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Anoche vimos la gloria del Evangelio, desde la perspectiva del apóstol Pablo, y vimos su propia vida desde el punto de vista de uno que entendió la gloria del Evangelio, y cómo afectó todo en su vida. Afectó su perseverancia. Le permitió sufrir. Hizo que él fuera humilde. Lo llevó a la pureza. Hablamos de todas esas cosas. Lo hizo alguien que manejaba la Palabra de Dios de manera precisa y verdadera, no adulterando la verdad. Todas esas cosas. Lo llevó a estar más preocupado por cosas eternas, un gran peso de gloria, más que por comodidades temporales, y reputaciones temporales. Él entendió la gloria del Evangelio. Su trascendencia literalmente marcó su perspectiva entera de la vida, y lo capacitó para enfrentar la vida y sufrir, realmente de manera inimaginable e incansable, y en últimas terminó como un mártir.

Pero, de lo que no hablamos anoche, fue la esencia del Evangelio, la naturaleza del Evangelio. ¿Qué es este Evangelio glorioso? Y, ese es nuestro tema para esta mañana. Y, puede abrir su Biblia en Romanos capítulo 3. Romanos capítulo 3. De manera inevitable, si va usted a estudiar de alguna manera el evangelio según Pablo, usted va a encontrarse en el tercer capítulo de Romanos. Y, aunque hay tantos aspectos del libro de Romanos que necesitan ser entendidos, esta porción en particular está en la médula.

Permítame leerle capítulo 3 versículos 21 al 31. “Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús. ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe. Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley. ¿Es Dios solamente Dios de los judíos? ¿No es también Dios de los gentiles? Ciertamente, también de los gentiles. Porque Dios es uno, y él justificará por la fe a los de la circuncisión, y por medio de la fe a los de la incircuncisión. ¿Luego por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley”.

Ahora, esto va a ser algo más como un salón de clases en esta mañana. En cierta manera, vamos a avanzar a lo largo de este pasaje en dos sesiones. Se divide entre los versículos 21 y 25a y el 25b, y el versículo 31. Y, ve la naturaleza satisfactoria del Evangelio. El Evangelio satisface. La primera mitad, cómo satisface al pecador y la situación en la que está el pecador. La segunda mitad, cómo satisface a Dios. Usted podrá decir que la primera mitad es cómo Cristo murió por pecadores. Y la segunda mitad, cómo Cristo murió por Dios. Ahora, todo entendemos que Cristo murió por pecadores. Pero, quizás no estamos tan familiarizados con el hecho de que Cristo murió por Dios. Pero, eso es lo que vamos a ver, eso es lo que vamos a ver en la segunda sesión en esta mañana. La palabra clave aquí es la palabra justicia, la palabra justicia. Una forma de la palabra dikaios, dikaioō en el griego, que es usada muchas, muchas veces en esta porción de las Escrituras. Algunas veces aparece como justicia, algunas veces aparece como justificado. Pero, es la palabra dominante aquí.

Y, eso nos abre la esencia del tema del Evangelio. El Evangelio trata de justicia, es acerca de justicia. Y, para comenzar a ver este pasaje, quiero que regrese hasta el libro de Job. Hasta el libro de Job, el cual podría ser un relato realmente del incidente más temprano en las Sagradas Escrituras, después de la creación – Job capítulo 9. Esto hace la pregunta esencial, Job capítulo 9. “Respondió Job, y dijo: Ciertamente yo sé que es así”. Y, aquí viene la pregunta. “¿Y cómo se justificará el hombre con Dios?” Esa es la pregunta más importante. ¿Cómo se justificará el hombre con Dios? Y, él procede a decir: “Si quisiere contender con él, no le podrá responder a una cosa entre mil. El es sabio de corazón, y poderoso en fuerzas; ¿Quién se endureció contra él, y le fue bien? Es Dios quien arranca los montes con su furor, Y no saben quién los trastornó; El remueve la tierra de su lugar, Y hace temblar sus columnas; El manda al sol y no sale; y sella las estrellas; El solo extendió los cielos, Y anda sobre las olas del mar; El hizo la Osa, el Orión, y las Pléyades, Y los lugares secretos del sur; El hace cosas grandes e incomprensibles, Y maravillosas, sin número”.

“He aquí que él pasará delante de mí, y yo no lo veré; Pasará, y no lo entenderé. He aquí, arrebatará; ¿quién le hará restituir? ¿Quién le dirá: ¿Qué haces? Dios no volverá atrás su ira, Y debajo de él se abaten los que ayudan a los soberbios. ¿Cuánto menos le responderé yo, Y hablaré con él palabras escogidas? Aunque fuese yo justo, no respondería; Antes habría de rogar a mi juez. Si yo le invocara, y él me respondiese, Aún no creeré que haya escuchado mi voz. Porque me ha quebrantado con tempestad, Y ha aumentado mis heridas sin causa. No me ha concedido que tome aliento, Sino que me ha llenado de amarguras. Si habláremos de su potencia, por cierto es fuerte; Si de juicio, ¿quién me emplazará? Si yo me justificare, me condenaría mi boca; Si me dijere perfecto, esto me haría inicuo”.

