Ahora esta mañana, dije que iba a continuar con nuestra discusión acerca de la familia` satisfecha y a hablar de la virtud más importante en cualquier relación, el ingrediente más importante para mantener unido en matrimonio, mantener una familia unida, algo que es absolutamente crucial para el éxito de un matrimonio y una familia. Y sé que algunos de ustedes estaban adivinando esta tarde; algunos de mi familia estaban haciendo sugerencias acerca de lo que pensaban que sería el tema.
¿Cuál es el componente más importante que hace que las relaciones se mantengan unidas a largo plazo? En una palabra, es el perdón… Es el perdón. ¿Por qué digo eso? Bueno, porque en primer lugar, no importa con quién usted esté casado, le van a fallar, le van a ofender, van a mal interpretar lo que usted dice, no lo van a entender. No van a entender lo que usted quiso decir con lo que hizo. Usted los va a ofender, va a pecar contra ellos, va a decepcionarlos. Esto es verdad en cualquier relación porque somos criaturas pecaminosas, somos criaturas caídas. Y lo que esencialmente evita la destrucción en las relaciones es el perdón… El perdón.
De hecho, en Proverbios, capítulo 19, versículo 11, dice que ‘honra del hombre es pasar por alto la ofensa’. Nunca es un hombre más noble o más honorable que cuando él perdona. Y francamente, vivimos en una sociedad que no acepta esto. No lo reconoce. Y como consecuencia, las relaciones se están destruyendo por todos lados. Vivimos en una sociedad triste, patética que está en camino de la autodestrucción. Y uno de los grandes contribuyentes a esa autodestrucción es un menosprecio por el perdón.
La gente está llena de amargura, llena de enojo, llena de odio, llena de venganza hacia los demás. Creen que la venganza de alguna manera es una virtud, que devolverle a alguien el daño que le hizo a usted de alguna manera es correcto y saludable. Dichas actitudes son aprobadas en nuestra cultura, aprobadas en todo frente. Son aprobadas por los consejeros y psicólogos que nos dicen que necesitamos expresar nuestro enojo, necesitamos decirle a la gente lo que necesitan oír. Necesitamos asegurarnos de que no contengamos nuestro enojo, sino que necesitamos explotar cuando sea necesario, que no lo llevemos por todos lados. Dichas actitudes son exaltadas en los héroes de nuestra cultura que tienen una especie de mentalidad de decir las cosas de frente.
La gente hace héroes de los vengadores. Hacen héroes de los vengativos, de los ‘Harry el sucio’, de los Rambo, de los Terminator o lo que usted quiera llamarlos, ese tipo de personas encuentran gozo en matar a causa de la venganza.
Y hay algunos en nuestra sociedad que van por todos lados matando a personas porque creen que de alguna manera han sido maltratados o abusados por las desigualdades culturales y por ello, encuentran su satisfacción de venganza al ejecutar a la gente al azar. Y en el peor de los casos, claro, es el tipo de venganza que quita las vidas.
Y detrás de eso están las demandas, alrededor de 300,000 demandas al año en Estados Unidos por lo máximo de lo que la gente puede obtener. En cualquier manera en la que la gente pueda buscar venganza, la buscará. Tenemos el 70% de los abogados del mundo simplemente para mantenernos al día con la cantidad de demandas que tenemos. Inclusive los que ayudan a la gente, los consejeros y psicólogos nos dicen que no es saludable perdonar.
En su libro popular llamado Padres Tóxicos, uno que estoy seguro que no han leído, pero es un libro bastante interesante, Susan Foreward escribió el libro y presenta lo que es una actitud prevaleciente en nuestra cultura. Ella tiene un capítulo en el libro llamado “Usted no tiene que perdonar”. Ella dice que debemos culpar a nuestros padres por nuestros problemas actuales, porque ahí es donde está el problema. Nos han envenenado. Todos tuvimos padres tóxicos. Y el nuevo clamor es “soy una víctima, no es mi culpa y no soy responsable.” La culpa por cualquier cosa y por todo es colocada en otras personas y es colocada ahí hasta que la venganza se agota a sí misma.
Y realmente no hay lugar para el perdón. De hecho, con frecuencia se sugiere que el perdón no es saludable. En cierta manera es cobarde. Todos hemos sido oprimidos, abusados, somos víctimas y no vamos a perdonar a nadie.
Pero el precio de la venganza es extremadamente alto. El precio de no perdonar es realmente severo. Permítame decirle alguna de las cosas que hacer el no perdonar.
El no perdonar encarcela a la gente en el pasado. Usted preguntará qué quiero decir con eso. Bueno, mientras que usted no esté dispuesto a perdonar a los ofensores y a sus ofensas, usted está esclavizando a ambos. Mientras que usted no esté dispuesto a perdonar al ofensor y a la ofensa, usted lo mantiene vivo… El dolor está ahí, usted está rascando una herida abierta, evitando que sea sanada. Cuando usted no perdona, usted se está sentenciando a usted mismo a vivir la vida sintiéndose tan mal ahora como se sintió en el pasado cuando la ofensa fue cometida sin ningún fin a la vista. Usted escoge amar el odio; y lo cultiva lo largo de su vida. La falta de perdón lo encarcela al dolor de su pasado.
En segundo lugar, la falta de perdón inevitablemente produce amargura profunda. Un cáncer infeccioso en el corazón. Dicha amargura es mala, es devastadora. Trae esos pensamientos malos, esas memorias que distorsionan cómo usted ve la vida, el enojo se sale de control, las emociones están fuera de control y usted entretiene ideas desesperadas para vengarse. Toda conversación se vuelve un foro para calumniar a la persona que usted odia, para difamarla e inclusive para mentiras. No, la falta de perdón es algo muy, muy severo. Lo va a esclavizar al dolor de su pasado y va a proveerle una amargura profunda.
