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Estamos comenzando una serie en 1 de Pedro. Pero esta va a ser una oportunidad interesante para ustedes porque vamos a compartir el púlpito. Va haber un número de hombres diferentes que van a estar tomando pasajes en Pedro conforme lo cubrimos. Me asignaron el primer mensaje, y no puedo decir exactamente quién es el que sigue después, pero creo que es Mark Zhakevich la semana próxima, y después más seguirán, llevándolos a lo largo de este libro en un estudio extraordinario.

Ahora dijeron que me tocaba el primer mensaje. Entonces vayan a primera de Pedro, si son tan amables, y voy a leer mi texto. ¿Están listos para esto? “Pedro, apóstol de Jesucristo”. Eso es lo que se me asignó. Sé que el nombre ya significa mucho para ustedes, y ustedes conocen mucho de él; pero vamos a examinar su vida en relación a esta carta increíble.

Fue Julio 19, 64 después de Cristo, y Roma ardía, de manera famosa, mientras que Nerón tocaba la lira. La gran ciudad del mundo antiguo fue consumida en un holocausto de fuego. Y Roma era una ciudad de casas altas de pisos de madera y calles muy angostas. El fuego se esparció rápidamente durante tres días y tres noches y fue apagado aquí y allá, y se volvió a encender una y otra vez, y cada vez era aún peor. Los romanos de hecho creyeron que Nerón era el responsable por destruir su cuidad gloriosa y sus hogares porque a Nerón le encantaba construir, y entonces parecía que quería destruir lo que pensaba que era inferior para que pudiera ser famoso por reconstruirlo.

Entonces se sentó y observó el infierno desenfrenado desde la Torre de las Mecenas y dijo que él de hecho estaba encantado por la belleza de las flamas. La gente que trataba de apagar las flamas eventualmente fue estorbada, y nuevos incendios fueron comenzados. Obviamente la gente de Roma estaba devastada. El templo de Luna, la Ara Máxima (el gran altar), el templo de Júpiter Estator, al altar de Vesta, los dioses mismos de la casa, todo fue quemado, y la gente que quedó no tenía hogar.

El resentimiento hacia Nerón era amargo, y posiblemente mortal. Nerón necesitaba desviar la sospecha de sí mismo porque no había admitido nada, entonces encontró un chivo expiatorio. Y el chivo expiatorio fueron los cristianos. Fue una opción más bien ingeniosa porque los cristianos ya eran las víctimas del odio y la calumnia en la ciudad de Roma. Estaban conectados en las mentes de los gentiles con judíos, y el antisemitismo tenía un lugar en esa sociedad. La Cena del Señor, de la que habían oído, estaba cerrada a ellos, a los paganos. Y debido a que no sabían lo que estaba pasando, pero oyeron de comer y beber la carne de Cristo, asumieron que esto era algún tipo de canibalismo, y los cristianos eran caníbales que comían bebés, e incluso gentiles. El gesto cristiano conocido, llamado el beso de amor usado en las fiestas de amor era una fuente de acusaciones acerca de orgías.

Los cristianos también eran muy impopulares porque dividían familias. Jesús había dicho eso, verdad, “A menos de que aborrezcas a tu padre, tu madre, tu hermano y tu hermana, no puedes ser Mi discípulo”. Los cristianos también hablaron de un día cuando el mundo se disolvería en flamas. Y Pedro incluso escribe de eso. Entonces podían ser fácilmente culpados por el incendio. Y como resultado de este desvío de Nerón, y de hacer que los cristianos parecieran culpables de este holocausto masivo, la persecución despiadada contra los cristianos estalló.

Tácito, el historiador romano, reportó que Nerón se unió a la persecución. Él rodaba a los cristianos en brea y después les prendía fuego mientras que todavía estaban vivos y los usaba como antorchas vivas para alumbrar sus fiestas de jardín. Los cosía en las pieles de animales salvajes y mandaba perros de caza para hacerlos trizas. Y eran crucificados. Los cristianos perecieron en una especie de delirio de brutalidad. E incluso el linchamiento se volvió común en Roma. En unos cuantos años los cristianos fueron encarcelados, atormentados, quemados, asados, azotados, apedreados, y ahorcados. Algunos fueron lacerados con hierro caliente, algunos fueron aventados a los cuernos de toros salvajes. 

Esta carta fue escrita apenas después de que esa persecución comenzó, en un momento en el que los cristianos estaban sufriendo persecución severa. Y si usted ve 1 de Pedro junto conmigo, solo véala. Y para capturarla en unos cuantos versículos: capítulo 1 versículo 6, “En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas”. Capítulo 2 versículo 21, “Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció or nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente”.

Capítulo 3, versículo 13, “¿Y quién es aquel que os podrá hacer daño, si vosotros seguís el bien? Mas también si alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois. Por tanto, no os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis, sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros; teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo. Porque mejor es que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal”.

