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¿De dónde proviene la obediencia de un creyente? ¿Cómo es que él se despoja de la mortaja de su vida pasada –los viejos hábitos, la atracción continua de las tentaciones y los patrones de pensamiento y conducta corruptos- y vive una vida justa en Cristo?
Regeneración
Como ya hemos visto, la obediencia no es algo natural para nosotros -somos nacidos en rebelión, y es únicamente la gracia interviniente de Dios que nos redime para Su gloria y nuestro bien eterno. Entonces, nuestra capacidad de obedecer no es algo que nosotros traemos a la mesa. Es obra de la gracia de Dios -una expresión de la nueva naturaleza que Él nos otorga en Su obra transformadora de regeneración.
La Escritura lo confirma:
Aun estando nosotros muertos en pecados, [Dios] nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos) … Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. (Efesios 2:5, 10)
En el Antiguo Testamento, cuando el Señor prometió restaurar a Israel de su apostasía, Él incluyó esta vívida descripción de Su obra transformadora en la vida de los creyentes.
Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne, para que anden en mis ordenanzas, y guarden mis decretos y los cumplan, y me sean por pueblo, y yo sea a ellos por Dios. (Ezequiel 11:19-20)
La obra regeneradora de Dios nos libera de la esclavitud al pecado (Romanos 6:6). En Efesios, Pablo enfatiza la naturaleza integral de nuestra transformación, refiriéndose a dos identidades distintas -una imagen dramática del antes y el después del alma regenerada:
[Ustedes fueron enseñados en Él] despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. (Efesios 4:22-24)
Al redimirnos, el Señor realiza la maravillosa obra de salvarnos de la ira venidera y hacernos Suyos por toda la eternidad. Pero Su redención no termina ahí. Él nos otorga una naturaleza completamente nueva -preparándonos para la eternidad y capacitándonos para crecer en obediencia y buscar ser como Cristo en esta vida (Romanos 8:29).
Gracia que es mayor que todos mis pecados
Con eso en mente, considere esta cita:
No somos más que una sociedad de culpables. Verá, desearía poder decir que hago todo para la gloria de Dios. Usted sabe, 1 Corintios 10:31: “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.” ¿Quién hace eso? ¿por un segundo?… Desearía poder decir que hago todo para la gloria de Dios. No puedo, ni usted tampoco puede. Lo que puedo decir es que la sangre de Jesús cubre todos mis esfuerzos de glorificarme a mí mismo. Eso es lo que puedo decir. Desearía poder decir que Jesús me satisface completamente… No puedo, ni usted tampoco. Lo que puedo decir es que Jesús satisfizo totalmente a Dios por mí. Eso es lo que puedo decir. Ése es el evangelio. Desearía poder decir que dejo todo lo que tengo por Jesús… No puedo, y usted tampoco. Lo que puedo decir es que Jesús dejó todo lo que tenía por mí.[1] Tullian Tchividjian, Gracia Inagotable Para Un Mundo Agotado. Conferencia Libérate, 2014.
Ése es Tullian Tchividjian, pastor de la iglesia Coral Ridge Presbyterian en Florida y una voz líder en el movimiento que algunos llaman Hípergracia. (El movimiento no reclama una designación oficial -lo llamaremos Hípergracia por simplicidad y exactitud). Desde el 2012, su iglesia ha organizado una conferencia anual llamada “Libérate” (Liberar), que ha servido como punto de partida para la teología de la Hípergracia. Él dijo esas palabras durante su mensaje de la Conferencia Libérate 2014, y brindan una idea de una perspectiva que rápidamente está ganando terreno en el Cuerpo de Cristo. En lugar de enfocarse en la obra transformadora de Dios, el énfasis descansa en la pecaminosidad del hombre, y la suficiencia de la gracia de Dios para cubrirla.
Tchividjian expuso su perspectiva teológica no hace mucho, cuando explicó su filosofía de ministerio:
Cada semana, el púlpito está reservado para una cosa específica: diagnosticar y liberar esclavos, punto… Cada sermón de cada texto, debe mostrarle que usted es peor de lo que piensa que es, y cada sermón de cada texto debe mostrarle que Dios es mayor de lo que usted pudiera esperar o imaginar. Que usted es un gran pecador; y Él es un gran Salvador.[2] Tullian Tchividjian, Declárelo y Demuéstrelo. Coral Ridge Presbyterian Church. 12 de enero, 2014.
Ese énfasis en la pecaminosidad, se muestra a lo largo de la enseñanza de la Hípergracia. Elyse Fitzpatrick, una popular autora y conferencista, les da este consejo a los padres, en su libro, Give Them Grace.
