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Como ustedes saben, fue el domingo por la noche pasado que llegamos al mensaje final en la epístola de Judas. Esa declaración maravillosa, con la cual Judas cierra su carta. “Y aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén. Y, Judas cerró su epístola con esa gran declaración, de que somos guardados sin caída. Somos guardados por Dios, y por lo tanto, Dios merece toda la gloria.

Y, eso nos llevó a una doctrina que es conocida como “la perseverancia de los santos”. La perseverancia de los santos. Los verdaderos creyentes perseveraran en la fe, hasta el final. Con frecuencia esa doctrina es llama la doctrina de la “seguridad eterna”. Algunas veces, en cierta manera, es expresada de una manera breve con la frase, “Una vez salvo, siempre salvo”. Y claro, todas esas cosas son verdad.

Y, quiero que entienda usted que esta es una doctrina histórica. Le señale la última vez que es el componente más importante de la salvación. Porque si la salvación no fuera permanente, entonces la doctrina de la elección sería cuestionada. La doctrina de la justificación sería cuestionada. La doctrina de la santificación sería cuestionada. Y, la doctrina de la glorificación sería cuestionada. El llamado de Dios sería cuestionado. Y, por lo tanto, la obra del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo sería también cuestionada.

Y entonces, lo que hace, del todo de las doctrinas de la salvación, el llegar a unirse y mantenerse unidas, es la naturaleza eterna de la salvación, la perseverancia de los santos. Y, esta ha sido la doctrina histórica de la verdadera iglesia.

El año fue 1644, el lugar fue Westminster, Abbey, la Abadía de Westminster. Esa iglesia de Londres tan famosa. El recinto adentro de la Abadía era llamada, “El Salón de Jerusalén”. La congregación ahí en el año 1644, fue una congregación, una junta de las mejores mentes teológicas, y de los más grandes eruditos bíblicos en Inglaterra. Los puritanos eran la fuerza dominante ahí. Los puritanos bien conocidos, amantes de las Escrituras, amantes de Dios, amantes de Cristo, amantes de la verdad. Y, estos puritanos, se reunieron unos cien de ellos, con señores y gente común y corriente. Ahí estaban todos juntos. Y, se embarcaron en un esfuerzo de cinco años, cinco años de estudio intenso de la Escrituras. Cinco años de diálogo intenso. Cinco años de un esfuerzo de erudición intenso. Cinco años de discusión. Cinco años para producir una declaración doctrinal.

Cinco años más tarde, en el año de 1649, terminaron su tarea, y produjeron lo que es conocido como “La Confesión de Fe de Westminster”. La confesión de fe de Westminster. Puritanos bien conocidos, como Thomas Goodwin, James Usher, Jay Lightfoot, Samuel Rutherford, Jeremías Burroughs, y el presidente del grupo, el que guió el grupo, un hombre llamado Twisse. T-W-I-S-S-E. Laboraron durante estos cinco años, para producir lo que ha llegado a ser el credo cristiano más importante, conocido como, “La Confesión de Fe de Westminster”.

En ese credo, entre otras cosas, hay una declaración acerca de la seguridad de la salvación. Acerca del hecho de que la salvación es eterna. Esto, ellos estaban convencidos que era lo que la Biblia ensenaba. No lo llamaron la seguridad de la salvación. De hecho, la llamaron la perseverancia, y la nombraron de manera correcta. En La Confesión de Westminster de Fe, hay una declaración breve y no ambigua.

La confesión dice esto, y cito: “Aquellos a quienes Dios ha aceptado en su Hijo amado, llamado de manera eficaz y santificado por su espíritu, no pueden de manera total ni final, caer de un estado de gracia. Si no que ciertamente perseverarán hasta el final en ese estado, y serán salvados eternamente”. Fin de la cita.    

Esa es la declaración expresada de manera precisa y resumida, esa declaración que expresa lo que la Biblia enseña acerca de la perseverancia de los santos en la Confesión de Westminster. Y francamente, esa declaración no necesita ser mejorada, no necesita ser alterada. Así como se expresó, expresa de manera precisa lo que la Biblia enseña. Cualquier persona que ha sido aceptada en el Hijo amado de Dios, llamado de manera eficaz a la salvación, y santificado por el Espíritu, no puede de manera total ni final, apartarse o caer de ese estado de gracia. Si no que ciertamente perseverará en ese estado de gracia hasta el final, y será salvado eternamente.

Esto, claro, es apoyado por muchas, muchas escrituras. No es como si tuvieran que haber buscado por mucho tiempo, para encontrar pasajes de las Escrituras. Esta fue una de las cosas en las que estuvieron involucrados, aclarando a lo largo de esos cinco años. Pero, pasajes, por ejemplo, como Juan 5:24: “De cierto, de cierto os digo: Que el que oye mi palabra, y cree en el que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida”. Juan 3:16 y 18: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, sino tenga vida eterna. El que en él cree, no es condenado o es juzgado”.

Otros pasajes que quizás no son tan bien conocidos, Juan 6:37: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mi viene, ciertamente no le echaré fuera. Porque Yo he descendido del cielo, no para hacer mi propia voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y esta es la voluntad del que me envió, que de todo lo que Él me ha dado, yo no pierda nada, sino que lo resucite en el día postrero. Esta es la voluntad de mi Padre.; que todo el que ve al Hijo y cree en Él, tenga vida eterna; y yo mismo lo resucitaré en el día postrero”.

Ahí está ese texto monumental, en el cual vemos que nadie se pierde ahí en las grietas, en el proceso de la salvación. A quien el Padre escoge, Él atrae. A quien Él atrae, Él atrae a Cristo. Y, todo aquel que es atraído a Cristo, viene, y cuando él viene, Cristo lo recibe, lo guarda, y lo resucita en el día postrero. Lo mismo es expresado de otra manera por parte de Jesús, en Juan capítulo 10 versículos 27 al 29.

“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y nunca perecerán, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre uno somos”. Indicando la seguridad del creyente. Él sabe quiénes somos. Él nos guarda en su mano. El Padre nos guarda en su mano y nadie nos puede sacar.

