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Hemos estado viendo en las últimas semanas, con algunas interrupciones, el libro de Efesios. Así que abra su Biblia en Efesios capítulo 4. Este es un libro muy importante, y he escogido cubrirlo, aunque sea muy lentamente, porque es tan fundamental para nuestra vida cristiana. Y nos encontramos ahora en el capítulo 4, y estamos tratando de cubrir los versículos 1 al 6. Este es el tercer mensaje en el capítulo 4:1 al 6. Y, de hecho, vamos a llegar a tercio del camino hasta el versículo 2. Pero ya verá por qué.

Permítanme leerle el texto, capítulo 4, versículos 1 al 6: “Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos.”

Lo que de manera clara le llama la atención aquí es la repetición de “un, una” en los versículos 4, 5 y 6. Este es el fundamento de nuestra unidad. Ese es un credo, podría decirlo así. Ese es un credo teológico que celebra la unidad de la realidad divina, realidades relacionadas con la salvación. Y en base a eso, debemos ser solícitos, el versículo 3 dice: “En guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz”.

Todo acerca de nuestra salvación, todo acerca de la obra de Dios tiene una unidad, una singularidad. Eso debería exhibirse en la iglesia. La iglesia debería declarar de manera manifiesta su transformación por su unidad. Juan 13, Jesús dijo: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”. Juan 17, Jesús oró para que sean uno, para que el mundo sepa que el Padre envió al Hijo. Esto es claro, inequívoco y, sin embargo, no es una realidad en la experiencia de la vida de la iglesia en el mundo. Así que quiero tomarme un poco de tiempo conforme avanzamos en esto para ayudarle a entender estos componentes tan importantes que llevan a la unidad, que harán que nuestra vida sea consistente con el credo.

Ahora, pensemos de regreso en cómo llegamos al capítulo 4 de Efesios, y hablemos de lo que todos los cristianos verdaderos poseen. Comenzando en el capítulo 1, versículo 3, todos somos: “Bendecidos con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo Jesús”. Todos los cristianos verdaderos poseen toda bendición espiritual, y Pablo delínea estas bendiciones, desde la elección hasta la glorificación, hasta el versículo 14 del capítulo 1 y culmina en el versículo 15, que expresa nuestro amor por los santos. Todos somos poseedores de la misma gama completa de bendiciones en Cristo, bendiciones de salvación, y culminan en el amor por todos los santos.

A medida que él avanza en ese capítulo, Pablo continúa hablando de lo que todos poseemos como creyentes verdaderos. Poseemos estas mismas riquezas espirituales. Hemos sido colmados de riquezas espirituales, de poder, de fuerza, porque estamos en Cristo. Él es nuestra vida, Él es nuestra cabeza y nosotros somos Su cuerpo. Entonces, estamos conectados con Cristo en esa unidad, esa unidad espiritual.

Conforme usted llega al capítulo 2, Pablo dice que todos comenzamos en la misma condición: “Estábamos muertos en delitos y pecados; estábamos caminando conforme a la corriente de este mundo; estábamos bajo la influencia demoníaca y satánica. Pero todos fuimos salvos por gracia mediante la fe, no por obras, sino que fuimos salvos para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”.

Así que, todos comenzamos con las mismas bendiciones espirituales; todos llegamos a involucrarnos con estas bendiciones, a recibir estas bendiciones, cuando fuimos salvos por la gracia divina de Dios a través de la fe. Ahora, nos hemos vuelto de Cristo, y Cristo es nuestro; y nosotros estamos en Él, y Él está en nosotros. Somos Su cuerpo. Hemos, básicamente, sido creados de nuevo para buenas obras que Dios ordenó de antemano para que anduviésemos en ellas. Y le dije cuando repasamos ese pasaje que, así como su glorificación era un asunto de elección divina, también lo era su santificación.

Conforme avanzamos en el capítulo 2, encontramos, nuevamente celebrando nuestra unidad, que todos los creyentes, sean judíos o gentiles, son un solo hombre nuevo. No importa cuál sea su grupo étnico; todos somos un hombre nuevo. Somos conciudadanos. Todos somos miembros de la casa de Dios, la familia de Dios. Somos un edificio. Somos un templo santo para el Señor. Juntos somos edificados para morada de Dios en el Espíritu. También dice eso en el capítulo 2. De nuevo, todas estas cosas marcan nuestra unidad.

Y después en el capítulo 3, leemos que somos: “Coherederos, miembros del mismo cuerpo, copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio”. Y que colectivamente juntos, versículo 19 del capítulo 3: “Somos llenos de toda la plenitud de Dios”, para que, versículo 21, Dios pueda ser glorificado “en la iglesia en Cristo Jesús” la iglesia manifiesta su redención “a todas las generaciones por siglos de los siglos.”

