trabajando todo el tiempo. Y el día de reposo no se aplica tampoco a mí, porque yo como Dios estoy trabajando todo el tiempo. Estaban llenos de furia porque él hiciera una afirmación como esa. Eso estuvo en el capítulo 5 del evangelio de Juan.

Más adelante en el capítulo 8 Jesús dijo, “Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria no es nada. Es el Padre quien me glorifica, de quien vosotros decís, ‘él es nuestro Dios’, y por lo tanto si Dios quien es su Dios me glorifica como Dios, también deberían glorificarme a mí.” Y de nuevo estaban ofendidos por una blasfemia percibida como tal. En el capítulo 10, inclusive él lo dijo en manera más concisa, “Yo y el Padre uno somos”; Uno en naturaleza y en esencia. En ese mismo capítulo, capítulo 10, versículo 38, él dijo, “Aunque no creáis en mí creed las obras para que sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre.”

A lo largo de su vida y ministerio, él afirmó que él es Dios. Cada vez que Jesús dijo, ‘mi Padre’, lo cual él dijo muchas, muchas veces, cada vez que él dijo ‘mi Padre’, él estaba afirmando que él tenía la misma naturaleza que Dios. Y su audiencia judía, entendió lo que dijo. No estaban en absoluto confundidos. De hecho, en el capítulo 5, versículo 18, esto es lo que leemos, “Por esta causa, por tanto, los judíos estaban buscando aún más matarlo, porque él no solo estaba quebrantando el día de reposo, sino que también estaba llamando a Dios, su Padre, haciéndose igual a Dios. Ellos entendieron que eso es exactamente lo que él estaba haciendo, exactamente.

Y una de las maneras en las que él hizo eso, fue al tomar para sí mismo el nombre de Dios, YO SOY, y aplicárselo a sí mismo. Hay una serie de esas afirmaciones a lo largo del evangelio de Juan. Él dice, Yo soy el pan de vida, Yo soy el pan viviente que descendió del cielo, Yo soy la luz del mundo, Yo soy la puerta, Yo soy el pastor, el buen pastor, Yo soy la resurrección y la vida, Yo soy el camino, la verdad y la vida. Y después él hace la afirmación asombrosa, inescapable, capítulo 8, versículo 58, “Antes que Abraham fuese, YO SOY”, Yo estoy existiendo eternamente. Jesús no es ningún otro que el gran YO SOY, el Dios eterno en carne humana. ¿Es importante creer eso? Escuche esto, Juan 8:24, “A menos de que creáis que YO SOY, en vuestros pecados moriréis”. ¿Puedo decir eso de otra manera? Si usted no cree en la deidad del Señor Jesús, usted se irá al infierno. Así de simple.

No importa cuán religioso sea usted, cuan moral sea usted, cuan buenas intenciones tenga usted, a la luz de lo mejor de la humanidad. Si usted no cree que Jesús es Dios, usted se irá al infierno. Si usted cree que él es un ser creado, de cualquier tipo, sin importar cuan noble o cuan elevado, usted se irá al infierno. Usted morirá en sus pecados, lo cual significa que usted morirá sin perdón. La paga es castigo eterno. Los judíos entendieron exactamente lo que él estaba diciendo. Es un ataque devastador, devastador, en contra de la teología judía. Su teología se había desviado de las Escrituras en el Antiguo Testamento, pero era un sistema que habían desarrollado bien. Y Jesús atacó esa teología. Él atacó su entendimiento de Dios, él atacó su entendimiento de la ley, él atacó su entendimiento de la justicia, él atacó su perspectiva de las obras y la fe y la gracia. Él atacó todos los elementos de su teología, y después como si eso no fuera lo suficientemente malo, eso hizo que lo odiaran. Después él afirma ser Dios, lo cual ellos ven como la blasfemia definitiva y eso se convierte en la razón por la que lo quieren muerto.

