Me parece que esta semana los dos, creo yo, eventos más importantes en la historia moderna de nuestra nación se juntan en esta semana en particular—con el COVID, algo que ha estado aquí por año y medio, dominando la sociedad; y junto a eso fue un recuerdo de todo lo que pasó el 11 de Septiembre, hace veinte años atrás. Y me pareció que estos dos eventos sacan en la vida de la gente una cantidad de temor excepcional. Y entiendo que los políticos usan ese temor para aumentar su poder. Pero al mismo tiempo el corazón del hombre tiene temor normal, y por temor normal no solo quiero decir que es un temor físico, creo que es una gracia común, en un sentido.
Creo que Dios ha incorporado Su ley en nosotros. La Escritura dice eso. Y esa ley nos convence de pecado, y nuestra conciencia siente los dolores de esa convicción y lleva al temor, y particularmente a temor de la muerte. No es solo la irrevocabilidad de la muerte, no es solo el sentido del estado incompleto de la muerte, no es solo el hecho de que usted no quiere sufrir cuando muere; la muerte es llamada “el rey de los terrores” por ninguna de esas razones. La muerte es llamada el rey de los terrores porque en todo corazón humano hay un sentido de que bien podría haber una rendición de cuentas por las transgresiones e iniquidades que dominan el corazón humano.
Ningún ser humano puede escapar del conocimiento de su propia pecaminosidad. Podemos enmascararlo, podemos jugar juegos psicológicos con él. Podemos tratar de suavizarlo mediante drogas o alcohol o una vida acelerada, pasando de relación a relación. Pero en todo corazón humano la ley de Dios realiza una obra de convencimiento de pecado, y esa obra de convencimiento de pecado tiene un elemento existencial. Naturalmente existe el temor de la muerte por lo que podría haber inmediatamente después de eso. Y aunque la gente rechazaría el cristianismo, rechazarían la Biblia y lo que dice, acerca de que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio”, no pueden escapar la conciencia de su propio pecado, y no pueden escapar de la realidad que perdura de que la justicia existe en el mundo. Entendemos el concepto de eso; entendemos lo correcto y lo incorrecto, y bien podría haber una rendición de cuentas que está por venir. Y ahí yace el temor dominante de la muerte.
El temor de la muerte puede venir del temor de un virus, puede venir del temor de terroristas, puede venir de muchas maneras. Y de nuevo, no es solo que usted tiene un temor racional de algo que le va a pasar a usted, o que hay un alto porcentaje de que le va a pasar a usted. Sabemos con el virus, 99 por ciento de la gente no va a tener un efecto duradero. Pero está esta realidad de premonición en el corazón de todo pecador de que podría haber un día de rendición de cuentas, que, aunque usted no cree la Biblia, hay algo cierto acerca de que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio”, Hebreos 9:27.
Y entonces la gente está haciendo todo lo que puede, y de manera típica, por prevenir la muerte inevitable. Saben que no la pueden detener para siempre, pero trabajan muy duro por prevenirla. Dos cosas parecen caracterizar a la sociedad en la que vivimos. Una es el temor, un temor dominante. Y claro, para aquellos de nosotros que somos cristianos, no hay temor de la muerte. La muerte es una entrada en la presencia del Señor. Mucho mejor partir y estar con Cristo: estar ausente del cuerpo y presente al Señor. No tenemos temor de lo que viene después de la muerte, solo gozo y expectativa. Para el creyente, el temor no es una virtud; el temor es un pecado, porque se nos ha dicho, No temas. No temas, tu vida está en las manos de Dios.
La seguridad no es una virtud. Eso podría sorprenderle, pero la seguridad nunca es presentada en ningún lugar en la Biblia como una virtud. La vida está llena de riesgos. Nacer en este mundo es simplemente tener una enfermedad mortal llamada vida. Y todas terminan en el mismo lugar: y hay riesgo en la vida. Las virtudes no protegen a la persona, las virtudes tienden a ser abnegadas y estar centradas en el bienestar de otros. Y para los cristianos a lo largo de toda la historia, lo último que les preocupaba a los cristianos que fueron fieles al Señor fue la seguridad. Y no me refiero a un sentido irracional de seguridad, sino a un tipo de preocupación porque usted necesita estar protegido, usted necesita estar seguro, y si no lo está hay un temor excesivo. La seguridad no es una virtud; no es una virtud. Nosotros los que vivimos para Cristo vivimos en un mundo que en su cimiento mismo Jesús lo definió de esta manera: “Si alguno quiere venir en pos de mí,” Lucas 9:23, “niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame”.
