Abra su Biblia en Santiago capítulo 1. Estaremos estudiando los versículos 13 al 18. Santiago 1:13 al 18. Si no terminamos todos estos versículos en esta noche, probablemente cubriremos la parte que nos quede el próximo domingo por la noche, cuando también estaremos teniendo un tiempo de alabanza. Y de alguna manera, lo vamos a coordinar para que sea una tarde maravillosa si el Señor quiere que nos tomemos más tiempo.
Observe su Biblia conforme le veo los versículos 13 al 18. “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni Él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte. Amados hermanos míos, no erréis. Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación. Él, de Su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de Sus criaturas.”
Al llegar a este texto, permítame pedirle que vea el versículo 14. Comienza con estas palabras “cuando alguno es tentado.” Todos nosotros podemos dar testimonio de la veracidad de esa afirmación. Toda persona es tentada. La tentación es la experiencia común de todo ser humano. No cristiano o cristiano. Pablo dice en 1 Corintios 10 que las tentaciones son comunes al hombre.
Un escritor antiguo dijo que inclusive cuando somos salvos, debemos recordar que nuestro bautismo no ahogó nuestra carne. La tentación es común a todo hombre. Todo hombre es tentado. Todos, entonces, enfrentamos la batalla de la tentación. Y la manera en la que la enfrentamos es una marca de la legitimidad de nuestra fe o la ausencia de la verdadera fe salvadora.
Así como la manera en la que enfrentamos las pruebas y respondemos a ellas en los versículos 2 al 12 fue vista como una prueba de fe genuina, así también la manera en la que enfrentamos la tentación también es una prueba de fe genuina.
Es normal para la gente no redimida el no aceptar la responsabilidad por su propia pecaminosidad. Cuando se ven tentados y pecan, es típico para ellos culpar a alguien más. Los niños llegan al mundo rehusándose a aceptar la responsabilidad por su conducta. La primera vez que usted reprende a su pequeño niño por algo, su reacción inicial, automática es decir “no lo hice,” “no fue mi culpa,” “pero no entiendes.”
Aceptar la responsabilidad total por la debilidad y la tentación no es algo que los hombres hacen muy bien. Los hijos evaden la culpabilidad de su propia culpa y llegan a ser adultos que prácticamente hacen lo mismo.
En este pasaje, Santiago está diciendo que la manera en la que usted responde a la tentación y a quién usted culpa es otra indicación de la legitimidad de su fe salvadora o la ausencia de la misma.
Ahora, en un sentido el cambio de los versículos 12 al 13 es un cambio rápido para Santiago. Él había estado hablando de las pruebas. Él había estado usando el mismo verbo, peirazō, el mismo nombre, peirasmos, el cual significa pruebas o tribulaciones. Él había estado usando esa misma palabra para hablar de las pruebas que el Señor permite que vengan a nuestra vida para hacernos fuertes. Él acaba de decir que las personas que soporta esas pruebas es bendecida. Esas pruebas, aprendimos, son circunstancias externas que prueban nuestra fe, que producen crecimiento espiritual.
Pero esas pruebas también pueden convertirse en tentaciones. Y en lugar de ser un medio de crecimiento espiritual, pueden convertirse en una fuente de solicitud a la maldad. Toda situación difícil que viene a mi vida o me fortalece porque obedezco a Dios y permanezco confiando en Su cuidado y confiando en Su poder y entonces, o crezco, o me veo tentado a dudar de Dios, negar Su palabra, desobedecer, hacer lo que es práctico. Y de esta manera, he caído y me he vuelto presa a la solicitud a hacer el mal.
La misma palabra que significa una incitación a la maldad es también usada para hablar de una prueba. La diferencia es cómo responde a la misma. Si usted responde a una prueba con obediencia, entonces descubrirá que es un medio para crecer espiritualmente. Si usted responde a una prueba con desobediencia, se ha convertido en una tentación y usted se ha vuelto presa de ella. Toda prueba tiene el potencial de volverse en una tentación dependiendo de nuestra respuesta.
Entonces, Santiago hace este cambio de las pruebas que nos llevan a crecimiento y bendición a tentaciones, que llevan al pecado y a la muerte. Toda situación en la vida que enfrentamos, entonces, nos provee con una decisión. De hecho, demanda una decisión. Perseveraré, avanzaré en fe en Dios al obedecer Su palabra o escucharé la voz que sugiere cuál es el camino fácil de salir, el cual es la desobediencia; y caigo en pecado.
Ahora, si caigo en pecado, ¿quién tiene la culpa? ¿Es la culpa de Dios, quien trae las pruebas o las permite? ¿Es la culpa de mis circunstancias? ¿Es la culpa de que yo fui criado por Dios como soy y no puedo evitarlo? ¿Quién tiene la culpa? Si Dios trae las pruebas, ¿acaso Él entonces es responsable cuando se vuelven tentaciones?
Este tema de quién tiene la culpa en la tentación por el pecado es el corazón de este pasaje. Y es algo esencial porque realmente es algo tan antiguo como el pecado.
Abra su Biblia en Génesis, capítulo 3. Génesis, capítulo 3. Conforme llegamos al versículo 11, Adán y Eva ya cayeron en pecado y son confrontados por Dios. Y Dios le habla a Adán en el versículo 9: “… y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí.” Él nunca antes había hecho eso, pero había participado en el pecado y tenía miedo de enfrentar a una deidad infinitamente Santa. Y entonces, se estaba escondiendo.
Y versículo 11: “Y Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo?” De pronto tienen una conciencia de sí mismo que nunca antes había tenido. “¿Has comido del árbol de que Yo te mandé no comieses?” Escuchen al hombre. Todo lo que tendría que haber respondido era sí, lo hice. “Y el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí.” ¿Quien tuvo la culpa? Bueno, él sugiere que la tuvo la mujer. Digo, después de todo él se fue a dormir una noche y nunca antes había visto a una mujer en su vida; y despertó a la mañana siguiente y estaba casado con una. Ni siquiera sabía lo que era una mujer. Pero el punto de fondo aquí es que él no está culpando a Eva. Esta es la afirmación: Él dice “la mujer que me diste”. ¿Quién tuvo la culpa? Dios tuvo la culpa. Pudiste haber seleccionado cualquier mujer que Tú querías. ¿Por qué la escogiste a ella? ¿Por qué hiciste a una mujer que sabías que iba a hacer eso?
Por cierto, Adán no es el único que le ha hablado a Dios en esos términos. Observe el versículo 13: “Entonces Jehová Dios dijo a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho?” Y la mujer dijo: “yo lo hice.” ¡No! Ella dijo: “Y dijo la mujer: La serpiente me engañó, y comí.” Soy una víctima, así como mi marido de algo que Tú creaste; yo estaba en este huerto maravilloso y de pronto, apareció una serpiente. Yo no hice esa serpiente. Yo no hice que esa serpiente hablara. Culpan a Dios.