Por otro lado, el perdón trae libertad total del pasado y de la amargura en el presente. Cuando usted estudia la Biblia, hay mucho en la Biblia acerca del perdón. De hecho, hay 75 palabras que describen de manera vívida el perdón en la Biblia. Permítame darle unas cuantas.
Perdonar es darle vuelta a la llave, abrir la puerta de la celda y dejar que el prisionero salga libre. Esa es una metáfora.
Perdonar es escribir en letras grandes en una deuda “no se debe nada”.
La Biblia dice que perdonar es golpear con el martillo en la corte y declarar “no culpable”
Perdonar es arrojar una flecha tan alto y tan lejos que nunca puede volver a ser encontrada.
Perdonar es sacar la basura y desecharla para que la casa quede fresca y limpia.
Perdonar es soltar el ancla y dejar que el barco esté libre para navegar.
Perdonar es conceder un perdón total a un criminal condenado y sentenciado.
Perdonar es aflojar la llave en contra de un adversario en una lucha.
Perdonar es limpiar una pared de grafiti, dejándola que se vea como nueva.
Perdonar es romper una vasija de barro en 1000 pedazos de tal manera que nunca puede volver a ser ensamblada.
Esas son algunas de las cuantas palabras en la Biblia que describen el perdón. El perdón es un acto y una actitud maravillosa, virtuosa, liberadora, amorosa. Tiene sentido perdonar. Es saludable. Es liberador. Es sensato. Alivia la tensión. Trae paz. Solicita el amor. Y de nuevo, lo repito, es el hombre mostrando su mayor nivel de nobleza. Es su gloria, ‘honra del hombre es pasar por alto la ofensa’.
Y debe decir algo: Ninguna relación puede sobrevivir la ausencia de perdón. Si usted no perdona continuamente, usted va a acumular amargura que va a destruir eso y va a destruir cualquier relación y toda relación. Ahora, hay algunas razones bíblicas, teológicas y espirituales por las que debemos perdonar. Y esta noche quiero hablarle acerca de ellas. Más allá de la mera virtud de la misma, más allá de la mera nobleza de perdonar, permítame mostrarle algunos de los motivos más contundentes para perdonar.
Número uno, y el tiempo va a determinar cuántas le voy a poder dar en esta noche, pero número uno y esto es realmente está en el lugar donde debe estar, el principio de la lista. El perdón es el acto más semejante a Dios que una persona puede llevar a cabo. El perdón es el acto más parecido a Dios que una persona puede llevar a cabo. Ningún acto es más parecido a Dios que el perdón. Nunca usted se parece tanto a él como cuando usted perdona a alguien que lo ha ofendido a usted.
El perdón es una promesa verbalmente declarada, que se concede de manera personal. Es una afirmación de amor inmerecido que afirma a un ofensor que no hay enojo, no hay odio, no hay deseo de venganza, porque la culpabilidad ha sido quitada, la culpabilidad, la responsabilidad, ha sido quitada. No hay autocompasión y no hay amargura. Y esa es precisamente la actitud de Dios hacia los pecadores. Dios en las Escrituras nos concede una promesa verbalmente declarada, dada de manera personal de amor inmerecido y que no nos hemos ganado que afirma que Él ya no está enojado, que Él ya no tiene odio ni tiene deseo de vengarse, que no habrá venganza, que no habrá condenación; porque la culpabilidad y la responsabilidad y la vergüenza han sido quitadas. Esa es la actitud de Dios hacia aquellos que creen en Él.
Escuche esta característica de Dios exaltada en las Escrituras. Éxodo 34, versículo 6: “Después Jehová pasó delante de él,” esto es Moisés, “y proclamó Jehová, Jehová Dios, misericordioso y compasivo, tardo para la ira y grande en misericordia y verdad, que guarda la misericordia hasta miles, que perdona la iniquidad, la transgresión y el pecado.” Eso es característico de Dios.
Y entonces, decimos que nunca nos parecemos tanto a Dios como cuando perdonamos. El Salmo 132: “Cuán bienaventurado es aquel cuya transgresión ha sido perdonada, cuyo pecado es cubierto. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no imputa iniquidad.” El Salmo 85 dice esencialmente lo mismo. El Salmo 130… A lo largo de las Escrituras leemos del perdón de Dios, que no se acuerda más de nuestros pecados. Que Él los sepulta en las profundidades del mar. Él los aleja tan lejos como está el este del occidente.
Pero si usted quiere la culminación del testimonio del perdón de Dios, usted sólo necesita leer la historia del hijo pródigo en Lucas 15. Ese hijo no era diferente de muchos hijos… Avaro, ansioso por tener sus manos en la riqueza que no se había ganado, insensato en términos humanos en la manera en que la ganó, menospreció a su padre, realmente odió a su padre. Salió para vivir con aquellos que lo explotaron y lo dejaron en las miserias de su propio pecado. Cuando el dinero se acabó, lentamente llegó al punto en el que entendió dónde se encontraba, mientras que alimentaba a los cerdos. Y su experiencia en una pocilga, en cierta manera, fue un espejo de su vida. Él despertó un día y dijo “los siervos de mi padre vive mejor que yo.” Y dijo “iré a mi padre”. Y él realmente no esperó el perdón. Él solamente quería decir qué vago había sido y pedir si podía ser un esclavo. Él no quería pedir ser un hijo, él pensó que había perdido eso. Lo único que quería era un techo sobre su cabeza y comer un poco mejor de lo que los cerdos estaban recibiendo. Y entonces, él comenzó en un camino de regreso.
