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Ahora, como saben, el domingo pasado, en la conclusión del servicio, yo los invité a orar por el gobernador de California, Gavin Newsom, y lo hice a propósito porque obviamente, nos encantaría verlo venir a Cristo. Y esta semana, creo que probablemente todos ustedes saben que le escribimos una carta, una carta abierta. Debido a que él es muy abierto en defender las cosas que deshonran a Dios, nosotros también fuimos abiertos en llamarlo a la fe y al arrepentimiento; y hemos hecho eso. Y obviamente, ha habido una respuesta asombrosa a eso proveniente de muchos ángulos, pero en su mayor parte, muy alentadora para nosotros.

Pero, a la luz de eso, quiero darles una especie de marco bíblico para confrontar a los gobernantes. Algunos han preguntado, ¿Por qué harías eso? Y quiero mostrarles cómo este es el llamado de la iglesia, como lo ha sido para el pueblo de Dios a lo largo de la historia de la redención.

Y necesitamos empezar por el principio. Y para nosotros, el comienzo sería, entonces, ¿cuál es la misión de la iglesia en el mundo? ¿Qué se supone que debemos estar haciendo aquí? Podría usted pensar que debemos estar proporcionando entretenimiento a los incrédulos, si solo usted ve a la iglesia superficialmente. Podría pensar que deberíamos tener algún tipo de poder manipulador sobre las palancas de autoridad e influencia en el mundo, si usted ve las preocupaciones políticas de los cristianos y las iglesias. Pero, estaría equivocado en ambos aspectos.

La iglesia existe en el mundo, realmente, con una sola misión, y eso es definido para nosotros en la Gran Comisión. Escuche las palabras de nuestro Señor mismo. Él define para nosotros nuestra responsabilidad, y voy a leer tres pasajes que le son conocidos. Primero, Mateo 28:19 y 20. El mandato a sus seguidores es este: “Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todo lo que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del siglo”.

Esa es la Gran Comisión: evangelizar a las naciones, llevándoles el evangelio para que crean, confíen en Cristo, sean bautizados, inicien por el camino del discipulado, que es definido como ser obedientes a todo lo que el Señor ha mandado. Así que estamos concentrados en proclamar el evangelio mediante el cual la gente es salvada, se vuelve discípulo y vive y sirve en obediencia a Dios. Esa es nuestra misión.

Las palabras de nuestro Señor en Lucas 24 versículos 46 y 47 nos dan otro ángulo sobre la misma comisión. Dijo a sus discípulos: “Escrito está, que Cristo padecería y resucitaría de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se predicaría el arrepentimiento para el perdón de los pecados a todas las naciones”. Ahí está nuestra comisión: proclamar arrepentimiento para el perdón de los pecados en Su nombre, el nombre de Cristo.

Y luego, hay otra manera en la que se presenta la comisión en Hechos 1:8, donde leemos: “Recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, Judea y Samaria, y hasta lo último de la tierra”. En las tres comisiones, tenemos una responsabilidad global: hasta los confines de la tierra, hasta el fin del siglo y a todas las naciones.

Y resumiéndolo, es proclamar el evangelio, el evangelio del perdón de los pecados por el arrepentimiento y la fe en el Señor Jesucristo, lo que hace a uno un discípulo que vive en obediencia a los mandamientos de Dios. Ese es el evangelio. Por eso la iglesia está en el mundo. Eso es lo que necesitamos estar haciendo. Ese es todo nuestro llamado.

Un par de pasajes son importantes de entender, conocidos a la luz de eso. Uno está en el capítulo 10 de Romanos, y está familiarizado con él; pero permítanme leer algunos versículos de Romanos 10 que comienzan en el versículo 13: “Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo”. Conforme vamos predicando el evangelio, estamos animando a la gente a invocar el nombre del Señor para ser salvos.

El siguiente versículo dice, el versículo 14 de Romanos 10, dice: “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Cómo oirán sin que alguien les predique? ¿Cómo predicarán si no fueron enviados? Como está escrito: ¡Cuán bellos son los pies de los que anuncian buenas nuevas! Sin embargo, no todos creyeron a nuestro anuncio; porque Isaías dijo: ‘Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio?’ Así que la fe viene por el oír y el oír por la palabra de Dios”. Cumplir la Gran Comisión significa que tenemos que ser enviados, tenemos que predicar; tenemos que predicar el evangelio para que la gente pueda oír, y al oír, creer y ser salvo. Entonces, primordialmente cuando pensamos en la Gran Comisión, estamos hablando de la predicación del evangelio. Esa es la prioridad, obviamente. Esos textos que acabo de leer lo presentan de manera clara.

Pero, hay otro texto que quiero agregar a esos que es importante y pertenece justo al lado de ellos, y se encuentra en 1 Timoteo capítulo 2; así que vaya a 1 Timoteo, capítulo 2. Y al principio de ese capítulo, quiero leer varios versículos hasta el versículo 7. 1 Timoteo 2, versículos 1 al 7. Porque aquí hay otra responsabilidad a la cual la iglesia es llamada.

“Exhorto ante todo”—1 Timoteo 2:1; aquí está la prioridad: “que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, se hagan por todos los hombres”. Así que debemos estar rogándole a Dios por todos los hombres. ¿En qué sentido exacto se dirige esa oración, con qué propósito? Siga leyendo: “por los reyes y por todos los que están en eminencia”, y eso es impactante. Y voy a hacer un comentario de eso en un momento. Debemos estar orando por todos los hombres, pero el grupo de muestra que él identifica es reyes y todos los que están en eminencia, “para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad”.

Si usted quiere vivir una vida tranquila, si quiere vivir una vida pacífica en la sociedad humana, en toda piedad y honestidad, ore por los gobernantes. Porque tanto de lo que una sociedad es, como bien lo sabemos, es un resultado directo de sus gobernantes y líderes. Y Dios quiere que oremos por aquellos que nos gobiernan.

El versículo 3 dice: “Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador”. ¿Por qué? Porque Él: “Quiere que todos los hombres”, todo tipo de hombres, “sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad. Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, quien se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo. Para esto fui constituido predicador y apóstol”.

Ahora, el contexto aquí es salvación. Puesto que Dios desea la salvación, si Él desea la salvación de todo tipo de hombres, si Él desea que lleguen a conocimiento de la verdad. Es por eso que Él ha provisto la salvación mediante el “rescate” en el versículo 6, “para todos provisto por Cristo Jesús”. Así que el contexto es la salvación. Un Dios y solo uno; por lo tanto, sólo una religión verdadera. Un mediador y uno solo, Jesucristo hombre; por lo tanto, un solo Salvador. Un rescate por todos, el único rescate; y de esta manera, un evangelio, un camino de salvación.