Y así ha sido desde ese entonces. Dios me hizo, Dios me hizo con mi pecaminosidad, Dios me hizo con mis circunstancias. Dios me colocó en la situación en la que estoy en mi matrimonio. Dios me dio mi medio ambiente. Dios creó el escenario. Dios creó lo que me rodea. No es mi culpa.
En Isaías 63:17, usted oye esta afirmación extraña: “Oh, Jehová, ¿por qué nos has hecho errar de los caminos y endurecido nuestro corazón del temor?” ¡Que cosa tan terrible culpar a Dios por el pecado de usted! Pero esa es la tendencia de la carne caída. Evadir la responsabilidad por nuestra conducta e inclusive llegar al punto de culpar a Dios.
Todos somos tentados. Todos pecaremos. Y con frecuencia, culparemos Dios al culpar nuestras circunstancias, al culpar nuestra debilidad, al culpar nuestras propensiones, al culpar nuestro medio ambiente, al culpar lo que nos rodea, al culpar a nuestros amigos, al culpar a nuestros parientes, al culpar a nuestra familia, al culpar nuestra condición económica o lo que sea. Entonces, el versículo 13 de Santiago dice: “cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios.” Esta es una exhortación que le prohíbe a toda persona jamás de culpar a Dios.
Robert Burns, el famoso poeta escocés escribió: “Tú sabes que me has formado con pasiones salvajes y fuertes. Y escuchar a su voz engañosa, con frecuencia me ha llevado a hacer lo equivocado.” Fin de la cita. Y Robert Burns ha expresado lo que la gente ha creído a lo largo de los siglos: que Dios nos hizo con pasiones salvajes y fuertes y, por lo tanto, ¿qué más podría esperar Él fuera de susceptibilidad de la tentación?
Inclusive los judíos entre los rabinos de tiempos antiguos creían esto. Ellos llamaban al impulso malo del hombre yetzar hara. Y decían que el yetzar hara es el impulso malo del hombre en contraste al impulso bueno. Y algunos de los judíos razonaban que debido a que Dios ha creado todo, y debido a que Él creó al hombre, Él también debió haber creado el yetzar hara. Si Él hizo todo, entonces, Él debió haber hecho eso.
Y entonces, tenemos dichos rabínicos como este: “Dios dijo: “Yo lamento el haber creado la tendencia mala en el hombre, porque si no lo hubiera hecho así, él no se hubiera rebelado contra mí. Yo soy el creador de la tendencia mala. Yo fui el creador de la ley como un medio de curación. Si ustedes se ocupan con la ley, ustedes no van a caer en el poder de la ley. Dios colocó la tendencia buena en la mano derecha del hombre y la mala en su izquierda.” Así decían los rabinos. Es algo extraño, pero es una tendencia antigua que Dios es responsable por nuestra tentación y nuestro pecado.
Santiago prohíbe de manera absoluta un pensamiento así. De hecho, él implica que alguien que realmente conoce a Dios tiene una mansedumbre y un quebrantamiento por su propia culpabilidad por el pecado y no pensaría en culpar a Dios como un acto continuo, aunque ocasionalmente podamos tener ilusiones así.
Ahora, observe de nuevo en el versículo 13 que usted tiene un participio presente pasivo. Cuando alguno está siendo tentado, no diga, mientras que está en el proceso de pelear la batalla, mientras que está en el proceso de ser tentado, que nadie se justifique a sí mismo, que nadie evada su responsabilidad al decir que Dios está haciendo esto. Cuando usted está en el camino de la tentación continua y usted se está acercando al borde de ceder, no se justifique diciendo que es tentado por Dios. Ninguno diga eso. Usted casi podría colocar entre comillas la frase soy tentado por Dios, como si Él estuviera usando esto como una cita de una persona que está en esa misma situación.
Ahora, quiero mostrar algo muy interesante en la selección de preposiciones en este versículo. La frase en español sólo tiene una manera de expresarlo, de parte. Y un significado. Pero en el griego, hay dos palabras que pueden ser traducidas de parte de. Una es apo y la otra es upo. Son palabras muy importantes. A-p-o y la otra u-p-o. Apo significa remoto. Algo distante. Una relación indirecta. Upo significa una agencia directa. El que de hecho lo está haciendo.
Aquí, la selección es apo, algo distante. Y lo que él está diciendo es cuando uno es tentado no diga que es tentado de parte de Dios. No es que Dios está ahí directamente tentándome, sino que Él, de manera remota, es la causa real de este problema. A distancia. Dios es el que me creó de esta manera, quien creó mis circunstancias, me colocó en este medio ambiente, causó que todo esto sucediera. Él es el que realmente es responsable. No es algo normal que alguien diga: “Dios de hecho me está solicitando a hacer el mal”. Pero es común que la gente diga que “Dios es quien me creó en la situación en la que estoy y, por lo tanto, en últimas es responsable por lo que yo hago”.
La mayoría de los hombres no llegan al punto de ver a Dios como el tentador directo, pero piensan que Dios, de manera indirecta, tiene la culpa. Apo, al permitir la situación y la posibilidad de fracaso. Y entonces, esto diría “jamás te atrevas a decir que Dios no sólo es el agente cercano de la tentación, sino que Él ni siquiera es el agente remoto de la tentación. Nunca digas eso.” Nunca te veas a tí mismo como una víctima pobre de la providencia de Dios o de la creación de Dios o de que Dios permite que algo suceda. Esto no es culpar a Satanás, esto no es culpar a los demonios o al mundo de los hombres, sino que Santiago prohíbe que se culpe a Dios.
Proverbios 19:3 dice: “la necedad del hombre pervierte su camino y su corazón se enoja contra Jehová.” Filón dijo: “cuando la mente ha pecado y se ha distanciado de la virtud, culpa a las causas divinas.” Y tiene razón. Escapar la responsabilidad por el pecado es un pasatiempo humano favorito. Y en cualquier momento en el que usted culpa a algo más, quizás usted en últimas está haciendo que Dios sea responsable, quien creó todo.
Algunas personas inclusive han llegado al punto de decir que Dios tiene la culpa en la tentación. Y si usted no cree que es así, entonces acuérdese de Mateo 6:13 en donde la oración de los discípulos dice: “no nos metas en tentación”. Leí a un escritor esta semana que dijo que tenemos que rogarle a Dios que no nos meta en tentación, porque si no se lo pedimos, Él lo hará. Santiago no tiene lugar alguno para un fatalismo tan necio como ese.
Como el hombre pobre que culpa a su pobreza cuando él se vuelve un ladrón y roba y piensa que se justifica en su robo porque él era pobre y culpa a sus circunstancias. Como el borracho, quien sale y choca en su auto y mata a alguien en el proceso; y culpa a su esposa por un matrimonio infeliz o una unión infeliz o culpa a sus negocios, su trabajo, por llevarlo a beber. O culpa a la presión y se siente justificado de cualquier culpabilidad real. Así son los hombres cuando culpan a Dios por hacer sus pasiones internas.
