Y a Aquel que es poderos para guardarnos sin
caída, y presentaros sin mancha delante
de su gloria con gran alegría, al único y sabio
Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad,
Imperio y potencia, ahora y por todos los
Siglos. Amén.
-Judas 24-25
Estos versículos son lo que llamamos una doxología, una expresión de alabanza a Dios. Hay muchas de estas doxologías diseminadas por todo el Antiguo y el Nuevo Testamento. Esta se emplea a menudo como una bendición para finalizar una adoración cristiana, tal y como finaliza la carta de Judas. Es una bendición que trata sobre la grandeza de Dios pero al mismo tiempo pronuncia una bendición sobre usted, porque le recuerda que dios puede guardarlo de caer y presentarlo intachable ante la presencia de su gloria con gran alegría.
¿Qué significa eso? Significa que Dios no lo va a perder. No lo va a soltar. Nunca va a caer en la tentación de abandonar la fe y negar a Cristo. Al final, Él lo va a presentar a usted ante sí mismo intachable.
¿Cómo puede ser eso, cuando ahora usted no es intachable? Cuando llegue ese día, cuando entre en la presencia de la gloria de Dios en el cielo, será un “nuevo usted” al que Dios se presentará a sí mismo. Su naturaleza humana caída habrá desaparecido. Usted habrá sido transformado a la semejanza de Cristo. Nunca será perfecto en esta vida pero aquel día será hecho perfecto y santo, sin mancha ni defecto. ¡No es de extrañar que habrá gran alegría!
Esta es la promesa de Dios: Si es de Cristo, Él lo guardará. Jesús dijo: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y el que a mí viene, no le echo fuera” (Jn. 6:37). Él dijo: “De los que me diste, no perdí ninguno” (Jn. 18:9). “Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquél que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero” (Jn. 6:40).
Cristo recibe a todo el que el Padre le da. A todo el que Él recibe, lo guarda. A todo el que Él guarda, lo eleva a gloria eterna.
Así que podemos alabar a nuestro Dios por cumplir sus promesas y por guardarnos. Dios es nuestro Salvador. Solo a Él pertenece toda gloria y majestad, todo imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén.
Extraído del libro, “El corazón de la Biblia” escrito por el Pastor John MacArthur y publicado por Editorial Portavoz.