Para esta mañana, vamos a abrir nuestras Biblias de nuevo al octavo capítulo de Romanos, conforme continuamos viendo el ministerio del Espíritu Santo. He sido tan bendecido y tan alentado al estar viendo al Espíritu Santo y Su ministerio en la vida del creyente. Estoy tan agradecido por la respuesta que estoy recibiendo de ustedes, muchas respuestas personales de personas que han salido de iglesias en el pasado en donde el Espíritu Santo es insultado, en donde el Espíritu Santo es blasfemado, en donde el ministerio del Espíritu Santo y persona es mal representado. Y simplemente es maravilloso oír los comentarios refrescantes, consoladores, alentadores de personas que están comenzando a entender la verdad acerca de Su ministerio y pueden adorarlo como Él puede ser adorado, como Él debe ser adorado.
Y entonces, me estado deleitando simplemente en el privilegio que he tenido de sacar libros de mi repisa, que he tenido a lo largo de los años de la persona del Espíritu Santo, la doctrina del Espíritu Santo, y simplemente ver esos libros, he visto varios libros simplemente para mi propia lectura, simplemente en cierta manera para enriquecer mi propia mente, mi propio corazón y en cierta manera reiniciar en mi propia mente, un entendimiento sano, bíblico, y una teología del Espíritu Santo. Ha sido muy refrescante para mí, me ha ayudado para darle honra y adoración al Espíritu Santo, lo cual me hallo a mí mismo haciendo en cierta manera, a nivel regular, a lo largo inclusive del día. Simplemente agradeciéndole al Espíritu Santo por todo lo que Él está haciendo en mi vida.
Por otro lado, de eso es descubrir como el Espíritu Santo ha sido mal representado en la iglesia cristiana contemporánea en la actualidad, y es igualmente desalentador, así como la verdad es alentadora. Hice una especie de investigación los otros días, de las cosas actuales que se atribuyen al Espíritu Santo en el movimiento carismático, y quizás inclusive extendiéndose un poco más allá de eso. Y terminé con una lista de cosas que son los ministerios del Espíritu Santo que básicamente son atribuidos al Espíritu Santo y Su obra en la vida de los creyentes. La lista va así: derribar a gente al suelo, hacer que la gente se ría sin control, hacer que la gente se siente como si estuviera en un shock eléctrico, como si su calor corporal estuviera ascendiendo, hacer que la gente caiga en una especie de hipnosis, de un hechizo hipnótico, y algunas veces en trances que duran por horas.
Después hay convulsiones del Espíritu Santo e hipo del Espíritu Santo, hay algunos que dicen que el Espíritu Santo cuando Él viene sobre ti actúas como si estuvieras borracho, te tambaleas, te tropiezas sobre cosas, inclusive te puedes caer en un estado de seminconsciencia. El Espíritu Santo también puede hacer que tú te sacudas y tiemblas, y tengas una parálisis temporal. El Espíritu Santo si viene sobre ti, puede causar que hables cosas absurdas, balbucee, inclusive Él puede hacer que hagas sonidos de animal, como un pollo, o un pato, o un perro. El Espíritu Santo puede hacer que rompas tu ropa, el Espíritu Santo puede levitarte de tal manera que puedes subir en el aire a varios metros, y moverte al otro lado del lugar adonde estás. En un caso tus zapatos van a ir en la dirección opuesta.
El Espíritu Santo puede capacitar y motivar a un sanador a golpearte con toda su fuerza en el medio de tu estómago, para poder sanarte. O quizás él te golpea en la quijada, inclusive te golpea en el rostro, dependiendo en donde tu necesidad está de ser curado. Y después está el Espíritu Santo cacheteándolo, lo cual es un poco menos dramático y doloroso. Hay saltos en el Espíritu Santo, y bailes del Espíritu Santo. Y, por cierto, este Espíritu Santo que hace todo esto, y si tu envías tu dinero a los evangelistas, así será. Y recordé el octavo capítulo del libro de Hechos, donde Simón el Mago viene y les ofrece a los apóstoles dinero. Cuando él vio que el Espíritu Santo estaba presente por las manos de los apóstoles, él les ofreció dinero diciendo, “denme esta autoridad, también, para que en toda persona que yo imponga las manos pueda recibir el Espíritu Santo”. Pedro le dijo, “que tu plata perezca contigo, porque pensaste que podías obtener el regalo de Dios con dinero.” No compran nada de Dios, mucho menos el poder del Espíritu Santo, aunque eso es lo que con mucha frecuencia es prometido.
Todo este tipo de cosas, y muchas, muchas más cosas, son atribuidas al Espíritu Santo. Todas son blasfemas, e insultan, entristecen, no tiene nada que ver con el Espíritu Santo en absoluto, en ninguna manera, en ninguna manifestación, y son el polo opuesto de la adoración que Él merece. Esto no es marginal, esto no debe ser tolerado, esto es intolerable, esto es exactamente lo opuesto de la adoración verdadera. Y creo que la gente algunas veces cree, el Espíritu Santo es una especie de fantasma que está por encima de Gasparín, y es algo con lo que podemos jugar, cuando necesitamos considerar que el Espíritu Santo es absolutamente, y en todo sentido el Dios Eterno, la Tercera Persona de la Trinidad, que debe ser amado y adorado y honrado por quién es Él, y por lo que de hecho a hecho, y está haciendo. Él es deidad, y no debe ser ignorado, y no debe ser mal representado, sino adorado.