Los hombres culpan a Dios por crear sus circunstancias. De nuevo, Robert Burns, el poeta escocés, dijo que él, y cito “era impulsado por las pasiones; sin embargo, la luz que lo desvió, realmente era luz del cielo”. Fin de la cita. De nuevo, expresando lo que los hombres han pensado durante años y es que ellos realmente no son responsables por la manera en la que son, simplemente, así fueron hechos. Santiago dice que esto es intolerable. Dios no es responsable por la tentación. Usted no puede decir eso. Y si Él no es responsable por la tentación, Él tampoco puede ser responsable por ¿qué? Por el pecado que resulta de ella.
Ahora, para apoyar esa exhortación en el versículo 13, Santiago nos da cinco pruebas. Cinco pruebas. Y esto es simplemente tan rico. Y quiero que usted entienda esto, porque esto es muy, muy práctico. Hay cinco pruebas de que Dios no es responsable por la tentación y, por lo tanto, por el pecado.
Número uno, la naturaleza de la maldad. La naturaleza de la maldad. El versículo 13 dice: “cuando uno es tentado no diga que es tentado por parte de Dios,” quien es la causa indirecta. Y aquí está la razón: “porque Dios.” Porque Dios. Literalmente, en el texto griego dice Él no tiene experiencia con la maldad ni Él tienta a ningún hombre.
Ahora escuche esto: estas son noticias, porque los dioses paganos y las deidades paganas de la historia religiosa siempre se prestan a la tentación. ¿Alguna vez ha leído mitología griega? ¿Alguna vez ha leído acerca de las deidades de Asia antigua? ¿Alguna vez ha leído algún estudio etnológico que muestra las religiones de los hombres? Usted encontrará que las deidades y los dioses del paganismo siempre se prestan a la tentación, a la maldad. Y ellos mismos con frecuencia son vistos pecando y tentando a otros a pecar.
Y la razón es que, debido a que todos los dioses falsos, escuche esto, son la creación de las mentes de hombres caídos o las mentes de demonios caídos y han salido de ese estado caído. Y, por lo tanto, manifiestan la misma corrupción y la misma impiedad de la que surgieron. Su naturaleza es corrupta porque sus creadores son corruptos. Y ningún arroyo puede levantarse por encima de su fuente.
Pero Dios, dice, no puede ser tentado por el mal. La palabra sólo utilizada aquí en el Nuevo Testamento, apeirastos, significa “Él no tiene experiencia en la maldad”. Él no tiene experiencia alguna de la maldad. Él no tiene capacidad para cometer maldad. Él no es vulnerable a la maldad. Y, por cierto, la palabra mal es neutro plural. Sin un artículo. Simplemente, un mal de cualquier tipo. La esfera entera del mal no tiene manera alguna de penetrar la naturaleza de Dios. Todo mal es repulsivo para Dios. No puede hallar lugar alguno en Su naturaleza Santa. Entonces, la naturaleza del mal está infinitamente apartada de la santidad de Dios.
En Levítico 19:2 dice: “Jehová es Santo”. En Levítico 20:26: “Jehová es Santo”. En Isaías 6: “Santo, Santo, Santo”. Primera de Pedro 1:16 “el Señor es Santo”. La santidad no puede ser penetrada por el pecado. Entonces, la naturaleza de la maldad nos aparta de Dios. Él puede ser solicitado a la intención mala. Yo creo que Satanás, en Job 1, vino ante Dios para tratar de hacer que Dios perdiera la fe en Su propia habilidad para mantener la virtud justa en uno de sus santos verdaderos, esto es Job.
Yo creo que Apocalipsis 12:10 dice que Satanás siempre es el acusador de los hermanos. Él va a Dios para tentar a Dios para que viole el pacto con Su pueblo debido a sus muchos pecados. En Romanos 8 nos dice que la implicación ahí es que hay alguien que quiere condenarnos, que quiere acusar a los elegidos de Dios, pero nadie puede hacerlo porque Cristo ya nos ha justificado delante de Dios. Pero yo creo que Satanás en cualquier momento y lugar tiene acceso y quiere venir delante de Dios, pero Dios no tiene vulnerabilidad alguna debido a que la naturaleza del mal es totalmente diferente a la naturaleza de Dios. Él es impenetrable al ataque del mal. Su Santidad no se mezcla con nada de manera eterna.
De hecho, en Habacuc usted recordará lo que dice en el versículo 13 del capítulo 1. “Tú eres muy limpio de ojos para ver el mal y no puedes ver la iniquidad.” Tú eres demasiado puro para ver el mal. Demasiado puro para ver la iniquidad. Dios es un Dios Santo. La naturaleza del mal, entonces, hace que sea imposible que Dios jamás llegue a ser tentado de manera exitosa o llegar a tentar a alguien más. Porque tentar a alguien más significaría que Él tuvo un deleite en ver que alguien más haga algo malo.
Pero el que no conoce el mal no puede deleitarse en el mal. Segunda de Samuel 24 presenta un punto interesante. Probablemente necesito hacer referencia al mismo. Dice esto, simplemente para que no lo encuentre y despierte su curiosidad. “Volvió a encenderse la ira de Jehová contra Israel, e incitó a David contra ellos a que dijese: Ve, haz un censo de Israel y de Judá.” Ahora David cometió pecado, el pecado de contar a su pueblo en lugar de confiar en Dios. Él iba a confiar en el poder de su pueblo.
Y dice que el enojo del Señor se despertó en contra de Israel. Y Él incitó a David. Y eso parece decir, Él mismo tentó a David a cometer este pecado. Éste es el único lugar en la Biblia en donde algún pensamiento como este se presenta; pero por el Espíritu Santo de Dios, tenemos un pasaje que se compara, paralelo, en 1 de Crónicas 21. Este es un paralelo de ese pasaje y lo que dice es esto. “Y Satanás se levantó en contra de Israel y tentó a David a contar a Israel.” El aspecto preciso de esa tentación para ver quién fue el tentador está en 1 Crónicas 21:1. Y dice que Satanás lo hizo. La perspectiva más amplia que Samuel señala es que Dios permitió que esto sucediera porque David tuvo la elección de responder o no responder a la incitación de Satanás. Dios no tienta a la maldad. Eso representa de manera explícita aquí y cuando usted va a 2 Samuel 24 y parece que Él fue el que tentó a David, usted meramente tiene que ir a 1 Crónicas 21 y dice que Satanás lo hizo. Lo que el escritor de Samuel está diciendo es que estuvo dentro de lo que Dios permitió para cumplir el juicio de Dios si David, de hecho, escogió hacer lo malo.
