Esta noche quiero pasar nuestro tiempo en la lección de la Palabra de Dios completando lo que había esperado terminar el domingo por la tarde pasado. Y entonces le invito si es tan amable, a regresar al texto que es el texto básico para nuestro estudio, 2 Pedro, capítulo 1. Y en este capítulo maravilloso estamos embarcándonos en la sección en los versículos 5 al 11.
El tema de esa sección realmente está resumido en el versículo 10, con las palabras: “Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección”. Eso nos lleva al tema de la certeza de la salvación. Y esta es la tercera parte en una serie acerca de la certeza de la salvación. El día del Señor próximo de hecho vamos a embarcarnos en el texto mismo y vamos a entrar a los detalles acerca de lo que Pedro tiene que decir. Pero al continuar a manera de introducción siguiendo la línea de ese tema, quiero llenar algunos de los espacios que creo que son muy útiles para todos nosotros.
Permítame decir que tener la certeza de su salvación, saber sin lugar a dudas que usted es perdonado, saber que en usted mora el Espíritu de Dios y se dirige a la gloria eterna en el cielo, es la bendición suprema de la vida cristiana, porque todas las demás bendiciones de la vida cristiana solo pueden ser disfrutadas de manera parcial, si no sé con toda certeza en dónde voy a pasar la eternidad. Si se disminuye mi certeza, entonces no puedo disfrutar de manera plena las otras bendiciones de mi vida cristiana. Entonces podríamos decir que la certeza, entre todas las buenas cosas que Dios nos concede a nosotros para gozo y bendición es el mejor regalo, el más preciado de Sus regalos a los creyentes.
Ahora, hemos estado señalando en este estudio que, aunque la certeza es el mejor regalo del Señor a los suyos, hay algunas personas que no disfrutan de certeza. Hay católicos romanos, por ejemplo, que no creen que alguien puede saber con certeza si él o ella va al cielo. De hecho, denuncian a aquellos que afirmarían una salvación cierta, creyendo que si usted por un segundo piensa que su eternidad ya está asegurada afectaría su santidad de manera negativa, porque una vez que usted supiera que todo está seguro, usted estaría fuera de control y no podría refrenarse a sí mismo debido al temor de que el caer al infierno es lo que lo refrena a usted de la maldad.
Y después están los arminianos, como esa corriente de teología es conocida, quienes también creen que usted no puede tener la certeza de que su salvación está segura, usted no puede disfrutar de la certeza, porque de hecho la salvación es un esfuerzo en cooperación, y aunque Dios pueda no fracasar, usted podría. Entonces, debido a que es posible que usted se aparte y fracase, como consecuencia a usted nunca se le garantiza la certeza. Entonces hay algunos que no disfrutan de la certeza de la salvación desde un punto de vista teológico. Pero después hay aquellos que no disfrutan de la certeza de la salvación por otras razones. Ellos, a diferencia de los católicos y los arminianos, creen que un cristiano puede tener certeza; podrían incluso creer que un cristiano debería tener certeza; incluso querrían tener certeza; pero no la disfrutan. Y hemos estado viendo ese asunto en particular, porque es tan, tan importante.
En Hebreos 6:11, dice: “Y deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma diligencia para estar plenamente ciertos de la esperanza hasta el final”. El escritor de Hebreos dice: “Quiero que sean diligentes para que tengan certeza plena”. Y aquí, en nuestro texto que acabamos de leer, Pedro dice: “Sean diligentes para estar seguros acerca de Su” – esto es, de Dios – “de la vocación del llamado de Dios y de la elección de Él”. Entonces, mientras que los católicos romanos, y los arminianos y otros podrían negar la realidad de la certeza, la Biblia dice que usted debería saber que su salvación es segura.
De hecho, usted debería ser diligente en llegar a la experiencia de la certeza. Es verdad que alguien puede ser salvo y dudarlo. Como un escritor dijo: “Uno podría ir al cielo en una neblina, sin saber a dónde va, pero ciertamente no es la manera de disfrutar el viaje”. Y mientras que nuestra salvación no depende de nuestros sentimientos acerca de la certeza, nuestro gozo sí, nuestra paz sí, nuestra bendición sí.
Permítame hablar de la bendición de la certeza por un momento y darle una pequeña lista de cosas que la certeza hace para bendecirnos. En primer lugar, la certeza eleva el corazón para que viva al nivel más alto de gozo. La certeza eleva el corazón para que viva al nivel más alto de gozo. Cuando el apóstol Juan escribió su epístola de 1 Juan como la conocemos, en la epístola de 1 Juan él da una serie de pruebas mediante las cuales uno puede saber si su salvación es real. Usted se acuerda de ellas. Si usted confiesa su pecado. Si usted camina como Jesús caminó. Si usted ama a su hermano. Si usted no ama al mundo. Si su vida no se caracteriza por un patrón no quebrantado de pecado. Si usted demuestra compasión a aquellos que están en necesidad. Si usted confiesa a Jesucristo que ha venido en la carne, etcétera, etcétera, etcétera.
El propósito entero en 1 Juan es presentar prueba tras prueba tras prueba de una salvación genuina. Pero el resumen de esto viene en 1 Juan 1: 4, en donde dice: “Esto os escribo para que vuestro gozo sea completo”. ¿Por qué? Porque la certeza de la salvación eleva el corazón para que viva al nivel más alto de gozo. Quita toda la duda, y toda la desesperanza, y toda la tristeza, y toda la depresión, y todo el temor, sí sé con toda certeza que mi destino está sellado en Cristo para siempre. Entonces, la certeza eleva el corazón para que viva al nivel más alto de gozo.
