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Todos hemos pasado por una metamorfosis dramática en el último año—casi año y medio. Hemos descubierto que si como Rip Van Winkle nos hubiéramos acostado y dormido por un siglo o más y despertáramos, habríamos despertado en un mundo muy diferente. En muchas maneras nuestro mundo es muy diferente ahora de lo que fue incluso año y medio atrás. Creo que es bastante apropiado decir que ahora estamos viviendo en una nación totalmente pagana, por toda medida es una nación pagana. Incluso la iglesia, como la Israel de la antigüedad, por un lado, ha decidido adorar a Dios y, por otro lado, ha decidido adorar ídolos, conforme ha doblado su rodilla a los dioses culturales.

La verdad es reemplazada por las mentiras, el amor es reemplazado por el odio, la paz es reemplazada por el enojo, y estamos viendo a nuestro alrededor preguntando cuáles son las soluciones. Hay gente que nos dice que las soluciones son políticas. Otros nos dicen que las soluciones son sociales—literalmente necesitamos tener una revolución en nuestro país y quemar todo lo que está en el pasado y reconstruir alguna sociología nueva de utopía. Otros nos dicen que es económica—la razón por la que las cosas están como están es debido a la desigualdad económica. Y todas estas cosas nos ayudarán a regresar a lo que sería una vida aceptable, si tan solo tratamos con cosas política, social y económicamente.

Pero ¿cuál es la estrategia de Dios? Porque esto no es nada nuevo para el pueblo de Dios. Israel en el Antiguo Testamento era una nación minúscula en el mar de paganismo. Atrás cuando entraron en la Tierra prometida, habiendo dejado Egipto, los paganos eran tan diferentes, tan anti Dios, tan demoníacos y satánicos, que Dios les dijo que literalmente los mataran a todos, que fueran instrumentos de juicio divino. No hicieron eso. En lugar de eso hicieron concesiones con ellos, y el resto es la historia triste del Antiguo Testamento.

La iglesia como la conocemos en el Nuevo Testamento, la iglesia que nuestro Señor estableció en el libro de los Hechos, era otra isla en medio del paganismo. El Antiguo Testamento no tenía impacto en el mundo en ese tiempo, y ciertamente la llegada de Jesús en el Nuevo Testamento y la predicación de Jesús y los apóstoles tampoco tuvo efecto en el mundo de esa era. Entonces sea usted Israel en el Antiguo Testamento, o sea usted la iglesia en el Nuevo Testamento, o sea usted la iglesia en la actualidad, las circunstancias son muy parecidas—lo cual lleva a la pregunta que es, “¿Cómo es que Jesús le dijo a Su pueblo que confrontara estas realidades?” Y para eso quiero que abra su Biblia en el onceavo capítulo de Lucas, el onceavo capítulo de Lucas. Y tengo un gran desafío frente a mí. Quiero ver cuatro versículos; pero cuando prediqué originalmente eso hace unos cuantos años atrás, tomó diez mensajes.

Lucas capítulo 11, versículo 1, Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan—Juan el bautista—enseñó a sus discípulos. Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben.” Y no nos metas en tentación. Jesús nos instruye aquí a confrontar el mundo de paganismo con algo que parecer ser de muy poco interés para la iglesia evangélica contemporánea; y eso es confrontar el paganismo con la oración, con oración.

Cuando Dios apareció en el Monte Sinaí en el Antiguo Testamento, los israelitas vieron Su presencia, y vieron que Su presencia fue acompañada por algunas realidades muy aterradoras: muestras de truenos y relámpagos y humo debido a que, como Hebreos 12:29 dice, “Dios es fuego consumidor”. Pero a pesar de la realidad que Dios se estaba presentando a Sí mismo como un soberano aterrador y Juez, Dios también declaró que Él era accesible, y que Su pueblo necesitaba venir a Él en oración.

“El Santo”, dijeron los rabinos, los rabinos antiguos, “anhela las oraciones de los justos”. En el Salmo 50 versículo 15, leemos, “E invócame en el día de la angustia; Te libraré, y tú me honrarás”. Salmo 91:15, “Me invocará—dice Dios—y yo le responderé”. Salmo 145:18, “Cercano está Jehová a todos los que le invocan”. Salmo 65:2, “Tú oyes la oración; a ti vendrá toda carne”. Incluso en el Antiguo Testamento, con Dios como fuego consumidor, se podían acercar a Dios—y llamaba Él a Su pueblo a venir a Él.

Hay un comentario, un comentario antiguo llamado Midrash, del Salmo 65, y aquí hay un párrafo de ahí: “Un rey humano puede escuchar a dos o tres personas a la vez, pero no puede escuchar a más; Dios no es así, porque todos los hombres pueden orarle, y Él los escucha a todos simultáneamente. Los oídos de los hombres quedan satisfechos…” y los oídos de los hombres puede oír un poco, “pero los oídos de Dios nunca quedan satisfechos. Él nunca se cansa de las oraciones de los hombres”. Los rabinos estaban diciendo en ese comentario que Dios oye a todo mundo todo el tiempo; nadie que viene a Él es rechazado.