Mateo 4 dice que el Espíritu Santo llevó a Jesús al desierto para ser tentado por el diablo. De nuevo, alguien dice “bueno, ¿acaso Dios por el Espíritu llevó a Jesús a ser tentado?” No, lo llevó para ser probado. Y debido a que Él aprobó todas las pruebas, ninguna de ellas fue realmente tentación porque nunca lo llevaron a pecar. Y a través de todas esas pruebas, Él probó ser el Hijo de Dios. Los ángeles vinieron y le sirvieron.
Dice: “bueno, ¿qué hay acerca de Mateo 6:13, “no nos metas en tentación”?” Eso, de nuevo, tiene que ver con pruebas. Y ese es el clamor de un corazón de un Santo que está diciendo: “¡oh, Dios!, conforme oro, no me lleves a ninguna prueba que sea más de lo que pueda soportar. Señor, no nos metas al tipo de pruebas que nos causarían ser tentados, porque son más de lo que podemos manejar.” Y el Señor va a responder esa oración porque, dice 1 de Corintios, “no os ha sobrevenido ninguna tentación, ninguna prueba que no sea común al hombre. Y Dios, quien es fiel, no dejarán que sean tentados más de lo que podáis soportar. Sino que juntamente con la tentación dará la salida para que podáis resistir.” No nos metas al poder de alguna prueba está más allá de nosotros. Esa es la oración de Mateo 6.
Entonces, la verdad de Santiago permanece en pie. Dios no tienta a nadie. Él permite que la tentación se lleve a cabo. Y hombres como David pueden tomar una decisión, pero Dios no tienta. Él permite que seamos probados, así como Él permitió que Cristo fuera probado, pero nunca más de lo que podamos soportar. Y siempre nos da el recurso para la victoria si escogemos ese recurso.
Y cuando clamamos, “no nos metas en la prueba o la tentación,” simplemente estamos diciendo: “Dios, Te pedimos que hagas lo que has prometido que harás y nunca nos dés más de lo que podemos soportar.” Entonces, la naturaleza de la maldad dice que Dios no puede ser tentado. Él ni siquiera puede experimentar la maldad, por lo tanto, Él no puede tentar a nadie más. Y como dije, para tentar a alguien más, Él tendría que deleitarse a sí mismo en la tentación y el pecado, lo cual es incapaz de hacer. Su deleite es solo en aquello que es puro y santo.
Entonces, Santiago dice que la naturaleza de Dios nos dice, o la naturaleza de la tentación nos dice que Dios no puede ser la fuente de la tentación y el pecado porque la maldad es contradictoria a Su naturaleza.
En segundo lugar, la naturaleza del hombre. La naturaleza del hombre, no sólo lo que es la maldad, sino lo que el hombre es. Observe el versículo 14. Esto es tan interesante. “sino que cada uno es tentado,” literalmente hekastos, cada uno, cada individuo, es tentado “cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.” La primera palabra es “sino”. Aquí está el hecho que es esencial, la tentación no viene de Dios, sino que cada hombre, cada uno de nosotros, sin excepción alguna, todo individuo, no hay ninguno que esté afuera de esta afirmación. Toda persona es tentada, este es un tiempo presente, está atravesando por la experiencia repetida de la tentación cuando él es atraído y seducido, escuche esto, subráyelo, “por su propia concupiscencia”.
Atraído o seducido son dos palabras interesantes. Ambas son participios. La primera viene de la caza de animales y es usada de atraer a un animal a una trampa. Se pone una trampa y el animal es atraído a la trampa. El verbo mismo, helkō (-mai) significa ser llevado por un poder interno. Un poder interno. Significa ser llevado a una trampa, ser seducido a una trampa. Ser llevado y atrapado. Es un término de caza de animales.
El segundo término, seducido, es un término de pesca. Esa palabra significa literalmente capturar. Y su uso literal era capturar a un pez con un anzuelo. Para atraer con un anzuelo y atraparlo. En 2 Pedro 2:14-18 es traducido atraer o engañar. Deleazomenos, significa atraer para atrapar a un pez con un anzuelo.
El problema es este: toda persona es tentada cuando muerde el anzuelo o es atrapado por la trampa y somos llevados, somos engañados por nuestra propia ¿Qué? concupiscencia. Estos términos, el ser tentado, es ser atraído de manera engañosa y después, atrapado en pecado.
Simplemente, piense aquí en la imagen. La razón por la que los animales son atraídos y atrapados y los peces muerden el anzuelo y son atrapados es porque el anzuelo se ve bien. Se ve atractivo. Y lo único que ven, es el anzuelo. Y en lugar del placer que esperan, cuando muerden en anzuelo viene el dolor de la captura y la muerte. Y así es con la tentación. Está ahí y promete una satisfacción agradable, promete algo placentero, promete gran placer, diversión, recompensa. Y lleva a la víctima a su trampa a la muerte.
Ahora, ¿qué hace eso? ¿Qué hace eso? ¿De quién es la culpa? ¿Qué nos atrae de una manera tan fuerte al anzuelo? ¿Es Dios? No. ¿Es Satanás? No. Satanás muerde el anzuelo y el mundo muerde el anzuelo. Y los demonios muerden el anzuelo. Y los hombres muerden el anzuelo. Y muchas personas muerden el anzuelo. ¿Qué es lo que nos atrae el anzuelo? ¿Qué nos atrae a la trampa? ¿Qué es? La concupiscencia. Y ésa es la naturaleza del hombre. Nuestra condición caída tiene una parte de su entidad, deseo por la maldad. Note que no dice que él es atraído de la concupiscencia sino de su propia concupiscencia. Muy enfático.
‘Su propia’ enfatiza que no estamos hablando de algún término genérico que todo el mundo posee en común, que no es igual para toda persona, sino que cada individuo, hekostas, cada individuo tiene su propia inclinación de deseo pecaminoso, lo cual es lo que lo atrae al anzuelo. ¿Y no es verdad que la pasión de una persona es la repulsión de otra? Claro que sí. Yo veo a personas quienes literalmente por su concupiscencia son llevadas a la homosexualidad. Eso me repulsa de manera total. Usted puede mover ese anzuelo delante de mí y usted verá que me voy en la dirección opuesta. Todos tenemos cierta, no quiero usar la palabra virtud, pero todos tenemos ciertas características en nuestros deseos pecaminosos, en nuestra concupiscencia que nos hacen vernos atraídos hacia ciertas trampas y a ciertos anzuelos que otros. Y esa es la razón por la que él está individualizando esto al decir de su propia concupiscencia. Ahora, esto se refiere a la inclinación del alma a disfrutar o a adquirir algo.