Entonces aquí está, en la noche final con sus discípulos, y él revela otra declaración poderosa de su naturaleza divina y dice, “Yo soy la vid verdadera, Yo soy la vid”. Habiendo visto eso, quiero llevarlo a la parte más importante del pasaje. Y esa es la naturaleza de la salvación, la naturaleza de la salvación. Creo que esto no es entendido de manera clara por muchas personas, pero no hay excusa, dadas estas palabras simples. El drama que se desarrolla en esta analogía es simple. Hay una vid, hay alguien que cuida la vid, y hay dos tipos de ramas o pámpanos. Pámpanos que dan frutos y que son podadas para dar más fruto, pámpanos que no dan fruto y son cortadas, se secan y quemadas. Así de simple.

Cómo usted bien sabe nuestro Señor podía decir cosas profundas en las maneras más simples, y eso es exactamente lo que usted tiene aquí. Sabemos que los primeros dos personajes, Jesús dijo, “Yo soy la vid”, versículo 1. Y después él dijo, “Mi Padre es el que cuida de la vid”. Entonces sabemos que la vid es Cristo y el granjero que plantó la vid y cuida de la vid es el Padre. Pero la pregunta aquí es, ¿quiénes son los pámpanos? ¿quiénes son los pámpanos? Hay pámpanos que están pegados a él, están todos pegados todos los pámpanos las ramas están pegadas, pero, los que no dan frutos son cortados, se secan y son quemados.

Entonces, ¿quiénes son? Permítame recordarle el contexto, todo esto comienzo ahí atrás en el capítulo 13, en el Aposento alto. Y es bastante claro que hay dos tipos de discípulos en ese aposento alto. Jesús está ahí, versículo 1, muy consciente de que su hora de muerte está por llegar. Y dice, “Él amó a los suyos que estaban en el mundo, y los amó al máximo, él amó a los suyos que estaban en el mundo y los amó al máximo, hasta los límites eternos de su capacidad para amar. No obstante, había alguien más ahí, versículo 2, uno de esos discípulos que se pegó a Jesús. “Judas Iscariote, el hijo de Simón, (dice en el versículo 2), el diablo ya había puesto en su corazón, traicionarlo.”

Realmente no creo que hay mucho misterio acerca de las dos ramas. ¿Qué es lo que Jesús tuvo en su mente esa noche? Acababan de dejar el Aposento alto, el drama que se llevó a cabo ahí por Jesús, el hecho de que Judas fue exhibido a los discípulos, cuando Jesús dijo, “uno de ustedes me va a traicionar”, y ellos dijeron, ‘¿soy yo?, ¿soy yo?, ¿soy yo? lo cual quiere decir que no tenían ni idea de que era Judas, no había nada que era obvio de manera manifiesta en la vida y virtud y conducta de Judas que lo habría distinguido como un discípulo falso. Él estaba apegado de manera visible, y se veía para efecto de toda situación, como el resto de ellos. Hacía lo que todos los demás hacían. Pero de manera clara, habían dos tipos de personas en ese lugar, esa noche. Estaban aquellos que daban fruto, y estaba el que no dio fruto. Estaban aquellos que permanecieron, se apegaron a la vid, y estuvo aquel que fue cortado.

He tenido algunas discusiones con personas alrededor del mundo, acerca de este pasaje. Y personas que me han dicho, bueno, esto es prueba de que puedes estar en Cristo, puedes estar apegado a Cristo y puedes perder tu salvación. La Biblia no enseña eso, y las palabras de nuestro Señor Jesús en el evangelio de Juan son muy explicitas, “mis ovejas oyen mi voz”, usando otra metáfora, “y yo las conozco y me siguen. Y yo les doy vida eterna, y no perecerán. Y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio es mayor que todos y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre, uno somos”. Juntos sostenemos a aquellos que pertenecen a nuestro rebaño. En Juan 6, Jesús dijo, “todo lo que el Padre me da vendrá a mí, y no perderé ninguno”.

Esto no está hablando de creyentes, pámpanos que dan fruto que de pronto son cortados y arrojados al infierno. Esto está hablando de personas que están pegadas, pero no hay vida, porque no hay fruto. Esa misma noche, Judas, apenas unas cuantas horas antes de que dejara a Jesús de manera terminal, final, definitiva. Él es lo que la Biblia llamaría una apóstata, un desertor definitivo. Él durante tres años había estado cercano, tan cercano que ni siquiera la gente sabía que no había vida. Judas ahora iba camino a los líderes de Israel, para establecer el acuerdo para arrestar a Jesús para recibir sus treinta piezas de plata, y para ir de ahí a ahorcarse, y terminar en el infierno.