Qué retrato de Dios. ¿Entendió eso? Qué identificación tan inmensa de la grandeza de Dios. Y, la pregunta que Job tiene es: “¿Cómo puedo justificarme con ese Dios? ¿Cómo es inclusive posible que pudiera justificarme con ese Dios, un Dios de tal magnitud?” ¿Cómo es que un hombre se va a justificar con Dios? ¿Cómo es que él puede escapar de Su juicio inevitable? Toda religión en el mundo intenta responder esa pregunta. ¿Sabe usted eso? Toda religión en el mundo intenta responder la pregunta, cómo estar bien con Dios. En el Israel del Antiguo Testamento, hubieron algunas religiones que decían que usted podía estar bien con Dios si tomaba su bebé y lo incineraba en un altar, y usted va a quitarse a Dios de su espalda, si usted quema a sus hijos. Eso es tan solo una ilustración de la naturaleza de la religión. Pero, toda la religión sigue una línea, toda religión, con la excepción de la verdad, sigue una línea. Todo es un esfuerzo religioso por parte del hombre alcanzar la rectitud con Dios. Yo la llamo la religión del mérito humano, toda. No importa lo que sea.

No importa si es la adoración de Molec, la cual estaba describiendo la adoración de Baal, la descripción de Alá. No importa lo que es. No importa si usted es mormón, testigo de Jehová, o católico romano; si usted es un shintoísta, budista, un hindú, no importa lo que sea. O, alguna otra religión no tan grande desconocida para la mayoría de la gente, todas son iguales. Todas son promotoras de la mentira grande que usted puede hacer que esté bien con el Dios que usted cree que existe por sus propios esfuerzos. Solo hay un tipo de religión falsa, y eso es todo, nada más que viene en muchas, muchas etiquetas. Las sugerencias son interminables, pero, todas involucran esfuerzo humano y mérito humano. Siguiendo ciertas conductas moralmente, y ciertas conductas ceremonialmente, y ciertas conductas religiosamente, usted puede hacer que esté bien con Dios.

Job no aceptó esto. La Biblia es clara en que los hombres no pueden estar bien con Dios, en base a algo que ellos alcancen, en base a algo que ellos hagan. La pregunta entonces que surge es, ¿cómo puede justificarse usted con Dios? Si usted no lo puede alcanzar mediante moralidad, si no lo puede alcanzar mediante ceremonia, si no lo puede alcanzar mediante actividad religiosa, ¿cómo puede usted justificarse con Dios? Esa es la pregunta; esa es la pregunta definitiva y más importante que cualquier ser humano jamás hará, y ha respondido. Porque, estar bien con Dios, justificarse con Dios es la única manera de escapar de la condenación eterna, en un infierno eterno.

Ahora, hasta este punto en Romanos – regresemos a Romanos. Hasta este punto en Romanos, Pablo ha mostrado claramente en el capítulo 1 versículo 18, hasta el capítulo 3 versículo 20, en donde retomamos la lectura en el versículo 21. Pablo ha mostrado que nadie puede justificarse con Dios, en base al esfuerzo humano. Este gran Dios, descrito de manera tan masiva por Job. De hecho, Pablo ha explicado de manera inequívoca y clara, que según el versículo 10, “no hay justo, ni aun uno. No hay quien busque a Dios. Todos a una se desviaron. No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno”. Pablo también ha explicado claramente que por las obras de la Ley, versículo 20, ningún ser humano será justificado o hecho justo delante de él.

Entonces, lo que sucede en los tres capítulos de apertura del libro de Romanos, es que el mundo entero está condenado, el mundo entero está condenado. Ante la barra de juicio de Dios, no hay hombre con una defensa adecuada. Y esto, claro, es particularmente devastador para el hombre religioso. Y claro, el mundo está lleno de gente religiosa. La humanidad es religiosa siempre. Pero en este caso, tomaremos a los judíos, porque su religión es lo que Pablo confronta en el libro de Romanos. Los judíos creían que podían justificarse con Dios al mantener de manera meticulosa la Ley de Dios revelada en el antiguo testamento, y extrapolando de esa ley mandatos interminables que ellos habían inventado, creían que ellos habían creado protectores en torno a la Ley, de tal manera que usted nunca se acercaba a violar la Ley de Dios. Creían que usted podía justificarse con Dios al guardar la Ley, al obedecer la Ley.

Bueno, el Apóstol Pablo en estos capítulos de apertura, literalmente ha despedazado ese error tan grande. No es posible al guardar la ley, ser justificado. Esa fue la conclusión en el capítulo 3 versículo 20. El camino de Dios no es mediante el esfuerzo humano. Y, esta no es la primera vez que la revelación ha declarado esto, como algo cierto. Si usted regresa al capítulo 6 de Miqueas, usted lee esto: “Se complace Jehová en miles de carneros, y en decenas de miles de ríos de aceite”. Cosas conectadas con el sacrificio. “¿Presentaré a mi primogénito? ¿Entregaré a mi hijo, para que sea quemado por mis actos rebeldes, el fruto de mi cuerpo por el pecado de mi alma?” ¿Sirve de algo quemar a mi bebé? “Él te ha declarado hombre, lo que es bueno, y qué demanda Jehová de ti: hacer justicia, amar, misericordia, y andar humilde con tu Dios”. No tiene que ver con la ceremonia, no tiene que ver con el ritual, tiene que ver con el corazón. El problema es, ¿qué es lo que el pecador va a hacer con su corazón, el cual es engañoso sobre todas las cosas, y perverso? Él no puede hacer lo que es justo, él no puede hacer lo que es justo, él no puede vivir amablemente, él no puede agradar a Dios. No hay justo con Dios, ni aun uno.

