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Estamos a un par de semanas de celebrar 50 años. Es difícil comprender que todos estos años han pasado. Ha sido una bendición para mí, y para Patricia, y nuestra familia, que va más allá de la comprensión y la descripción. El Señor ha sido amable hacia mí, quizás más que hacia cualquier otra persona, colocándome aquí con tantas personas maravillosas y amorosas y trayendo a mi vida tantas bendiciones que ni siquiera puedo contarlas. No sé porque el Señor ha hecho esto en su propósito soberano, pero ciertamente quiero expresar mi gratitud a Él, y confío en que Él sabe que la gratitud que hay en mi corazón en todo momento consciente está ahí, por todo lo que me ha permitido disfrutar aquí a lo largo de todos estos años.

Y pensé que conforme nos dirigimos hacia esa celebración, sería bueno tener algo de un panorama de lo que el Señor en cierta manera ha colocado en mi corazón al principio, que estableció la dirección para Grace Church. No soy la explicación por lo que esta iglesia es, esta es la obra de Dios, pero sabía que quería la bendición de Dios en mi vida y en mi bendición, sabía que quería terminar bien, pero más allá de eso y lo que es más importante que terminar bien, quería comenzar bien y avanzar por el camino que el Señor había prometido bendecir.

Entonces, sabía que tenía que entender lo que Dios esperaba de mí como pastor, inclusive antes de que llegara aquí quería saber eso, tenía que entender lo que el Señor esperaba que la iglesia fuera, y después necesitaba entender la función de la Palabra de Dios en todo esto. Entonces, esos van a ser los temas que estaremos viendo los siguientes tres domingos, hoy, la virtud del pastor, el hombre de Dios. El próximo domingo, la vida de la iglesia. Y después el final, la obra de la Palabra.

Saliendo del seminario, y sabiendo que el Señor me había llamado a predicar me gradué del seminario cuando tenía unos 24 años de edad, era joven, y me imagino que los propósitos del Señor en ese entonces todavía no era que me volviera un pastor, entonces, por cinco años hasta que tuve unos 29 años estuve predicándole en la mayoría de los casos a jóvenes, pero a muchas, muchas personas, predicaba unas 35 veces al mes. Durante esos 5 años y mucha experiencia en la predicación, maravillosos, años maravillosos, pero en mi corazón siempre hubo un deseo por ir a una iglesia y pastorear un rebaño. Y hubieron un par de iglesias que hablaron conmigo a lo largo de esos años, pero sentí que era demasiado joven e inexperto.

Grace Church no estaba en esa categoría porque Grace Church había tenido dos pastores, y ambos habían muerto. Y entonces, habían dos viudas preciadas aquí, y entonces el criterio primordial para el siguiente hombre era juventud. Entonces, si no calificaba en ningún otro nivel, calificaba en ese nivel. Y como resultado de eso, el Señor me trajo aquí y el resto, claro, es la historia que el Señor cuenta. No soy la razón por la que ésta iglesia es lo que es, Dios es la razón por lo que es, pero un asunto muy, muy importante en mi corazón, entender lo que el ministerio necesitaba hacer, entender claramente la función que un pastor fiel tendría, y tener clara la virtud y vida de la iglesia, lo que debería ser y después estar claro acerca de lo que la Palabra de Dios sobre la cual todo sería edificado.

Al principio de mi ministerio obviamente estudié todas estas cosas, traté de entender todo esto, inclusive antes de que llegué a Grace. Y, uno de los pasajes que fue muy claro para mí, fue el que quiero presentarles ésta mañana, 1 Timoteo 6. Las cartas de Pablo a Timoteo, 1 y 2 Timoteo, y la carta de Pablo a Tito son llamadas las epístolas pastorales. 1 y 2 Timoteo dan instrucciones a pastores y gran parte de lo que de hecho, todo lo que está en estas tres cartas es muy útil para cualquier persona en el ministerio pastoral, pero la parte en el capítulo 6 que siempre ha sobresalido en mi mente, como el cimiento para mi entendimiento de lo que Dios esperaba de mí,

Entonces, veamos 1 Timoteo 6, permítame leer comenzando en el versículo 6. “Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.”

“Más tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre. Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuisteis llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos. Te mando delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Jesucristo, que dio testimonio de la buena profesión delante de Poncio Pilato, que guardes el mandamiento sin mácula ni reprensión, hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo, la cual a su tiempo mostrará el bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores, el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, al cual sea la honra y el imperio sempiterno. Amén.”

Esa es una de las doxologías más hermosas en el Nuevo Testamento, y viene después de una instrucción directa para un pastor. Si un pastor quiere tener una vida digna de una doxología, si un pastor quiere tener una vida que puede elevar delante de Dios, y honrar a Dios, entonces él tiene que seguir la instrucción de esta parte de la Escritura.

Ahora, quiero que observe en el versículo 11 la frase de identificación “hombre de Dios,” “hombre de Dios.” Cuando vi esto por primera vez sabía que éste era el título que llevaría, que había sido llamado y preparado por el Señor para ser un hombre de Dios. El título simplemente identifica a Timoteo, en este caso. Es un título muy claro, pero tiene elementos imposibles de medir, y muy ricos. ¡Qué privilegio ser llamado, “El hombre de Dios”! un hombre que pertenece a Dios de una manera personal. Él no le pertenece en un sentido a la iglesia, él no le pertenece a una asociación, ni siquiera pertenece a relaciones en la vida, la familia, y la familia extendida. De una manera excepcional, él es el hombre de Dios.