Así que Pablo ha estado cubriendo estos tres capítulos, inundándonos de todas nuestras bendiciones espirituales, y la idea es ayudarnos a entender que todos tenemos las mismas bendiciones. Todos somos uno. Y eso surge, como leí hace un momento, en los versículos 4 al 6, donde Pablo vuelve a los fundamentos de nuestra fe: “Un cuerpo, un espíritu, una esperanza de su llamado, un Señor, una fe, un bautismo, y un solo Dios y Padre”. Todo esto es un ruego a la unidad en la iglesia. Pero incluso con todos estos ruegos, hay unas actitudes necesarias y algunas dinámicas espirituales necesarias que deben estar operando en una iglesia para cumplir con este llamado. Y eso es lo que encontramos en este pasaje que tenemos frente a nosotros.

Primero, está el llamado a andar dignamente. Vea el versículo 1: “Yo pues, preso en el Señor”—él era en realidad un prisionero cuando estaba escribiendo esto—“Preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados.” Vimos eso hace un par de semanas atrás, el llamado a andar dignamente. La palabra “digno” es ἀξίως (axiōs); significa equivalente. En otras palabras, nuestra conducta debe coincidir con nuestras convicciones, nuestro deber debe coincidir con nuestra doctrina, nuestro comportamiento debe coincidir con nuestra creencia. Esta es la vida cristiana elemental. Si usted dice que pertenece al Señor, debe caminar como Él camina.

Este es un mensaje que Pablo nos está dando aquí mismo. Él nos está rogando porque “andemos de una manera digna del llamado al que somos llamados”. Esta es una realidad tan común, esto es tan básico, que Pablo lo repite con frecuencia en sus epístolas. Permítanme darles ilustraciones.

Filipenses 1:27: “Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo”. ¿Y cómo se ve eso? “Para que estéis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio”. De nuevo, si usted va a estar viviendo la transformación que Dios ha llevado a cabo en su interior, si usted va a caminar de una manera digna, usted va a estar manifestándose en un solo espíritu, con una mente, esforzándose juntos por la fe. En otras palabras, habrá unidad.

En Colosenses, él dice cosas similares —diferente orden de palabras, pero exactamente el mismo mensaje. Colosenses 1:10: “Para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, dando fruto en toda buena obra y creciendo en el conocimiento de Dios; fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad; con gozo dando gracias al Padre, que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz”. Y de nuevo, dice: “Andad como es digno del Señor”, lo cual significa “agradándole en todo”.

En su carta a los Tesalonicenses, 1 Tesalonicenses capítulo 2 y versículo 12, él dice: “Para que anduvieseis como es digno de Dios, que os llamó a su reino y gloria”. Esta es nuevamente la percepción básica de la vida cristiana. Camine consistentemente con su llamado. Básicamente, deje que su vida coincida con lo que Dios ha hecho por usted y en usted.

Es un llamado elevado; hemos dicho eso. La Escritura lo llama un alto llamado. Es un llamado santo. Es un llamado celestial. Y por llamado, nos referimos a un llamado real, en donde Dios soberanamente nos llama de las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida, de la mentira a la verdad. Es el llamado salvador, eficaz, donde el Señor despierta al pecador muerto y le da vida. Entonces, si eso ha sucedido en su vida y ha sido llamado por Dios, Pablo dice que debe andar o caminar de una manera que es consistente con ese llamado.

Esta es la realidad básica de la vida de todo cristiano. Lo que usted es en posición, lo que usted es en posesión, usted necesita serlo en conducta. Cualquier otra cosa que no sea eso es hipocresía, y cualquier otra cosa que no sea eso, claro, paraliza el mensaje del poder salvador, porque no demuestra esa transformación al mundo si la gente es hipócrita. Y de nuevo, tenemos que regresar al hecho de que la unidad de la iglesia es el testimonio más grande de la iglesia, y sin embargo, parece ser lo más difícil de ver cumplido.

Así que el llamado a un andar digno, lo explicamos. Conforme usted llega al versículo 2, vemos las características de esta vida digna o este caminar digno. Y las características pueden ser un poco sorprendentes porque dado que este es un llamamiento tan elevado, un llamamiento celestial, un llamamiento santo, lo que el Señor quiere de nosotros es humildad. Versículo 2: “Con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz”.

