“Si Dios es real, ¿por qué no se me manifiesta?”. “¿Dónde están las pruebas de la existencia de Dios?”. “Necesito pruebas de Dios —¿dónde están las pruebas?”. Todos hemos oído esas preguntas —o quizá más exactamente, objeciones— alguna vez. Pero nunca debemos dejarnos intimidar por estas. Al contrario, deberíamos seguir el modelo establecido por las Escrituras.
La Biblia presupone, en lugar de demostrar, la existencia de Dios. La Escritura habla sobre Dios en el Salmo 90:2: “Desde antes que nacieran los montes y que crearas la tierra y el mundo, desde los tiempos antiguos y hasta los tiempos postreros, tú eres Dios”. Esta es la clásica afirmación doctrinal sobre Dios. Nos dice que es el único Dios: “Tú eres Dios”. Nos dice que es el Dios eterno: “Desde los tiempos antiguos y hasta los tiempos postreros, tú eres Dios; nos dice que es el Dios creador: creaste la tierra y el mundo”.
Como cristianos aceptamos una verdad fundamental —Dios existe. Todo lo demás cobra sentido después de eso. Un ateo niega a Dios y tiene que aceptar explicaciones increíbles para todo lo demás. Se requiere más fe para negar a Dios que para creer en Él.
Los teólogos dan varios argumentos sobre la existencia de Dios. La lógica no puede probar Su existencia, pero nos muestra claramente que hay más razones para creer en Dios que para no hacerlo.
Prueba externa
Una razón lógica para aceptar la existencia de Dios es el argumento teleológico. Proviene de la palabra griega teleos, que significa: “resultado perfecto”, “final” o “terminar”. Algo que está completo y terminado muestra la evidencia de un hacedor. Un diseño implica un diseñador. Desbarate su reloj y ponga todas las piezas en su bolsillo. Aunque mueva su pierna durante algún tiempo, no sentirá el tic tac del reloj. Cuando algo funciona, es porque alguien lo hizo funcionar. Si ve un piano, usted no asume que un elefante chocó contra un árbol donde alguien estaba sentado bajo una rama tocando el arpa, y todo el marfil, madera y cuerdas cayeron juntas y se convirtieron en un Piano. El argumento teleológico dice que el orden en el universo es evidencia de que una inteligencia suprema —Dios— lo creó.
Un segundo argumento sobre la existencia de Dios es el argumento estético, el cual dice que la existencia de la belleza y la verdad hacen pensar que, en alguna parte del universo, existe un criterio en la que éstas están sustentadas.
El argumento volitivo dice que como el hombre tiene que tomar un gran número de decisiones y tiene la capacidad de tomarlas de forma deliberada, debe haber una voluntad infinita en algún lugar, y el mundo es la expresión de tal voluntad.
El argumento moral dice que el hecho de que sepamos qué está bien y qué está mal, sugiere la necesidad de un criterio absoluto. Si algo está bien o mal, en algún lugar hay Alguien que determina qué es qué.
El argumento cosmológico es el de causa y efecto, el cual concluye que alguien hizo el universo porque cada efecto debe ser fácil de encontrar por una causa. La causa de la infinidad debe ser infinita, la causa de la eternidad debe ser eterna, la causa del poder debe ser omnipotente, la causa del espacio ilimitado debe ser omnipresente, la causa del conocimiento debe ser omnisciente, la causa de la personalidad debe ser personal, la causa del sentimiento debe ser emocional, la causa de la voluntad deber ser volitiva. La causa de los valores éticos deber ser moral, la causa de los valores espirituales debe ser espiritual, la causa de la belleza debe ser estética, la causa de la justicia debe ser santa, la causa de la justicia debe ser justa, la causa del amor debe ser amorosa, la causa de la vida deber ser viviente.
Prueba interna
Pero, según el apóstol Pablo, todos esos argumentos solo sirven para reforzar lo que el pecador incrédulo ya sabe.
“Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa” (Ro. 1:18‒20).
Incluso aparte de Su revelación escrita, lo que se sabe de Dios es evidente incluso dentro de los gentiles paganos, porque Dios se lo hizo evidente. El Señor testifica a través de Pablo que Su manifestación externa y visible de Sí mismo es universalmente conocida por el hombre. Es evidente tanto dentro como fuera de ellos. Todos los hombres tienen evidencia de Dios, y lo que sus sentidos físicos pueden percibir de Él, sus sentidos internos pueden entenderlo. Los filisteos vieron y reconocieron el poder de Dios, al igual que los cananeos, los egipcios y todos los demás pueblos que han vivido en la tierra. Los rebeldes que construyeron la torre de Babel vieron y reconocieron la grandeza de Dios, al igual que los malvados habitantes de Sodoma y Gomorra. Todos los hombres saben algo y comprenden algo de la realidad y de la verdad de Dios. Son responsables de dar una respuesta adecuada a esa revelación. Cualquier respuesta equivocada es “sin excusa”.
Pablo también especifica el contenido de la revelación de Sí mismo que Dios da a conocer a toda la humanidad. Desde la creación del mundo, declara el apóstol, Dios ha hecho visibles Sus atributos divinos que son las cosas invisibles de Él. Estos atributos que el hombre puede percibir en parte a través de sus sentidos naturales, son en particular Su eterno poder y deidad. El eterno poder de Dios se refiere a Su omnipotencia que nunca falla, lo cual se refleja en la portentosa creación que creó y también sustenta por Su poder. La deidad o naturaleza divina de Dios, tanto Su bondad como Su gracia se reflejan como Pablo dijo a los de Listra, en el hecho de darnos “lluvias del cielo y tiempos fructíferos, llenando de sustento y de alegría nuestros corazones” (Hch. 14:17).
El destacado teólogo Charles Hodge testificó: “Por lo tanto, Dios nunca se ha dejado a sí mismo sin un testimonio. Su existencia y sus perfecciones siempre han sido tan manifiestas, que sus criaturas racionales están constreñidas a reconocerle y adorarle como el único y verdadero Dios”[1]Charles Hodge, Commentary on the Epistle to the Romans (Grand Rapids: Eerdmans, 1983, reimpresión, p. 37.
La revelación natural que Dios hace de Sí mismo no es recóndita ni selectiva, no es fácil de observar para unas cuantas almas perceptivas que deban tener algún don especial. Su revelación de Sí mismo a través de la creación es claramente visible para todos, son cosas que pueden ser entendidas por medio de las cosas hechas. El Salmo 14:1 y el 53:1 dicen: “Dice el necio en su corazón: No hay Dios”. Solo un tonto podría rechazar la evidencia.
Pero no es suficiente simplemente con reconocer la existencia de un ser supremo. Einstein reconoció una fuerza cósmica en el universo, pero pensó que Dios no se podía conocer. Pensó en Dios como una batería cósmica flotante, una fuente de corriente eléctrica de alta potencia que se liberó un día y por eso, resultó el universo. Una conocida organización de autoayuda dice a sus miembros: “Tienen que tener una relación con Dios de la forma en que ustedes lo perciban”. Esto es una locura. La forma en que perciba a Dios aparte de la revelación de Él en la Escritura no tiene nada que ver con quien es Él realmente.
(Adaptado de Adorar: ¡La máxima prioridad! Y Comentario MacArthur del Nuevo Testamento: Romanos)