Debido al plan de salvación de Dios, y debido a que Dios desea que todo tipo de hombres en todos los estratos, y naciones, y tribus, y lenguas y pueblos; como el cielo lo mostrará en el libro de Apocalipsis; debemos orar por la salvación de todos los hombres, pero especialmente, por aquellos que gobiernan sobre nosotros. Porque esa conversión a ese nivel cambia la cultura dramáticamente. Entonces, cuando las cosas no son como a usted le gustaría que fueran, sí, reconocemos que el pecado tiene consecuencias. Sí, reconocemos que el juicio divino está operando. Pero, aun así, la promesa aquí es que debemos orar por la conversión de los gobernantes, porque cambiará la vida tal como la conocemos.

Ahora, lo que es fascinante de este mandato es que el rey en ese entonces era Nerón. Entonces, el apóstol Pablo está llamando a los cristianos a orar por la salvación de Nerón. ¿Por qué es eso tan extraño? Porque Nerón fue un gobernante tan miserable como sería posible o concebible que alguien fuera. Obviamente, él era un pagano romano de la clase más rancia. Él, por ejemplo, asesinó a su propia madre, quien también era su amante. A la edad de 15 años, se casó con su hermanastra, después se divorció de ella, después la desterró, y luego le cortó las muñecas y luego, la asfixió. Y en un último acto de indignidad la decapitó -la hermanastra que una vez había sido esposa de él.

Él se casó con otra esposa y la asesinó a patadas cuando ella estaba embarazada. Él mató a sus seres queridos más cercanos. Y se volvió a casar, nada más que la próxima vez que se casó, se casó con un hombre castrado vestido con un vestido de novia en una ceremonia de boda completa. Nerón es un nombre que es sinónimo de degeneración. Él encontró satisfacción en atar a la gente en público, desnudos, y luego mutilarlos, tanto a hombres como a mujeres, para que todos los vieran. Su copa estaba tan llena de miseria que él se suicidó a la edad de 30 años. Y durante todos esos horribles e inicuos 30 años, él también estuvo ocupado persiguiendo a los cristianos, el primer perseguidor de cristianos.

Pablo está diciendo: “Oren por su salvación”. Eso está estirado. Si estás sintiendo la furia de este desdichado, si todo en él te repugna, tienes que superar mucho para querer que él sea salvo y orar por eso. Eso es lo que Pablo está diciendo. “Oren por Nerón. Oren por su salvación. Oren por los magistrados, y jueces, y procónsules y gobernadores”. No hay nada que podamos hacer para cambiar la forma en que estas personas son. Políticamente, no podemos hacer eso; psicológicamente, no podemos hacer eso. No tenemos ningún medio humano para alterar la maldad de los gobernantes.

Pero, eso es consistente con lo que el apóstol Pablo escribió en 2 Corintios 10:4 cuando él dijo: “Las armas de nuestra milicia”, la guerra espiritual, “no son carnales”. No son humanas. No usamos armas humanas, manipulación humana, poder político, influencia, lo que sea. “Las armas de nuestra milicia son: “Poderosas en Dios”, dice Pablo, “derribando fortalezas”. “Las armas de nuestra milicia son, poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas”. ¿Y cuáles son las armas de nuestra milicia? La verdad, la verdad de Dios, la verdad del evangelio. Entonces, luchamos contra la maldad en los lugares celestiales con la verdad del evangelio y también con la oración. Esa es otra arma de nuestra guerra.

Usted recordará en el séptimo capítulo de los Hechos, Esteban estaba siendo apedreado. Y al final del capítulo 7, el versículo final, mientras su vida está siendo aplastada, él dice: “Señor, no les tomes en cuenta este pecado”, y le pide al Señor que perdone a las personas que lo apedrearon hasta la muerte. Y uno de ellos era un hombre llamado Saulo. El capítulo 7, versículo 60, termina con él orando para que Dios perdone a la gente que lo estaba apedreando, y una de las personas que lo estaba haciendo era un hombre llamado Saulo, y usted lo conoce en el siguiente versículo.

Esa es una conexión fascinante, porque dice un versículo más adelante, en el versículo 3, que Pablo guió la persecución contra la iglesia, exhalando amenazas y matanzas. Capítulo 8, lo muestra persiguiendo, y el capítulo 9, tiene su conversión. ¿No podría ser que la conversión de Saulo en el capítulo 9 fue en parte una respuesta a la oración de Esteban? Dios usa medios. La oración eficaz del justo puede mucho. Esteban oró por el perdón de aquellos que le quitaron la vida en un lapso de dos capítulos. Esa oración fue contestada en la salvación de Pablo. Simplemente, para que lo sepa, él no sería uno por el que usted querría orar, más de lo que usted querría orar por Nerón. Pero Dios salvó a Pablo.

Y después, en el capítulo 16 de Hechos, usted recordará que Pablo y Silas estaban en la cárcel. Estaban cantando himnos y orando. ¿Por quién cree usted que ellos estaban orando? Bueno, ellos si conocían las palabras de Jesús, y ciertamente las conocían, recordarían que Jesús dijo: “Bienaventurados sois cuando los hombres os persigan”. Ellos habrán recordado que Jesús dijo: “Nunca eres más como Dios que cuando oras por tus enemigos”. Y así, sin duda, en sus cantos y oraciones, como prisioneros en el cepo en Filipos, estaban incluyendo en su oración al carcelero. Y usted conoce el resto de la historia. El resto de la historia es que el carcelero vino a la fe en Cristo.

Entonces, usted tiene a Esteban orando por la gente que lo están matando. Tiene a Pablo y Silas orando por los hombres que los encerraron en el cepo. Y sus oraciones parecen relacionarse directamente con la salvación del apóstol Pablo y el carcelero de Filipos.

Así que, necesitamos saber que este es el llamado de Dios para nosotros. Aunque parezca difícil, aunque hay muchas cosas que no nos gusten de las personas que tienen poder sobre nosotros, cometeríamos un acto de desobediencia en contra de nuestro llamado si no oráramos por la salvación de nuestros gobernantes. Y eso se aplica, no solo a los gobernadores, sino a todos los gobernantes, hasta la presidencia y todo el mundo. Es un desafío confrontarlos.