De nuevo, la meta es siempre unidad del Espíritu; ese es el testimonio demostrado del poder transformador del evangelio. Pero para llegar a esa unidad, tienen que haber algunas virtudes que se manifiestan y que se establecen como prioridades en la vida de todo cristiano. Y observe en el versículo 2, y quiero tomarme un poco de tiempo con esto, porque esto es lo que es esencial para ser un cristiano en la iglesia, de tal manera que la iglesia se vuelve una y su testimonio es claro —“con toda humildad”. Los cristianos inventaron esta palabra. Literalmente, la palabra significa pensar de manera baja de usted mismo, pensar de manera baja de usted mismo. Eso está muy lejos de los intereses del mundo inconverso. De hecho, tal palabra no existía en el griego clásico. Aparentemente, los cristianos acuñaron esta palabra porque pensar de manera baja de usted mismo era lo último que la cultura griega quería defender como virtud.

Diríamos lo mismo en nuestra cultura actual, como lo serían casi todas las culturas a lo largo de la historia humana. Se supone que usted debe tener un alto concepto de usted mismo, promoverse a sí mismo, porque, por supuesto, en su condición caída, la soberbia es la posición predeterminada de todo pecador humano. Pero a los cristianos se les ha ocurrido esto: en virtud del diseño de Dios y la revelación de Dios, debemos ser definidos por toda humildad, no solo, una parte, sino por toda humildad. Esta es la virtud de la persona que está consciente de su propia indignidad y debilidad. En otras palabras, para caminar de manera digna debe reconocer que es indigno.

En Hechos 20, y versículo 19, Pablo describió lo que él hizo como: “Servir al Señor con toda humildad”. Así que él está transmitiendo lo él de hecho estaba haciendo. Él no solo es el maestro; él es el ejemplo, “sirviendo al Señor con toda humildad”. Y usted pensaría que si usted fuera el apóstol Pablo y tuvieras sus credenciales: usted es un apóstol, sí. Usted ha tenido por lo menos cuatro visiones de Cristo, y nadie más tuvo ninguna. Usted tuvo un viaje al cielo y de regreso. Usted ha sido usado más que cualquier ser humano en la historia. Usted ha llevado el evangelio a los gentiles; usted es el apóstol de los gentiles. Usted ha sido marcado con honor. Casi todos en el mundo gentil que eran creyentes, eran creyentes debido a la influencia de él. Usted pensaría que para el apóstol Pablo habría una tendencia a tener una alta opinión de sí mismo; y, humanamente hablando, usted tendría razón en pensar eso. Esa es una cantidad tremenda de éxito, una cantidad tremenda de éxito espiritual. Así que el Señor tuvo que mitigar eso en su vida.

Vaya a 2 Corintios capítulo 4, y escuche lo que Pablo dice en el versículo 5: “No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros esclavos por amor de Jesús”. Ahora, eso es lo más bajo que usted puede llegar. El llamado alto de Pablo, el llamado apostólico de Pablo, el llamado misionero, todavía tenía que tener la percepción de que él era un esclavo de Cristo y un esclavo de aquellos a quienes él ministraba. De hecho, en el versículo 7, él dice: “Tenemos este tesoro en vasos de barro”, el tesoro significa la gloria del evangelio que resplandece en el rostro de Cristo. Y él dice: “Soy una vasija de barro”, “para que la excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros”.

Pablo nunca será la explicación de su éxito espiritual. De hecho, en el versículo 8: “Que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos. Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De manera que la muerte actúa en nosotros, y en vosotros la vida.”

La vida de él fue solo una exposición constante a la muerte, a la hostilidad, a los enemigos. Fue algo aplastante, pero no, no apagó la luz; no intimidó el espíritu de él. Y es por eso que él dice las cosas que dice: “Estoy completamente comprometido, hasta la muerte, si fuera necesario. Así que, la muerte actúe en nosotros si la vida puede actuar en ustedes”. Entonces, hay una humildad inmensa en ese reconocimiento de que usted es desechable, de que usted es prescindible, que usted necesita verse a sí mismo con un sentido de indignidad.

En el capítulo 12 de 2 Corintios, quizás quiera ver eso, Pablo, al principio del capítulo, habla de su viaje al cielo y de todas las visiones y todas las revelaciones que él tuvo. Pero él llega al versículo 7, y leemos esto: “Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera”. Este es el apóstol Pablo, quien tenía las credenciales más preeminentes de cualquier persona en el Nuevo Testamento, fuera de nuestro Señor mismo. Y en su condición caída y en su reconocimiento de su propia pecaminosidad, él sabía que él estaba tentado a ensoberbecerse debido a su éxito espiritual y sus logros espirituales.

Y tal vez estaban esas expresiones de soberbia, porque el Señor tiene que hacer algo para humillarlo. Y dice en el versículo 7 que “para que la grandeza de las revelaciones, por esta razón, para que no me exaltase, me fue dado un aguijón en la carne”. “Espina”, no como en un rosal, pero en realidad significa la punta de una lanza. El Señor literalmente tomó una lanza y la pasó a través de su carne, que de otra manera sería soberbia. ¿Qué fue eso? ¿Qué era ese instrumento tortura? ¿Qué fue ese tormento clavado en su carne? Él dice: “Un mensajero de Satanás que me abofetee”.

