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Esta noche, de nuevo tenemos el gran privilegio de estudiar juntos el séptimo capítulo de la epístola de Pablo a los Romanos. Romanos, capítulo 7. Nuestro texto para esta noche es tomado desde los versículos 7 al 13. Permítanme leérselo para preparar nuestro mensaje en esta noche. Romanos 7, comenzando en el versículo 7: “¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás. Mas el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda codicia; porque sin la ley el pecado está muerto. Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí. Y hallé que el mismo mandamiento que era para vida, a mí me resultó para muerte; porque el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, me engañó, y por él me mató. De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno. ¿Luego lo que es bueno, vino a ser muerte para mí? En ninguna manera; sino que el pecado, para mostrarse pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que por el mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso”.

Ahora, a primera vista ese parece ser un argumento bastante complejo y difícil de entender. Pero no es así como lo descubriremos juntos al estudiar este gran pasaje. Antes de que veamos el texto en particular, permítame recordarle de las buenas noticias más grandes jamás conocidas. Y eso, resumida en esta breve afirmación: Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores. Esas son las mejores buenas noticias jamás conocidas. La raza humana entera, debido al pecado, está encaminada al infierno. Todo hombre, toda mujer que nace en este mundo, tiene como destino el infierno. Y la razón de esto es que toda persona en este mundo vive en rebelión contra Dios. Y contra la ley divina de Dios. Toda persona es una violadora del mandamiento divino. Y Dios, siendo un Dios de justicia, debe demandar un castigo por una violación como esa. Y debido a que los crímenes del hombre en contra de Dios son tan severos, debido a que la magnitud de ellos es tan monstruosa, no hay manera en la que los hombres jamás puedan pagar la deuda que deben. Pero, aunque no pueden pagar en su totalidad la deuda, no puede jamás llegar un momento en el que la deuda se pueda decir que fue pagada. Pagarán lo que puedan pagar mediante una eternidad en el infierno, en donde ellos sufrirán.

Entonces, los hombres nacen en el mundo camino al infierno porque han pecado contra Dios. Y Dios es un Dios de santidad, cuya justicia demanda un castigo así. Pero aunque ese es el hecho del ser del hombre, no es el deseo del corazón de Dios. Y esta es la razón por la que Pedro escribe: “Dios no quiere que nadie”, ¿Qué?, “perezca”, 2 Pedro 3:9, “sino que todos vengan al arrepentimiento”. Y entonces, Dios ha enviado a Jesucristo al mundo para pagar la deuda que todos los hombres y mujeres deben. A morir la muerte que todos merecen. A llevar el pecado que todos deben llevar. Y Dios ha ordenado que cuando un hombre o mujer cree en Jesucristo y lo acepta, a Él y a su obra a favor de ellos, el pecado de esa persona es perdonado para siempre. Y después Dios ha ordenado que no sólo su pecado sea perdonado, sino que se les concede la naturaleza santa misma de Jesucristo. Se convierten en participantes de la naturaleza divina misma. Se le concede eso al pecador creyente y de esta manera está preparado para pasar la eternidad en el cielo con Dios.

Y entonces, lo vuelvo a decir, las mejores noticias que jamás han llegado al mundo es que Jesucristo murió para salvar a pecadores. Y por la fe en el Señor Jesucristo, los hombres pueden estar bien con Dios, pueden escapar del juicio, pueden recibir la justicia divina. Se puede pagar una deuda a favor de ellos, que nunca podrán pagar por sí mismos. Y estarán equipados para el cielo de una manera en la que nunca podrán estar equipados por sí mismos. Ahora, esto es lo que el apóstol Pablo realmente está presentando como el tema de su Epístola entera. Esta es la doctrina de la justificación por la fe. Esto es que los hombres entran en una relación correcta con Dios a través de creer en el Señor Jesucristo. Esa es la doctrina central de la fe cristiana. Y de la misma manera, en la doctrina central de la Epístola de los Romanos, es el corazón del Evangelio y es el corazón del mensaje de Pablo.

De hecho, nos hemos estado enfocando en esa doctrina maravillosa desde que comenzamos este estudio. ¿Puedo llevarlo de regreso al capítulo 1 por un momento? Al versículo 16, dónde Pablo nos da una afirmación condensada del tema, del resto de la Epístola entera a los Romanos: “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al gentil. Porque en él la justicia de Dios es revelada de fe y para fe, como está escrito: el justo por la fe vivirá”. Ahora, ahí está el tema del libro. Los hombres entran en una relación correcta con Dios por la fe. El Evangelio es un mensaje que les llega a los pecadores y les habla de una salvación por gracia a través de la fe disponible en Jesucristo.

Ahora, habiendo establecido el tema en los versículos 16 y 17, Pablo entonces comienza a explicar ese tema a lo largo del resto de esta Epístola maravillosa. Y hemos aprendido que en los capítulos 1 y 2, él mostró la necesidad de la salvación. La necesidad de entrar en una relación correcta con Dios. En los capítulos 3 y 4, el método de la salvación. ¿Cómo es que una persona entra en una relación correcta con Dios? Y es por la fe en Jesucristo. Y ahora, en los capítulos 5 al 8, capítulo 5, 6, 7 y 8, el apóstol Pablo nos está mostrando los resultados de la salvación por la fe. Los resultados de la justificación por la gracia. Y hemos estado aprendiendo acerca de esos resultados. En primer lugar, en el capítulo 5, vimos que cuando una persona viene al Señor Jesucristo hay seguridad. Ha hecho la paz con Dios. Las cosas son establecidas en esa relación y él está seguro en Cristo. Y después, cuando llegamos al capítulo 6 descubrimos que no sólo la seguridad es un resultado de la justificación por la fe, sino que la santidad es otro. Así como la paz con Dios en el capítulo 5 nos da seguridad. Entonces, así también la unión con Cristo en el capítulo 6 nos concede santidad.