Entonces la primera cosa de ser cristiano es abnegación. No se trata de la preservación de su vida, no se trata de su seguridad, podría tratarse de su muerte. Eso es lo que tomar su cruz significa. Eso no está hablando de algún tipo de ejercicio espiritual; eso está diciendo que podría costarle a usted su vida. Toda persona que vive, vive con riesgo. Si usted trata de hacer de la seguridad una virtud, usted se va a encontrar en un cuarto de atrás en algún lugar, viendo la pared, y no contribuyendo a nada. Para los cristianos eso es inaceptable. Tenemos que estar afuera en el frente de batalla, tomando el riesgo al que la proclamación del evangelio y vidas piadosas nos llama.
Entonces la seguridad no es una virtud; no es ninguna lista bíblica de virtudes. No buscamos la seguridad como una meta. Somos razonables, pero buscamos la proclamación del evangelio y vivir vidas piadosas y hacer la obra de Cristo. Y si hay riesgo, que así sea. Todos los que quieran vivir piadosamente en esta época actual padecerán persecución. No tenemos garantía de que vamos a vivir para siempre, afortunadamente. La mayoría de nosotros ya estamos cansados de lo que hemos estado haciendo durante los últimos dos años para irnos, si fuera una opción. No vivimos con temor, y no vivimos para la seguridad; vivimos para ser fieles. Y eso es lo que nos hemos estado esforzando por hacer a lo largo de estos muchos, muchos meses.
Pero para el mundo, es algo diferente porque el temor es existencial. Es un temor profundo que no está pegado a la realidad. Si rechazan la Biblia y lo que la Biblia dice del futuro, lo que dice del juicio de Dios, lo que dice del castigo eterno y el infierno—si rechazan eso, entonces solo están esperando que cuando mueran, todo salga bien. Y debido a que ningún ser humano es una autoridad, usted me puede decir que usted cree algo acerca del futuro, pero eso no tiene impacto en mí en absoluto—usted no es una autoridad. Y lo que usted espera que pase no significa nada. Usted necesita la verdad, y esa verdad está revelada en la Palabra de Dios. Para los no cristianos en este mundo, entiendo por qué tienen miedo. Entiendo por qué están aterrados; entiendo eso. Entiendo por qué no quieren morir porque, de nuevo, hay realidades muy inciertas del pecado y el juicio. Y se manifiesta en la vida en general; no son ignorantes de eso.
Entonces cuando pensamos en la muerte, ¿cómo debemos entender la muerte? ¿Acaso esta inevitabilidad es algo que el diablo nos hace? Hay algunas personas que creen eso. Abra su Biblia en Hebreos capítulo 2, Hebreos capítulo 2 y versículos 14 y 15. Dice en el versículo 14 que Cristo, quien es presentado aquí como que “él también”, Cristo, “participó de lo mismo”, esto es participó de carne y sangre, se volvió humano, para destruir, por medio de la muerte, mediante Su muerte, al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo”. Espera un minuto, eso dice que el diablo tiene el poder de la muerte. Entonces ¿acaso es el diablo el que nos mata? ¿De alguna manera tenemos que evitar al diablo? ¿Es él el que provoca la muerte?
Bueno vea lo que dice en el versículo 14: En la muerte de Cristo “Él destruyó al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo”. El diablo tenía el poder de la muerte, ¿cuándo? En el huerto. En el huerto el diablo tenía el poder de la muerte. Digo cuando él tentó a Eva y cuando tentó a Adán, él desató ese poder sobre ellos porque en el día que pecaron, murieron; y la raza humana entera también murió.
Fue el diablo el que desató la muerte en el mundo. Y con la muerte desatada, algo más sucedió, versículo 15, el temor de la muerte se volvió una esclavitud a lo largo de la vida de todo mundo. El temor de la muerte sometió a toda persona a esclavitud toda su vida. Y de nuevo, esta es la realidad de que el rey de los terrores es el temor dominante en la sociedad humana. La gente está aterrada de la muerte, y por eso están preocupados por el temor. Y cuando usted agrava el potencial de la muerte, y usted les dice que hay una amenaza que se acerca y que los va a matar, usted virtualmente puede hacer que hagan casi cualquier cosa, sin razón o propósito.
Pero ahora espere un minuto—Cristo “destruyó al que tenía el imperio de la muerte”, el que trajo la muerte a la raza humana, el que esclavizó a toda la humanidad a una vida de temer a la muerte. ¿Acaso eso significa que es el diablo el que nos mata? ¿Es él al que tenemos que temer, debido a que él tenía el poder de la muerte? No, dice, él tenía el imperio de la muerte.
Regrese al primer libro que fue escrito en la Biblia, el libro más antiguo, Job, de regreso al primer capítulo del primer libro, capítulo 1. La familia de Job, conforme usted avanza en el capítulo 1, estaba junta. En el versículo 17 dice que estaban conversando. Y mientras que todavía estaba éste hablando, vino otro que dijo, los caldeos hicieron tres escuadrones, y arremetieron contra los camellos y se los llevaron, y mataron a los criados a filo de espada; y solamente escapé yo para darte la noticia. Alguien mató a todos tus siervos.”