Los rabinos incluso enseñaban que la oración era más grande que el sacrificio. Los maestros judíos creían que la oración debe ser constante. En el Talmud dice, “Honra al médico antes de que tengas necesidad de él”. Y eso significa acude a Dios en oración antes de que te desesperes. Ora cuando estés en prosperidad. Ten comunión con Dios.

Ahora hubieron varios elementos en la oración judía; usted encuentra estos a lo largo del Antiguo Testamento; solo voy a cubrir algunos, simplemente para darle un sentido de esto. Primero, está el elemento del amor y la alabanza. Las oraciones judías estaban llenas de expresiones de amor y alabanza a Dios. Salmo 34, “Bendeciré a Jehová en todo tiempo; su alabanza estará de continuo en mi boca”. Salmo 51, “Señor, abre mis labios, y publicará mi boca tu alabanza”. También, las oraciones judías estaban llenas de gratitud y acciones de gracias. Jonás oró, capítulo 2, versículo 9, “Yo con voz de alabanza o gratitud te ofreceré sacrificios”. Y los rabinos dijeron esto: “Aunque todas las oraciones un día serán terminadas, las oraciones de gratitud seguirán para siempre”.

La tercera cosa que era parte de las oraciones judías era un reconocimiento de la santidad de Dios. Un rabino llamado Simón dijo, “En su oración, un hombre debe pensar que la gloria shekinah de Dios está frente a él”. En otras palabras, usted está viniendo a Dios reconociendo Su gloria.

Un cuarto elemento en la oración judía era un deseo por agradar y obedecer a Dios. Y el Salmo 119 simplemente está lleno de esto, casi en todo versículo; todo el salmo ilustra el deseo de agradar y obedecer a Dios. Un versículo, “Hablará mi lengua tus dichos, porque todos tus mandamientos son justicia”. Y ese tema sigue a lo largo de esos versículos.

Entonces la oración judía tenía un elemento de amor y alabanza, gratitud y acciones de gracias, reconocimiento de la santidad de Dios, deseo de agradar y obedecer. También tenía un componente que conocemos y ese es la confesión de pecado y una petición por un corazón puro. Salmo 26:6, “Lavaré en inocencia mis manos, y así andaré alrededor de tu altar, oh Jehová”. Salmo 24:3 y 4, ¿Quién subirá a Jehová? El limpio de manos y puro de corazón. Los judíos creían que la oración de los justos en confesión podía volver el enojo de Dios a misericordia.

Un sexto elemento de oración judía era abnegación. Las oraciones judías más elevadas eran ofrecidas siempre por la comunidad. Era un poco raro orar por uno mismo. Por ejemplo, aquí hay una cita: “Todo Israel será redimido”, dijeron, “solo cuando forma un solo grupo. Cuando todos estén unidos, recibirán la presencia de la shekinah”. Los rabinos dijeron que para que la gente orara de manera abnegada por la Israel nacional, corporativa en lugar de sus propios intereses personales. Otra cosa interesante que los rabinos enseñaron es expresada en esto: “Que la oración del viajero no encuentre entrada, oh Señor, delante de Ti”. No escuches la oración de un viajero. ¿Por qué? Porque los viajeros quieren buen clima, pero los granjeros necesitan lluvia.

También había en la oración judía no solo la idea de que usted estaba orando en un sentido corporativo—y usted ve esto ilustrado de una manera poderosa en el noveno capítulo de Daniel; usted lo puede buscar—pero otro elemento de la oración judía era la perseverancia. Moisés estaba orando por la misericordia de Dios en Deuteronomio 3 aún después de que Dios dijo, “Basta” para ti. “No me hables más de este asunto”. Deuteronomio 3:26. Dios dijo, Eso es suficiente—y Moisés oró por Israel después del becerro de oro durante cuarenta días. Las oraciones judías le rogaban a Dios.

Hay otro elemento en la oración judía, y es humildad. Una y otra vez las oraciones judías comienzan con esta frase: “Que sea Tu beneplácito. Que sea Tu voluntad”.

Ahora todos estos elementos fueron incrustados en la oración del Antiguo Testamento. Ese es el enfoque judío tradicional de la oración. Salmo 55:1 y 2, “Escucha, oh Dios, mi oración…está atento, y respóndeme”. Salmo 61:1 y 2, “Oye, oh Dios, mi clamor, a mi oración atiende…clamaré a ti, cuando mi corazón desmayare”. O Salmo 116, versículos 1 y 2, “Amo a Jehová, Yahweh, pues ha oído mi voz y mis súplicas; porque ha inclinado a mí su oído, por tanto, le invocaré en todos mis días”. Usted se da la idea de que creían en la oración, y que la oración tenía todos esos componentes y todos esos elementos.