Y usted recuerda la historia. Jesús usa esa historia para enseñarnos cómo perdonar. Usted no espera ni siquiera que el pecador llegue. Cuando usted lo ve venir de lejos, usted corre a su encuentro y cuando él comienza a decir que lo siente, usted lo calla con un abrazo y un beso y lo ama y le coloca el mejor atuendo y le coloca el mejor anillo en su dedo y saca la mejor carne del congelador y cocina la mejor comida que tiene. Prende la música, invita a los amigos y a la familia y orgullosamente lo invita para que de hecho sea su hijo que regresó. Así es como Dios perdona. De manera grandiosa, abundante, generosa. El Señor también nos advierte que actuar de esta manera va a hacer muy mal entendido y no va a ser valorado inclusive por la propia familia. Usted recuerda al hijo que no huyó, el que se quedó en casa, se enojó. Llamó a su padre un necio por perdonar a su hermano torpe que desperdició todo lo que tenía, quien debería haber sido enviado de regreso a pocilga que él mismo produjo por su insensatez. Y que no fuera perdonado.
Pero el padre perdonador sólo podía decir que él ama y siempre amaría al hijo. Aunque el hijo haya cometido ofensas serias en contra de él, lo perdona de manera plena y total por el mero gozo de la reconciliación, por la mera emoción de la restauración.
Jesús siendo ejecutado en la cruz dice “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.” Y Esteban, tan parecido a Dios, siendo aplastado bajo las piedras sangrientas que llegaban a su cuerpo dijo “Padre, no les cuentes este pecado.” Sir Thomas Moore fue el canciller de Inglaterra, después de haber sido juzgado en Westminster y condenado a muerte sin causa justa, le dijo esto a sus jueces conforme estaba en pie delante de ellos, y cito: “Así como el apóstol Pablo tenía la ropa de aquellos que apedrearon a Esteban a muerte, y así como ambos ahora son santos en el cielo y continuarán siendo amigos para siempre, así también yo ciertamente confío. Y por lo tanto, oraré y de todo corazón que aunque ahora ustedes señores han sido han sido jueces de mi condenación, no obstante, después con gusto nos encontremos en el cielo en salvación eterna,” fin de la cita. Eso es semejante a Dios. Tener un Espíritu perdonador así hacia sus ejecutores. Dios ha sido ofendido de manera abierta, total, descarada, blasfema y deshonrosa; y sin embargo, de manera anhelante, pronta y dispuesta perdona, simplemente por el mero groso y la gloria de la reconciliación.
Esto por cierto es el punto primordial de Pablo en Efesios capítulo 4, versículo 32: “Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo;” capítulo 5, versículo 1: “Sed pues imitadores de Dios.” Usted imita a Dios cuando usted perdona. Este es un llamado a ser semejante a Dios. Sea una persona perdonadora.
Es difícil destruir una relación si usted perdona continuamente toda ofensa. Colosenses 3:13, Pablo dice: “Soportándoos unos a otros y perdonándoos unos a otros, si alguno tuviere algo contra el otro, de la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros.” Es semejante a Dios el perdonar.
De regreso en Mateo, capítulo 5, usted recuerda las palabras conocidas de nuestro Señor Jesús: “Pero Yo os digo: amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, cuando hacen esto, son hijos de vuestro Padre.” Él perdona. Cuando usted perdona, usted es como Él.
Amados, en su matrimonio, ustedes se dirigen a un desastre terrible si continuamente acumulan hostilidad debido a las ofensas; si ustedes continúan permitiendo que esas amarguras se desarrollen. Pero cuando hay ofensa y hay perdón inmediato, está desapareciendo, se acabó. Ésa es la clave para cualquier relación. Hijos, lo mismo hacia sus padres. Padre, lo mismo hacia sus hijos. Hermano y hermana, hermano y hermano, hermana y hermana, es la misma situación… Perdón, perdón; porque eso es como Dios. Practique la virtud que es semejante a Dios.
En segundo lugar, al pensar acerca de los motivos para el perdón, no es homicidio únicamente lo que es prohibido por el sexto mandamiento; no es homicidio únicamente lo que es prohibido por el sexto mandamiento. El sexto mandamiento “no matarás,” involucra mucho más que tan sólo la idea del homicidio. Usted preguntará cómo se eso. Porque Jesús explicó esto de manera muy clara. Mateo capítulo 5, escuche los versículos 21 y 22. “Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio.” En otras palabras, si usted comete homicidio, usted ha cometido un crimen y usted depende del veredicto de la corte en contra de usted. “Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio;” En otras palabras, el punto no es sólo que Dios dice ‘no mates’ sino que implícito en ello está el motivo o la actitud que resulte en eso; esto es el odio. Jesús dice: ‘ni siquiera estén enojados con su hermano.’ “Y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego.” Fatuo era algún tipo de expresar maldición, tenemos varias maneras de expresar maldición en contra de la gente cuando la gente está enojada. Fatuo era uno de los tiempos antiguos. Necio, otro. Jesús dijo: “Cuando me refiero al mandamiento no matarás, me estoy refiriendo a todo eso… Todo eso.” Enojo, ira, malicia, falta de perdón, deseo de venganza, venganza, todo está incluido en el sexto mandamiento. Y lo vuelvo a decir, no es el homicidio únicamente lo que es prohibido por el sexto mandamiento. Todo enojo, toda ira, toda malicia, toda mala intención, toda amargura, todo eso.
Los rabinos y los escribas de la antigüedad, los que inventaron la tradición judía simplemente dijeron ‘no maten’, Éxodo 13. No maten. No cometan homicidio. Y sin embargo, estaban llenos de odio, enemistad, fealdad, amargura hacia el otro y Jesús dice “Toda persona que está enojada con su hermano merece ser llevada ante la corte.” De hecho, 1 Juan 3:15 lo dice de este modo: “Todo aquel que odia a su hermano es homicida… Es un homicida.”
De vez en cuando oímos acerca del homicidio matrimonial, oímos acerca de una esposa que mata a su marido, un marido que mata a su esposa o la ejecuta o planea algún tipo de muerte supuestamente accidental. Y se está volviendo más y más común ahora que lo que quizás era a medida que este odio no es refrenado y es alimentado por la cultura. Pero no es sólo eso lo que es menospreciado por Dios, es una actitud de odio. Es una actitud que dice… ‘No lo mataría, pero estoy seguro de dejarlo’. Es la actitud que dice… ‘Yo no lo mataría, pero me encantaría que estuviera muerto’.