Creo que la ironía es que el Espíritu Santo de hecho es la deidad que está involucrada de manera más íntima en la vida de un creyente. Es el Espíritu Santo, hemos aprendido, quien nos da vida nueva, es el Espíritu Santo quien nos regenera, es el Espíritu Santo quien nos adopta en la familia de Dios. Es el Espíritu Santo quien entonces nos santifica, es el Espíritu Santo quien desde nuestro interior nos capacita al llenarnos. Es el Espíritu Santo el que nos coloca por el bautismo, bautismo espiritual en el cuerpo de Cristo. Es el Espíritu Santo el que nos ilumina, y nos enseña las Escrituras las cuales Él mismo, Él escribió, Él es el Autor de ellas. Es el Espíritu Santo quien un día nos va a glorificar, un día va a resucitar nuestros cuerpos a vida eterna. Todo este ministerio es el ministerio del Espíritu Santo, a lo largo de todas nuestras vidas como creyentes, Él está en el proceso de conformarnos al estándar de santidad que es la imagen misma de Jesucristo. Y Él hace eso regularmente, moviéndonos de un nivel de gloria al siguiente, hasta ese día cuando Él nos perfeccione en el cielo. Este es el ministerio del Espíritu Santo, no es un ministerio de torpeza, es un ministerio de santidad. Gran diferencia.
Ahora, quiero que tenga algo usted de idea del panorama general del ministerio del Espíritu Santo, por así decirlo. Así que veamos Efesios capítulo 1. Esto nos va a ayudar, creo yo, para identificar de una manera singular, en que consiste todo este plan de redención de Dios. ¿Qué es lo que Dios está haciendo en el mundo? ¿Qué es lo que Él está tratando de hacer? ¿Cuál es Su plan? Lo tenemos en Efesios 1:3-4, esta es una bendición, esta es una ofrenda de alabanza a Dios. “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo”, el Dios quien no es conocido en el Nuevo Testamento, como el Dios de Abraham, Isaac y Jacob sino quien es conocido como el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Lo cual significa que son iguales en naturaleza, iguales en esencia, el Dios quien es uno con el Señor Jesucristo, “quien nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo.”
Él nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, ahora y en el futuro, en el sentido completo. ¿Con que propósito? ¿Cuál es su razón? ¿Por qué está haciendo él esto? aquí viene en el versículo 4, es porque nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de Él. Esa es una afirmación que abarca todo, que lo lleva a usted desde la eternidad pasada hasta la eternidad futura. Eso comienza antes de que el tiempo comience, y termina después de que el tiempo se acaba. Esa es una afirmación de la elección y glorificación. Él nos escogió en él antes de la fundación del mundo, y el propósito de eso es que fuéramos santos y sin mancha delante de él. Eso es en cielo, cuando lo vemos cara a cara.
El Padre nos da toda bendición, con el propósito de producir en nosotros santidad y una vida irreprensible, justicia, por así decirlo, perfección. Mediante la cual podemos estar delante de Él y no ser consumidos. Ningún hombre puede verme y vivir, el Antiguo Testamento dice. Nadie podía ver la gloria de Dios, Moisés únicamente pudo ver una porción velada de la gloria de Dios. Cuando Ezequiel solo vio una porción de la gloria de Dios, él entró en una semi-coma, lo mismo le pasó a Isaías, él pronunció una maldición sobre él mismo. Lo mismo le pasó al apóstol Pablo, cuando el Cristo glorificado se apareció en el camino a Damasco. Él quedó cegado, cayó en el polvo. Lo mismo le pasó a Juan en el primer capítulo de Apocalipsis, cuando él entró en un trauma, casi llegando a la muerte porque él había tenido una visión de la gloria de Cristo. Es una gloria sobre la cual una persona no perfeccionada no puede ver, pero la promesa de Dios es que Él está congregando a una humanidad redimida, quien será santa, irreprensible, a tal grado, a tal grado de perfección que de hecho pueden estar delante de él, en Su presencia. Este es el plan.
Mientras tanto, entre la elección y la glorificación. El Espíritu de Dios está en el proceso de llevar al pueblo justificado de Dios y santificarlos en otras palabras, haciéndolos progresivamente más santos, progresivamente más justos, progresivamente más como Cristo, quien usted recordará, es la representación exacta, exacta, de un hombre perfecto. El es el modelo. Estamos siendo conformados a su imagen. Entonces, ¿Cuál es la meta de Dios? la meta de Dios es la santidad. La meta de Dios es ser irreprensibles, la meta de Dios es una justicia absolutamente perfecta que nos capacita a estar en su presencia. Este es el plan de redención iniciado por Dios, producir a dichas personas que estarán con Él para siempre en la gloria, para servirlo y honrarlo.