¿Qué es un mensajero de Satanás? Bueno, esa palabra se usa: “mensajero" se usa muchas, muchas, muchas veces en el Nuevo Testamento. Siempre significa una persona. No significa malaria o enfermedad de los ojos, o cosas por el estilo que algunas personas han dicho. Es una persona; es una persona. En este caso, podría ser una persona humana, porque angelos se usa, al menos en Apocalipsis, para referirse a una persona humana. Pero es mejor entenderlo: es la palabra angelos, entonces, ¿qué es un angelos satánico? Eso es un demonio. Y creo que está hablando del demonio que estaba liderando la oposición a la iglesia en Corinto y destrozando su trabajo allí.

Pablo estaba desconsolado por el hecho de que él se había ido después de un esfuerzo inmenso allí, y los falsos maestros habían venido, poseídos por demonios, para destruir el ministerio de él. Estaban diciendo cosas terribles sobre él. Eran brutales y despiadados. Dijeron que él estaba en esto por los favores de las mujeres y para ganar dinero, y que había mentido sobre sus credenciales. Inventaron todo lo posible, y esto estaba dañando a la iglesia que él tanto amaba. Este fue su dolor más profundo, porque en el capítulo 11 dice: “Puedo soportar el dolor físico. Lo que me cuesta es el cuidado de las iglesias, porque quién es débil y no siento el dolor; ¿Quién peca y yo no siento la agonía?”

Entonces, lo que estaba pasando en la iglesia fue una experiencia tormentosa para él. Él usa el término “tormento”. ¿Por qué permitiría el Señor que un falso maestro poseído por un demonio dañara a una iglesia? Para humillar a Pablo. Esa es una realidad impresionante. No sea que este sea una especie de realidad aislada, recuerde que Jesús le dijo a Pedro en Lucas 22: “Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo. Y él va a hacer eso; Le estoy dando permiso para hacer eso. Y cuando termine y estés convertido, podrás fortalecer a los hermanos”.

Hay momentos en los que el Señor suelta a Satanás sobre uno de los suyos para humillarlo. Hay momentos en los que Dios manda a las fuerzas demoníacas, porque están bajo Su mando, que sean el instrumento de la humillación de un predicador como Pablo. Así de importante es la humildad. Así de importante es la humildad. Les digo esto a los ministros todo el tiempo: “Sométanse su sufrimiento, sométanse a sus desilusiones, sométanse a sus fracasos, porque en esa sujeción encontrarán su mayor crecimiento y utilidad espiritual”.

Así que Pablo ora, en el versículo 8, tres veces para que el Señor saque esa influencia poseída por demonios de la iglesia en Corinto. Y el Señor le dice: “Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. Este es el principio divino que quiero que vea: “No; Les voy a dar la gracia suficiente para soportarlo, y producirá en ustedes desconfianza y debilidad que los hará dependientes de Mí”.

Hay tantas personas que son demasiado fuertes para ser útiles, tan pocas que son lo suficientemente débiles para ser útiles. Pablo era humilde; y en donde él no era humilde, fue humillado de una manera muy épica. Pero aprendió una lección, versículo 9: “De buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo”. Así que ahí es donde comienza la vida cristiana: con su reconocimiento de su debilidad, su debilidad.

Pero hay demasiada predicación falsa en estos días que trata de elevar a las personas, diciéndoles que debido a que son hijos de Dios, deben pensar de sí mismos de alguna manera elevada. Eso es absolutamente lo contrario de lo que diría la Escritura. Pablo se llama a sí mismo el primero de los pecadores. Pablo dice: “No hago lo que quiero hacer, hago lo que no quiero hacer. Soy un hombre miserable”. Este es el tipo de humildad que es honesta, y no es lo que el mundo exalta o eleva, pero es el cimiento de toda la vida cristiana.

Regrese a Mateo 5 por un momento. En Mateo 5, nuestro Señor comienza el Sermón del Monte y está invitando a la gente a Su reino. Y observe la naturaleza de aquellos que serán recibidos, versículo 3, Mateo 5: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”. Intuitivamente, usted podría decir: “Bienaventurados los ricos en espíritu, benditos los superespirituales, benditos los altamente educados”, lo que sea. Pero es todo lo contrario: “Bienaventurados los pobres en espíritu”. Quiere decir espiritualmente en bancarrota. Bienaventurados los que no tienen nada que ofrecer. Así es como llega al reino: con una mano vacía.

De hecho, usted no solo está en bancarrota en su espíritu, sino que, versículo 4, “Bienaventurados los que lloran”, ellos son los que van a ser consolados. Están llorando por su insuficiencia e indignidad.