De hecho, aprendimos en esta porción de Romanos que el versículo 19 dice: “Toda boca se cierre”. En otras palabras, no hay defensa ante la corte de juicio, ante el juez mismo, un Dios viviente, que puede hacernos estar bien con Él. No hay argumento que podamos ofrecer a partir de la naturaleza en nuestras vidas, a partir de nuestra moralidad, o nuestra religión, que nos haga estar bien con Dios. Todos los pecadores son tanto incapaces, como indispuestos. E inclusive, con los estándares de religión presentados ante ellos en el Antiguo Testamento, los estándares verdaderos de lo que agrada a Dios, no pueden mediante la obediencia a eso, estar bien con Dios. Si usted viola una de las leyes, usted la ha quebrantado toda, ¿verdad? Aunque la ley es la revelación y el reflejo de la naturaleza de Dios, y es el estándar de lo que es lo correcto, no es alcanzable. Entonces, la situación del hombre es oscura, y él está condenado al infierno sin remedio. Si Pablo se detuviera en el capítulo 3 versículo 20, la desesperanza sería profunda.

Pero, de pronto llegamos al versículo 21, en donde comencé a leer. Cuando todo parece, quizás, que está ausente de esperanza, y la religión del esfuerzo humano ha sido rechazada de manera total, una luz irrumpe en la oscuridad. “Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios”. El Evangelio es el poder de Dios para salvación. La luz irrumpe. Ha parpadeado. Ahí atrás en el capítulo 1, parpadeó en el capítulo 1 versículo 16. El Evangelio es el poder de Dios para salvación. En el Evangelio, versículo 17: “La justicia de Dios es revelada de fe y para fe”. Entonces, en la introducción, Pablo dejó que la gloria de la realidad de la salvación en el Evangelio parpadeara, y ahora la ley completa irrumpe en el versículo 21.

La esperanza irrumpe en medio de la desesperanza horrenda del pecador. Las palabras de apertura del versículo 21: “Pero ahora” – es una transición bienvenida. Hemos tenido suficiente de lo horrendo que es el pecado, capítulo 1 versículo 18, en donde la ira de Dios es revelada desde el cielo. Usted conoce eso bien, ¿no es cierto? La ira de Dios es revelada desde el cielo, y eso no está hablando inclusive de ira escatológica, eso ni siquiera está hablando de ira eterna, eso no está hablando de ira de consecuencias, lo que un hombre siembra, eso cosecha. Eso está hablando de la ira del abandono, que se recicla a lo largo de la historia humana, en donde Dios continuamente derrama juicio sobre nación tras nación, tras nación, pueblo sobre pueblo, sobre pueblo, porque cuando conocen a Dios, no le glorificaron como a Dios. Descienden al pecado, crean dioses falsos, y Él los entrega a la inmoralidad, homosexualidad, y una mente reprobada. Ese es el ciclo de la historia humana. Todo tiene que ver con juicio en contra del pecado, individuos y grupos de individuos a lo largo de la historia.

La oscuridad del capítulo 1:18 hasta el 3:20, es densa. Pero, aquí hay una transición bienvenida, el amanecer de la esperanza. “Pero ahora”. “Pero ahora, aparte de la ley se ha manifestado la justicia de Dios”. Se ha manifestado la justicia de Dios. ¿La justicia del hombre? Inadecuada, ¿verdad? De hecho, Isaías dijo: “Toda nuestra justicia es como trapos de inmundicia”. Trapos de inmundicia. Un término muy vivido en el hebreo. Un hombre no puede estar bien con Dios, por algo hecho del lado humano. Permítame mostrarle algo del dilema, desde un punto personal en la vida de Pablo. Pase a Filipenses capítulo 3. Comentamos brevemente acerca de esto anoche. Escuchará usted más de esto, inclusive el día de hoy. Pablo relata su propia justicia. Él dice, versículo 4, “Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne”. Muy bien. Si vamos a apelar nuestra justicia personal, ¿qué les parece esto? “Circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos”. Es significa un tradicionalista. “En cuanto a la ley, un fariseo”. Eso significa que él estaba comprometido con el nivel más elevado, más meticuloso de devoción legal. “En cuanto al celo, perseguidor de la iglesia”. La cual l vio como un enemigo de la vedad. “En cuanto a la justicia que es por la ley, él era irreprensible”. Externamente no podían acusar a Pablo de nada. Él era un hipócrita muy, muy pulido, como tantos otros en la comunidad farisea.

Y, después él dijo: “Estas cosas eran para mí ganancia”, versículo 7. Eran para mí ganancia. Yo asumí que ella me hacían acreedor de la salvación. Pero, una vez que vi a Cristo, me di cuenta de que eran pérdida. Todo fue de la columna de ganancia a la columna de pérdida; versículo 8. “Todo lo tengo por basura, a la luz del valor inestimable de conocer a Cristo Jesús, mi Señor”. Eso es lo que realmente importa, ¿por qué? Debido al versículo 9: “Porque ya no tengo una justicia mía, derivada de la ley, si no la que es por la fe en Cristo, la justicia que viene de Dios”. Si usted quiere estar bien con Dios, usted debe tener una justicia que viene de Dios. Esta es la esencia del Evangelio. Y, vamos a estar girando en torno a esto en los próximos días, para que usted lo entienda y lo vea en su plenitud. Usted no puede justificarse con Dios, en base a la justicia humana. La única manera en la que un hombre puede estar bien con Dios, es mediante la justicia misma de Dios. La luz no viene de abajo, y no viene de adentro, si no de arriba. Este es Dios al rescate.