Y, por cierto, esa es una frase muy selectiva. Nunca es usada en el Nuevo Testamento para ninguna otra persona fuera de Timoteo. Y eso la hace única. Es a Timoteo que éste término, “hombre de Dios” es aplicado inicialmente. No obstante, fue un término común en el Antiguo Testamento. Pablo debió haber sabido eso, y ciertamente Timoteo habría sabido eso porque él fue criado bajo el Antiguo Testamento. ¿Qué significaba en el Antiguo Testamento ser un hombre de Dios? Primero aparece en Deuteronomio 33:1 en dónde Moisés, el gran profeta, es el primero llamado “el hombre de Dios.” Fue también usado en el libro de Jueces, capítulo 13, versículos 6 y 7, para describir a un ángel, a un mensajero de Dios enviado con el mensaje a la esposa de Manoa, anunciando el nacimiento de Sansón. También fue usado para describir un profeta que habló por Dios a Elí, el sumo sacerdote, prediciendo juicio divino en contra de su familia impía, 1 Samuel capítulo 2. Y después fue usado para identificar a Samuel. Samuel es llamado el hombre de Dios en 1 Samuel 9.

Entonces, entendemos a partir de eso, una indicación muy clara de que está reservado para alguien que habla por Dios, habla en nombre de Dios, alguien quien pertenece a Dios de una manera única, de tal manera que él es el representante de Dios hablando en nombre de Dios. Y hubieron más en el Antiguo Testamento, fue usado del profeta Semaías, quien fue enviado por Dios a profetizar en contra de Roboam. Fue usado de nuevo para un profeta que habló la palabra de Dios a Jeroboam, con respecto a que él iba a ser reemplazado y juzgado. Describe a Elías. En 1 Reyes 17 describe a Eliseo. En 2 Reyes capítulo 4 describe a David. Describe al profeta que confrontó a Masías, ese profeta es llamado el hombre de Dios en 2 Crónicas 25. Identifica a un profeta llamado Idalia en Jeremías 35:4, y el resumen de todos estos usos nos dice de manera inequívoca que éste es un término técnico para alguien que le pertenece de manera única a Dios, porque habla en nombre de Dios. Él comunica el mensaje de Dios al mundo.

Una descripción ampliada de éste llamado se encuentra en 2 Pedro 1:21, “ninguna de profecía de Dios, (ninguna Escritura) jamás fue hecha por un acto de la voluntad humana sino los hombres movidos por el Espíritu Santo, hablaron de parte de Dios.” Entonces, aquí aprendemos algo más del hombre de Dios. Cuando él habla la palabra de Dios, él habla por el poder del Espíritu Santo. Dios siempre ha tenido sus predicadores capacitados por su Espíritu, sus profetas y mensajeros. Hombres de Dios son aquellos que son llamados de manera única a proclamar Su Palabra, eso resumió para mí, el rango entero de mi responsabilidad como pastor, ser el vocero que habla de parte de Dios, y habla Su palabra revelada.

En 2 Timoteo, capítulo 3, leemos en el versículo 16, “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, completo, enteramente preparado para toda buena obra.” Ahora, él no solo es capacitado por el Espíritu, sino que él habla la Escritura. Y eso es escrito a Timoteo, pero va más allá de Timoteo a todo hombre de Dios. Cuando Pablo llama a Timoteo un hombre de Dios, él lo coloca en una línea larga de personas de un grupo élite, un llamado excepcional, único. Es extendido a todos aquellos que hablan en nombre del Señor, en el poder del Espíritu, usando la Escritura. El hombre de Dios es perfeccionado por el Espíritu, y la Palabra.

Entonces, el título caracteriza en particular a aquellos que son los mensajeros de Dios. El Progreso del Peregrino los llama los Campeones del Rey, son hombres cuyas vidas son elevadas por encima de las metas mundanas y las cosas temporales, y están concentrados en el servicio divino. Son hombres que pertenecen al orden espiritual, del cual las cosas temporales y pasajeras y perecederas no tienen una relación permanente. No son los hombres del mundo, ni son los hombres del diablo, ni son los hombres de la iglesia, son los hombres de Dios, y son elevados por encima de cosas terrenales, son la posesión personal de Dios.

Conforme Pablo le escribe a Timoteo reconoce la dificultad de su discípulo, de las circunstancias de su discípulo. Él está, en el momento en el que Pablo le escribe, sirviendo en una iglesia en Éfeso con muchos problemas, falsos maestros, líderes pecaminosos, error doctrinal, impiedad, todo está ahí. Y Timoteo lo está confrontando, y él es joven y el tiende a ser tímido. Pablo dice, “no obstante, tú eres el hombre de Dios. Tú eres el hombre de Dios en una situación muy difícil. Tú estás trabajando para el Rey, en el Reino, en contra del poder de las tinieblas.”

Hay un contraste aquí que creo que es muy importante. Pablo habla de los falsos maestros, mucho en 1 Timoteo. En el capítulo 1, versículos 3 al 7 él habla de los falsos maestros. En el capítulo 4, en una sección muy explícita, versículos 1 al 5 él habla acerca de los falsos maestros. En el capítulo 6, él habla de los falsos maestros. Entonces, él está haciendo un contraste entre el hombre de Dios y estos falsos maestros. De hecho, al final de cada una de esas discusiones de los falsos maestros, el contraste se vuelve claro. Si usted va al capítulo 1, después de haber dicho mucho de los falsos maestros, él llega al versículo 18 y le dice a Timoteo, “esto te encargo, Timoteo, hijo mío, conforme a las profecías que se hicieron antes en cuanto a ti, para que por ellas pelees la buena batalla, manteniendo la fe y la buena conciencia, la cual desechando algunos naufragaron en cuanto a la fe, entre los cuales están Himeneo y Alejandro a quienes entregué a Satanás para que aprendan a no blasfemar.”