Esta es la realidad de esa noche, y esto tiene que ser lo que está en el pensamiento de nuestro Señor y en lo que está hablando aquí. Él necesita explicarles a estos hombres, a Judas. ¿No le parecería natural para usted que en esta platica íntima con los amados once, que todavía están con él, que todos todavía están tratando de procesar a Judas? Él tenía un perfil alto. Él era el que cuidaba el dinero, aquel en quien confiaban. Estaban tratando de entender simplemente ¿cómo sucedió?, ¿quién es él?, ¿cómo encaja?, ¿qué está pasando? Y nuestro Señor nos da una explicación. Él dice, hay pámpanos que tienen una apariencia externa de apego, pero no dan fruto. Son quitados y son quemados. Y él tiene que estar pensando en Judas, Judas quien había estado en conexión cercana a él, él se ha ido para terminar en el infierno eterno. Y, de hecho, la Biblia dice que se fue a su propio lugar, dice que hubiera sido mejor para él si no hubiera nacido. Marcos 14.

Entonces, nuestro Señor nos ayuda a entender los elementos de la parábola, él es la vid, el Padre es el granjero, los pámpanos que dan frutos son los discípulos verdaderos, el pámpano que no da fruto, que es cortado y quemado es un discípulo falso. Esta es la manera en la que entendemos sus palabras. En el reino de Dios existen poseedores de vida y profesantes. No todo el que me dice Señor, Señor entrará a mi reino, Jesús dijo en el Sermón del Monte. Hay gente que edifica, que construye una casa religiosa, pero la construyen sobre la arena y no la construyen sobre la roca.

Entonces Jesús realmente ha tomado todas las figuras en la noche final del drama, y las ha incorporado en una analogía fuerte, llena de significado. Conforme vemos esta metáfora muchas verdades se desarrollan para que las consideremos, y tenemos que tomar tiempo para verlas a cierto nivel. Pero creo que ahora puede ver cuán simple es el entendimiento, y vamos a llenar los espacios. Comencemos con la vid, el primer personaje en esta ilustración. La vid, Cristo mismo, “Yo soy la vid verdadera”, versículo 1; versículo 5, “Yo soy la vid”. Él escogió verse a sí mismo como una vid, presentarse a sí mismo como una vid. Él antes en el capítulo 10 se había presentado a sí mismo como un pastor con un rebaño. Antes se había presentado a sí mismo como luz. Antes se había presentado a sí mismo a través del Espíritu Santo como agua.

Entonces, él extrajo a partir de analogías familiares, conocidas. Y estad podrá decir, ‘Bueno, él se refirió a sí mismo como una vid, porque una vid es humilde, y una vid, está en la tierra y está en humildad, con un perfil bajo. La vid, si no fuera levantado con algún tipo de alambre o algo, simplemente seguiría por el suelo. Y esto habla de su humildad’. Es una buena metáfora para hablar de su humildad. Alguien más podrá decir que es una buena metáfora porque habla de unión, habla de cercanía y comunión de aquellos que son de Cristo con él, la misma vida fluyendo a través de la vid, fluyendo a través de los pámpanos. Otros podrían decir, es un bien símbolo, es un buen retrato de palabras porque habla de dar fruto de ser fructífero, el resultado de estar en Cristo, siendo manifiesto. Otros dirían, ilustra dependencia, como dijo nuestro Señor, “Apartaos de mí, nada podéis hacer”. Ilustra ese tipo de dependencia, toda la vida viene de la vid. Enfatiza pertenencia, si usted está conectado, usted pertenece.

Y creo que todo eso es verdad, pero hay otra razón que es mucho más importante por la que él dice, “Yo soy la vid verdadera”. Y eso es porque hubo una vid defectuosa, hubo una vid corrupta, hubo una vid degenerada, hubo una vid que no dio fruto, hubo una vid vacía, ¿Quién? Israel, Israel. Es correcto. El pueblo del pacto de Dios, el pueblo judío, Israel. Israel es la vid de Dios en el Antiguo Testamento. En Isaías 5, Israel es presentada como una vid. Dios dice, “Yo planté mi vid, mi vid en un monte muy fértil.” Isaías 5, y ese capítulo, versículos 1 al 7 procede hablar acerca de todo lo que Dios hizo para darles todo lo que era necesario para que ellos produjeran uvas. Produjeron, beushim uvas agrias, que no se podían comer, inútiles.