Muchas otras escrituras son dignas de nuestra atención. Pienso en Juan 4:14: “Todo aquel que bebe del agua que yo le daré, nunca tendrá sed; pero el agua yo le daré se convertirá en él una fuente, un manantial de agua que lleva la vida eterna”. Una vez que el manantial es abierto, nunca se seca. Es un manantial de vida eterna. En 1 de Corintios capítulo 1, leemos que aquellos que están en Cristo, versículo 8, 1 de Corintios 1, “son confirmados hasta el fin, irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo”. Somos confirmados hasta el fin, encontrados irreprensibles, hallados irreprensibles en el fin. Bueno y, ¿qué pasa si pecamos? Bueno, pecamos. Pero, nuestros pecados habiendo sido cubiertos por Cristo, nos dejan irreprensibles.

Y, el versículo 9 tan importante: “Dios es fiel, a través de quien fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor”. Dios es fiel, quien les llamó para confirmarlos hasta el final, y llevarlos hasta ser irreprensibles, y los llevó a ser irreprensibles a su presencia eterna.

Y, de nuevo, 1 Tesalonicenses 5:23 y 24: “Ahora el Dios de paz mismo os santifique por completo; y todo vuestro espíritu, alma y cuerpo, sean guardados completos, irreprensibles hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo”. Esta es la firme afirmación de que el Dios que nos santificó, nos preservará completos, intactos, irreprensibles de nuevo, en la venida de nuestro Señor Jesucristo. El siguiente versículo, el versículo 24 dice: “Fiel es el que os llama, el cual también lo hará”. Él fue fiel en llamarlo a usted a la salvación, y Él será fiel en preservarlo hasta que esa salvación sea completada.

Y, le recuerdo de nuevo de 1 de Juan 2:19: “Salieron de nosotros, pero realmente no eran de nosotros; porque si hubieran sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; y salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros”. Los verdaderos creyentes se quedan y permanecen, no porque tienen el poder por sí mismos de hacerlo, no. Es así como lo señalé la semana pasada. Si no porque el mismo Dios que los llamó, el mismo Dios que los justificó, el mismo Dios que los está santificando, ha prometido glorificarlos.

La Confesión de Westminster de manera precisa, afirma que la fe salvadora no puede fallar. No puede fallar. Y, en este punto, creo que es crucial que nosotros entendamos lo que la perseverancia de los santos no significa. Esto nos ayudará a entender lo que significa.

En primer lugar, no significa que los cristianos nunca fallan. No significa que los cristianos no fallan de manera seria y de manera severa en sus vidas cristianas. Fallamos. Lo que significa, es lo que la confesión dice que significa. No fallan de manera completa o final. Fallar sí. Fallar severamente, sí. Fallar repetidamente, sí. Fallar completamente, no. Fallar finalmente, no.

La Confesión de Westminster, procedió a decir esto y vuelvo a citar: “No obstante, los creyentes pueden a través de las tentaciones de Satanás y del mundo, a través de la prevalencia de la corrupción que permanece en ellos, a través del descuido de sus medios de preservación, caer en pecados terribles, y por un tiempo continuar en ellos. Mediante los cuales provocan el desagrado de Dios, y entristecen a su Espíritu Santo. Y, llegan a ser privados de alguna medida de sus gracias, y comodidades, y sus corazones se endurecen, y sus conciencias son heridas, y lastiman y escandalizan a otros, y traen juicio temporal sobre sí mismos”. Fin de la cita.

Y, los escritores de la Confesión de Westminster, entendieron que esto no quiere decir que somos perfectos. Decir que perseveramos, no quiere decir que somos perfectos. Hay corrupción que permanece en nosotros. Existe el descuido de los medios de la gracia. Tropezamos en pecados terribles y continuamos en ellos durante un tiempo. Provocamos el desagrado e Dios, entristecemos al Espíritu, y traemos sobre nosotros mismos la privación de algunas medidas de gracia y consuelo, y comodidad. Existe la realidad del pecado que endurece el corazón y la conciencia herida que no funciona como debe. Existe la realidad de herir y escandalizar a otros en la iglesia, y afuera, y traer sobre uno mismo juicios temporales, y disciplinas temporales.

En otras palabras, la perseverancia no significa perfección. Esto no es lo que estamos diciendo. De hecho, no hay perfección aquí en absoluto. Y entonces, de esta manera en un sentido describe a todos nosotros a un grado u otro. Y entonces, cuando decimos que los creyentes perseveran, no estamos hablando de perfección, no estamos hablando de alcanzar un estado de perfección. Estamos hablando de perseverar en la fe, y no algo que está aislado del fracaso.

En segundo lugar, es importante entender que no solo la perseverancia no significa perfección, si no que tampoco significa que cualquier persona, y toda persona que entre comillas “acepta” a Cristo, puede entonces vivir como quiera, sin temor alguno del infierno. No es suficiente tener una fe superficial en Cristo. No es suficiente tener un compromiso superficial con Cristo, un interés superficial en Cristo. No es suficiente tener ciertos buenos sentimientos hacia Jesús, y hacer un compromiso momentáneo con Él. Eso no es lo que la Confesión de Westminster estaba diciendo.

Y, esa es la razón por la que – y, esto es importante – la manera correcta de describir esta doctrina es, “la perseverancia de los santos”, en lugar de “la seguridad eterna”. No es solo que estamos eternamente seguros, es que estamos eternamente seguros, debido a que nuestra fe persevera. En Juan 8:31 y 32 Jesús dijo: “Ustedes son verdaderamente mis discípulos, si perseveran en mi Palabra”. Los verdaderos discípulos continúan en la fe y no viven como incrédulos.

Respaldados por sus frutos, ustedes pueden conocerlos. Porque como Efesios 2 dice: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y eso no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”. Pero, aunque su salvación no es por obras, el resultado de su salvación son las obras. “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”.