En segundo lugar, la certeza eleva el alma para que busque propósitos santos. La certeza levanta el alma para que busque propósitos santos. En otras palabras, si yo sé que soy salvo, y sé que le pertenezco a Dios, y sé que soy parte de Su reino para siempre, entonces estaré preocupado por asuntos del reino. Se expresa en varias maneras en la Escritura. Una que viene a la mente está en Mateo capítulo 6, versículos 8 al 10, ¿recuerda estas conocidas palabras? “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”. ¿Cuál es la importancia de eso?
Simplemente esto: usted está preocupado por santificar el nombre de Dios, está preocupado por la venida de Su reino, está preocupado por Su voluntad en la tierra como en el cielo cuando usted está seguro de que Él es su Padre. La afirmación de nuestro Padre me acerca a una conciencia de mi relación con el Dios viviente, y hace que sus propósitos santos sean el objetivo más alto de mi vida. Si no estoy seguro de que le pertenezco a Dios, entonces no estoy tan concentrado en Sus propósitos. Entonces la certeza levanta el alma para que busque propósitos santos.
En tercer lugar, la certeza llena el corazón de canciones y oraciones de gratitud. Una persona que está alabando es una persona que tiene certeza. Si yo sé que mi salvación está segura para siempre y nada puede separarme del amor de Cristo, entonces mi corazón está lleno de gozo. Escuche el Salmo 71: 14: “Pero en cuanto a mí esperaré en ti continuamente”. El salmista dice: “Debido a que tengo esa esperanza continua te alabaré aún más y más”. El corazón que tiene certeza es el corazón agradecido. Y en donde usted tiene la certeza de la salvación, el corazón está lleno de canciones y oraciones de gratitud.
Escuche el salmo 103: “Bendice, alma mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre”. Bendice alma mía a Jehová, ¿por qué? ¿Por qué un corazón tan agradecido? “Y no olvides ninguno de Sus beneficios”. ¿Por qué? “Porque Él es el que perdona todas tus iniquidades, sana todas tus dolencias, redime tu vida del pozo”. Y cuando usted sabe que usted ha sido redimido, y cuando usted sabe que sus pecados son perdonados, llena su corazón de canciones de alabanza y gratitud.
El siguiente punto: la certeza fortalece el alma en contra de tentaciones y pruebas. La certeza fortalece el alma en contra de tentaciones y pruebas. En 1 Tesalonicenses 5:8 dice: “Puesto el yelmo de la esperanza de la salvación” ¿Qué es eso en esencia? Es el hecho de que Satanás viene en contra de nosotros con tentación. Él viene en contra nosotros con pruebas esforzándose por hacernos caer en pecado y duda. Y cuando usted tiene la esperanza de salvación firmemente en su lugar, sus ataques no son más que ataques que rebotan en esa cobertura protectora. Si yo sé que mi esperanza está segura y que me dirijo al cielo, entonces todos los esfuerzos de Satanás en contra de mí no me pueden golpear, únicamente rebotan en el casco de la esperanza de la salvación.
Además, la certeza motiva al corazón a la obediencia de amor. La certeza motiva al corazón a la obediencia de amor. Si no estoy seguro de que voy al cielo, estoy un poco suelto en mi vida. Si no estoy seguro de que Dios realmente me ha perdonado y me ha dado vida eterna, si no estoy seguro de que voy camino al cielo, si no estoy seguro de que la salvación de Dios está segura, entonces tiene un efecto negativo en mí, porque es en esa inseguridad que caigo con mayor prontitud en pecado.
El Salmo 119 dice: “Espero en tu salvación, oh Jehová, y hago tus mandamientos”. Debido a que tengo esperanza en la realidad eterna, debido a que mi esperanza está fija en Cristo, en Dios, debido a que estoy seguro en eso y cierto de eso, hago lo que dices. La certeza eleva el corazón para que viva al nivel más alto de gozo. La certeza eleva el alma para que busque propósitos santos. La certeza eleva el corazón con canciones de alabanza, de gratitud. La certeza fortalece el alma contra la tentación y las pruebas. La certeza motiva al corazón a la obediencia de amor.
Permítame darle un par más. La certeza calma el alma con reposo perfecto y paz en medio de las tormentas de la vida. Definitivamente calma el alma en medio de las tormentas de la vida. No importa lo que pase alrededor de mí, si sé que estoy seguro para siempre en Cristo, qué temo. Escucha Hebreos 6:19. “Esta esperanza, esta esperanza eterna, tenemos como un ancla del alma, un ancla segura y estable”. No importa lo que golpee el casco de nuestro barco, estamos anclados en la confianza de nuestra esperanza eterna. Entonces el alma está en calma con reposo y paz en la confianza de una salvación segura.
Otro punto que considerar: la certeza le enseña al alma a esperar pacientemente en Dios para la misericordia necesitada. Si usted no está seguro de su salvación, ¿adivine usted lo que sucede cuando usted ora y Dios no responde inmediatamente? Si yo no sé que soy cristiano, no estoy seguro de que realmente soy salvo, y oro a Dios y no recibo una respuesta inmediata, ¿cuál es mi respuesta en la carne? Hombre, Dios no está escuchando. A Dios no le importa. Eso significa que no soy de Él.