Jesús, como puede ver, cuando dijo que aún si usted está enojado, si usted inclusive pronuncia una palabra de maldición hacia alguien o llama a alguien necio, usted es un homicida de corazón. Cuando él dijo eso, él hizo a un lado toda la justicia personal, él desenmascaró el corazón. Fatuo era algo calumniador que decir, una frase común sin ningún equivalente moderno fuera de que parece como si ese tipo de frases siempre quieren usar consonantes fuertes, un término de abuso y menosprecio, arrogante y odio. Necio era llamar a alguien impío, maldecirlo, decir: “eres lo suficientemente culpable como para irte al infierno”.
Ese tipo de actitud está involucrada en el sexto mandamiento. Y si usted ve a la persona que usted odia o tiene esta hostilidad y enemistad y amargura hacia esa persona y usted siente esas cosas en su corazón, usted es tan bueno como un homicida. Jesús dijo “Ama a tu enemigo como te amas a ti mismo.” Usted necesita ver al que usted no quiere perdonar como la creación de Dios. Y amar y perdonar a esa persona simplemente por aquello de Dios que hay en él. Y si él es un cristiano, él lleva la imagen moral de Dios; y si es un no cristiano, lleva la imagen natural de Dios de alguna manera en él. Vea la imagen de Dios en esa persona. Busque aquello que es noble, sin importar lo difícil que pueda ser algunas veces encontrar eso.
Si usted está enojado con alguien, Confiéselo como iniquidad. Si usted busca venganza hacia alguien, confiéselo como pecado. Reconozca que su falta de perdón es pecaminosa, es egoísta, que usted debe hacer a un lado su egoísmo porque es exactamente ese afecto inmerecido hacia usted mismo que hace agravar las fallas de otros que lo ofenden a usted. ¿Entiende eso? La razón por la que usted está tan enojado con lo que alguien le hizo a usted es porque usted tiene una opinión elevada de usted mismo.
Si usted realmente quiere saber lo que usted merece, es el infierno. Cualquier otra cosa es simplemente un beneficio. Sea lo suficientemente humilde como para que ninguna ofensa en contra de usted sea digna de odio. Toda ofensa en contra de usted es digna de perdón porque usted se ve a sí mismo como nada. Es lo opuesto de la autoestima. Todo lo que hace la secta de la autoestima es alimentar este monstruo dándole a la gente permiso de tener una perspectiva elevada de sí mismos, de tal manera que cualquier cosa en contra de ellos, en cualquier forma, sea trivial o mínima, es causa de gran gravedad y una ofensa justificable. Mate su egoísmo. Lo vuelvo a decir, es exactamente ese afecto inmerecido hacia usted mismo que hace que usted agrave las fallas de otros que lo ofenden a usted. Y esté consciente del hecho de que Dios lo ha mandado a que no sólo no mate sino a que no tenga una actitud homicida.
En tercer lugar, y este es un punto muy importante cuando usted habla de perdón. Usted debe recordar, en tercer lugar, que la persona que lo ha ofendido a usted ha ofendido aún más a Dios. La persona que lo ha ofendido a usted ha ofendido más a Dios. Algunas veces, oigo alguien decir “Ya me voy a salir este matrimonio, ya estoy hasta aquí, y no voy a tolerar un día más de esto. Ya no voy a vivir con esto.” Y creen que esa es la ofensa final en contra de ellos, cuando la realidad es que si ha habido pecado en la vida de esa persona que lo ha ofendido usted, ha ofendido a Dios mucho más de lo que lo ha ofendido a usted. Escuche, si Dios quien es el más santo, ha perdonado a aquel la ofensa mayor, ¿no puede usted, que es menos santo, perdonarlo a él esa ofensa menor? Sea lo que sea que ese cónyuge pecaminoso ha hecho en contra de usted, él o ella lo hecho en contra de Dios. Y Dios perdona de manera total, plena, libre, absoluta. Y si Dios, quien es el más santo y el más ofendido puede perdonar, ¿no puede usted, el menos santo y el menos ofendido, no perdonar?
Usted se acuerda cuando David pecó a involucrarse a sí mismo en una relación con Betsabé, asegurándose de que debido a que él la codició, su marido no regresara de nuevo a escena, él lo metió en una situación de compromiso en la batalla en donde básicamente perdió su vida y realmente hubo homicidio, así como también adulterio. Y usted se acuerda cuando David estaba recitando ante Dios su penitencia, dice en el Salmo 51: “Contra ti y contra ti solo he pecado.” Él tenía la perspectiva correcta. Si, él había ofendido a Betsabé, él había ofendido a Urías. Él había ofendido a la familia. Él había ofendido a la nación sobre la cual él era rey. Él había ofendido a su propia familia. Él había ofendido a sus propios amigos. Pero más que cualquier otra cosa, él había ofendido a Dios por su iniquidad terrible, terrible. Él dice en el Salmo 41:4: “Sana mi alma, porque contra Ti he pecado.”
Ahora Dios, es aquel en contra de quien se peca de manera más severa en cualquier situación. Cualquier pecado es sobre cualquier otra persona en contra Él de la manera más severa. Nosotros, francamente, somos incidentales. Entonces, ¿qué si me ofendió? Eso realmente es incidental cuando hablamos del punto más importante. Y Dios, quien es ofendido de manera más severa perdona con tanta disposición, ¿cómo es que nosotros, que somos ofendidos a un grado mucho menor, un grado mínimo, no podamos perdonar?
Entonces, perdonamos. Perdonamos porque nunca nos parecemos tanto a Dios como cuando perdonamos. Perdonamos porque Dios prohíbe el enojo, el odio y actitudes de venganza. Perdonamos porque Dios, quien es el más ofendido ha perdonado y nosotros, los que somos los menos ofendidos, ciertamente podemos hacer lo mismo.