Israel fue esa vid, y esa metáfora siguió a lo largo de la historia de Israel durante el periodo macabeo, entre el Antiguo y Nuevo Testamento. Los macabeos produjeron monedas y en la moneda estaba una vid, ilustrando a Israel. Y en el mismo templo, ese templo enorme de Herodes, había una gran vid, que literalmente había sido esculpida. Y había sido cubierta con oro, hablando de Israel como la vid de Dios. La vida de Dios fluye a través de la nación, ese fue un símbolo de Israel. Hay tanto en el Antiguo Testamento, Salmo 80, en algún momento puede leer el Salmo 80, en su totalidad. Pero el Salmo 80 nos habla de la tragedia del desvío de Israel como una vid. Simplemente escuche unas cuantas de las palabras del Salmo 80, “Dios quitó una vid de Egipto”, sacando a Israel de la esclavitud en Egipto, “sacó a la nación, plantó la vid, como en Isaías 5, “limpió el suelo ante ella, estableció raíces profundas, lleno la tierra, los montes fueron cubiertos con su sombra, los cedros de Dios con sus arcos estaban enviando sus ramas, sus vástagos al rio”. Después esto, “¿Por qué has roto su muro de tal manera que todos los que pasan por ahí toman su fruto? Del bosque se la comen, y todo lo que se mueve en el campo se alimenta de ella.”

Dios plantó a Israel y después se volvió en contra de Israel en juicio. Después el Salmo 80 dice, “Oh, Jehová de los ejércitos, vuélvete ahora, te rogamos. Mira desde el cielo y ve, y cuida de esta vid. Inclusive el pámpano que tu diestra ha plantado, está quemado con fuego, está derribado”. Sí, eso es Israel, eso es Israel. Ezequiel dijo, “es una vid vacía, sin fruto”. Isaías dice, produce una especie de resultados tóxicos, inútiles, que no se pueden comer. Israel había sido el tronco de bendición. Israel había sido plantada por Dios. La vida de Dios vendría a través de Israel, para todos los que estuvieran pegados a Israel. Pero Israel fue infiel, idolatra, inmoral, y Dios trajo juicio. Eso es lo que el Antiguo Testamento nos presenta.

Los discípulos, como el resto de los judíos pensaban, ‘mmm, soy judío. Estoy conectado a Dios. Israel, el pueblo de Dios, el pueblo judío, son la fuente de bendición divina. Yo soy un judío, yo nací como judío, soy la cimiente de Abraham, estoy conectado a Dios.” No es así, nuestro Señor viene y dice, si quieren estar conectados a Dios deben estar conectados no a Israel, sino a mí. Yo soy la vid verdadera, alethinos, Yo soy la vid verdadera. Yo soy la vid perfecta. A través de mí la vida de Dios fluye. Pablo entendió eso, él dijo, ‘Israel tiene todos los privilegios en el libro de Romanos. Tienen una forma de piedad, pero no tienen vida, no conocen a Dios, están aislados de Dios. Él es la vid verdadera.

Simplemente, para darle una comparación en el octavo capítulo de Hebreos. El escritor de Hebreos dice, “Jesús es el tabernáculo verdadero”. Él es el tabernáculo verdadero. Él es la vid verdadera, él es el tabernáculo verdadero, él es el templo verdadero. Es mediante él que la vida de Dios fluye. Colosenses 2:7 dice, nosotros estamos arraigados y somos edificados en él. Estos discípulos saben que Israel va a ser destruida, saben que el templo va a ser destruido, él ya les dijo eso, apenas horas antes de esto, saben que todo va a desmoronarse. Apenas horas antes de esto, saben que todo va a desmoronarse. Se acabó, él pronunció juicio sobre ellos, ninguna piedra quedará sobre otra, la furia de Dios va a ser desatada. Lo importante es que entendamos que el tronco de bendición no es Israel. No todo Israel, es Israel, dijo Pablo. Cristo es la vid verdadera, así como él dijo en Juan 1, él es la luz verdadera, en Juan 6, el pan verdadero, él es la vid verdadera.