Y luego, en el versículo 5, son los gentiles, o los mansos, que no se valoran a sí mismos. Ellos son los que heredan la tierra. Y luego, se les describe como “los que tienen hambre y sed de justicia”, lo que significa que saben que no la tienen, pero son los que están “satisfechos”. Ellos son “los misericordiosos” que “recibirán misericordia”. Ellos son “los limpios de corazón” que “verán a Dios”. Ellos son “los pacificadores”, no los alborotadores; ellos son los que, en el versículo 10, son “perseguidos”: “Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros”.

No es nada nuevo que el pueblo de Dios sea denigrado, maltratado y perseguido. Lo que hace es simplemente humillar el corazón. Y Pablo está tratando de llevarnos al lugar en el que no miramos nuestras propias cosas, sino las cosas de los demás, en donde nos humillamos a nosotros mismos.

De nuevo, esta es la actitud de cimiento en la vida cristiana. 1 Pedro 5:5: “Revestíos de humildad”. No es solo una prenda de vestir; es la bata. “Revestíos de humildad, porque Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes”.

Cuando hablamos de humildad, ¿de qué estamos hablando? Bueno, creo que hay tres cosas que simplemente le ayudarán a ver lo que la humildad percibe esencialmente. Número uno, conciencia de uno mismo, conciencia de uno mismo. Una persona humilde está consciente de sus propias limitaciones, sus propios límites, sus propias competencias e incompetencias, sus propias debilidades, sus propios pecados. Conciencia de uno mismo: usted comienza al ser honesto con usted mismo. Y escucha a Pablo decir: “Soy el primero de los pecadores”, o lo escucha decir: “No hago lo que quiero hacer; hago lo que no quiero hacer”. Soy un hombre miserable. Pablo está declarando su indignidad. Entonces, el andar digno es el andar de alguien que está convencido de que es indigno. Honestidad acerca de usted mismo porque, como dijimos, la posición automática de los pecadores caídos es sobreestimarse a sí mismos; y la soberbia es el pecado dominante automático.

De vez en cuando, me gusta leer al psicólogo Jordan Peterson porque creo que tiene algunas ideas prácticas increíbles. Y le encanta enfrentarse con los alumnos universitarios que le dicen que quieren cambiar el mundo. Cuando les pregunta qué les gustaría hacer, es posible que digan: "Terminar con el calentamiento global". Podrían decir: “Terminar con la pobreza. Terminar con el tráfico sexual. Acabar con las drogas. Eliminar el crimen”. Tienen estas ideologías grandiosas; quieren tener un gran impacto en la sociedad; quieren arreglar el mundo. Y me encanta cómo responde a eso. Él dice: “Bueno, ¿por qué no empiezas por arreglar tu propia vida? Ese es un desafío lo suficientemente grande. Y podrías descubrir que nunca podrás hacerlo en toda tu vida, pero es un buen lugar para comenzar. Antes de arreglar el mundo, arregla lo que está mal contigo. Ese es un gran desafío”.

Digo, de vez en cuando todo se reduce a algo como esto: “Vas a cambiar el mundo, pero ni siquiera puedes seguir una dieta. ¿En serio? Quizás puedas empezar por limpiar tu habitación. Y después, cuando te arregles, arregla a tu familia. ¿Quieres un trabajo? Olvida el mundo; solo trata de arreglar tu familia. Quizás deberías empezar por ahí.

Es absurdo que la gente piensa que puede dejar sus propias debilidades e incapacidades donde están y de alguna manera, con todas esas debilidades nunca solucionadas, pueden hacer un cambio en el mundo entero. Usted tiene que comenzar a ser honesto acerca de su propia debilidad porque eso lo arroja a usted a la misericordia del Señor, ¿no es así? Por eso viene con una actitud de bienaventuranza. Por eso usted vive la vida cristiana con toda humildad. La humildad dice: “No soy digno. No soy capaz. No soy capaz. Entiendo eso. Entonces, sea cual sea el sufrimiento que el Señor traiga a mi vida, quiero someterme a ese sufrimiento. Lo que sea que Él esté haciendo para refinarme y quebrantar mi confianza en mí mismo, quiero someterme a eso porque es solo cuando soy débil que soy fuerte. Cuando me salgo del camino y confío en Él, entonces hay fuerza verdadera”. Así que comienza con una conciencia de uno mismo honesta.

Y después, en segundo lugar, diría que es una conciencia de Cristo. Cuando usted está sobreestimando su importancia, su valor, lo competente que es usted, probablemente se ha estado buscando comparar con alguien menos que usted, probablemente no con Cristo. Pero a medida que usted ve la gloria de Cristo, y conforme lo ve usted por lo que Él es, usted se vuelve más y más pequeño. Juan el Bautista dijo: “Él debe crecer, y yo debo disminuir”.