Permítame llevarlo a un cuarto punto que simplemente expande el tercero. Es simplemente razonable que aquellos que son perdonados de los pecados mayores perdonen los menores. Ahora esto, yo sé, si usted piensa en eso, traerá a su mente Mateo 18. Entonces, vaya a Mateo 18. Y quiero recordarle de algo que usted y yo necesitamos recordar de manera periódica; y es esto: que cuando estamos delante de Dios antes de nuestra salvación, somos dignos de infierno eterno, ¿verdad? Porque si somos los enemigos de Dios, hemos ignorado a Dios. Hemos negado a Dios. No agradecemos a Dios. Hemos buscado la iniquidad. Y merecemos el infierno eterno. Pero Dios, en Su misericordia, perdona nuestras iniquidades que nos condenan al infierno. Él nos perdona pecado que está al nivel que nos enviaría al infierno para siempre y aún así no fuera expiado. Alguien podría pensar bueno, 50,000 años en el infierno serían suficientes en cierta manera para pagar mi pecado. Alguien más podría decir bueno, 50 millones de años podrían ser suficientes para pagar mi pecado. Pero la respuesta es que la eternidad no será suficiente para pagar por su pecado, usted estará ahí para siempre sufriendo. Así de serio es el crimen.
Tenemos crímenes en nuestro país y tenemos diferentes sentencias para esos crímenes. Si alguien comete un crimen menor, podrían ir a la cárcel de un día para el otro. Si alguien comete un crimen más serio, podrían ir a la cárcel durante 30 o 60 días. Si cometen un robo a mano armada, podrían estar ahí durante cinco años. Si cometen un homicidio de segundo grado, podrían ser 20. Si es homicidio premeditado de primer grado, podría ser de por vida. Y pensamos en eso como un crimen serio. Pero, ¿qué tipo de crimen es aquel que sólo puede ser pagado por el castigo eterno? Es algo aterrador. Y entonces, cualquiera de nosotros sin importar cómo nos evaluemos a nosotros mismos, cualquiera de nosotros, si no estamos en Cristo, perdonados por Dios, hemos ofendido tanto a Dios como para pagar esa ofensa con castigo eterno; así de seria es nuestra iniquidad. Y si usted mide la seriedad de la misma, sino fuera de otra manera por la paga, por el castigo que va de la mano con el crimen, ¿verdad?
Entonces, con usted vino a Cristo y usted fue perdonado, no fue algo pequeño. No fue como si el juez hubiera dicho: ‘bueno, usted merece 60 días en la cárcel, pero voy a perdonar su sentencia. O le voy a dar libertad condicional’. No fue como si el juez dijo: ‘bueno, merece 20 años, pero debido a que es su primera ofensa, le voy a poner a prueba y va a estar parcialmente encarcelado’. No fue así en absoluto. No fue como si usted mereciera estar en prisión de por vida y debido a alguna circunstancia seria o alguna enfermedad o algo que le pasó a su familia, usted tiene que cuidar de su familia hasta que muera. No fue así. Fue que usted tenía esta deuda masiva de iniquidad que no podía ser pagada en la eternidad de sufrimiento. Y Dios, en un momento, perdonó todo. Así es la magnanimidad del perdón.
Entonces, usted tiene que regresar a recordar de qué ha sido perdonado en Cristo. Y ahora, de regreso al cuarto punto. Es razonable entonces, que aquellos que son perdonados de los pecados mayores ciertamente puedan perdonar los menores, ¿verdad? Alguien lo ofendió... ¿en serio? Alguien lo ofendió… su marido lo ofendió, su esposa lo ofendió, sus padres los ofendieron a ustedes jóvenes o alguien más lo ofendió. ¡Oh, ya veo! Entonces, ¿vas a estar amargado y vas a vivir con una actitud vengativa, de odio, de resentimiento y vas a hacer que esas personas paguen por lo que te hicieron a ti y tú eres cristiano? ¿Usted va a asegurarse de que su cónyuge sienta el dolor de su enojo por lo que él o ella le hizo a usted? Usted, quien estuvo delante de Dios con el peso del pecado que inclusive una eternidad de dolor no podía eliminar y a usted se le perdonó todo eso en una milésima de segundo, ¿usted no va a perdonar a persona por esta ofensa trivial? Ése es el punto entero de la parábola al final de Mateo 18.
Algunas personas son traídas ante el rey. Le deben una deuda enorme que nunca podían pagar. Él los perdona. A uno de estos hombres se les perdona esta deuda enorme impagable, la cual es la descripción del castigo eterno y nuestro peso del pecado y él es perdonado, él acepta el perdón. Sale y encuentra un hombre que le debe unas cuantas semanas de sueldo y estrangula al hombre. Le dice que quiere que le pague, que quiere que le pague y el hombre no puede pagar; entonces es enviado a la cárcel. Es inconcebible. Los discípulos están realmente boquiabiertos ante esto. No lo pueden creer. Estoy seguro de que cuando Jesús presentó la historia, los habrá sacudido de manera absoluta hasta lo más íntimo de su ser el hecho de que a alguien se le perdonara tanto y después se diera la vuelta y no perdonara a alguien tan poco. ¿Y no es exactamente lo que hacemos todo el tiempo? ¿Todo el tiempo?
Hemos sido perdonado por Dios de una deuda impagable, inconcebible. ¿No perdonaremos las deudas menores que otros nos deben? En su matrimonio usted necesita apresurarse a perdonar lo más rápido que pueda, inclusive cuando la ofensa se está llevando a cabo, todos sus pensamientos debe estar dirigidos hacia el perdón. ¡Qué ingratitud tan insensible tuvo este siervo en Mateo 18 y lo demuestra, a quien se le perdonó esta deuda impagable y después salió corriendo y encontró a alguien y no lo perdonó! ¿Es usted una corte más elevada que Dios? ¿Es usted más digno que Dios? ¿Tiene usted un derecho de aferrarse a su hostilidad y enojo que Dios no tiene? ¿Tiene usted una ley más demandante que la de Dios? ¿Es usted más digno que un mejor trato que Dios? ¡Es inconcebible!