Pero si estoy seguro de mi salvación, y seguro en mi salvación, y cierto de mi salvación, entonces tengo la paciencia para esperar a que Dios actúe en Su propio tiempo. Y no termino por así decirlo, en gran temor. Ese es el corazón paciente que es mostrado por el que tiene confianza de su destino eterno y el cuidado eterno de Dios. En Romanos 8:25, dice, “Si esperamos lo que no vemos, con paciencia, lo esperamos”. Si su esperanza es fuerte y su esperanza está basada en el hecho y la realidad, entonces usted puede perseverar al esperar a que se cumpla esa esperanza. Lea el Salmo 130 si quiere otra ilustración de eso.
Otro punto: la certeza purifica el corazón, la certeza purifica el corazón. 1 Juan 3:3, “Todo aquel que tiene esta esperanza en Él, se purifica a sí mismo, así como Él es puro”. Cuando su esperanza está fija, no moviéndose y sacudiéndose y viene y va, cuando está fija, entonces usted se purifica a sí mismo. Tiene un poder purificador. Si sé que voy a ver a Dios, sé que voy a ver a Cristo, sé que los voy a ver cara a cara, voy a rendir cuentas por mis actos, voy a pasar a la eternidad con el Señor, llevando la recompensa por aquello que le he prestado a Él a manera de servicio, eso va a cambiar la manera en la que yo vivo mi vida.
Ahora, esos son asuntos muy importantes, y los acabo de nombrar. Usted podría pensar en más de los que yo pensé, pero son la esencia misma de lo que es esencial en la vida del creyente para experimentar el gozo pleno que el Señor ha diseñado que el cristiano tenga. Y si usted no tiene ese gozo, si usted no tiene esa certeza plena, usted puede, usted puede tenerla. ¿No le gustaría vivir al nivel más alto de gozo?
¿No desea usted buscar propósitos santos, estar lleno de canciones de alabanza y gratitud? ¿No quiere usted tener un alma que es fuerte contra la tentación y la prueba? ¿No quiere tener usted un corazón que está motivado a obedecer? ¿No quiere experimentar calma en el alma, reposo y paz perfectas? ¿No quiere tener usted la capacidad para esperar pacientemente en Dios para la misericordia que necesita, y no quiere usted una vida pura? Esas son las cosas que son el fruto de la certeza.
Es triste darse cuenta de que gente que, uno, niegan la certeza como una posibilidad, aquellos que teológicamente niegan que usted pueda estar eternamente seguro, nunca conocerán estas bendiciones. Aquellos de nosotros que lo creen, pero no viven como debemos vivir, tampoco lo disfrutarán. La certeza realmente equipa el alma para toda batalla espiritual en toda manera. Me gustaría poder decir todo lo que está en mí, y mis palabras no son adecuadas. Entonces permítanme citar del teólogo Berkhof; escuche lo que él dijo. “La vida del cristiano está diseñada para ser una vida de servicio en el Reino de Dios. Él es un instrumento de honor, santificado, apto para el uso del Maestro, preparado para toda buena obra. Y el servicio que se demanda de él es arduo, incluso participa de la naturaleza de una batalla.”
“El creyente es un soldado de Jesucristo involucrado en batallas intensas con los poderes de la maldad. Por lo tanto, se le insta vestirse de toda la armadura de Dios, para que pueda retener su posición en el Reino de Dios y frustrar las obras del diablo. Él necesita toda la fortaleza espiritual que está a su disposición, especialmente la fortaleza que viene de una fe viviente y activa, y de la certeza de la salvación. Si él está incierto, si sus brazos no están estables, si su ojo no está claro y es verdadero, si él está careciendo de confianza, él no va a poder hacer su mejor esfuerzo para el capital de su salvación.”
“Pero si él está de pie en la certeza de la fe, él va a marchar a la batalla con confianza. Él va a ocupar una posición fuerte. Él va a apuntar con precisión y él va a pelear con la fortaleza que viene de la expectativa de confianza de la victoria. Aquellos cuyos corazones siempre están llenos de dudas y constantemente están involucrados en buscar certeza, son como el soldado que pasa todo su tiempo buscando su armadura, o arreglándola, y mientras tanto pierde de vista las fuerzas del enemigo que vienen”, Fin de la cita. Excelente afirmación: si usted pasa todo el tiempo concentrado en que, si tiene o no su armadura puesta, usted no va a poder pelear la batalla.
Son los cristianos que tienen confianza, que tienen la certeza de la salvación que están ahí afuera en la línea de batalla. Incluso Santiago dijo: “Un cristiano que duda es como la onda del mar, que es llevada por doquier, de doble ánimo e inestable en” – qué – “en todos sus caminos”. Solo el creyente que tiene certeza, el creyente que tiene confianza, puede decir estas palabras del apóstol Pablo: “He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe, en el futuro me espera la corona de justicia que el Señor, el juez justo, me dará en aquel día”. Esa es la palabra de un soldado que tiene confianza, ¿verdad? Un hombre que tenía certeza de su destino eterno. Amados, negar la doctrina de la certeza o no experimentar la doctrina de la certeza es hacer un cortocircuito en su bendición espiritual y su utilidad.
Ahora, a pesar de todo eso, muchos cristianos no disfrutan de la certeza. Y hemos estado haciendo la pregunta de ¿por qué?, ¿no es cierto? Dijimos, en primer lugar, algunos carecen de certeza porque están bajo predicación fuerte del estándar santo de Dios. Porque los estándares son mantenidos tan altos, que piensan que nunca pueden llegar al estándar, y entonces sienten que no deben ser salvos. En segundo lugar, señalamos que algunos carecen de certeza porque no pueden aceptar el perdón. Piensan que son demasiado malos. Lo que han hecho es demasiado terrible. Y simplemente no pueden creer que podrían ser perdonados. Algunos carecen de certeza porque no comprenden el Evangelio. Simplemente no entienden la naturaleza del evangelio y lo que el Señor ha provisto, y en el lugar del conocimiento, se vuelven objeto de la tiranía de sus emociones.