E incluso en el capítulo 4 versículo 12, volvemos a leer, Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría. Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros”. Y después al final del capítulo, versículo 19, De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien.”

Y esa promesa hermosa ahí en el capítulo 5, versículo 10, “Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca”. Entonces esta carta está llena de comentarios del apóstol Pedro del sufrimiento que le está pasando a estos creyentes bajo Nerón y el poder de Roma.

El énfasis, usted podría decir, de esta epístola es enseñarles a los creyentes cómo vivir victoriosamente en medio de la persecución, cómo vivir sin desanimarse, sin tambalearse en la fe, sin amargarse, sin odiar a los perseguidores, reconociendo que tenemos una esperanza, y esa esperanza es nuestra debido a las promesas de Dios en Cristo. Y tenemos una herencia esperando para nosotros, incorruptible, incontaminada, inmarcesible, reservada para nosotros en el cielo. Entonces vivimos en esperanza.

Como le leí esos diferentes versículos que hablan del sufrimiento, quiero regresar y volverlo a cubrir y ver lo que está conectado con el sufrimiento. Capítulo 1 versículo 7, el siguiente versículo, “para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual, aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo”. O, versículo 13, “Ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado”.

O de nuevo en el capítulo 2 y versículo 12, “manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras”. Ahí en el capítulo 4, versículo 13, “gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría”. 

Capítulo 5 versículo 1, “Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada”. Y versículo 4, “Cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria”.

Ahora el apóstol Pedro no les promete nada mejor en esta vida, pero les promete algo infinitamente mejor en la vida venidera, ¿no es cierto? Esta vida sería brutal para ellos, brutal, como la describí. Pero hay otra vida venidera, y esa es la vida a la que siempre deben ver los que están en situaciones de persecución. Ese es uno de los beneficios de la persecución: recompensa celestial y preocupación celestial. Entonces así es este libro: poder mantener su enfoque en la gloria venidera en medio del sufrimiento que es más que normal, más de lo que su fortaleza humana podría soportar.

Ahora con eso en mente, el Señor escoge a Pedro para escribir esta carta. “Pedro, apóstol de Jesucristo”. Ahora permítame ver si puedo tan solo hacer una pequeña biografía de Pedro, simplemente para unir las partes con las que todos estamos familiarizados.

Hubieron doce apóstoles, y son nombrados cuatro veces en el Nuevo Testamento: Mateo 10, Marcos 3, Lucas 6, y Hechos 1. Y cada vez que usted tiene una lista de los doce apóstoles, el primer nombre siempre es Pedro. El último nombre siempre es Judas, por razones obvias. Pero el primer nombre siempre es Pedro. Él era el líder de los doce. Y el grupo de los doce está dividido en tres segmentos o cuatro segmentos: tres, tres, tres, tres. Los primeros tres, Pedro, Jacobo y Juan, los más íntimos de nuestro Señor. Pero entre esos que estaban familiarizados de manera más íntima con nuestro Señor en ese círculo cercano, quienes, por ejemplo, fueron tomados a la Transfiguración, Pedro es el que es la figura dominante.

Estos hombres fueron específicamente llamados por Cristo. En Juan 15 Jesús dice, “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros”. Él los escogió. Fueron escogidos con el propósito de ser preparados para ir y predicar el evangelio. Debían ser los testigos presenciales de la resurrección, y a partir de ese relato de primera mano, conocer a Cristo, conocerlo mediante Su muerte y resurrección, debían ir y ser la primera ola de predicadores del evangelio. También debían ser los autores clave de la revelación del Nuevo Testamento, ellos, y los que estaban asociados con ellos.

En Efesios 2:20, se nos dice ahí el fundamento de la iglesia: La iglesia está edificada sobre la piedra del ángulo de Jesucristo, pero los apóstoles son el fundamento. Ellos recibieron revelación directa de Dios. En Efesios 3:5, leemos que Dios ha revelado Su verdad a Sus santos apóstoles en el Espíritu. Ellos fueron los receptores de revelación. Jesús incluso les dijo, “Cuando me vaya, el Espíritu Santo vendrá; y él los guiará a toda la verdad, y Él les dirá cosas acerca de Mí”.

Fueron la fuente, entonces, de enseñar verdad divina. Y esa es la razón por la que cuando la iglesia fue fundada en el día de Pentecostés, según Hechos capítulo 2 y versículo 42, estuvieron regularmente, diariamente involucrados en estudiar la doctrina de los apóstoles. Fue doctrina divina viniendo mediante los apóstoles como instrumentos.

Entonces fueron predicadores del evangelio escogidos por el Señor; fueron el fundamento de la iglesia. Fueron los receptores de la revelación. Fueron los maestros de esa primera generación; enseñaron verdad revelada. Repitieron la verdad revelada una y otra vez. No cada vez, cuando hablaron, dieron revelación nueva. Recibieron revelación la cual repitieron frecuentemente. Fueron ejemplos de la vida que el Señor quería que vivieran como patrón para que todos los siguieran. Esa es la razón por la que son llamados santos apóstoles, le acabo de leer eso, santos apóstoles, Efesios 3:5.