¿Por qué le estoy diciendo eso? Porque conforme nuestro Señor enseña a Sus discípulos a orar, Él realmente está repitiendo esas mismas cosas. No es como si esto es revelación nueva; estos son los elementos mismos que constituían la oración en el Antiguo Testamento, refinados por nuestro Señor. ¿Por qué, si esta la manera judía tradicional de orar, porqué es que los discípulos en el versículo 1 dicen, Señor, enséñanos a orar? Y por cierto esta no es la primera vez que lo dijeron. Está registrado en Mateo 6, versículos 9 al 13; hacen la misma pregunta meses antes, meses antes. Esta escena se lleva a cabo cercar de Jerusalén. El Sermón del Monte se llevó a cabo en Galilea meses antes, y en ese entonces estaban haciendo la misma pregunta; y están haciendo la misma pregunta aquí.

¿Por qué, si esta es la manera tradicional en la que los judíos oraban, y si ellos crecieron en el judaísmo y conocían la Escritura, por qué es que no entienden esto? ¿Por qué es que no entienden esto? ¿Por qué necesitan ser instruidos en la oración después de todas las generaciones del enfoque tradicional a la oración que el Antiguo testamento presenta? Bueno, en realidad, la respuesta es bastante simple. La respuesta es que la oración verdadera había sido reemplazada por la hipocresía.

Mateo capítulo 6, versículo 5, Jesús dice, “Y cuando ores, no seas como los hipócritas”. Lo que había pasado en el judaísmo había por lo tanto pasado a la oración en el judaísmo: la religión verdadera había sido reemplazada por la hipocresía. “No oren como los hipócritas, porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa”. Y eso es que eran vistos por los hombres, no oídos por Dios. “Más tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público. Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagáis, pues, semejantes a ellos, porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis”. Entonces usted tiene oraciones judías, que habían sido reducidas a hipocresía que se promovía a sí misma, y oraciones paganas, que dominaban la cultura exterior, y esto había dejado la oración verdadera fuera de la escena.

Entonces los discípulos dicen, “Necesitamos saber cómo orar”. Y de nuevo, digo, unos cuantos meses antes también habían hecho esa pregunta. Entonces Jesús dice, “Muy bien, así es cómo deben orar”. Versículo 2, “Cuando oréis, decid”. Y conocemos estas palabras conocidas—un poco diferentes de Mateo 6, pero conocemos la oración. Y nos encanta la oración y repetimos la oración, y cantamos la oración, y eso está bien. Es una oración sorprendente. Pero es más que tan solo una oración, es estructura acerca de cómo orar.

Cuando usted ora a lo largo de esta estructura, las primeras cosas que ve son que básicamente hay dos personas involucradas. Está Dios, y estamos nosotros. Dios es Padre. Se refiere a Su nombre, Su reino, Su voluntad, Sus dones, Sus dádivas, Su perdón, Su guía. Para nosotros es igual de importante. No solo estamos pidiendo cosas con respecto a Él, sino por nosotros: nuestro pan diario, perdón por nuestros pecados, y que no nos meta en tentación. En una economía de palabras divinas, simplemente en sección tan breve, versículos 2, 3, y 4, el Señor nos da una estructura para cómo orar en la circunstancia seria de ser el pueblo de Dios en medio del paganismo. Y usted tiene que aprender a orar porque tenemos hipocresía cristiana, y tenemos formas paganas de oración; y algunas veces las dos están mezcladas.

¿Qué es lo que el Señor nos dice aquí, al darnos esta estructura? Ahora los discípulos hicieron la pregunta, “Enséñanos a orar como Juan también enseñó a sus discípulos”. Juan tenía un grupo de seguidores, y se dijo de ellos, “Los discípulos de Juan frecuentemente ayunan y oran”. Ellos habían sido lo que me imagino podría usted llamar identificados, de esta manera, como un remanente de personas que todavía estaban orando como usted debía orar. Todavía estaban orando de la manera tradicional y apropiada. Fueron los fariseos los que comentaron acerca de Juan el Bautista y sus discípulos que ayunan y oran. Entonces los discípulos están diciendo, “¿Cómo oramos como los discípulos de Juan oran?” “Cuando oréis”, o literalmente “Cuando sea que oren”. En el sentido amplio, “Cuando sea que oren, digan esto”—y la primera palabra, versículo 2, “Padre. Padre”. Esto es absolutamente crítico.

Esta es la primera característica en la estructura de la oración: Usted identifica a Dios como Padre. Él rara vez es llamado Padre en el Antiguo Testamento, por cierto. Nunca en el Antiguo Testamento hay una oración dirigiéndose a Él que lo llame Padre. De hecho, era tan extraño y tan insólito que los judíos llamaran a Dios Padre, que cuando Jesús llamó a Dios Padre, Juan 5:18 dice que los judíos querían matarlo—porque al hacerlo Él se estaba haciendo igual a Dios.

Y mientras que rara vez en el Antiguo Testamento el pueblo judío llama a Dios Padre, aunque hay ocasiones en las que Él es identificado como Padre en el sentido de Creador, Padre en el sentido de sustentador, Padre en el sentido compasivo, no es sino hasta que usted llega al Nuevo Testamento, y el cambio es simplemente abrumador. Dios es llamado Padre 65 veces en Mateo, Marcos, y Lucas, y cien veces en el evangelio de Juan.