Si voy a estar bien con Dios, si voy a ser justificado con Dios, tengo que ser perfecto, como mi Padre en los cielos es perfecto. Eso no es posible. No puedo desarrollar ese nivel de justicia. Puedo convertirme en un monje, puedo contemplar mi ombligo, como si ese fuera un ejercicio santo, el resto de mi vida. Podría vivir en un monasterio o en un convento. Podría tener clavos en mis zapatos, y podría colocar un cinturón en mi cintura con tachuelas, para que me estuviera cortando la carne. Podría leer las Escrituras y orar todo el día. Podría colgarme del techo con ganchos. Podría flagelar mi carne, podría crucificarme a mí mismo. No sirve de nada. Nada de eso tiene valor en absoluto, porque la justicia que necesito es divina. La única justicia aceptable, es la justicia misma de Dios. La respuesta a la pregunta, “¿Qué necesita un hombre para justificarse con Dios?” Es que él necesita la justicia de Dios. Esta justicia es diferente. Difiere de cualquier otra justicia. Isaías 45:8 dice: “Desciendan cielos de arriba, y que los cielos derramen justicia; que la tierra se abra, y que la justicia florezca”. Qué retrato tan hermoso.

La justicia que necesitamos tiene que descender del cielo. “Que la justicia florezca”. Y, después dice al final de ese versículo, Isaías 45:8: “Yo Jehová la he creado”. Es esa justicia de Dios, la cual es divina y perfecta, la cual le pertenece a Dios mismo, creada por Dios, y manifiesta en Cristo, la cual Pedro llama, “la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo”. Esto se encuentra en el corazón del Evangelio. Si usted va a ser justificado con Dios, usted tiene que poseer la justicia de Dios. Es la justicia de Yahweh. Es la justicia del Hijo de Dios. Por lo tanto, se distingue de cualquier otra justicia. Es una justicia perfecta. Jesús vino al mundo y Él manifestó esa justicia. Él demostró esa justicia. De hecho, a los teólogos les gusta hablar de la justicia activa de Cristo, y de la justicia pasiva de Cristo. ¿Ha usted oído esas expresiones? La justicia activa de Cristo, es esa justicia que se manifiesta en su vida. La justicia pasiva de Cristo, es esa justicia que fue demostrada en su muerte.

Jesús nos muestra la justicia de Dios, al vivir una vida perfecta. Él nos muestra la justicia de Dios al morir una muerte sustitutiva. Vemos la justicia de Dios mostrada en su muerte. Vemos la justicia de Dios mostrada en Su vida. Él fue perfectamente obediente a la ley de Dios, cumpliendo sus preceptos perfectamente. Y, en su muerte, Él cumplió de manera perfecta la paga demandada por la ley por el pecado.

Esto es retratado, esta perfección, esta justicia de una manera bastante vivida. Si usted pasa a Levítico capítulo 1, usted recordará que en el libro de Levítico, el pueblo de Israel recibió sacrificios, instrucciones para ofrecer sacrificios que tenían que ofrecer. Y, hubieron tres de ellos en particular que se relacionaban con el pecado: la ofrenda por el pecado, la ofrenda por la culpa, y después el holocausto.

Y, si usted comienza entonces en el capítulo 1 de Levítico, a usted se le presenta inmediatamente a la ofrenda quemada o el holocausto. La ofrenda quemada es el sacrificio más general de todos. Era ofrenda quemada en olor grato. Compartía algunos de los mismos elementos y características de la ofrenda por el pecado, y la ofrenda por la culpa. Pero también, tuvo uno que era único, y voy a hablar de eso en un momento. Pero, las ofrendas quemadas simbolizaban las características esenciales de la expiación. Las características esenciales de la expiación. El Señor estaba diciéndole al pueblo de Israel, desde ese entonces, que la justicia humana no es suficiente. Y, fue demostrada simbólicamente en particular en este sacrificio. “Jehová llamó a Moisés y le habló desde el tabernáculo diciendo: Habla los hijos de Israel y diles: Cuando alguno de vosotros trae una ofrenda a Jehová, traerá su ofrenda de animales, del ganado, o del rebaño”. Muy bien.

Y, después comienza a ser definida. Lo primero que tenía que cumplirse en la ofrenda, es que tenía que ser macho sin mancha, versículo 3. “Si su ofrenda es una ofrenda quemada de el rebaño, él la ofrecerá un macho sin mancha” – o sin defecto. Sin defecto. Versículo 10, su ofrenda: “Si es del rebaño o del ganado, de ovejas o de cabras, para una ofrenda quemada, la ofrecerá un macho sin defecto”.