Y entonces, el creyente recibe la santidad divina. Y en lugar de que la santificación se ha hecho a un lado y hecho independiente de la justificación por la fe o más bien, que la justificación por la fe elimine la santificación. Como a Pablo se le acusaba de enseñar, más bien la produce. Los que cuestionaban a Pablo le decían: “Bueno, si predicas justificación por gracia a través de la fe sin obras, las obras no tienen parte en la salvación, y que las obras no tienen parte en la santificación y de más, entonces realmente estás diciendo que la gente puede hacer lo que quiere, la gracia va a cubrir todo”. Y entonces Pablo señala que, en lugar de que la justificación por la gracia a través de la fe lleve al libertinaje, lleva a la santidad.

La última vez, comenzamos a abrir este tremendo capítulo 7. Vimos un tercer elemento en términos de lo que viene como resultado de la justificación por la fe. Y eso es libertad de la ley. Libertad de la esclavitud a la ley. También vimos en los versículos 1 al 6 que el dar fruto es un resultado, así como lo es el servicio a Cristo. El versículo 5 dice, o más bien el versículo 4 dice, que producimos fruto par Dios. Y el versículo 6 dice que servimos al Señor. Ya no en el estado viejo de la letra, sino con un espíritu nuevo. Entonces, la justificación por la fe es su tema. Él anuncia el tema en los capítulos 1, 16 y 17. Él desarrolla la necesidad para ello en el resto del capítulo 1 y 2. Él describe cómo ocurre en los capítulos 3 y 4. Y en los capítulos 5 al 8, él muestra sus resultados. Y estamos en medio de esos resultados en este momento.

Ahora, las palabras esenciales entonces en los primeros ocho capítulos de romanos son las palabras: gracia y fe. Él está presentando una salvación que es un regalo de Dios recibido por la fe. Y entonces, conforme usted avanza a lo largo de estos capítulos, y permítame hacer esto con usted por un momento, regrese al capítulo 3. Y quiero, simplemente llevarlo rápidamente a lo largo de algunos versículos clave. Usted va a ver estos términos clave e ideas clave. En el 3:22 leemos: “La justicia de Dios que es por fe”, ahí está esa palabra clave. Versículo 24: “Siendo justificados gratuitamente por su gracia”. Versículo 25: “A quien Dios estableció para ser propiciación a través de la fe”. Fe y gracia. Versículo 26: “Declaro, esto digo, en este momento su justicia, para que él sea el justo, y el justificador del que cree en Jesús”. Ahí está la fe de nuevo. Versículo 28: “Por lo tanto, concluimos que un hombre es justificado por fe”. Versículo 30: “Viendo que es un Dios quien va a justificar a la circuncisión por la fe, y a la incircuncisión por la fe”. Capítulo 4, versículo 3: “Porque ¿Qué dice la Escritura? Abraham creyó a Dios”. Ahí está la fe de nuevo. “Y le fue contado por justicia”.

Versículo 4: “Ahora al que obra, el salario no le es contado de gracia, sino como deuda”. Versículo 5: “Pero al que no obra, sino que cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia”. Versículo 11: “Él recibió la señal de la circuncisión”, esto es Abraham, “una señal de la justicia de la fe que él tenía”. Versículo 13: “Porque la promesa para que él fuera el heredero del mundo, no fue a Abraham o a su simiente a través de la ley, sino a través de la justicia de la fe”. Y de nuevo el énfasis está en la fe, versículo 16: “Por lo tanto, es por fe, para que sea por gracia”. Versículo 20: “Y no titubeó ante la promesa de Dios a través de la incredulidad, sino que se fortaleció en la fe”. Allí está de nuevo: gracia, fe, gracia, fe, en todos lados.

Usted llega al capítulo 5, versículo 1: “Siendo, pues, justificados, por la fe”. Versículo 2: “Por quien también tenemos acceso por la fe a esta gracia”. Versículo 18: “Por tanto, así como la ofensa de un juicio vino a todos los hombres para condenación, así también por la justicia de uno, el regalo gratuito vino sobre todos los hombres para justificación de vida”. Y ahí volvemos a encontrar que es un regalo, un regalo de gracia. Versículo 20: “La ley entró para que el pecado abundase; pero donde el pecado abundó, la gracia abundó más”. Versículo 21: “Para que así como el pecado reinó para muerte, también la gracia reinara para vida”. Capítulo 6, versículo 23, resume lo mismo: “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva, el regalo de gracia de Dios es vida eterna por Jesucristo nuestro Señor”.