Y el griego es patér. Pero los judíos no hablaban griego, hablaban arameo. Y la palabra que usaban era Abba, Abba, el término más íntimo que los niños usaban para referirse a su padre. La palabra para madre era immah. Immah y abba. Todavía usadas hoy en familias que hablan hebreo, una expresión de cariño, de afecto tierno y amor de familia. Esto realmente era insólito, entre los judíos, mostrar esa cercanía a Dios.

Entonces estamos viniendo a Dios en un sentido de relación que es algo muy diferente de lo que la gente ha asumido en el pasado. Aunque Dios se declaró a sí mismo disponible, aunque Dios declaró Su compasión, Su amor, Su misericordia, Su bondad, Su ternura, Su poder, Su gracia, se había abierto una distancia entre el pueblo y Dios, porque la nación se había vuelto una nación de hipócritas. Jesús comienza al dirigirse a Dios, entonces, de una manera en la que los judíos nunca lo hicieron. Oh ellos veían a Dios como un padre en el sentido creativo, en el sentido soberano; pero en esta expresión íntima, este es el sentido de relación. Dios es un padre amoroso.

El Nuevo Testamento habla mucho de esto. Aquí es donde toda la oración tiene que comenzar, con el reconocimiento de la promesa de Dios de concedernos nuestra petición. Escuche Mateo 7:7, “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué hombre hay de vosotros, que, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?” De nuevo, Él es su Padre, Él es su Padre. Él no es un extraño, Él es Abba.

Jesús hizo una declaración asombrosa en Juan 20, versículo 17. Él estaba hablando de regresar al cielo, y dijo, “Subo a mi Padre y a vuestro Padre”. En el tiempo de Jesús la distancia entre Dios y el hombre se estaba ampliando. Aún los nombres de Dios estaban escondidos, no se permitía que se hablaran de ellos en público. Jesús siempre llamó a Dios Padre—cada vez excepto por una, cuando dijo, “Dios Mío, Dios Mío, ¿por qué me has desamparado?”

Había un énfasis, entonces, en eso, de la relación y la intimidad de esa relación. Israel conocía a Dios como el Padre de la nación, el Dios de Israel, “Nuestro Padre”, dice Primero de Crónicas 29. Ellos conocían Su presencia en un sentido creador, en un sentido de expresar poder. También sabían a partir de algunos de los salmos que Él era compasivo. Ellos sabían que Dios estaba ahí para guiarlos. Jeremías 31:9, “Irán con lloro, mas con misericordia los haré volver, y los haré andar junto a arroyos de aguas, por camino derecho en el cual no tropezarán; porque soy a Israel por padre”.

Dios era el Padre en la creación, Él era el Padre en soberanía, Él era un padre en compasión, Él era un padre en guía. Ellos incluso sabían que Él tenía una función de padre en términos de la autoridad del padre. Malaquías 1:6, “El hijo honra al padre…Si pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra?” Dios dice mediante el profeta, “Si Yo soy su padre, entonces debería ser honrado como un padre merece”.

Entonces la realidad de Dios como Padre era parte del Antiguo Testamento. Pero usted tiene que entender, ellos son una nación apóstata—ellos no tienen una relación con Dios. Ellos no tienen esa relación, entonces más y más, históricamente se distancian a sí mismos de la idea misma de esa relación y en cierta manera colocaron en granito la trascendencia de Dios por encima de la inminencia de Dios.

Pero por la palabra “padre”, escuche lo que Jesús está diciendo, “Dios no es apateia” como el dios estoico, incapaz de sentir algo; “Dios no es ataraxia”, como el dios epicúreo, viviendo en serenidad perfecta, calmada, indiferente. Dios no es el dios de Tomás Hardy, un inglés que llamaba a Dios “la cosa que sueña, oscura, torpe que gira la manija en este show aburrido”. Dios no es el dios de los deístas.

Él es Abba, Él es Papá. Y todo eso cierra el asunto del temor, y todo eso cierra el asunto de la soledad y cierra el asunto de la esperanza y cierra el asunto del amor y cierra el asunto de los recursos. Cada vez que usted dice, “Padre”, usted no está perdido en la multitud. Cada vez que usted dice, “Padre”, usted recuerda Isaías 45:3, “yo soy Jehová, que te pongo nombre”. Cada vez que usted dice, “Padre”, usted se coloca en el lugar del hijo pródigo, ¿no es cierto? Y el Padre tiene Sus brazos alrededor de usted, y coloca una túnica sobre usted y un anillo en su dedo y sandalias en sus pies, y todo el cielo celebra que usted es hijo.

Toda la oración comienza con eso. El reconocimiento de que, para simplificarlo y hacerlo un poco contemporáneo, el Padre sabe lo que es mejor. El Padre tiene todos los recursos. El Padre tiene toda la autoridad. El Padre tiene toda la sabiduría, toda la experiencia, toda la compasión, toda la bondad, todo el conocimiento, para darnos todo lo que necesitamos. En lugar de gritar contra la oscuridad, enojándonos contra la oscuridad, usted se vuelve a la luz en oración, reconociendo a Dios como fuente.