Entonces, como contraste a los falsos maestros, debes ser un siervo digno de confianza, peleando la buena batalla, predicando la verdadera Palabra de Dios, como él la llama antes, “el evangelio glorioso del Dios bendito, el cual te ha sido encomendado.” De nuevo, en el capítulo 4, él tiene mucho que decir acerca de los falsos maestros en los cinco versículos de apertura y en el versículo 6, él le habla a Timoteo: “Si esto enseñas a los hermanos, serás buen ministro de Jesucristo, nutrido con las palabras de la fe y de la sana doctrina la cual habéis aprendido. Y no tengas nada que ver con fábulas mundanas aptas para mujeres mayores.” En otras palabras, tú eres un contraste a esos falsos maestros. Lo mismo es verdad en el versículo 14 de ese cuarto capítulo, “No descuides el don que hay en ti, el cual te ha sido dado mediante profecía, por la imposición de manos del presbiterio. Ocúpate en estas cosas, para que tu progreso sea evidente a todos. Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina, persevera en ello, pues haciendo esto te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren.”

Entonces, en contraste a un falso maestro, tu eres un maestro verdadero, tu eres un hombre de Dios, en contraste a los hombres de Satanás, tú eres el hombre de Dios. Todo eso apunta a esta responsabilidad única, y al llegar al capítulo 6 llegamos al versículo 11, y de nuevo Pablo ha hablado de los falsos maestros, antes en este sexto capítulo, “Si alguno enseña doctrina diferente y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo y la doctrina que es conforme a la piedad, está envanecido y no entiende nada y tiene un interese impropio en disputas de palabras, controversias de las cuales nacen envidia, contención, malas palabras, malas sospechas, y una fricción constante entre los hombres de una mente depravada y privados de la verdad, que piensan que la piedad es un medio de ganancia.” De nuevo, haciendo un contraste entre Timoteo, un hombre de Dios con los falsos maestros corruptos.

Todo eso apunta a la responsabilidad del pastor, de ser el hombre de Dios. Y esa es la razón por la que él dice en el versículo 11, en dónde retomamos nuestro texto, “Más tú, hombre de Dios,” tú, con ésta identificación única, tú, hombre que le pertenece a Dios. Así es como debes conducir tu vida. Esto fue tan importante para mí, muchos, muchos años atrás a tal grado que al principio en el ministerio le presté mucha atención a ésta parte de la Escritura, y uno de los hombres que admiraba como un pastor joven era W. A. Criswell, quién estaba en la Primera Iglesia Bautista de Dallas, estuvo ahí por unos 45 años. Y, de hecho, vino aquí y predicó un domingo, lo cual fue algo inolvidable para mí. Él tenía una biblia de estudio, la biblia de estudio Criswell y cuando la biblia de estudio salió, quizás usted tuvo una. Quizás usted va a encontrar una en su casa en algún lugar. Él había elegido colocar mi sermón de muchos años atrás en forma escrita dentro de las páginas de esa biblia de estudio. Entonces, entendí que había tenido el mismo efecto en él, y él esperaba que lo tuviera en otros, que éste pasaje había tenido en mí.

Entonces, ¿qué define a un hombre de Dios? Hay cuatro cosas a las que Pablo apunta aquí, las cuatro características de un hombre de Dios, las cuatro marcas de un hombre de Dios. Número uno, el hombre de Dios es conocido por aquello de lo que huye, versículo 11. “Más tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas.” Huye, en el imperativo presente, significa, continuo, sigue huyendo, sigue huyendo, no es una acción en un punto en el tiempo, es una responsabilidad de por vida. Continúa huyendo, la palabra griega es pheuge, de la cual obtenemos la palabra en inglés ‘fugitivo’. Un fugitivo es una persona que está corriendo, alguien que está huyendo, presenta a alguien que está huyendo de una plaga o que está huyendo del peligro, huyendo de un enemigo, o huyendo de un ejército que va avanzando, o huyendo de una serpiente venenosa.

Un hombre de Dios, entonces, aprende a ser un hombre que está corriendo, un hombre que está huyendo. Hay ciertas cosas de las que él tiene que huir. 1 Corintios 6:18, Pablo dice, “Huid de la fornicación,” pecado sexual. 1 Corintios 10:14 él dice, “Huid de la idolatría.” Pero aquí, él dice, “Huye de estas cosas.” ¿De qué cosas está hablando él? Bueno, él está hablando de las cosas que acaban de ser mencionadas. Versículo 5, falsos maestros que ven la piedad como un medio de ganancia. Los falsos maestros en todo lugar en la Escritura, Antiguo y Nuevo Testamento, se presentan como personas que están involucradas en la religión por el dinero. “Hacen mercadería de vosotros.” “Por otro lado, la piedad, (versículo 6) de hecho es gran ganancia cuando está acompañada de contentamiento. Porque nada hemos traído a este mundo y nada podemos sacar tampoco.”

Como Joe Bailey dijo algunos años atrás, “Usted no ve a una carroza fúnebre, jalando un camión de mudanza.” “Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contento con esto, más los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y muchas codicias necias y dañosas que hunden a los hombres en perdición y destrucción. Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.” Y mientras que eso es verdad en general, esa revelación viene en un texto que él le está dando a pastores. Los falsos maestros buscan dinero. Tú no puedes hacerlo así. Tú no puedes hacerlo así.

Antes en esta carta él dijo, “debemos huir de mitos y fábulas mundanas y genealogías interminables.” Más adelante en el sexto capítulo, “debemos huir de palabras vacías,” 2 Timoteo 2:22 “debemos huir de pasiones juveniles.” Pero aquí, en contraste a los falsos maestros, hay que huir del amor al dinero, huir de la avaricia, y todo aquello que está asociado con ello, lo cual es tan mortal y destructivo. Éste es el pecado de los falsos maestros y mentirosos, que pervierten la verdad por ganancia, que hacen mercadería de la gente, que buscan ganancia deshonesta, que predican por dinero.