Ahora, usted se da cuenta del desarrollo de manera muy clara. Cuando usted ve esos términos particulares, en ese mensaje único que Pablo está dando en un contexto judío. Ellos habían sido creados como todos los hombres suponen que usted apela a Dios y apacigua a Dios y usted agrada a Dios, al Dios que usted esté tratando de apelar. Por su bondad, o al obedecer sus reglas o sus leyes o al conformarse a sus estándares. En cierta manera, usted se gana el favor de Dios. Y los judíos ciertamente estaban comprometidos con eso como un estilo de vida. Y cuando Pablo vino y predicó una salvación que era un regalo gratuito y que no se lo podía ganar, y que no era recibido por obra sino por la fe. Y la fe misma era un regalo de Dios, fue muy, muy difícil que los judíos lo aceptaran. Y después cuando él dijo al final del capítulo 5, que entre más pecado hay, más abunda la gracia. Eso se volvió casi imposible para ellos de aceptar.

Los judíos, como puede ver, tenían un compromiso profundo con la ley de Dios. Y con un sistema de justicia por obras que usted hacía su obra para agradar a Dios. Y entonces, en el capítulo 6, versículos 1 y 2, acusaban a Pablo de liberar a todo el mundo por su principio de gracia y correr por todos lados para hacer lo que querían. Digo, entre más peco, más gracia. Y entonces usted simplemente los está entregando al libertinaje. Después de todo, como puede ver, ellos creían que la ley procuraba la santidad. Y la ley mantenía la santidad. Y si usted quita la ley, y usted quita las reglas, y usted quita los estándares, entonces ha eliminado la protección de la santidad. Y entonces lo único que pueden ver es que la sociedad entera se entrega al pecado bajo esta enseñanza de gracia.

Ahora, ellos tenían en muy alta estima la ley de Dios. Y usted puede dividir la ley de Dios, simplemente podría decir en tres partes, en lo que a un judío concierne: la ley ceremonial, la ley social y la ley moral. Ellos lo veían como uno porque les fue dada como uno porque eran un pueblo único. Y creían que usted tenía que guardar todas esas leyes. Y ese era el estándar de la santidad. Y la única manera en la que usted podía llegar a ser santo, la única manera en la que usted podía mantenerse santo, era guardando las leyes. Ahora, los rabinos, ya para el tiempo de nuestro Señor, y el tiempo del ministerio de Pablo, habían resumido toda la ley del Antiguo Testamento en 613 mandamientos. Y para ser perfectamente santo y para mantener esa santidad, realmente usted tenía que trabajar duro para guardar los 613 mandamientos. Y simplemente, por causa de mi curiosidad en esta semana, saqué un libro que los tiene a todos y leí todos ellos. Y habría sido casi imposible guardarlos todos. Y hay un espectro muy , muy amplio de mandamientos y claro, habían sido mejorados y alterados en cierta manera por la tradición rabínica. Inclusive, más allá de la intención de Dios. Los rabinos los dividieron en dos partes. Primero estaban las cosas obligatorias que tenían que ser hechas. Segundo, las cosas que se prohibían. Decían que habían 248 cosas que usted tenía que hacer y por alguna razón extraña, decían que corresponde con el numero de miembros en el cuerpo. No se qué tipo de cuerpo tenían en mente, o quizás una especia de pulpo, o de otra manera cortaron otras cosas como miembros de lo que normalmente nosotros consideramos.

Pero estas leyes, estas 248 cosas obligatorias que usted tenía que hacer relacionadas con Dios, con el templo, sacrificios, votos, rituales, donativos, días de reposo, animales para consumirse, festivales, comunidad, idolatría, guerra, asuntos sociales, familia, asuntos judiciales, derechos legales y esclavitud. Y después tenían 365 leyes de prohibición, en otras palabras cosas que usted no podía hacer. Y había una de esas para todo día solar del año. Se relacionaban con la idolatría, lecciones de la historia, blasfemia, adoración de templos, sacrificios, sacerdotes, dieta, votos, agricultura, préstamos, negocios, esclavos, justicia y relaciones. Y entonces, tenían esta vasta cantidad de leyes y esas leyes, por cierto, tenían todo tipo de matices y todo tipo de interpretaciones rabínicas, y todo tipo de corolarios y leyes adjuntas, y leyes sobre leyes, sobre leyes. Hasta que usted literalmente estaba viviendo consumido por esto. Usted tenía que vivir la vida entera con eso en su mano, y tenía que estarlo leyendo todo el tiempo para que no se equivocara y se acordara usted de todo. Esta es la razón por la que dice en Hechos 15:10 que era un yugo sobre el cuello de Israel, el cuál ni nuestros padres ni nosotros pudimos llevar.

Pero sabían que la ley, al darse originalmente, era divina. Como puede deber usted. Que Dios le había dado a ellos estas leyes. Y que Dios se las había dado por una razón y entonces estaban circunscritos a estas leyes, como las leyes de Dios. Y creían que debido a que Dios se las había dado, necesitaban seguirlas. De hecho, había mucho más que motivarlos a obedecer la ley. Regrese casi al final del libro de Deuteronomio, capítulo 27. Y permítame decirle, si puedo hacerlo, por qué era tan importante para ellos guardar la ley. Deuteronomio 27:26, ese es el último versículo en el capítulo. Y de nuevo, esto es la palabra de Dios para ellos, dada a ellos por el agente de Dios, quien era Moisés, su líder. Y en Deuteronomio 27:26 dice: “Maldito sea aquel que no confirmare todas las palabras de esta ley para hacerlas”. En otras palabras, si usted no cumple con toda esta ley que ha sido dada, usted será maldecido. Y simplemente para bosquejar la severidad de eso, lo único que tiene que hacer es entrar al capítulo 28. Y usted va al versículo 15: “Pero sucederá, que si no oyeres la voz de Jehová vuestro Dios, para guardar todos sus mandamientos y sus estatutos que yo te mando este día, que todas estas maldiciones que vendrán sobre ti”.