Regresemos a la responsabilidad de predicar. Usted recuerda la historia de Juan el Bautista, claro. Juan el Bautista, capítulo 3 de Lucas, confrontó a Herodes el tetrarca. “Juan estaba predicando el evangelio”, Lucas capítulo 3, versículo 18, “al pueblo”, Juan el Bautista, “cuando Herodes el tetrarca fue reprendido por él debido a Herodías, la esposa de su hermano, y por todas las maldades que Herodes había hecho. Herodes también añadió esto a todas: encerró a Juan en la cárcel”.

Herodes era el rey en ese entonces. Él era un hombre miserable. Su conexión con Herodías, la esposa de su hermano, era incestuosa; él se la había robado de otro. Y Juan lo confronta por su maldad que él había cometido, y Juan fue encerrado en la cárcel—si usted va a Mateo 14, lee el resto de la historia. Y por esto, Juan perdió su cabeza. Su cabeza fue servida en un platón a Herodes. A Juan le costó la vida ser honesto con un gobernante, presentarle la verdad a un gobernante.

A Jesús le costó la vida presentar la verdad a un gobernante. Él habló con Pilato. Él habló con Caifás. Colectivamente, todos se unieron, lo ejecutaron. Y después estaba Pablo, en el 9º capítulo del libro de los Hechos, donde tenemos el relato de su conversión. Hay un comentario allí que está relacionado con su llamado; es un comentario muy directo. Capítulo 9 y versículo 15: “El Señor le dijo”, a Ananías, después de la conversión del Camino de Damasco. El Señor dice acerca de Pablo: “Él es instrumento escogido, para llevar Mi nombre delante de los Gentiles y de los reyes y de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto es necesario que sufra por causa de mi nombre”. Él fue llamado a ir delante de reyes.

Ahora, anótelo, el gobierno es el perseguidor máximo de la iglesia, siempre lo ha sido, porque tiene el poder de la prisión y el poder de la muerte. Mataron a Juan Bautista por enfrentarlos. Mataron a Jesús por enfrentarlos. Y aquí está la promesa, en la misma comisión de Pablo, de llevar el evangelio a reyes, y debido a eso, él va a sufrir mucho. En cierto sentido, desde el punto de vista humano, es peligroso hacerlo porque tanto poder reside en un gobernante.

La profecía acerca de Pablo, de que llevaría el mensaje a los reyes, tiene cierto cumplimiento interesante, si usted toma tan solo uno o dos minutos conmigo. Vaya a Hechos 24. En Hechos 24 encontramos que Pablo, ahora un prisionero, a punto de ser enviado a Roma donde sería él ejecutado bajo la autoridad de César. Pero para este momento, en el capítulo 24 de Hechos, él todavía está en la tierra de Israel, pero él es un prisionero. Y él es traído ante una serie de gobernadores. El primero, capítulo 24, versículo 22, es Félix. Y Félix tenía un “conocimiento exacto del Camino”, lo cual es una referencia al evangelio cristiano. De alguna manera, Félix había escuchado la Palabra del mensaje acerca de Jesús, su muerte, su resurrección.

Entonces, en el versículo 24, algunos días después, Félix llegó con Drusila. Drusila, era una esposa ilegítima, una esposa de fornicación y adulterio que fue seducida por un hechicero y la apartó de su esposo para convertirse en la esposa de Félix. Félix llega con esta mujer, su esposa que era judía, y mandó llamar a Pablo y lo escuchó hablar sobre la fe en Cristo Jesús. Si mandabas traer a Paul, eso era lo que ibas a escuchar.

Pablo vino y habló de la fe en Cristo Jesús a Félix. Su mensaje está delineado en el versículo 25: “Hablaba de justicia, del dominio propio y del juicio venidero”. Hombre, ese es un golpe directo. Pablo está hablando de justicia, el estándar justo de Dios. Y luego, le está hablando del dominio propio, o el tema del pecado, la incapacidad del pecador de cumplir con el estándar justo porque él no puede superar su pecaminosidad. Y después, él habló sobre el resultado de eso, el juicio venidero. Justicia, dominio propio y juicio, y el resultado fue que Félix se aterrorizó y dijo: “Vete por el momento, y cuando tenga tiempo, te llamaré”. Estaba aterrado. Era un hombre de una vida tan baja y “al mismo tiempo también”, dice el versículo 26, “estaba esperando que Pablo le diera dinero”. Parte de la política, ¿no? Soborno. Un alma miserable. Pero Pablo lo confrontó con la justicia, el pecado y el juicio.

Él fue sucedido, en el versículo 27, por el siguiente gobernador, Porcio Festo; y Pablo va delante de él. Capítulo 25, baje al versículo 10. Pablo está hablando con Festo; él dice: “Estoy de pie ante el tribunal de César, donde debo ser juzgado. No he hecho ningún mal a los judíos, como también sabéis muy bien. Sí, pues, soy un malhechor y he cometido algo digno de muerte, no me niego a morir; pero si en ninguna de las cosas de que estos hombres me acusan es verdad”—los judíos lo acusaban de crímenes contra Roma—“[entonces] nadie puede entregarme a ellos. A César apelo”—“Soy ciudadano romano”. “Entonces Festo, consultando con su consejo, respondió: A César has apelado, a César irás”. Sin duda, en la conversación con Festo, Pablo tuvo otra oportunidad de delinear su historia e incluso su conversión.

El siguiente gobernante al que se enfrenta en el capítulo 26, es un hombre llamado Agripa. Vaya al versículo 19. Pablo es traído ante este hombre, quien tiene poder de vida y muerte sobre él -si decide ejercerlo. “Entonces, rey Agripa, no fui desobediente a la visión celestial”, él le está dando su testimonio a Agripa. Él describió la experiencia del camino de Damasco en los versículos anteriores. “Pero seguí declarando primero a los de Damasco, y también a los de Jerusalén, y luego a toda la región de Judea, y aun a los gentiles, que se arrepintieran y se volvieran a Dios, haciendo obras dignas para el arrepentimiento”. Él le dice a Agripa, he estado predicando continuamente el evangelio del arrepentimiento y la salvación en Cristo. “Por esta razón, algunos judíos me aprendieron en el templo y trataron de matarme”.