Desde Balaam el profeta que fue comprado por el postor más alto, a Judas el apóstol que vendió a Jesús por treinta piezas de plata, desde falsos profetas de Israel que son llamados “perros avaros” porque nunca se han satisfecho de explotar a la gente para su propia ganancia, preocupados únicamente por su propia ganancia, Isaías 56 dice, habla de los profetas avaros y sacerdotes de la época de Jeremías, los profetas de la época de Ezequiel, que podían ser comprados con puñados de cebada y una hogaza de pan. Los profetas que adivinaban por dinero en Miqueas, hasta los falsos maestros que hablan buenas palabras, y hablan de manera amable a los romanos para engañar a los inocentes para la satisfacción de sus propios cuerpos, y los habladores desordenados y vacíos y engañadores de Creta que alteraban a casas enteras enseñando cosas que no deberían, por ganancia deshonesta, Tito 1:10 y 11. El amor al dinero pervierte a cualquiera, pero el amor al dinero, especialmente pervierte a los maestros. 2 Pedro 2 dice, “en avaricia los explotan a ustedes.” 1 Pedro 5:2 “lo hacen por ganancia deshonesta.” El pastor tiene que huir de todas las cosas que están asociadas con el dinero y la avaricia, y estar satisfecho con lo que el Señor provee.

El apóstol Pablo, en Hechos 20, estableció un estándar para mí, cuando yo era muy joven. Y leyendo a lo largo del libro de Los Hechos cuando él dijo esto en el versículo 33, a los ancianos efesios, “ni plata, ni oro, ni vestido de nadie he codiciado. Vosotros mismos sabéis que estas manos ministraron para mis propias necesidades, y a los hombres que estaban conmigo.” En otras palabras, trabajé para proveer para mis necesidades, inclusive sustentar a aquellos que estaban conmigo. En todo os he mostrado que al trabajar duro de esta manera deben ayudar a los débiles y necesitados, y recordar las palabras del Señor que el mismo dijo, “más bienaventurado es dar que recibir.” Esa es la única cita de los labios de Jesús en todo el Nuevo Testamento fuera de los evangelios. Y es, más bienaventurado es dar que recibir.

Un maestro fiel, no va a tomar, a recibir, un hombre de Dios fiel, va a ser un dador. Él va a ser caracterizado por una prontitud y disposición a dar. No significa que él no debe ser apoyado económicamente, Pablo presenta eso en 1 Corintios 9, él tiene un derecho a ser apoyado, dice en el versículo 14, “el Señor dirigió a aquellos que proclaman el evangelio, a que se ganen la vida del evangelio, pero él dice, no he usado ninguna de esas cosas, se lo dejo al Señor, no extiendo mi propia causa, no estoy metido en esto por el dinero.

1 Tesalonicenses 2:9, “vosotros sois testigos, y también lo es Dios, de cuan devota y recta e irreprensiblemente nos conducimos hacia vosotros, creyentes.” ¿Cómo se condujeron? “Porque nosotros mismos recordáis hermanos, nuestro trabajo y dificultad, como trabajando día y noche para no ser carga a ninguno de vosotros, les proclamamos el evangelio de Dios.” Él trabajó al margen para no ser una carga. Usted puede ser un predicador, pero si usted ama el dinero usted no es un hombre de Dios. Usted no puede ser el hombre de Dios y el hombre del dinero. Usted no puede servir a Dios y al dinero, Jesús dijo eso, pero tantos han pervertido eso. Mire, hay mucho dinero que se puede producir a expensas de la gente.

Cuando Jesús envió a los discípulos a sanar, él dijo, “no reciban dinero.” Sabemos que la gente va a pagar dinero por curaciones falsas. Usted puede imaginarse cuánto dinero los discípulos podrían haber recibido cuando de manera genuina podían curar, si ellos le ponían un precio a su poder. No reciban dinero. No reciba dinero. Nunca le ponga un precio a su ministerio. Me molesta, me molesta mucho ver a muchos que manipulan a la gente para alcanzar su ganancia financiera personal, y lo hacen de una manera sutil, muy consciente de alguien que viene y dice, “el Señor me dio una visión de lo que este ministerio necesita ser, el Señor me mostró que necesitamos plantar esta cantidad de iglesias, o construir una institución grande, o alcanzar estas metas, para hacer eso voy a necesitar tu inversión y tu dinero.  En primer lugar, el no puede saber lo que el Señor tiene en mente para el futuro, eso es ambición personal, disfrazada de idioma espiritual. Y la gente ha sido usada y abusada de manera incansable por alguna visión, alguna supuesta visión que no es nada más que ambición personal.

Cuidado cuando alguien le dice a usted que hay un plan que debe ser cumplido, que vino del Señor, nadie sabe eso. Grace Church no es lo que yo planeé, nunca tuve un plan para la iglesia, nunca he tenido un plan para nada, fuera de aparecerme el domingo siguiente y enseñar la Palabra de Dios. Ese es el plan, amar a la gente, servir a la gente, pastorear, formar líderes. El plan es de Dios. Yo solo sé cuándo sucede, yo solo sé cuándo aparece. Yo solo sé cuándo se desarrolla, pero usted puede ganar mucho dinero, llenar sus arcas, al convencer a la gente que son parte de una visión que Dios le dio a usted acerca del futuro, que no puede cumplirse al menos de que ellos hagan sacrificios. Con mucha frecuencia es poco más que una treta, porque no pueden saber que es el futuro. Nunca esperé que Grace Church fuera así, no tuve nada que ver con el plan, lo único que somos es simplemente el resultado de lo que Dios soberanamente ha hecho.

Un hombre de Dios es conocido por aquello de lo que huye, y de lo que huye es del amor al dinero. En segundo lugar, él es conocido por aquello que sigue. “Más tú, hombre de Dios, huye de estas cosas y sigue (o persigue) la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre.” Él es un hombre que está corriendo, está corriendo duro, y corriendo de manera incansable, huyendo continuamente de la corrupción del dinero, esa puede ser una tentación para la gente en el liderazgo espiritual, cuando son elevados, exaltados, cuando la gente los respeta y los tiene en alta estima, creen en ellos, pueden aprovecharse de esas personas por ganancia personal.