Entre tanto que éste hablaba, vino otro que dijo: Tus hijos y tus hijas estaban comiendo y bebiendo vino en casa de su hermano el primogénito, era un evento familiar, y un gran viento vino del lado del desierto y azotó las cuatro esquinas de la casa, la cual cayó sobre los jóvenes, y murieron; y solamente escapé para hablar contigo”. Entonces Job perdió a toda su familia en un desastre natural, podría decirlo así.
Entonces Job se levantó, versículo 20, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y, ¿hizo qué? Adoró. ¿Por qué no maldijo al diablo? Si el diablo lo hizo, ¿por qué no maldijo al diablo? Porque el diablo no lo hizo. Vea lo que dice en el versículo 21: Él adoró y dijo: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová, ¿qué? Quitó; sea el nombre de Jehová bendito”. En el primer cataclismo, en el libro más antiguo, en el primer capítulo, hay un reconocimiento de que Dios es el que da vida, y Dios es el que quita la vida. Históricamente, Satanás fue el instrumento que metió la muerte en la raza humana. Dios está a cargo de quien vive y quien muere.
Ahora con eso en mente, vaya al doceavo capítulo de Lucas, conforme nos acercamos al capítulo que particularmente será nuestro tema. Pero en el evangelio de Lucas, capítulo 12, los versículos 4 y 5 hacen explícito lo que es obviamente aparente en Job. Nuestro Señor está hablando en Lucas 12:4, “os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer. Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infiero: sí, os digo, a éste temed”. Ese es Dios.
Dios es el que mata, Dios es el que da, Dios es el que quita la vida, Dios es el que echa al infierno—témanlo a Él. El diablo no echa a la gente al infierno; el diablo mismo es echado al infierno, Apocalipsis capítulo 20 y versículo 10, por Dios. Dios mata, Dios echa al infierno. Santiago dice, capítulo 4, no deben decir, voy hacer esto, voy hacer aquello. Deben decir, Si el Señor quiere, voy hacer esto, o voy hacer aquello, porque su vida es una neblina que aparece por un poco de tiempo y, puf, se desvanece.
Un capítulo más adelante, en el capítulo trece del evangelio de Lucas, este asunto de la muerte vuelve a surgir. Y había habido un par de incidentes muy interesantes en los titulares de la GAZETA DE JERUSALÉN de ese tiempo, porque algunos Galileos, en el versículo 1, estaban adorando a Dios, y los hombres de Pilato habían venido y los habían rebanado y derramaron su sangre de tal manera que fue mezclada con la sangre de sus sacrificios. Y le gente le preguntó a Jesús, ¿Por qué les pasó eso a ellos, son peores que todos los demás? Y Jesús les dijo, ¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos? os digo: No, antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. Les va a pasar lo mismo a ustedes si no se arrepienten.
Y después en el versículo 4 otra ilustración: dieciocho personas sobre las que la torre de Siloé cayó, los mató. ¿Acaso eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén? ¿Por eso murieron? Os digo: No, antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. Aquí está Jesús diciendo, “Todos ustedes van a morir, y no están a cargo de cuándo sucede. Está en el poder del que mata y El que da vida”.
Y después Él dijo en el versículo 6, aquí hay otra parábola: “Tenía un hombre una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló. Y dijo al viñador: He aquí, hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera y no lo hallo; córtala, ¿para qué inutiliza también la tierra?” El hombre representa a Dios, y Dios está diciendo, Esta es la humanidad sin fruto, trae juicio. Pero él respondiendo, le dijo: Señor, déjala todavía un año, hasta que yo cave alrededor de ella, y la abone. Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás después”. Jesús está diciendo todos estamos viviendo de tiempo prestado, todos estamos viviendo de tiempo prestado. Toda persona que muere es una ilustración de lo que le va a pasar a todo mundo. Y si usted todavía está vivo, está viviendo de tiempo prestado.
Me acuerdo cuando pasó el 11 de Septiembre, en un martes, y obviamente todos estábamos tratando de entender las realidades de eso. Se volvió aparente pronto, y decidí investigar y ver si podía dar un sermón el domingo después para traer algo de claridad a eso. Di ese sermón, y salió como un libro titulado, Terrorismo, Yihad, y la Biblia—este probablemente es el libro más rápido que he escrito y que se ha imprimido en mi vida. Once de Septiembre, y fue publicado para Diciembre—eso es bastante rápido para las editoriales. Porque la gente quería saber lo que estaba pasando. Y quizás el capítulo más importante en el libro es, “¿Dónde estaba Dios el 11 de Septiembre?” ¿Qué está pasando? Le voy a decir dónde estaba Dios: Él estaba haciendo Su labor de dar y quitar. Dios es el que quita la vida, así como Dios es el que da la vida.