Una persona que entre comillas “ha aceptado” a Jesús, tomó una decisión hacia Jesús, repitió una oración, y procede a vivir en un patrón de vida pecaminoso, sin temor alguno del infierno, porque cree que está eternamente seguro, está engañado. Esa es la razón por la que tenemos que tener cuidado cuando hablamos acerca de la doctrina de la seguridad eterna. Como si una oración hace que usted esté seguro para siempre. Y por cierto, esto es lo que es enseñado por muchas personas. Todas esas personas que niegan la doctrina del Señor, de Cristo, todas esas personas de no-Señorío, afirman que una oración repetida o hecha en una ocasión hace que usted esté eternamente seguro sin perseverar. Esa es una representación equivocada de lo que las Escrituras enseñan. Y, esa es la razón por la que yo escribí el libro, El Evangelio según Jesucristo. Y, el seguimiento de ese libro, El Evangelio según los Apóstoles. Eso no es verdad.

Entonces, hablar de la seguridad del creyente, no está en sí mismo mal, estamos seguros. Pero, la otra expresión es más cuidadosa y es más precisa. No es verdad que alguien está seguro sin importar cuánto viven en pecado, cuánto se han vuelto contra Cristo. E inclusive lo han negado de manera abierta, como muchos han dicho. La seguridad es simplemente una realidad debido a la perseverancia. Un creyente puede pecar, como he dicho, puede pecar seriamente, puede pecar repetidamente, pero, él no se va a entregar a sí mismo al pecado. Él no va a estar otra vez bajo el dominio total del pecado. Él no va a estar otra vez bajo el dominio total del pecado. Él no va a perder la fe en Cristo. Y, él no va a negar a su Señor y el Evangelio.

Ningún verdadero creyente va a darle la espalda a la santidad, y va a abrazar al pecado al mismo tiempo.1 Juan 3:10, muy simple. “Por esto los hijos de Dios y los hijos del diablo son obvios; cualquiera que no practica justicia, no es de Dios”. Es así de simple. Cualquier persona que no practica justicia, no es de Dios. Y, el versículo previo dice: “Ninguno que es nacido de Dios practica el pecado”. No es el patrón no quebrantado de su vida. Entonces, no es suficiente decir que si usted hizo una oración en una ocasión, tomó una decisión en una ocasión, sin importar cómo vive, sin importar cuál es su patrón de vida, sin importar si niega a Cristo más adelante, usted todavía está eternamente seguro. No. La doctrina de la seguridad del creyente está ligada a la fe perseverante del creyente.

La doctrina de la perseverancia entonces es esto. En la salvación, a usted se le dio una fe sobrenatural por parte de Dios, para creer el evangelio, para creer el testimonio del Espíritu Santo acerca de Cristo. Y por lo tanto, para creer en Cristo, y habiendo venido a Cristo, usted ha llegado a conocer al Dios vivo y verdadero. Esta fe es un regalo sobrenatural que Dios le dio a usted. Es un regalo de gracia y es un regalo de misericordia.

De nuevo, Efesios 2:8 y 9: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, es don de Dios”. La gracia es de Dios y también la fe. Y, ¿qué tipo de fe le da él a usted? ¿Una fe temporal? Si la fe salvadora es un regalo de Dios, entonces, ¿qué tipo de regalo Dios le da a usted? Él no le va a dar un regalo de fe temporal. Y, si su salvación depende de una fe humana, le prometo que va a morir. Y, eso es lo que yo dije la semana pasada. Si pudiéramos perder nuestra salvación, la perderíamos.

Esta es la razón por la que Jesús dijo: “El que perseverare hasta el fin, el mismo será salvo”. Usted puede identificar a los salvos. Usted puede saber quiénes son los que van a entrar a la salvación plena en la siguiente vida. Son aquellos cuya fe soporta, persevera hasta el final, porque es una fe que persevera. Ese es el tipo de fe que Dios da. Muy diferente que la fe humana. Muy diferente de la fe humana. Muy diferente.

Le puedo dar una ilustración simple de cómo la fe humana funciona. Vivimos por fe humana, digo, vivimos por fe humana cada día de nuestras vidas. Usted va a un restaurante, usted ordena algo y se lo come. Ese es un acto de fe. Así es. Usted no sabe lo que es, no sabe quién ha estado tocándolo, usted no sabe de dónde vino, no sabe en qué condición está, no sabe quién lo cocinó. Usted no tiene idea. Le sirven a usted algo en un vaso y se lo toma. Le dicen lo que es, pero, usted no sabe lo que es. Ese es un acto de fe.

Inclusive, más allá de eso, usted abre la llave en casa, llena el vaso y se lo toma, y no tiene idea de lo que hay en la tubería de su casa. Es un acto de fe. Usted se mete a su automóvil, y echa a andar usted. Y, usted inicia un proceso de entre cuatro a ocho explosiones, y usted no teme de que usted va a explotar. Aunque usted tiene ahí un motor de combustión interna, ahí en sus rodillas. Y, usted va ahí por la autopista a 120 kilómetros por hora, a toda velocidad, sin esperar en ningún momento que venga un tráiler, y venga en la dirección opuesta a usted, en el mismo carril que va usted. Es un acto de fe.

Usted va al doctor, y usted dice: “Doctor, duérmame y ábrame, y sáqueme lo que quiera”. Usted no conoce al doctor, ni a nadie más ahí en la sala de operaciones. No tiene idea de lo que están haciendo ahí. Yo creo que ese es un acto bastante significativo de fe. Vivimos por fe todo el tiempo. Todo el tiempo.

Pero, hay una razón para eso. Esa es una fe educada. Esa es una fe humana entrenada. Hemos vivido lo suficientes como para saber que los motores no explotan. Y, hemos vivido lo suficiente como para saber que los doctores normalmente sacan lo correcto, y no dejan sus herramientas ahí adentro cuando terminaron. Hemos vivido lo suficiente como para saber que la comida que usted come está bien, porque la ha estado comiendo durante años. Y, tomar el agua está bien, porque ha estado tomándola por años. Y entonces, este es un tipo de fe educada y entrenada.