La palabra concupiscencia es epithumia, la palabra medular es thumos, se añade la preposición. Significa deseo del alma. La pasión fuerte del alma. Y el problema cuando pecamos no es Dios. El problema ni siquiera es del diablo, el problema ni siquiera son los demonios. El problema ni siquiera es el mundo o los hombres impíos, escuche. El mundo, los hombres impíos, los demonios y el diablo, todo rodeó a Jesucristo en Su vida entera. Y, sin embargo, Él nunca pecó porque nunca en Él hubo epithumia alguna, no hubo concupiscencia. No hubo atracción en Él. No hubo nada en Él que lo atrajo al anzuelo en manera alguna.
Como puede ver, el problema no fue el tentador que estaba afuera, el diablo no lo hace hacerlo a usted, como algunos dicen. El problema no es el tentador que está afuera, sino el traidor que está adentro. Ése es el problema. Nuestra tendencia a ser tentados se debe a la naturaleza del hombre. Y sus propios deseos peculiares y el alma de cada persona tienen sus propios patrones del deseo carnal y como resultado de su ambiente y su crianza y sus decisiones personales. Entonces, lo que hace que sea tan absurdo cuando la gente se amputa partes del cuerpo, el problema es que en la naturaleza del hombre hay una propensión a desear cosas que satisfacen. Y si son atraídas esas cosas afuera de la voluntad de Dios, ahí está la capacidad de morder el anzuelo.
Por cierto, notará que dice “cuando él es atraído de su propia concupiscencia,” aquí se usa hupo, el engaño real es la concupiscencia, el agente cercano y directo y la causa responsable del pecado es la concupiscencia. Pogo dijo, “hemos encontrado al enemigo y el enemigo somos nosotros.” Eso es correcto, eso es profundo. El enemigo somos nosotros.
Observe Romanos 7 por un momento y permítanme refrescar su mente con un pasaje que hemos este estudiado en el pasado. Romanos 7. Pablo le va a decir aquí en donde está el problema comenzando en el versículo 15. “Porque lo que hago no lo entiendo,” está hablando como creyente, “pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago.” Se oye familiar, claro. “Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena.” En otras palabras, hay cosas que sé que están bien y que están mal y sé cuáles son. Y quiero hacer lo que está bien y no quiero hacer lo que está mal. Entonces, la ley es buena. La ley me está dando las señales correctas por todo este deseo malo, dice él en el versículo 17, “no soy ya más yo.” No soy el yo real. No es el yo regenerado, “sino que es el pecado que mora” ¿en dónde? “En mí”.
Como puede ver, el problema, dice él, es que mi propensión a ser tentado se relaciona con el pecado que mora en mí, el cual se relaciona con mi carne, él va a decir eso en el versículo 18, sé que en mí, esto es en mi carne, en mi carne, dice en el versículo 23, hay un principio en mis miembros, mis partes corporales que está en guerra en contra de la ley en mi mente y está tratando de llevarme cautivo a la ley del pecado. Me veo a mi mismo como un hombre miserable, versículo 25, sirviendo la ley del pecado con mi carne.
Ahora, ahí está el problema. El problema es que aunque hemos sido redimidos y aunque hemos recibido una nueva naturaleza y aunque hemos sido creados en Cristo Jesús todavía tenemos un enemigo dentro de nosotros mismos; y es la pasión. Es ese anhelo por encontrar satisfacción en algo que en sí mismo puede ser algo bueno. De hecho, la mayoría de la concupiscencia simplemente es un regalo, una dádiva buena de Dios que ha sido torcida y pervertida.
Dios, por ejemplo, nos da la bendición del sueño y algunas personas tienen un deseo pecaminoso por el sueño hasta que se vuelvan perezosos, holgazanes. Dios nos ha dado el beneficio de tener la ropa para cubrir nuestros cuerpos y mantenernos caliente. Y para algunas personas, se convierte en una concupiscencia que los consume de manera total, en donde están tan enamorados con la satisfacción que terminan siendo personas que viven para lo que los viste al grado que literalmente controla su presupuesto y su vida.
Es maravilloso que Dios nos haya dado el regalo del abrigo, del refugio para mantenernos lejos, protegidos de los elementos. Un hogar donde vivir, la realidad maravillosa de la privacidad y la capacidad de conducir nuestros asuntos en algún tipo de lugar cómodo con aquellos que amamos. Sin embargo, para algunas personas, quieren vivir en un exceso de una manera que va más allá de la necesidad humana y se vuelve un ídolo.
No hay nada de malo con la sed, Dios nos ha dado eso como un deseo, lo cual nos lleva a hacer cosas benéficas para nuestro cuerpo. Pero algunas personas beben hasta el punto que se emborrachan. No hay nada de malo con el alimento, pero algunas personas se vuelven glotonas. No hay nada de malo con que nuestras necesidades sean suplidas, pero es fácil pervertir nuestras necesidades e ir más allá de lo que realmente son. Inclusive el sexo es dado por Dios como un regalo maravilloso y glorioso, pero cuando se pervierte y se busca más allá de la voluntad de Dios se convierte en el anzuelo que atrapa a la persona que es motivada por la concupiscencia por esas cosas.
No necesitamos a Satanás. No necesitamos a los demonios. Ni siquiera necesitamos al mundo. Lo único que necesitamos es la pasión de la carne que reside en nosotros y se va a mover hacia los anzuelos. Y como dije, normalmente la pasión de raíz es la perversión de un regalo dado por Dios de algo que se ha corrompido. Entonces, Dios no es responsable porque nosotros seamos tentados y porque nosotros pequemos. La naturaleza de la maldad nos dice eso porque no tiene parte en la naturaleza de Dios.
En segundo lugar, la naturaleza del hombre nos dice en dónde está el problema. Está en nosotros. La concupiscencia es el culpable.
Ahora, Santiago nos lleva a un tercer pensamiento que expande este segundo. La tercera prueba de que Dios no es la fuente del pecado es la naturaleza de la concupiscencia. Habiendo identificado a la concupiscencia en la naturaleza del hombre, ahora procede a explicar los versículos 15 y 16 en términos muy, muy prácticos y útiles. Y en esto quiero que se concentre. Este realmente es el corazón del mensaje para nuestra propia vida. Santiago cambia metáforas, y se aleja de la caza y de la pesca; y ahora habla del nacimiento humano conforme llega al versículo 15 y habla de la naturaleza de la concupiscencia.
“Entonces la concupiscencia, después que ha concebido,” y aquí ve a la concupiscencia como una madre concibiendo, “va a producir un hijo.” El hijo es el pecado. “… da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.” Esto es tan, tan útil. Escuche con atención. La mayoría de la gente piensa en el pecado como un acto solitario o una serie de actos o conductas. Dios está diciendo aquí que el pecado no es un acto, el pecado es el resultado de un proceso. ¿Muy bien? Es el resultado de un proceso.
