De todas las cosas por las que estamos agradecidos, esta noche vamos a celebrar aquello que está en el punto más alto de nuestra lista: el sacrificio de Cristo a nuestro favor. Y entonces cuando tenemos un servicio de Día de Gracias, y los hemos estado teniendo por el tiempo que he estado aquí, siempre terminamos esas tardes juntos en torno a la Mesa del Señor, porque este es el punto en el que toda nuestra gratitud comienza.
Estamos al pie de la cruz, redimidos por el sacrificio de Cristo, se nos ha dado vida mediante Su muerte y resurrección, y esto debe ser recordado. Usted quizás vino a nosotros en el último año, los últimos dos años, o incluso en los últimos meses, y quizás se pregunta ¿en qué consiste exactamente la comunión? ¿qué es lo que realmente está pasando aquí? Y usted podría tener el sentido de que esto es más bien unidimensional, importante, pero un tipo de ordenanza más bien unidimensional en la iglesia. Pero quiero ayudarle a entender algo de la riqueza y algo de la amplitud y longitud y profundidad y altura de venir a la Mesa del Señor.
Jesús instituyó esta mesa. En el Aposento Alto, la noche de Su traición y antes de Su arresto, Él estaba en la Pascua final autorizada celebrando el éxodo de Egipto, Dios librando a los hijos de Israel de cuatrocientos años de esclavitud, y Él estaba disfrutando esa cena de Pascua, pero Él la transformó. Habían copas, y había pan en la comida de la Pascua. Pero esa fue la última Pascua oficial porque el Señor la transformó en lo que conocemos como la comunión, o la Mesa del Señor.
En el futuro, la copa ya no representaría la sangre de un animal rociada en la puerta, y el pan ya no recordaría el pan no leudado de Egipto, celebrando la liberación de Dios de Egipto. Pero a partir de ahora, la copa representaría la sangre de Cristo, y el pan representaría el cuerpo de Cristo, y todo eso hablará de una liberación mucho más grande que la liberación de Egipto, tan grande como eso fue, y fue monumental.
Usted recuerda al leer, no es cierto, lo que Dios hizo mediante las plagas para liberar a Su pueblo de Faraón, y cómo Él incluso ahogó a Faraón y a todo el ejército egipcio conforme ellos persiguieron a Su pueblo al salir de Egipto. No fue una liberación pequeña. La plaga final, claro, fue la muerte del primogénito en toda casa en donde la sangre no fue colocada en la puerta, la sangre del sacrificio en la puerta, para que el ángel de la muerte pasara. Fue una masacre del ángel de la muerte, un agente divino esa noche en Egipto.
Pero aquellos que habían colocado su confianza en Dios y le habían obedecido y hecho un sacrificio y colocado la sangre en la puerta fueron liberados de ese ángel de la muerte, y fueron liberados de Egipto, y fueron enviados por su camino, protegidos por Dios, a la Tierra prometida. Dios le dijo a los judíos en ese momento que debían recordar ese evento y hacerlo cada año. Y el pueblo judío todavía celebra la Pascua incluso en la actualidad.
Pero después del Aposento Alto, en ese viernes en Jerusalén cuando Jesús fue crucificado, el Aposento Alto antes de eso, nunca ha habido una Pascua autorizada. Dios transformó la Pascua en el recordatorio de una liberación más grande: la liberación que Él realizó por nosotros en la cruz, no librándonos de un enemigo terrenal, sino del pecado y juicio y la muerte y el infierno.
Entonces por eso la celebramos de esta manera. Y el Señor nos mandó hacerlo. La primera iglesia estaba tan atraída a esto, que lo hacía cada semana. Algunas iglesias todavía lo hacen cada semana, aunque la mayoría de las iglesias lo hacen menos frecuentemente para que no se vuelva nada más que una rutina.
Pero ¿qué es lo que realmente estamos haciendo cuando venimos a esta Mesa? Creo que Pablo nos ayuda a entender eso en 1 Corintios 10 y 11. Si quiere ver junto conmigo estos dos capítulos, vamos a ver varias Escrituras en esos dos capítulos que nos ayudan a definir la experiencia misma de la Mesa del Señor que estamos por disfrutar. Y solo le voy a dar lo que el apóstol Pablo presenta, como también nuestro Señor, en términos de la importancia de esta ordenanza maravillosa.
En primer lugar, si usted ve el capítulo 11 de 1 Corintios, el apóstol Pablo al dar esta instrucción acerca de la mesa del Señor, lo cual ocupa estos dos capítulos, dice esto, comenzando en el versículo 23, “Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado, que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan, y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed, esto es mi cuerpo que por vosotros es partido, haced esto en memoria de mí.”