Y después, también es una visión de Dios, como Isaías 6. Isaías, quien es el profeta, ve a Dios; y habiendo visto a Dios, coloca una maldición sobre sí mismo y dice que es un hombre de boca sucia, y pronuncia juicio sobre sí mismo. Entonces, la humildad viene de una evaluación honesta de usted mismo y una visión verdadera de Cristo y una visión verdadera de Dios. Y entre más pura sea la visión de usted mismo y de su Señor y de Dios, más útil se volverá usted.

En Jeremías 9:23 y 24, Jeremías escribió esto: “Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Más alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová”. Si usted se va a gloriar, gloríese en el Señor. Eso es lo que estamos buscando aquí.

Así que esto es humildad. Pero hablamos de eso la última vez, así que pasemos a la siguiente palabra, y la siguiente palabra será suficiente para ocuparnos por unos minutos más: “Mansedumbre”. Usted podrá decir: "Bueno, lo entiendo", pero probablemente no. Ahora escuche, esto es elemental, ¿verdad? Hemos visto tres capítulos de doctrina, una presentación de doctrina increíble y abundante, y ahora se supone que debemos andar como es digno. Se supone que debemos hacer coincidir nuestro vivir con nuestra doctrina. Y él nos da estas palabras muy simples: “con toda humildad y mansedumbre”. Así que más vale que sepamos lo que significan.

Qué es la gentileza o algunas traducciones la traducen mansedumbre, πρᾳΰτης (prautes) en griego significa suave o gentil. Entonces, la mansedumbre está bien, funciona bien, gentileza está bien, es tierno de corazón. El lado negativo, sin espíritu de venganza, sin espíritu de vengarse, sin amargura, sin enojo hostil, sin afirmaciones de enojo, es gentileza, ser gentil. Algunas veces la palabra era usada para describir una medicina suave en tiempos antiguos, otras veces se usaba para describir una brisa agradable y otras veces era usada para describir a un potro joven que había sido quebrantado en donde no estaba domado y ahora se había vuelto dócil, gentil y su poder podía ser canalizado de una manera productiva.

El griego secular se usa de personas que son suaves o amigables o gentiles o agradables; en contraste a personas duras, ásperas, difíciles, violentas, enojonas. Es una virtud piadosa. Es una virtud piadosa. Es usada 12 veces en el Nuevo Testamento, la vimos ahí en Mateo 5:5: “Bienaventurados los mansos o los gentiles”. La vemos en Gálatas 5:23, en donde aparece como parte del fruto del espíritu. Mansedumbre, la vemos en 1 Timoteo 6:11 como una virtud de un nombre de Dios que es marcado por su mansedumbre.

Y de nuevo, podría haber personas que piensan: “Bueno, esto es debilidad. ¿Cómo puede ser un líder fuerte y ser gentil?”. Usted puede si entiende este término. Y creo que una de las mejores maneras de entenderlo es verlo definido como poder bajo control. No se refiere a impotencia o falta de poder o falta de valentía. Y es un resultado de la humildad. Si usted es una persona humilde, podría tener poder inmenso, podría tener capacidades inmensas, podría tener competencias inmensas, podría ser inmensamente competente, podría ser una fuerza inmensa. Pero si usted es humilde, de pronto usted es transformado en alguien que es gentil. Porque este es un producto de humillación personal. Este es un producto de vaciarse uno mismo. Este es el producto de una voluntad quebrantada. De nuevo, no significa débil, no significa impotente, no significa cobarde. Lo que significa es que sus poderes, los de usted, que son formidables en Cristo, están bajo el control de la voluntad de Dios y el Espíritu Santo.

Proverbios dice en Proverbios 25:28: “Como ciudad derribada y sin muro es el hombre cuyo espíritu no tiene rienda”. Por otro lado, Proverbios 16:32 dice: “Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte y el que se enseñorea de su espíritu que el que toma una ciudad”. La mansedumbre significa que usted tiene dominio propio. Hay una mansedumbre. Hay una gentileza y permítame ver si puedo definirlo en algunas maneras específicas al darle algunas ilustraciones específicas. La mejor, Jesús dijo, Mateo 11:29: “Venid a mí y aprended de mí porque yo soy –¿qué?– manso y humilde”, yo soy gentil y humilde. Entonces, si usted está buscando una ilustración de cómo se ve la gentileza y la humildad, no vaya más lejos de Jesús. ¿Fue Él débil? ¿Fue Él cobarde? ¿Le faltaron a Él convicciones? No.