Ahora, esa es una afirmación muy fuerte. Si no haces todo esto, vas a ser maldecido. “Maldito serás en la ciudad, y maldito serás en el campo. Maldita será tu canasta, maldito será el fruto de tu cuerpo, y el fruto de tu tierra, de tus vacas, de tus rebaños y de tus ovejas. Maldito serás tú entres y salgas”. Y, eso es una maldición bastante amplia, ¿No es cierto? Y si no fuera suficiente, versículo 20: “Jehová mandará maldición, reprensión en todo que lo haga tu mano, hasta que seas destruido, y perecerás rápidamente debido a la impiedad de lo que has hecho por haberme dejado”. Y después: “Jehová”, hará ¿Qué?, “la peste se aferre a ti, hasta que te haya consumido de la tierra a la que vas para poseerla”. Él te va a “matar con fiebre, con inflamación, con un ardor extremo, con la espada; y te van a buscar hasta que perezcas. Y amigos míos, realmente no quiero leer todo esto, pero sigue a lo largo de todo el capítulo. Y continúa maldiciendo, maldiciendo, maldiciendo y maldiciendo. Y la maldición entra en toda dimensión concebible de la vida. Si usted no guarda la ley de Dios, usted es maldecido.

Ahora, vayamos al Nuevo Testamento. Conforme regresamos donde estamos en el Libro de Romanos, tenemos un poco de entendimiento. ¿Por qué el judío se sentía tan obligado con la ley de Dios? Después de todo, era la ley de Dios y Dios era Dios. Y usted no jugaba con Dios siendo Dios. Y después tiene toda esta palabra tremenda que se relaciona con el hecho de que si usted no guarda todo eso, usted va a ser maldecido.

Ahora, esta es una carga muy pesada. Pablo hace referencia a esta carga. Y él debió haberla llevado, porque era un fariseo de fariseos y era totalmente celoso de la ley. Y en Gálatas 3:10, él dice: “Porque todos los que son de las obras de la ley están bajo maldición”. Toda la gente que todavía está bajo la ley, todos aquellos que están tratando agradar a Dios al guardar todas sus leyes, están bajo una maldición. ¿Por qué? Porque usted no puede guardar la ley de manera perfecta, ¿Verdad? Y entones, dice en Gálatas 3:10, y el cita Deuteronomio: “Maldito es todo aquel que no hiciere todas las cosas que están escritas en el libro de la ley, para hacerlas”. Ahora, eso nos dice que Pablo como judío entendía lo que Deuteronomio estaba diciendo, que si usted no hace todo esto, si usted no guarda todas estas leyes todo el tiempo, usted es maldecido.

Ahora, eso es lo que Dios dijo: “Usted está maldecido”. Entonces, los judíos eran celosos de la ley. Y cuando llegamos al mensaje del apóstol Pablo, y él dijo: “Las obras no importan. Por las obras de la ley ningún ser humano será justificado”. Hombre, realmente estaba pisando sus pies teológicos. Les parecía muy, muy difícil recibir esto. Pero Pablo presenta un gran punto en su mensaje en Gálatas, capítulo 3, porque él señala la futilidad total de un enfoque como ese: “Maldito es todo aquel que no hiciere todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas”. Y después él continua diciendo: “Que ningún hombre es justificado por la ley a los ojos de Dios”. Y él inclusive profundiza y dice, y eso también es evidente a partir del Antiguo Testamento, porque es en el Antiguo Testamento en donde dice que “el justo”, ¿por la qué?, “fe vivirá”. Eso es Habacuc.

Entonces, el Antiguo Testamento, ahora escúcheme, el Antiguo Testamento por un lado decía: “Si no guardan toda la ley, en todo el tiempo, con toda su vida, y la rompen en un punto, son maldecidos”. Es correcto. Santiago sabía eso. Santiago 2:10 dice: “Porque el que guardare toda la ley, y la quebrantare en un punto”, ¿Es qué? “Culpable de todo”. Dice usted: “Bueno, ¿por qué entonces Dios les dio una ley que no podían guardar?” Muy simple, para mostrarles lo pecaminoso que eran. Y para llevarlos al punto en el que reconocerían que para ser justos tenían que venir a Dios. ¿Por qué? Por fe. Pero no quisieron venir por fe, ellos prensaron en su justicia propia, que podían hacerlo por sí mismos, y entonces se aferraron al sistema de justicia por obras e ignoraron el principio de la fe.

Y entonces, todos estaban bajo una maldición. Como puede ver, quebrantar una ley de Dios no es como romper un rayo en un ring de bicicleta. Usted pude romper un rayo y seguir manejando. Es como romper un panel de vidrio. Usted le pega en un punto y todo se cae. Y entonces, todos estaban maldecidos. Y así es la obligación hacia la ley. La obligación hacia la ley es que usted está maldecido por la misma, porque no la puede guardar. Sin embargo, trataron, y trataron, y trataron, y trataron por tanto tiempo, y estaban tan comprometidos con ella, que cuando Pablo llega y predica un mensaje de la salvación por la gracia a través de la fe, simplemente no lo pudieron recibir. Y entonces, es muy importante que él sea cuidadoso en explicarles todas las cosas que necesitan saber para ver la verdad acerca de la ley.