 Pero, cuando hablamos de creer en Jesucristo, usted literalmente tiene que negarse a sí mismo, abandonarse de manera total, y entregarse a alguien a quien usted nunca ha visto, y nunca ha experimentado, y no puede conocer o experimentar hasta que llegue a ese abandono completo. A ese abandono total. Eso demanda una fe que va más allá de la fe humana normal. Eso demanda una fe que es un regalo de Dios, una fe sobrenatural. Y, el único tipo de fe que Dios da, es una fe que persevera.

Usted no podría, no podría producir su propia fe para ser salvo. Ni podría producir suficiente fe por usted mismo, para mantenerse salvo. Y, si usted fuera a depender de su propia fe, fracasaría cuando Dios no hiciera lo que usted pensaría que debe hacer. Cuando Él no cuidara de su vida, de la manera en la que usted piensa que debe cuidar. Y, cuando usted enfrentara muchos desánimos, decepciones, tragedias, y tristezas, etcétera, etcétera, su propia fe humana constantemente sería más y más débil. Y, comenzaría usted a cuestionar todo tipo de cosas, debido a su experiencia. Y, debido a su experiencia, no sostendría su fe, no sería sustentable su fe, por lo menos de manera visible para usted. Lo que usted esperaba de Dios, particularmente si alguien le dijera: “Ven a Jesús y todo va a ser maravilloso”.

Es el regalo de fe, fe sobrenatural dada por Dios que persevera. De tal manera que usted cree, aun cuando todo no parece salir como usted cree que debe salir. Esta fe que persevera, es humanamente inexplicable. Es humanamente inexplicable. Ha llevado a mártires hasta la estaca, hasta la guillotina, hasta la pérdida de todo. No es humanamente explicable. La seguridad en Cristo entonces, está ligada a una fe perseverante que soporta o persevera hasta el final.

Y, cualquier idea de la salvación que deja fuera la seguridad, es una distorsión de la verdad. Y, cualquier idea de la seguridad que deja fuera la perseverancia, es una distorsión de la verdad. Usted no puede tener la salvación sin la seguridad. Usted no puede tener vida eterna, que no es eterna. Y, usted no puede tener una salvación segura, sin una fe perseverante.

Entonces, obviamente no significa que somos perfectos, pero, significa que perseveramos. Y, no es suficiente repetir una oración una vez, y después vivir como un incrédulo el resto de su vida, y pensar que usted ya la tiene y está seguro. Esa es una distorsión terrible. Y, lo vuelvo a decir, cualquier idea de salvación que deja fuera la seguridad, es una distorsión de la verdad. Cualquier idea de la seguridad que deja fuera la perseverancia, es una distorsión de la verdad.

Ahora, hay tantos textos que podríamos estudiar en relación con esto. Pero, permítame llevarlo a un texto que creo que nos va a ser muy útil. Pase a 1 Pedro capítulo 1. 1 Pedro capítulo 1. Este es un texto muy, muy rico. Este es uno que en cierta manera se abre ante sus propios ojos. Pero, quiero que vea los versículos 3 al 9. Versículos 3 al 9, y quiero leérselos. Esto llega como una especie de doxología, muy parecido al final de Judas. Y, aquí se expresa una bendición gloriosa hacia Dios por nuestra salvación eterna. Escuche lo que Pedro escribe.

“Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros”. Y, aquí está la frase clave. “Que sois guardados”. Podría subrayar eso. Ese es el corazón del pasaje. Pedro está bendiciendo a Dios, por la protección divina. “Que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero”.

Ahora observe que esas dos cosas están ligadas. Somos guardados para recibir esta herencia eterna y esa protección viene a nosotros mediante la fe. Versículo 6: “En lo cual vosotros os alegráis”. Claro. ¿Quién no se regocijaría o se alegraría? “En lo cual vosotros os alegráis”. Porque estamos protegidos. “Aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas”. Y vienen para probar nuestra fe. “Para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo, a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso; obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas”.

Ahora, quiero que vea el corazón de este pasaje. Versículo 5: “Que sois guardados. Y sois guardados mediante la fe”, versículo 5. Versículo 8: “No lo veis ahora, pero creen en él”. Ahí está de nuevo el énfasis en la fe. Versículo 9: “Obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas”. Y, aquí él se refiere a la salvación final, la glorificación.

Como puede ver, este asunto de la seguridad de ser guardado, ser protegido, está ligado a una fe perseverante. Ahora, antes de que veamos los detalles de ese pasaje, en cierta manera quiero darle un panorama. No creo que voy a poder terminar, así que terminaremos el próximo domingo por la noche. Inclusive, quizás el próximo domingo por la noche, no lo sé.

Eso fue escrito por Pedro. Ahora, permítame detenerme y hablar de Pedro. Todos sabeos quién fue Pedro, ¿verdad? Si alguien, si alguien iba a escribir un tratado acerca de la perseverancia de los santos, debería ser Pedro. Realmente debería haber sido él. Él es la persona correcta para dar testimonio de la perseverancia, porque si hubo una persona en el Nuevo Testamento, quien constantemente era susceptible al fracaso, ¿quién era? Fue Pedro. Fue el hombre mismo que escribió estas palabras, porque él fue el hombre quien experimentó con mayor frecuencia la protección de una fe perseverante. Creo que en su caso, en cierta manera fue una fe de rebote.

En base a los registros de los evangelios, ninguno de los discípulos de nuestro Señor, fuera de Judas, claro, fracasó de una manera más miserable que Pedro. Intempestivo, ambicioso, sentimental, egoísta, titubeante, débil, cobarde, arrogante. En varias ocasiones él invitó a reprensiones fuertes por parte del Señor. Creo que ninguna fue más severa que la de Mateo 16:23, en la cual Jesús lo vio cara a cara y le dijo: “Quítate de delante de mí – ¿qué? – Satanás”. Ahora, ese es el límite. Cuando el Señor te identifique como la herramienta de Satanás seriamente, haz tropezado seriamente. Y, usted recuerda que el punto bajo ocurrió casi inmediatamente después del punto más elevado de su vida, registrado en el mismo capítulo, en el versículo 16, cuando dijo: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Y, Jesús dijo: “Carne y sangre no te lo revelaron, sino mi Padre que está en los cielos”.