En cuarto lugar, algunos carecen de certeza porque no conocen el momento exacto de su salvación. Y debido a que no pueden identificar un momento, piensan que quizás no sean salvos. En quinto lugar, algunos carecen de certeza porque todavía sienten la carne fuerte y se preguntan si tienen una nueva naturaleza. Debido a que la atracción del pecado y de la carne es tan fuerte, se preguntan si realmente son una nueva criatura. Y número seis, algunos carecen de certeza porque no ven la mano de Dios en todas sus pruebas. En otras palabras, cuando las cosas salen mal, piensan que Dios los ha abandonado, en lugar de que Dios está usando eso para su crecimiento. Ahora, eso todo es repaso. Quiero darle las últimas dos razones por las que la gente duda de su salvación.
Número siete, algunos carecen de certeza porque no andan en el Espíritu; y de esta manera su ministerio afirmador, confirmador para sus corazones no lo disfrutan. ¿Entendió eso? Esto es muy, muy vital. Algunos carecen de certeza porque no andan en el Espíritu, y el ministerio del Espíritu hacia el creyente es afirmar su salvación. Acompáñeme a Romanos, capítulo 8, de nuevo. Estuvimos ahí la semana pasada, regresamos. Es el capítulo más grande en la Escritura acerca de este asunto de la seguridad y la certeza. Y quiero llevarlo a Romanos, capítulo 8, versículos 14 al 16. Dice en el versículo 14: “Porque todos los que están siendo guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios”. Si usted quiere decirlo de otra manera, usted podrá decir los hijos de Dios todos están siendo guiados por el Espíritu de Dios. El Espíritu de Dios está involucrado en guiar a todos los creyentes.
Y después en el versículo 15 él dice: “Porque no habéis recibido espíritu de esclavitud llevando a vosotros al temor de nuevo, sino que habéis recibido el espíritu de adopción como hijos por el cual clamamos: Abba Padre”. Mire, si pertenecemos a Dios, y el Espíritu está en nosotros guiándonos, nunca deberíamos temer nuestra condición. Hemos sido adoptados en la familia de Dios y clamamos Abba Padre, lo cual significa papito, papá; es un término de intimidad.
Y después el versículo 16: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios, y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo”. Ahora escuche. Para todo creyente, el Espíritu Santo vive adentro de él. Y desde esa perspectiva adentro del creyente, Él nos guía a todos nosotros. Nunca deberíamos temer, porque Él nos está guiando a la conclusión de que somos los hijos de Dios. Esa es una de las cosas que Él hace.
Ahora, permítame darle un poco de trasfondo de esto. En Roma era muy común adoptar, muy común. Y cuando un niño era adoptado, había una ceremonia legal que se llevaba a cabo. Las adopciones romanas tenían que ser verificadas, escuche esto, por siete testigos. Siete testigos tenían que firmar el certificado de que esta era una adopción legal. ¿Por qué? Bueno, imaginemos que usted tenía un hombre muy rico. Él estaba interesado en adoptar a un niño. Él adoptaba a ese niño en su familia. Y después él moría, y ese niño inmediatamente tenía derecho a su herencia. ¿Quién va a verificar eso? Digamos que había un testigo, y él estaba muerto. No había nada en computadora, probablemente nada en archivos en ningún lugar. Todo era confirmado mediante un documento y palabra de la boca alguien.
Y entonces apilaban a siete testigos, con el propósito de que siempre alguien pudiera confirmar el derecho legítimo del heredero a su herencia. Por otro lado, bien podría ser que, si un hombre rico moría, algún farsante podía venir a decir: “Mira, él me adoptó como su hijo”; ¿Quién lo va a probar o lo va a desacreditar? De regreso a los siete testigos: uno, dos, tres, cuatro de ellos podrían haber estado muertos, quizás quedaban tres. Y la idea entera de tener siete testigos era para afirmar que de hecho esta adopción era legítima; estos siete testigos tenían que estar presentes en la adopción. ¿Entendió eso? Tenían que estar presentes en la adopción. Y tenían que afirmar que el hijo adoptivo era el heredero.
Aquí está el punto de Pablo. Si alguien cuestiona su derecho a su herencia eterna, si alguien cuestiona que usted es hijo de Dios, hay un testigo que estuvo ahí en el momento de su adopción. ¿Quién era? El Espíritu Santo. Y el Espíritu Santo va a dar un paso hacia adelante y va a dar testimonio de que usted de hecho es un hijo de Dios por adopción, y tiene un derecho legal a su herencia eterna. También es una coincidencia interesante que, en Isaías, capítulo 11, versículo 2, Isaías presenta al Espíritu como un Espíritu séptuple. El Espíritu séptuple se convierte en el testigo que afirma que yo pertenezco a Dios. Entonces, es el ministerio del Espíritu Santo dar testimonio de la legitimidad de mi adopción en la familia de Dios y mi derecho a una herencia eterna. ¿No es eso una verdad maravillosa?
Dice usted: “¿Cómo es que el Espíritu Santo lo hace? ¿Cómo es que Él da testimonio? En varias maneras. Acompáñenme a 1 Corintios, capítulo 2 – 1 Corintios, capítulo 2, versículo 9, “Como está escrito: Cosas que ojo no ha visto, ni oído ha oído, y que no han entrado en el corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman.” Muy bien, la Escritura promete bendiciones inmensas para aquellos que aman a Dios. Esos son tomados de Isaías.