Ahora, vimos que en 6:14 hay un versículo clave de Romanos: “El pecado no se enseñoreará de vosotros; porque no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia”. Él dice: “No están bajo la ley, sino bajo la gracia”. Esa es una afirmación maravillosa. Sabemos lo que eso significa, ¿No es cierto? Ya no estamos bajo la ley, ¿En qué sentido? La maldición de la ley. La maldición de la ley porque “Cristo”, dice Pablo en Gálatas 3, “fue hecho una maldición por nosotros”. Para que fuéramos liberados de la maldición de la ley. Entonces, en el mensaje aquí Pablo dice: “Miren, ya no estamos bajo la ley, estamos bajo la gracia”. Ya no estamos bajo esa maldición.

Ahora, en este punto cualquier judío que está pensando va a decir: “Bueno, si la ley no nos puede salvar, y la ley no nos puede santificar, y queremos salir de estar debajo de la ley, la cual únicamente nos puede maldecir, entonces ¿De qué sirve la ley?” ¿Verdad? Digo, si tú sólo estás diciendo, Pablo, sólo estás tomando la ley entera de Dios y la estás desechando y diciendo simplemente, desháganse de esa cosa vieja. Es inútil, no sirve de nada. ¿Es eso lo que estás diciendo? Digo, si no podemos ser salvos por la ley, vimos eso en los capítulos 3 y 4, no podemos ser santificados por la ley, en los capítulos 5 y 6, que tiene que venir a través de la fe en Jesucristo. Si somos salvados por nuestra unión con Cristo, si somos hechos santos por nuestra unión con Cristo, entonces ¿Qué lugar tiene la ley? ¿Y por qué Dios fue a tal punto, tan extremo, tan tremendo, para darnos una ley tan compleja? Y cuando dices que debemos salirnos de estar bajo la ley y ser libres de la ley, ¿No estás haciendo un lado en lugar de la ley? Bueno, Pablo quiere explicar todo eso y lo hace en el capítulo 7.

Ahora, escuche con atención y le voy a dar un panorama general. Él nos da, en el capítulo 7, una muy buena explicación del lugar de la ley. Y es un capítulo muy importante. Pero él ha estado calentando para llegar a esto por mucho tiempo, desde el capítulo 3, cuando él mencionó por primera vez que la ley no nos podía salvar. Él se ha estado moviendo en esta dirección. Y si usted sólo toma el capítulo 3 hasta el 8, usted va a tener una perspectiva amplia de la ley y su función.

Ahora, escuche con atención y le voy a dar un bosquejo de esa sección entera. Primero, lo que la ley no puede hacer por nosotros. No nos puede salvar. Eso es los capítulos 3, 4 y 5. Lo que la ley no puede hacer por nosotros. No pude salvarnos. En segundo lugar. Pablo muestra lo que la ley no puede hacer con nosotros. No puede santificarnos. Capítulo 6. No puede hacernos santos. En tercer lugar, lo que la ley no puede hacer a nosotros. Si estamos en Cristo, capítulo 7, versículos 1 al 6, no puede condenarnos. Después, lo que la ley puede hacer por nosotros, capítulo 7, versículo 7 al 13, vamos a verlos en esta noche, pude convencernos de pecado. Después, lo que la ley no puede hacer en nosotros, capítulo 7, versículos 14 al 25, no puede liberarnos del pecado. Y finalmente, lo que la ley puede hacer mediante nosotros, capítulo 8, versículos 1 al 4, puede ser cumplida.

Permítame repetir eso. En los capítulos 3, 4 y 5: lo que la ley no puede hacer por nosotros. No pude, ¿Qué? No puede salvarnos. Capítulo 6: lo que la ley no puede hacer con nosotros. No puede santificarnos, hacernos santos. Capítulo 7, versículos 1 al 6: lo que la ley no puede hacer a nosotros. No puede, ¿Qué? Condenarnos. Capítulo 7, versículo 7 al 13: lo que la ley puede hacer por nosotros. Puede convencernos de pecado. Capítulo 7, versículos 14 al 25: lo que la ley no puede hacer en nosotros. No puede liberarnos del pecado. Y finalmente, capítulo 8, versículos 1 al 4: lo que la ley puede hacer mediante nosotros. Puede ser cumplida. En el poder del Espíritu que mora en nosotros.

Entonces, usted realmente de Romanos, capítulo 3 a Romanos, capítulo 8, un retrato amplio de la ley. Ahora, permítame decirle algo acerca del genio de Pablo. Y Romanos es un genio, es una obra maestra, tanto de genio humano como del genio de Dios. Usted puede rastrear desde el capítulo 3 el tema de la fe. Puede rastrear el tema de la gracia. Puede rastrear el tema de la justificación. Puede rastrear el tema del pecado. Puede rastrear el tema de la justicia. Puede rastrear el tema de la ley. Puede rastrear todos esos temas a lo largo de ese mismo pasaje. Es tan rico que sacude la mente. Pero entre todos esos temas grandiosos que están aquí, ninguno es tan cautivador que el tratado amplio de la ley y su función.