Esto es iniciado por Dios, demostrado por Cristo, después ratificado por Cristo en la cruz, y todo es aplicado por el Espíritu Santo. Es el Espíritu Santo que nos da vida, es el Espíritu Santo que nos resucita para la gloria, y es el Espíritu Santo quien nos santifica. Entonces, es el Espíritu quien está operando en nosotros, como vinos en 2da de Corintios 3:18 moviéndonos de un nivel de gloria al siguiente, al siguiente, conforme vemos la gloria de Cristo. Él es el modelo, él es la imagen, el Espíritu Santo dijo Jesús, vendría y nos mostraría las cosas acerca de Cristo. Y conforme vemos a Cristo, el Espíritu nos cambia a Su imagen. Y un día, como vemos en Romanos 8, usted puede pasar ahí ahora, un día aquellos de nosotros que hemos sido predestinados, y llamados y justificados, versículo 30 dice, “seremos glorificados”. ¿Cómo será la glorificación? versículo 29, “hemos sido predestinados para ser conformados a la imagen de Su Hijo”.
Esa es la obra de Dios en la redención, crear una humanidad redimida que reflejará a Su Hijo. Será parecida a la familia. Y la última vez aprendimos, ¿no es cierto? que Dios nos ha adoptado en Su familia, lo cual nos da todos los derechos como herederos. Pero Él también nos ha regenerado para que no solo seamos hijos que hemos sido adoptados, sino que somos hijos que hemos nacido. Como hijos adoptivos, tenemos derechos. Y como hijos nacidos, tenemos la naturaleza. Nos hemos convertido en participantes de la naturaleza divina. Y ahora el Espíritu Santo nos está haciendo, nos está conformando a la semejanza de la familia, haciéndonos que nos veamos como nuestro hermano Jesucristo. Esta es la obra del Espíritu.
Entonces, el Espíritu no está interesado en torpeza. El Espíritu está interesado en santidad. Él está interesado en la semejanza a Cristo. Ahora, en Romanos capítulo 8 hemos visto varios elementos de esto. El Espíritu Santo nos libera del pecado y la muerte, vimos eso en los versículos 2 y 3. El Espíritu Santo nos capacita para cumplir la ley, versículo 4. El Espíritu Santo cambia nuestra naturaleza, versículo 5 al 11. El Espíritu Santo nos capacita para la victoria sobre el pecado, versículos 12 y 13. Y después la última vez, el Espíritu Santo nos adopta a la familia de Dios, como hijos, versículos 14 al 16. Y todo esto es el ministerio del Espíritu Santo por el cual le damos alabanza y gratitud.
Ahora, llegamos al punto final. El Espíritu Santo asegura nuestra gloria eterna, el Espíritu Santo asegura nuestra gloria eterna. Y eso es los versículos 17 al 30, que les leí a usted antes. Y después los versículos 31 al 39 son, en mi juicio, el resumen más grande de clímax de bendición de las glorias de la salvación que están en cualquier lugar de las Escrituras. Es una respuesta de la obra poderosa del Espíritu Santo. Veremos eso comenzando en el versículo 31. Pero, por ahora, versículos 17 al 30, vamos a estar viendo durante las siguientes semanas, como el Espíritu Santo asegura nuestra gloria eterna. Usted verá en el texto que leímos antes, versículo 23 que el Espíritu Santo es designado como primicias, las primicias del Espíritu. Ese es un concepto muy importante. Un granjero, siempre sabia como iba a ser la cosecha cuando las primicias aparecían, los primeros frutos eran una señal de como serian el resto del fruto. Y el Espíritu Santo es dado a nosotros, y toda Su gloria, y todas las bendiciones que Él trae es únicamente un primer fruto. Únicamente una promesa, solo una probada, solo una garantía del resto de las cosas que Dios ha preparado para aquellos que le aman.
Y el Espíritu Santo también es llamado la promesa, ‘arrabón’, garantía, arras. La palabra es la palabra para anillo de compromiso, enganche y seguridad del Espíritu Santo, es el anillo de compromiso, que prueba que la boda se va a llevar a cabo. El Espíritu Santo es el enganche, Dios va a hacer el resto de los pagos cuando lleguemos a la gloria. Él es la garantía, el Espíritu Santo también es llamado el sello. Esto es el sello de Dios, de autenticidad, de autoridad, de posesión. Ese es el sello del Espíritu Santo, somos sellados por el Espíritu, tenemos la promesa del Espíritu, las primicias del Espíritu. 2da Corintios 1:21 “el que no se establece con nosotros en Cristo, y los ha ungido es Dios, quien nos ha sellado y nos dio al Espíritu en nuestros corazones, como una promesa”. Ahí usted tiene sello y promesa en el mismo versículo. 2da Corintios 1:22.