Ahora, versículo 10: “Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu”. La primera manera en la que el Espíritu Santo afirma nuestra salvación es mediante iluminación. En otras palabras, el Espíritu ilumina la Escritura. Él hace que la Palabra viva. Conforme estudiamos la Palabra de Dios acerca de estas promesas, el Espíritu las ilumina para nuestros corazones. Eso es lo que ese texto está diciendo. El Espíritu Santo nos permite pensar y comprender con la mente de Cristo. Entonces, la primera manera en la que el Espíritu Santo me da testimonio de que soy hijo de Dios y de que soy heredero es al iluminar la Escritura. Él ilumina Romanos 8:14 al 16, por ejemplo.
Permítame mostrarle una segunda manera en la que el Espíritu Santo da testimonio. 1 de Juan, capítulo 4, y me gustaría que tuviéramos más tiempo para ver cada una de estas, pero 1 de Juan, capítulo 4, versículo 13, esto es lo que Juan escribe: “Por esto sabemos que permanecemos en Él y Él en nosotros”. ¿Cómo sabemos eso? ¿Cómo sabemos eso? “Porque Él nos ha dado de su Espíritu y hemos visto y damos testimonio de que el Padre ha enviado al Hijo para ser el Salvador del mundo. Y todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. Y nosotros hemos llegado a conocer y hemos creído el amor que Dios tiene por nosotros. Dios es amor, y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios permanece en él.” Dice usted: “¿De qué está hablando él aquí?” Lo que él está diciendo es esto: el Espíritu Santo vino, versículo 13, y nos mostró el evangelio.
La segunda manera en la que el Espíritu nos da testimonio a nosotros es mediante la salvación; cuando el Espíritu lo convence a usted de pecado, justicia y juicio, cuando el Espíritu le revela a usted que Dios envió a su Hijo para ser el Salvador del mundo, versículo 14. Cuando el Espíritu le revela a usted que, si usted confiesa a Jesús como el Hijo de Dios, Dios vendrá y permanecerá en usted, y usted en Dios; en otras palabras, la primera manera en la que el Espíritu nos da testimonio de que somos hijos de Dios es al iluminar la Escritura.
La segunda manera es mediante el asunto entero de la salvación, en donde creemos en Cristo, en donde amamos a Dios, en donde amamos a Cristo, todo eso es el testimonio del Espíritu. Eso es algo continuo. Conforme continuamos estudiando la Palabra de Dios, el Espíritu dará testimonio de ella al iluminar la Palabra. Conforme continuamos caminando con Cristo, el Espíritu dará testimonio de que somos hijos de Dios en el reino de Dios, por así decirlo, por la fe y el amor que crecen.
Hay otra manera en la que el Espíritu da testimonio. En Gálatas, capítulo 4, muy parecido al texto de Romanos, dice en el versículo 6: “Y debido a que sois hijos, Dios ha enviado el Espíritu de su Hijo, a nuestros corazones clamando: ¡Abba! ¡Padre!'” Escuche, el hecho mismo de que la Escritura es iluminada para mí, que la entiendo, es el Espíritu dando testimonio de que soy hijo de Dios. ¿Por qué? Porque si no fuera hijo de Dios, no podría entender la Biblia, ¿verdad? El hombre natural qué – no la entiende. Entonces, el proceso mismo de iluminación significa que el Espíritu está en mí, y esa es una confirmación de que le pertenezco a Dios: el asunto de amar a Cristo.
¿Qué me hizo odiar el pecado y amar a Cristo? ¿Qué me hizo de pronto darme cuenta de que Dios había enviado a Su Hijo al mundo para morir por mi pecado, y si colocado mi fe en Él, Dios viviría en mí y yo viviría en Él? ¿Y qué me hizo amar a Cristo y morar en el amor de Dios y en el amor de Cristo? La obra del Espíritu. Eso me coloca de cerca con la obra del Espíritu Santo en mí y así es como Él me da testimonio de que soy hijo de Dios. Los incrédulos no tienen eso. El mundo incrédulo no ama a Dios, no ama a Cristo, no se vuelve a Cristo como Salvador, porque el Espíritu no está operando en ellos, porque no son hijos de Dios.
La tercera cosa aquí que el Espíritu hace en nosotros es acercarnos a la comunión con Dios. Abba Padre, simplemente un término de intimidad; el Espíritu produce oración, el Espíritu produce alabanza, el Espíritu produce adoración, todo eso está encerrado en Abba Padre. El Espíritu produce una petición, un clamor a Dios como nuestro Padre, todo eso es el testimonio del Espíritu. Pase a Gálatas, capítulo 5, un capítulo adelante de donde está, versículo 22, “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.” Ahora, usted conoce este pasaje muy bien. Pero permítame tan solo mencionar que la siguiente cosa que el Espíritu da testimonio es mediante el fruto.
El Espíritu produce en su vida un amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza, sobrenaturales y cuando esas cosas están siendo producidas en su vida, usted sabe que no son producidas por su carne, ¿verdad? La carne sabe cómo es tener lujuria, pero no amor verdadero. Conoce cómo estar feliz, pero no conoce el gozo estable. Conoce un momento de calma, pero no una paz profunda, y demás. Entonces, cuando eso es producido en su vida, cuando esas actitudes existen en su corazón, esa es la obra del Espíritu produciendo esas, y usted debería decir: “Esa es la evidencia, la evidencia del Espíritu de que le pertenezco a Dios”.