Entonces, el predicador pasa su vida entera, huyendo de eso. Y mientras que él está huyendo del amor al dinero, él está corriendo en la dirección de estas virtudes, la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre. Sigue, o persigue, otro imperativo presente, lo cual significa acción continua. Esto es de por vida, siempre estamos huyendo, ese es el negativo, siempre estamos persiguiendo, siempre estamos huyendo de y corriendo hacia. La vida cristiana es un esfuerzo por huir de la maldad y buscar el bien. Esa es nuestra vida, ese es un mandato para todo creyente, pero particularmente para aquellos que están en liderazgo. Escuche, 1 Pedro capítulo 3, versículo 10. “Porque el que desea la vida, y amar y ver dias buenos, debe guardar su lengua del mal, y sus labios de hablar engaño. Deja el mal y haz el bien, busca la paz y síguela.”

Entonces, él está huyendo de la maldad hacia la paz, porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a su oración; pero el rostro del Señor está en contra de aquellos que hacen maldad.” Quiere usted la bendición del Señor, huya su vida entera de la maldad, y corra hacia la justicia. Proverbios 15:9, “Jehová ama al que busca la justicia.” No el éxito, no el tamaño de la iglesia, no la fama, no el respeto, no la popularidad, no la promoción, no el dinero, no las posiciones, ¿qué está usted buscando? ¿cuál es su ambición? Pablo dice, 2 Corintios 5, “mi ambición es serle agradable.” Esa es la única ambición legítima. Un hombre de Dios sigue, observe ésta seis, y no tenemos tiempo de desarrollarlas todas, pero son conocidas por usted, justicia.

El remanente de los israelitas fieles, fue llamado por Isaías, “vosotros que seguís la justicia,” Isaías 51:1. El escritor de Hebreos dice, “las únicas personas que verán al Señor, son aquellos que siguen la santidad.” La justicia de la que él está hablando no es justicia imputada, sino justicia práctica, hacer lo que es correcto, conducta correcta, palabras correctas, obedecer los estándares de Dios en su vida. Este es el término más amplio que resume todas las virtudes. El hombre de Dios persigue la justicia, lo que es correcto, lo que es bueno, lo que honra a Dios, lo que glorifica a Dios, lo que Dios manda. Esa es su conducta.

La segunda palabra, “piedad’ va al interior. La justicia ve las cosas que son correctas, la piedad ve en el interior a la reverencia y la santidad, y la piedad, y la devoción de su corazón al Señor a quién el ama. La conducta correcta fluye de una actitud de corazón correcta a un corazón adorador. La vida entera debe ser vivida para servir a Dios de manera aceptable, con reverencia y temor piadoso, Hebreos 12:28. La piedad es mencionada nueve veces en las 3 cartas pastorales, es una realidad tan vital, interna. En 1 Corintios, capítulo 4, Pablo habla de eso, él dice, “Pero es necesario que los administradores, siervos de Cristo, administradores de los misterios de Dios, que un hombre sea hallado fiel, o digno de confianza. Pero para mí es algo muy pequeño que yo sea examinado por usted o por alguna corte humana. De hecho, yo ni siquiera me examino a mí mismo.”

La razón por la que no pueden examinarme de manera legítima, e inclusive yo tampoco puedo es porque ustedes no conocen mi corazón, y yo inclusive no conozco mi corazón. Yo me veo con una tendencia a mi propio favor. Entonces, él dice en el versículo 4, “porque no estoy consciente de nada en contra de mí, sin embargo, no por esto soy librado, sino el que me examina es el Señor.” Inclusive, cuando no creo que hay algo malo en mí, esa no es la corte final, Dios es el que emite el juicio final. Por tanto, versículo 5, “no estén emitiendo juicio antes de tiempo, sino esperen hasta que el Señor venga, quién traerá a la luz tanto las cosas escondidas en las tinieblas, descubrirá los motivos de los corazones de los hombres.

Entonces, cada hombre recibirá su alabanza de Dios, el buscar la conducta justa y el buscar la piedad en el corazón esas son las dos virtudes sobresalientes del hombre de Dios, Él es piadoso por fuera, porque él es piadoso en el corazón. Cuide su corazón, cuide sus motivos, cuide sus deseos, y eso va a cubrir su conducta. Lo que usted es en su corazón eso se va a manifestar en el exterior. A lo largo de los años he dicho esto miles de veces, el tiempo y la verdad van de la mano, dé suficiente tiempo y la verdad sale. Usted no puede esconder su corazón. Usted no puede esconder su corazón.

Muchos años atrás descubrí un versículo que es realmente útil en el Salmo 101, y ha estado en mi mente de manera consciente a lo largo de los años. Usted quizás ni siquiera lo ha leído en algún momento, Salmo 101, versículo 6, segunda mitad del versículo, “el que anda en un camino irreprensible, es el que me ministrará, el que camina en un camino irreprensible,” dice Dios, “es el que me servirá.” Pablo estaba preocupado por su justicia y piedad, y por la de Timoteo. Pablo dijo en 1 Corintios 9, “golpeo mi cuerpo y lo pongo en servidumbre, no sea que, habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser “adokimos” descalificado. El conocía sus tendencias pecaminosas, él era el primero de los pecadores, él dijo en el primer capítulo de 1 Timoteo. Romanos 7, dijo que él estaba batallando con su pecado toda su vida, pero él estaba ganando la batalla en el poder del Espíritu Santo. La gente va a sentir, creo yo, el poder de una vida justa, el poder de la piedad interna se va a manifestar en el exterior.

Juan Flavel, el puritano escribió esto: “Es más fácil clamar en contra de mil pecados de otros que hacer morir un pecado en nosotros mismos.” Juan Owen dijo: “Un ministro puede llenar sus bancas, su lista de comunión, las bocas del público, pero lo que él es en sus rodillas en secreto ante el Dios Todopoderoso, eso es él y nada más.” La impiedad, el pecado en el corazón se va a manifestar en conducta injusta, y va a descalificar a un hombre de Dios. Pablo temía que él quedaría descalificado si él no sometía la carne, y la carne solo es sometida en el exterior, cuando está siendo sometida por el Espíritu y la Palabra en el interior.