En segundo lugar, reconociendo a Dios como sagrado. “Padre, santificado sea tu nombre”. Lo que domina esta oración inmediatamente después de la palabra de introducción “Padre” es el honor de Dios; eso debe ser dominante. Lo primero que usted necesita decir en su oración no es, “Estoy aquí para confesar lo que yo quiero. Estoy aquí para darte mis planes”. No, “Estoy aquí para honrarte”.

El honor de nuestro Dios es dominante; no buscamos nada por encima de eso. Todo es filtrado a través de eso. La primera petición establece la prioridad y acaba con todo el egoísmo y todos los intereses personales. Y cuando usted dice, “Santificado sea tu nombre”, no es como, “Vida larga para el Rey”; no es solo algún reconocimiento verbal. Y no es algún tipo de palabra casual en términos religiosos. Cuando usted dice, “Santificado sea tu nombre”, usted está expresando un respeto enorme, tan enorme que usted jamás le diría algo a Dios que no exaltara la gloria de Él. Él es la razón de nuestra oración. Su reino es, como veremos, el objeto de nuestra oración. Su nombre, Su gloria, ahí es donde toda la oración comienza. Y después de todo, Romanos 11 dice, todas las cosas son por Él y para Él. Entonces conforme vemos esa declaración, “Santificado sea tu nombre”, hablemos simplemente de “nombre”, ¿qué significa eso?

En tiempos bíblicos el nombre representaba más que tan solo un título o una designación mediante la cual una persona era llamada. Primero de Samuel 18:30 habla acerca de David, “se hizo de mucha estima su nombre”. El nombre de una persona adopta la reputación de esa persona, ¿verdad? Digo eso es verdad en su vida. Cuando alguien le da a usted un nombre, usted afirma juicios acerca de esa persona en base a lo que usted conoce acerca de la persona. El nombre básicamente es la entrada a todo lo que esa persona es.

El nombre representa todo lo que es la persona, revelada. El nombre representa los atributos personales, los atributos comunicables e incomunicables de la persona de la que usted está hablando. El nombre de Dios representa Su naturaleza, lo que Él es, Sus atributos, Su personalidad. De hecho, Su nombre es todo lo que Él es; esa es la razón por la que el Salmo 9:10 dice, “En ti confiarán los que conocen tu nombre”. No es solo conocer el nombre de Él en hebreo o en inglés, o en español, significa conocer lo que Él es, conocer todo lo que está incluido en Su nombre.

Me encanta el Salmo 20, versículo 7: “Estos confían en carros, y aquéllos en caballos, mas nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios tendremos memoria”. Nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios tendremos memoria. Jesús en Juan 17:6 dijo esta afirmación tan magnífica: “He manifestado”, Su oración al Padre, “He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste”. ¿Qué quiso decir, con “He manifestado tu nombre”? Les mostré Tu persona. Juan 1 dice que Jesús estaba lleno de gracia y verdad porque Él era el unigénito del Padre. Él era Dios en carne humana. Todo lo que Jesús es está encerrado en Su nombre. De hecho, Jesús reveló claramente a Dios. Su naturaleza verdadera era Dios.

Entonces “nombre” no es un título, es el total de una persona. Y creo que eso incluso es verdad en la vida. Como dije hace un momento, cuando usted dice el nombre de una persona, ese nombre inmediatamente llega a usted como la encarnación de lo que usted conoce de esa persona. Entonces así es como usted debe orar: “Padre, que Tu persona, lo que Tú eres, Tu naturaleza, Tus atributos, Tu reputación, Tu ser sea santificado”.

Y los nombres mismos de Dios son muchos, ¿no es cierto? Yahweh, el tetragramaton, el YO SOY; es el verbo “ser”: “YO SOY EL QUE SOY”. ¿Qué significa eso? El ser eterno no creado, incambiable, auto existente, auto suficiente. Elohim, el nombre que lo reconoce como Creador, y la tercera palabra en la Biblia en hebreo: “En el principio creó Dios”. El Elyón, el cual lo encuentra en Génesis 14: el Dios Altísimo. Y está Jiré, Yahweh Jiré: el Señor proveerá. Yahweh nissi: el Señor nuestra bandera. Rapha: el Señor que sana. Shalom: el Señor nuestra paz. Raah: el Señor mi Pastor. Tsidkenu: el Señor mi justicia. Sabaot: el Señor de los ejércitos. Shamah: el Señor está presente. Mekoddishkem: el Señor que te santifica. Y después la palabra hermosa Adonai: Señor. Pero el nombre más magnífico de Dios es este nombre: Señor Jesucristo. En Él todo lo que Dios es, es revelado. Él es todo lo que Dios es, manifestado en la carne.

Entonces entendemos el nombre. Entonces decimos, “Padre, reconozco todo lo que Tú eres, y pido que esa realidad sea santificada”. Cuando usted lee “santificado”, usted piensa inmediatamente en algún artículo de la historia arcaica, antigua u oscura, con moho, con polvo. Quizás pasillos viejos, enclaustrados, túnicas largas, cantos atroces. “Santificado” podría aparecerse más en libros de Harry Potter de lo que aparece en su vocabulario. Usted podría pensar en aureolas o música de duelo, mórbida y otras tradiciones cansadas. Pero santificado es hagiazo, significa santo—santo, santo.