Ahora, ya hemos aprendido de los capítulos 3 al 5, que no nos puede salvar. Y hemos aprendido a partir del capítulo 6 que no nos puede santificar. Y la semana pasada aprendimos del 7:1-6 que no puede condenarnos. Y ahora vamos a aprender lo que puede hacer en los versículos 7 al 13. Puede convencernos de pecado. Puede convencernos de pecado. Y quiero decirle esto, esa es la razón precisa por la que Dios la dio en primer lugar. En segundo lugar, la dio para que fuera cumplida y pude ser cumplida por nosotros. Pero entraremos a eso cuando lleguemos al capítulo 8 y el poder del Espíritu Santo.

Entonces, usted tiene una presentación amplia de la ley. Ahora, vimos la semana pasada en esos primeros seis versículos que la ley ya no nos pude condenar. Muertos a la ley. Y cuando usted muere, la ley no tiene poder sobre usted. ¿Recuerda ese principio, ahí en el versículo 1? La ley sólo es buena mientras que usted esté vivo. Morimos en Cristo, la ley no tiene poder sobre nosotros. Tenemos un nuevo marido, una nueva autoridad, un nuevo amo, Jesucristo. Dice usted: “¿Somos libres de hacer lo correcto?” No, no. Versículo 6, dice que todavía servimos. Pero no servimos de una manera mecánica legalista externa, como antes en el sentido viejo de la letra, servimos del corazón en la naturaleza nueva, ¿De qué? Del Espíritu.

Y entonces, no sea que usted piense que un cristiano está libre para hacer lo que él quiere hacer, no es así. Usted fue salvo para el propósito de servir a Dios. Y si usted realmente ha nacido de nuevo, habrá santidad en su vida, habrá fruto en su vida, habrá servicio a Cristo en su vida. Usted todavía está bajo la ley, nada más que es la ley del nuevo pacto. Es la ley del Nuevo Testamento. Es la ley moral llevada al Nuevo Testamento. No estamos bajo la ley ceremonial de Israel porque no somos Israel. No estamos bajo las leyes sociales de Israel. No somos Israel. Pero la naturaleza de Dios no ha cambiado. Y todavía estamos bajo sus mandatos morales que nos son dados en el Nuevo Testamento. Nada más que no los hacemos en nuestra propia fortaleza para tratar de cumplirlos. Los cumplimos a partir de una relación nueva con Jesucristo, en una naturaleza nueva de Espíritu del corazón, en lugar de que sea como antes, de afuera, bajo el régimen de la letra.

Y todavía servimos. De hecho, cuando usted lleva a alguien a Cristo, dice en Mateo 28, usted va a ellos y los bautiza en nombre de Jesucristo. Y después les enseña a guardar todas las cosas que os he mandado, ¿Verdad? No tenemos libertad para desobedecer. Por primera vez tenemos libertad para obedecer y lo hacemos del corazón porque tenemos un nuevo corazón. Mediante el cual podemos obedecer desde adentro, mientras que la obediencia antigua era superficial y externa, únicamente. Entonces, sí estamos bajo la ley de Dios, pero servimos del corazón.

Ahora, eso nos lleva al 7:7 al 13. Si la ley no nos puede salvar, y la ley no nos puede santificar, ¿De qué sirve la ley? Y la respuesta viene, es buena porque nos puede convencer, de pecado, nos puede convencer de pecado. Cuatro elementos de esa convicción están en el texto. Y no voy a tratar de descargar todo en usted, vamos a ver hasta dónde llegamos. Quiero que aprenda lo que está aquí porque es tan maravilloso. Primer punto, le voy a dar cuatro. Usted los tiene ahí en su bosquejo, si nos quiere seguir. Aquí está el primero: la ley revela pecado. Ese es el primer elemento de su poder de convencimiento. La ley revela pecado. Observe el versículo 7: “¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás”. Y de nuevo la imagina su antagonista judío que va a decir: “Hombre, acabas de decir que estamos muertos a la ley, y la ley ha sido hecha a un lado, no nos puede salvar, no nos puede santificar, estaba tratando de condenarnos, necesitamos deshacernos de la ley. Ahora ya no estamos bajo la ley, estamos libres de su autoridad. ¿Estas diciendo que la ley es mala? ¿Estas diciendo que la ley santa de Dios, que Dios le dio a su pueblo, la cual fue una manifestación de su corazón, y de su mente, y su voluntad, y su naturaleza y su propósito, estás diciendo que eso es malo? Digo que si estás diciendo que no estamos bajo la ley, y la ley no nos puede salvar, y la ley no nos puede redimir, y la ley no puede hacer esto y eso por nosotros, ¿Entonces la ley debe ser mala?” Y la respuesta de Pablo es, de nuevo el negativo más fuerte en el idioma: “Dios lo prohíba”. Así lo traducen algunas versiones es me genoito, no puede ser eso. No, no, no. No hay manera, bajo ninguna circunstancia. Es un pensamiento terrible, absurdo. No, la ley de Dios no es pecado, no es pecado. Y después él procede a decir: “Yo no conocí el pecado, sino por la ley”. Por el contrario, no es pecado, revela el pecado. ¿Ve eso?