¿Qué está diciendo esto? Que el sacrificio que Dios demanda, tiene que ser puro, perfecto, sin pecado, irreprensible. El ofensor es culpable, la expiación viene de uno que es inocente. Qué retrato tan maravilloso. Porque ningún animal es culpable de pecado. Ninguna oveja era culpable de pecado. Ningún carnero era culpable de pecado. Ningún buey era culpable de pecado. Ninguna cabra era culpable de pecado. Y entonces, aquí está el retrato de un sacrificio que se demandaba para el pecador culpable, un sacrificio que no tiene pecado. Esta es la razón por la que Pedro dice que literalmente tener una provisión, un sacrificio, un sustituto que no tiene mancha. “Hemos sido redimidos no por plata y oro, si no por la sangre preciosa del Cordero sin mancha”. El cordero sin mancha. Deténgase ahí por un minuto. Apunta, creo yo, a la obediencia activa de Cristo. El cordero sin mancha apunta a la obediencia activa de Cristo. Algunas personas dicen: “Bueno, el asunto de obediencia activa no está en la Biblia”. Creo que está en las Escrituras. Creo que está aquí ciertamente y otros lugares. La obediencia activa de Cristo, la cual proveyó un sacrificio, que era evidentemente perfecto, de tal manera que todos pudieran saber que el sacrificio fue aceptable.

Cuando Dios dijo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”. Cuando el escritor de Hebreros dijo de Jesús: “Él es santo, puro, sin mancha, y apartado de los pecadores”. Ese testimonio podía ser verificado en Su perfección por la vida que Él vivió sin pecado, ¿verdad? El cordero sin mancha apunta a una obediencia activa de Cristo, la cual proveyó para Dios una perfección de una vida sin pecado, santa, justa, demostrada a todo mundo, para que pudiera ser vista. Cuando usted traía su cordero, era revisado para asegurarse de que no tuviera mancha. Entonces, el primer requisito era para simbolizar la necesidad de un sacrificio perfecto, un animal macho sin mancha.

El segundo aspecto de la ofrenda quemada, muy interesante, el ofensor apoyaba todo su peso en el animal. Versículo 4: “Y colocará su mano en la cabeza de la ofrenda quemada, para que sea acepto para que haga expiación a favor de él”. Literalmente lo que hacían, y como lo sabemos por la historia, es que traían el sacrificio y colocaban las manos en la cabeza de ese sacrificio, apoyándose simbólicamente en ese sacrificio con todo su peso, simbolizando que la culpabilidad se transfería al sustituto. Esta es la naturaleza de la fe. Su confianza y salvación depende de manera completa en el sustituto. Es un retrato hermoso, hermoso de la fe en Cristo, en donde dependemos de manera total en el que muere en nuestro lugar. Otro elemento de la ofrenda quemada, en el versículo 5, fue muy interesante. El pecador que ofrecía el sacrificio: “Mataba al animal delante de Jehová”. La muerte del sustituto simbolizaba la paga fatal, horrenda por el pecado; demostraba que la justicia divina era absoluta y severa, y demostraba que la justicia divina era absoluta y severa, y demandaba la muerte.

Y, fue personalizada porque el ofensor tenía que de hecho matar al animal, muy personal. Algunas personas creen que la salvación es algún tipo de situación colectiva. Esa es la nueva perspectiva de Pablo. Este sacrificio indica que es muy, muy personal. El pecador mataba al animal con sus propias manos, haciendo una impresión personal vívida de su propia responsabilidad por la muerte del sustituto final. Sus pecados colocaron a Cristo ahí.

La siguiente característica, es que el sacerdote rociaba la sangre en el altar. A la mitad del versículo 5: “El sacerdote ofrecerá la sangre, y rociará la sangre alrededor del altar, que está a la puerta de el tabernáculo”. Esto simboliza el hecho de que la paga por el pecado era la muerte, y que solo la muerte simbolizada por la sangre, podía satisfacer a Dios.

Y después, finalmente un quinto componente de esto; los primeros cuatro son iguales en la ofrenda de culpa y de transgresión, o por el pecado. Esto es excepcional. Los sacerdotes quemaban el sacrificio entero – en su totalidad. Versículo 6: “Entonces quitarás la piel de la ofrenda quemada, y la cortarás en pedazos. Los hijos de Aarón el sacerdote colocarán fuego en el altar, y prepararán la leña en el fuego y demás”. Ahí en el versículo 9. “No obstante, sus entrañas, sus piernas serán lavadas con agua, el sacerdote ofrecerá en humo todo esto en el altar; como ofrenda quemada, una ofrenda de fuego de olor grato a Dios”. Esta es la ofrenda quemada, que es un aroma dulce en la nariz de Dios. ¿Qué simboliza esto? Que Dios se agrada del sacrificio, Su ira es aplacada, y la paz, y la reconciliación han venido. Como Isaías 53:10: “Agradó a Jehová quebrantarlo”. Agradó a Jehová quebrantarlo.

Esta es una ilustración de la justicia que Dios demanda. Él demanda un sacrificio justo, un sacrificio perfectamente justo, simbolizado en la ofrenda quemada, simbolizado en el sistema sacrificial, cumplido en la persona de Jesucristo; quien vivió una vida perfecta de obediencia, y por lo tanto, demostró de manera activa la justicia de Dios, quien murió una muerte de obediencia perfecta, demostrando en ese punto, como también el cumplimiento perfecto de la paga de la Ley, a favor de pecadores. No tenemos la justicia que Dios demanda. Él tiene que dárnosla. Y, Él hace eso en el sacrificio de Cristo.