Entonces “Estoy viniendo a Tu presencia con una meta en mente, y esa es reconocer que Tú eres Mi Padre amoroso; y Tú eres Dios la fuente, pero también eres el Dios que es sagrado, y reconozco eso; me postro ante Tu santidad. Eres un tipo diferente de ser que yo. Yo vengo a Tu perfección incomparable en reverencia y adoración”. Esta es una protección contra el sentimentalismo. Demasiado Abba y no suficiente santificado se desequilibra.

Cuando un judío llamaba a Dios, “Padre”, tradicionalmente, casi siempre en sus oraciones inmediatamente después decían algo acerca de la majestad de Dios. Aquí están algunas de sus oraciones: “Oh Señor, Padre, y gobernante de mi vida. Oh Señor, Padre, y Dios de mi vida. Oh Padre, Rey de gran poder, Altísimo, Dios Todopoderoso”. Y después una serie de oraciones, 18 oraciones llamada Shemoneh Esrei. Las 18 empezaban así: “Oh Padre, oh Rey, oh Señor”. En los diez días de penitencia en el tiempo del Día de la Expiación, los judíos oraban lo que era llamado el Avinu Malkeinu: “Padre nuestro, nuestro Rey. Padre nuestro, nuestro Rey. Padre nuestro, nuestro Rey”. Y esa secuencia de oración repetía ese dueto 44 veces, “Padre nuestro, nuestro Rey. Padre nuestro, nuestro Rey”. Ellos reconocían, por lo menos hasta cierto punto, a Dios como un padre compasivo; pero inmediatamente emparejaban eso con una declaración de Su soberanía total y absoluta.

Entonces santificar el nombre es apartar todo lo que es común, todo lo que es humano, todo lo que es profano; reconocer a Dios y solo a Dios como santo. Para reconocer a Dios y solo a Dios como Santo así es como usted ora. ¿Cómo es que usted santifica el nombre de Dios? Al creer en Él. Al creer que Él es quien dice que es Él. Al creer que Él es el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Al adorarlo como Él es. Al agradecerle. Al someterse a Su voluntad. Al glorificarlo. Al mostrarlo a través de la vida de usted. En toda manera posible que usted reconozca la gloria soberana de Dios es una manera en la que usted santifica Su nombre.

Y usted puede pasar mucho tiempo en esos primeros dos, ¿no es cierto? La oración debe concentrarse en reconocer a Dios como la fuente. Y si usted conoce su Biblia, usted puede repetir todo lo que la Escritura dice acerca de Él como la fuente de todo: Padre de las luces, Aquel de quien vienen todas las cosas buenas. Usted puede pasar mucho tiempo en Dios como sagrado, repitiéndole de regreso en su oración que usted reconoce Su perfección absoluta, majestad, gloria, y santidad.

Ahora usted está listo para el tercer elemento: Dios como soberano. “Venga tu reino. Venga tu reino”. Esto es tan obvio que realmente no necesita mucha explicación. Pero aquí está nuestro Señor, preparando a estos discípulos para vivir y proclamar el evangelio en una forma completamente hipócrita, corrupta, y apóstata de judaísmo, rodeados de un mundo que no sabe nada de Él, nada en absoluto, nada acerca del Antiguo Testamento, nada acerca del evangelio. ¿Cómo es posible que en algún punto van a avanzar ellos? Él dice, “Aquí está una petición simple: Venga tu reino. Dios, haz lo que sea que extienda Tu reino”. Ese es el corazón de la oración verdadera, ¿muy bien? Ese es el corazón de la oración verdadera.

Eso es lo que deberíamos estar orando ahora, ¿verdad? Estamos hartos del reino de Satanás. Estamos hartos del reino de las tinieblas. Pero ¿estamos orando porque venga Su reino? El Talmud dijo que la oración en la que no hay mención del reino de Dios ni siquiera es una oración. Eso era conocido teológicamente pero no implementado, como las oraciones hipócritas eran en sí mismas y por sí mismas de reconocimiento personal y se promovían a sí mismas.

Necesitamos orar porque Su reino venga. ¿Cómo viene Su reino? Bastante simple: un alma a la vez. Su reino avanza un alma a la vez, un creyente a la vez. Eso es por lo que necesitamos estar orando. Todas estas personas que se llaman a sí mismas cristianas, que están enredadas en toda esta tontería social y convirtiendo a la gente en odiosos, tratando de promover el reordenar la vida en un mundo caído al hacer discursos unos a otros, deben cerrar sus bocas e ir delante de Dios y pedirle que traiga Su reino. 

Dice usted, “¿Acaso Dios responderá esa oración?” Escuche, la iglesia es la respuesta a esa oración. Este es Su reino. Y le voy a decir esto: En el último año y medio el Señor ha extendido Su reino—ciertamente en este lugar. Mientras que todo lo demás parece estar yendo en la dirección equivocada, este lugar definitivamente va en la dirección correcta.