Entonces, el Espíritu Santo está en nosotros, para sellarnos como el enganche, la garantía de nuestra gloria eterna venidera. Este es un ministerio para nosotros. Ahora, simplemente resumiendo todo lo que hemos dicho, la libertad que tenemos del dominio del pecado en nuestras vidas, el poder para hacer lo que es correcto, el deseo de colocar nuestras mentes en las cosas del Espíritu, la fortaleza para superar la carne, los gozos y confianza cierta de ser hijos, todas estas cosas son la obra del Espíritu Santo en la regeneración, y la santificación. Y todas son una garantía de la obra de la glorificación venidera. Filipenses 1:6 dice, “el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”. La obra únicamente ha comenzado y será completada, esa es la razón por la que Pablo comienza el capítulo diciendo, “así que no hay condenación para los que están en Cristo”. Se nos asegura de que no hay condenación, se nos asegura en contra de cualquier condenación futura, por la promesa de Dios y la operación del Espíritu Santo.
Entonces, el Espíritu Santo está en nosotros, para asegurarnos a lo largo de esta vida, hasta el final. Y después, llevar nuestros espíritus a la presencia de Dios, y un día resucitar nuestros cuerpos para unirse a esos espíritus, para que para siempre estemos ante la gloria completa, refulgente, de la presencia de Dios, en el cielo de cielos y servirlo y adorarlo ahí. Vamos, estamos en el camino a la gloria, y el Espíritu Santo es nuestro protector en el proceso. Y he dicho esto en el pasado, si hubiera una manera posible de perder la salvación, yo la perdería. Si fuera posible que yo me descalificara a mí mismo de la salvación, yo me descalificaría, yo me descalificaría. No me puedo salvar y no me puedo mantener salvo. No puedo ser lo suficientemente justo para salvarme a mí mismo, y usted tampoco. Y no puedo ser lo suficientemente justo para mantenerme salvo. Dios va a tener que salvarme por gracia, él va a tener que salvarme por gracia, él va a tener que salvarme por su poder, el poder del Espíritu Santo, regeneración, Él va a tener que guardarme por Su poder, el poder del Espíritu Santo de protección hasta el final. Y esa es la promesa de Dios.
Nos dirigimos a la gloria, queridos. Y lo que eso quiere decir es que seremos como el hombre perfecto, Jesucristo, 1ra de Juan 3:2, “seremos como él, cuando le veamos como él es”. Tendremos un cuerpo en semejante al cuerpo de la gloria suya, Filipenses 3:20-21. Hemos sido elegidos desde antes de la fundación del mundo, para ser santos e irreprensibles delante de él, y nadie se pierde en el proceso. Juan 6 dice, “todo lo que el Padre me da vendrá a mí, y no perderé nada”. Yo no pierdo a ninguno de ellos, sino que los resucito a todos en el día postrero en el poder del Espíritu Santo. Como Romanos 8:11 dice. Es el Espíritu quien resucitó a Cristo de los muertos, quien también nos resucitará de los muertos.
Entonces, ¿Cuál es el punto de la salvación? es que seamos llevados a la presencia de Dios, para estar delante de Él, y ver la totalidad de Su gloria brillando desde Su trono en la Nueva Jerusalén en el centro del nuevo cielo y la nueva tierra, y estar con Él para siempre. Estar con Él para siempre. Cuando un hombre viene al mundo, él no tiene gloria, estamos destituidos de la gloria de Dios como Pablo dice en Romanos, estamos muy destituidos de la gloria de Dios, no podemos alcanzar eso, no tenemos gloria, es una marca muy, muy desvanecida, es la imagen de Dios la cual llevamos a partir de nuestra creación original. Ha sido terriblemente dañada, y distorsionada, pero en Cristo podemos tener gloria. En Cristo podemos volvernos gloriosos, en Cristo literalmente compartimos la gloria misma de Dios. En el Antiguo Testamento Dios dijo, “no daré Mi gloria a otro, no compartiré mi gloria con otro”, con otro ídolo, con otro dios falso, no. Pero Él va a compartir Su gloria con Su pueblo. Vivimos, Pablo dice, en la esperanza de gloria, Cristo en vosotros la esperanza de gloria. Todavía nos somos gloriosos en el sentido completo, aunque hemos probado esa gloria. Esa gloria ha venido a nosotros, el Espíritu vive en nosotros. Esa gloria aun no es manifiesta, esa es la razón por la que Romanos 8, que leí antes, dice, “el mundo entero no ha visto la manifestación gloriosa de los hijos de Dios. Estamos velados en este momento, estamos velados, estamos cubiertos, pueden vernos caminando por la calle y no ven ninguna gloria, pero un día seremos glorificados de manera total y seremos como Cristo. Esa es la meta de la salvación como señalé al final del versículo 30, a los que Él predestinó serán a los que el glorificará.