Algo más debe decirse – regrese a Romanos, por cierto. Algo más debe ser dicho de esta justicia de Dios, de la que estamos hablando aquí, que es una justicia eterna. Isaías dijo: “Mi justicia será por siempre”. Por siempre. Si pudiéramos producir justicia por un momento, no duraría, ¿verdad? No duraría. Esta es la razón por la que Hebreos 10:14 dice: “Hemos sido perfeccionados para siempre por la ofrenda santificada de Cristo”. “Quién ha comprado por nosotros”. Hebreos 9:12 dice: “Redención eterna”. No necesitamos tratar de aferrarnos a la justicia. No necesitamos aferrarnos a ella, porque no es una justicia que podemos alcanzar, y no es una justicia que podemos mantener. Es la justicia de Dios, que desciende. Y, esta es la razón por la que la salvación es para siempre.

La gente dice: “Bueno, puedes perder tu salvación”. ¿Cómo puede usted perder su salvación? Usted únicamente puede perder su salvación, si su salvación dependiera de usted. Por cierto, si yo pudiera perder mi salvación, yo la perdería. Se lo prometo. Y, también usted. Si pudiera hacer hecho, sería hecho. Yo no puedo mantener mi salvación, porque lo que mantiene mi salvación es una justicia de Dios totalmente externa a mí, que me ha sido concedida. Entonces, la clave en este pasaje es este concepto de justicia – de regreso a Romanos capítulo 3. Necesitamos una justicia, la justicia de Dios. Todo eso en cierta manera nos mete a esta sección. Muy bien. Vamos a dividirlo ahora. Creo que tenemos como media hora, ¿no? Quizás no. Oh, bueno. Bueno, la mayoría de mis mensajes son como salchicha. Usted puede cortarlo en cualquier punto, y usted tiene el pedazo completo. Usted me entiende. Hablemos entonces de algunos de los componentes de esta justicia de Dios.

Número uno, es independiente del legalismo. Es independiente del legalismo. Le voy a dar varios puntos. Es independiente del legalismo. Versículo 21: “Aparte de la ley”. Aparte de la ley. Está en la posición enfática. No sé en dónde encaje en su traducción. Está en la posición enfática en el griego. “Pero ahora aparte de la ley”. Esa es la afirmación enfática. La justicia no tiene nada que ver con guardar la ley. Hemos aprendido eso, ¿no es cierto? Es una justicia que no puede ser alcanzada. Capítulo 5 versículo 20 dice: “La ley vino para que la transgresión se incrementara”. La ley, en lugar de tener el efecto de producir justicia, produce, ¿qué? Transgresión. Pablo dice: “Vi la ley de Dios, el pecado revivió, y yo morí” – Romanos 7. La Ley no lo va a cumplir. La Ley no va a alcanzar justicia. Entonces, la justicia de Dios enfáticamente es aparte de la Ley. Lo que eso significa, es guardar la ley. El creyente debe entender eso. El error más grande de la religión, es que la gente puede alcanzar justicia, una posición correcta con Dios por las obras. Esa es la gran mentira del diablo.

No solo es aparte de la Ley, si no que permítame darle una segunda verdad. Está basada en la revelación. Está basada en la revelación. “Testificada por la ley y por los profetas”. Un eufemismo para el Antiguo Testamento; esto no es nada nuevo. Esto no es nada nuevo. Esto es lo que el Antiguo Testamento siempre ha dicho. Vaya al capítulo 4 versículo 3, por ejemplo: “Porque, ¿qué dice la Escritura?” Aquí está el modelo. “Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia”. Entonces, Abraham fue salvo, ¿por qué? Fe. Ese es el punto del capítulo 4. Versículo 2: “Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios”. Versículo 5: “Mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia”. Ahora entendemos que esto no es nuevo; esto sale del Antiguo Testamento.

Versículo 9: “A Abraham le fue contada la fe por justicia”. Eso sale de Génesis 15. Las ceremonias y los rituales, actividades religiosas del Antiguo Testamento, no podían dar vida. Inclusive, la Ley de Dios, la Ley santa de Dios, la cual Pablo dice que es santa, justa y buena, no podía dar vida. Únicamente podían producir muerte. Muerte. Esto no es nuevo. Regrese usted al principio, hasta Génesis, al principio mismo. Y, ¿qué dijeron los profetas? ¿Qué tal Habacuc? “El justo por la fe vivirá”. Siempre ha sido así, siempre. Isaías, ese maravilloso capítulo 55 de Isaías, necesita ser incluido en este punto. “A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero”. Aquellos de ustedes que no tienen justicia: “Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche”. Versículo 6: “Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que esté cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro” – y, aquí está la clave – “el cual será amplio en perdonar”. Usted necesita perdón.

Pero, ¿qué era lo que la Ley del Antiguo Testamento buscaba hacer? Llevar a la gente a la desesperanza, por su incapacidad de hacer algo por su pecado, y por lo tanto, hacerlos clamar a Dios por misericordia. La mejor ilustración de una conversión del Antiguo Testamento que yo conozco, es Lucas 18: “El publicano mirando hacia abajo, ni siquiera levantaba sus ojos al cielo, golpeando su pecho, decía: Dios, sé propicio a mí, pecador”. Ese hombre se fue a casa justificado. Esta es una actitud de bienaventuranza.