Una confesión de pecado consistente, transparente y específica, ayudará a que sus niños vean que sus padres también luchan con el pecado de la misma manera que ellos lo hacen… Es crucial enseñarle [a su hijo] que todos - él, [su hija], Mamá y Papá están perdidos, enfermos y todos necesitan salvación.[3] Elyse Fitzpatrick, Deles Gracia (Wheaton, IL.: Crossing, 1994), 71.
En otra parte explica cómo eso se ve en la práctica:
Si estamos hablando con un niño que no quiere compartir, podemos acercarnos a él y en lugar de decir: “Yo soy bueno y tú eres malo” decir: “Soy como tú, tampoco quiero compartir”… Puedo decirle a un niño: “Soy un pecador tal como tú. No hay diferencia entre nosotros, simplemente soy mayor y tú más pequeño… Los dos somos fundamentalmente pecaminosos, pero también los dos somos absolutamente amados. Y cariño, si tú lo creyeras, tendrás el récord perfecto de Jesucristo, quien siempre compartió sus juguetes.”[4] Elyse Fitzpatrick, Charla con Elyse Fitzpatrick Desiring God, 27 de abril, 2011.
Hay algo de verdad en eso. Tanto el niño como el padre son pecadores, y ciertamente, el niño podría responder mejor a la corrección si los padres no sonaran hipócritas o más soy-más-santo-que-tú. Empatizar con sus hijos puede ayudarles a entender la profundidad de su depravación y su necesidad de salvación.
Pero si usted es creyente, no es igual que su hijo no regenerado -de hecho, usted es radicalmente diferente. Y difuminar esa línea puede tener peligrosas repercusiones eternas. En lugar de enseñarles que el evangelio ofrece perdón, pero nos deja desesperanzadamente atados al pecado, queremos enfatizar su valor y poder a través del testimonio de nuestras vidas transformadas. En todo caso, necesitan ver una diferencia completa y consistente entre nuestras vidas y las de ellos.
¿Qué transformación?
Tristemente, esa diferencia no es una característica clave de la teología de la Hípergracia.
De hecho, lo que enseñan contradice lo que la Escritura dice acerca de nuestra naturaleza transformada. Esta es otra cita, de la conferencia Libérate 2014 - David Zahl fue el orador de esta sesión en particular, que Tchividjian identificó más tarde como su favorita de la conferencia.
Comentando en un artículo de Ted Haggard, Zahl dijo:
[Haggard vio] una conexión entre [el suicidio de pastores] y la enseñanza extendida… que la transformación de la vida toma lugar al momento de la salvación, y el poder de vencer estaba inherente en el bautismo del Espíritu Santo. Él no ve esa enseñanza como simplemente errada o inútil, sino que la ve como mortal. Ahora, no me malinterprete. No estoy diciendo que… el Espíritu Santo no viene a la vida de alguien, que no hay una posibilidad de victoria y cambio -pero la garantía, el edicto, de que usted debe ser transformado, no está actualmente produciendo transformación. Está alimentando la desesperación…y división de personalidades en creyentes que se encuentran a sí mismos lidiando con problemas que no desaparecen después de su… compromiso público de fe… No estoy disputando la esperanza de la transformación, estoy disputando la garantía de la transformación.[5] David Zahl, Todo lo que necesitas es amor (en una sola dirección) Conferencia Libérate.
Compare esas palabras sorprendentes y sin esperanza con las palabras de Pablo en Tito 2:11-12: “Porque la gracia de Dios se ha manifestado…enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente”.
Observe cómo el movimiento de la Hípergracia constantemente subraya la depravación y el perdón, con poco o ningún énfasis en el poder transformador de la gracia de Dios. Ellos pierden de vista la obra regeneradora de Dios en la salvación. Pintan al pecador en un rincón indefenso y hacen de la gracia de Dios el trapo limpia gotas.
Esa no es una descripción bíblicamente precisa de la transformación que el Señor ha forjado en las vidas de Su pueblo. Sí, dependemos de Su gracia, pero no como una excusa diaria para nuestras fallas pecaminosas.
Necesitamos entender la gracia de Dios como Pablo la describe en Colosenses 1:13: “El cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo”. En su comentario de ese pasaje, John MacArthur dice: “Los creyentes no necesitan liberación del dominio del pecado y Satanás; necesitan actuar como aquellos que han sido liberados”.[6] John MacArthur, Comentario MacArthur Del Nuevo Testamento: Filipenses, Colosenses y Filemón (Grand Rapids, MI.: Editorial Portavoz, 2012), 46.