La primera asamblea local se reunió en Jerusalén. Estaba compuesta principalmente de gente humilde: Pescadores, labradores y otras personas pobres. También encontramos allí otros miembros que eran personas acomodadas, como nos lo indica el hecho de que estuvieran dispuestas a compartir sus bienes con la tremenda cantidad de personas necesitadas en la iglesia.
La iglesia de Jerusalén nació en una reunión de oración en el día de Pentecostés. El Espíritu descendió y llenó a los que estaban esperando en oración en el aposento alto. Como resultado, todos los cristianos experimentaron una manifestación asombrosa de la unidad del Espíritu y del amor de Cristo, causando que la iglesia creciera rápidamente. De hecho, adquirió tres mil nuevos cristianos en el primer día (Hch. 2:41).
Hechos 2:42 nos presenta los elementos básicos de la vida de la iglesia: “y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión [la Cena del Señor] unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones”. Lo único que le podemos añadir a esa lista es que predicaban las buenas noticias de Cristo Jesús. Ellos las proclamaban en las calles, en el templo, en las casa y en todo lugar donde tenían la oportunidad de hacerlo. Como consecuencia, “el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos” (v. 47). Disponían de todos los ingredientes necesarios para tener una iglesia funcionando, bendecida por Dios y dirigida por el Espíritu.
Las iglesias hoy usan a menudo ideas ingeniosas y entretenimientos buscando atraer a las personas al templo. Eso es una indicación clara de que no están siguiendo el modelo bíblico o dependiendo de la dirección del Espíritu.
La congregación de Jerusalén empezó en el poder del Espíritu Santo y continuó así. Estaban absortos con el poder del Espíritu y con ministrar en el nombre de Cristo.
Los doce apóstoles dirigieron la iglesia naciente hasta que esta se extendió y entonces los ancianos y diáconos fueron capacitados para dirigir y servir en otras congregaciones. Puesto que todos eran nuevos convertidos en la naciente iglesia, Dios dejó a los doce con la iglesia de Jerusalén durante al menos siete años.
Después de que pasara esos años, los apóstoles decidieron que algunos de los hombres habían desarrollado lo suficiente en su madurez y liderazgo espiritual. Eligieron a algunos para que fueran evangelistas y pastores-maestros. Un ejemplo es Felipe, que empezó como diácono y pronto fue considerado como un evangelista y promotor de iglesias.
El apóstol Pablo, Silas, Bernabé y otros fundaron varias iglesias independientes. Dado que cada iglesia era dirigida en última instancia por el Espíritu Santo, no había denominaciones que las agruparan juntas como una organización, pero eran uno en el Espíritu. Los primeros cristianos tenían un vínculo común. En Romanos 16:16 Pablo dice: “Os saludan todas las iglesias de Cristo”. Había unidad entre las congregaciones independientes. Estaban compuestas de judíos y gentiles y de toda clase de creyentes: ricos, pobres, educados y no educados. Los cristianos procedentes de un amplio espectro de la sociedad funcionaban juntos como un cuerpo. La única estructura organizacional que tenían era la que había sido instituida por el Espíritu Santo.
La iglesia ha cambiado mucho a lo largo de los siglos. Se ha convertido en algo complejo y empresarial. Hoy es una organización masiva con denominaciones, comisiones, comités, concilios, juntas directivas y programas. Muy a menudo funciona más como una empresa que como un cuerpo, una fábrica más que una familia, una corporación más que una comunidad. Las iglesias han venido a ser centros de entretenimiento, en las que se montan actuaciones para agradar a montones de infructíferos miembros de iglesia. Casi todas esas ideas ingeniosas están diseñadas para atraer gente a los templos, pero luego no se hace nada con ellos cuando acuden.
Extraído del libro, “El Plan del Señor Para La Iglesia” escrito por el Pastor John MacArthur y publicado por Editorial Portavoz.