Pero el apóstol Pablo dice en 2 Corintios 10:1, que necesitamos seguir la mansedumbre de Cristo, la mansedumbre, la gentileza de Cristo. ¿Cómo es posible que incluso podemos ver a Jesús de esa manera? Después de todo, Él destrozó el sistema del templo dos veces, una vez al principio de Su ministerio y una vez al final. Él condenó a los hipócritas, a los líderes de Israel. Él desató juicio sobre sus cabezas.

No hay un Cristo cobarde. Eso es inconcebible. Él estuvo de pie sin temor delante de una multitud que quería apedrearlo y desapareció. Y después, Él tomó látigos para limpiar el templo cuando la casa de Su padre había sido contaminada. Sin embargo, la Biblia dice que Él fue manso. Él es el modelo de mansedumbre. Abnegación total. ¿Cómo es esto posible, ser tanto manso como también una fuerza de esa magnitud contra la maldad? Y la respuesta es ésta: que Jesús nunca usó Su poder para defenderse a sí mismo. Él nunca usó Su poder para defenderse a sí mismo. Él usó Su poder para defender a Su Padre, la reputación de Su Padre y la casa de Su Padre. “Han tomado la casa de mi Padre, la cuál es casa de oración y la han convertido en una cueva de ladrones”.

Cuando usted piensa en la encarnación de Cristo, sé que usted entiende que Él se volvió hombre. Él se volvió verdaderamente hombre. Usted ve gran parte humana de eso en su vida, claro, pero creo que tendemos a pasar por alto la característica única de la gentileza. Que, por un lado, es ser ardientemente defensivo de Dios y no de uno mismo.

Para Él Su Padre importaba. Su Padre importaba. Para Él, Isaías 53, Él fue oprimido y afligido; sin embargo, Él no abrió –¿qué?– Su boca. Él no abrió Su boca. Él fue como una oveja callada ante los que lo trasquilaban. Él tuvo poder, pero Él nunca lo uso para sí mismo. Usted no encuentra eso. Él siempre estuvo humillándose a sí mismo. Recibiendo las cargas. Llevando las cargas, llevando la hostilidad, el odio ardiente y siendo ardientemente leal a Su Padre, y Él es nuestro modelo de cómo se ve la mansedumbre. Usted defiende a Dios, usted defiende Su reino, usted defiende Su verdad, usted no se defiende a sí mismo.

Ese es el poder que está bajo control. Sabe, como una persona que conoce la palabra de Dios, usted tiene mucho poder. Usted podría usar su conocimiento de la Escritura con cierta fuerza seria y yo también. Usted puede usar la espada del Espíritu para cortar y rebanar y picar; y eso es lo que hace. Y usted puede usarla para defenderse a sí mismo, y usted puede volverse una persona que corta, que domina, que se excede en su autoridad, que se defiende a sí misma. Y si todo tiene que ver con usted, entonces usted no ha entendido los elementos básicos de la vida cristiana: mansedumbre. Me voy a levantar a pelear para defender al Señor, para defender a Cristo, para defender al Espíritu Santo. No uso el poder para defenderme a mí mismo contra alguien que me acusa de manera falsa.

La mansedumbre es ese poder bajo control, usado sólo en el momento correcto y en la ocasión correcta, para la extensión o la duración correcta ante la causa correcta. Una ilustración de eso, de regreso en 1 Samuel 24. Saúl está cazando a David; él tiene unos cuantos miles de hombres, él está tratando de encontrar a David para que pueda eliminarlo porque él es una amenaza a su trono. Están ahí en Engedi, el cual es el manantial de las cabras ahí por el Mar Muerto, y David y sus hombres están en una cueva. Y Saúl y sus hombres vienen, y dicen, en 1 Samuel 24, que Saúl entró en la cueva para atender a sus necesidades - la cueva misma donde David y sus hombres estaban escondiéndose. Los hombres inmediatamente pensaron: “Aquí está. Aquí está. Con un movimiento de una espada, Saúl está muerto y David está libre del que quiere matarlo”.

David pudo haber matado a Saúl ahí, hubiera tomado el trono que realmente le pertenecía a él. Y animaron a David a hacerlo, pero él no quiso hacerlo. Él solo cortó un pedazo de la túnica de Saúl y se quedó con ese pedazo. Él tenía el poder para quitar una vida. Y quizás tenía el derecho de quitar una vida porque él era el rey escogido por Dios. Pero ese poder estaba bajo control, y el elemento controlador era la voluntad de Dios, la voluntad de Dios. Él siguió a Saúl ahí afuera de la cueva, le mostró el pedazo, y le dijo, "Yo no voy a tocar al ungido de Jehová".