Comienza con, escuche esto, comienza con el deseo, epithumia o concupiscencia. Y quiero ayudarle aquí. Escriba la palabra deseo y después escriba del lado opuesto, la palabra emoción. El deseo se relaciona con la emoción. Comienza con un sentimiento. Comienza con ese sentimiento de querer ser satisfecho. Querer adquirir algo para satisfacerlo a usted. Algo nuevo, algo que está siendo movido enfrente de su rostro, lo vio en la joyería, lo vio en la agencia de autos. Lo vio en el centro comercial o lo que sea. O hay una casa y pasa enfrente de la casa todo el tiempo y es estrictamente emoción. Le hace algo a usted. Lo hace sentir a usted un anhelo. Ahí es donde todo comienza. El pecado comienza con un deseo.
En segundo lugar, está el engaño, la segunda palabra. Y puede escribir al lado de la palabra engaño la palabra mente. Lo que sucede es que usted comienza con el deseo en su emoción y después, llega a un engaño en su mente, porque usted comienza a justificar y a racionalizar el derecho que usted tiene por aquello que usted desea. ¿Verdad? Esto es simplemente el patrón inevitable.
Ahora, eso es lo que hemos encontrado en el versículo 14, ser atraído y seducido. El anzuelo es mordido, caemos en la trampa. Engaña el intelecto. El intelecto ve y dice tengo el derecho de tener esto. Eso se ve bien. Eso me va a satisfacer. Eso va a satisfacer mi necesidad. Eso va a calmar mi deseo. Y entonces, lo que comienza con deseo y la emoción pasa al engaño en la mente. Y usted, realmente cree que tiene el derecho de tenerlo. Usted cree que está ahí y es hermoso. Usted cree que lo va a satisfacer. Usted cree que le va a dar lo que quiere.
Y entonces, usted sale y ¿qué sucede? La concupiscencia concibe. Llamemos a esta palabra el diseño. Ahora, el concepto de cómo usted va a alcanzar el pecado comienza a formarse. Esto ocurre en la voluntad. Usted ha pasado de las emociones a la mente, ahora su voluntad está activa y usted está jugando con su mente. Lo que su mente ya ha concluido, su voluntad lo está formando en un diseño. Entonces, la concupiscencia, después que ha concebido. Entonces, el diseño comienza formarse.
Por cierto, la palabra concebido, sullabousa literalmente significa embarazarse. Cuando la concupiscencia, por así decirlo, en seducida por la prostitución de ese anzuelo que ha sido mordido, se embaraza. Y el diseño es concebido, por así decirlo, en el vientre del alma de una persona. La emoción, el deseo, algo satisfactorio pero malo. Después, entonces pasa a la mente y se convence a sí mismo de que tiene todo el derecho de tenerlo. Y habiéndose convencido de eso, entonces concibe el pecado mismo. El pecado siendo concebido. Y después, tenemos una cuarta palabra, desobediencia. El acto ocurre. Da a luz el pecado.
Cualquier niño que nace, nace con ese mismo proceso. Primero, hay un deseo entre un hombre y una mujer. Ese deseo por un hijo entonces actúa en su mente. Ellos deciden hacer eso, lo deciden en su mente, quieren hacer esto. Después, ellos conciben ese niño. Después, más adelante, da a luz a ese niño. Y así es con el pecado. Es concebido como un deseo inicialmente en la emoción. Y después, es justificado en la mente, es concebido en la voluntad y es producido en la conducta. Esa es la secuencia.
La frase da a luz el pecado, ¿lo ve ahí? Es tiktō, significa dar a luz. Y ocurre en la conducta. Entonces, junto a la desobediencia, escriba conducta. El acto en sí de la emoción, a la mente, a la voluntad, a la conducta. Las emociones llevan a la mente a racionalizar. La mente que racionaliza lleva a la voluntad a planear; y ahora el bebé nace y la obra se comete y todo comenzó con el deseo.
Ahora, permítame decirle algo muy práctico. ¿En qué punto en nuestras vidas entonces enfrentamos el pecado? ¿Aquí afuera al nivel de la conducta? No, ahí atrás al nivel de ¿qué? Del deseo. Es la persona que puede controlar sus respuestas emocionales la que va a enfrentar eficazmente al pecado. O la persona que si siente esas respuestas emocionales, tiene una mente que está santificada. Y cuando pasa de las emociones a la mente, es detenida en ese punto. Si llega a la voluntad y algo es concebido, nacerá. Un niño concebido es un niño nacido. Ese niño tiene que salir. Y entonces, al enfrentar el pecado en nuestras vidas, no sólo lo enfrentamos al final del proceso de manera eficaz, sino que tenemos que regresar al principio.
Si usted permite que las emociones sean expuestas al anzuelo, va a enfrentar problemas. Y como usted sabe, todo en nuestra sociedad mala va a enfocarse en sus emociones.
Todas las cosas dramáticas, todas las películas y la televisión y los libros y la música y la ropa y todas las imágenes y sonidos que atraen nuestra atención, todo esto está diseñado, en primer lugar, a cautivar la emoción. Todo eso es una fachada que busca atraernos.
Inclusive la publicidad en la televisión simplemente me sorprende. Veo cómo venden un auto y usted no tiene idea alguna del área mecánica del auto. Y no es nada más que un pedazo de maquinaria, nada. Fuera de algún tipo de drama con música algo rara, cosas de la época espacial que están volando por todos lados. ¿Y qué tiene que ver con el auto? No tiene nada que ver con el auto, pero tiene que ver todo con sus ¿qué? Sus emociones. Sus emociones. Ahí comienza todo. Ahí comienza todo. Una mujer se pone perfume y deja un rastro. Eso no es para su intelecto. Necesitamos protegernos al nivel de las emociones.
Y, en segundo lugar, al nivel de la mente. Y entonces, la mente debe ser traída bajo la cautividad de Cristo. ¿No es esa una gran verdad? Llevar todo en la mente a la obediencia o al cautiverio de Cristo. Una mente no protegida, no controlada, va a ser llenada de imágenes malas. Y entonces, tengo que controlar mis emociones. Tengo que controlar mi mente, porque ahí es en donde esto comienza.
Entonces, quiero asegurarme que mis emociones estén entregadas a las cosas de Dios. ¿Sabe lo que es una bendición maravillosa necesaria? Es la buena música cristiana, porque me encanta la música y a todo el mundo le gusta la música y la emoción es básicamente emocional más que cognitiva. Mucha de la música es cognitiva. Pero la mayor parte de la música es emocional. ¿Y no es maravilloso que tenemos el privilegio en estos días, en esta época, de tener el placer emocional y tener el alma que canta y los sentimientos que disfrutamos con música que honra a Dios? ¿Y no es maravilloso que cuando los pequeños crecen aprendiendo toda esta música cristiana buena, les ayuda para que sus respuestas emocionales y sus gozos y sus tristezas puedan sintonizarse con música que básicamente glorifica a Dios en lugar de que sea música del mundo?