Versículo 24: “Mientras Pablo decía esto en su defensa, Festo dijo en voz alta: ¡Pablo, estás loco! Las muchas palabras te están volviendo loco”. Pero Pablo dijo: “No estoy loco, excelentísimo Festo, pero pronuncio palabras de sobria verdad. Porque el rey sabe estas cosas, y yo también le hablo con denuedo, ya que estoy persuadido de que ninguna de estas cosas escapa a su conocimiento, porque esto no se ha hecho en un rincón”. Has estado aquí por mucho tiempo. Conoces la historia de Cristo y conoces la predicación del evangelio de Su resurrección.

“Rey Agripa’”, versículo 27, “¿crees a los profetas? Sé que crees. Agripa le respondió a Pablo: Por poco me persuades en volverme cristiano”. Es más una pregunta que una afirmación de un hecho. ¿Estás bromeando? ¿Estás siendo ridículo? ¿Crees que puedes convencerme de convertirme en cristiano?

“Pablo dijo”, versículo 29, “Quisiera Dios que ya sea en un tiempo corto o largo, no solo tú, sino también todos los que me oyen hoy, lleguen a ser como yo, excepto por estas cadenas”. Ese era su corazón. Él deseaba la salvación de todos ellos. Y Agripa—Agripa II, es este, por cierto, el bisnieto de Herodes el Grande, el Herodes en el tiempo del nacimiento de Cristo. Su padre fue Agripa I, quien mató a Jacobo y encarceló a Pedro. Pero Agripa II es un gobernante designado por los romanos. Es el último de los reyes de Judea. Tiene una consorte, una mujer llamada Berenice, que no es su esposa, pero ella es su hermana y él es su amante. El incesto era muy común. Ella y él son también hermanos de Drusila, la esposa seducida de Félix. Son un grupo muy miserable. Por cierto, Berenice, su hermana y amante, según la historia romana tuvo muchos, muchos amantes, pero siempre regresaba a su hermano. Ahora, no tenemos ningún registro de ningún arrepentimiento por parte de estos. Hubo desprecio lo que salió de Agripa.

Así que usted podría hacer la pregunta: ¿Hubo alguna vez un gobernante que, al escuchar el evangelio, respondió positivamente? Y la respuesta está en el capítulo 13 de Hechos. Capítulo 13 de Hechos, y Pablo está en la isla de Chipre, y usted puede ir al versículo 6: “Recorrieron toda la isla hasta Pafos, encontraron un mago, un falso profeta judío cuyo nombre era Bar-Jesús, que estaba con el procónsul”, ese es un gobernador regional. Así que aquí nos encontramos con un gobernador regional en Chipre llamado Sergio Paulo, un hombre de inteligencia. Este hombre llamó a Bernabé y a Saulo y procuró oír la palabra de Dios. “Pero Elimas el mago”—que es solo otro nombre para Bar-Jesús—“se oponía a ellos, procurando apartar de la fe al procónsul”. Así que Pablo está evangelizando al procónsul, y este hechicero poseído por demonios está contrarrestando ese evangelismo al representar al diablo.

“Pero Saulo, también conocido como Pablo, lleno del Espíritu Santo, fijó su mirada en [este hechicero] y dijo: Lleno de todo engaño y fraude, hijo del diablo, enemigo de toda justicia, ¿no os cesaréis de torcer los caminos rectos del Señor?” Estás torciendo y pervirtiendo la verdad, esto es lo que Satanás hace, trata de disfrazarse de ángel de luz. Así que Paul desenmascara a este antagonista poseído por demonios. En el versículo 11, él hace más que desenmascararlo: “He aquí, la mano del Señor está sobre ti, y serás ciego, y no verás el sol por un tiempo. Inmediatamente, una niebla y oscuridad cayeron sobre él, y anduvo buscando a quienes lo llevarían de la mano. Entonces, el procónsul—Sergio Paulo—creyó al ver lo que había sucedido, y se maravilló de la enseñanza acerca del Señor”.

Sí, hay un gobernador que se convirtió cuando había un hechicero satánico poseído por un demonio que intentaba, paso a paso, frase por frase, contrarrestar la predicación del evangelio. El nombre de Sergio Paulo está inscrito en artefactos antiguos en Chipre, y también está en la Historia Natural de Plinio, el historiador romano, donde aparece su nombre. Así que sí, los gobernantes fueron confrontados y rara vez respondieron positivamente, confiando en el Señor Jesucristo.

¿Era esto nuevo? ¿Era esto algo nuevo en el Nuevo Testamento? No. Porque Juan el Bautista fue el último de los profetas del Antiguo Testamento, y su confrontación contra Herodes le costó la vida. El Antiguo Testamento nos da muchas ilustraciones. Podría darle cuarenta ilustraciones de hombres piadosos del Antiguo Testamento confrontando gobernantes.

Permítanme recordarle de algunos. En Éxodo, Moisés confronta a faraón de frente: “Deja ir a mi pueblo”. En 1 Samuel 13, Samuel confronta a Saúl, el rey, por su pecado. En 2 Samuel 12, Natán confronta a David por el pecado de haber asesinado a Urías para que David pueda tener una relación adúltera con su esposa, Betsabé; y Natán le dice a David: “Tú eres aquel hombre”. Ahías, el profeta confrontó a Jeroboam en 1 Reyes y dijo: “Has hecho mucho mal, mucho más mal que los que te precedieron”. En 1 Reyes 18, Elías confronta al miserable y malvado Acab. Más tarde, 1 Reyes 21, vuelve a confrontar a Acab por básicamente asesinar a Nabot para que pudiera robar su viña. Él le dijo: “Tú te has venido a hacer lo malo ante los ojos de Yahweh. He aquí, yo traigo mal sobre vosotros.”

Este fue un papel que los profetas asumieron a lo largo del Antiguo Testamento. Elías denuncia a Ocozías por consultar a Baal en 2 Reyes 1. Él dice: “Ciertamente, morirás”. Isaías profetizó la ruina de Senaquerib, el rey de Asiria, en 2 Reyes 19. Isaías se burló del rey de Babilonia en Isaías 14. Jeremías pronunció juicio sobre Sedequías en Jeremías 21 y 34. Oseas declaró juicio sobre los gobernantes malvados de Israel en los capítulos 4 y 5.

Esto era rutinario. Y leí antes el Salmo 2, que es de David: David contra el mundo, David contra el mundo de los gobernantes, los reyes de la tierra, actuando contra Dios, mientras que Dios se ríe de ellos. Así que no es nada nuevo lo que hizo Juan el Bautista, Jesús lo hizo, Pablo lo hizo, cualquiera de los otros apóstoles lo hicieron. Tuvieron antepasados que les mostraron el camino de la confrontación en los hombres fieles y piadosos del Antiguo Testamento.