Entonces la oración es, “Descienda tu reino. Que tu reino venga a la tierra. Trae tu reino”. Lo cual significa, “Trae un avance del evangelio que trae salvación que edifica a la iglesia”, porque la iglesia es donde el reino de Dios en la tierra es visto. Y esta es una oración que necesitamos hacer con algo de impertinencia.

Usted nunca puede hacer una tregua con el mal. Mire, creemos fuertemente en la soberanía de Dios, pero no hacemos una tregua con el mal. No solo nos sentamos y vemos pasar lo que sea que pasa. Peleamos contra la maldad. Usted nunca puede ser indiferente hacia la maldad de este mundo. Usted nunca puede ser indiferente hacia la condenación eterna de almas perdidas. Usted nunca puede resignarse a alguna actitud pasiva, alguna aceptación gris de la manera en la que están las cosas. Usted nunca puede dejar que su claridad teológica se vuelva comodidad teológica y ahogue su celo por la intercesión que clama a Dios porque revele Su poder salvador en el mundo.

Este tipo de oración es una rebelión. Usted debe rebelarse, rebelarse de esta manera: David Wells dijo, “En esencia, rebelión—rebelión contra el mundo en su caída, el rechazo absoluto e inmortal por aceptar como normal lo que es anormal de manera dominante. Es, en este su aspecto negativo, el rechazo de todo interés, todo plan, toda interpretación que se opone a la norma como fue establecida originalmente por Dios. Como tal, es en sí misma una expresión del espacio insuperable que separa el bien del mal, la declaración de que el mal no es una variación de Dios sino su antítesis”.

Nunca haremos una tregua con la maldad. Nunca rendiremos la postura bíblica de Dios. Esa es la razón por la que Jesús dijo en Lucas 18:1, “Oren siempre y no desmayen”. Necesitamos orar porque venga Su reino. J.I. Packer dijo, “La oración de un cristiano no es un intento por forzar la mano de Dios, sino un reconocimiento humilde de inutilidad y dependencia”. Y yo añadiría que incluso es más que eso: es un acto de fe que cree que Dios opera mediante nuestras oraciones.

Entonces hemos cubierto esto: Hemos visto a Dios como fuente, a Dios como sagrado; hemos visto a Dios como soberano. Y después de establecer todo eso, en cierta manera llegamos a nosotros, versículo 3: Dios como proveedor. “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”. No es, “Hazme rico”. Vamos de la majestad de Dios a la necesidad del hombre. Las dos esferas son contiguas. La idea entera de traer Su majestad a la tierra necesita que Su iglesia esté viva. ¿Podemos hacerlo tan simple como eso? “Mantenme vivo para que pueda dar testimonio de la verdad del evangelio. Susténtame para que pueda dar testimonio de Tu nombre y Tu gloria”. El Señor promete satisfacer toda necesidad, toda necesidad.

“No os afanéis”, dice Él en el Sermón del Monte, “qué habéis de comer o beber. Sé que tienen necesidad de eso; voy a encargarme de eso. Voy a sustentar su vida, porque no puedo extender Mi reino si están muertos”. Esa es la razón por la que Pablo dijo, “Mucho mejor partir y estar con Cristo, pero necesito quedarme por causa de ustedes”. Entonces no debemos estar llegando al punto en el que comenzamos a decirnos unos a otros, “Las cosas están tan mal, vamos al cielo”. No, las cosas no están tan mal, rebelemos todos espiritualmente. Nunca hagamos una tregua con el mal; oremos porque venga el reino y proclamemos el evangelio de salvación.

Y eso lleva al siguiente. Vemos a Dios como fuente, sagrado, proveedor soberano, y después a Dios como Salvador. Versículo 4, “Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben”. Perdónanos nuestros pecados. El pecado es una violación de la ley de Dios. El pecado es un crimen que incurre en culpabilidad. El pecado merece castigo, y ese castigo es infierno eterno, a menos de que usted se haya vuelto al Salvador, el Señor Jesucristo, quien ha provisto perdón a aquellos que creen en Él. Entonces cuando usted llega a usted, realmente está orando, de manera muy simple, “Mantenme vivo, y muestra el poder del perdón en mi vida”.

¿Cómo ve usted eso? Usted ve el poder del perdón de Él en mi vida por mi perdón hacia otros. Jesús dio una parábola, se acuerda, atrás en Mateo de un hombre al que se le perdonó una deuda impagable, y salió y estranguló a alguien que le debía una cantidad modesta. Jesús estaba enfurecido en la parábola.

Usted muestra que usted ha sido perdonado al perdonar. Esto, Jesús lo hizo maravillosamente claro en el Sermón del Monte. Escuche Mateo 6:12, “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Después abajo en el versículo 14, “Si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; más si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”. Eso es bastante directo.

