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Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.
--Gálatas 2:20

Esta es una maravillosa afirmación de la propia identidad espiritual de un cristiano. Pablo comienza con esta realidad: “Con Cristo estoy juntamente crucificado”. Esto mira al suceso histórico de la cruz en el que fuimos uno con Cristo al cargar Él nuestros pecados. ¿Viste tú cuando en la cruz murío?, pregunta el autor del himno. Sí, porque usted estaba allí. Todos los que creemos en Jesucristo estuvimos allí en la cruz. Dios nos puso allí aunque no hubiéramos nacido. Todos los que hemos creído, sean los santos del Antiguo Testamento que esperaban al Mesías, o sus seguidores en el Nuevo Testamento y todo creyente desde aquel entonces, todos los que hemos sido perdonados, estuvimos allí con Cristo en su muerte. Participamos de su muerte. Pablo dice en Romanos 6 que fuimos sepultados con Él y fuimos resucitados con Él a novedad de vida. ¡Qué realidad tan increíble! Nuestros pecados fueron pagados porque fuimos crucificados con Cristo. Por eso no estamos bajo condenación alguna. Por eso Jesús dijo antes de morir: “Consumado es” (Jn. 19:30). Se pagó el castigo por completo. Se borró la lista de acusaciones contra nosotros. Dios escribió “cancelada” sobre nuestra deuda.

Ahora llevamos una vida nueva, levantados con Cristo en unidad con Él. Pablo dice: No soy en realidad yo el que vive; es Cristo quien vive en mí. Ese es un misterio profundo, ya que es claro que Pablo aún estaba vivo. Él dice que lleva su vida en la carne por la fe en el Hijo de Dios. ¿Qué es eso? ¿Soy yo el que vive en mi cuerpo o es Cristo?

Esta es una de esas paradojas de la fe cristiana que a menudo la gente me pide que le explique. Me dicen: “John, ¿puede explicarme la soberanía de Dios y la elección humana? ¿Puede explicar la elección y el libre albedrío?” No, no puedo. Puedo solo decirle que están en la Biblia. No entiendo cómo Dios armoniza en su mente que si soy salvo, es por la obra de Dios pero si lo rechazo, es por mi manera de actuar. Eso está fuera de mi alcance. Lo que me hace confiar más en que los hombres no escribieron la Biblia. Los editores y escritores humanos habrían arreglado cosas como esas para que parecieran más lógicas pero Dios las presentó de tal manera que nos dejó maravillándonos de cuán superior es su sabiduría a la nuestra.

Si le preguntara quién escribió Gálatas, ¿qué diría usted?

¿Fue Pablo o el Espíritu Santo? Fue por completo Pablo y fue por completo el Espíritu Santo. ¿Cómo puede ser eso? Si le preguntara si Jesús era Dios o era hombre, ¿qué diría usted? Usted sabe que Él era plenamente Dios y plenamente hombre. ¿Cómo se pueden ser las dos cosas al mismo tiempo? Es algo que no podemos comprender.

Así que si le preguntara quién vive su vida cristiana, ¿qué diría usted? Usted pudiera decir: “Yo la vivo. Yo pongo mi cuerpo en sujeción. Yo obedezco la Palabra de Dios”. Tendría razón. Pero también pudiera decir: “Tengo que ceder yo y dejar obrar a Dios. Tengo que dejar que Cristo viva su vida a través de mí. El Espíritu Santo fluye a través de mí”. También tendría razón. En cada doctrina fundamental relacionada con la obra salvadora de Dios, hay dos verdades que deben mantenerse unidas. No podemos armonizarlo todo. Sencillamente declaramos las dos verdades y confirmamos ambas.

Pablo nos dice que ese es el gran misterio de la vida cristiana. He sido crucificado con Cristo. Ya no vivo yo. Cristo vive en mí. Pero al mismo tiempo vivo en este momento en este cuerpo carnal por la fe en Él. Eso exige todo de nosotros pero todo es de Él. Exige toda la disciplina, obediencia y fe que podamos reunir para llevar la vida cristiana y aun cuando todo está dicho y hecho, es el propio Cristo quien está viviendo en mí, Aquel que me amó.


Extraído del libro, "El corazón de la Biblia" escrito por el Pastor John MacArthur y publicado por Editorial Portavoz.


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