Y después en el versículo 25, “Así mismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo, esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí.” Pablo está reflexionando de regreso en lo que nuestro Señor dijo.
La primera característica de la Mesa del Señor es que es una mesa de memoria. Venimos a esta mesa para recordar la obra de Cristo en la cruz porque en esa obra en la cruz, en Su muerte, Él proveyó para nosotros perdón. Él proveyó para nosotros liberación del pecado, rescate de Satanás, poder sobre la muerte, y cielo eterno. Todo eso es realizado por Cristo a favor de aquellos por los que Él murió, en Su muerte. Pablo dice que de hecho morimos en Él, y resucitamos en Él. Nuestra salvación no existiría fuera del sacrificio de Cristo, en el que Él pagó la paga por nuestros pecados.
Ese probablemente es el entendimiento más común, y es el entendimiento base de la Mesa del Señor. Venimos a recordar lo que Cristo ha hecho por nosotros. Y ¿cuál debe ser nuestra respuesta, y cuál debe ser nuestra actitud? obviamente gratitud y humildad, gratitud y humildad, conforme nos damos cuenta de que no tuvimos nada que ofrecerle a Dios para ganarnos que Cristo muriera en nuestro lugar, fue la gracia libre, soberana de Dios a favor nuestro. No podríamos hacer esto demasiado, ¿verdad? Ciertamente no podríamos recordar con demasiada frecuencia la obra de Cristo. Recordar la obra de Cristo nos recuerda lo que éramos y lo que seríamos fuera de la gracia salvadora y la muerte del Salvador.
Entonces eso es bien conocido por todos nosotros. Este es un tiempo para recordar. Y usted podría asumir que eso en cierta manera es el punto primordial de esto, pero hay mucho más. Permítame darle un segundo pasaje. Regrese al capítulo 10, en donde Pablo también está hablando de la Mesa del Señor, y vea el versículo 16: “La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? el pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?”
Más que Jesús haciendo algo por nosotros, la Mesa del Señor expresa el hecho de que nosotros participamos en la cruz. Ese versículo dieciséis lleva esto a un nivel completamente diferente que tan solo recordar algo, nosotros compartimos en Su sangre. Compartimos en Su cuerpo. Estamos en Cristo en Su muerte. El hecho aquí es que hay una presencia real de Cristo, no solo en nuestras vidas ahora, sino una presencia real de Cristo a favor nuestro en Su muerte, en Su muerte. Ese nivel de sacrificio para nosotros me lleva a apuntarlo al versículo 14, “Amados, huid de la idolatría”. Como si dijera, si de hecho usted es un participante en la sangre de Cristo y un participante en el cuerpo de Cristo, entonces asume que usted le ofrece devoción total, ¿verdad? Devoción total.
Entonces aquí es en donde usted se recuerda a sí mismo de la naturaleza única de su unión con Cristo. Y hay un tercer aspecto, si usted ve en el capítulo 10 ahí en el versículo 17, “Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo, pues todos participamos de aquel mismo pan.”
Ahora esto nos lleva a otro aspecto. Venimos a la Mesa del Señor para recordar lo que Cristo hizo. Venimos a la Mesa del Señor para celebrar la realidad de que estuvimos ahí en la mente de Dios en Su sangre y en Su cuerpo. Estuvimos ahí. Él de hecho estaba muriendo por nosotros. No es solo historia lo que recordamos, fue nuestra realidad espiritual. Pero es más que eso porque todos nosotros que estamos en Cristo, estábamos en Su muerte. Somos, el versículo 17 dice, “un pan, un cuerpo, pues todos participamos de aquel mismo pan.”
Cuando venimos a esta Mesa celebramos no solo nuestra unión con Cristo, sino nuestra unión el uno con el otro. Se nos recuerda eso aquí porque somos uno en Cristo. Hay una cuarta característica de la riqueza de esto. Siga al versículo 20, “Antes digo que lo que los gentiles sacrifican, a los demonios lo sacrifican, y no a Dios; y no quiero que vosotros os hagáis partícipes con los demonios. No podéis beber la copa del Señor, y la copa de los demonios; no podéis participar de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios. ¿O provocaremos a celos al Señor? ¿Somos más fuertes que él?” Usted no debe provocar a celos al Señor, y eso significa que no puede ir de la Mesa del Señor a la mesa de los demonios.