Dios les dio un talento especial, especial, un don sobrenatural para hacer señales y maravillas y milagros según Segunda de Corintios capítulo 12; estas son llamadas las señales de un apóstol. Entonces ¿cómo distingue usted a un apóstol del resto de la gente? Si usted tiene a alguien enseñando por aquí y a alguien enseñando por aquí, ¿cómo sabe quién es verdadero? Bueno, el que hace milagros da evidencia de hablar la Palabra de Dios porque él está siendo validado por el poder de Dios.

Entonces los milagros, como en el caso de Cristo, fueron para validar Su declaración de que es Dios. Y los milagros hechos por los apóstoles fueron para validar su declaración de que son los mensajeros de Dios que hablaron en Su nombre. Serán eternamente honrados. Leemos en Apocalipsis 21:14, que la ciudad celestial llamada la Nueva Jerusalén tiene doce cimientos y cada uno de ellos tiene el nombre de un apóstol. Obviamente uno de ellos no es Judas; entonces sea Matías, que fue seleccionado para tomar el lugar de Judas, o el apóstol Pablo, tendremos que esperar para ver. No hemos recibido palabra del cielo para saber quién recibe ese honor.

Ahora Pedro es el hombre dominante, la figura dominante entre los apóstoles. De hecho, los cuatro evangelios están llenos de Pedro. Si usted sabe algo de algún apóstol, ciertamente sabe más de Pedro. Después del nombre de nuestro Señor, ningún nombre es mencionado con mayor frecuencia en los cuatro evangelios que el nombre de Pedro. Nuestro Señor le habla con frecuencia a Pedro, más veces que a cualquier otro de los discípulos, algunas veces en alabanza, algunas veces no tanto, algunas veces en culpa.

Ningún discípulo jamás se atrevió a reprender a su Maestro más que Pedro. Ningún discípulo jamás confesó con tanto denuedo, ningún discípulo jamás reconoció tan abiertamente y alentó a nuestro Señor como Pedro lo hizo repetidamente, y nadie jamás se entrometió e interfirió y lo tentó tan repetidamente como Pedro lo hizo. Él hizo sus mejores esfuerzos en ambos lados. Nuestro Señor habló palabras de bendición para Pedro, palabras de aprobación, y no le habló de esa manera, por lo menos, no está registrado, a ningún otro de los apóstoles o a nadie más. Al mismo tiempo, lo más duro que jamás salió de Su boca fue hablado a Pedro. El único al que le habló con mayor dureza fue a Judas.

Todos amamos y nos identificamos con Pedro porque es tan humano. Y la buena historia de Pedro es esta: que Dios puede hacer algo de un alma con muchas, muchas imperfecciones. Dios tiene que usar a gente débil con fallas múltiples. Y eso es evidenciado en la vida de Pedro. Entonces veamos su vida. Y no vamos a tomar mucho tiempo, pero le voy a dar un panorama rápido.

Los evangelios registran a Pedro como el vocero. Y cuando usted lo oye hablar, puede estar bastante seguro de que en la mayoría de las ocasiones él está hablando en nombre de los demás. Él en cierta manera es el vocero para los otros; él está recaudando los pensamientos de ellos y representándolos ante nuestro Señor. Es Pedro el que pregunta el significado de un dicho difícil. Es Pedro el que pregunta con qué frecuencia él debe perdonar. Es Pedro el que pregunta, “¿Cuál es la recompensa para aquellos que dejan todo para servirte?” Es Pedro el que pregunta acerca de la higuera que se seca. Es Pedro el que pregunta acerca de las cosas que Jesús dijo acerca del fin que se acerca. Es Pedro el que viene a preguntarle a Jesús acerca de Sus impuestos. Es Pedro el que respondió cuando Jesús dijo, “¿Quién me tocó?” Es Pedro el que interroga al Cristo resucitado. Pedro es un vocero; simplemente está en él. Él es el líder.

Su nombre en sí es Simón. Y, por cierto, en Hebreo eso significa oyente. Con razón el Señor le cambió el nombre. Su nombre era Simón, y el nombre de su padre era Jonás, o Juan, y él es llamado Simon Bar-Jonás, hijo de Jonás.

Él era un pescador por oficio, y por eso probablemente debemos entender que era parte de un negocio de pesca a cargo de su familia. Tantos como siete de los apóstoles pudieron haber sido pescadores. Hubieron muchos negocios de pesca alrededor del Mar de Galilea, y muchos de los peces que pescaban eran movidos por todo el mundo antiguo, entonces pudo haber sido algo así como un negocio algo extenso.

Él vivió en Betsaida con su hermano Andrés, y después más tarde en Capernaum. Y, por cierto, quizás no haya pensado en esto, pero según Primera de Corintios 9:5, estaba casado. No sé si su esposa habló, ella no aparece, pero sabemos que el Señor le mostró gracia a la madre de su esposa al curarla.