Pero, Pedro es este gran ejemplo de lo alto y lo bajo. El punto extremo más elevado y el punto extremo más bajo. Pedro es prueba de que un verdadero creyente puede tropezar y tropezar seriamente, y fracasar, y fallar, y fallar seriamente, y ser débil y cobarde, y negar de manera temporal al Señor. Pero, debido a que ha recibido una protección mediante una fe perseverante, producida en su corazón por la obra soberana de Dios, él nunca falla completamente, y él nunca falla finalmente.

No pasó mucho tiempo después de esa negación que él salió, e hizo, ¿qué? Lloró amargamente. Queriendo desesperadamente sea restaurando. Inclusive Jesús le dijo en Lucas 22, que esto iba a pasar. Él le dijo en Lucas 22 versículo 31: “Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo”. ¿Entiende usted que Satanás no puede hacer nada a nadie a menos de que tenga permiso? Satanás es el siervo de Dios. Él no puede hacer nada más de lo que Dios le permita que haga. Él quería destrozar a Pedro, porque él sabía lo importante que Pedro era para la misión del evangelio. Pero, observe el versículo 32, esto es algo que debe subrayar, algo que nunca debe olvidar.

Lucas 22:32, escuche: “Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo”. Para sacudirte, para descubrir si eres real. Me encanta esto. Versículo 32: “Pero yo he pedido por ti, para que tu fe no falle”. ¡Wow! He pedido, he orado por ti, para que tu fe no falle. Y, le voy a decir una cosa, si así es como Jesús oró, eso es lo que va a pasar. Su fe no va a fallar.

Pedro, como usted sabe, pensó que el Señor no entendía lo fuerte que Pedro realmente era. Pedro pensó que él iba a estar bien, y él da testimonio de eso en el versículo 33. Él le dijo: “Señor, contigo estoy listo para ir a la cárcel y a la muerte”. Y, Él le dijo: “Yo te digo Pedro, que el gallo no cantará hoy hasta que me hayas negado tres veces que me conoces”.

Jesús permitió que sucediera. Satanás no podía tentar a Pedro, si el Señor no lo hubiera permitido. Y, Él lo permitió. Sabiendo que la fe de Pedro no fallaría, porque Él oró porque su fe no fallara. Y, su oración siempre es oída y respondida por el Padre, porque Jesús siempre ora conforme a la voluntad del Padre, así como el Espíritu intercede, según la voluntad del Padre.

Dice usted: “¿Por qué? ¿Cómo es posible que Él permitió que eso pasara?” Para que la prueba le probara a Pedro, le demostrara la naturaleza perseverante de su fe. El Señor no necesitaba saber que la fe de Pedro era real, pero Pedro, sí. Y, le voy a decir por qué, más adelante en el texto. Dice usted: “Bueno sí, el Señor oró por Pedro, que su fe no fallara. Pero, ¿qué hay acerca de nosotros?” Pase a Juan 17. Pase a Juan 17. Aquí usted encuentra al Señor orando. Esta es su oración Sumo Sacerdotal.

Y, podemos empezar en el versículo 9: “Pido por ellos. Estoy orando por aquellos que creen. No pido por el mundo, sino por aquellos a quienes Tú me has dado; porque tuyos son, y todas las cosas que son mías, son tuyas, y las que son tuyas son mías; y he sido glorificado en ellos”. Jesús está orando por los creyentes, no solo los que estaban vivos en ese entonces, si no también en el futuro. Y, versículo 11: “Ya no estoy en el mundo”. Él estaba percibiendo que Él se iba a ir. Y, sin embargo, “ellos están en el mundo, porque yo voy, yo me voy. Yo me voy a tener que ir y los voy a dejar aquí, y yo voy a ti. Padre Santo”, Él dice esto, “guárdalos en tu nombre, el nombre que tú me has dado, para que sean uno así como nosotros somos uno”.

¡Wow! Qué oración tan sorprendente. “Padre, guárdalos”. No solo a Pedro, no solo que la fe de Pedro no falle, si no la fe de ninguno de ellos. Guárdalos a todos los que me has dado, a todos los elegidos, a todos los justificados, a todos los santificados. Guárdalos. Guárdalos en tu nombre, coherente con quién eres Tú, el gran Dios poderoso, todopoderoso, omnisciente, que guarda a los que son suyos, para que todos seamos uno en la gloria de ese día, cuando toda la humidad redimida sea congregada a tu presencia.

De manera más específica, pase al versículo 15. Jesús sigue orando y dice esto: “No te pido que los quites del mundo”. Necesitamos que estén en el mundo para que evangelicen. “Pero guárdalos del maligno”. Aquí Jesús está intercediendo, como nuestro gran Sumo Sacerdote, a favor nuestro, pidiéndole al Padre que nos guarde, nos guarde, nos proteja para que nuestra fe no falle. Versículo 17, Él añade: “Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad”. Versículo 18: “Como tú me enviaste al mundo, yo los he enviado al mundo. Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos mismos también sean santificados en la verdad. No te pido solo por éstos, sino por aquellos que creen en mí a través de su palabra”.

“No solo por los creyentes ahora, sino por los que creerán a través de la palabra que estos creyentes predican. Quiero que todos sean uno, así como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, para que ellos estén también en nosotros, para que el mundo pueda creer que tú me enviaste. Y la gloria que me has dado, les he dado a ellos, para que ellos sean uno, así como somos uno. Yo en ellos y tú en mí, para que ellos sean perfectos en unidad, para que el mundo pueda saber que tú me enviaste, y los amaste así como me amaste a mí”.