Cualquier persona que va a conocer la vida de Dios, tiene que estar conectado a él, y tiene que conectarse a él, genuinamente como Dios, como el YO SOY. Todas las demás vides son vides falsas. Israel es una vid degenerada, muerta. Cristo es la vid verdadera, y viva. Isaías dice, “Israel, como vid, se ha vuelto salvaje.” Jeremías dice, “Israel se ha convertido en una planta degenerada, una vid extraña.” Es como si Jesús le estuviera diciendo a esos hombres, ¿creen que, porque le pertenecen a la nación de Israel, están seguros en su conexión con Dios? No es así, ¿creen que simplemente porque eres un judío y un miembro de la raza escogida estás conectado a la bendición de Dios?, no es así. Yo soy la vid, y la vid fluye únicamente a través de mí, y Yo soy el camino y la verdad, y la vida.

Entonces él es la vid. Ahora, el segundo personaje en este retrato, es el labrador. Versículo 1, “mi Padre es el labrador”. Ese es el granjero, la persona que cuida de la vid, Cristo se presenta a sí mismo como habiendo sido plantado por Dios y eso es verdad, el Padre estuvo detrás de todo lo que Jesús hizo. El Padre envió al hijo al mundo, ¿verdad? eso es lo que las Escrituras dicen. El Padre estableció el plan, Jesús dijo, ‘Yo solo hago la voluntad de mi Padre, yo solo hago lo que el Padre me dice que haga, me muestra que haga, me manda que haga. Únicamente hago aquello que agrada al Padre’. El Padre cuidó de él, el Padre proveyó a una virgen para que él pudiera nacer de una virgen. El Padre proveyó todo para él. El Padre proveyó al Espíritu Santo para capacitarlo a lo largo de su ministerio. El Padre proveyó todo lo que él jamás necesito.

Entonces fue el Padre cuidando del Hijo, y es el Hijo aquel quien es aquel que posee vida verdadera, divina. Ahora, el versículo 2, entonces, presenta a los pámpanos, los pámpanos. Y hay dos tipos de pámpanos. Todos aparecen en mí, todo pámpano en mí, todos están pegados, así como hubo muchas personas pegados a Israel en el pasado, pero no todo Israel es Israel. Y no toda persona que es un judío, realmente está conectado a la bendición. Estaban pegados, estaban conectados. Pero hubo pámpanos, lo dice al principio del versículo 2, que no dan fruto. Y él quita esas, el Padre las quita, el Padre es el Juez. Y después hubo pámpanos que dan fruto, y él podó esas para que dieran más fruto. El Padre está trabajando, y él está haciendo dos cosas, dos obras muy divinas. Él está juzgando a los pámpanos falsos, cortándolos, secándolos y enviándolos al infierno. Y él está podando a los pámpanos verdaderos que dan fruto. Esta es la obra del Padre.

Ahora, veamos estos pámpanos y simplemente consideremos lo que esto está diciendo. La vid está floreciendo, creciendo mucho, pero algunos pasos serios son tomados por el labrador, el granjero. En primer lugar, cuando él ve un pámpano que no tiene fruto, él lo quita. Él lo quita. Ahí en el versículo 6, él lo hecha fuera, se seca, y esos pámpanos se recogen y los echan en el fuego y arden. Eso es, juicio drástico por parte de Dios en contra de creyentes falsos, creyentes falsos. No hay fruto.

Dice usted, ¿acaso todo cristiano tiene fruto? Sí, todo cristiano tiene fruto. Así es como usted sabe que usted es un cristiano. ¿Qué es fruto? Actitudes justas, anhelos justos, deseos justos, afectos justos, virtudes justas, conductas justas. Esa es la manifestación de la vida, y en donde la vida de Dios existe, el fruto debe de estar ahí, esa es la razón por la que Efesios 2:10 dice que “hemos sido salvos por gracia, mediante la fe, para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”. No puede ser de esa manera, porque en dónde está la vida de Dios y el alma del hombre, se vuelve evidente. Eso es lo que dice al final del versículo 8, cuando usted da mucho fruto, usted prueba ser un discípulo verdadero.