Y después unos cuantos días más tarde fue mi primera aventura en CNN con Larry King, y después de eso estuvimos juntos muchas veces en su programa. Pero nunca olvidaré ese primer programa, cuando se sentó enfrente de mí, como a un metro de distancia de mi cara, y dijo, ¿Cuál es la lección del 11 de Septiembre? Yo dije, La lección es que te vas a morir, y no estás a cargo del cuándo o el cómo, esa es la lección.
Es la lección de la Torre de Siloé. Es la lección de ir a adorar y ser rebanado por los soldados de Pilato por ninguna razón aparente. El resto de la gente está viviendo de tiempo prestado, porque la paga del pecado es, ¿qué? muerte, y el alma que pecare, esa morirá. Y todos ustedes van a morir. Y le dije a Larry King ese día, dije, “Nadie murió que no iba a morir”. Todos morimos.
Ahora para nosotros como cristianos, esa es una expectativa gloriosa, una expectativa gloriosa porque nuestra eternidad está decidida y es mucho mejor. Pero como vimos la última vez en Efesios 2:12, la gente no convertida está sin Cristo en el mundo, sin la comunidad de Israel o la ciudadanía en el reino de Dios. Están sin Dios, y están sin esperanza. Lo que crea terror al enfrentar la muerte es no tener esperanza para lo que está por venir a continuación. Y usted puede pretender que es bastante petulante por eso; puede actuar como que tiene confianza. Pero hay una agonía profunda en el corazón de toda persona que piensa racionalmente en la realidad de que la muerte podría traer algo horrible, porque todo mundo conoce su pecaminosidad.
Usted sabe, la esperanza es una gracia común. La esperanza es una gracia común. La gente no puede vivir sin esperanza. Y ni siquiera estoy hablando de esperanza eterna aquí, solo estoy hablando de esperanza. Todo mundo tiene esperanza. Digo usted espera que la semana próxima será mejor. Usted espera que la semana próxima su jefe lo tratará a usted mejor; usted espera que en algún momento usted recibirá un aumento. Usted espera que en algún momento alguien le agradecerá por lo que ha hecho. Usted espera conocer a un compañero para su vida. Usted espera tener hijos. Usted espera mejorar. Eso es una gracia común. Está depositada en el ADN humano para que podamos sobrevivir el momento.
Y junto con la esperanza está la ignorancia del futuro, lo cual ayuda a nuestra esperanza porque si supiéramos lo que está por venir no podríamos esperanza alguna—porque sabríamos lo que va a pasar, y eso definiría todo. Entonces afortunadamente, no podemos conocer el futuro, y entonces podemos vivir en esperanza. Y no estoy hablando de la eternidad, solo estoy diciendo la vida misma; usted debe ser capaz de decir algo va a mejorar. La gente necesita eso.
Y la esperanza que se demora, dice Proverbios, es tormento del corazón. Cuando la gente pierde la esperanza, es ansiedad, es depresión, es temor, es suicidio. Usted no puede vivir sin esperanza. La gente sobrevive los problemas de la vida al esperar que va a mejorar. Y cuando no hay sentido de esperanza de que la situación va a mejorar, la desesperanza se apodera. La gente no puede vivir en desesperanza.
Estamos viviendo en un tiempo en nuestra sociedad y nuestro mundo en el que la desesperanza es agravada a un nivel masivo. El temor es propagado sin fin. Esto añade a la ansiedad de la gente y ha añadido al número de suicidios. La mayoría de la gente, la mayoría de la gente en nuestra sociedad espera el cielo; usted puede encontrar eso en una encuesta. “Pero todos los que están hablando del cielo no van ahí”, como dice la canción espiritual vieja. Esto es la vida—usted quiere esperanza en esta vida. Pero si usted solo tiene esperanza en esta vida, dice la Biblia, usted de toda la gente es el más miserable. Usted tiene que tener esperanza más allá de la tumba, más allá de la muerte, o la muerte simplemente es totalmente paralizadora; y eso es lo que la fe cristiana provee. Lo peor es no vivir en esta vida sin esperanza, es terminar en la próxima vida sin esperanza eternamente.
Ahora con eso en mente, vea el capítulo 16 de Lucas, versículo 19. Este es Jesús dándonos una historia de un hombre en el infierno. Esta es la peor de todas las posibilidades. Esta es la parábola más aterradora, de todas las que Jesús enseñó. Esta es una decepción que es desgarradora y permanente. El personaje principal es un hombre rico. Él es el importante, y él espera el cielo, él espera el cielo. Es muy probable que él es parte de los fariseos, de los que se ha hablado atrás en el versículo 14, usted los ve mencionados ahí.
Entonces este sería un hombre judío, quizás un fariseo, pero un hombre muy religioso cuya teología en cierta manera era como la de los amigos de Job. Él era rico, lo cual en las ideas de ellos era la aprobación de Dios—si eres rico, eres bueno; si eres rico, eres moralmente recto. Los amigos de Job le dijeron cuando él tuvo problemas, “Tienes pecado en algún lugar en tu vida”, porque esa era la teología. “Si estás viviendo una vida miserable, eres un pecador miserable; si estás viviendo una vida llena, rica, eres una persona muy moral, recta”.