Hay maneras en las que enfrentamos nuestras emociones. Usted no puede exponer sus emociones continuamente a cosas que lo alejan de las cosas de Dios. Usted no puede hacer eso sin pagar un precio alto. Y la mente, es muy simple. Usted necesita la mente de Cristo. Usted necesita una mente renovada. Necesita una mente que está puesta en las cosas de arriba y no en las cosas de la tierra. Usted necesita una mente que está saturada en la Palabra de Cristo morando en ella ricamente. Usted necesita una mente, Pablo dice en Romanos 12:2 que es transformada y no se conforma al mundo. Usted necesita, ¿si se lo puedo decir de manera simple? Amar al Señor su Dios con toda su mente.
¿Qué hay en su mente? ¿Qué hay en su mente? Si su mente se alimenta de la Palabra de Dios, entonces usted va a detener el pecado en ese punto ahí atrás, en el punto inicial. Si sus emociones están bajo el control del Espíritu de Dios y sus sentimientos han sido llevados cautivos a Él, usted va a detener el pecado ahí atrás, en donde comienza.
Si usted le da rienda suelta a sus emociones y las expone a todo lo que el mundo le presenta, usted va a dejar que su mente sea una puerta abierta para que todo entre y salga. Y no es cultivada. Y no está arada a profundidad con la Palabra de Dios; entonces va a concebir el pecado. Y usted va a dar a luz a un hijo.
Y quiero añadir que él añade en el versículo 15: “… y cuando el pecado es consumado o concluido,” apokueō, significa causar que esté embarazado, “cuando el pecado da a luz,” es sinónimo de tiktei, el otro verbo que es utilizado, da a luz el pecado. Y el pecado, siendo consumado, da a luz ¿qué? La muerte. Cuando el pecado nace, nace de un homicida. ¡Qué retrato! ¡Qué retrato! La emoción y de la emoción viene la decisión y de la decisión viene la concepción de la voluntad y después, la conducta. Y el retrato de dar a luz un hijo es tan hermoso que llega al final, cuando el niño nace y el niño resulta ser un homicida.
El pecado es un homicida. La paga del pecado es ¿qué? Muerte. Muerte espiritual. Separando el alma de Dios. La muerte física, separando el alma del cuerpo. Muerte eterna, separando el alma y el cuerpo de Dios. Y él aquí no está hablando en particular de cristianos o no cristianos. Él simplemente está diciendo: todo lo que el pecado siempre produce es muerte. Inclusive para un creyente, puede ser muerte física. Como 1 Corintios 11 y 1 Juan 5:16 lo demuestran, todo tipo de muerte fluye del pecado.
Entonces, la idea de que usted está trayendo alguna conducta que satisface su vida es una mentira. Lo único que usted trae es pecado y lo único que el pecado trae es muerte. Y entonces, él dice en el versículo 16 “dejen de ser engañados, amados hermanos míos.” Dejen de ser engañados. De nuevo, es la palabra de la que obtenemos la palabra planeta, engañados, como si algo se está desviando. Deben saber dónde está el problema, él está diciendo. No sean engañados. Dejen de culpar a Dios y empiecen a culparse a sí mismos. Y comiencen a ver hacia adentro y no vivan de manera ciega la vida simplemente aceptando lo que es y después, culpando a Dios. Reconozcan que dentro de ustedes tienen a un enemigo y que ese enemigo es su propia condición caída. Y ustedes deben enfrentar su propia concupiscencia y ese enemigo. No pueden exponer su emoción a todo lo que lo atrae. Usted no puede dejar que su mente sea cautivada por esas cosas. Usted debe saber dónde está el problema, no ser engañado en esto. Regresen ahí y enfréntenlo a ese nivel. Deténganlo al comienzo.
Y llene su mente con las cosas de Dios para que nunca pueda atraer sus sentimientos y concebir pecado en su voluntad. Si sus emociones están controladas, si su mente está controlada, lo deja sin tener un compañero para concebir el pecado. La naturaleza de la maldad, la naturaleza del hombre y la naturaleza de la concupiscencia eliminan el hecho de que Dios podría llegar a tentarnos a pecar y después, una prueba directa de la naturaleza de Dios, versículo 17, obsérvelo. Esto es tan maravilloso. La naturaleza de Dios. Aquí está el corazón del texto.
Simplemente, entienda esto: nadie puede culpar a Dios por el pecado porque toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto. Digo, las únicas cosas que descienden de Él son ¿qué? Son buenas y perfectas. Poseemos una naturaleza que produce pecado. Dios no. La naturaleza de Dios es tal que sólo produce bien. Esto es algo doble. Del lado negativo, lo que está diciendo es que Dios nunca podría producir pecado. Del lado positivo, entienda esto, lo que está diciendo es que Dios va a derramar bien, bien, bien, bien, bien y más bien. ¿Cómo es posible que usted vaya a buscar anzuelos para buscar la satisfacción cuando Dios está derramando todo lo que usted podría necesitar para toda su satisfacción?
El lado negativo, Dios nunca podría producir maldad. Él es bueno. El lado positivo, Él produce un bien interminable y sin límites que hace que una persona sea un necio al permitir que sea tentado para haberse atraído a un anzuelo cuando toda la bondad de Dios está disponible por Su gracia. Nuestra carne es un pozo de agua pestilente cuando pensamos en lo que hace. ¿Y por qué vamos a ir a beber de eso cuando podemos venir a beber al pozo, a la fuente de la vida misma? Dios nos da toda buena dádiva y todo don perfecto.
Note ahí los dos todos. Toda, todo, todo incluido. Toda, todo. Note las dos dádivas. Dádiva, dádiva. Una es dosis, significa el acto de dar. Una es dōrēma, significa el regalo dado. Todo acto de dar y todo regalo dado en el acto de dar es bueno y perfecto. Bueno significa bueno, no hay comparación para esto. No es bueno, no es mejor, no es lo mejor. Es simplemente bueno, está completo. No le falta nada. Todo es suficiente. Es perfecto. Abarca todo. Todo regalo bueno dado por Dios es perfecto, es benéfico, absolutamente completo.
No es sorprendente que Jesús dijera en Mateo: “Pedid” y ¿qué? “y se os dará; buscad y hallaréis.” ¡Oh, qué maravilloso pasaje! Y si usted realmente busca algo, si usted realmente busca algo, si usted realmente busca algo en su alma que es bueno y correcto y se lo pide a Dios, ¿no creo que Él se lo va a dar a usted? “Pues si vosotros, siendo malos,” dice Él, “sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos,” si ustedes padres, que están caídos, saben cómo ser buenos con los hijos que aman, “cuanto más su Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que,” ¿Qué?, “le piden.”
Y en Lucas 11:13 dicen que Él les dará Su Espíritu Santo. Qué torpe es buscar trampas atractivas y anzuelos, siendo atraídos por concupiscencia cuando Dios tiene tanto que dar. Una provisión interminable. Toda buena dádiva y todo don perfecto es de Él para darlo.