Santiago dijo, “la fe sin obras” es qué? está muerta.” Es una afirmación inútil. La única manera en la que usted sabe que la fe es real, que la salvación es real, es por la evidencia. Mateo 7, Jesús dijo, “por sus frutos los conoceréis” Y eso es repetido varias veces en los evangelios. Pablo en Romanos 6 dice, “eran esclavos del pecado, y ahora en Cristo se han convertido en esclavos de la justicia”. Somos conocidos por nuestro fruto, somos conocidos por la evidencia manifiesta de la transformación. Esa es la única manera en la que usted puede identificar que una persona es cristiana. No por recordar un acontecimiento, no por recordar una oración, no por desear y esperar, la manera en la que usted sabe que alguien ha sido transformado y regenerado y nacido de nuevo, es porque el fruto de justicia es manifiesto en esa vida. No es perfección, pero es una dirección dominante.

Hay personas que se pegan a Cristo y no tienen fruto. Mire, la nación entera de Israel es vista en el capítulo 11 de Romanos, como una rama pegada a Dios, pero fueron cortados debido a la incredulidad y al pecado, y una nueva rama, la iglesia fue injertada. Tenían un apego a Dios, pero no daba fruto, no tenía fruto. Hay muchas personas que están pegados al cristianismo, hay muchas personas que están pegadas al cristianismo, pegadas a la iglesia, pegadas de alguna manera a Cristo, pero el tiempo y la verdad van de la mano. Con suficiente tiempo la verdad saldrá y en últimas, o en esta vida, o en la próxima, con toda seguridad en la próxima, el Padre los enviará al fuego.

Esta es una preocupación a lo largo del evangelio de Juan. De hecho, en el capítulo 6, muchos de sus discípulos ya no andaban más con él, ¿se acuerda de eso? Es un llamado al discipulado verdadero. Hay pámpanos Judas, en toda época, pegados superficialmente. Pero veamos a los pámpanos que poseen la realidad, en el capítulo 2. “Todo aquel que lleva fruto”, evidenciando la vida de Dios, él lo limpiará para que lleve más fruto.

Entonces el Padre lleva a cabo un trabajo duro. Él corta de manera total al pámpano entero que no da fruto. De tal manera que no toma la energía de la vid, de manera inútil. Son recogidos y quemados. Pero el regresa a los pámpanos fructíferos y él los limpia, los purifica. De hecho, es un verbo, katairó, que significa ‘limpiar’, pero era usado en la agricultura, para podar. Podría significar, quitar desperdicio después del grano que se avienta. Podría significar limpiar arbustos de la tierra antes de plantar grano, pero también podría significar cualquier cosa que limpia la planta para hacerla más productiva.

Filón, el teólogo judío en el tiempo de los principios del Nuevo Testamento, dijo esto, “Conforme los vástagos superfluos crecen en las plantas, los cuales son un gran daño para los vástagos genuinos, en los que él labrador limpia, (y él usa katairó, esta misma palabra), y poda porque él sabe que es necesario. Entonces, Dios corta algunos pámpanos completamente, creyentes falsos que pasan la eternidad en el infierno. Pero para el resto de nosotros, Dios va a trabajar en nosotros con un cuchillo, con un cuchillo.

En tiempos antiguos, he leído que algunas veces había un proceso en el que arrancaban las cosas, inclusive comenzaba con la mano, entre el primer dedo y el pulgar, literalmente pellizcaban el extremo de un vástago que estaba creciendo, que podía causar que muriera. Había una especie de quitar, una especie de el extremo muerto de una rama. Y después adelgazaban todos los pedazos que estaban saliendo de ese pámpano, esos pedazos, esas ramas que quitaban la vida de esa rama. Muchas maneras de hacer eso, pero todas tenían el mismo propósito en mente. Y eso era para que la rama fuera más productiva.

Ese es el trabajo del Padre, para lo que él hace. El Padre viene a nuestras vidas con un cuchillo para cortar el pecado, y quita lo superfluo. En Hebreos 12:1 dice, “desechando el peso”, es correcto, “el peso y el pecado”. Todos tenemos pecado en nuestras vidas, debería ser cortado. Pero también tenemos cosas que no necesariamente se caracterizan como pecado, simplemente es innecesario, desperdicio, superfluo, son vástagos que quitan la vida de la vid. El Padre viene a nuestras vidas con un cuchillo, es doloroso y él corta, él corta el pecado. Él corta conducta inútil que desperdicia, preocupación con cosas que no importan.