Una quinta razón para perdonar. El que no perdona, no disfrutará del amor de otros cristianos. El que no perdona, no disfrutará del amor de otros cristianos. Permítame decirle lo que sucede en un matrimonio, sucede todo el tiempo. La esposa dice “estoy hasta aquí de este hombre, se acabó, ya no voy a tolerar esto más, ya no lo voy a perdonar. He perdonado lo suficiente, ya no lo volveré a perdonar. Ya acabé con este hombre. No tengo nada sino resentimiento, hostilidad, odio, amargura y estoy hasta aquí.”
¿Sabe lo que sucede? Inmediatamente, hay una destrucción del matrimonio e instantáneamente la pérdida de comunión cristiana. Usted está fuera de la iglesia inmediatamente, ¿verdad? Y en cuestión de meses, ¿adivine qué? En un servicio de comunión su nombre es leído por mí o por otro pastor, ¿no es cierto? Porque usted dejó al matrimonio sin ninguna justificación. Usted pierde la comunión, la iglesia realmente se vuelve su juez.
Eso es exactamente lo que sucede en la parábola de Mateo 18. Observe el versículo 31, el hombre trata de obtener su dinero de este hombre quien le debe unos cuantos meses de sueldo, realmente. Lo arroja a la prisión. Y el versículo 31 dice: “Y cuando sus consiervos vieron lo que pasó, estaban profundamente entristecidos y vinieron y le reportaron a su amo todo lo que había pasado.” ¿Sabe una cosa? No podían creer que el hombre hiciera esto, no podían creer el grado de falta de perdón. Los sacudió. ¿Y adonde fueron? Fueron al rey. Fueron a su señor. ¿Sabe una cosa? ¿Sabe lo que sucede? Cuando usted no perdona, usted pierde la comunión. Y la comunión, por así decirlo, va al cielo para entregarlo. Usted se aísla de la comunión, se distancia del cuerpo. Usted es levadura, usted es pecaminoso, usted es una mala influencia. La Iglesia no que esté con ellos si usted se va a conducir así. Y el aislamiento de otros en la vida de la Iglesia lleva a más pecado.
La secuencia sigue así: ‘Estoy hasta aquí, no quiero estar con ella más, me voy de aquí. No lo voy a tolerar. Ya no aguanto más. Me voy a salir de esto.’ Inmediatamente, usted se sale de esto y la Iglesia se vuelve a Dios y comienza a clamar a Dios por usted, se lleva a cabo la disciplina, la Iglesia lo busca, usted no se arrepiente y lo siguiente que sucede fuera de la comunión es que usted es entregado ¿a quién? A Satanás. Primera de Corintios 5, y lo siguiente que usted sabe es que usted está en un amorío y ese espiral descendiente continúa hacia abajo.
El aislamiento de otros en la vida de la Iglesia resulta en pecado serio. Hebreos 10:24 dice que necesitamos estar juntos para estimularnos de manera mutua. Necesita la vida del pueblo de Dios. Y estos amigos se volvieron en contra del hombre que no perdonó y lo entregaron a Dios. Ellos oraron, literalmente, implementaron la disciplina de la Iglesia, lo entregaron al señor, quien entonces lo entrega a los ejecutores.
Y eso nos lleva el sexto punto, el no perdonar resulta en disciplina divina. ¿Qué le pasó a este hombre? Versículo 32, el rey lo llama y le dice: ‘Siervo impío, toda esa deuda te perdoné porque me pediste. ¿No deberías haber tenido tú también misericordia de tu siervo así como yo tuve misericordia de ti?’” Es increíble que no la tuvo. “Y su señor, ahora movido con enojo, lo entrega a los atormentadores hasta que pagara todo lo que le debía. Así también mi Padre celestial hará con cada uno de vosotros si no perdona a su hermano desde el corazón.”
¿Qué es lo que está diciendo? Si usted no perdona otro, entonces el Señor lo va a entregar a los atormentadores. ¿Qué es eso? Disciplina, disciplina seria, torturas, tormentos, puede ser estrés, dificultad, enfermedad. Santiago 2:13 dice lo mismo: “Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no muestra misericordia.” “Bienaventurados los misericordiosos, Mateo 5:7, porque ellos recibirán misericordia.” Si usted no tiene la misericordia del perdón, Dios lo va a entregar a los atormentadores.
Entonces, ¿qué sucede? Usted ha destruido su matrimonio. Usted ha destruido su relación con la Iglesia. Usted ha descendido en ese espiral descendiente hacia la iniquidad. Y ahora, viene la disciplina divina.
Varias personas en mi vida me han dicho ‘yo no voy a vivir ya con esta persona. Prefiero arriesgarme a lo que Dios me pueda hacer que a vivir con esta persona’. Bueno, realmente usted no se está arriesgando con Dios, está garantizando lo que va a pasar… Disciplina… Disciplina
Una séptima razón para el perdón. El que no perdona, no será perdonado. El que no perdona, no será perdonado. Regrese a Mateo capítulo 6 y esto va de la mano con el punto que acabamos de ver en esa parábola, que si usted no perdona a otro, el Señor lo va a disciplinar a usted. Esta es otra manera de verlo pero enfatiza un aspecto un poco diferente. El que no perdona, no será perdonado.
Observe Mateo 6, y en el versículo 12 parte de lo que Él les enseña a orar es esto: “Y perdónanos nuestras deudas” o perdónanos nuestras transgresiones, como los otros registros de los Evangelios lo presentan, “como también hemos perdonado a los que nos ofenden, nuestros deudores.” Ahora, ahí usted tiene una afirmación que es bastante clara. Perdónanos, Dios, así como hemos perdonado a otros.