Jesús dice esto: “Padre, quiero mostrarles la gloria. Quiero llevarlos a la gloria eterna. Quiero que los protejas. Quiero que te aferres a ellos. Quiero que los guardes. Quiero que te asegures de que su fe nunca falle, para que todos estemos juntos como uno en la gloria eterna. Como fue planeado y como fue la intención en la fundación del mundo, cuando tú echaste a andar este plan redentor. Guárdalos del maligno. Santifícalos por tu palabra. Tráelos a la gloria eterna, para que puedan compartir con nosotros en esa gloria. Y, no solo estos”. Dice el versículo 20: “Sino toda persona que creerá en mí a través de sus palabras”. Y, usted y yo estamos incluidos en ese versículo, versículo 20, porque creímos a través de las palabras que fueron escritas por los apóstoles.

Entonces, como puede ver, el Señor Jesucristo está intercediendo por Pedro, como una ilustración, en Lucas 22. No es algo raro, no es algo excepcional. Es la misma intercesión que Él lleva a cabo en Juan 17. Y, no es solo para los apóstoles en ese entonces, si no por todos aquellos que creerían, para que el Padre los guardara y los llevara a la gloria eterna intactos, como uno en Él, y en el Hijo.

Y por cierto, esta no solo fue una oración momentánea que Jesús ofreció ahí en Juan 17, en el huerto esa noche. Él ora así el día de hoy y todo día, y todo el tiempo. Hebreos 7:25. Escuche este gran versículo, Hebreos 7:25: “Él puede salvar para siempre”. Así debería ser esa frase. Él tiene la capacidad, Él puede salvar para siempre, Él puede salvar para siempre a aquellos que se acercan a Dios a través de Él. Él puede salvar para siempre a aquellos que se acercan a Dios a través de Él. Y, aquí está por qué. Debido a que Él siempre vive para hacer intercesión por ellos.

Esta oración en Juan 17, es una oración que Jesús continúa orando. En todo momento, nuestro gran Sumo Sacerdote a la diestra del Padre, intercediendo por nosotros, capaz de salvarnos para siempre, porque Él siempre vive para hacer intercesión por nosotros. Somos guardados, somos protegidos por una fe perseverante, que es sustentada y mantenida hasta el fin, mediante la intercesión del Señor Jesucristo mismo.

Y, como mencioné hace un momento, el Espíritu Santo entra en este gran ministerio de protección. Romanos 8, el Espíritu Santo ayuda en nuestra debilidad. No sabemos cómo orar como debiéramos. “El Espíritu intercede por nosotros con gemidos indecibles”. Esto no es hablar en lenguas o algo así. No es lo que usted dice, es lo que el Espíritu Santo dice. Y, no es algo expresado, es algo no expresado. Es una comunión trinitaria interna, silenciosa, privada en la cual, “el Espíritu intercede por nosotros con gemidos indecibles”. No hay palabras, es el Espíritu intercediendo a favor nuestro. “Y, el que escudriña los corazones, ese es Dios. Conoce la mente del Espíritu, porque Él intercede por los santos, según o conforme a la voluntad de Dios”.

Entonces, Cristo ora de acuerdo con la voluntad de Dios, para que nuestra fe no falle, porque el Padre nos guarde. El Espíritu ora según la voluntad de Dios y como resultado, siguiente versículo: “Todas las cosas nos ayudan a bien, a los que aman a Dios y son llamados según su propósito. Porque a los que antes conoció, él justificó, a quien él justificó, él glorificó”.

La intercesión de Cristo garantiza nuestra gloria futura. La intercesión del Espíritu Santo garantiza nuestra gloria futura. El propósito del Padre, garantiza nuestra gloria futura, porque Él nos conoció de antemano, nos predestinó, nos llamó, nos justificó, y Él nos va a glorificar. Porque su propósito desde el principio, fue conformarnos a la imagen de su hijo. Él no lo salvó para que usted estuviera en una relación temporal. Él lo salvó para conformarlo a la imagen de su Hijo en la gloria eterna, para darle a usted la santidad misma de Cristo.

Cuando usted piensa en el cielo, no es que nos veremos como Jesús físicamente. Es que seremos como Jesús en términos de santidad perfecta. Hemos sido escogidos, llamados, justificados, santificados, y seremos glorificados. Somos guardados hasta esa hora y somos guardados por una fe perseverante, sustentada por la obra intercesora de Jesucristo, quien ora porque seamos protegidos de cualquier cosa que ataque esa fe, en la carne o el mundo, o Satanás mismo.

Y además, y encima de esa intercesión a la diestra del Padre en el cielo, está la intercesión del corazón del Espíritu Santo, quien está orando en maneras que ni siquiera sabemos cómo orar. En una comunión silenciosa intertrinitaria, por la voluntad de Dios, y Dios está oyendo y respondiendo esa oración. Y, el hecho de que Dios oye y responde esa oración, hace que todo sea usado para bien. Todo.

Y entonces, somos sustentados por nuestra fe sobrenatural dada a nosotros por Dios. Y, cuando Jesús le dijo a Pedro: “Oro porque tu fe no falle”. Él estaba diciendo lo que es verdad en todos nosotros, el Señor intercede por nosotros, para que nuestra fe pueda perseverar. Y, Él siempre ora de acuerdo con la voluntad del Padre, quien siempre responde oraciones, de acuerdo con su voluntad.

Como dije la semana pasada, si su salvación dependiera de usted, usted nunca sería salvo. Si mantener su salvación dependiera de usted, usted nunca sería salvo. Su fe humana no puede salvarlo. Su fe humana no puede guardarlo. Por lo tanto, usted necesita una fe que no es humana, una fe que es sobrenatural, que tiene que venir de Dios. La fe para creer en el evangelio al principio, vino de Dios. Y, es una fe perseverante que siempre cree.           

    

Escuche Jeremías 32:40. Esto amplía su entendimiento de esto, porque nos lleva al antiguo testamento. Jeremías 32:40. Escuche ésta gran declaración. Esta es una – ésta es la declaración acerca del Nuevo Pacto, el Pacto que nos salva. “Haré pacto eterno con ellos, que no me volveré de ellos, y pondré mi temor en sus corazones”. Escuche, “para que ellos no me dejen”. Para que ellos no se aparten de mí.