Entonces, el Espíritu Santo, ha establecido residencia en nosotros para guardarnos, para mantenernos seguros a lo largo del proceso santificador hasta la gloria. Él es el sello, la garantía, el anillo de compromiso, el enganche, las primicias de nuestra gloria venideras. Y todo esto está basado en el hecho de que hemos sido hechos hijos, para que la gloria que será nuestra un día, es dada a nosotros como una herencia de nuestro Padre. Hemos sido adoptados en la familia de Dios, hemos nacido en la familia de Dios, somos hijos en ambas maneras y somos hijos para que podamos recibir gloria. Somos los hijos de Dios con derechos completos a compartir todo lo que Dios posee. Es una realidad magnifica.
Ahora, veamos los versículos 17 y 18. Únicamente vamos a ver esos dos versículos hoy, vamos a cubrir el resto después de Navidad. Y únicamente quiero dividirlo un poco, estamos hablando aquí de herencia, versículo 17. “Y si hijos, también herederos. Herederos de Dios, y co-herederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con Él para que juntamente con Él seamos glorificados. Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.” Entonces, el versículo 18 termina hablando de gloria incomparable, y gloria que no tiene comparación, también sabemos que esa gloria que tendremos con Él, es nuestra herencia. Somos herederos de Dios, co-herederos con Cristo, y lo que heredamos es gloria. Eso es lo que heredamos.
Ahora, veamos si dividamos eso un poco, en ese texto simple, y hablemos del hecho de nuestra herencia. El hecho de nuestra herencia. Esta es una promesa para usted, versículo 17, “Y si hijos, también herederos”. Una pequeña partícula aquí, la palabra, sí. Esa es una construcción en el griego, cuando usted tiene esta partícula, usted tiene lo que se llama una condición cumplida. Y una condición cumplida no es una condición ‘sí’. Una condición cumplida es una condición ‘debido a’, entonces este versículo debería leerse de esta manera. “Y debido a hijos” esa es una condición cumplida, ¿cómo sabemos eso? porque acabamos de cubrirlo en los versículos 14, 15, y 16, somos hijos, versículo 16 termina, ‘somos hijos de Dios’. versículo 14 termina, “que somos hijos de Dios”. Hemos sido adoptados, tenemos todo derecho de clamar “Abba Padre”. Y debido a que somos hijos, y esta es una realidad, esta es una condición cumplida, somos entonces herederos. Somos herederos.
Gálatas 3:26 dice, “todos vosotrois sois hijos de Dios, por fe en Cristo Jesús’. Usted no es un hijo de Dios al nacer en el mundo, usted es un hijo de Dios y un heredero por la fe en Cristo Jesús, Gálatas 3:26. Y si usted es un hijo, un hijo de Dios, usted entonces es un heredero. Usted es un heredero también. Ahora, recuerde las leyes de adopción romanas. Un hijo adoptado no era inferior a un hijo que nacía de manera natural, un hijo que nacía en la familia. De hecho, los hijos que eran adoptados, con frecuencia eran adoptados porque los padres querían un hijo superior a los que ya tenían. Entonces, cuando alguien escogía adoptar a un hijo era porque querían seleccionar a ese hijo, de manera deliberada, para el beneficio futuro y bienestar de la familia y ese hijo tendría todos los derechos a la herencia, iguales a los hijos que habían nacido de manera natural en esa familia.
El hecho era que ese hijo que era adoptado, era por lo menos igual, y en muchos casos era visto como superior a los otros hijos. En la tradición judía, la herencia era de una porción doble para el hijo mayor. Si había dos hijos, el mayor recibía dos tercios y el más chico recibía un tercio. El hijo mayor recibía una doble porción de la herencia. Ese no es el caso en la ley romana. Nada en la historia romana indica eso, lo que tenemos en la ley romana, que todavía podemos encontrar es que todos los hijos recibían la misma herencia. Había un nivel igual de herencia en el sistema romano, y eso era para los hijos adoptados también. Esa era la ley, sea que la siguieron o no, todo el tiempo obviamente podía ser debatido.
Entonces, Pablo está usando la costumbre romana, en su analogía aquí. Y lo que él está diciendo es que, bajo la ley romana, todos los que son hijos, bajo la analogía de la ley romana, todos los que son hijos de Dios son herederos iguales. Todos herederos por igual. Si hijos, o debido a que son hijos, hijos herederos también. Y, por cierto, según la ley romana, algo recibido por herencia era algo que estaba más de seguro que lo que era poseído por compras. Usted recibía algo por herencia, esa era la posesión más segura que usted jamás podía tener, y eso es lo que Pablo está diciendo. Como los hijos de Dios, se nos ha dado por igual la herencia y está más segura que cualquier otra cosa que pudiéramos ganar por nosotros mismos.
De hecho, cualquier cosa que ganáramos por nosotros mismos lo dejaríamos aquí, ¿verdad? debido a que somos hijos, por lo tanto, somos herederos. Para ayudarle con eso un poco, Gálatas 4 es un buen pasaje, y simplemente voy a comenzar a leer en el versículo 4. Y usted oyó esto antes en el servicio. “Cuando la plenitud del tiempo vino, Dios envió a Su Hijo, nacido de mujer, bajo la ley, para que pudiera redimir a aquellos que estaban bajo la ley.” ¿Y en que consiste esta redención? Para que recibiéramos la adopción de hijos. En otras palabras, para eso es la salvación, para traernos a la familia, adoptarnos como hijos nos da todos los derechos y después regenerarnos como hijos nos da naturaleza. Y después podemos ser conformados al parecido de la familia, para el cual Cristo es el modelo.