La pregunta viene, “¿Acaso Pedro llevó a su esposa con él en todos esos años de discipulado?” Quizás lo hizo. Jacobo y Juan se llevaron a su mamá. Quizás la esposa de Pedro estuvo ahí. Ciertamente podemos asumir que ella era parte de lo que ella podía ser parte en ese país pequeño. El Señor cambió su nombre, se acuerda, ¿verdad? De Simón a Pedro en el griego, o Cefas en arameo. Y significa piedra.

Ahora conforme usted lee las historias de Pedro, algunas veces él es llamado Simón, algunas veces es llamado Pedro, y algunas veces es llamado Simón Pedro. Y por mucho que tratemos, como lo he hecho, de saber por qué eso pasa, realmente no estoy seguro. Cuando está hablando de algo en cierta manera terrenal, como su casa en Marcos 1, es la casa de Simón. Cuando está hablando de la mamá de su esposa en Lucas 4, es la madre de la esposa de Simón. La barca de Simón, Lucas 5. Los compañeros de pesca de Simón, Lucas 5:10; el lugar de Simón en el libro de los Hechos en el capítulo 10.

Cualquier cosa que en cierta manera es terrenal parece ser Simón. Pero cuando entra a la esfera espiritual, no es sorprendente, que se vuelve Simón Pedro, o incluso Pedro. Normalmente en Juan, él es Simón Pedro por lo menos 17 veces en el evangelio de Juan. Ocasionalmente me pareció que cuando estaba actuando como su viejo hombre, el Señor lo llamaba por su nombre viejo, Simón, Simón, como cuando su mamá decía su nombre de cierta manera, y usted sabía que algo estaba mal. Simón no era diferente a ninguno de nosotros. Él mostró fortaleza, y manifestó debilidad, ambas, porque eso es lo que es ser humano, incluso cuando el Señor ha cambiado su corazón.

Ahora podríamos pasar mucho tiempo en todos los incidentes que son memorables, pero permítame tan solo cubrir unos cuantos de ellos. Estos son los más destacados de la vida de Pedro: Él realmente, recibió, dos grandes revelaciones que son registradas en las Escrituras. Vea Mateo 16. Mateo 16 versículo 13, “Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo”, muy al norte de Galilea. “preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos, Juan el bautista: otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. Él les está preguntando cuál es la opinión popular acerca de Jesús, acerca de Sí Mismo. Y Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos”. Esa es una de sus grandes revelaciones. El cielo habló mediante sus labios e identificó a Jesús como el Mesías, el Hijo del Dios viviente.

Hay una segunda revelación sorprendente que Pedro tuvo, en Juan 6. En Juan 6, Jesús tenía muchos seguidores, podían ser llamados discípulos. La palabra significa aprendices, alumnos. Pero en Juan 6:66 dice, “muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él”. Su enseñanza los alejó. “Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros? Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Una segunda sorprendente, sorprendente revelación relacionada a la identidad de Cristo como Mesías, Señor, Santo, Hijo de Dios, dador de vida eterna. Entonces Él hizo que el cielo le hablara en estas revelaciones gloriosas.

A él también se le había prometido una gran recompensa. No solo una gran revelación, pero regrese a Mateo 16 y versículo 18. Y el Señor le dijo después de esa confesión, en el versículo 18 de Mateo 16, “Yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”. Pedro va a ser parte del fundamento de la iglesia, Efesios 2:20, lo mencioné antes, los apóstoles son las piedras de fundamento de la iglesia, Cristo siendo la piedra del ángulo. Esta es una recompensa inmensa para este pescador, recibir revelación divina, y ser recompensado al ser parte del fundamento de la iglesia que el Señor está edificando.

Él tuvo una gran revelación y una gran recompensa. Él también tuvo un gran error. Vaya al versículo 21, “Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día. Entonces Pedro, tomándole aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca”. Esa no fue una revelación del cielo. Y el Señor “volviéndose, dijo a Pedro: Quítate de delante de mí, Satanás; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.”

Esa fue una revelación del infierno. Él estaba sugiriendo exactamente lo que Satanás le había sugerido a Cristo atrás en Mateo 4: “Te mostraré los reinos del mundo, te daré los reinos del mundo, si te me postras. Puedes tener los reinos sin la cruz”. Y Pedro le estaba dando el mensaje del diablo. La gran revelación no lo aisló de un momento en el que se volvió una herramienta del diablo. Él pudo haberlo hecho en amor, él pudo haber hecho esta declaración en compasión, pero estaba diciendo exactamente lo que el diablo dirá: “Puedes tener la corona sin la cruz.”