Entonces aquí está este hombre “recto”, este hombre rico. Veamos lo que le pasa, versículo 19, “Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas. Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; o el costado de Abraham, y murió también el rico, y fue sepultado. Y en el Hades, o el infierno, alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro “a su lado”.”
“Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama. Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado. Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá. Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. Él entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán, aunque alguno se levantare de los muertos.”
El drama de esto es obvio. Este es un hombre, este hombre rico, que obviamente era religioso. Él creía en el cielo y el infierno, podemos asumir. Él creía en el pecado y la rectitud, él creía en el juicio. Pero él también creía que se dirigía al cielo. Ese es el engaño de la gente que se cree superior moralmente, gente religiosa. Él merecía el cielo, y también el resto de la gente en su familia, y Dios había certificado esa creencia al hacerlos ricos, lo cual ellos lo veían como un sello de aprobación, por parte de Dios, en la rectitud de ellos.
Es una historia que nos sacude. De hecho, nos sacude a tal punto que usted se pregunta por qué Jesús llegaría a contar una historia tan agonizantemente triste. La respuesta a eso es como una advertencia. Y cualquier advertencia es tanto misericordiosa como compasiva, para enseñarle a la gente que espera el cielo, pero termina en el infierno lo que salió mal. ¿Qué tan vital es eso?
Ahora toda la historia simplemente está cargada de contrastes e inversiones de lugares. Vaya al versículo 25; ese es el corazón de los contrastes y las inversiones: “recibiste,” el rico, “tus bienes en tu vida, y Lázaro también males, pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado”. Esta es una gran inversión. Se veía como si Lázaro era el más miserable de todos los seres porque la vida era tan horrible para él. Ciertamente eso es evidencia de cuánto lo ha maldecido Dios; el hombre rico debió haberse vuelto rico porque Dios lo honró. Pero Jesús dice que exactamente lo opuesto es verdad. El hombre rico tenía todo en esta vida y el infierno en la siguiente; el hombre pobre no tenía nada en esta vida y cielo en la siguiente.
Los contrastes son constantes. La historia comienza con el hombre pobre afuera, el hombre rico adentro; termina con el hombre rico adentro del infierno y el hombre pobre en el cielo. El hombre pobre al principio de la historia no tiene comida, el hombre rico tiene comida; termina con el hombre pobre en un festín, y el hombre rico ni siquiera puede conseguir una gota de agua. Comienza con el hombre pobre con todo tipo de necesidades y el hombre rico sin necesidades, y después termina con el hombre pobre con todas sus necesidades cubiertas y el hombre rico sin tener nada.
El hombre pobre está siendo lamido por los perros, y el hombre rico está festejando espléndidamente. Y después el hombre pobre está junto a Abraham, y el hombre rico está solo en el infiero sin alivio. Comienza con el hombre pobre siendo el que sufre y el hombre rico satisfecho, y pasa al hombre rico siendo el que sufre interminablemente y para siempre y el hombre pobre satisfecho. El hombre pobre quiere una migaja de la mesa, el hombre rico es un fiestero; al final el hombre pobre está en la fiesta de Abraham, y el hombre rico no tiene nada.
Esta es la manera en la que nuestro Señor ataca esa teología que se remonta hasta el libro de Job. La historia comienza con el hombre pobre buscando ayuda y el hombre rico sin necesitar nada, y termina con el hombre pobre sin tener necesidad de ayuda y el hombre rico teniendo todo tipo de necesidades de ayuda, pero sin nadie que le ayude. La historia comienza, con el hombre pobre es un nadie, el hombre rico es bien conocido; pero termina con el hombre pobre teniendo un nombre, y el hombre rico sin tener un nombre. El hombre pobre no tuvo dignidad en la muerte, el hombre rico tuvo dignidad en la muerte; el hombre pobre tuvo dignidad en el cielo, y el hombre rico no tuvo dignidad en el infierno. El hombre rico tuvo esperanza, pero fue una esperanza falsa; el hombre pobre no tuvo esperanza, pero al final él estuvo en el reino de Dios, y el hombre rico no estuvo.
El hombre pobre nunca habla en la historia. Él guarda silencio; él solo está ahí por contraste. Él tiene un nombre, y eso es porque toda persona en el cielo tiene un nombre, y nadie en el infierno tiene un nombre. El hombre rico nunca tuvo un nombre, aunque él es el personaje principal; es una historia acerca de un hombre rico sin un nombre. Él tuvo una sepultura con honor, pero ningún nombre. El hombre pobre tuvo un fin terrible; él fue arrojado al Gehena, el basurero, el basurero de Jerusalén, para ser quemado con la basura; pero terminó de pie a lado de Abraham en el cielo.