Qué declaración. Es la naturaleza de este pacto de salvación eterna, que Dios nunca nos dejará y Él colocará en nosotros, en nuestros corazones un temor de Él, que es sobrenatural. De tal manera que no le daremos la espalda, no lo dejaremos. Es un pacto eterno, de una salvación eterna, basada en una fe perseverante. Esta fe nunca falla. No hay cristianos verdaderos que son desertores.

Dice usted: “Bueno, espere un momento. ¿Acaso la escritura no está llena de advertencias a personas a que no caigan? Así como la que leemos en Hebreos 6:4, a no caer y hacer que Cristo sea avergonzado. Así como la que leemos en 1 Timoteo capítulo 1, de esas personas que terminaron naufragando en cuanto a la fe, ¿no somos advertidos acerca de eso? Aquellos que han sido entregados a Satanás, que para que aprendan a no blasfemar, ¿acaso no hay advertencias? Claro que las hay. Y, esas son advertencias a creyentes falsos. Esas son advertencias a personas que no están comprometidas. Esas son advertencias a personas que se han acercado al evangelio, y han hecho un reconocimiento superficial del evangelio, pero, no uno real.

Y entonces, es crucial para nosotros, extremadamente crucial que entendamos que la doctrina de la perseverancia de los santos, no significa que la gente que hizo una oración, o entre comillas, “aceptó” a Jesús, o tomó una decisión por Jesús en algún tipo de experiencia emocional, necesariamente está segura, y puede vivir como quiere. ¡No! Si realmente han venido a Cristo, va a haber en ellos una fe perseverante, que se va a caracterizar por un amor hacia la justicia, un amor hacia Cristo, y un odio hacia el pecado. No será perfección, pero, indicará dirección hacia el camino de la justicia.

Bueno, nuestro querido Pedro, él entendió el poder de Dios para aguardar. Y, le voy a decir una cosa, si Pedro hubiera podido perder su salvación, Él la hubiera perdido. ¿Qué tan cerca se puede usted acercar a Satanás? De tal manera que el Señor lo ve a usted y le dice: “¿Quítate de delante de mí Satanás?” No puede acercarse más a eso, que estar promoviendo los deseos de Satanás. Pero Pedro, inclusive rebotó de eso. Regresó después de eso. Observe Juan 21, después de todas esas negaciones, y fueron en tres ocasiones. Si usted las multiplica, él lo hizo seis veces en tres ocasiones. Pero, cuando usted llega a Juan 21, Jesús finalmente confronta a Pedro.

Y, simplemente para darle un trasfondo rápido, Jesús después de su resurrección se reunió con los apóstoles, Jesús le dijo a los apóstoles: “Vayan a Galilea y espérenme ahí”. Bueno, fueron y cuando finalmente viene en el 21:1: “Los discípulos están en el mar de Tiberias. Y ahí estaban Simón Pedro” – siempre nombrado primero, porque él es el líder – “y Tomás y Natanael, y Jacobo y Juan, los hijos de Zebedeo y otros dos.

Y Simón les dijo: Yo voy a pescar”. Y, el idioma griego tiene una cierta – un cierto elemento de finalidad. “Él dice: Voy a regresar a pescar”. Y, lo que él iba a hacer, era regresar a su carrera antigua. Y claro, ellos salieron, se metieron al barco y no pudieron pescar nada. ¿Por qué? Porque el Señor había redirigido a todos los peces. Ellos conocían ese lago, como la palma de su mano. Crecieron pescando ahí. Ellos sabían exactamente en qué tiempo del día y en qué temporada del año debían pescar, y en qué lugar.

Y, Jesús se apareció e hizo la pregunta que usted nunca quiere que Jesús le haga a alguien que ha pescado toda la noche, y no ha pescado nada. “¿No tienen pescados o sí? ¿No tienen peces o sí?” Ellos dijeron: “No”. Y entonces, Él dijo esto, que fue ridículo: “Echen las redes del lado derecho de la barca y van a pescar”. Eso es algo insultante, ofensivo. ¿Qué? ¿Qué? ¿Qué crees, que pescamos solo de un lado? O, ¿quizás crees que el barco, la barca se quede en un lugar? O, ¿quizás crees que los peces identifican o distinguen la derecha de la izquierda? ¿Qué tipo de afirmación es esa?

Pero, Jesús siempre habló autoridad, y entonces hicieron lo que Él dijo. Y, pescaron a tantos peces, que no podían ni siquiera subirlos a la barca. Y, después el discípulo a quien Jesús amaba, ese es Juan, le dijo a Pedro: “Eh. Oye, es el Señor”. Y, ¿Pedro tuvo una fe perseverante? Claro. ¿Fue débil? Sí. ¿Falló? Sí. Pero, claro que regresó, fue un rebote.  

       

Versículo 7: “Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se puso su vestimenta externa” – porque él estaba usando su atuendo interno para trabajar. “Y él se echó en el mar y los otros discípulos llegaron en una barca”. Él tenía tanta prisa de ser restaurado, él odiaba tanto el pecado que él vio en sí mismo. Él odió su propia desobediencia. Y, de manera intempestiva se aventó y estaban a unos metros de distancia, y claro, el resto estaban diciendo: “Ese es Pedro, nos deja aquí arrastrando esta cantidad enorme de peces hasta la costa”.

Llegaron y el Señor había preparado el desayuno. ¿Sabe usted cómo el Señor prepara el desayuno, no es cierto? Desayuno. Y, trajeron algunos de sus peces, 153 peces, dice el versículo 11: “Jesús dijo: Vengan y desayunen. Y nadie dijo; ¿quién eres tú?” Sabían. Y, después del desayuno, en el versículo 15, Jesús le dijo a Simón Pedro: “Simón, ¿me amas más que éstos?” Qué pregunta tan provocativa, tan penetrante. “¿Me amas más que estos peces, estas redes, esta manera de vivir, este estilo de vida? ¿Me amas más que estos otros discípulos? Tú dijiste: Si todo mundo te dejara, yo nunca te dejaría. Dijiste que estabas dispuesto a ir a la muerte conmigo. No fue así, Me negaste”.