Si ese fue un momento terriblemente desastroso, hay uno peor; el gran rechazo. Vea Mateo 26. A un hombre al que se le dio una gran revelación, una promesa de una gran recompensa, el fundamento de la iglesia, tiene un momento en el que habla por Satanás. Y después cuando usted llega a Mateo 26 versículo 31, “Jesús les dijo a los discípulos,” estaban en el Monte de los Olivos la noche de Su traición, “Todos vosotros os escandalizaréis de mí esta noche; porque escrito está: Heriré al pastor, y las ovejas del rebaño serán dispersadas. Pero después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea. Respondiendo Pedro, le dijo: Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré. Jesús le dijo: De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces. Pedro le dijo: Aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré. Y todos los discípulos dijeron lo mismo”.

Adelántese al final del capítulo en el versículo 69. Jesús estaba delante de Caifás el sumo sacerdote, siendo juzgado. Pedro estaba sentado fuera en el patio, y se le acercó una criada, diciendo: Tú también estabas con Jesús el galileo. Mas él negó delante de todos, diciendo: No sé lo que dices. Saliendo él a la puerta, le vio otra, y dijo a los que estaban allí: También éste estaba con Jesús el nazareno. Pero el negó otra vez con juramento: No conozco al hombre. Un poco después, acercándose los que por allí estaban, dijeron a Pedro: Verdaderamente también tú eres de ellos, porque aun tu manera de hablar te descubre. Tienes ese acento galileo. Entonces él comenzó a maldecir, y a jurar: No conozco al Hombre. Y en seguida cantó el gallo. Entonces Pedro se acercó de las palabras de Jesús, que le había dicho: Antes que cante el gallo, me negarás tres veces. Y saliendo fuera, lloró amargamente.

El receptor de gran revelación, de la promesa de una gran recompensa, parte del fundamento de la iglesia, habló por el diablo, y negó a su Señor en tres ocasiones separadas en tres lugares diferentes, probablemente múltiples veces. Pero antes de que corra demasiado rápido para condenar a Pedro, por lo menos estuvo ahí. Nadie más estuvo. El resto de los discípulos habían huido. Algo tiene que ser dicho por el hecho de que él estuvo ahí; él estuvo en la casa del sumo sacerdote. Es el tipo de fracaso que solo le pasa a los valientes, solo le pasa a la gente que está en la posición en donde puede pasar. Solo le pasa a la gente que se acerca al enemigo. 

Entonces, ¿es ese el fin de la historia? ¿Pedro ahora es inútil? No. Él recibió una gran revelación, se le dio una promesa de una gran recompensa, cometió un gran error, y cometió el crimen del gran rechazo. Pero hay una re-comisión. Vaya a Juan 21, Juan 21. Después de la resurrección, Jesús les contó a los discípulos que fueran a Galilea a esperarlo ahí, y que vendría y los encontraría. Pedro no había hecho eso; él había regresado a su carrera antigua de pesca. Aprendimos eso antes en el capítulo. Y ahora en el desayuno leemos que “Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro”, ahí en la costa del Mar de Galilea, “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos?,” ¿Qué quieres decir con estos, estos instrumentos de pesca? Usted puede entender cómo se sintió Pedro. Fui un fracaso colosal en el patio. Mi crimen fue del tipo que cometió Judas. No soy digno de ser un apóstol, quizás no lo puedo hacer. Voy a regresar a pescar.

Entonces el Señor viene a él y dice, ¿Me amas más que estas herramientas que van con la pesca? Él dijo, Sí, Señor, Tú sabes que te amo. Él le dijo, Apacienta mis corderos. Esa es la re-comisión de Pedro para servir al gran Pastor al ser un pastor de Su rebaño.

Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió, Sí, Señor, tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas. Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? Y él de hecho usó la Palabra que Pedro usó. El Señor dice, ¿Me amas con el tipo de amor más alto y más noble? Pedro dice con una palabra diferente, Tengo afecto por Ti, no pensaba que podía afirmar más que eso. Tengo afecto por Ti. ¿Por lo menos puedo salir con decir eso, en mi desobediencia? Y ahora el Señor le devuelve su propia palabra, ¿Realmente tienes afecto por Mí? Y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas”. Esa es la re-comisión de Pedro. es un retrato sorprendente, sorprendente del fracaso más trágico volviéndose el pastor especial, escogido de Cristo para Su rebaño.

Vaya al libro de los Hechos, porque esa es la siguiente página. ¿Cómo se ve Pedro en el libro de los Hechos, ahora que ha sido re-comisionado? Bueno, en el libro de los Hechos los apóstoles son presentados en el versículo 13. Y ahí está, Pedro, y después Juan, Jacobo, Andrés, Felipe, Tomás, y el resto. Él todavía es el líder. Y después es momento de escoger a alguien para que tome el lugar de Judas. Y versículo 15, “En aquellos días Pedro se levantó en medios de los hermanos (y los reunidos eran cómo ciento veinte en número), y dijo: Varones hermanos, era necesario que se cumpliese la Escritura en que el Espíritu Santo habló antes por boca de David acerca de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús”. Y, por cierto, Pedro por primera vez tuvo un entendimiento del Antiguo Testamento, y lo cita a lo largo de esto y en el capítulo 2.