Ahora, pase los versículos 14 y 15: “Porque si vosotros perdonáis a los hombres sus transgresiones, tu Padre celestial también os perdonará, pero si no perdonáis a los hombres, entonces vuestro Padre no perdonará vuestras transgresiones.” ¡Hombre, esto es poderoso! Si usted perdona, será perdonado. Dios tratará con usted de la manera en la que usted trata a otros.
Usted dice ‘bueno, ¿está hablando aquí del hecho de que podrías perder tu salvación e irte al infierno?’ No, tenemos el perdón eterno en nuestra justificación. Eso establece el tema de nuestro futuro. El perdón temporal lo necesitamos en nuestra santificación y eso se encarga de nuestra bendición en el presente, en la actualidad.
El punto aquí simplemente se este: que Dios no perdonará su pecado en el sentido de que esté libre de la disciplina y reciba la bendición.
¿Sabe usted lo que le pasa como creyente cuando peca? Usted se involucra en pecado prolongado, no es que de pronto va a perder su salvación y se va a ir al infierno. Pero le voy a decir lo que sucede. Usted comienza a ser disciplinado y pierde la bendición. El perdón eterno está cubierto, pero aquí y ahora el perdón temporal que contiene la disciplina y derrama la bendición no va a ser de usted.
He visto esto lo largo de los años como pastor. He visto a muchas personas. He visto a personas con vaciedad en sus vidas, con una sequedad terrible, con una vida insípida, gente con falta de gozo, falta de poder, una falta de relaciones matrimoniales significativas; y realmente, creo que con mucha frecuencia se debe al hecho de que no hay perdón hacia el pecado en sus corazones hacia una persona en su familia. Y cuando no perdona, Dios continúa disciplinando y la vida es miserable y la bendición no está ahí.
Si hay algo que yo quiero de la vida es la bendición de Dios. Digo, supongo que podría llegar al punto de decir que yo viviría con cualquier persona si pudiera tener la bendición de Dios. Eso es lo que yo buscaría sobre cualquier otra cosa. Y humillarme a mí mismo y aceptar alguna dificultad en la vida humana para tener el gozo del cielo es una alternativa simple para mí.
Ahora, debemos perdonar porque es parecido a Dios cuyos hijos somos. Está prohibido el no perdonar en el mandato de no matar. No cometer homicidio. Debemos perdonar, porque el más santo perdona ¿y acaso nosotros, que somos los menos santos no debemos perdonar? Debemos perdonar porque se nos han perdonado los pecados mayores en contra de Dios, ¿acaso no vamos a perdonar lo que son menores en contra de nosotros? Debemos perdonar porque de otra manera perdemos la comunión y el amor de los hermanos; y seremos disciplinados. Y si no perdonamos, Dios no nos perdonará.
Número ocho, le voy a dar unas cuantas más, la ausencia de perdón nos descalifica para adorar. La ausencia de perdón nos descalifica para adorar. De hecho, la adoración se vuelve una forma de hipocresía. Mateo 5, de nuevo versículos 23 y 24: “Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti,” vienes a adorar a Dios, claro, en un contexto judío en este Evangelio, “deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.” Muy, muy básico. No te acerques a Dios con la intención de adorar si hay un problema que no ha sido resuelto con otro cristiano. La reconciliación debe preceder a la adoración. Aún si nosotros no estamos enojados. Si Él estado enojado con nosotros, debemos perdonar de manera libre en el corazón y hacer lo que podamos por corregir la situación. Como puede ver, si hay una iniquidad en usted, dice en el Salmo 66 que el Señor no lo va a oír a usted. Entonces, usted viene a adorar y el cielo no responde si su corazón no está bien. La ausencia del perdón lo descalifica para adorar. Hombre, esto es serio… Realmente serio.
Número nueve, y simplemente una más después de ésta, número nueve, no perdonar es usurpar la autoridad de Dios. Y supongo que este es el viaje del ego definitivo. Si usted no perdona, entonces usted se está colocando como el que tiene en la mano la espada del juicio divino. Usted está diciendo ‘bueno Dios, quizás Tú estés dispuesto a perdonar, pero yo no’. Le quitas la espada de la mano de Dios y tú decides usarla. Tú te encargas de la venganza privada. ¡Qué audacia a la luz de Romanos 12, donde Dios dice ‘Mía es la venganza, Yo daré el pago’! Tú le dejas esto a Dios. No tienes que estar buscando la venganza con todo el mundo. No tienes que devolverle lo que tú crees que ellos merecen; ese no es tu trabajo.
Si tu enemigo tiene hambre, ¿qué? Dale de comer. Y si tiene sed, dale de beber y simplemente acumularás ascuas de fuego sobre su cabeza. Ascuas o carbones de convicción, por cierto. Vence su maldad con el bien y recuerda esto: nunca te vengues, Romanos 12:19, deja el lugar para la ira de Dios porque escrito está: Mía es la venganza, Yo daré el pago, dice el Señor.” Dios se va encargar de la venganza.
¡Qué audacia es que usted tome la espada! “Yo le voy a dar a ese hombre lo que merece. Yo voy a incrementar el dolor. Yo seré el juez. Dios es demasiado lento. Dios es demasiado tolerante. Dios es demasiado paciente. Él es demasiado injusto. Él es demasiado indiferente. Él es demasiado débil. Él no está haciendo nada. Dame esa espada, yo me voy a encargar de esto.” ¡Qué actitud tan blasfema! Sólo Dios puede enfrentar el pecado. Él tiene el entendimiento verdadero y perfecto de la ofensa y usted no, usted está limitado. Él tiene el estándar más elevado. El de usted es más bajo. Él tiene la autoridad sin límite. Usted no tiene autoridad. Él es imparcial. Usted no lo es. Él es omnisciente y eterno, Él ve el fin desde el principio. Usted no ve más allá del momento, usted no ve a largo plazo. Es ignorante. Él es sabio y bueno y actúa en santidad perfecta. Y usted está cegado por el enojo. Ahora, dígame usted, ¿quién debe tener la espada? No tiene sentido para usted o para mí que seamos el juez. No estamos calificados. Y cuando usted, por así decirlo, le quita la espada de la mano a Dios y no perdona, usted usurpa Su autoridad.