Y una última nota, Hechos 1:8, “Pero recibiréis poder cuando el Espíritu Santo haya venido sobre vosotros y me seréis testigos”. Servicio, ministerio, evangelismo, ese es el producto del Espíritu Santo en mí y en usted. Ahora, ¿qué estoy diciendo? El Espíritu Santo viviendo en usted como creyente está dando testimonio de manera constante del hecho de que usted le pertenece a Dios. Y cuando los acusadores vienen y dicen: “No, esa adopción nunca se llevó a cabo, no, él es un hijo ilegítimo o una hija ilegítima, no, no es real”. El Espíritu dice: “Yo estuve ahí”, ¿verdad? Naciste del Espíritu. “Yo estuve ahí, y afirmo que esta persona de hecho es hija de Dios”.
¿Y cómo es que Él da ese testimonio a nosotros? Al iluminar la Palabra de Dios, la cual no hace para un incrédulo, al llevarnos a una fe y amor mayores hacia Dios y Cristo, al llevarnos a una comunión íntima con Dios en oración, petición, alabanza, adoración, al producir en nuestras vidas esas gracias que son características de una naturaleza redimida, y al hacernos eficaces en el servicio. Entonces cuando usted habla del Espíritu dando testimonio con nuestro espíritu de que somos los hijos de Dios, no espere alguna pequeña voz en su cabeza que diga: “Sí lo eres, sí lo eres, sí realmente eres un cristiano.” No. No, el Espíritu Santo no va a cuchichear entre sus oídos. Él usa esos medios para iluminar su mente acerca de la realidad de su condición espiritual.
Me encanta lo que Tomas Brooks escribió. “El Espíritu es el gran revelador de los secretos del Padre. Él yace en el seno del Padre, Él conoce todo nombre que está escrito en el Libro de la Vida, Él está mejor familiarizado con las operaciones internas del corazón de Dios hacia pecadores pobres, Él es el gran Consolador y el único sellador de almas hasta el día de la redención. Si usted entristece por su pecado deliberado, al único que puede hacer que usted esté contento, entonces ¿quién va a hacer que usted esté contento?” Ese es el punto. Si el Espíritu hace todo eso, y usted entristece al Espíritu, o apaga el Espíritu, o no anda en el Espíritu sino en la carne, usted corta ese ministerio. Esa es la razón por la que la gente carece de certeza.
Y el camino a la certeza, entonces, no es sentarse y suspirar; no es sentarse y quejarse por su falta de certeza, sino es el camino de andar en el Espíritu, honrando y obedeciendo Su Palabra, y Su impulso, y Su voluntad santa. El camino para alejarse de la certeza es el camino lejos del Espíritu, caminando en la carne. Mientras que usted camine en el Espíritu, esto es, en obediencia al Espíritu de Dios, usted va a conocer la certeza. No entristezca al Espíritu de Dios mediante el cual usted fue sellado para el día de la redención. Sí, Él lo selló a usted para el día de la redención; ese sello nunca será quebrantado. Usted es adoptado y usted está seguro, pero si usted entristece al Espíritu, usted no va a disfrutar esa certeza. Cuando el cristiano está andando en el Espíritu, la certeza es el regalo del Espíritu.
Finalmente, realmente hemos cubierto mucho en estas tres semanas, algunos carecen de certeza debido a predicación fuerte que los convence de pecado de un estándar santo. Algunos carecen de certeza debido a su incapacidad de aceptar el perdón por sus pecados, o no entienden la riqueza del evangelio de la gracia, o debido a su incapacidad de recordar el tiempo de su salvación, o el poder que queda de su carne no redimida, o las pruebas difíciles en las que no ven la mano de Dios, y le prometo que algunos carecen de certeza porque no andan en el Espíritu, lo cual podría incluir todo lo demás que he dicho antes de eso. Pero hay una cosa más que es obvia, evidentemente obvia. Algunos carecen de certeza porque la certeza es la recompensa de la obediencia, y son desobedientes de manera deliberada. La certeza es la recompensa de la obediencia, y son desobedientes de manera deliberada.
Le voy a prometer esto, Gálatas 5:16 al 21, si usted anda en los deseos de la carne y satisface los deseos de la carne, usted nunca conocerá el fruto del Espíritu, ¿verdad? La pureza y la certeza van juntas. Salmo 84:11, “Ninguna cosa buena Dios retiene de aquellos que caminan rectamente”. Si usted camina rectamente en obediencia a Dios, Él le da a usted certeza. Hombre, qué promesa tan gloriosa. Hebreos 10, creo que en el versículo 22, señala esto de manera fuerte. Permítame tan solo leérselo “Acerquémonos” – escuche esto – “con corazón sincero, en plena certeza de fe, habiendo sido limpiados nuestros corazones de una conciencia mala y nuestro cuerpo lavado con agua pura”. Hombre, qué afirmación. La única manera de tener certeza plena está conectada a la pureza.
Sinclair Ferguson escribe: “Los niveles altos de certeza verdadera no pueden ser disfrutados por aquellos que persisten en niveles bajos de obediencia; los niveles altos de certeza no son disfrutados por aquellos que viven a niveles bajos de obediencia”. Si usted vive en pecado y desobediencia, usted no disfrutará de certeza. El pecado la va a cancelar. Hay un espacio entre el pecado y la paz, el pecado y el gozo, el pecado y la certeza. Vivir en pecado es vivir en duda. Cuando usted peca, junto a él viene la duda acerca de su condición espiritual, y el Espíritu de Dios retiene el buen regalo. Con frecuencia, el salmista, cuando él se metió en pecado, clamaba como si el Señor no lo conociera. Estoy pensando en el Salmo 31:22: “En cuanto a mí, estoy aislado de delante de Tus ojos.” Él se sintió abandonado por Dios. Su pecado le había quitado su certeza.