Y como resultado de la adopción como hijos, Dios envió al Espíritu de Su Hijo a nuestros corazones, clamando Abba Padre, por tanto, ya no sois esclavos sino hijos, escuche esto, “Y si hijo entonces un heredero a través de Dios.” Este es el hecho de nuestra herencia. Este es el hecho de nuestra herencia. Ese hecho es expresado aún más en las palabras magnificas de 1ra Pedro 1, y estas no las debe de perder de vista, 1ra Pedro 1. Y esto de nuevo es una bendición, alabanza a Dios, “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo”. De nuevo Dios, es el Dios quien es el Padre de Cristo, esto es su esencia es la misma, son uno en naturaleza, la deidad de Cristo siendo enfatizada. “Quien según su gran misericordia”, todo esto es misericordia, todo esto es gracia, “nos ha hecho nacer”, somos adoptados en Gálatas, somos renacidos y eso habla tanto de nuestros derechos como de nuestra naturaleza a una esperanza viva.
Literalmente hemos sido salvos a una esperanza viva mediante la resurrección de Jesucristo de los muertos. ¿Cuál es nuestra esperanza viva? Aquí viene, “para obtener una herencia”, para obtener una herencia. ¿Qué hay acerca de esta herencia? Es imperecedera. Imperecedera, no puede morir, no puede desaparecer, no puede ser quitada, e incontaminada, no puede ser limitada, no puede ser distorsionada, no puede desvanecerse, desaparecer, disiparse. Y está reservada en el cielo para vosotros. Esa es la razón por la que usted fue salvo. Esa es la razón por la que usted renació. Esa es la razón por la que usted fue adoptado en la familia, “para obtener una herencia que es imperecedera, incontaminada e inmarcesible, reservada en el cielo para vosotros”, no para alguien más, sino para usted.
Y usted es, el siguiente versículo, versículo 5, “protegido por el poder de Dios”, el poder de Dios, el poder del Espíritu Santo. recibiréis poder después que el Espíritu Santo venga sobre vosotros. Eso es poder para dar testimonio, pero también es poder para protección. Es el Espíritu Santo en nosotros quien nos protege mediante el medio, y esto es maravilloso, el poder de Dios mediante la fe. ¿Cómo es que el Espíritu Santo lo mantiene a usted en Cristo? ¿Cómo es que el Espíritu Santo lo protege a usted de fracasar, de fallar, de abandonar, de negar a Cristo, de desertar? En otras palabras, es el Espíritu Santo quien capacita la fe de usted, Efesios 2, “por gracia sois salvos, por medio de la fe”, inclusive esa fe no es de vosotros, “es el don de Dios”.
Dice usted, “Bueno, conocí a alguien que tuvo fe, y su fe murió”. No, alguien que tuvo fe que murió, tuvo una fe humana. La fe que Dios da es una fe que no puede morir, usted es guardado por esa fe, capacitado por el Espíritu Santo. Y él procede a decir, “para alcanzar una salvación que está lista para ser revelada en el tiempo postrero”. El punto entero de la salvación es que seamos irreprensibles y santos delante de Él, en la eternidad. En donde recibiremos una herencia. Ese es el hecho de nuestra herencia. Es incontaminada, imperecedera, inmarcesible, reservada en los cielos, y el Espíritu Santo es el protector interno que sustenta su fe hasta el fin.
¿Quién es la fuente de esta herencia? Es el hecho de ella. La fuente de ella en el versículo 17, “herederos de Dios”, quien, Dios es la fuente. Somos herederos de Dios. Heredamos lo que Dios ha decidido que debemos tener. Dios es el que nos da a nosotros la herencia. Dios es el que la apartó. Las palabras de 1ra de Pedro, “guardada para vosotros”. Es Dios quien apartó el tesoro de nuestra herencia en el cielo para nosotros. Simplemente fue algo sorprendente, bendito sea el Dios y Padre, que ha hecho que tengamos esta herencia.
En Colosenses 3:24, y hay muchos versículos maravillosos que hablan de esto. Este es uno de los que creo que es tan maravilloso. Habla de, del Señor, Colosenses 3:24, recibiréis la recompensa de la herencia. “Del Señor recibiréis la recompensa de la herencia”. Va a venir del Señor. Es solo Él en darla, y solo de Él en darla. Ahora, permítame profundizar un poco en eso. Dice usted, “Que, ¿qué es lo que el Señor ha dejado para nosotros?” En el sentido más puro y verdadero y más amplio, es perfección, santidad, ser irreprensible, justicia absoluta, totalidad. Es la perfección de humanidad glorificada.