¿Cómo hace él eso? Él puede hacerlo a través de enfermedad, él puede hacerlo a través de dificultad. Él puede hacerlo a través de la pérdida de un trabajo, o la pérdida de un amigo, o la pérdida de un ser querido, la pérdida de bienes materiales. Él podría hacerlo a través de la pérdida de la reputación, la calumnia. Él podría hacerlo a través del fracaso, algo en lo que usted trabajó realmente mucho para lograrlo. Y él puede hacerlo a través de la persecución de la gente de afuera, y la gente que usted conoce inclusive, ama. Él podría hacerlo a través de la tristeza, él podría hacerlo a través de la decepción. Podría ser extremadamente doloroso emocionalmente, podría ser extremadamente doloroso físicamente. Dios ordena el problema. Este es Dios providencialmente usando el cuchillo, Dios ordena el problema.

Lo mejor que nos puede pasar para limpiarnos, son los problemas. 2da Corintios 12, “porque cuando soy débil”, la Biblia, Pablo dice, “entonces soy” ¿qué? “fuerte”. Prefiero estar contento con aflicciones, dificultades, debilidades, pruebas, porque en mi debilidad la fortaleza de Dios es perfeccionada. Santiago 1, “Tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, porque la prueba de nuestra fe produce paciencia. Más tenga la paciencia una obra perfecta.” Y Pedro lo dijo así, “Después de que habéis sufrido, por un poco de tiempo, el Señor os perfecciona.” Ese es el cuchillo, usted debe darle la bienvenida a eso, porque usted debe querer ser más fructífero.

Usted puede quejarse en autocompasión y estarse revolcando en decepción, quejándose, lleno de ansiedad. Cuando las cosas no salen como usted cree que deben salir, usted puede ver hacia el cielo y decir, “Dios, te agradezco. Gracias por llevar a cabo tu obra en mí, para dar más fruto, más fruto. Usted podrá decir, ‘¿Por qué yo, Dios? ¿Por qué? ¿Por qué yo? ¿Por qué esto me pasó a mí? ¿cómo es que esto podría ser?’ O usted podría decir, ‘Gracias, gracias Señor. Gracias, abrazo esto, como el apóstol Pablo. Abrazo esto como Santiago, ‘tened por sumo gozo’. Abrazo esto porque esta limpieza, quiere decir que Dios quiere que yo de mucho fruto.

Otra manera de ver esto es en el lenguaje del escritor de Hebreos, en el capítulo 12. Escuche lo que él dice. “Hijo mío, no tengas en poco la disciplina, ni desmayes cuando eres reprendido por él. Porque a los que el Señor ama él disciplina y azota todo hijo a quien él recibe. Es por disciplina que soportáis. Dios os trata como a hijos porque, ¿qué hijo es aquel al que su padre no disciplina? Pero si estáis en disciplina, de la cual todos habéis sido hechos participantes, entonces sois hijos ilegítimos, y no hijos. Además, tuvimos padres terrenales que nos disciplinaban, y los reverenciábamos, ¿acaso no estaremos sujetos al Padre de los espíritus y viviremos? Porque ellos nos disciplinaban por un tiempo, como ellos mejor lo consideraban. Pero el nos disciplina para nuestro bien, para que compartamos en su santidad. Toda disciplina por el momento no parece ser causa de gozo, sino de tristeza. Sin embargo, para aquellos que han sido ejercitados por ella, después del fruto de justicia”.

Mas fruto, mas justicia es el producto de la disciplina divina. Pruebas, tribulación, problemas, el creyente debe esperar esto para ser fructífero. Y quiero añadir algo aquí. El labrador tiene un cuchillo, ¿qué es precisamente ese cuchillo? El versículo 3 responde a eso, “Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado” Ya han sido salvos, y fueron salvos por la palabra, ¿verdad? La fe viene por el oír la palabra. Ustedes fueron salvos por creer la palabra, fue la palabra que llevó a cabo esta obra en ustedes. Renacidos por la palabra de verdad, dice en las Escrituras. Y serán limpiados por la palabra. En el análisis final, no son las aflicciones en sí las que son el cuchillo, es la Palabra de Dios, la que es el cuchillo.