Entonces el hombre dice en la parábola, “Si alguien regresara del infierno y nos advirtiera, no terminaríamos aquí”. Bueno, aquí en la parábola de Jesús hay un testimonio del infierno. Esta es la realidad del infierno. Aunque Jesús inventa una parábola, Él inventa una parábola que está relacionada a la realidad.
Ahora tiene tres partes: vida, muerte, y vida después de la muerte. Entonces al principio: vida, versículo 19, “Había un hombre rico, que se vestía de purpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez” Extravagante, habitual, lujoso; él estaría en el programa de televisión Los Ricos Sucios. Él lo tiene todo, y todo el tiempo. Esto es tan extremo como pueden ser las riquezas: “habitualmente se vestía de púrpura y de lino fino”, muy costoso, y hacía cada día banquete con esplendidez.
En el contraste, “Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquel, lleno de llagas”. Este es un hombre pobre, ptóchos, significa esencialmente “pobreza extrema”. Algunos lugares lo traducen “sin valor”, él no vale nada, él no tiene nada. Él tiene llagas, sin duda úlceras y lesiones produciendo líquido debido a su discapacidad. Él es un hombre discapacitado, porque nos dice que él estaba echado a la puerta del hombre rico; la palabra “echado” es una palabra fuerte, balló. Significa “aventar”.
Alguien se cansó de este hombre; teóricamente alguien estaba cansado de que este hombre estuviera mendigando en su vecindario, entonces de alguna manera recogió a este mendigo y lo aventó enfrente de la puerta del hombre más rico en la ciudad. Una puerta—la palabra para “puerta” aquí es una puerta grande, ancha. Esta es una propiedad. Y se llamaba Lázaro. ¿Por qué tiene él un nombre? Él tiene un nombre porque ese nombre significa “a quien el Señor ha ayudado”, “a quien el Señor ha ayudado”. Es el mismo que el nombre hebreo del Antiguo Testamento Eleazar. Entonces el hombre rico no tiene nombre porque nadie en el infierno tiene un nombre, lo cual habla del asunto de que no hay relaciones en el infierno que tengan algún valor o algún significado o de alguna manera alivien el tormento.
Entonces el contraste en la vida es extremo. El hombre rico tiene familia, amigos, riqueza, estilo de vida, fiesta, esplendor, honor—no necesita nada; el hombre pobre solo, harapos, discapacitado, llagas, repulsivo, hambriento, humillado. De hecho, el hombre rico habría despreciado al hombre pobre. Y esa es la implicación aquí, porque él habría pensado que este hombre es lo que es porque ha sido maldecido por Dios. Él no habría tenido interés en él en absoluto. De hecho, él diría que, “Si hiciera algo para el hombre, podría estar actuando contra la voluntad de Dios quien lo ha maldecido, porque es tan miserable”.
Entonces él no ofrece esperanza, él no ofrece compasión ni misericordia. Y el hombre que ha sido aventado en la puerta y no se puede mover a sí mismo solo está ahí. Versículo 21, él “ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas”. Ese es un versículo muy interesante. En tiempos antiguos usted usaba mucho pan en una comida. Y tomaban el pan más viejo y lo ponían en la mesa como una especie de servilleta. Sus manos se ponían grasosas porque usted estaba metiendo el pan en algún tipo de salsa, y usted estaba comiendo.
¿Y cómo limpiaba usted sus manos? Usted tomaba algo de ese pan viejo, usaba ese pan viejo para limpiar el aceite de sus manos, y después lo aventaban debajo de la mesa o al lado donde los perros podían comerlo. Este hombre rico ni siquiera le daba a este hombre pobre las migajas sucias con las que los ricos en la fiesta se lavaban sus manos. Y sabemos que habían perros ahí porque cuando los perros acababan con las migajas, parece que iban a lamer las llagas del hombre pobre. Esto es como un animal atropellado, nada más. El hombre rico es completamente indiferente, petulante, piensa que es moralmente superior. Entonces esa es la vida de ellos.
Ahora en segundo lugar, la muerte, versículo 22: “murió el mendigo”, todo mundo muere, “y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham”. Esto simplemente iba más allá de la sorpresa. La gente judía que estaba escuchando esto, ciertamente los fariseos, se hubieran desmayado inmediatamente; se habrían asfixiado de la impresión. No habrían podido aceptar el hecho de que una persona tan miserable, vil bajo tal maldición estaría junto a Abraham, el padre de los fieles, el padre de Israel, el padre de los fieles, el más grande de todos los judíos, el primer judío, el que comenzó la raza entera. Este mendigo miserable ¿está de pie junto a Abraham?