Carlos Bridges dijo: “Si estudiamos la Biblia más como ministros que como cristianos, para encontrar material para la instrucción de nuestra congregación, en lugar de estudiarla como alimento para la nutrición, el sustento de nuestras propias almas, nos descuidamos a nosotros mismos a los pies de nuestro Maestro divino, nuestra comunión con Él es aislada, y nos volvemos meros formalistas en una profesión sagrada.” James Stalker, su libro en serie de Yale de la predicación dijo: “Hermanos, estudien la Palabra de Dios de manera diligente para su propia edificación y cuando se ha vuelto para ustedes, más que su alimento necesario, más dulce que la miel en el panal, será imposible para ustedes hablar de ellas a otros, sin que pase un resplandor en sus palabras, lo cual va a mostrar el deleite con el que ha inspirado su propio corazón.”

Un hombre de Dios busca, él busca justicia y piedad, y después fe, lo cuál significa confianza en Dios para todo, esa es una confianza inalterable, lealtad al poder de Dios, al propósito de Dios, al plan de Dios, la provisión de Dios, él vive bajo la soberanía de Dios con felicidad, con gusto, con gozo, se encomienda así mismo a Dios, sin frustrarse, sin forzar nada, sin manipular, simplemente confiando en Dios, su vida entonces es marcada por el amor, ágape, el amor volitivo más elevado, sin restricciones hacia Dios, hacia el hombre. Él es un hombre que ama a Dios, él es un hombre que ama a otros, él es un hombre que está completamente feliz en confiar en los propósitos soberanos de Dios. Éste es el hombre de Dios. Esas son virtudes internas, fe y amor.

Y hay algunas virtudes externas, perseverancia y mansedumbre. Perseverancia es hupomone, esto es perseverancia. Un hombre fiel de Dios, va a demostrar perseverancia, él está buscando la perseverancia, él está ahí metido a largo plazo. Ésta no es una resignación pasiva, es una perseverancia victoriosa. La idea es una lealtad que no se desvía al Señor, a la iglesia, la verdad, a largo plazo, que no dobla la rodilla, que no deserta, él nunca se concentra en sí mismo en buenos tiempos, o en tiempos difíciles, la virtud noble, la capacidad de enfrentar la injusticia, soportar la injusticia, soportar el dolor, pelear contra la tristeza y tener un poder espiritual que persevere inclusive hasta la muerte. Y él nunca pierde su gozo, y él nunca se ve afectado en su experiencia y él nunca termina agotado, y él nunca está tan molesto que se va. Un hombre de Dios tiene perseverancia y es marcado por la gentileza o la mansedumbre, lo cual quiere decir que, aunque la vida es dura, él nunca se amarga o se enoja porque nunca tiene que ver con él.

Entonces, ¿qué aprendemos de un hombre de Dios? Él es conocido por aquello de lo que huye, aquello que sigue y aquello por lo que pelea. Versículo 12, “Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna a la cual asimismo fuisteis llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos.” Es esencial decir que el hombre de Dios es alguien que pelea, es un peleador en el sentido más fuerte de los términos. Él es un guerrero, él es un soldado, Pablo habla con ese tipo de palabras en 2 Timoteo 2, versículo 3, “tú pues, sufre penalidades conmigo como buen soldado de Jesucristo.” Está usted peleando contra el mundo, la carne, el diablo, el pecado en nosotros, el pecado en nuestro alrededor, peleando contra el error, corrupciones del evangelio. 1 Corintios 16:8 dice, “hay una puerta abierta para mí aquí en Éfeso, pero hay muchos adversarios.” Es una batalla.

Nunca será nada más que una batalla. Vamos a la batalla con la armadura de un soldado y peleamos agonitzomai, presente imperativo, seguimos peleando, tiempo presente de nuevo, agonitzomai. La palabra agonía viene de esa palabra, es una pelea constante, agonizante, siempre, siempre peleando, nunca disminuye la batalla, demanda convicción, demanda disciplina. Usted tiene que ser como el atleta que corre para ganar, como el boxeador que no golpea el aire, sino que golpea a su adversario, 1 Corintios 9 nos dice. Literalmente estamos peleando la buena batalla. El verbo y el nombre están relacionados, estamos agonitzomai la agón, estamos agonizando a través de la agonía, el conflicto espiritual. Estamos defendiendo la verdad, la cual constantemente está siendo atacada.

Escuche las palabras de Judas, quién dice, “debes, versículo 3, contender ardientemente por la fe,” ese es el contenido de verdad bíblica la cual ha sido una vez dada a los santos. “Porque ciertas personas se han infiltrado de manera sutil, aquellos que desde antes fueron destinados para esta condenación, personas impías que convierten la gracia de nuestro Dios en libertinaje y niegan a nuestro único amo y Señor Jesucristo.” Usted tiene que pelear por la fe, es una batalla, para hacer eso, 1 Corintios 16:12-13 dice, “portaos varonilmente, sed fuertes, sean valientes. Estamos atacando las fortalezas del error.” Es intenso, y nunca se detiene, pero estamos peleando por la fe. Ese es un término objetivo. Estamos peleando por la fe cristiana, la causa más noble en el mundo, la verdad de Dios.