Una mujer vio al mar por primera vez en su vida y le dijo a su amiga ‘¡qué maravilloso es ver a algo de lo cual hay suficiente!’ Y cuando usted está viendo la bendición de Dios, usted está viendo algo de lo cual hay suficiente.
De regreso al versículo 17, toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto. Todo es de arriba. Todo está fluyendo desde arriba. ¡Qué necio es ir tras el anzuelo del pecado! ¡Qué torpe es entrar a la trampa, cuando toda buena dádiva y todo don perfecto desciende como lluvia del cielo sobre nosotros! Satanás trató de decirle a Eva que Dios estaba reteniéndole cosas de ella. Dios no está dejandote tener lo mejor, más vale que busques la satisfacción. Más vale que busques lo mejor. Dios ha retenido lo mejor de ti. Ella creyó esa mentira y el niño fue concebido y nació la muerte. El niño fue la muerte.
Y me acuerdo cuando estaba pensando en esto esta tarde, 2 Samuel 12, el terrible pecado de David con Betsabé. Escuche lo que dice la Palabra de Dios. Natán, claro, se acerca a David. Versículo 7: “Entonces dijo Natán a David: Tú eres aquel hombre.” Tú eres el pecador, tú lo hiciste, tú eres el adúltero, tú eres el homicida. “Así ha dicho Jehová, Dios de Israel: Yo te ungí por rey sobre Israel, y te libré de la mano de Saúl, y te di la casa de tu señor, y las mujeres de tu señor en tu seno; además te di la casa de Israel y de Judá; y si esto fuera poco, te habría añadido mucho más.” David, ¿por qué buscaste aquello que era prohibido cuando yo te hubiera dado todo, cualquier cosa? Toda cosa perfecta, es el gozo de Él dárnoslo. Descienden de Él.
Noten aquí que Él es llamado el Padre de las luces. Esta es una gran afirmación. Esa era una manera antigua judía para referirse a Dios como el creador. Las luces que él tiene en mente son el sol, la luna y las estrellas. Él es el Padre de las luces. Los cuerpos celestes. Usted pregunta por qué Él está escogiendo este título. Porque encaja con su ilustración. Él es el Padre de las luces porque con Él no hay mudanza ni sombra de variación. Muy vívido. Muy vívido.
Él es el que creó todos los cuerpos estelares. Él creó todos ellos, pero Él no es como ellos. Ellos varían, ellos cambian. Incrementan. Traen luz. Los vemos en la mañana. Están en la noche. Incrementan, disminuyendo su brillo. Su beneficio para nosotros viene y se va. Y Dios no es así. Dios es brillante luz de gloria y luz de bondad y luz de gracia y no varía. No es, y él usa el término parallagē del cual obtenemos la palabra paralaje. Y no pasa de una condición a otra. No tiene sombras. Nunca se oscurece. Primera de Juan 1:5, en Él, no hay, ¿qué? Tinieblas en absoluto. Oscuridad en absoluto. Malaquías 3:6: “Yo Jehová no cambio”. No han días en los que Él deja de dar dádivas espirituales. No hay días en los que Él deja de dar luz espiritual. El flujo de cosas buenas de Dios nunca varía, nunca se detiene.
David, David, Yo te hubiera dado tales y tales cosas. Digo, que quede claro, un pez gordo no busca anzuelo. ¿Entiende eso? Y usted está haciendo a un lado los recursos divinos con lo que el mundo le ofrece en ese anzuelo. Llénese de dádivas divinas, fuente de la vida eterna. Sintoniza mi corazón para cantar Tu gracia. Torrentes de misericordia nunca cesan, llaman a las canciones más fuertes de alabanza. Los arroyos de misericordia nunca cesan, nada puede ocultar la bondad de Dios, nada puede detener su benevolencia. Nada puede interrumpir el flujo, la corriente de su luz celestial. No muerda el anzuelo del diablo. No conciba y dé a luz a un hijo mortal que podría llevarlo a su propia muerte. Dios da todo el bien y sólo bien. ¿Quién es responsable por el pecado? Usted. Eso es correcto, usted.
Y una prueba final, y simplemente la voy a mencionar porque quiero entrar a detalle en nuestro próximo mensaje. Una prueba final, la naturaleza de la regeneración. Véala en el versículo 18. Vamos a entrar a detalle en la próxima semana. “Él de Su voluntad nos hizo nacer por la Palabra de verdad para que seamos primicias de Sus criaturas.” Entienda esto, Dios no pudo habernos tentado a pecar. Dios no quiere que pequemos porque Dios nos regeneró para hacernos como Él. La naturaleza en la regeneración hace a un lado que Dios jamás nos lleve a pecar. Él nos dio vida nueva. La concupiscencia da a la luz la muerte, pero Dios da vida. Dios no nos tienta a hacer el mal, Él nos recrea para hacer el bien. Y para hacernos Sus primicias, Su propia posesión amada.
¿Quién tiene la culpa de su pecado? Más vale que lo sepa porque usted tiene que enfrentarlo. Agustín, el gran Santo de Dios, había vivido con una prostituta antes de su conversión. Después de que fue salvado de manera maravillosa, él estaba caminando por la calle y esta prostituta lo vio. Ella lo llamó por nombre y él siguió caminando. Él la vio, pero mantuvo sus ojos fijos hacia adelante y caminó. Ella siguió gritándole y corrió detrás de él. Y finalmente, ella le dijo: “Agustín, soy yo.” A lo cual, él respondió: “lo sé, pero yo ya no soy yo.”
Es correcto, Él nos hizo hacer nacer de nuevo para ser nuevas criaturas de Su propia posesión. Y nosotros somos nuevas criaturas que nos permite vencer el mal si usamos los medios de la gracia, las armas de nuestra batalla, las cuales no son carnales, oración, el estudio de la Palabra de Dios, una mente disciplinada. La fortaleza de la rendición de cuentas espiritual para detener el pecado en el punto en donde comienza.
Bueno, tomó más tiempo del que quizás debió haber tomado, pero es tan importante. Oremos.
Padre, qué verdad tan práctica y tan básica hemos aprendido en esta noche. Gracias por la victoria que vemos en nuestras propias vidas que Tú nos das, por Tu Espíritu que nos muestra que tenemos una carne que se puede conquistar. Gracias porque si andamos en el Espíritu, no satisfaremos los deseos de la carne. Gracias porque si tenemos la mente de Cristo, si nuestra mente está llena con la riqueza de Tu Palabra, nuestra conducta es controlada.
Oh Dios, Te damos gracias por la esperanza maravillosa que encontramos en la obra del Espíritu. Reconocemos nuestra condición caída, reconocemos nuestra propensión a ser tentados, pero también celebramos la victoria que está disponible en el poder del Espíritu Bendito para aquel cuyas emociones y mente están controladas por ese mismo Espíritu y por la Palabra de Dios. Oramos con eso en mente, por toda persona aquí, por causa de Jesús. Amén.
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