“Tenemos que escoger a alguien para que tome su lugar” es lo que está pasando aquí. Pedro es el que inicia el esfuerzo. Y conocemos la historia. La suerte al final del capítulo 1, versículo 26, cayó sobre Matías, y fue contado con los once apóstoles. Pedro tiene suficiente valentía como para ponerse de pie y decir, Esto es lo que necesitamos hacer. Él está de regreso en una posición de liderazgo. Él, hasta cierto punto, ha recuperado su confianza después de los horrores de sus negaciones.   

Y después en el capítulo 2:14 se vuelve aún más sorprendente. Día de Pentecostés, “Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo: Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras”. El Espíritu ha venido sobre ellos, él predica este sermón increíblemente poderoso. La iglesia nace ese día, y tres mil personas, versículo 41, son añadidas a la iglesia el primer día en el que la iglesia existió. Pedro está de regreso, y está de regreso con poder.

En el capítulo 3, lo volvemos a ver. Él está en el templo, junto con Juan. Ellos ven a un hombre ahí que ha estado pidiendo limosnas, cojo de nacimiento, él de hecho era cargado. Lo ponían cada día a la puerta del templo que se llama la Hermosa. “Cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le diesen limosna. Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos. Entonces él les estuvo atento, esperando recibir de ellos algo. Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos; y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios. Y todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios. Y le reconocían que era el que se sentaba a pedir limosna a la puerta del templo, la Hermosa; y se llenaron de asombro y espanto por lo que le había sucedido. Y versículo 11 dice, “teniendo asidos a Pedro y a Juan el cojo que había sido sanado”. Claro.

En el capítulo 4, él desafió al Sanedrín. Estaban predicando, el Sanedrín les había prohibido hacer eso. Versículo 3, les echaron mano, a los apóstoles, los pusieron en la cárcel. Se les dijo que no predicaran. Versículo 8, “Pedro, lleno del Espíritu Santo” vuelve a comenzar, predicando a Cristo. No podían pararlo, no podían callarlo, ninguna amenaza podía hacer eso. Eventualmente lo dejaron salir. Y usted conoce el resto de la historia.

Cuando usted llega al capítulo 5, él es el que confronta a Ananías y Safira, los que le mintieron al Espíritu Santo. Pedro dice, en el capítulo 5 versículo 3, “Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad? Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? …No has mentido a los hombres, dice al final del versículo 4, sino a Dios. Al oír Ananías estas palabras, cayó y expiró. Y vino un gran temor sobre todos los que lo oyeron. Y levantándose los jóvenes, lo envolvieron, y sacándolo, lo sepultaron. Pasando un lapso como de tres horas, se apareció su esposa. Y Pedro le dijo: Dime, ¿vendisteis en tanto la heredad? Y ella dijo: Sí, en tanto. Y Pedro le dijo: ¿Por qué convinisteis en tentar al Espíritu del Señor? He aquí a la puerta los pies de los que han sepultado a tu marido, y te sacarán a ti. Al instante ella cayó a los pies de él, y expiró, y la sepultaron junto a su marido.”

Pedro es una persona poderosa. Él es el que inaugura la selección del doceavo apóstol. Él es el que predica el gran sermón en Pentecostés. Él es el que desafía al Sanedrín. Él es el que cura al hombre que nació cojo. Él es el que enfrenta las mentiras que contaminan a la iglesia.

En el capítulo 8, la conocida y sorprendente historia de Simón el Mago, y Pedro de nuevo es la figura que trata con él. Cuando Simón quería comprar el Espíritu Santo, versículo 18 del capítulo 8, Pedro dijo, versículos 18 y 19, “Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero.  No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizá te sea perdonado el pensamiento de tu corazón; porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás. Respondiendo entonces Simón, dijo: Rogad vosotros por mí al Señor, para que nada de esto que habéis dicho venga sobre mí.” Él rechazó el arrepentimiento real. De nuevo, Pedro está ejerciendo una autoridad asombrosa; él se está conduciendo de una manera que es casi como el Señor se conduciría si hubiera estado ahí.

En el noveno capítulo, él conoce a una persona muy interesante, si usted pasa al versículo 33, uno que se llamaba Eneas, que hacía ocho años que estaba en cama, pues era paralítico, quizás por un accidente o algo. “Le dijo Pedro: Eneas, Jesucristo te sana; levántate, y haz tu cama. Y le vieron todos los que habitaban en Lida y en Sarón, los cuales se convirtieron al Señor. Había entonces en Jope una discípula llamada Tabita, que traducido quiere decir, Dorcas. Esta abundaba en buenas obras y en limosnas que hacía. Y aconteció que en aquellos días enfermó y murió. Después de lavada, la pusieron en una sala. Y como Lida estaba cerca de Jope, los discípulos, oyendo que Pedro estaba allí, le enviaron dos hombres, a rogarle: No tardes en venir a nosotros.”