Si usted ha estado en Grace Church por algo de tiempo, usted sabe que hemos estado involucrados en esa pelea. Cada vez que algún error doctrinal comienza a infiltrarse en la vida de la iglesia, nos dirigimos a eso a partir de la Palabra de Dios, y lo hemos hecho a lo largo de los años, libro, tras libro, tras libro han sido escrito porque he querido dirigirme a eso, quise defender la fe, quise que la gente cristiana conociera la verdad, y entonces primero fue El Evangelio Según Jesucristo, y después El Evangelio Según Los Apóstoles, y después El Evangelio Según Pablo, El Evangelio Según Dios, siempre defendiendo el evangelio verdadero en contra de los evangelios falsos, Avergonzado del Evangelio, El Jesús que no Puede Ignorar. Libro tras libro, tras libro, Verdad en Guerra, Los Carismáticos, Fuego Extraño. ¿Qué hacemos? Estamos peleando constantemente por la fe, esa es la vida en el ministerio.

¿Y que motiva eso? Pablo dice, “echa mano,” versículo 12 “de la vida eterna, a la cual asimismo fuisteis llamado habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos.” Hubo un día, cuando Timoteo hizo una profesión de fe en Cristo, y él confesó a Jesús como Señor, y fue delante de muchos testigos.  Y después hubo un momento cuando él fue llamado al ministerio, ante ancianos que le impusieron manos y el profesó no solo a Jesús como Señor, sino a Jesús como su Señor, y el mismo como el siervo de Cristo que iba a predicar la verdad, y entonces Pablo le recuerda a Timoteo, “tú hiciste ésta buena confesión de que eras el siervo del Señor, el siervo de tu maestro, ser fiel a Él.” Ahora, aférrate a la vida eterna a la cual has sido llamado. Y aquí está la realidad que aparta a los demás, el hombre de Dios está ligado a las cosas eternas, él está ligado a las cosas eternas, ahí es en dónde está nuestro enfoque. Nuestra batalla es con las cosas que tienen impacto eterno. El hombre de Dios se eleva por encima de las luchas superficiales de la política. El hombre de Dios se eleva por encima de las cosas inútiles, miserables, perecederas y pelea por lo que es eterno. ¿Y que es eterno sino la verdad divina y las almas de los hombres y mujeres? El hombre de Dios pelea por las causas del cielo y la amenaza del infierno. Esa es la perspectiva.

Tiene que vivir usted la vida en esa perspectiva. Entienda las cosas eternas a las que usted ha sido llamado. No puede enredarse en algo menos que eso. Podría estar usted predicando solo una o dos veces por semana, ¿pero que está haciendo usted el resto del tiempo? Está peleando esas mismas batallas a otro nivel. Está peleándolo en discusiones personales con personas que están luchando con la verdad, está peleando al escribir un libro, está esperándolo al desarrollar un programa de radio, un programa de televisión o lo que sea, asistiendo a una conferencia y hablando de estas cosas. Su vida entera es una pelea, es una batalla por la verdad, es una batalla tan emocionante que nunca me canso. Si no me veo en el espejo no sé cuántos años tengo. Tengo la misma cantidad de energía que siempre he tenido y la pelea es tan emocionante para mí como siempre ha sido, porque he leído el fin y se quién gana. La victoria ya está segura, simplemente quiero marchar en triunfo con mi Señor.

Un punto final, aunque mucho más podría haber sido dicho, y dejé todo lo bueno. Un punto final. El hombre de Dios es conocido por aquello de lo que huye, aquello que sigue, aquello por lo que está peleando, y después finalmente aquello a lo que es fiel. Ese es el versículo 13 y 14. Rápidamente, porque se acabó nuestro tiempo, “te mando delante de Dios que da vida a todas las cosas, el Creador soberano de todo, y el que sustenta la vida y de Cristo Jesús la cabeza de la iglesia, que dio testimonio de la buena profesión delante de Poncio Pilato.” Él le dijo a Pilato, ¿cuál fue su confesión ante Pilato? “Mi reino,” ¿qué? “no es de éste mundo.”

“Te mando en la presencia de Dios, del que da la vida, y Cristo, quién sirvió fielmente el reino del cielo, que tú hagas lo mismo al guardar el mandamiento” “tên entolên” sin mácula, ni reprensión hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo.

¿Cuál es el mandamiento? ¿Es ese algún mandamiento específico? ¿Es ese algún pacto? No. Si tuviéramos tiempo le podría mostrar cómo es usado, pero simplemente se refiere a la Palabra de Dios. La Palabra de Dios es el mandamiento divino. Es cómo decir, conforme a la ley. Es la misma cosa. Es toda la revelación de Dios, protégela, protégela, sin mancha ni reprensión. El hombre de Dios se caracteriza porque es fiel delante de Dios, en cuya presencia él sirve, el Creador y el Sustentador de toda la vida. Él es fiel ante Cristo Jesús, su Señor y Amo, quién dio testimonio de su confesión de fidelidad al reino celestial ante Pilato.

Él es fiel a ese reino celestial que le pertenece a Dios y al Señor Jesucristo, y él va a guardar la verdad, sin mancha ni reprensión. Esa es la razón por la que dice en 1 Timoteo, que su vida debe ser irreprensible, capítulo 3, versículo 1, Tito 1, su vida debe ser irreprensible. Esa es una obligación sorprendente. Él va a ser fiel a la proclamación precisa de la verdad divina. Él la va a predicar de manera correcta, él va ser fiel, sin mancha, sin reprensión hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo. ¿Por cuánto tiempo hace usted eso? ¿Por cuánto tiempo debemos ser fieles? Hasta que Jesús venga. Hasta la epifanía, la aparición brillante de Jesucristo, él viene. Y cuando él venga, versículo 15, “a su tiempo manifestará aquel que es el bienaventurado y solo Soberano y Rey de reyes y Señor de señores, el único que tiene inmortalidad y vive en luz inaccesible; a quien ningún hombre ha visto ni puede ver,” refiriéndose a Dios, “a Él sea la honra y el imperio sempiterno. Amén.”