Salmo 77:7: “¿Acaso Jehová rechazará para siempre? ¿Y nunca será favorable de nuevo? ¿Acaso sus misericordias han cesado para siempre? ¿Acaso su promesa ha llegado a un fin para siempre? ¿Acaso Dios ha olvidado el ser misericordioso? Oh, es mi tristeza que la diestra del Altísimo ha cambiado.” ¿Cómo es que el salmista se metió en ese desastre? Pecado. Cuando usted cae en pecado, usted cae en duda. Vivir en pecado es vivir en duda. Entonces necesitamos enfrentar el pecado en nuestras vidas. Y le voy a decir, le voy a dar un pequeño secreto, si usted enfrenta un pecado serio, el resto van a caerse con él. Es como cuando Goliat fue matado, el resto de los filisteos huyeron. Cuando el general es matado, las tropas se dispersan.
Y así es en la vida de un creyente, que, mediante los medios de la gracia, cuando él mata los pecados que son más poderosos y los más atractivos, esos pecados consentidos, esas tentaciones fuertes que constantemente vienen, cuando usted los enfrenta el resto caerán. Meta una lanza en el corazón de Absalón, y el resto de sus rebeldes se irán. Enfrente esos pecados que lo asedian que son conocidos y los otros desaparecerán. Pero en donde hay pecado, habrá una lucha tremenda por la certeza. Escuche el testimonio personal de Carlos Spurgeon. “Cuando yo siento que he pecado y deseo superar ese pecado para el futuro, el diablo al mismo tiempo se me acerca y dice en silencio: '¿Cómo puedes ser una persona perdonada y aceptada por Dios mientras que todavía pecas de esta manera?'
“Si escucho esto termino en desesperanza. Y si continuo en ese estado, termino sin esperanza alguna y cometo el pecado con mayor frecuencia que antes. Pero la gracia de Dios entra y le dice a mi alma: 'Tú has pecado, pero ¿Cristo no vino a salvar pecadores? Tú no eres salvo porque tú eres justo, porque Cristo murió por los impíos.' Y mi fe dice: 'Aunque he pecado, tengo abogado para con el Padre, Jesucristo el justo, y aunque soy culpable, sin embargo, por la gracia soy salvo, y soy todavía un hijo de Dios.' ¿Y qué entonces? Porque, las lágrimas comienzan a caer y digo: '¿Cómo es que podría llegar a pecar contra mi Dios que ha sido tan bueno conmigo? Ahora venceré ese pecado.' Y me fortalezco para pelear con el pecado mediante la convicción de que soy hijo de Dios”.
Si usted cae en pecado y usted con determinación dice: “Voy a conquistar ese pecado”, Satanás podría golpearlo con este tipo de preguntas. Usted regresa a la gracia perdonadora de Dios y lo va a fortalecer para la batalla. Sea cual sea la causa por la pérdida de certeza, sea lo que sea que lo hace dudar a usted, sea lo que sea que hace que usted pierda su gozo y se vuelva inútil en el servicio cristiano, vacío en la adoración, frío en la alabanza, sin pasión en la oración, vulnerable a los falsos maestros, sean cuales sean los problemas, hay una cura. La cura es andar en el Espíritu. La cura es caminar en obediencia. Dice usted: "Necesita ser más específico que eso". Oh, voy a serlo. Pedro es mucho más específico que eso. Pero eso es para la próxima vez.
Ahora, en este momento, conforme cerramos esta lección maravillosa, voy a pedirle a nuestros ujieres que vengan y repartan un pequeño pedazo de papel a todos ustedes. Estaba leyendo en uno de los vuelos que tomé hace unos meses atrás un libro titulado El interés del cristiano escrito por Thomas Guthrie. Y conforme lo leía, en su típico estilo de catecismo de preguntas y respuestas, como él enseña, comencé a seguir sus pensamientos y algunos de los míos, y entonces preparé un pequeño catecismo, un pequeño proceso de preguntas y respuestas, para ayudarle a pensar y resumir todo lo que he dicho en las últimas tres semanas, ¿muy bien? Entonces quiero que todo mundo tenga una de estas pequeñas hojas amarillas, y vamos a cubrir este pequeño catecismo conforme llevamos las cosas a una conclusión en esta noche.
Kateché significa hacer un eco. Así es como todo el mundo aprendía en los tiempos antiguos, mediante un catecismo, y algunos de ustedes probablemente fueron criados en uno en su vida espiritual y trasfondo. Pero esto va a resumir lo que hemos estado diciendo de la certeza. Muy bien, vamos a embarcarnos en nuestro pequeño catecismo juntos. Voy a hacer la pregunta y usted da la respuesta, ¿muy bien?
Pregunta: ¿Cuál es el deber esencial que una persona tiene en este mundo? Consumar una relación salvadora con el Señor Jesucristo, lo cual es reconocer Su obra en la cruz y Su resurrección de los muertos como la expiación satisfactoria para el pecado, y caminar conforme a esa relación.
Pregunta: ¿Acaso no todos los miembros de la iglesia tienen una relación salvadora como esa con el Señor Jesucristo? No, solo aquellos que son verdaderamente salvos.