“Levantándose entonces Pedro, fue con ellos; y cuando llegó, le llevaron a la sala, donde le rodearon todas las viudas, llorando y mostrando las túnicas y los vestidos que Dorcas hacía cuando estaba con ellas. Una mujer muy caritativa.  Entonces, sacando a todos, Pedro se puso de rodillas y oró; y volviéndose al cuerpo, dijo: Tabita, levántate. Y ella abrió los ojos, y al ver a Pedro, se incorporó. Y él, dándole la mano, la levantó; entonces, llamando a los santos y a las viudas, la presentó viva. Esto fue notorio en toda Jope, y muchos creyeron en el Señor.” Esto es como Jesús otra vez.

¿Quieres decir que el Señor Jesús haría esto mediante un vaso tan frágil? En el décimo capítulo, usted conoce la historia: Él lleva el evangelio a los gentiles. Podemos ir hasta el versículo 34, Cornelio. “Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia. Dios envió mensaje a los hijos de Israel, anunciando el evangelio de la paz por medio de Jesucristo; éste es Señor de todos. Vosotros sabéis lo que se divulgó por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo que predicó Juan: cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.”

¿Qué pasó? “Mientras Pedro estaba predicando,” versículo 44, “el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso. Y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo. Porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios, así como los judíos lo habían hecho en el día de Pentecostés.” Esta es una vida bastante sorprendente. Inmediatamente después de su re-comisión, Pedro se vuelve el representante primordial del Señor Jesucristo.

Si tuviéramos tiempo, podríamos regresar para cubrir los evangelios, y aprenderíamos que en Mateo capítulo 17, por ejemplo, Jesús le enseñó a Pedro sumisión. En Juan 18, le enseñó refreno. En Mateo 26 como también Juan 13, le enseñó humildad. También en Mateo 18, le enseñó perdón, setenta veces siete. En Juan 21, le enseñó sacrificio, el sacrificio de su propia vida. En Juan 21, le enseñó amor: ¿Me amas? En Juan 21, Él dijo, Vas a morir, tu vida te va a ser quitada. Y entonces Él básicamente lo preparó para ser valiente. A lo largo de todos estos encuentros en la vida de Jesús y Pedro, Jesús estaba fortaleciendo a Pedro para esta increíble, increíble responsabilidad de ministerio que tendría en el libro de los Hechos.

Ahora eso fue para un apóstol. Ninguno de nosotros jamás podría esperar tener eso. Oh, Él también le dio a Pedro, con Jacobo y Juan, un vistazo de gloria, ¿verdad? Mateo 17, la Transfiguración. Los llevó al monte para que pudieran verlo en Su gloria de Segunda venida. Y Pedro escribe de eso. Oh, por cierto, en su carta, en la carta de Pedro, 1 de Pedro y 2 de Pedro, él escribe acerca de la sumisión, refreno, humildad, perdón, sacrificio, amor, valentía, fe, y gloria. Él recordó todas esas lecciones. Y oh, por cierto, él también escribe acerca de ser un pastor del rebaño. El Señor dijo, “Alimenta mis ovejas,” y eso es exactamente lo que hizo. Y él mandó a otros pastores a alimentar el rebaño de Dios, 1 de Pedro 5.

Pero hubo un vistazo final de Pedro que sobresale, y es Mateo 16 de nuevo. Y en Mateo 16 versículo 19, “Te daré las llaves del reino de los cielos, y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos, y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos”. Ahora ¿qué es eso? ¿Qué quieres decir? Bueno, te voy a dar la capacidad de abrir el reino. Y tomando lenguaje de los rabinos, los rabinos solían decir o estás atado en tu pecado o desatado de tu pecado. Atar y desatar era plática rabínica.

Entonces Pedro, te voy a dar las llaves del reino, y puedes declararle a la gente, Estás atado en tus pecados, o, estás desatado de tus pecados. Y lo que ates en la tierra habrá sido atado en el cielo; lo que desates en la tierra habrá sido desatado en el cielo. ¿Qué está diciendo Él? Él está diciendo, tú vas a poder decirle a la gente, aquí está la puerta del reino. Te voy a dar la llave, el evangelio que abre la puerta, y te voy a decir por cómo respondes al evangelio si estás atado a tus pecados o desatado de tus pecados.

Esto no es autoridad papal; esto no es autoridad para perdonar pecado. Esto es autoridad simple para abrir la puerta del reino con la llave que es el evangelio, y para decirle a alguien, “Si crees en el evangelio, estás desatado de tus pecados; si no crees en el evangelio, estás atado a tus pecados”. Eso es lo más importante que Pedro jamás podía hacer, sería tener la llave del reino, y abrir la puerta y decirle a la gente o que estaba atada o desatada en pecado por cómo respondían al evangelio.