Y, creo que la pregunta correcta es: “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?” Él le dijo: “Sí Señor, tú sabes que te amo”. Y, Él dijo: “Entonces enseña a mis corderos. Entonces, haz lo que te diga. Yo te llamé a predicar y a enseñar, no a pescar”. Y, recuerde que Pedro lo había negado tres veces. Y entonces, el señor lo iba restaurar tres veces.

“Él le dijo una segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?” Él dijo: “Sí Señor, tú sabes que te amo. Tú sabes eso”. Y, Él le dijo: “Entonces, apacienta o pastorea mis ovejas. Haz lo que te dije que hagas”. Y, él le dijo, por tercera vez: “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Y, Pedro estaba entristecido esta vez”. Esto le dolió. “Él estaba entristecido, porque le dijo la tercera vez: “¿Me amas?” Y, él le dijo: “Señor, tú sabes todas las cosas; tú sabes que te amo”.

¿Por qué? Porque Dios mismo le había dado a Pedro una fe perseverante, un amor perseverante hacia Cristo. ¿Débil? Sí. ¿Titubeante? Sí. ¿Qué tropezaba? Sí. Pero, nunca de manera completamente y nunca finalmente, y siempre fue el primero con la disposición a ser restaurado. Y, Jesús dijo: “Eso es todo lo que pido. Atiende a mis ovejas. Tú eres el pastor que estoy buscando. Cuando eras joven”, versículo 18, “solías ceñirte a ti mismo y andabas a donde querías; y cuando seas viejo, vas a estirar tus manos”. Él estaba hablando de la crucifixión de Pedro. Y, así fue como finalmente murió. “Alguien más te va a llevar a donde no quieres ir”. Y, esto dijo significando porque muerte glorificaría a Dios. “Pedro, vas a ser un mártir”. Y, Pedro fue fiel hasta el final. Y, cuando llegó el momento de ser crucificado, él no permitió que lo crucificaran de la manera normal, porque él no era digno, dijo él, de ser crucificado como su Señor, y por ello lo voltearon de cabeza, y lo crucificaron de cabeza. Una manera más terrible, más dolorosa de morir. Él soportó y perseveró hasta el final.

No hay realmente nadie que esté mejor calificado para escribir acerca de la perseverancia de los santos, de una fe perseverante, de un amor perseverante, fiel, de permanecer fielmente hasta el final. No hay nadie que esté mejor calificado para escribir eso que Pedro. El hombre que se arrepintió con lágrimas, el hombre que estaba sufriendo tanto por su propio fracaso, que él se aventó al agua para nadar lo más rápido que pudiera, para llegar a Jesús. El que tuvo tanta confianza en su propio amor y fe genuinos, que él le pidió al Señor que leyera su corazón, sabiendo que lo que Él vería ahí, sabría que era la fe real. Y entonces, es apropiado que Pedro nos hable de fe perseverante.

Regrese a 1 Pedro ahora, un comentario final. Cuando Pedro entonces en el versículo 5 dice: “Que somos guardados mediante la fe”. Cuando él dice en el versículo 8: “Quien creyendo”. Cuando él dice en el versículo 9: “El resultado de nuestra fe es la salvación final”. Pedro está hablando a partir de la experiencia personal. Él sabía lo que era, a pesar de su debilidad, el tener una fe inmortal perseverante. Y, esa es la fe que le pertenece a toda persona que verdaderamente es salva. Y, como dije, al final Pedro fue fiel en proclamar a Jesucristo frente a la muerte.

Ahora, en los versículos 3 al 9, hay seis elementos de nuestra protección. Seis elementos. Y, le voy a decir cuáles son la próxima vez. Somos protegidos por una fe que tiene seis elementos, seis realidades espirituales dinámicas operando en ella. Y Pedro, las presenta aquí a nosotros para la próxima vez.

Señor, gracias por esta verdad que nos da tanta confianza, de que nuestra salvación es para siempre. Que la vida eterna es obviamente eterna. Que aquellos a quienes el Padre escogió, Él conformará a la imagen de su Hijo. Que aquellos a quien Él llama, eficazmente alcanzarán la gloria. Que todos aquellos que son predestinados a ser conformados a la imagen de Cristo, de hecho serán conformados a su imagen. Que todos los que son cubiertos por su justicia, un día estarán delante de ti en el cielo, irreprensibles, que todos los que están siendo santificados serán glorificados.

Señor, gracias por esta fe perseverante. Y, aunque a veces lucha y tropieza, y se cae, y aunque pecamos y pecamos seriamente, y pecamos severamente, y pecamos repetidamente, nos vemos a nosotros mismos en Pedro, corriendo de regreso llorado, anhelando ser obedientes. Anhelando ser útiles, anhelando ser restaurados, anhelando ser perdonados, anhelando ser lavados. Recordamos a Pedro tropezando en la última cena, diciendo cosas que indicaban su ignorancia. Pero, cuando fue confrontado dijo: “Señor, lávame, límpiame desde arriba hasta abajo”. Y, ahí está la esencia de la fe que persevera.

Te ama a pesar de cómo actúa. Te ama a pesar de su debilidad y falla, y anhela la restauración, y anhela la limpieza. Esta es la fe salvadora, verdadera. Este es el regalo, este es ese regalo que nos has dado, por el cual te damos gracias. Te damos gracias y somos confortados en la confianza de que perseveraremos hasta el final. Porque este regalo de fe es una fe perseverante, y persevera porque Tú vives siempre para interceder, porque el Espíritu ora por nosotros. Y, tanto el Hijo como el Espíritu, siempre oran conforme a la voluntad del Padre. Y, la voluntad del Padre, es que todo lo que le da al Hijo, el Hijo lo resucite para gloria eterna, y que nadie se pierda. Te damos gracias, oh Dios, porque toda la Trinidad está unida para sustentarnos, hasta llegar a esa gloria eterna. En esto nos regocijamos en el nombre del Salvador. Amén.  

 

 

 

 

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