La condenación del fariseo que viene al principio del Sermón del Monte es: “Estás equivocado”. ¿Quién tiene el Reino? Los que están en bancarrota espiritual y lo saben, pobres en espíritu. Los que son mansos. Los que tienen hambre y sed de una justicia que saben que no tienen. Aquellos que lloran por su condición espiritual, son los que son consolados, son los que reciben el Reino. Este ha sido siempre el camino en las Escrituras. No es una manera diferente de ser salvo en el Antiguo Testamento. Siempre ha sido igual. El evangelio de Jesucristo no es un cambio del Antiguo Testamento. No es una transición en una nueva manera de ser salvo. Es la sustancia completa que fue una sombra en el Antiguo Testamento, pero una que se podía discernir.

En tercer lugar, cuando hablamos de la justicia de Dios, es independiente del legalismo, está basada en la revelación, es adquirida por la fe. Adquirida por la fe. Versículo 22: “La justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo”. Mediante la fe, y aquí ya hemos señalado esto; que la salvación viene por la fe. De regreso a Romanos 4:5: “El que justifica al impío, debido a su fe le es contada por justicia”. Hombre, ese es un regalo magnánimo y sorprendente, ¿no es cierto? “Porque por gracia sois salvos, por medio de la fe” – Efesios 2:8 y 9. “Y esto no de vosotros, pues es don de Dios”. Es simplemente al creer, al creer. Ahí en el versículo 20 del capítulo 4 de nuevo. Todavía estamos hablando de Abraham, versículo 20 dice: “Con respecto a la promesa de Dios, él no titubeó en incredulidad, sino que se fortaleció en la fe, dando gloria a Dios, estando plenamente convencido de que lo que Dios había prometido, él podía cumplir; por lo tanto le fue también acreditada como justicia”. ¿Entiende usted este intercambio? Usted le da a Dios fe, Él le da a usted su justicia. Esta es la razón por la que decimos que la salvación es por fe únicamente, sola fide – fe únicamente, al creer. Inclusive, ese creer es un regalo de Dios.

Ahora unos cuantos otros puntos que se deben hacer aquí. Podríamos hablar mucho de lo que es la naturaleza de la naturaleza de la fe salvadora. Pero, probablemente cubriremos eso en una de las sesiones que vienen. Entonces, vayamos a un cuarto punto. La justicia de Dios viene a nosotros desde el cielo – este es el evangelio de Pablo, esto está en el corazón de él. Independiente del legalismo, en base a la revelación, coherente con el Antiguo Testamento, adquirida por la fe, una fe que Dios mismo concede, no independiente de nuestra voluntad, si no moviéndose nuestra voluntad, moviendo nuestra voluntad y dando vida a nuestras almas muertas, mediante el ministerio de la regeneración conducido por el Espíritu Santo. En cuarto lugar, la justicia de Dios es provista para todos los que creen. Con toda certeza esto va en contra de el judaísmo de los fariseos.

Si usted quiere saber cómo es que los judíos se sentían acerca de la conversión gentil, lea el libro de Jonás. Jonás supuestamente debía ser un profeta. Él supuestamente iba a ser un evangelista. Él supuestamente iba a ser un misionero. Y lo peor que le pasó a Jonás, fue que la gente se convirtió, y lo hizo enfurecerse. Él quería que Dios lo matara, él estaba tan enojado con los ninivitas que creyeron, y los gentiles iban a aprovecharse de la promesa judía. Qué giro tan extraño. Entonces, el versículo 22 dice: “La justicia de Dios que viene por la fe en Jesucristo” – Él es el objeto de la fe. “Viene para todos aquellos que creen, porque no hay diferencia”. Todos los que creen. De nuevo digo, los judíos odiaron esto.

Hechos 13:39 dice: “Todos los que creen son justificados”. Justificados. “No hay diferencia”. El mismo Evangelio predicado al judío y al gentil. Dice usted: “¿Qué hay acerca de Romanos 1, al principio al judío primeramente, y también al griego?” Eso es cronología, obviamente. Dios envió a Su Hijo a la nación de Israel como un judío, y el mensaje del Evangelio vino primero a los judíos cronológicamente, pero, siempre tuvo la intención de que fuera para el mundo, siempre. Siempre. Y, la prueba de esto es el versículo 23: “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”. La razón por la que está disponible a todos, es porque todos tienen la misma necesidad. Todos tienen la misma necesidad.

De hecho, si usted regresa un poco a Romanos 2 y 3, usted puede ver que los judíos que se jactaban a sí mismos de lo que tenían, son condenados. Versículo 25: “”Pues en verdad la circuncisión aprovecha, si guardas la ley; pero si eres transgresor de la ley, tu circuncisión viene a ser incircuncisión. Si, pues, el incircunciso guardare las ordenanzas de la ley, ¿no será tenida su incircuncisión como circuncisión?” En otras palabras, tiene que ver con guardar la ley. Consiste en guardar la Ley. Ese es el punto. Y, ni el circunciso, ni el incircunciso puede hacer eso. “Te jactas de la Ley”, dice él en el versículo 23, “y viola la ley, deshonras a Dios. Y el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles debido a ustedes”. No eres mejor que los gentiles.