Y usted dice, Bueno, ¿acaso eso solo fue para Pedro? No, porque ahí en Juan capítulo 20 y versículo 20, nuestro Señor le está hablando a los discípulos. Esto es después de la resurrección. Y Él dijo, “Miren mis manos y mi costado. Y ellos se regocijaron viendo al Señor. Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío. Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos.

Él extiende ese poder que le dio a Pedro al resto de los apóstoles, y diciendo lo mismo, Si ustedes, debido a que la gente cree el evangelio, les dicen que sus pecados son perdonados, están autorizados por el cielo para decir eso. Todos los apóstoles tuvieron esa misma autoridad de declarar que los pecados de la gente fueron perdonados. Si crees el evangelio, te declaro, tus pecados son perdonados. Si no crees el evangelio, entonces tus pecados no son perdonados. A los doce también, entonces, se les dieron las llaves, la llave del evangelio que abre el reino, y el derecho por la respuesta que tiene una persona, de declarar que fueron liberados del pecado o atados en pecado.

Ahora para concluir eso, vaya a Mateo 18, Mateo 18. Todo esto parece tan maravilloso y grande y apostólico. Pero retomemos algo muy conocido: Mateo 18:15. Hablándole a creyentes, Si tu hermano peca, esto es para todos nosotros, ve y repréndele estando tú y él solos, si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia. y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano.

Y después vea el versículo 18: De cierto os digo, ahora esto es para la iglesia, que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo. Esto es increíble. Esto es para todos nosotros. Cuando vamos con alguien y los confrontamos por su pecado y no se arrepienten, tenemos la autoridad que Pedro y los apóstoles tenían, para decir, En base a tu rechazo, estás atado a tu pecado; en base a tu arrepentimiento, estás desatado de tu pecado.

Ni por un momento usted debería considerarse apóstol. No Pedro, él parece estar muy lejos de lo que somos. Usted ni siquiera debe considerarse uno de los otros apóstoles. Pero la realidad del asunto es que usted lleva la misma autoridad de los apóstoles. En base a cómo la gente responde al evangelio y la Palabra de Dios, usted puede decir, Estás libre de tus pecados, o, estás atado a tus pecados, lo cual nos recuerda, amigos, de lo que estamos hablando cuando estamos hablando del evangelio. De lo que estamos hablando es del pecado y el perdón. No de una vida feliz.

Pedro abrió las puertas a los judíos, les abrió las puertas a los judíos. Él tenía la llave. Él les abrió la puerta a los judíos en el día de Pentecostés. Él fue el primero en abrir la puerta a los gentiles: Cornelio en Hechos 10. Y después los apóstoles fueron por todos lados predicando el evangelio y abriendo la puerta y diciéndole a pecadores, si crees el evangelio, estás libre de tu pecado; si rechazas el evangelio, estás atado en tu pecado. Y esa misma comisión y ese mismo privilegio ha sido entregado a nosotros.

No es autoridad personal, es autoridad basada en verdad bíblica. Usted le puede decir a alguien, Rechazas el evangelio, estás atado a tus pecados para siempre, crees el evangelio, estás desatado de tus pecados. Se nos ha dado ese derecho de decir que en base a cómo la gente responde al evangelio. Incluso se nos ha dado el derecho de decir eso dentro del marco de la iglesia, en base a cómo la gente responde a ser confrontada por otros por su pecado. Y cuando se rehúsan a arrepentirse, tratarlos como publicano y gentil, o marginado, porque bien pudieran ni siquiera ser creyentes en absoluto. Entonces Dios nos ha dado una inmensa, inmensa autoridad a partir de Su Palabra. Y llevamos esa autoridad apostólica basada en este libro.

Padre nuestro, te agradecemos por el tiempo en esta noche simplemente para ver a Pedro, y ver su vida y lo que hiciste mediante él, aunque era frágil y defectuoso. Y Tú siempre haces eso porque ese es el único tipo de personas que hay. Y sé que pensamos de nosotros mismos como tan débiles, y nada como un apóstol, nada como Pedro. Pero qué increíble es que Tú nos has dado la clave del reino del cielo, el cual es el evangelio. Y cuando proclamamos el evangelio, podemos decirle a alguien que cree el evangelio, que se arrepiente y cree el evangelio, “Estás desatado de tus pecados” porque esa es la promesa de la Escritura, la promesa divina del cielo. Para alguien que rechaza el evangelio, estás atado en tu pecado.

Y esto es lo que nos has dicho que hagamos: confrontar al mundo de pecadores, mostrarles la realidad terrible de su pecaminosidad y su fin eterno, y llamarlos a arrepentirse. Tenemos la clave: es el evangelio. Señor, úsanos para abrir esa puerta y mostrar el camino para entrar al reino, mediante el Señor Jesucristo, quien murió y resucitó para redimir a Su pueblo. Que seamos fieles en proclamarlo a Él incluso como Pedro lo hizo, hasta el fin de su vida. Ese sería nuestro deseo. Oramos en el nombre de nuestro Salvador. Amén.

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