Digo, si no hubiera ninguna ley no podría haber ningún pecado, ¿Verdad? Digo, si la señal no dijera “No pise el césped” y usted está en el césped, usted no ha quebrantado ninguna ley. Si no hay ninguna ley acerca de manejar a cierta velocidad y usted no va a cierta velocidad, usted no ha quebrantado ninguna ley porque no hay ninguna ley. Entonces, él dice: “La ley revela el pecado”. En otras palabras, usted eleva, coloca el estándar y usted sabe lo que es el pecado. Ahora, esto presenta de manera muy clara para mi que él no está hablando de asuntos ceremoniales. Él no está hablando de asuntos sociales. Él está hablando de la ley moral de Dios. Y entonces, cuando usted ve ley aquí, Pablo la está usando en el sentido de los estándares morales de Dios. La ley moral de Dios. Somos llamados a la ley, no para ser salvos por ella, sino para ser juzgados por ella.

Romanos 3:20 dice esto: “Por tanto, por las obras de la ley ningún ser humano será justificado a sus ojos”. Escuche esto: “Porque por la ley es el conocimiento del pecado”. Es una verdad muy importante. La ley simplemente nos muestra lo que el pecado es por la definición de Dios. En Romanos 4:15 lo encontramos ahí: “En donde no hay ley, no hay transgresión”. Versículo 13 del capítulo 5: “Pero el pecado no es imputado donde no hay ley”. Eso es tres veces: capítulo 3, capítulo 4, capítulo 5. Dijeron lo mismo: sin ley no tiene usted pecado.

Entonces, cuando Dios revela la ley los hombres de manera inmediata son medidos por el estándar y se hallan pecadores. Ahora escuche, observe la frase en el versículo 7: “Yo no conocí el pecado, sino por la ley”. No creo que él tiene en mente aquí, en términos de conocer algún tipo de definición teórica, teológica, de diccionario, de hechos, de la naturaleza y el hecho y existencia del pecado. Creo que lo que él está diciendo es: “Yo realmente nunca conocí la profundidad del pecado. Y realmente nunca conocí la plenitud del pecado hasta que realmente entendí la plenitud de la ley”. Lo que él está diciendo aquí es: “La ley, cuando realmente la entendí, me convenció de pecado”. Note aquí la palabra “yo”, aquí. Pablo está dando, de pronto, un testimonio personal. De pronto, él está hablando en la primera persona del singular y él está diciendo lo que está pasando en su propio corazón. Esta es la pecaminosidad personal propia de Pablo. Él está dando un testimonio de su convicción. Y yo creo que esto fue parte del haber venido al Salvador. Esto fue parte de la obra de convencimiento del Espíritu de Dios que culminó en el camino a Damasco. Y los días que siguieron en su ceguera cuando él llegó a entender su propia vida. Y la necesidad de un Salvador. Y se entregó a Jesucristo y fue transformado de Saulo, el perseguidor, en Pablo el predicador.

Y creo que es tan importante que usted tenga esta parte de su viaje espiritual. Porque si usted sólo tiene el camino a Damasco, usted podrá pensar que fe salvado por Dios fuera de su propia voluntad. Porque hay un acto tan soberano por parte de Dios en el camino a Damasco, que usted se pregunta si él tuvo algo que ver en su propio corazón, ¿Verdad? Digo, él está caminando, ahí por el camino matando cristianos. Y después, él está sepultado ahí en el polvo y ordenado el ministerio. Y usted no sabe si él se involucró en la acción misma, en términos de su propio corazón, hasta que usted aquí en Romanos ve que de hecho estuvo involucrado. Y al mismo tiempo, Dios estaba trayendo al corazón de este hombre una convicción acerca de su pecado, que estaba incrementándose conforme comenzó a ver la ley de Dios por lo que realmente era.

Ahora, por mucho tiempo él pensó que él sabía lo que la ley de Dios realmente decía. Digo, después de todo era un fariseo. Él era judío. Él era judío. Él podía leerle la ley como ninguna otra persona podía leer la ley. Él podía interpretar la ley en términos de las tradiciones rabínicas. Él había pasado su vida tratando de guardar la ley. Él era muy religioso. Él habría caído en la categoría de las personas descritas en Romanos 10:3, donde dice: “Tienen celo de Dios”. Pero no según conocimiento, según ciencia. Piensan que saben, pero no saben. Son ignorantes de la justicia de Dios. Y establecen su propia justicia. Ahí estaba él. Él estaba muy ocupado siendo como el hombre en Lucas 18, que estaba diciendo: “Señor, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, doy diezmos de todo lo que gano, ayuno, y hago todo esto, y es tan maravilloso ser como yo. Y debes tú estar contento, Dios, por tenerme”. Digo, él era justo en sí mismo. Él pensó que se estaba ganando su derecho al cielo. En Gálatas 1:13 él dice, escribiéndole a los gálatas: “Porque habéis oído de mi vida pasada en la religión judía”. Digo, su reputación como un judío celoso era conocida. Todo el mundo sabía de este judío celoso llamado Saulo. Él dijo en Gálatas 1:14 : “Yo sobrepasaba en la religión de los judíos a muchos de mi propia nación, siendo mucho más celoso de la tradición de mis padres”. Yo era el judío más judío que había. Era la persona más celosa, que guardaba la ley, que había.