Ahora, permítame explicar eso. No es la aflicción en sí misma lo que es el cuchillo, es la Palabra de Dios lo que es el cuchillo. Ahora, debemos entender que la Palabra de Dios es un cuchillo a partir de Hebreos 4:12. “La palabra de Dios es más filosa que toda espada de dos filos, y penetra hasta partir el alma y el espíritu, y las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”. Es un cuchillo de doble filo, y corta en toda dirección, la Palabra lo hace, la verdad de Dios.

Entonces, aquí está la idea, el Padre es el disciplinador, el Padre es el que en su providencia trae las pruebas, los problemas que nos traen preocupación. La palabra se convierte, no obstante, en el instrumento en sí que corta, porque cuando la prueba viene y reaccionamos mal, la Palabra nos convence de pecado. La palabra corta, y nuestra falta de respeto por los propósitos de Dios. La palabra corta en nuestra hostilidad. La palabra corta en nuestro enojo. La palabra corta en nuestros cuestionamientos, y nos condena. Las pruebas son el mango del cuchillo, la Palabra de Dios es la hoja del cuchillo. El Padre trae la prueba, y la hoja es la Palabra de Dios. La palabra es el cuchillo.

Escuche como Spurgeon explicó esto: “Es la palabra la que limpia al cristiano, es la verdad la que lo purifica. La Escritura, hecha viva y poderosa por el Espíritu Santo eventualmente y de manera eficaz, limpia al cristiano”. Él dice, “la aflicción es el mango del cuchillo, la aflicción es la piedra que afila el cuchillo, pero el cuchillo es la palabra”. “La aflicción es el que viste”, él dice, “la aflicción es el que viste, el que quita nuestra vestimenta suave y desnuda la carne enferma para que el cuchillo pueda llegar ahí.” La aflicción nos prepara para el cuchillo para sentir la Palabra de Dios.

El verdadero labrador es Dios, la aflicción es el mango y la ocasión, pero la limpieza, la Escritura es el cuchillo que corta. ¿Por qué? Para que demos más fruto. Entre más conoce usted la palabra, más ama usted la palabra, mejor reacciona a las pruebas, ¿verdad? Más permite usted que el cuchillo lleve a cabo su obra. Y ¿sabe una cosa? debemos estar alabando a Dios todo el tiempo aquí porque como una iglesia somos tan sumisos a la Palabra de Dios, la conocemos tan bien, que cuando entramos en estos problemas de la vida que nos rodean, sea lo que sea, estas decepciones, estos elementos de sufrimiento y prueba que son una parte tan importante de la vida, conocemos la Palabra de Dios. Y no solo la conocemos, confiamos en ella. No solo confiamos en ella, sino que la amamos. No solo la amamos, queremos que lleve a cabo su obra. Y entonces nos sometemos al cuchillo.

Y yo creo que esta es la razón por la que esta iglesia es tan fructífera. Esta es la razón por la que el fruto de esta iglesia rodea el globo terráqueo. Ustedes dan mucho fruto porque han sufrido y permiten que la Palabra lleve a cabo su obra, trayendo convicción, cortando el pecado y las cosas que no importan. Así es en el reino, hay muchas personas pegadas a Cristo, algunos serán cortados y serán quemados. Algunos darán fruto, y aquellos que dan fruto el Padre lleva a cabo su obra en ellos, para que den más fruto, mucho fruto. Ese es el reino. Estamos agradecidos, ¿no es cierto? porque sabemos que somos pámpanos que dan fruto. Si usted no conoce eso, usted está en una situación muy peligrosa. Escuche la advertencia de este pasaje. Venga en verdad a Cristo, de manera genuina.

Padre, de nuevo en esta mañana estamos tan bendecidos, juntos, tan agradecidos. Pedimos ahora que tú confirmes a nuestros corazones la verdad y la desates en toda vida para cumplir tu propósito. Oramos en el nombre de Cristo. Amén.

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