Vaya a Deuteronomio 17, el cual establece la responsabilidad del gobernante de esperar ser confrontado si él es infiel. En Deuteronomio capítulo 17, solo vaya al versículo 18. Como conforme el Señor está describiendo, ahora que vas a tener un rey, ésta es la responsabilidad del rey”. Este es el deber del rey, Deuteronomio 17-18. “Y sucederá que cuando se siente en el trono de su reino”, cuando él llegue a reinar, “escribirá para sí mismo una copia de esta ley”, toda la ley de Dios. Debe escribirla, cada letra, cada palabra, él mismo. Y debe hacerlo en un rollo, y debe hacerlo "en presencia de [un sacerdote levítico]", para que todos sepan que ha escrito cada letra. Y la razón de eso es que, si él va a gobernar, como escucharon en ese hermoso himno: “El que gobierna sobre los hombres debe ser justo, gobernando en el temor de Dios”. Así que no puede haber ignorancia alguna.

Él no puede afirmar que él no sabía algo. Y para asegurarse de que él básicamente ha afirmado su responsabilidad, él tiene que escribir cada letra de la ley de Dios en frente de todos los sacerdotes. “Estará consigo y lo leerá todos los días de su vida”. Tiene que estar leyendo continuamente la ley de Dios para mantenerse en el camino: “Para que aprenda a temer a Jehová su Dios, guardando cuidadosamente todas las palabras de esta ley y estos estatutos, para que su corazón no se levante por encima de sus hermanos, para que no se desvíe del mandamiento, a diestra ni a siniestra, para que él y sus hijos duren mucho tiempo en su reino en medio de Israel”. ¿Quieres tener un reinado largo? Mantente fiel a la Escritura. Tienes que escribirla toda, tienes que leerla continuamente y debes obedecer sus estatutos.

Bueno, ellos entraron a la tierra prometida, y no fue así, ¿verdad? Rey, tras rey, tras rey en ambos reinos, el Reino del Norte de Israel, el Reino del Sur de Judá, abandonaron la ley de Dios. Ellos abandonaron la ley de Dios, y condujeron al pueblo a la idolatría y a toda clase de pecado y maldad, lo cual llevo a una confrontación inevitable entre aquellos que eran administradores de la revelación de Dios, para confrontar a aquellos reyes desobedientes que habían violado su juramento. El juramento del rey era ser fiel a la Palabra de Dios. De hecho, la Palabra de Dios desapareció y no fue descubierta, lo encontramos en 2 Reyes capítulo 22, hasta que el rey Josías, muchos años después, encontró la ley y restauró la ley a su lugar. Y Josías devolvió la justicia.

Así que este siempre ha sido el plan de Dios. Así que, en el Antiguo Testamento, usted tiene a profetas confrontando a reyes infieles una, y otra, y otra y otra vez. Y como vimos, tenía el modelo del Nuevo Testamento de Juan el Bautista, Jesús, Pablo y los otros apóstoles haciendo lo mismo con las autoridades. Pero, incluso en la historia de la iglesia, aquí hay un poco de la historia de la iglesia. Alrededor del año 150, el apologista cristiano, Justino Mártir, escribió una carta abierta al emperador romano Antonio Pío, y en esa carta defendió la veracidad del cristianismo y argumentó que el gobierno romano debería dejar de perseguir a los creyentes, 150. Simplemente, digamos, 50 años después de la muerte del apóstol Juan.

Alrededor del año 155, había en Esmirna un renombrado pastor que conocía a Juan, llamado Policarpo, quien fue juzgado ante un gobernador romano. Él fue acusado de ser cristiano y se le instó a retractarse. Policarpo se negó a hacer eso, reiteró su lealtad a Cristo e instó al gobernador a arrepentirse o enfrentar el fuego eterno del juicio de Dios. En la generación posterior a Policarpo, un autor llamado Tertuliano también escribió una apología de la fe cristiana. Llamaron al gobierno romano a poner fin a la persecución injusta de la iglesia.

En el siglo IV, otro pastor famoso de Alejandría llamado Atanasio defendió audazmente la doctrina de la deidad de Cristo. Fue desterrado por los poderes romanos durante al menos 17 años, pero se negó a dejarse intimidar, o a comprometer debido a la presión gubernamental. En el siglo quinto, la “boca dorada”, Juan Crisóstomo, el gran predicador de Constantinopla, confrontó a la emperatriz por su estilo de vida mundano y pecaminoso. Él fue desterrado y camino al exilio, murió.

Si usted llega a los tiempos de la Reforma, usted tiene a personas como Pedro Waldo, John Wycliffe, John Huss, quienes denunciaron todos a las autoridades corruptas, estaban dispuestos a pagar con sus vidas. En 1521, Martín Lutero adoptó su postura y le dijo al emperador Carlos V, el hombre más poderoso de Europa, que él debía arrepentirse y que Lutero nunca se retractaría porque hacerlo sería ir en contra de la Palabra de Dios, lo que Lutero nunca haría. Como resultado, Lutero fue declarado hereje notorio y habría sido ejecutado si hubieran podido encontrarlo.

1529 en la Dieta de Speyer, un grupo de príncipes evangélicos dentro del Sacro Imperio Romano Germánico, escribió una carta de protesta en respuesta a los intentos del emperador de prohibir la Reforma. Y debido a eso, llegaron a ser conocidos como protestantes. En las décadas de 1530 y 1540, el predicador inglés Hugh Latimer predicaría ante el rey de Inglaterra, Enrique VIII, nada menos. En una ocasión, predicó un sermón que enfureció a Enrique por su audacia. La semana siguiente, Enrique advirtió a Latimer que tuviera cuidado con lo que decía, ya que el poder de la vida del hombre estaba en manos del rey. La respuesta de Latimer fue predicar con más audacia.

En 1550, un grupo de protestantes en Magdeburgo escribió una confesión en respuesta a los esfuerzos de Carlos V por acabar con el protestantismo en todas partes, y ellos reconocieron que harían lo correcto sin importar la hostilidad que el gobierno presentara contra ellos. Es famoso que en 1563 Juan Knox, el gran reformador escocés, confrontó a la reina católica de Escocia por su matrimonio no bíblico, y él fue tan poderoso que ella comenzó a llorar. En 1603, mil líderes puritanos escribieron una carta al rey Jacobo I, llamándolo a reformar la iglesia de Inglaterra. Ignoró la petición y continuó persiguiendo a los puritanos. Y luego, en 1638, los creyentes escoceses firmaron un pacto nacional resistiendo los esfuerzos del rey Carlos por interferir con la iglesia y la adoración verdadera. Y así ha pasado a lo largo de la historia.