Él da un testimonio parecido, inclusive con más detalle, en Filipenses, capítulo 3. Y todo eso va de la mano con lo que estamos viendo en Romanos. Filipenses 3:5: “Circuncidado al octavo día”, ese era el día en el que debía usted ser circuncidado. Él puede agradecer a sus padres por eso, no él. No obstante, era parte de la tradición entera. Él era “del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia”. Escuche esto: “En cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible”. ¿Estás bromeando? ¿Por la definición de quien? ¿Quiere saber cómo podía decir él eso? De la misma manera en la que el joven rico vino y el Señor le preguntó: “Bueno, ¿has guardado la ley?” Y él dijo: “Desde mi juventud he guardado toda la ley”. ¿Cómo es posible que una persona pudiera decir eso? Así es como lo puede decir. Porque habían llevado la ley de Dios a la dimensión externa únicamente. Y sólo era cuestión de que usted hacía y no hacía. Y la habían reinterpretado para acomodar su pecaminosidad.

Entonces, habían reinterpretado la ley y la habían hecho totalmente externa. Sólo era cuestión del exterior y realmente nunca habían enfrentado con el interior. Y allí es donde está toda la basura. Habían circunscrito lo externo de su vida para que se viera bien. Y mientras que la ley de Dios sólo estuviera relacionada con el exterior, pensaban que estaban bien. Y claro, más adelante, en este mismo capítulo, Filipenses 3, él dice: “Bueno, realmente cuando veo en mi interior, vi toda la basura que había en mi vida. ¿Y saben qué? Todo era estiércol”. Eso es lo que dice, estiércol. Una vez que vio dónde estaba el verdadero problema, que estaba dentro, y donde la ley realmente quería aplicarse a sí mismo, que era por dentro, él vio lo que él era.

Entonces, regresemos al capítulo 7 de Romanos y lo que ve usted ahí es una experiencia de convicción de Pablo pre-salvación. En algún punto a lo largo del camino, conforme el Señor estaba llevándolo a la transformación de la salvación, no sólo estuvo el acto soberano de Dios en el camino a Damasco, sino que estuvo la operación interna del mismo Dios soberano llevando a Pablo a una consciencia tremenda de la verdad de la ley misma. Y eso es que la ley no sólo era externa, sino que la ley era interna. ¿Entendió eso? La ley era interna. Dice usted: “¿Cómo sabes eso?” Sé eso por el elemento en particular de la ley que Pablo escoge. Obsérvelo: “Porque tampoco conociera”, ¿Qué? “La codicia”. Esa es la palabra epitomía o deseos malos, “si la ley no dijera: No codiciarás”. Él escoge el décimo de los diez mandamientos, el mandamiento “No codiciar”. Y codiciar no es algo que usted hace por fuera, ¿Verdad? Codiciar es algo que usted hace, ¿Dónde? Adentro. Y de todos los diez mandamientos, éste es el que es interno. De todos los diez mandamientos, éste es el que habla del interior, de la lujuria, del deseo, de la codicia. Y Pablo está diciendo: “Cuando vi lo que la ley de Dios estaba diciendo que tenía que hacer, no sólo con mis actos, sino con mis actitudes, y que tenía que ver con mi codicia y mis deseos, y querer lo que no era mío, vi que todo lo que yo estaba haciendo por fuera era realmente estiércol, porque estaba lleno de deseos viles por dentro”.

Ahora, esa es la convicción de la realidad. Eso es la realidad. Usted podrá tener alguien que viene, como me dijeron: “Sabes, mi vida está bien. Tengo que corregir mi vida porque noto que miento”. O: “Me he dado cuanta que tomo mucho”. O: “Me enojo, y me está molestando y tengo que corregir mi vida”. Bueno, eso está bien, pero usted no entiende todavía el verdadero problema del pecado. El problema del pecado no es externo, usted puede controlar eso por fuera a través de otros medios que no sean los medios de la gracia, ¿Verdad?, Digo, usted podría dejar de tomar por fuera, simplemente ir a Alcohólicos Anónimos. Usted podría dejar de mentir, simplemente al recibir algún tipo de consejería psicológica, ser hipnotizado para que cada vez que usted mintiera, algo raro le pasara a usted por algún tipo de cosa subliminales que han sido implantadas en su psique mientras que estaba bajo hipnosis. Digo, usted podría controlar su conducta porque quiere ser aceptado por muchas personas religiosas que no mienten, o lo que sea. Hay otras maneras de hacelo, pero la única manera en la que usted va a poder limpiar el deseo malvado de su corazón es mediante una transformación por Dios.

Y entonces, eso es lo que la ley quiere hacer. Y esta es la razón por la que no sólo hay mandatos externos, sino que hay mandatos internos. Y este es el que llega con el mayor impacto. Y este es el que simplemente devasta la codicia porque habla del corazón. Ahora, esta es la experiencia de Pablo. Pero no sólo su experiencia, creo que habla por todos los que llegan a una convicción verdadera. Y creo que cuando usted viene a Jesucristo, usted llega a la convicción que no sólo tiene problemas controlando lo de afuera, sino que usted tiene peores problemas controlando lo de adentro. Todos los incrédulos que vienen a Cristo vienen así. Ven la realidad de la profundidad de su pecado. No sólo que hacen cosas malas, sino que hay una corrupción interna en su naturaleza.

 

 

 

 

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