Pregunta: ¿Cómo puedo estar seguro de que tengo esa relación salvadora? El Señor habrá llevado a cabo en su alma, en el alma de usted, Su propia voluntad soberana, ese llamado eficaz de traerlo a sí mismo mediante una obra de convicción y humillación, de tal manera que usted habrá descubierto su pecado y miseria, y estará agitado de manera tan seria y amenazado por ello es que usted anhela el Salvador.
Pregunta: ¿Cómo puedo saber si he descubierto de manera suficiente y he admitido mi pecado y miseria? Por el hecho de usted va a tomar la salvación en su corazón por encima de cualquier otra búsqueda en la vida, como para buscarla por encima de cualquier otra cosa. Va a hacer que usted no busque algún alivio del pecado y la culpabilidad, aún en el mejor de los tiempos. Va a hacer que Cristo, quien es el Redentor, sea muy preciado para su alma. Va a hacer que usted tema el pecado, se arrepienta y busque ser salvo en los términos de Dios.
Pregunta: ¿Por qué otro medio puedo discernir una relación salvadora con Cristo? Mediante un afecto fuerte y serio que busca a Cristo como Él es dado a conocer en el evangelio. Este amor es creencia salvadora.
Pregunta: ¿Cómo sabré si el afecto de mi corazón hacia Él es genuino y mi fe es fe verdadera, salvadora? Cuando su corazón lo busca en fe salvadora verdadera, su alma estará satisfecha con Cristo únicamente, y por encima de todo lo demás, y en todos Sus oficios, para gobernar y enseñar, como también salvar, y está satisfecha en aferrarse a Él sin importar el costo.
Pregunta: ¿Hay otras marcas de una relación salvadora con Cristo? Usted verdaderamente es salvo cuando usted ha sido hecho una nueva criatura, cambiado por gracia y renovado en la persona entera, y eso es mejor conocido por el deseo de evitar el pecado y hacer que su vida siga el ejemplo de obediencia hacia las demandas justas de Dios.
Pregunta: ¿Y qué si encuentro pecado prevaleciendo sobre mí? Aunque todo pecado merece venganza eterna, si usted confiesa regularmente sus pecados con arrepentimiento genuino y con vergüenza ante Dios, huyendo a Cristo por perdón, por toda iniquidad conocida y desconocida, Él le va a conceder a usted misericordia y perdón, porque usted está en gracia y su salvación está segura para siempre.
Pregunta: ¿Y qué si mis pecados son serios y repetidos? Sean los que sean, Jesucristo ha pagado el precio por ellos, de tal manera que, si usted de manera sincera y diligente se ha vuelto a Él en fe arrepentida, usted nunca entrará en condenación. Además, Su provisión de gracia para aquellos que creen incluye poder para vencer el pecado y vivir de manera justa.
Pregunta: ¿Acaso la fe únicamente es el requisito para la salvación? La fe es la respuesta sobre la cual Dios ofrece paz y perdón a los hombres, pero la fe, si es genuina, no estará sola en el alma, sino que siempre estará acompañada de arrepentimiento verdadero y un deseo pronto por conformar su vida a la voluntad y camino de Dios.
Pregunta: ¿Cómo puedo estar seguro de que he sellado mi destino eterno con el Señor Jesucristo? Exprese con su boca a Dios lo que el Espíritu Santo mediante la Escritura lo ha llevado a creer a usted en su corazón.
Pregunta: ¿Cómo hago eso? Considere su pecado y su condición perdida, y el remedio ofrecido por Jesucristo. Ceda su corazón para que esté contento con eso y desee ese remedio, y hable con Dios para que usted reciba al Señor Jesucristo y Su regalo de salvación, y entréguese a Él para ser salvo a la manera del evangelio sin reservas.
Pregunta: ¿Cuál es la consecuencia de una relación como esa? Unión y comunión con Dios aquí, y comunión bendita y la gloria en adelante.
Pregunta: ¿Cómo puedo llegar a la certeza plena de que tengo una relación como esa? Al afirmar las promesas de Dios como se revelan en la Escritura, mediante el testimonio interno del Espíritu y mediante la manifestación del fruto real y justo nacido a partir del amor hacia la persona de Cristo y un deseo por Su gloria y honor.
Muy bien, grupo de salón. Queremos que disfruten la certeza que nuestro Señor nos ha dado de nuestra salvación eterna. Permítame decir esto, escuche cuidadosamente. Sé que en una congregación como esta hay algunos que no tienen esa certeza. Podría ser que usted no es cristiano. Podría ser que usted nunca ha hecho lo que acabamos de leer; usted nunca ha expresado con su boca a Dios lo que el Espíritu Santo mediante la Escritura lo ha llevado a creer usted en su corazón. Si usted le gustaría venir al conocimiento de Jesucristo, si le gustaría entregar su corazón y vida al único Salvador que puede perdonar su pecado y darle el cielo, nos encantaría compartirlo con usted.
Nuestro cuarto de oración será abierto detrás del letrero de salida después de que el servicio termine. Tendremos algunas personas queridas que les encantaría orar con usted, hablar con usted y ayudarlo. O incluso podría hablar con las personas que vinieron con usted esta noche, eso también estaría bien. No se vaya sin la certeza. Si necesita venir y orar, si necesita confesar algún pecado, comenzar a andar en el Espíritu, hágalo en esta noche. No viva otro día sin la certeza de su salvación eterna. Regrese a vivir al nivel bendito que Dios quiere que usted disfrute.
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