Cuando él murió, no dice nada de un funeral. Él murió, él fue “llevado por los ángeles al seno de Abraham”. Eso significa su alma. Su cuerpo habría ido al basurero, Gehena, habría sido tirado en el basurero afuera de Jerusalén. La palabra Gehena, de la cual obtenemos la idea del infierno—en donde el fuego ardía continuamente como el retrato del infierno. Sin funeral, desgracia final. Avientan su cuerpo en el basurero; lo avientan en el infierno por una vida infernal.
Por otro lado, “murió también el rico, y fue sepultado”; él tuvo un funeral apropiado. Ambos murieron porque todos morimos. Pero lo que los judíos habrían pensado—el hombre rico habría estado junto a Abraham, y el hombre pobre estaría en el infierno—era lo opuesto de la verdad. Este es un golpe mortal contra la superioridad moral, y es un golpe mortal contra el hecho de que las circunstancias que usted pueda tener en su vida no son indicación del favor de Dios sobre usted. Hay personas miserables que son pobres, y personas rectas que son pobres; y hay personas miserables que son ricas, y personas rectas que son ricas.
El punto aquí es la tercera categoría. Primero vida, después muerte, y después vida después de la muerte, versículo 22: “Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham”. Esto es imposible. ¿Los ángeles? Sorprendente, inconcebible. ¿Dios manda a Sus ángeles para traer a este hombre a la presencia de Abraham? Ahora sabemos por qué él tenía el nombre Lázaro, al que el Señor ayuda. El hombre pobre es llevado al padre de los fieles.
En este mundo él era un rechazado; en el cielo él está a lado del judío más grande de todos los tiempos, y ese es el lugar definitivo de honor celestial. Simplemente es tan sorprendente. Por otro lado, “murió también el rico, y fue sepultado. En el infierno, o Hades alzó sus ojos, estando en tormentos”. Mmm, aquí hay alguien que pensaba que iba al cielo, que terminó en el infierno. El hombre rico fue sepultado, pero el hombre rico terminó en el infierno y en tormento.
Y, por cierto, el infierno es un lugar consciente, no sueño del alma. Nuestro Señor se asegura de que entendamos eso, porque cuando el “murió y fue sepultado. Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo…” Él está muy consciente de lo que le rodea. Él sabe que está ahí, él sabe que está ahí—¿está listo para esto? Para siempre porque él no pide que se le dé una liberación. Él no dice, “Sáquenme de aquí”. Lo único que él puede decir es, “Ten misericordia de mí”. Él sabía que estaba donde iba a estar para siempre.
Entonces el cruel quiere misericordia, y él clama al padre Abraham. Cuando él dice, “Padre Abraham”, él en cierta manera está conectando la línea judía; “Oye, soy uno de ustedes, soy uno de tus hijos generaciones después. Tú me debes esto. Soy un judío. Ten misericordia de mí, y envía a Lázaro”. Hombre, él todavía piensa que Lázaro es inferior a él. “Envía a Lázaro”, como si Lázaro solo fuera un mensajero, “para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama”. Esto es el infierno, y él sabe que no va estar en ningún otro lugar, y lo único que quiere es un momento de misericordia y una gota de agua para aliviar la agonía de la llama del infierno.
Jesús habló del infierno como fuego, tinieblas, tormento, lloro, lamento, crujir de dientes. No hubieron migajas para el pobre, y ahora no hay alivio para el rico. ¿Por qué? Porque todo ha cambiado, versículo 25: “Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado”. Así es. Usted podría ser muy exitoso en esta vida “¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere… qué...su alma?” El cielo voltea eso.
Entonces él quiere que Lázaro lo sirva—porque él ve a Lázaro como alguien que está debajo de él—y que venga y le dé algo de alivio, entonces clama a Abraham para que lo envíe. Y Abraham dice en ese versículo 25, él dijo no. No, las cosas ahora son diferentes. Tú esperabas el cielo, recibiste el infierno. Podrías haber esperado que él estuviera en el infierno, pero está en el cielo. Este es el gran revés.
Y el infierno es consciente, y el infierno es para siempre, y el infierno es agonizante, y el infierno es tormento. Y después el padre Abraham en la parábola, versículo 26, dice, “Además de todo esto, una gran cima está puesta”, stérizó en griego, significa algo fijado. Hay un abismo, concreto, que no puede ser movido, un gran abismo “de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá”. Nadie va de aquí para allá del cielo al infierno. El infierno es para siempre, el infierno es agonizante, el infierno es tormento, y no hay alivio. Usted ni siquiera recibe una gota de agua; usted ciertamente no recibe un mensajero del cielo para que venga y lo consuele a usted.
Esa es la historia. Pero, ¿cuál es el punto? El punto es este: ¿Por qué terminó el hombre rico en el infierno? ¿Por qué pasó eso? ¿Por qué la gente se va al infierno? La respuesta viene en el versículo 27: El hombre rico dice, “Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre”. “Muy bien, si no lo vas a enviar aquí, si no lo vas a enviar aquí para darme una gota de agua, envíalo a la casa de mi padre”, “porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento”.