Podemos retroceder y comenzar con Moisés confrontando a Faraón y recorrer toda la historia de la iglesia. De hecho, es solo en la era moderna que la iglesia no ha hecho esto. ¿Qué tan triste es eso? ¿Qué tan triste es eso? Ese es nuestro llamado. No va bien; entiendo eso. Mataron a los profetas. Mataron a Juan el Bautista. Mataron al Señor Jesús. Mataron a los apóstoles. Mataron a los fieles predicadores a lo largo de la historia de la iglesia, pero eso no cambia la misión, ni la responsabilidad.

Y usted podría preguntar, ¿hay alguna indicación de que esto pueda ser exitoso? Estas personas se vuelven tan miserables, ¿hay una esperanza para ellos? Bueno, no sabemos nada de Sergio Paulo, pero él se arrepintió. En el Antiguo Testamento, por cierto, el rey de Nínive se arrepintió. Pero permítanme, tan solo darles dos ilustraciones del hecho de que puede suceder.

Abra su Biblia en Daniel, capítulo 4, y permítame volver a presentarle al rey del universo, como él mismo se hacía llamar: Nabucodonosor. Nabucodonosor construyó un ídolo de sí mismo de 90 pies de alto, cubierto de oro, y exigió que todos se inclinaran y adoraran. Y cuando los tres jóvenes judíos no se inclinaron, los arrojó al horno de fuego. Usted sabe eso. El Señor los protegió. Pero él exigió deidad; exigió el ser adorado.

Él era el hombre tan miserable que alguien se pueda imaginar. Destruyó todo tipo de naciones, todo tipo de líderes, para llegar al poder. Destruyó Judá. Saqueó, destruyó a Jerusalén. Él masacró a miles de judíos, llevó cautivos a miles más a Babilonia, y cuando los hizo llegar ahí, le encantaba desnudarlos y avergonzarlos, y avergonzados hacerlos desfilar en medio de las multitudes públicas. Algunas de las cosas que hizo para ganar poder sobre algunas naciones se ilustran en la forma en la que trató a un rey llamado Hiram, que era el rey de Tiro. Lo torturó hasta la muerte, después de violar a su esposa ante sus ojos, quien por cierto, también era su madre.

Y regularmente Nabucodonosor, se dice, diariamente se involucraba en la sodomía. Él mató a los hijos de Sedequías, el gobernante judío Sedequías; mató a sus hijos ante los ojos de Sedequías. Fue lo último que vio Sedequías, porque después de sacrificar a sus hijos frente a sus ojos, le sacó los ojos a Sedequías. Entonces, la última visión que él tendría sería la de sus hijos siendo asesinados. Él después tomó al ciego Sedequías y lo llevó encadenado a Babilonia. Su vida es solo una cronología incomprensible de maldad.

¿Hay alguna esperanza para un hombre así? Bueno, tienes que escuchar su propio testimonio. Vea Daniel, capítulo 4. Este es el testimonio de Nabucodonosor: “Nabucodonosor, rey, a todos los pueblos, naciones y hombres de toda lengua que habita sobre la tierra”, rey de la tierra. “Paz os sea multiplicada”. Este es Nabucodonosor firmando: “Esto es de mí para ustedes”. En cartas antiguas, presentaban quién era el autor al principio. Y esto es lo que él dice: “Vuestra paz, abunde, me ha parecido bien declarar las señales y prodigios que el Dios Altísimo ha hecho por mí. ¡Cuán grandes son sus señales y cuán poderosas sus maravillas! Su reino es un reino eterno y Su dominio es de generación en generación”. ¡Hombre!, él era el rey de todo el universo. Algo dramático sucedió.

Aquí está su testimonio en primera persona, y usted lo puede ver en el versículo 4: “Yo, Nabucodonosor”, versículo 5, “vi un sueño”. Y recorre todo ese capítulo, y él da este asombroso testimonio sobre un sueño y sobre cómo encontró a Daniel, quien interpretó el sueño. Y el sueño, como usted recordará, era una mala noticia para él, realmente mala noticia. Se le dijo, baje al versículo 24, “[Aquí está] el decreto del Altísimo”, versículo 25, “que seas echado de entre los hombres, y tu morada sea con las bestias del campo, y te sea dada hierba para comer como ganado y te empaparás con el rocío del cielo; y siete períodos”—siete años— “pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo gobierna sobre el reino de los hombres y lo da a quien Él quiere”. En el versículo 27, “Por tanto, oh rey, sea agradable mi consejo para ti”, dice Daniel, “deja ahora de tus pecados haciendo justicia, y de tus maldades al mostrar misericordia a los pobres, por si se prolongare el tiempo de tu prosperidad”.

Daniel está interpretando el sueño y dice: “No se ve bien para ti. Siete años, vas a tener lo que los psicólogos llaman boantropía”, como licantropía. “Y este no va a ser un cambio de identidad elegido personalmente. Tú vas a pensar que eres una vaca durante siete años”.

“Doce meses después”, versículo 29, no había sucedido, y Nabucodonosor se sentía muy bien acerca de sí mismo. “Estaba caminando sobre el techo del palacio real en Babilonia. El rey reflexionó y dijo: ¿No es esta la gran Babilonia, que yo mismo he edificado para residencia real, con la fuerza de mi poder y para la gloria de mi majestad?” Soberbia.

“Mientras la palabra estaba en boca del rey, salió una voz del cielo, que decía: Rey Nabucodonosor, a ti se te dice: te ha sido quitado el dominio, y serás echado de entre los hombres, y con las bestias del campo será tu morada. Se te dará hierba para comer como ganado, y siete años, en siete años, no podrás entrar en la civilización. Vivirás como un animal, hasta que reconozcas que el Altísimo gobierna sobre el reino de los hombres y lo da a quien Él quiere". Inmediatamente, se cumplió la palabra acerca de Nabucodonosor, y él fue expulsado de la humanidad y comenzó a comer hierba como ganado, y su cuerpo fue empapado con el rocío del cielo hasta que su cabello creció como plumas de águila y sus uñas como garras de pájaros”. La humillación, siete años de eso.