Con todo el poder que un creyente tiene -el poder de la verdad y el poder del Espíritu– no debemos usarlo como si fuera nuestro, para la defensa de nosotros mismos. Recuerde lo que Pablo dijo: "El poder se perfecciona en" –¿qué?– "en debilidad". Entonces, prefiero enfrentar persecuciones y sufrimiento. Usted no debe defenderse a sí mismo, porque cuando usted está en tiempos difíciles, ahí es cuando Dios lleva a cabo Su mejor trabajo en moldearlo a usted.

Segunda de Samuel 16, el hijo de David, Absalón, se apoderó del reino y forzó a su padre para que huyera al desierto. Uno de los hombres de Saúl, Simei, maldijo a David. Entonces, la gente de David dijo: "¡Déjame cortarle la cabeza!". Y David dijo: "Déjenlo". Él tenía el poder, él tenía la oportunidad; pero él no se vengó porque, como leí en Romanos: "Mía es la venganza", dice el Señor.

Saúl podría haber venido y haber matado a David si los papeles se hubieran invertido, pero David no quería dañar a Saúl. Él tuvo el poder, pero estuvo bajo control, y nunca fue usado para él. Y Jesús tuvo el poder. Él dijo esto: "Si yo le pido a mi Padre, Él enviaría doce legiones de ángeles para liberarme, y ustedes no podrían hacer nada". Pero no lo hizo porque en la voluntad de Dios, el sufrimiento era el propósito divino.

En Números 12, versículo 3, dice acerca de Moisés: "El hombre Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la faz de la tierra." ¿Usted piensa en Moisés como alguien gentil, manso, más que cualquier otra persona en la tierra? Él no tenía miedo, él era osado, él era valiente, él era poderoso, él era fuerte, él confrontaba. Él estuvo cara a cara con Faraón y dijo: "Deja ir a mi pueblo". Él bajó del monte, rompió las tablas de piedra en furia por la idolatría y causó una matanza de los idólatras ahí en el campamento de Israel. Moisés fue una fuerza para la defensa de Dios. Pero por sí mismo, ustedes recuerdan Éxodo 3, él dice: "Tú no me quieres; yo-yo-yo-yo-yo-yo-yo-yo-yo-yo tartamudeo". Pero lo que tenía era la vara de Dios.

Entonces, esta es una virtud que va junto con la humildad. En donde, como creyentes, no estamos concentrados en defendernos a nosotros mismos porque si estamos todos ocupados defendiéndonos a nosotros mismos, no puede haber unidad porque no estamos mirando por las cosas de los otros, estamos demasiado inmersos en nuestros propios asuntos. Sigue el patrón de Cristo.

¿Experimenta usted ese tipo de control? ¿Está controlado su enojo? ¿Su defensa de usted mismo es común o guarda su enojo para cosas santas -una indignación justa? ¿Usted se enoja solo cuando Dios es deshonrado, su Palabra es deshonrada? ¿Busca siempre usted hacer la paz, no causar problemas, no caer en chismes, simplemente perdón, y restauración? ¿Responde usted a la Palabra humildemente, en mansedumbre? ¿Recibe usted la intromisión y la instrucción y ama a la gente que está en desacuerdo con usted? Esto es poder bajo control.

Y la pregunta final es: "¿Se levanta usted para defender a su Salvador y a su Dios y la verdad de Él?" Porque ahí es cuando usted debe expresar ese poder. Juan Bunyan lo dijo de manera simple. Él dijo: "El que ya está caído no necesita temer la caída". Una persona mansa no se ensoberbece de sí misma, no tiene nada de que jactarse, no demanda nada, no se protege a sí misma, no se defiende a sí misma, no tiene lástima de sí misma. Es terminar con usted mismo de manera total. Y ese es el gemelo de la humildad.

Lo resume cuando usted lee cómo nuestro Señor respondió a Su maltrato. 1 Pedro 2:21: "Pues para esto fuisteis llamados, porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo para que sigáis sus pisadas”. Ahora mire, Cristo murió como un sustituto, pero Él también murió como un ejemplo. ¿Y qué significa eso? "Siga sus pasos, el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca" –entonces Él no mereció el maltrato que recibió. Si no que "cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente."

Jesús puso el ejemplo: Usted no debe vengarse, usted debe sufrir de manera justa y dejar la venganza en Dios. Este es el tipo de humildad y gentileza que lleva a la unidad verdadera en la iglesia. Nunca piense que usted debe salirse con la suya; usted debe siempre buscar que Dios se salga con la suya.

Padre, Te agradecemos por Tu verdad y Tu Palabra. Y aunque este es un concepto simple, por un lado, por otro lado, no es una realidad porque todavía tenemos la lucha del pecado que permanece dentro de nosotros. Así que Te pedimos que nos concedas la humildad y la gentileza que es el fruto del Espíritu.

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