Por eso inclusive, más que eso, una mejor manera de entenderla es esta. El Salmista habla de que el Señor es su porción. Jeremías habla de que el Señor es su porción. En Apocalipsis 21:3 leemos que cuando entremos al cielo en nuestra gloria final, Dios se aparece y Él dice, “Yo seré su Dios, y ellos serán Mi pueblo, Y viviré entre ellos. Yo enjugaré sus lágrimas, etc., etc., etc. La herencia es Dios mismo. Esa es la herencia. ¿Qué está esperándonos? Dios, Dios. Él es Él que está brillando desde el trono en la nueva Jerusalén, su gloria se extiende hasta los fines infinitos del nuevo cielo y la nueva tierra, y entramos en la gloria completa, refulgente de esa gloria, y no somos incinerados porque somos santos, irreprensibles. Y todo lo que Dios es, y todo lo que Dios tiene se vuelve nuestro. Una realidad sorprendente, heredamos a Dios. Inclusive compartimos Su gloria, en Su cielo, para siempre.
Empujando esto un poco, permítame presentarle un tercer punto del que habla este texto, la extensión de la herencia. Simplemente que tan extensivo es esto, es así de extensivo que somos coherederos con Cristo. Somos coherederos con Cristo. Y eso de nuevo enfatiza la costumbre romana de la herencia igual. ¡Que pensamiento! Todo lo que será de Cristo será nuestro. Salmo 2, ¿qué le dijo Dios a Cristo? Te daré las naciones para tu herencia. Más allá de eso, él da todo. Cristo será todo en todos, y todo estará en Cristo. 1ra Corintios 15, todo se resolverá en Cristo. Todo.
Efesios capítulo 1, habla del hecho de que Él es el gobernante sobre todas las cosas. Todas las cosas están sujetas a él. Todo es de él. Absolutamente todo es de él. Y al final, todo lo que es de él será nuestro. Literalmente nos convertiremos en coherederos con Cristo. Hebreos 1:2 llama a Cristo, “el heredero de todas las cosas”, el heredero de todas las cosas. En él nos convertimos en los herederos de todas las cosas. Es una realidad sorprendente. Reinaremos con él, Apocalipsis 15:20 dice. Nos sentaremos en su trono, Apocalipsis 3:21 dice. Llevaremos su imagen, la imagen del celestial, 1ra Corintios 15:49. Estas son realidades que hablan del hecho, de que todo lo que es de Cristo será nuestro. No seremos deidad, seremos humanidad glorificada, pero hasta donde la humanidad glorificada puede compartir la gloria de Dios, y la herencia de Cristo, la compartiremos de manera completa.
Alguien podría decir, “Bueno, Cristo quizás esté un poco molesto por eso. Él hizo mucho para ganar esa herencia en la cruz, y ¿por qué debería ser entregada a nosotros? ¿es esto una decepción para Cristo, que el Padre sea tan generoso con personas tan indignas como nosotros?” Bueno, tenemos una respuesta a esa pregunta. Esto no es algo que el Señor no quiere dar. Escuche su oración en Juan 17, “La gloria que me diste, se las he dado, para que seamos uno, así como somos Uno.” Juan 17:22. Él comparte completamente su gloria con nosotros, sin rehusarse. La grandeza de esta herencia es absolutamente sorprendente, es por gracia, no obras. Es por una obra soberana de Dios, no por esfuerzo humano. Es un pacto de Dios, quien no puede mentir y no puede cambiar. Esta herencia no es reducida porque tiene que ser dividida entre muchos herederos, porque la provisión de Dios es gloria infinita. Es gloriosa, es amplia, está segura. Heredaremos a Dios, Su gloria, compartir Su gloria, y todo lo que es de Cristo, será nuestro. Así es la ganancia incomparable de gloria. Está asegurada a nosotros por el Espíritu Santo, quien guarda y protege nuestra fe hasta el fin.
Hay una cuarta cosa que considerar en este versículo, preparación para la herencia. Preparación para la…todos recibimos la misma vida eterna, todos recibimos la misma gloria. El denario en la parábola que Jesús contó, no importa cuántas servimos. Todos recibimos la misma presencia de Dios, todos recibimos la misma herencia con Cristo. Pero, habrá grados de responsabilidad, y grados de servicio que están conectados con el servicio de esta vida. Y el Señor presentó eso claro en la parábola, varias parábolas. Pero hay un principio que nos lleva a decir que el factor más importante que determina la naturaleza de nuestra herencia eterna, a nivel personal no es éxito, como lo mediríamos en el mundo, sino sufrimiento.