Versículo 34, “Al final de ese período, yo, Nabucodonosor”, regresando al relato en primera persona, “alcé mis ojos al cielo, y mi razón volvió a mí, y bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre; porque su dominio es dominio eterno, y su reino permanece de generación en generación. Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada, pero Él hace según Su voluntad en el ejército del cielo y entre los habitantes de la tierra; y no hay quien detenga Su mano o le diga: ¿Qué haces? En ese momento, mi razón me fue devuelta. Y mi majestad y esplendor me fueron restaurados para la gloria de mi reino, y mis consejeros y mis nobles comenzaron a buscarme; así fui restablecido en mi soberanía, y se me añadió grandeza, que sobrepasaba todo. Ahora yo, Nabucodonosor, alabo, exalto y honro al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas y sus caminos rectos, y Él puede humillar a los que caminan con soberbia”. Qué conversión tan asombrosa, ¿no es cierto? Conversión asombrosa.

Hay una conversión asombrosa más, y ese es el rey Manasés. A mediados del siglo VII, Manasés nos cuenta la historia sobre él, el capítulo 21 de 2 Reyes, así que acompáñeme. Solo nos tomaremos unos momentos para verlo; es una historia tan poderosa. Segunda de Reyes 21, versículo 1: “Manasés tenía doce años cuando comenzó a reinar”. Por cierto, él correinó con su padre, Ezequías, durante los primeros diez años más o menos: “Y terminó reinando cincuenta y cinco años en Jerusalén; y el nombre de su madre era Hepsiba”. Se volvió rey a los 12, los primeros diez años cogobernó con su padre Ezequías.

Ezequías era un individuo piadoso. Él fue instruido personalmente por su padre. Su padre fue un buen rey, gobernó durante veintinueve años, destruyó los ídolos en la tierra, destruyó incluso la estatua de la serpiente de bronce que Moisés había levantado porque se había convertido en un ídolo, purificó el Templo, restableció la celebración de la Pascua.

Así que Manasés como pequeño tuvo la maravillosa oportunidad de ver la provisión de Dios. Y, por cierto, cuando tenía cinco años fue cuando los asirios amenazaron el trono de su padre y el reino, y un ángel del cielo vino y mató a 185.000 asirios para proteger a su pueblo.

Así que Manasés había visto mucho como niño, pero ¿qué dice el versículo 2 sobre él? “Él hizo lo malo ante los ojos de Jehová”. Ahora, eso es familiar. Si estás leyendo acerca de los reyes de Judá e Israel, verá que “hizo lo malo ante los ojos de Jehová como sus padres”, o “hizo lo bueno ante los ojos de Jehová como su padre”. Todos son básicamente comparados con su padre, pero no con Manasés. No, “Él hizo lo malo ante los ojos de Jehová, conforme a las abominaciones de las naciones que Jehová desposeyó delante de los hijos de Israel”.

Usted ni siquiera podía usar otro rey judío como una ilustración de su condición miserable porque él era pagano. Usted solo podía compararlo con las abominaciones de los cananeos. Y ahí, en el versículo 11, dice que sus abominaciones eran peores “que todas las de los amorreos”, y los amorreos tenían por lo menos 16 deidades, y toda miseria inimaginable. Ni siquiera podía compararse con ningún otro rey judío, el más malvado de todos los reyes en los 330 años de historia de su pueblo. ¿Cómo llega usted a ser tan malo? Homosexualidad, bestialidad, sacrificio de niños, idolatría, politeísmo.

Versículo 3, él solo puede ser comparado con los incrédulos miserables, porque “él reconstruyó los lugares altos que Ezequías su padre había destruido; erigió altares a Baal, e hizo uno a Asera, como había hecho Acab rey de Israel, y adoró a todo el ejército de los cielos y les sirvió”. Adoró al sol, la luna, las estrellas, los planetas. Él era sincretista. Él colocó altares por todo el Templo, por todo el patio del Templo, incluso en el Lugar Santísimo. Él llenó las calles de Jerusalén de estatuas. Él era lo peor de lo peor, el más impío.

Llegó a esas proporciones conocidas después de que el versículo 5 dice: “Edificó altares para todo el ejército de los cielos en los dos atrios de la casa de Jehová”. Dice en el versículo 6: “Él hizo pasar a sus hijos por el fuego”; él sacrificó a sus hijos a Moloc, a Baal, a los dioses. ¿Por qué hacían eso? Porque ese era el sacrificio definitivo, porque usted estaba criando a un hijo para cuidarlo a usted en su vejez. Estaba criando un hijo para recibir el patrimonio, para perpetuar la familia, para perpetuar los tesoros de valor que la familia poseía. Y usted estaba tan dedicado a este dios que usted decía: “Yo lo abandono todo. El sacrificio más grande que puedo hacerte es incinerar a mi hijo para decirte que te honro a tal grado que abandono toda seguridad para mi futuro en el mundo”. Así de devotos eran.

¿Cómo se volvieron tan devotos a Baal? Porque creían que Baal era el dios de las tormentas, el dios del trueno, el dios del relámpago y el dios de la lluvia. Y si no llovía, entonces Baal estaba enojado. Y si no llovía, era una cuestión de fertilidad y entonces era una cuestión de supervivencia. Y entonces, ellos llegaron al punto en el que, de hecho, sacrificaban a los niños que estaban criando para cuidar de ellos en el futuro. La adoración a Baal implicaba todo tipo de magia y rituales y prostitución sagrada, tanto masculina como femenina. Y toda esa prostitución sagrada era para incitar a Baal para traer lluvia. Manasés adoraba a Baal.

Versículo 16 del capítulo 21, dice que derramó sangre inocente: “mucha sangre inocente, hasta que llenó a Jerusalén de un extremo a otro”. Imagínese. ¿A quién está masacrando? Profetas que lo confrontaron, gente piadosa, cualquiera que se interpusiera en su camino. Lo peor, lo peor.

Pero, el final de la historia está en 2 Crónicas 33, 2 Crónicas 33. Es un final sorpresa, 2 Crónicas 33:10: “Y habló Jehová a Manasés y a su pueblo, mas ellos no escucharon; por lo cual Jehová trajo contra ellos los generales del ejército del rey de los asirios, los cuales aprisionaron con grillos a Manasés, y atado con cadenas lo llevaron a Babilonia”. Él fue humillado, así como Nabucodonosor fue humillado. Él fue encadenado y fue llevado en una caminata de cuatro meses a Babilonia, en humillación.

