La obediencia está a la cabeza de todas las demás actitudes. Un creyente obediente hace todo lo que Dios dice que haga. Si Dios dice que haga algo, punto final. No hay nada que discutir. Es muy importante para nosotros tener la Palabra de Dios en nuestras mentes y corazones de modo que sepamos cómo ser obedientes. La obediencia es la sine qua non de todas las actitudes correctas. Es la actitud que lo invade todo y permite que las demás virtudes espirituales sean posibles. El comportamiento sin una actitud de obediencia no tiene sentido; la obediencia interna es mucho mejor que un acto externo de adoración (1 S. 15:22). Además, la obediencia nos lleva a las otras actitudes espirituales correctas.
Hay otras razones importantes por las que debemos vivir en obediencia: Para glorificar a Dios, para recibir bendiciones, para dar testimonio a los incrédulos y ser un ejemplo para otros cristianos. El ser obedientes también nos permite ser llenos con el Espíritu Santo. Cuando estamos llenos del Espíritu, estamos en condiciones de poder alcanzar a los no creyentes y ser un ejemplo para los que observan como vivimos.
Jesús dice en Lucas 6:46, “¿Por qué llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo”. Si Jesús es el Señor de su vida, debiera hacer lo que le pide que haga. Mateo 7:13-14 nos dice que el camino que lleva a la salvación es angosto. Lo es porque está limitado por la voluntad de Dios, la ley y la Palabra. Tenemos que afirmar a Cristo como Señor (Ro. 10:9-10) y someternos a su señorío. Eso significa vivir una vida de obediencia.
Un hombre que escuchaba nuestro programa de radio envió una carta y casete, hablándome sobre un asunto que tenía en su corazón. Durante los primeros diez minutos de la cinta, hablaba acerca de cuánto apreciaba nuestro estudio de la Biblia en el programa de radio. Luego añadía que tenía muchos pecados en su vida en los que Dios estaba trabajando, pero quería preguntarme algo sobre uno de ellos en particular. Decía que nunca había tenido sentimientos normales hacia las mujeres, que sentía una fuerte atracción sexual hacia animales domésticos grandes.
Continuaba diciendo, sin embargo, que no pensaba que su deseo por los animales constituyera un problema porque él no se sentía culpable acerca de ello. Decía que el Señor le estaba refinado en otras áreas de su vida, pero no en esa. Le enviamos una carta de cuatro páginas diciéndole que su problema es un pecado grave en los ojos de Dios. De hecho, si él hubiera vivido en los tiempos del Antiguo Testamento, lo habrían matado, porque Levítico 20:15 dice: “Cualquiera que tuviere cópula con bestia, ha de ser muerto, y mataréis a la bestia”. Le decíamos amable y claramente en la carta que dios no escoge trabajar en la persona con ciertos pecados y dejar otros. Todo pecado en una afrenta a su santo nombre. Le dimos varias referencias bíblicas para apoyar lo que le estábamos diciendo.
Poco tiempo después, el hombre me envió otro casete grabado. Me decía: “No creo que ustedes lo entiendan. Los cristianos están tan enredados en la Biblia que no entienden como obra y siente Dios”.
Esa es una declaración reveladora. Lamentablemente, refleja una actitud bastante extenza. Pero es una teología desastrosa. ¿Cómo vamos a saber lo que piensa Dios acerca de algo si no es mediante la lectura de la Biblia? Aquel hombre no estaba dispuesto a escuchar lo que Dios tenía que decirle acerca de su problema porque no quería enfrentarse a su propio sentimiento de culpa. Primera de Juan 2:5 dice: “Pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él” (cursivas añadidas). La persona que puede tolerar esa clase de abominación en su vida y dice que sabe cómo Dios siente sin leer la Biblia, tiene un serio problema. El pecado lleva a la persona a justificarse a si misma.
Esa es una ilustración extrema, pero señala el hecho de que Dios nos ha llamado a ser obedientes a su Palabra. Podemos saber qué piensa acerca de las cosas porque Él nos lo dice en su Palabra. La meta del ministerio debería ser el formar un pueblo obediente. Esa ha sido siempre la intención de Dios tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.