Regrese al versículo 17, lo hemos visto, “Si hijos, herederos, herederos de Dios, coherederos con Cristo.” Después llegamos al, “Sí, de hecho, sufrimos con él, para que también con él seamos glorificados”. Desde el siglo 12, la palabra “sí, de nuevo” estaba siendo traducida por eruditos bíblicos, “debido a”, y esto es simplemente una afirmación de un hecho. Debido a que somos hijos, somos herederos. Y de vida a que sufrimos con él, de hecho, con certeza seremos glorificados con él. En otras palabras, hay una inevitabilidad en la vida de un creyente, que ese creyente va a sufrir. Y no estoy hablando de martirio necesariamente, aunque podría pasar. Toma tu cruz, sígueme. Gente ha muerto por la causa del Evangelio. Pero lo que está diciendo es, “debido a que sufrimos, como una realidad, como un hecho. Porque exaltamos a Cristo, y vivimos para Cristo, y proclamamos a Cristo, en un mundo sin Cristo que odia a Cristo, que rechaza a Cristo, hay una medida de sufrimiento”.
Llevamos, por así decirlo, el vituperio de Cristo. El sufrimiento está relacionado a eso. No estamos hablando del hecho de que usted tuvo una enfermedad, o usted tuvo algún tipo de defecto, o algunos desafíos en su matrimonio, o algunos problemas con su trabajo, todo ese tipo de cosas están en la categoría de sufrimiento humano, y el Señor está preocupado por eso, y él muestra empatía y compasión por eso. Pero lo que se mide, en contraste a esa gloria eterna, y esa recompensa eterna es el sufrimiento que los creyentes reciben por el nombre de Cristo. Y sea que no estamos siendo perseguidos, no estamos siendo encadenados, no estamos siendo quemados en aceite o se nos está metiendo bambú en nuestras uñas, no estamos siendo perseguidos a ese grado, pero todos entendemos la burla cruel que viene para aquellos que son fieles en proclamar el nombre de Cristo en un ambiente hostil. Todos lo hemos sufrido en cierta manera.
“En este mundo tendréis tribulación”, Jesús dijo, “tened ánimo, he vencido al mundo”. En este mundo los van a tratar como me trataron a mí, me odiaron, los van a odiar a ustedes. Así es, vamos a disfrutar lo que Pablo llamó “la participación de sus padecimientos”. Pablo inclusive dijo en Colosense 1 que él estaba llenando en su cuerpo los sufrimientos de Cristo. Él estaba recibiendo ese sufrimiento por su relación con Cristo. Pedro habla, 1ra de Pedro 4, de sufrir para Cristo y al mismo tiempo regocijarse. El camino a la gloria es mediante el sufrimiento. Se acuerda usted de que Jesús dijo que él fue a la cruz por el gozo que fue puesto delante de él. No recordamos que teníamos que predicar, el apóstol dijo, teníamos que predicar que Cristo necesita padecer, ¿por qué? Porque Jesús les dijo eso en Lucas 24, “¿no sabían que el Mesías necesitaba padecer y después entrar a su gloria”. Conforme participamos en los sufrimientos de Cristo, conforme llevamos el vituperio de Cristo, entonces seguimos el camino a la gloria. Esto está muy lejos de la idea que Dios quiere que usted sea alguien con salud, rico, feliz, exitosos, popular, cómodo. No, el Espíritu Santo está preocupado por su gloria eterna, y Él entiende que el camino a la gloria eterna es llevar el vituperio de Jesucristo.
Entonces, mientras que todos recibimos a Dios, todos somos coherederos de todo lo que Cristo posee. Hay cierta manera en la que serviremos en la gloria del cielo, que puede ser determinada por la medida de sufrimiento que hemos llevado por la causa de Cristo. El cristianismo no es escapismo, es una mentira pensar que todo lo que el Espíritu Santo quiere que usted haga es que tenga todo lo que usted quiere y que sea feliz. El Espíritu Santo quiere que usted sea glorificado, y Él entiende que el camino a la gloria es mediante el sufrimiento. Esta es la palabra de Dios para nosotros.
Bueno, simplemente una palabra final y después tomaremos la mesa del Señor. Pablo dice esto en el versículo 18, “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera, que en nosotros ha de manifestarse.” Recibimos lo que viene, ¿verdad? “Llevo en mi cuerpo las marcas de Cristo”. Reciba el vituperio de Cristo, sufra para Cristo, no es digno de compararse con la gloria que está por revelarse en nosotros. Tenemos una gloria incomparable, amados, esperándonos en la presencia del Señor. Esa es su promesa para nosotros. Y es la obra del bendito Espíritu Santo asegurarnos hasta el fin, para recibir esa gloria. “El Espíritu Santo”, Efesios 1, “de promesa, es dado como una promesa de nuestra herencia, con miras a la redención de la posesión de Dios para alabanza de Su gloria.”
Inclinémonos en oración. Padre, recordamos que Pablo dijo, “No contristéis al Espíritu Santo, por quien somos sellados para el día de la redención”. Que estemos honrando al Espíritu, que estemos adorando al Espíritu en la manera en la que Él lo merece. Ahora Señor, al venir a esta mesa, queremos asegurarnos de que honramos esta celebración de comunión, al confesar cualquier pecado que podamos conocer en nuestras vidas, cualquier cosa a la que nos estemos aferrando, para arrepentirnos de ello, volvernos de ello, y para adorar a los pies de la cruz, agradecidos porque todo esto ha sido provisto porque Cristo lo hizo posible mediante Su muerte.
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