Un punto final que clama a nosotros para que perdonemos. Este es un punto muy importante. Podría ser un mensaje entero, una serie entera. Las ofensas en contra de usted son sus pruebas. Las ofensas en contra de usted son pruebas para usted. Escuche con atención, y mediante esas pruebas, ¿qué es lo que Dios está haciendo? Lo está perfeccionando. “Tened por sumo gozo, hermanos, cuando os halléis en diversas pruebas porque la prueba de vuestra fe lleva a cabo una obra perfecta.” Primera de Pedro 5:10: “Después de que habéis sufrido por un poco de tiempo, el Señor os perfeccione.” Segunda de Corintios 12, simplemente una porción absolutamente magnífica de las Escrituras. El apóstol Pablo habla de su aguijón en la carne, su aflicción, su insulto, su persecución, dificultades y dice: “Estoy contento con todo esto porque cuando soy débil, entonces soy” ¿qué? “que fuerte.” Su poder es perfeccionado en mi debilidad. Su gracia es suficiente en mis debilidades.
Permítame decirle algo. Usted podrá pensar que tiene un matrimonio difícil. Podrá pensar que tiene una situación difícil, jóvenes con sus padres. Podrá pensar que tiene conflicto en el hogar. Permítame decirle esto: sus ofensas, las ofensas que son cometidas en contra de usted son las pruebas mismas que Dios usará para hacerlo como Su Hijo. No huya de ellas. La crítica, las injusticias, las ofensas, las persecuciones, los maltratos son para el propósito de su madurez espiritual. No huya de ese proceso. Quédese ahí… Quédese allí. Aún si su vida entera, quizás se da cuenta que pudo haber encontrado a alguien más que hubiera hecho su vida más feliz, si usted responde al estrés y a la dificultad de manera apropiada, esas pruebas lo harán como Cristo y ésa es la meta más noble de todas…
No se preocupe mucho por sus heridas personales y preocúpese mucho por su santidad personal. Recuerde que en sus pruebas, Dios está operando haciéndolo a usted fuerte y santo. Y cuando todo es dicho y hecho, lo que mantiene a una relación unida es el perdón, porque vamos a fallar y vamos a ofender y vamos a herir y nos va a doler. Pero en donde hay perdón instantáneo y total y constante, la relación se mantiene unida. Y Dios es honrado y la bendición es derramada.
Al final, la teología bíblica del perdón es resumida en un pasaje. Pasea 1 Pedro 2, vamos a cerrar con este pasaje. Primera de Pedro 2:19: “Porque esto merece aprobación,” por supuesto con Dios, “si alguno a causa de la conciencia delante de Dios, sufre molestias padeciendo injustamente.” Dios realmente se agrada cuando usted sufre de manera injusta y lo soporta. “Pues ¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis?” No hay crédito cuando usted sufre por su pecado. No hay favor con Dios en eso. Pero cuando usted sufre por hacer lo correcto y sufre, tolera, ese sufrimiento trae favor de Dios. “Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios.”
¿Quiere encontrar favor con Dios? Entonces, sufra un poco. Así es la vida. Y luego él dice: “Pues para esto fuisteis llamados.” ¡Oye!, ¿Quieres decir que tiene que ser así? Sí, tiene que ser así. Mundo caído, cónyuges caídos, padres caídos, hijos caídos, amigos caídos, familia caída, tiene que ser así. En cierta manera, han sido llamados para este propósito. Y Cristo, nuestro amado Cristo, nos dejó un ejemplo cuando Él sufrió de manera injusta y no cometió pecado ni se halló engaño en Su boca. “…porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis Sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en Su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente.” Él simplemente continuó sometiéndose a Dios. Todo fue injusto, pero nunca se vengó. Él simplemente se entregó a Dios y continuó llevando nuestros pecados en Su cuerpo en la Cruz.
Y éste es el modelo. Nunca nadie sufrió al grado que Jesús sufrió. Perfecto, sin pecado, nunca cometió pecado, nunca hubo engaño en Su boca y sin embargo, Él sufrió más que cualquier otro hombre. Y Él no mereció nada de esto. Y en el medio del sufrimiento, nunca se vengó, lo aceptó y simplemente, se encomendó a Dios para cumplir los propósitos que Dios tenía en mente. Deje que Dios lo perfeccione a través de sus pruebas.
El perdón trae el cielo a la tierra. El perdón coloca la paz del cielo en el corazón pecaminoso. El perdón es la imagen de Dios. El perdón es la extensión del Reino de Cristo. El perdón es lo que hace que una relación dure. Oremos.
Padre, Te damos gracias en esta noche por este estudio más bien rápido y sin embargo, uno tan importante del tema del perdón. Sería el clamor de nuestro corazón y nuestra oración que tengamos la gracia para perdonar así. Concede eso a aquellos que nos rodean para que nos perdonen así como nosotros los perdonamos con disposición. Oh Dios, llénanos del gozo del perdón. Llénanos de una disposición a pasar por alto toda transgresión. Que seamos esos que son nobles, que pasan por alto con disposición toda ofensa. Nunca somos tan parecidos a Ti, nunca cumplimos tan bien Tus mandatos como cuando perdonamos. Y concédenos en la dulce, dulce comunión de corazones perdonadores, matrimonios llenos de bendición y familias llenas de bendición. Para la gloria de Cristo, en cuyo nombre oramos. Amén.
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