¿Quiere ser perdonado? ¿Quiere tener borrón y cuenta nueva con Dios, incluso como creyente? ¿Quiere asegurarse de que su cuenta está bien con Dios? ¿Quiere ser perdonado? Entonces sea usted un perdonador. La religión falsa que está siendo promovida en nuestro mundo que no quiere proveer perdón, nada más que venganza, violencia, represalia, odio, es tan anticristiana como puede ser. Usted se presenta como cristiano cuando usted perdona, cuando usted perdona; y usted muestra que Dios es un Salvador. Si usted no perdona, usted no está siendo perdonado. Usted está en pecado.

Entonces ¿cómo ora usted? Usted ora a Dios como fuente, usted ora a Dios como sagrado, como soberano, como proveedor, como Salvador; y una final, una nota hermosa, usted ora a Dios como seguridad: “No nos metas en tentación”. Esto afirma lo que Dios ya ha declarado: Él es santo. Él no tienta a nadie, a nadie. La Escritura es abundantemente clara en eso.

Santiago 1:13, “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido”. Dios no tienta. Decimos, “Dios, danos pan”, y Dios dice, “Te voy a dar pan, hago esa promesa”. Decimos, “Dios, perdona mis pecados”, y Dios dice, “Te he perdonado todos tus pecados en Cristo, en el sentido amplio, y continuaré perdonando tus pecados, lavando tus pies”—en el sentido de Juan 13—“si perdonas a otros”. Y Dios dice, “Créeme; nunca te metería en tentación”.

Entonces usted está orando, que Dios sea Dios. “Protégenos de pruebas que podrían volverse tentación”, sería la idea. Y Dios promete eso: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar”, 1 de Corintios 10:13. Dios lo va a mantener vivo a usted; Dios va a seguir perdonando sus pecados, lavando sus pies, por así decirlo, mientras que usted esté perdonando a todos los demás. Y Él nunca, nunca lo colocará a usted en una tentación en la que una prueba va a llevar directamente a una tentación; Él siempre da una salida.

Entonces, cuando usted ore, ore de esta manera, “Lo único que pido para mí es vida, perdón, y santidad, lo demás te lo dejo a Ti, para que Tu nombre sea santificado y Tu reino venga”. Ore de esta manera. Juan 14:13 dice, “Todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré”. ¿Entiende ahora lo que eso significa? Cualquier cosa consistente con lo que Él ha prometido (las últimas tres), consistentes con quién es Él (las primeras peticiones). Y podemos concluirlo con las palabras de Santiago: No tenéis porque, ¿qué? No pedís”.

Simplemente acordemos empezar a orar porque venga el reino, ¿verdad? No estemos orando por una salida. Que nuestras oraciones sean esto: “Padre, reconocemos Tu soberanía absoluta. Reconocemos que Tú eres la fuente de todo lo que es bueno. Reconocemos que Tú eres santo—eso significa que nunca haces algo mal y nunca cometes un error. Queremos que Tu nombre sea santificado. Queremos que Tú extiendas Tu reino mediante el evangelio, un alma a la vez. Queremos que nos mantengas vivos para que podamos ser útiles. Queremos que nos llenes de gratitud que produce perdón para todos los que nos llegan a ofender, para que podamos demostrar Tu perdón. Y queremos que siempre nos muestres el camino a través de una prueba para que no termine como una tentación”. Así es como usted debe orar. Así es como usted debe orar. “Si usted ora de esa manera, pida cualquier cosa”, dice Él, “lo haré por causa de Mi nombre”.

Padre, te agradecemos otra vez por Tu Palabra. Tanta gente frustrada, algunos de ellos cristianos profesantes, tratando de entender cómo arreglar el mundo. Lo último en lo que piensan es en la oración. Aquí estamos en medio del paganismo. Como Israel en la tierra de Canaán, como la primera iglesia en medio del Imperio romano, somos esta pequeña isla en un mar de podredumbre dirigido por el diablo—el mismo diablo que dirigió todos los problemas en el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento—y sus sirvientes eternos, los demonios. Y estamos peleando por sobrevivir. Pero nuestra rebelión no es política; no es una estrategia de sociología; no es económica. Nuestra batalla es peleada delante de Tu trono en oración. Proclamamos Tu verdad, y oramos porque venga Tu reino. Exáltate a Ti mismo. Glorifícate a Ti mismo. Trae Tu reino, y en Tu tiempo, trae a Tu Rey, Jesús, de regreso a establecer un reino de justicia y santidad.

Hasta ese entonces, que consideremos el honor más alto ser ciudadanos del reino—estar entre aquellos que conocen Tu nombre, y que son conocidos por Ti, ser aquellos cuyas vidas Tú sustentas por causa de Tu reino, ser los que demuestran cómo se ve el perdón porque ese es el corazón del evangelio. ¿Cómo podemos hablar de un Dios perdonador, decir que pertenecemos a Él, y no tener perdón? Esta es una mentira que es tan obvia que hace que el evangelio se vea ridículo.

Y Señor ayúdanos a vivir vidas enfrentando pruebas, pero nunca dejando que esas pruebas nos tienten a desconfiar de Ti. Muéstranos la manera de atravesarlas y la manera de salir; fortalécenos mediante esas pruebas. Padre, trae Tu reino. Para Tu gloria oramos. Amén.

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