Versículo 12, “Mas luego que fue puesto en angustias, oró a Jehová su Dios, humillado grandemente en la presencia del Dios de sus padres. Y habiendo orado a él, fue atendido; pues Dios oyó su oración”. ¿Oyó eso usted? Dios oyó su oración, su ruego, “y lo restauró a Jerusalén, a su reino. Entonces reconoció Manasés que Jehová era Dios. Después de esto, edificó” -ahí en el versículo 16- “Reparó luego el altar de Jehová, y sacrificó sobre él sacrificios de ofrendas de paz y de alabanza; y mandó a Judá que sirviesen a Jehová Dios de Israel. Pero el pueblo aún sacrificaba en los lugares altos, aunque lo hacía para Jehová su Dios”. Todavía eran sincretistas. Sólo había un altar; ese estaba en Jerusalén, en el Templo. Tenían muchos, y entonces había un sincretismo que continuó.

“Los demás hechos de Manasés, y su oración a su Dios”, me encanta eso “su Dios”, “y las palabras de los videntes que le hablaron en nombre de Jehová el Dios de Israel”, lo cual significa que había personas que le hablaban; había profetas que estaban hablándole, llamándole al arrepentimiento. Y aquí todo está escrito en las actas de los reyes de Israel. “Su oración también, y cómo fue oído, todos sus pecados, y su prevaricación, los sitios donde edificó lugares altos y erigió imágenes de Asera e ídolos, antes que se humillase, he aquí estas cosas están escritas en las palabras de los videntes. Y durmió Manasés con sus padres”. Manasés es el peor. Él es el peor. Dios lo humilló y llegó a creer. Usted va a ver a Manasés en el cielo.

Esto es un problema. Este es un problema para el judaísmo. Le voy a decir qué tan grande es el problema. Estaba leyendo algo de la Hagadá, el cual es el comentario rabínico de las Escrituras. Y tienen dificultades para tratar con Manasés, los rabinos, porque está claro en el texto de las Escrituras que él fue restaurado a su reino. Y así, reconocen que fue restaurado a su reino debido a su arrepentimiento, pero uno de los comentarios de los rabinos es: “Que eso fue un arrepentimiento superficial. Solo podía recuperarle una parte temporal de su reino”. Y directamente, dice: “Él no es parte del reino de los cielos”. Ellos rechazaron eso. “Él perdió eso con su vida”.

¿Por qué es necesario que ellos lo hagan post-mortem como un hipócrita que no está en el reino de los cielos? Porque si su sistema es la salvación por obras, él socava todo. Si usted puede ser así de malo y así de miserable, y ser perdonado y terminar en el cielo, todo el sistema se colapsa. Usted no puede tomar a los peores dos que jamás vivieron en términos de poder del Antiguo Testamento, Nabucodonosor y Manasés, y colocarlos en el cielo sin que todo el sistema de obras de justicia se derrumbe. No hay gracia en el judaísmo, pero hay gracia con Dios. ¿Amén?

Un último testimonio final de una persona final en autoridad. Regrese a donde comenzamos, 1 Timoteo 1, de regreso a donde comenzamos. Estábamos en 1 Timoteo 2; vaya a 1 Timoteo 1. Hubo otra conversión monumental de alguien en autoridad, y aquí está su testimonio: 1 Timoteo 1:12. Este es Pablo el apóstol: “Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio, habiendo yo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador; mas fui recibido a misericordia porque lo hice por ignorancia, en incredulidad. Pero la gracia de nuestro Señor fue más abundante con la fe y el amor que es en Cristo Jesús. Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero”.

Olvídese de Nabucodonosor. Olvídese de Manasés. Yo soy el peor. Yo tenía autoridad; yo tenía autoridad para encarcelar, para matar a cristianos. Yo era un perseguidor. Yo era un agresor violento. Yo era un blasfemo. No había manera en la que yo pudiera estar en el reino, a menos de que Dios me mostrara misericordia. Y la gracia de nuestro Señor fue más abundante con la fe y el amor que es en Cristo Jesús. Palabra fiel y digna de ser recibida por todos, que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. “Pero, por esto, fui recibido en misericordia”, no tanto para mi beneficio, sino: “Para que Jesucristo mostrase en mí, como el primero de los pecadores, Jesucristo mostrase toda su clemencia para ejemplo de los que habrían de creer en él para vida eterna”.

¿Qué está diciendo Pablo aquí? Nunca está usted demasiado lejos, porque Jesús va a salvar a aquellos que son los peores de los pecadores para demostrar su paciencia perfecta y gracia, incluso hacia los peores. Y Pablo concluye con una doxología: “Por tanto, al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén”. Y como dije cuando comenzamos, las oraciones de Esteban podrían haber sido parte de lo que Dios usó para salvar a Pablo. Él es un hombre de autoridad, él es un hombre con poder sobre la vida y la muerte, un hombre que representa el poder del gobierno, que fue salvo por gracia. Y él fue un blasfemo y un perseguidor y un agresor violento e incrédulo, y el Señor lo salvó.

¿Por qué hace Él eso? ¿Por qué salva a gente tan miserable? Porque así es como Él demuestra Su gracia. ¿Verdad? Usted nunca está más allá de esa posibilidad. Y es por eso que en el capítulo 2 él dice: oren, oren, oren “por los reyes y por todos los que están en eminencia”, para que puedan ser salvos. Eso es parte de nuestro ministerio. Oremos juntos.

Padre, te agradecemos nuevamente por, como siempre lo hacemos, la verdad de tu Palabra preciada. El mensaje sale al final como siempre, que la salvación es solo por gracia únicamente, por fe únicamente, en Cristo únicamente. Nadie va a ser salvo por obras. Eres salvo por gracia a través de la fe. Las obras no lo van a llevar a ninguna parte. Pero la buena noticia es que incluso el peor de los pecadores no está más allá de la gracia divina. Ellos tienen que escuchar, y necesitamos seguir orando. Señor, que seamos fieles en orar por los que están en el liderazgo, orar por los que tienen autoridad, así como aprovechar cada oportunidad para proclamarles el evangelio a ellos ya todos los demás. Hacerles saber que el rescate ha sido pagado por Cristo, si se arrepienten y ponen su confianza en Él. Esta es nuestra misión en el mundo. Que la iglesia esté fielmente enfocada en esto. Oramos para tu gloria. Amén.

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