Es triste que cuando algunas personas se ven confrontadas con la verdad divina que los convence de algo que no es correcto en sus vidas, ellos siguen en su camino de desobediencia. Por ejemplo, supongamos que escucha un sermón acerca del perdón y hay alguien que usted conoce que necesita su perdón. Pero usted procura borrar ese mensaje de su mente y continuar con su actitud de amargura y de negarse a perdonar. Eso es desobediencia. Es todo lo contrario a lo que Dios quiere conseguir en su vida.
Alguien dirá: “Yo voy al templo. ¿No es eso suficiente? Primera Samuel 15:22 dice: “Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios”. El ritual nunca puede reemplazar a la obediencia. En 1 Pedro 1 el apóstol dice:”Ceñid los lomos de vuestro entendimiento” (v.13). En otras palabras, estén seguros de que sus prioridades están en buen orden. “Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia” (v. 14). No vivan en la manera que vivían antes de ser cristianos. Tienen que ser hijos obedientes.
Jesús dijo: “Antes bienaventurados los que oyen la Palabra de Dios, y la guardan” (Lc. 11:28). Pablo, al elogiar a los cristianos de Roma, dice: “Porque vuestra obediencia ha venido a ser notoria a todos, así que me gozo de vosotros” (Ro. 16:19). El corazón de un pastor se alegra cuando es manifiesta la obediencia de los creyentes.
Una vez le escuché decir a Howard Hendricks, que las personas que son cristianas desde hace mucho tiempo y tienen más de cincuenta años de edad, debieran ser los creyentes más entusiastas, dedicados, puros y serviciales de una iglesia. Ellos debieran ser la principal fuente de energía de una iglesia. Y estar en la primera línea del evangelismo y la oración. ¿Por qué? Porque ellos son los que han convivido con Dios por más tiempo. Han tenido la oportunidad de aplicar la Palabra a sus vidas durante tanto tiempo que deberían ser más obedientes y maduros que los que llevan convertidos a Cristo solo unos pocos años.
Nuestra iglesia tiene la gran bendición de contar con muchos jóvenes porque están llenos de energía. Pero es muy triste si la energía de una iglesia solo viene de los jóvenes. A menudo escucho decir a pastores jóvenes: “Mi iglesia es buena y está ubicada en un buen lugar; pero está llena de personas mayores”.
Si usted es un cristiano que no aplica la Palabra de Dios a su vida, se convertirá en uno de esos hermanos mayores inactivos e ineficaces. Pasará los cincuenta años y buscará jubilarse espiritualmente. Dirá: “Llevo participando en las tareas de la iglesia por muchos años. No quiero involucrarme en el evangelismo; prefiero dejar esa actividad para los jóvenes”. Fíjese en los líderes de Israel en el Antiguo Testamento: ¡Muchos de ellos eran ancianos! La naciente iglesia encontró su energía en sus santos maduros. La iglesia de hoy obtiene su energía de los creyentes jóvenes. Por supuesto, necesitamos la energía de los jóvenes, pero también necesitamos el poder que los creyentes mayores han desarrollado a lo largo de muchos años de comunión y obediencia al Señor. ¡Los creyentes de más edad debieran poder entrar marchando en el cielo en razón de la energía espiritual que han acumulado! Pero debido a que muchos creyentes no aplican a su vida lo que escuchan, según van pasando los años ellos no cambian para mejorar. Puede que tengan mucha información bíblica y hechos espirituales, pero carecen de poder. Yo no quiero que eso pase en mi vida. Quizá la razón por la que muchas personas al final cesan en servir a Cristo es porque escuchan la predicación de la Palabra, pero no la aplican.
Debemos comprometernos a obedecer la Palabra de Dios. Si el Espíritu le enseña a usted una verdad, aplíquela. Cuando se sienta tocado en su consciencia por la verdad, no diga: “Cuánto me hubiera gustado que tal persona hubiera escuchado este sermón”. Aplique el mensaje a su propia vida. Cuando usted obedece a Cristo, crece en madurez espiritual y se hace más útil en las manos de Dios.
Extraído del libro, “El plan del Señor para la iglesia” escrito por el Pastor John MacArthur y publicado por Editorial Portavoz.