Si no me lo vas a enviar a mí, envíalo a mis hermanos. Esta es una petición más, una queja más. “A nuestra familia le faltó información. No sabíamos del infierno; nadie jamás regresó del infierno para advertirnos. Habríamos creído si alguien hubiera regresado del infierno. Solo necesitábamos más información. Si hubiéramos sabido que el infierno era así, habríamos hecho lo que se necesitaba para evitarlo. No sabíamos”.
Y Abraham dice, “No puedes decir que no saben”. Versículo 29: “A Moisés y a los profetas tienen, óiganlos”. Moisés y los profetas solo es un título para la Escritura—tienen la Escritura. Ese es el punto de la historia. Usted quiere evitar el infierno, vaya a la Escritura. Usted no va a encontrar a alguien que ha ido al infierno y ha regresado. Hay muchas declaraciones falsas como esa, personas locas. Si usted está esperando que alguien regrese del infierno y le dé a usted un reporte como testigo ocular, no va a pasar.
Hay uno quien, en Su muerte en la cruz, se apareció en el infierno—y ese es el Señor Jesucristo—y declaró triunfo sobre los demonios; y regresó del infierno y fue resucitado de los muertos. La Escritura es lo único que le da a usted la verdad que le permite escapar del infierno y entrar al cielo. No son sus buenas obras; la Escritura tiene la revelación que provee el escape del infierno. Y está en el Antiguo Testamento; la salvación es por gracia mediante la fe—vemos eso en Génesis. La muerte sustitutiva de Cristo en Isaías 53. “El justo por la fe vivirá”, Habacuc 2:4.
Entonces, la Escritura te dio todo lo que necesitabas. Y el versículo 31 es el punto culminante. Él le dijo, “Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán, aunque alguno se levantare de los muertos”. Y Él hizo eso; y Él había estado en el infierno y había regresado. La única manera en la que usted podrá escapar del infierno y entrar al cielo es al creer la Escritura. “La fe viene por el oír la palabra acerca de Cristo”. Es la Escritura lo que nos da vida y salvación. Somos renacidos por la Palabra de Verdad. Creer el evangelio; esa es la única esperanza del cielo, ese es el único escape del infierno.
El mundo está lleno de personas que esperan el cielo y recibirán el infierno. ¿Cómo sabes eso? Porque en el juicio usted tiene una escena en la que Jesús dice esto: “Muchos me dirán en aquel día, Señor, Señor, ¿no hicimos esto y aquello? Apartaos de mí, hacedores de maldad, nunca os conocí”.
La gente sin Cristo necesita tener miedo. Necesita tener miedo; necesita estar aterrada. Necesita ver la muerte como el rey de los terrores. Y necesita entender esto: que está la muerte y después el juicio. No hay purgatorio, no hay lugar de espera, no hay sueño del alma. Castigo consciente y eterno, sin alivio, eterno en un ambiente sin nombre sin relación alguna. La única manera en la que usted puede escapar del infierno está afirmada de manera simple en Juan 3:16; “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no sé, ¿qué? Pierda, mas tenga vida eterna”.
Y Cristo fue al infierno y declaró Su triunfo sobre los demonios y Satanás. Fue Cristo quien le quitó el poder de la muerte a Satanás. Es Dios quien da vida, y es Dios quien mata, y es Dios solo quien juzga. Oremos juntos.
Tarde o temprano, Señor, cuando venimos a Tu Palabra, tenemos que enfrentar la dura realidad del castigo eterno. Si tenemos algo de amor en nuestros corazones, si tenemos algo de compasión, si tenemos algo de ternura, si tenemos algo de misericordia, si tenemos algo de preocupación, si tenemos algo de cuidado por las almas, tenemos que hablar de esto. La gente tiene miedo de la muerte; le tiene miedo, y no sabe lo que viene. Una vez que saben lo que viene—castigo eterno, sin alivio y tormento en el infierno—deberían estar aún más aterrados, y ese terror debería llevarlos a Ti para confesar sus pecados y reconocer a Jesucristo como Señor y Salvador, El que murió por nuestros pecados, El que resucitó para darnos vida eterna.
Señor, oro porque hay algunos incluso en esta hora, hoy, que caerán y te adorarán, y clamen por perdón y salvación del pecado y el infierno. Que esta parábola tenga impacto profundo en todos los que oyen. Aquellos sin Cristo tienen toda razón para temer, y no temen ni siquiera lo suficiente. Señor, sabemos que la mayoría de la gente teme solo lo que piensa que va a pasar en esta vida, y no tienen sentido de este castigo eterno. Cuando ellos entienden eso, y su temor y terror viene sobre ellos, Señor, por tu Espíritu Santo tráelos a Ti mismo para gracia y misericordia y perdón. Esa es nuestra oración. Amén.
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