Venimos a esta mesa para recordar la obra salvadora de Cristo en la cruz. Venimos a esta mesa para recordar que estuvimos ahí en Su muerte. Venimos a esta mesa para recordar que todos somos uno como el cuerpo de Cristo. Y como consecuencia, venimos a esta mesa para reafirmar nuestra separación de todos los demás poderes. Este se vuelve el lugar más santo. No hay lugar para la lealtad mezclada. No hay lugar para adorar a Cristo y adorar a demonios. Dice usted, bueno yo no haría eso abiertamente. Si usted adora algo en la esfera de los demonios, usted ha dividido su lealtad. Cristo es Señor, nuestra adoración a Él es singular, y no hay lugar para una lealtad mezclada.
Entonces se nos recuerda aquí no solo de un hecho histórico de la muerte de Cristo, no solo de la realidad espiritual de que estuvimos ahí y que somos uno el uno con el otro, sino que se nos recuerda que somos llamados a vivir vidas separadas. El mensaje de santificación es anunciado poderosamente aquí. Aparentemente en Corinto algunos de los que habían sido convertidos del paganismo estaban regresando a sus actividades paganas. Usted no podía separar la cultura de su religión.
Y entonces quizás debido a amistades y familia y familiaridad, algunos que estaban viniendo a la Mesa del Señor estaban después yendo a la mesa de los ídolos, lo cual no son nada más que demonios. Eso es lo que dice el versículo 20. Si usted va a un ídolo, usted le está sacrificando a demonios y no a Dios. Usted está compartiendo con los demonios. Entonces este es un punto en el que entonces reafirmamos nuestra lealtad completa a Cristo.
Eso lleva a otro aspecto muy importante de esta Mesa. Si vamos a afirmar nuestra lealtad a Cristo, vaya al capítulo 11 y versículo 28. Aquí hay una advertencia: “Pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí. Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen. Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados; mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo.”
Hay cierto peligro en la Mesa del Señor. Cuando usted viene aquí más vale que se haya examinado a sí mismo para que usted no coma y beba juicio para sí, lo cual es definido abajo en el versículo 32 como la disciplina del Señor. Hay peligro en la Mesa del Señor. De hecho, el versículo 30 dice que tratar la Mesa del Señor ligeramente ha causado que algunos estén débiles y enfermos, y algunos mueran. ¿Quieres decir que el Señor literalmente podría quitar la vida de un creyente que trata Su mesa ligeramente? Eso es lo que dice, y eso es exactamente lo que pasó en Corinto. Hubieron aquellos que estaban abusando la Mesa del Señor, literalmente llegando a ella borrachos.
Entonces de nuevo, cuando venimos a esta Mesa, comienza como un punto de recordatorio, se mueve rápido a una celebración de nuestra unidad en Cristo en Su muerte, nuestra unidad el uno con el otro, nuestra separación del mundo, y llama a la purificación de nuestros corazones. Entonces al venir a la mesa en esta noche, necesita examinarse a sí mismo y asegurarse de que no viene a esta mesa mientras que se aferra a pecado que valora usted. Eso es muy peligroso. Usted pagaría un castigo físico, incluso al grado de que, el Señor de hecho lo lleva a casa. Es así de serio.
Entonces venimos a esta mesa con corazones contritos, con un sentido de nuestra indignidad, con una actitud de confesión y arrepentimiento, como también celebrando todo lo que es verdad acerca de la cruz en su historia, en nuestra unión con Cristo, en nuestra unión el uno con el otro, en nuestra confesión de Él como Señor. Entendemos que el otro lado de eso es examinar nuestros corazones. Esa es la parte sobria de la Mesa del Señor. Es solo para aquellos que están en Cristo, y aquellos que están en Cristo y no aferrándose a pecado.
Ahora hay una sexta realidad acerca de la Mesa del Señor. Vea el capítulo 11, versículo 26, “Así, pues, todas las veces que comiereis este pan y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga.” Entonces esta también es una lección de objeto. Esto es una propagación. Este es un sermón en sacramento, podría decir usted, un sermón en elementos. Estamos proclamando mediante el pan y la copa, la muerte del Señor. La iglesia siempre debe estar haciendo esto porque siempre debe estar proclamando Su muerte. Y lo hacemos hasta que Él venga.
Hay otra cosa que añadir a esto, y está atrás en el evangelio de Mateo, para un entendimiento completo de la importancia de la Mesa del Señor. Mateo 26:29. Escuche lo que dijo Jesús, “Os digo, que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre.” Entonces encerrada en esta Cena del Señor está la expectativa del reino, cuando lo haremos con Cristo.
¿Qué encontramos en la cena del Señor? Gratitud por lo que Él ha hecho; devoción total al que nos ha unido consigo Mismo en Su muerte, para que nuestros pecados puedan ser pagados; comunión y participación con los santos, separación de todo lo que es malo, confesión, arrepentimiento, proclamación del evangelio, y expectativa del día cuando hagamos esto con Cristo, el cumplimiento definitivo de nuestra salvación.
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