La vida de un ministro fiel tiene en su fin una doxología, así debe terminar. ¡Que alabanza tan sorprendente para un llamado tan elevado! Cuando es ofrecido a Dios como un sacrificio aceptable, porque el hombre de Dios está oyendo y siguiendo y peleando, y siendo fiel. Y por eso el final de su vida es una doxología. El final de su vida va a ser alabanza a Dios. Hay otra posibilidad. Regrese a 1 Reyes, capítulo 13. Hay una historia ahí, de un hombre de Dios, quien fue desobediente. No le voy a contar la historia entera, pero 1 Reyes 13 versículo 21, así dijo Jehová a éste hombre de Dios: “por cuánto has sido rebelde al mandato de Jehová, y no guardaste el mandamiento que Jehová tu Dios te había prescrito, sino que volviste y comiste pan y bebiste agua en el lugar en dónde Jehová te había dicho que no comieses pan ni bebieses agua, no entrará tu cuerpo en el sepulcro de tus padres. Cuando hubiera comido pan y bebido, el que le había hecho volver le ensilló el asno, y yéndose le topó un león en el camino, y lo mató. Y su cuerpo estaba echado en el camino, y el asno junto a él, y el león también junto al cuerpo.”

Ese es un retrato, un cadáver flanqueado por un asno y un león. “Y he aquí,” versículo 25, “los que pasaban y vieron el cuerpo que estaba echado en el camino, y el león que estaba junto al cuerpo. Y vinieron y lo dijeron en la ciudad dónde el viejo profeta habitaba. Oyéndolo el profeta que le había hecho volver del camino, dijo: “el varón de Dios es, que fue rebelde al mandato de Jehová, por tanto, Jehová le ha entregado al león que le ha quebrantado y matado, conforme a la palabra de Jehová que él le dijo.” Ese es un retrato triste, ¿no es cierto? un retrato de un hombre de Dios que termina de manera trágica.

Prefiero terminar con una doxología, que ser una foto de un cadáver. En mi escritorio he tenido una maravillosa afirmación pequeña que comencé a leer cuando era muy joven, esto es lo que alguien sugiere para pastores. “Clávalo a su oficina. Arranca el letrero de oficina de la puerta y clava ahí el letrero “Estudio.” Sácalo de la lista de correo. Enciérralo con sus libros y su biblia. Colócalo de rodillas ante la Escritura, y corazones quebrantados y las vidas de un rebaño superficial y un Dios Santo. Fuérzalo a que sea el único hombre que conoce de Dios, mételo al ring a boxear con Dios hasta que él aprenda cuan cortos son sus brazos. Involúcralo para que él luche con Dios toda la noche. Déjalo salir únicamente cuando esté golpeado, para que sea una bendición.

“Cierra su boca para que nunca más haga comentarios, y detén su lengua para que nunca más esté tropezando de manera ligera sobre cualquier otra cosa que no es esencial. Demanda que él tenga algo que decir antes de que se atreva a romper el silencio. Dobla sus rodillas en el valle de la soledad, quema sus ojos con el estudio cansado, turba su postura emocional con la preocupación por Dios, hazlo intercambiar su postura piadosa por un andar humilde con Dios y el hombre. Cuando finalmente se atreva a entrar al púlpito pregúntale si tiene una palabra de Dios. Si no la tiene, despídelo. Dile que puedes leer el periódico de la mañana por ti mismo, puedes analizar el comentario de la televisión y pensar en los problemas superficiales del día, que puedes administrar los problemas cansados de la comunidad y bendecir las papas al horno, y los ejotes al infinitum, mejor de lo que él puede.

“Mándale a que no regrese hasta que haya leído, y haya vuelto a leer, y haya escrito y vuelva a escribir hasta que se pueda poner de pie y pueda advertir y pueda decir, “Así ha dicho Jehová.” Quebrántalo, rómpele su popularidad que adquirió mal, pégale fuerte en su propio prestigio, colócalo en una esquina con preguntas acerca de Dios. Cúbrelo de demandas por sabiduría celestial, y no le des escape hasta que esté contra la pared de la Palabra, y siéntate delante de él y escucha a la única palabra que le queda, la Palabra de Dios. Haz que sea totalmente ignorante del chisme de la calle, pero dale un capítulo, y ordénale a que camine alrededor del capítulo, que acampe en él, que coma con él, y que finalmente hable de él al derecho y al revés hasta que lo único que diga resuene con la verdad de la eternidad.

“Y cuando haya acabado, quemado por la Palabra ardiente, cuando esté consumido finalmente por la gracia ardiente y refulgente, traspasándolo y ardiendo a través de él, cuando él tenga el privilegio de traducir la verdad de Dios a los hombres, y finalmente sea transferido de la tierra al cielo, entonces llévalo de manera gentil y toca una trompeta silenciosa y acuéstalo suavemente, coloca una espada de dos filos en su ataúd y eleva el tono triunfalmente porque él fue un soldado valiente de la Palabra, y así murió. Él se había vuelto un hombre de Dios.”

Ese es el hombre que deseamos ser. Ese es el hombre que Dios bendice.

Padre, te damos gracias por reunirte con nosotros en ésta mañana, como siempre lo haces. Te damos gracias por el gozo de la comunión y la adoración. Gracias por tu verdad. Te damos gracias por su poder en nuestras vidas, te damos gracias por la capacitación de Tu Palabra por Tu Espíritu. Gracias por ésta iglesia increíble y todo lo que has hecho aquí. Estamos tan agradecidos contigo. Somos todos los bendecidos y los inmerecedores indignos. No somos más que los restos amarrados juntos, cocidos juntos, en una colcha hermosa para Tu gloria. Cada uno de nosotros con orillas ásperas, juntos podemos ser una doxología para Ti. Gracias por todo lo que has hecho y continuarás haciendo, porque Tú eres un Dios de gracia y misericordia. Ayúdanos a ser fieles en toda responsabilidad que tenemos, a vivir vidas celestiales, aferrarnos de aquello que es eterno y vivir para ello. Lleva a cabo tu obra en todo corazón. Oramos en el nombre de Cristo. Amén.

Disponible sobre el Internet en: www.gracia.org 
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