Cuando Juan el Bautista vino y estaba bautizando a la gente, ¿sabe usted qué bautismo fue ese? Ese no fue el bautismo cristiano. Ese fue el bautismo de judíos prosélitos. Ese fue el bautismo de judíos prosélitos. Ese es un bautismo que le hacían a los gentiles, que le hacían a los gentiles que querían convertirse en parte de la religión judía. Y, aquí está Juan el Bautista, bautizando a la población de Israel, al pueblo judío, y al bautizarlos, él les está diciendo: “No son mejores que los gentiles”. Esa fue una píldora amarga para que la gente se la tragara. Él le estaba dando a los judíos un bautismo de prosélitos, porque en realidad estaban afuera del pacto de Dios, aunque como pueblo habían recibido sus promesas.

No hay diferencia. El mismo Evangelio. Algunas personas creen que los judíos tuvieron un evangelio de la Ley, en el Antiguo Testamento, y los gentiles un evangelio de la gracia. Eso no es verdad. Solo un Evangelio, solo un camino de salvación. Siempre ha sido igual. Siempre por la fe. No hay diferencia, judío o gentil, porque todo mundo tiene la misma necesidad. “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”. Todos están destituidos de la gloria de Dios. ¿Qué significa eso? Bueno, Isaías 43:7 dice: “Lo he creado para mi gloria, pero él no me ha dado gloria”. El pecado coloca a todo mundo en la misma situación. Todos necesitan la justicia de Dios. Esta justicia de Dios siempre ha estado disponible a cualquiera que cree. No hay diferencia. No hay diferencia.     

Entonces, ser justificado con Dios es independiente del legalismo, está edificado sobre la revelación, adquirido por la fe, provisto para todos. Número cinco, dado mediante la gracia. Dado mediante la gracia. Versículo 24: “Siendo justificados gratuitamente por su gracia”. Sabemos eso, ¿no es cierto? Siendo justificados como un regalo por Su gracia. Entonces, usted no se lo gana, es un regalo, ¿verdad? Hemos dicho eso todas nuestras vidas como cristianos, ¿no es cierto? Es un regalo. Usted puede rechazarlo o puede recibirlo. Usted no se lo puede ganar. Es un regalo. Me encanta eso. Una versión dice: “Gratuitamente por Su gracia”. Otra versión, de hecho, ha traducido de manera más precisa el griego; es como un regalo por Su gracia, que hemos sido justificados. Justificado significa justo. Misma palabra, dikaios, es cuestión de gracia. Pablo usa el término charis, gracia, alrededor de cien veces en sus cartas, porque el Evangelio, como lo sabemos, siempre debe ser entendido como un evangelio de gracia.

Ser justificado con Dios, entonces es dado mediante al gracia. Pero, aunque es gratuito para nosotros, fue muy costoso, y ese es el sexto punto. Fue alcanzado por la redención, alcanzado por la redención. Versículo 24: “Mediante la redención que es en Cristo Jesús”. ¿Qué es la redención? ¿Qué significa esa palabra redención? Significa rescatar a alguien, mediante el pago de un precio. Rescatar a alguien mediante el pago de un precio. ¿Quién pagó el precio? Jesús. Y, ¿cuál fue el precio? “A quien Dios puso como propiciación” – versículo 25 – “Por medio de la fe en su sangre, propiciación”, hilastērion, “una cobertura por medio de la fe en su sangre”.

“¿Cómo puede un hombre justificarse con Dios” – Job dijo – “con un Dios como este?” ¿Cómo puede un hombre justificarse con Dios? Tan glorioso. No por sí mismo, no por sus propios esfuerzos. Él debe recibir del cielo la justicia de Dios como un regalo. Independiente del legalismo, basada de manera clara en la revelación de Dios en el Antiguo Testamento, adquirida por la fe, disponible a todos los que creen, dada por la gracia, alcanzada por la redención mediante un sacrificio expiatorio. Este es el evangelio de Pablo, desde el punto de vista de que satisface la necesidad del pecador. Esa es la razón por la que predicamos este mensaje. Es un solo mensaje. No hay Evangelio, no hay salvación. Sé que hay gente que dice en la actualidad: “Oh, no tiene que oír el Evangelio en lugares en donde no han tenido la oportunidad, Dios va a considerarles la fe que han tenido en lo que ellos sabían que era adecuado para salvarlos”. Eso no es lo que la Biblia dice. Es por la fe en Cristo y fuera de Él no hay salvación. De esta manera, tenemos el mandato de ir al mundo y predicar el Evangelio a toda criatura.

Entonces, la gran pregunta en el corazón del pecador, ¿cómo puede un hombre justificarse con Dios? La respuesta viene aquí, por la justicia de Dios concedida a él por la fe, mediante la gracia, en base al hecho de que Cristo ha pagado por todos sus pecados, y mediante ese pago, ha pagado el precio de manera completa, para rescatar al pecador. Vamos a ver más de eso. Padre, te damos gracias por el tiempo en esta mañana de escarbar, movernos en profundidad en esta porción maravillosa de las Escrituras. Tu Palabra siempre, siempre alimenta nuestras almas y nos alienta.

Oro, Señor, porque la verdad clara de este texto sea entendida por todos nosotros, y nos capacite no solo para regocijarnos y adorarte de manera más libre y más clara, para adorarte en espíritu y en verdad, si no para que nos haga evangelistas más fieles, con un entendimiento mejor del mensaje que le proclamamos a los pecadores en todo lugar. Continúa haciendo Tu obra tanto mediante la enseñanza de la Palabra el día de hoy, en nuestro tiempo maravilloso juntos en comunión, y te daremos gracias en el nombre de Cristo. Amén.

 

 

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